Pocos conocen la historia de la ascensión del humanista y poeta italiano Francesco Petrarca al Monte Ventoux, como búsqueda espiritual y realización personal, un lejano 26 abril de 1336 en la región de Provenza
La excursión de Petrarca al Mont Ventoux o Ventoso en la Provenza francesa en abril de 1336, se ha considerado la primera ascensión a una montaña con fines puramente personales, alejada de un deseo de conquista o exploración. Por ello, se considera esa fecha como la del nacimiento del alpinismo como deporte.
Francesco Petrarca (1304 - 1374) fue un poeta, filósofo y filólogo italiano nacido en la región del Arezzo, considerado el precursor del humanismo, pilar fundamental de la literatura italiana especialmente gracias a su obra Cancionero. Su poesía dio lugar a una corriente literaria que influyó en autores como Garcilaso de la Vega, en España, y a William Shakespeare y Edmund Spencer, en Inglaterra, bajo el sobrenombre genérico de Petrarquismo. Tan influyente como las nuevas formas y temas que trajo a la poesía fue su concepción humanista, con la que intentó armonizar el legado grecolatino con las ideas del cristianismo. Por otro lado, Petrarca predicó la unión de toda Italia para recuperar la grandeza que había tenido en la época del Imperio romano.
Petrarca logró en vida una importante fama como autor latino y humanista, tal como prueba su coronación en Roma como poeta, en 1341. Sin embargo, sus poemas en lengua vulgar recogidos en el Cancionero fueron los que habían de darle fama inmortal.
¿Por qué habría de interesar Petrarca a un montañista?
La subida del gran poeta Francesco Petrarca al Monte Ventoso de 1909 msnm en Provenza Francia es quizá la primera muestra del montañismo en la literatura. Se hizo con alusiones a la belleza del panorama y al esfuerzo físico que supone una ascensión en el año que lo realizó. Por esta razón, está considerado por muchos como uno de los 'padres espirituales' del alpinismo. Se lo vincula a ello por su creativa imaginación poética, que volcó en la carta de su fantástica ascensión al Mont Ventoux el 23 de abril de 1336.
Francisco Andrada explicó en un antiguo artículo de abril de 1919, publicado en el Heraldo Deportivo, que los caminos hacia las alturas fueron abiertos por “hombres a los que no seducía viajar por viajar, por variar de paraje o distraer su imaginación, sino a quienes inspiraban sentimientos artísticos, guiaban móviles científicos o impulsaba su espíritu aventurero”.
Entre los primeros que sintieron la llamada de las montañas hubo uno que, sin embargo, sólo escaló desde la imaginación. Ese fue Petrarca, y desde entonces, el alpinismo tiene mucho de poesía. Efectivamente, se suele ver al gran poeta como uno de los primeros escaladores de la historia. Y a pesar de que escribió una memoria de su ascensión el 26 de abril de 1336 al monte Ventoso de los Alpes (1909 metros), distintos estudiosos señalan que el hito lo fue sólo espiritualmente.
No obstante, dado que en esa época no se escalaba una montaña a no ser que hubiera un buen motivo para ello, se considera esa fecha como la del nacimiento del alpinismo como deporte.
La comarca donde vivía Petrarca en Provenza está presidida por la alta cumbre del Monte Ventoso. El 26 de abril de 1336, él subió a este monte a los 32 años y acompañado de su hermano y unos criados y se refirió a esta escalada en uno de sus Epístolas.
Desde allí, contempló un panorama maravilloso y quedó extasiado. Abrió un libro, Las confesiones de San Agustín. Eligió un párrafo al azar (X, 8, 15) y leyó: "Viajan los hombres por admirar las alturas de los montes, y las ingentes olas del mar, y las anchurosas corrientes de los ríos, y la inmensidad del océano, y el giro de los astros, y se olvidan de sí mismos". Impactado por el sentido profundo de este mensaje, emprendió el descenso en silencio.
Así lo cuenta el poeta en una carta (Familiares, IV, 1, 3) que escribió al llegar, ya muy entrada la noche, en el albergue del pueblo de Malaucene, al pie de la montaña. Esa carta se hizo famosa y sigue dando de qué hablar. Se trata, ante todo, de uno de los primeros relatos detallados del montañismo. Pero es, además, una alegoría de la vida. Petrarca, como tantos otros poetas, toma el ascenso a la montaña como un modelo de la vida humana, donde hay senderos estrechos, difíciles y escarpados y caminos anchos, fáciles y llanos.
En esta subida, Petrarca reconoce que su hermano Gerardo siempre tomaba el camino más áspero mientras que él prefería el más amable.
La carta, al parecer, no fue escrita en una noche, como afirmó el poeta. Llevó varios años de correcciones, y nunca llegó a su destinatario, un monje agustino, quien le regalara aquel ejemplar de Las confesiones. Murió sin haberla recibido.
La excursión de Petrarca al Mont Ventoux o Ventoso en la Provenza francesa, se ha considerado la primera ascensión a una montaña con fines puramente personales, alejada de un deseo de conquista o exploración.
Reproducimos aquí este texto fundacional del montañismo, de enorme valor histórico:
“Impulsado únicamente por el deseo de contemplar un lugar célebre por su altitud, hoy he escalado el monte más alto de esta región, que sin motivo llaman Ventoso. Hace muchos años que estaba en mi ánimo emprender esta ascensión; de hecho, por ese destino que gobierna la vida de los hombres, he vivido (...) en este lugar desde mi infancia y ese monte, visible desde cualquier sitio, ha estado casi siempre ante mis ojos. El impulso de hacer finalmente lo que cada día me proponía se apoderó de mí, sobre todo, después de releer, hace unos días, la historia romana de Tito Livio, cuando por casualidad di con aquel pasaje en el que Filipo, rey de Macedonia, –aquel que hizo la guerra contra Roma–, asciende al Hemo, una montaña de Tesalia desde cuya cima pensaba que podrían verse, según era fama, dos mares: el Adriático y el Mar Negro.
Me pareció que podía excusarse en un joven ciudadano particular lo que era apropiado para un rey anciano. Sin embargo, al pensar en un compañero de viaje, ninguno de mis amigos –por increíble que sea decirlo– me parecía adecuado en todos los aspectos, hasta tal punto es rara, incluso entre personas que se estiman, la perfecta sintonía de voluntades y carácter. Uno resultaba demasiado tardo, otro demasiado precavido; éste demasiado cauto, aquel impulsivo en exceso; éste demasiado lóbrego, aquel demasiado jovial; en fin, uno era más torpe y otro más prudente de lo que hubiera querido. Me espantaba el silencio de éste, de aquél su impúdica locuacidad; el peso y el tamaño de uno, la delgadez y debilidad del otro. Me echaba para atrás, de éste, la fría indiferencia: de aquél, la frenética actividad. Defectos que, aunque graves, pueden tolerarse en casa –pues todo lo soporta el afecto y la amistad ninguna carga rechaza–, más estas mismas faltas en un viaje se hacen insoportables. Así, mi exigente espíritu, que deseaba disfrutar de un honesto deleite, sopesar desde todos los ángulos cada una de ellas sin detrimento de la amistad, rechazando en silencio cualquier cosa que previera que iba a suponer una molestia para el viaje que me proponía.
Finalmente busqué ayuda en casa, y revelé mi intención a mi único hermano, menor que yo. Nadie pudo haberlo escuchado con mayor alegría, feliz de ser para mí al mismo tiempo un amigo y un hermano.”
“El día establecido partimos de casa, llegando al atardecer a Malaucène, un lugar en la falda de la montaña, en la ladera septentrional. Allí nos demoramos un día y finalmente, al día siguiente, acompañado cada uno de sus criados, ascendimos la montaña no sin mucha dificultad, pues se trata de una mole empinada, rocosa y casi inaccesible.”
“Lo prolongado del día, la suavidad del aire, la fortaleza de nuestra determinación, el vigor y la agilidad corporales y el resto de las circunstancias favorecían a los caminantes; sólo la naturaleza del lugar suponía un obstáculo. En una loma de la montaña, nos topamos con un anciano pastor que trató de disuadirnos por todos los medios y con abundantes razones de que continuáramos el ascenso, relatándonos cómo, cincuenta años antes, empujado del mismo ardor juvenil, había ascendido hasta la cumbre, sin que ello le reportará sino arrepentimiento y fatiga, el cuerpo y las ropas desgarrados por las rocas y los matorrales. Tampoco sabía de nadie que antes o después de aquella vez hubiera osado hacer otro tanto.”
“Mientras nos contaba estas cosas a voz en cuello, en nosotros –como ocurre en los jóvenes, que no creen en quienes les aconsejan– crecía el deseo, como resultado de la prohibición. Entonces el anciano, advirtiendo que ninguno le atendía, avanzó un corto trayecto entre las rocas y nos señaló con el dedo un estrecho y escarpado sendero sin dejar de darnos numerosos consejos, que todavía repetía cuando ya le habíamos dado la espalda y nos alejábamos.”
“Abandonados con él las escasas ropas y objetos que podrían suponer un impedimento en nuestra marcha, nos dispusimos a acometer solos la escalada, ascendiendo con paso vivo. Pero como suele suceder, al esfuerzo inicial le siguió velozmente la fatiga, por lo que nos paramos en un risco, no muy lejos de allí. Desde este punto, retomamos el camino y seguimos avanzando, pero más lentamente. Yo, en particular, marchaba con un paso más mesurado por un sendero del monte. Mientras mi hermano se dirigía hacia las alturas por cierto atajo que atravesaba la cima misma de la montaña, yo, más flojo, descendía por el flanco más bajo y cuando me llamaba, indicándome el camino más recto, le respondía que esperaba que el acceso a la otra ladera fuera más fácil y que no me asustaba que la senda fuera más larga si permitía proseguir más llanamente. Pretendía así excusar mi pereza, pues cuando los demás ya habían alcanzado la cumbre, yo erraba por los valles sin que se abriera ante mí una vía de acceso más fácil. Por el contrario, el camino se alargaba y el esfuerzo inútil se hacía más pesado. Mientras tanto, agotado ya de cansancio e inquieto por las confusas revueltas del camino, decidí intentar atacar directamente la cumbre.”
“Cuando exhausto e impaciente me reuní con mi industrioso hermano, el cual se había restablecido tumbándose un largo rato, ascendimos juntos durante un trecho. Apenas habíamos dejado aquella colina, y he aquí que habiendo olvidado el tortuoso recorrido anterior, me precipité de nuevo sendero abajo, vagando otra vez por el valle en busca de caminos largos y fáciles, aunque acabé dando con un camino largo y difícil.”
“Hay un pico más alto que todos los demás, al que los montañeses llaman “Hijuelo”; parece el padre de todos los montes vecinos. En su cima hay una pequeña planicie; allí, finalmente, exhaustos, nos paramos a descansar
Primeramente, alterado por cierta insólita ligereza del aire y por el escenario sin límites, permanecí como privado de sentido.
Miré en torno de mí: las nubes estaban bajo mis pies y ya me parecían menos increíbles el Atos y el Olimpo mientras observaba desde una montaña de menor fama lo que había leído y escuchado acerca de ellos. Después dirigí mi mirada hacia las regiones de Italia, a donde se inclina más mi ánimo; los Alpes mismos, helados y cubiertos de nieve. Suspiré, lo confieso, en dirección al cielo de Italia, visible más bien al ánimo que a los ojos, y me invadió un deseo desmesurado de volver a ver a los amigos y la patria.”
“Miré en torno mío y vi aquello que había venido a ver; cuando se me advirtió, y fue como si se me sacará de un sueño, que se acercaba la hora de partir, pues el sol se estaba poniendo ya y la sombra de la montaña se alargaba, me volví para mirar hacia occidente. La frontera entre la Galia e Hispania, los Pirineos, no podía divisarse desde allí, no porque se interponga algún obstáculo, que yo sepa, sino por la sola debilidad de la vista humana; en cambio se veían con toda claridad las montañas de la provincia de Lyon a la derecha, y a la izquierda el mar que baña Marsella y Aigües-Mortes, distante algunos días de camino; el Ródano mismo estaba bajo mis ojos.”
De este modo, se puede leer, en palabras de Petrarca, que, embargado por la magia del momento, vuelve la mirada hacia su interior, y recorre en un silencio emocionado los diez años que habían transcurrido desde que dejó su país para trasladarse a tierras francesas.
“Entonces, contento, habiendo contemplado bastante la montaña, volví hacia mí mismo los ojos interiores, y a partir de ese momento nadie me oyó hablar hasta que llegamos al pie; aquella frase me tenía suficientemente ocupado en silencio. Y no podía persuadirme de que había dado con ella por azar; al contrario, pensaba que lo que allí había leído había sido escrito para mí y para ningún otro.
Entre estos movimientos oscilantes de mi pecho, sin que sintiera lo pedregoso del camino, torné a aquél rústico hostal del que había partido antes del amanecer en lo profundo de la noche; la luna llena se ofrecía a modo de grata bienvenida a los caminantes. Así pues, entretanto, mientras los criados se afanaban en preparar la cena, me marché yo solo a un rincón de la casa, con el fin de escribirte deprisa y a deshora esta carta, para evitar que, si la aplazaba, con el cambio de lugar se transformaran quizá también los sentimientos, apagándose mi deseo de escribirte. Así, ve, mi querido padre, cómo no quiero ocultar a tus ojos nada en mí, pues desvelo escrupulosamente no sólo mi vida entera, sino también cada uno de mis pensamientos; reza, te lo ruego, por ellos, para que errabundos e inestables como han sido durante un largo tiempo, encuentren alguna vez reposo y, habiendo oscilado inútilmente de aquí para allá, se dirijan al único bien, verdadero, cierto e inmutable.”
Era tanto el amor de Petrarca por los libros, que el día que acometió la proeza de escalar el Mont Ventoux, llevaba en su bolsillo uno de tamaño muy reducido, “pero de infinita dulzura”, en palabras suyas..
Dicen que cuando le preguntaron el porqué de su ascenso respondió: “PORQUE LA MONTAÑA ESTABA AHÍ.”
Los caminos hacia las alturas. De lo que no cabe duda es que el hombre que bajó de la gran montaña no era el mismo que la había subido
A menudo se piensa que el nombre Ventoux proviene de la palabra francesa que significa ventoso, Venteux, pero la etimología correcta es la palabra Vinturi, que significa montaña. Por tanto, la traducción literal de Mont Ventoux es montaña.
También se lo conoce como el Monte Calvo, porque gran parte de su superficie está pelada. El hecho de encontrarse bastante aislado hace que las temperaturas sean muy cambiantes, pasando de un extremado calor a temperaturas bajo cero en su cúspide. También se caracteriza por el viento Mistral, muy frío, que lo azota casi constantemente.
El Mont Ventoux es una montaña de la región de Provenza, en el sureste de Francia, a unos 20 kilómetros al noreste de Carpentras. En la vertiente norte, la montaña limita con el departamento de Drome.
Es la montaña más alta de la región y se le ha dado el nombre de "Gigante de la Provenza", por lo que se la divisa desde 100 km a la redonda.
Constituye uno de los contrafuertes suroccidentales de los Prealpes franceses. De hecho, desde su cima pueden divisarse, desde una de las vertientes del Ventoux, los prealpes nevados, por un lado, y el Mont Serein, en la vertiente norte, con su estación de esquí que funciona desde los años ‘30.
Se encuentra solo al oeste de la sierra de Luberón. La cima de la montaña está compuesta de piedra calcárea, sin ningún tipo de vegetación ni árboles. La caliza blanca de la cima hace que, desde lejos, dé la impresión de estar nevado todo el año (de hecho, solo hay nieve entre diciembre a abril).
Aunque originalmente había vegetación, a partir del siglo xii los árboles de la montaña empezaron a talarse para satisfacer la demanda de los astilleros de Toulón. Algunas áreas han sido reforestadas desde 1860 con una variedad de árboles caducifolios(como encinas y hayas) y de coníferas, como el Cedro del Atlas o el Alerce. A un poco más de altura, son comunes los Juniperos.
La montaña comprende el límite de especies ecotono entre la flora y la fauna del norte y el sur de Francia. Algunas especies, entre las que se encuentran diversos tipos de arañas y mariposas, solo viven en el Mont Ventoux. Es un buen lugar para ver el águila culebrera.
Sus cualidades biológicas fueron reconocidas por la Unesco en 1990, cuando se creó la Réserve de Biosphère du Mont Ventoux, que protege una zona de 810 kilómetros cuadrados en la montaña y a sus alrededores.
A lo largo de los siglos, la montaña fue despojada de sus bosques para la producción de carbón vegetal, y luego de madera para la construcción de barcos. Desde el siglo XIX, los esfuerzos de conservación han tenido cierto éxito en la replantación de árboles. La flora y la fauna de la montaña han atraído durante mucho tiempo a coleccionistas y curanderos, y ahora están protegidas por la UNESCO. En otoño se cazan jabalíes en los bosques. Hay quien dice que los lobos aún vagan por allí.
Es uno de los lugares más ventosos del planeta. En febrero de 1967, se registró una velocidad de viento de 320 km/h en la cumbre.
Tanto el invierno como el verano son épocas ideales para realizar diferentes actividades en la estación de esquí del Mont Ventoux. En invierno, en la estación del Mont Serein, una de las más antiguas de Francia, se puede hacer esquí alpino (12 kilómetros de pistas), esquí de fondo (7 kilómetros de pistas), senderismo con raquetas (8 kilómetros de pistas), paseos en trineo, surf o esquí de noche.
El Mont Ventoux, el 'Gigante de Provenza' pasa por ser una de las cimas históricas del Tour de Francia, aquel monte de paisaje de aspecto lunar ha sido coronado en más de una decena de ocasiones desde que en 1951 se incluyó en el recorrido alpino de la más prestigiosa ronda ciclista del mundo, destacando la victoria sobre sus rampas del legendario Eddie Merckx en 1970.
En el siglo xv, se construyó una capilla en la cumbre, dedicada a la Santa Cruz. En 1882se construyó una Estación Meteorológica que hoy día no está en funcionamiento. En los años sesenta se instaló una torre de comunicaciones de 50 metros de altura.
Una de las actividades preferidas de muchos de los visitantes del Mont Ventoux, es el senderismo
Las caminatas a pie y los paseos en bici. Los amantes de la naturaleza están de enhorabuena puesto que pueden realizar hermosos paseos a pie o en bici, tanto hacia la cima del Mont Ventoux, como por toda la región, como por las Gargantas del Nesque, una de las zonas de reserva de la Biosfera del Mont Ventoux, situadas al sureste de la cima.
La ascensión del Mont Ventoux en bicicleta se puede hacer por tres carreteras.
El Ventoux, es abierto, directo y brutal. Ascendida por la clásica ruta de Bédoin, la subida tiene 21 km, con una pendiente media del 7,5%. Sobre el papel parece manejable, pero dentro de ella se encuentra el tramo de 9 km que va de St Estève a Chalet Reynard, a través del bosque, con una pendiente media del 9%, y algunas rampas de hasta el 12%. Si se supera esta prueba, se entra en la infame caldera de los últimos 6 km.
El Mont Ventoux se ha convertido en legendario por ser una de las ascensiones más duras del Tour de Francia, que ha pasado por la cima un total de dieciocho veces desde 1951. En catorce ocasiones, la ascensión se hizo por la vertiente sur desde Bédoin, mientras que las vertientes Norte y Este completan la lista con dos ascensiones cada una. La reputación del Mont Ventoux como cima mítica del Tour atrae a cicloturistas de todo el mundo cada verano.
Cada generación tiene que recorrer los mismos caminos y, como Petrarca, ascender las mismas cumbres, aprender a mirar, a descubrir paisajes, a apreciar la belleza. Superar lo puramente utilitario y dejar de ver los árboles sólo como madera, frutas y hojas, es la tarea de los padres y los maestros respecto a sus hijos, a sus hermanos y a sus compañeros y compañeras. Es un proceso difícil abierto por lo general a los espíritus más sensitivos, pero que premia a quienes se dan el trabajo de conseguirlo. Es la tarea por realizar.
En esta época moderna, somos más arrogantes que nunca. Seguimos teniendo miedo, pero miedo a los ataques terroristas aleatorios, no a una montaña a la que se puede subir en coche y que tiene un café en la cima. Y sin embargo, el Mont Ventoux conserva una fuerza bruta, algo primario a lo que uno no puede evitar responder.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023