Historia

Biografía del polaco Konstanty Jodko Narkiewicz

Este montañista, geofísico y además con formación en ciencias naturales y geografía, fue quien dirigió la expedición polaca de 1933–1934 que realizo los primeros ascensos a los cerros Mercedario, Alma Negra, La Mesa, la Ramada y la famosa ruta del Aconcagua del Glaciar de los Polaco

José Hernández

Edición: CCAM



Konstanty Jodko Narkiwwicz también conocido como  Konstanty Narkiewicz-Jodko nació el 23 de octubre de 1901 en Pińczów, Polonia. Según Víctor Ostrowski, en su libro Más alto que los cóndores existe una diferencia en la traducción del seudónimo de Konstanty Narkiewiczlo traduce como Koko

 

Konstanty Jodko Narkiewicz

 

Fue un geofísico polaco especializado en el estudio de la radiación cósmica. También Jodko-Narkiewicz se formó en ciencias naturales y geografía, obteniendo un doctorado en física. Profesionalmente, se especializó en el estudio de la radiación cósmica. 

Desde el año 1921, anduvo coronando cumbres en los montes Tatras, cadena montañosa de los Cárpatos en Europa Oriental que crean una frontera natural entre Eslovaquia y Polonia. En su mayoría, lo hizo con Vaclav Tarnowski quien, en el año 1925, inició la actividad del alpinismo. Entre los socios que pertenecían al club donde participaba Koko, además de Tarnowski, pertenecían otros como George Golcz, Tadeusz Krystek, Stefan Osiecki, Tadeusz Ciesielski y Adam Karpinski.

 

Jan Alfred Szczepanski,  Konstanty Narkiewicz, Witold Wyszyński,  Jerzy Gołcz,  Jan Dorawski en  Chamonix

 

En el año 1926, efectuó la primera escalada de la pared Sur del Frog Horse, con Tarnowski. En el año 1927, realizó el primer ascenso por la pared Nororiental del pico Rumanowy, conformando la cordada junto con Golcz y Krystkiem.

En el mes de abril de 1928, en condiciones invernales, realizó la primera ascensión de la arista principal de los Altos Tatras desde el paso de Pod Kopa hasta Biała Ławka, con Karpiński. En el año 1929, escaló el glaciar Langjökull, en Islandia.

Descubrieron en los Andes los penitentes formaciones que eran un serio obstáculo

 

En la década de 1930, fue asistente en el Instituto de Física de la Universidad de Varsovia. En el año 1931, efectuó la primera ascensión invernal del Telón de Turnia, en solitario. Ha participado en varios de los principales logros contemporáneos de los montañistas polacos. A principios de los años 30, participó en dos expediciones del club PTT, a los Alpes. En el año 1929, escaló el glaciar de Langjökull, en Islandia. En la década de 1930, fue asistente en el Instituto de Física de la Universidad de Varsovia. 

Entre su carrera como físico y su interés en la escalada, encontró un matrimonio feliz. 

 

Jodko Narkiewicz

 

Combinó una expedición de escalada a los Andes, en el año 1934, con un proyecto para medir los efectos geomagnéticos de los rayos cósmicos. 

 

Nace la idea de la expedición a los Andes Centrales 

Desde su creación, los integrantes del Club de Alta Montaña de Varsovia habían realizado una larga experiencia tanto técnica como de supervivencia en los duros inviernos de la montaña de su país y de los Alpes. Ya pensando que se había alcanzado la mayoría de edad en cuanto al conocimiento y práctica del deporte, pensaron que era hora de obtener experiencias en otras montañas fuera de Europa. En un primer momento, se pensó en el Himalaya, pero era un salto cualitativo muy grande y buscaron otros escenarios más apropiados. 

Desde un alto paso por primera vez divisamos al Mercedario, para llegar a su base todavia faltaban muchas días de marcha.

 

En una reunión de la comisión presidida en ese entonces por su presidente Konstanty Narkiewicz-Jodko, se barajaron varias hipótesis, la helada pared de Benzingi en el Cáucaso Central, el Pico Kaufman en el Pamir, el Ruwenzori y, por último,   el Kilimanjaro. Salió la propuesta de Konstanty Narkiewicz-Jodko, quien tomó la palabra y con gesto tranquilo abrió un ejemplar del American National Geographic Magazine Nro 5, de enero de 1932, que tenía consigo y dijo más o menos lo siguiente: Esta no es una revista especializada en montaña, pero su información geográfica está al día. 

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Ahora bien, he aquí un artículo sobre los Andes Argentinos. El artículo es de un aviador que realizó varios vuelos sobre las cumbres más altas de los Andes Centrales. Trae hermosas e interesantes fotos: ¡Miren qué cumbres! ¿Dirán Uds. que las montañas ya propuestas no le ceden a los Andes? No se trata de eso. Fíjense en este panorama de la principal cadena de la Cordillera Central. 

 

 

Los integrantes del equipo polaco fueron:

Doctor Konstanty Narkiewicz-Jodko (jefe de expedición, físico), ingeniero Adam Karpinski (meteorólogo), doctor Jan Dorwaski (médico), ingeniero Stefan Osiecki (cinematografista), Wiktor Ostrowski (topógrafo y fotógrafo) e ingeniero Stefan Daszynski (geólogo); a los que debe agregarse los baqueanos y arrieros en la región del cerro Mercedario: Ignacio y Alfredo Flores, Leoncio Parra y Manuel Donoso.

Integrantes de la expedición polaca de 1934

 

Integrantes de la expedición polaca de 1934

 

Está tomada desde un avión, a gran altura y a gran distancia. Observen esta cumbre blanca que se eleva considerablemente sobre cuanto la rodea. Lean la descripción, se llama Mercedario. Por su altura es la segunda de las dos Américas, después del Aconcagua. 

Indudablemente, hasta esa fecha se desconocían las alturas de los seismiles de Argentina, pero no estaban lejos de una altitud similar a los otros grandes de la Cordillera de los Andes. Y siguió diciendo: Hasta ahora no ha sido ascendida. Es una cumbre virgen. Su altura es de aproximadamente 6.800 metros y … escuchen Uds., lo que aquí dice: “Seguramente no será conquistada antes de que pasen muchos años a causa de las dificultades de su acceso.” 

Imagínense esa victoria: segunda de América por su altura, virgen y la opinión “no será conquistada antes de muchos años”. Esto vale la pena. Vale la pena sufrir molestias y duras pruebas. 

Propongo que reunamos toda la información existente sobre esa comarca a fin de verificar lo que aquí se dice y, si la investigación resulta positiva, abocarnos de lleno a la organización de una expedición investigadora y científica a los Andes Centrales. 

Todo esto aconteció en el mes de noviembre de 1932 y luego de un prolijo estudio de todos los antecedentes, la Comisión Directiva del Club, determinó organizar una expedición deportiva investigadora a esa zona. Probablemente, como un paso previo para luego saltar al Himalayas.

Nuestros botines gramponados permitian despues de tallar escalones con la piqueta vencer hasta las mas abruptas pendientes de hielo cristalino. Foto: V. Ostrowski. Mas Alto que los Condores. Autor: Victor Ostrowski

Nuestros botines gramponados permitían después de tallar escalones con la piqueta vencer hasta las más
abruptas pendientes de hielo cristalino. Foto: V. Ostrowski

 

Así, en los años 1933 y 1934, lideró la expedición polaca a los Andes, durante la cual, incluyó hacer la primera ascensión del Mercedario y Cerro de la Ramada y batir el récord de altura de Polonia en el Aconcagua. Antes de la Segunda Guerra Mundial se dedicó a planificar una expedición al K2, la que lamentablemente no pudo concretarse.

Ostrowski nos decía en su libro Más alto que los CóndoresKonstanty Narkiewicz, quien fue constituido como jefe de expedición, tenía una larga práctica de montaña, adquirida, tanto en verano como en invierno, en los Tatras y en los Alpes. Como asistente en la cátedra de física de la Universidad de Varsovia, se había especializado en investigaciones referentes a rayos cósmicos. Durante nuestro viaje por mar, rumbo a la Argentina, debió realizar una serie de observaciones a medida que cruzásemos las diversas latitudes.

El aparato, traído especialmente a tal fin, fue colocado en la cubierta del barco despertando general interés y curiosidad. 

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Sin embargo, por fuerza, necesitamos dejarlo luego almacenado en Buenos Aires, con su blindaje metálico el cual pesaba alrededor de quinientos kilogramos…

No podemos dejar de mencionar cómo se fue organizando y haciendo frente a los costos o finanzas que debía afrontar dicha expedición, problema que surge normalmente en todas las expediciones. Nos comentaba Víctor Ostrowski, en su libro: La organización adelantaba rápidamente, pero subsistía un punto débil: las finanzas. Los primeros 10.000 slotys (moneda polaca de entonces) fueron entregados por el Club, sumados a nuestros aportes individuales. Constituían apenas la mitad de la suma necesaria. ¿Qué hacer? Nos vendimos a la prensa. Uno de los más grandes periódicos de Varsovia nos adelantó 5.000 slotys, a cuenta de los futuros reportajes y artículos. Ello demostraba la confianza que nos tenían, pero nos ataba con serias responsabilidades.

Con el resto de la prensa, hallamos más dificultades. En los dos últimos años, nuestro Club había tenido la desgracia de perder varios de los mejores alpinistas.

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Cuando se hizo pública la noticia de nuestra proyectada expedición a los Andes, surgieron las severas críticas.

Se nos reprochaba lo infructuoso de nuestros esfuerzos. Se aumentaba, a cifras fabulosas, los supuestos gastos. Se subrayaba el riesgo y los peligros. Se dio comienzo a una verdadera campaña de protección a nuestras vidas, tan tonta como fuera de lugar. Para contrarrestarla, decidimos organizar una conferencia. En el gran salón de la Sociedad de Ingenieros, Koko, en su carácter de jefe de la futura expedición, bosquejó los propósitos de la misma, habló del terreno en que actuaríamos, informó sobre los trabajos a realizarse y sobre cuánto habíamos hecho.

Finalmente, anunció que, pese a todo y pese a la insuficiencia de fondos, saldríamos de cualquier modo y nos arreglaríamos como pudiésemos. 

El interés despertado fue considerable y después de la conferencia, el orador se vio asediado por una multitud de personas que lo acribillaban a preguntas. 

Uno de ellos formuló esta sola: 

¿Cuánto falta en la caja de la expedición para llegar al mínimo necesario? Contestó Koko: Alrededor de 5.000 slotys. Disculpe. No tengo ahora tiempo, pero esto me interesa. Aquí tiene mi tarjeta y mi dirección. Hágame el favor de visitarme mañana a las seis de la tarde. 

Dicho esto, desapareció en el gentío. ¡No sabíamos qué hacer! Koko consideraba que era uno de los tantos curiosos que deseaban obtener “informes particulares” y charlar un poco. El nombre y apellido grabado en la tarjeta nada nos decía, empero se decidió que, para el bien de la expedición, debía aprovecharse lo ofrecido y entrevistarlo.

Al día siguiente, estábamos muy ocupados en el local del Club, cuando llegó Koko y se sentó pesadamente al lado de la mesa.

¿Cómo te fue? ¿Te llenó de preguntas?” No. En general, habló poco. Me dijo que sentía mucho, que no tenía tiempo. Que tenía una cita urgente…

Entonces, tenías razón. Era solo un desplante. Lástima la pérdida de tiempo. Hay tanto que hacer aquí. Esperen un poco. No he terminado. Antes de irse me dejó este papelito.”

¡El papelito era un cheque por 5.000 slotys! No sé si será dado leer esto alguna vez. Incluso ignoro si aún vive. 

Pero en nuestros corazones nunca se extinguirá el cálido agradecimiento hacia aquel benefactor anónimo. Digo anónimo porque impuso, como condición estricta, que no se publicase su nombre. Fue el verdadero espíritu protector de la expedición. De tiempo en tiempo, llegaba al Club, siempre corriendo pues jamás tenía tiempo. Inspeccionaba los cajones que estábamos preparando. Murmuraba algunas palabras y se iba.

Poco después, recibimos órdenes para alguna firma inglesa donde, durante el viaje, pudiésemos retirar, a su cargo, ovomaltina o una cantidad adicional de películas virgen para filmar. 

Cuando estábamos por embarcar, apareció en el andén, justo a último momento. En vez de despedirse, formuló una lacónica pregunta:

¿Quién de ustedes es el más joven? Precisamente era yo, con veintiocho años. ¿Y el mayor? Adam, acusó sus treinta y seis.

Entonces, entiéndame bien, hay que cuidar al más joven para que no le pase nada. Llévense de acuerdo, muchachos. Corro, porque no tengo tiempo.

La falta de tiempo posiblemente le perseguía también en el momento de mandarnos un telegrama a Buenos Aires, cuando regresábamos de la Cordillera. Decía solamente: Bien hecho. Stop. Muchos cariños” … y el apellido.

subtítulo

En el periodo estival de 1933–1934, Konstanty Narkiewicz-Jodko dirigió una expedición polaca organizada por la Sociedad Tatra a los Andes, comenzando con la Cordillera de los Andes Centrales, en la provincia de San Juan, una cadena montañosa en Argentina. La expedición estuvo conformada por Konstanty Narkiewicz-Jodko, como jefe de expedición; Stefan W. Daszynski y Jan K. Dorawski, como médico, quien a pesar de su pequeña estatura y aspecto delicado, era uno de nuestros mejores alpinistas; Wiktor Ostrowski, como fotógrafo y topógrafo, Adam Karpiński, como meteorólogo y diseñador de equipos y Stefan Osiecki como camarógrafo.

Konstanty Jodko Narkiewicz. Expedición Polaca 1934. 

 

Esa expedición, realizó los primeros ascensos al Mercedario, al Alma Negra, al Pico Polaco, La Mesa y Cerro Ramada. Luego, la expedición se dirigió al Sur para escalar el Aconcagua, la montaña más alta de América, realizando una nueva vía en el cerro. 

Glaciar de los Polacos 1934

 

En cuanto a la comida, la elección de los víveres fue realizada por dos integrantes de la misma, su jefe de expedición Koko y el Vampiro, como se le había denominado al médico de la expedición al doctor J. K. Dorawski. Ellos tuvieron en cuenta que tenían que proveer durante varios largos meses una alimentación apetitosa, nutritiva y variada. Teniendo en cuenta que, según manifestaba Koko: Nada deprime más el ánimo de los integrantes, que se alimente con una comida monótona y reiterativa. Este factor no solo se refleja en el estado de anímico de la gente, sino también en el humor diario de los mismos. Esto se refería al trayecto de cada desplazamiento hasta los campamentos base de cada ascensión a los cerros. Lo más delicado fue la elección de la alimentación para los campamentos de altura. Muchas de las mismas fueron compradas en Buenos Aires, y algunas transportadas directamente desde Polonia.


Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Camino a los Andes Centrales. conquistando el Mercedario y La Ramada  

El 19 de noviembre de 1933, abandonaron Varsovia. Consiguieron cinco pasajes, los más baratos de proa. A Koko, como jefe de expedición, se le otorgó uno de primera, con la condición que, durante la travesía, fuera el que comunicara a todos los integrantes del barco, excepto la tripulación, que eran inmigrantes. Finalmente, él se trasladó con sus compañeros, dejando de lado la comodidad del lugar que le habían asignado por un espíritu de camaradería.

Bueno es remarcar la impresión que tuvieron de parte de los argentinos, lo cual lo expresaba el propio Víctor Ostrowski: La extraordinaria cordialidad que hallamos de parte de las autoridades, instituciones y hasta de simples particulares… Me falta lugar para mencionar todas las manifestaciones de simpatía y ayuda de la que, de una u otra forma, fuimos objeto. 

Es bueno que perduren en la historia ciertos aspectos del país. Eso muestra los buenos modales y el apoyo hacia esta expedición cuyos integrantes no solo hacían un ascenso deportivo sino, y especialmente, una experiencia científica, geográfica y arqueológica. 

También, podemos mencionar el trámite lento y burocrático de la aduana. Al respecto Víctor Ostrowski señala: Removimos cielo y tierra, realizamos innumerables trámites y sólo llegamos a nuestros fines después de dieciséis días. Recién el 23 de diciembre, emprendimos viaje a San Juan, nuestro destino. La burocracia, especialmente en la aduana argentina, es de vieja data, cambian los tiempos y las malas costumbres siguen igual. 

El gobernador de la provincia de San Juan, Federico Cantoni, en ese momento, dio su apoyo a esta expedición científico-deportiva.

Konstanty Jodko Narkiewicz                        

 

Ya instalados en el campamento base, el día 15 de enero, las tres cordadas salieron simultáneamente hacia el primer campamento de altura. La primera integrada por Víctor y Adam; la segunda, por los Stefan y la tercera, por  Koko y el Vampiro, así denominado, por ser quien extraía la sangre para verificar cómo se iban adaptando a la altura los integrantes de la expedición. 

El tiempo era templado, más diría que era caluroso para la altura en que se movían, todas las cordadas tuvieron la libertad de llevar su ritmo y acampar donde creyeran conveniente. La noche también fue muy agradable. Fue un día cansador porque las pesadas mochilas iban con el material para varios días y eso provocaba un ritmo lento en el desplazamiento. 

El 16 de enero, se movieron luego de la salida del sol. Víctor y Adam seguían a la cabeza de la marcha, luego Stefan y, por último, Koko y el Vampiro, quienes llevaron parte del equipo, especialmente los aparatos, hasta el glaciar y volvieron a dormir al campamento I de altura.

El 17 de enero, los desplazamientos fueron similares al día anterior y en ese ordenamiento de marcha. Koko y el Vampiro se notaba que por su ritmo les estaba pegando su aclimatación bastante más que al resto, por eso su ritmo fue más lento hasta el Campamento de altura II, aproximadamente a 6.100 msnm, al pie del glaciar.

El 18 de enero, Víctor y Adam, despuntando el alba, iniciaron la marcha mientras que los Stefan, lo hicieron más tarde. Koko y el Vampiro, avanzada la marcha, no se habían movido de su carpa, lo cual mostraba que no habían dormido bien y que seguro no intentarían la cumbre. Así había sido: una noche con insomnio y mal de altura. Eso les hizo desistir de cualquier intento y regresar al campamento base, pero con la alegría que las otras dos cordadas habían logrado coronar la cumbre.

Respecto de esa cumbre, el día 18 de enero, nos relataba el propio Víctor Ostrowski,: Habían pasado cinco horas desde que salimos del vivac (dado que no habían llevado carpa). Cinco horas para vencer tan solo setecientos metros. Un esfuerzo más, unas cuantas trepadas, unos contados pasos, y… ¡La Cumbre!

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

¿Qué siente un hombre que, durante largo tiempo, durante meses, ha soñado continuamente en conseguir algo que ha vencido todas las dificultades que se le presentaban con tenacidad y constancia? ¿Qué siente ese hombre en el momento supremo de conseguir el fin perseguido? 

En la cumbre del Mercedario, solo puedo hablar de mí, estaba como aturdido. Raros sentimientos me envolvían como una tibia ola enternecedora. Era una mezcla de alegría, de triunfo y un leve desencanto porque, finalmente, ello fue logrado con relativa facilidad.

De un gesto impaciente, me saqué los anteojos protectores y con los ojos muy abiertos miré alrededor, tratando de fijar para siempre en mi memoria el paisaje que nos rodeaba. Era una visión fantástica. Estábamos en una verdadera isla. Literalmente, en una pequeña y abrupta isla que emergía de un extraño mar, cubierto por un pesado oleaje plomizo y caótico. Y esa movediza masa gris rugía. Los truenos se sucedían como cientos de salvas de cañones, repetidas y magnificadas por el eco de las ollas y gargantas montañosas que las derramaban en cascadas. Se silenciaban en algún lugar de la infinita lejanía para volver nuevamente en una ola de sonidos tan grandes y profundos, como la del Niágara. Nos ensordecía, nos aplastaba y, por encima nuestro, desde el Occidente, venían nubecillas casi transparentes, emplumadas, frías, muy cercanas al cielo. Era una visión de la creación del mundo que el Mercedario nos brindaba, atemorizados con ese misterio cósmico. Porque la isla de la cumbre, que se elevaba por encima de todo, se achicaba por instantes.

La tormenta subía cada vez más, las nubes, como reflejos del océano, irrumpían en la ladera por donde habíamos ascendido, estrechando cada vez más el cerco de la cumbre.

La cima propiamente dicha del Mercedario no es ni una torre ni una aguja. Es simplemente una loma ancha y abrupta. Hacia el Noroeste y Oeste, se inclina en aristas rocosas; desde el este y desde el Sur, la blanca coraza de un poderoso glaciar llega hasta la cumbre. ¿Qué aspecto tenía hacia abajo? Imposible de saberlo. Todo aparecía cubierto por un mar de nubes del que, únicamente, emergían las grandes cumbres. Allá lejos, lejos en el Sur, brillaba el gorro de otro coloso: el Aconcagua. Solo él dominaba a nuestro Mercedario, porque ahora ya podíamos llamarlo nuestro. La visibilidad era espléndida. Nos apresuramos a tomar fotografías y apuntes para el croquis topográfico.  

 

Konstanty Jodko Narkiewicz         

 

Apenas terminamos de medir los ángulos cuando quedó todo cubierto por el espero ungüento de las nubes.

Nuestro aneroide de precisión, indicaba seis mil ochocientos metros sobre el nivel del mar. Ahora era necesario hacer observaciones con el hipsómetro. Cosa extraña. Excitados por la victoria no sentíamos el frío.

Recién ahora nos dimos cuenta de la fuerza del vendaval que nos golpeaba. Para tomar las medidas, nos acostamos entre las rocas, cubriendo el instrumento con nuestro propio cuerpo.

Estas medidas fueron, luego calculadas en metros y coordinadas con la presión atmosférica registrada, en ese mismo momento, por las estaciones meteorológicas estables más cercanas. Ello dio, como resultado definitivo, seis mil setecientos setenta metros de altura. Pero estos cálculos los realizó Adam, mucho después. 

Las nubes inundaron nuestra islita. Los copos de nieve se movían con vertiginosa rapidez y un granizo espeso, lastimaba dolorosamente nuestros rostros. 

La penumbra gris de la nevada que comenzaba a envolvernos fue desgarrada por un fogonazo enceguecedor que se confundió con el estallido del trueno.

Probablemente los rayos golpeaban las rocas muy cerca nuestro. Quizás en la misma cima del Mercedario. Era menester escaparnos de la cumbre. Descender lo más rápido posible.

“Un momento gritó Adam, tenemos derecho a ello… El signo del vencedor”.

No comprendí lo que quería significar mi compañero. Estábamos el uno frente al otro, apoyados en las piquetas para mantenernos de pie. Miré el rostro de Adam o, mejor dicho, la máscara que lo cubría y los anteojos casi cubiertos de nieve. Hizo un ademán indefinido y, agachándose, levantó un pedazo de roca. 

Recién en ese instante me di cuenta de lo que quería decir. Juntos comenzamos a arrancar algunos trozos de roca pegados por el hielo y, amontonándolos, edificamos una pequeña pirámide. Un pequeño y modesto hito, un signo del hombre que llegó hasta esa cumbre.

Entre las piedras colocamos una cajita de metal con una nota sobre la ascensión y los apellidos. Nada más.

Descendieron rápidamente, habrían hecho unos cien metros cuando se despejó súbitamente y vieron que los Stefan iban hacia ellos y hacia la cumbre, que luego la coronarían. Lograron divisar los elementos y equipos dejados en el vivac y luego de acomodarlos,  siguieron bajando hasta alcanzar la carpa de Koko y el Vampiro, al que llegaron y preguntaron cómo se sentían, respondiendo que los había tratado mal la puna, con vómitos y dolores de cabeza Por otra parte, ellos le preguntaron si habían logrado la cumbre. La respuesta fue inmediata con un “sí”.

Los Stefan habían logrado no solamente coronar la cima sino que agregaron además algunas piedras al hito del Mercedario. Con su conquista habían sido los segundos en hacerlo y los primeros en hacerlo por la arista Oriental. Además, durante la tormenta que los azotó en la arista final, Stefan Osiecki había logrado filmar una buena cantidad de tomas. 

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Posteriormente, ya trasladándose hacia el Valle Colorado, en el camino ascendieron un cerro de 5.271 msnm, es decir, 17.293 pies, que bautizaron con el nombre de Wanda, en honor a la esposa de Adam. Pudieron ver, desde esa cumbre, el macizo de La Ramada, en toda su plenitud, lo que lo entusiasmó más. También, Adam, les confirmó que lo que habían hallado en el reconocimiento previo, no era oro, sino pirita, para desilusión de los exploradores.

En el camino hacia el Colorado, después de un breve consejo, se resolvió que Adam, el Vampiro y Víctor, harían el intento a otro cerro, llevando sólo las piquetas, una cuerda, los aparatos fotográficos y demás instrumental. Mientras tanto, el resto se trasladaría hacia el fondo del Valle Colorado, para instalar el campamento.

Como era seguro que el regreso de la cordada se concretara de noche, acordaron que, a las 22,00 horas, desde el campamento, lanzarían una bengala para indicar su ubicación para permitir la orientación de la cordada.

La nueva conquista del cerro se produjo por la tarde. El cerro se lo bautizó con el nombre de cerro Negro, de 5.550 msnm, alcanzando los tres integrantes de la cordada coronar la cumbre del mismo. De regreso y para orientarse, hicieron un alto para esperar las 22,00 horas y ver el lanzamiento de la bengala. Habían estado hasta la puesta del sol en la cima del cerro contemplando especialmente al Ramada que se veía hermoso según nos describía Víctor. Sin descanso, estuvieron realizando croquis, haciendo fotografías, medidas de ángulos, etc.; también observaron el extraño fenómeno de las descargas eléctricas, producto de la sequedad del ambiente. Por la hora, el frío comenzaba a hacerse sentir. 

A la hora indicada, se vio una débil lucecita. Víctor decía: parecía como si alguien hubiese encendido un fósforo y lo hubiera agitado en lo alto; los tres proferimos una serie de maldiciones, ¡“Prometieron lanzar una bengala y ahora alumbraban con un fósforo! De todas maneras, hacia esa dirección se pusieron en marcha con el objeto de ir lo más rápido posible para descansar. 

Descendieron por una ladera bastante empinada, lo cual se preguntaban cómo lo habían hecho las mulas. Luego de un rato, empezaron las dificultades al cruzar los cursos de agua que a algunos les llegaba a la cintura. Previo a hacerlo, se despojaron de las vestimentas inferiores y el calzado, lamentando hacerlo dado puesto que las piedras les habían producidos algunas lastimaduras. Era necesario porque si no tendrían que haber esperado al otro día sin tener los medios necesarios para pasar la noche a la intemperie. Se acompañaron con canciones que cantaban para darse ánimo y para disimular el frío que estaban soportando.

En la cumbre del Aconcagua. De izq. a der.: Narkiewicz, Osiecki y Daszynski

En la cumbre del Aconcagua. De izq. a der.: Narkiewicz, Osiecki y Daszynski

 

Cuando estuvieron cerca del campamento y desconcertados por lo que escuchaban sus compañeros que les gritaban: ¿Qué les pasó? ¿Qué están haciendo? ¡Ellos les contestaron, Nos estamooooos lavaaaaando los piieees! Preparen téeee… Bebimos un mar de té caliente y algo notable, ninguno de ellos estornudó. 

El valle Colorado, nos los describía Víctor Ostrowski: tiene bien merecido su nombre. Está lleno de color en todo el sentido de la palabra. Jamás hemos hallado tanta riqueza de tonalidades y tan fantásticos cuadros como en el fondo y en las laderas de ese valle.

Todos, los colores, rojo vivo, negro de hollín, amarillo ocre, celeste del cielo, verde primaveral, estaban dispuestos en pintorescas manchas. Pese a mi explicada antipatía para los arroyos, tenía que reconocer que ellos también eran hermosos. Sus aguas se coloreaban al correr sobre las laderas y parecían fluir de la paleta de un pintor. Era solo al unir todas sus aguas que los arroyos formaban el turbio y cubierto de espuma Río Colorado.

Instalados en el Valle del Colorado, y luego de explorar visualmente algunos de los cerros aledaños, y con unos primeros días de buen tiempo, Koko dispuso intentar la conquista del cerro La Ramada en solitario. En principio, hubo algunas contradicciones para permitirle ir solo, pero se daba que todo el recorrido era controlado visualmente desde abajo y, por último, se decidió que lo hiciera. Lo trasladó un baqueano hasta bien elevada altura, con el compromiso de buscarlo a los tres días. Cambió el tiempo, nevó intensamente y se temió por la salud de Koko. 

Mientras que los Stefan y dos baqueanos se trasladaron a buscar a Koko, el tercer baqueano fue con tres mulas a buscar a Adam, Víctor y al Vampiro, que estaban intentando el Alma Negra.

Entrada la noche, la expedición se reunió en su totalidad. Koko había llegado a la cumbre, era el 2 de febrero de 1934. Había conquistado La Ramada de 6.410 msnm, pero nada pudo ver. La neblina se lo impidió. 

Cuando descendía, se desató la nevada. La última noche tuvo que vivaquear a los 5.700 msnm, cubierto con nieve. Allí fue donde los Stefan y los baqueanos lo encontraron y lo ayudaron a descender, muy cansado, pero sin ningún congelamiento. Todo había finalizado bien gracias a la ayuda de los Stefan. De todos modos, se determinó que no habría más intentos en solitarios.

El 17 de febrero, se dio por finalizada la campaña en el Cordón de La Ramada y el exitoso equipo se dirigió a Uspallata, en la provincia de Mendoza. Su nuevo objetivo era el Aconcagua.

Expedición polaca de 1934 a los andes. Foto: Libro, Más alto que los cóndores

 

Camino al Aconcagua 

Llegaron a Uspallata. luego de dos días de sacudirse en el viejo camión, el conductor los dejó muy apresurado frente al único hotelito que en ese momento existía. cobró, tocó bocina y desapareció aceleradamente. Al contrario de este personaje lleno de apuro, fue el dueño del hotel, quien con calma los atendió y les dio la opción de acomodarse en las habitaciones o si deseaban comer algo.

Ellos estaban con la premura de volver a la acción, salir a comprar víveres en Uspallata y marchar hacia Puente del Inca, donde alquilarían las mulas. Por ello, eligieron ocupar las habitaciones y salir, y se lo comentaron al dueño del hotel.

Konstanty Jodko Narkiewicz 

        

Allí se enteraron por parte del dueño del hotel que comprar víveres en Uspallata era imposible, por cuanto no había ningún comercio que pudiera satisfacer el pedido, debían hacerlo en Mendoza. Respecto de las mulas en Puente del Inca, tampoco podrían, por cuanto hacía unos días que una expedición italiana que había llegado antes, las había ocupado para hacer su intento al Aconcagua.

Además, les dijo que el tren había dejado de circular, por cuanto el aluvión producido por el glaciar del cerro Plomo, había llevado parte de las vías férreas y esa comunicación se había interrumpido tanto para Puente del Inca como para la ciudad de Mendoza. No había ningún medio de locomoción en el pueblo, para que los llevara a Mendoza o a  Puente del Inca.

Escucharon sorprendidos esta explicación y el propio Víctor Ostrowski, nos relataba: “Si del cielo límpido puede caer un rayo, ello parecía habernos sucedido. Pero, penosamente nos arrastramos hacia una mesa y nos sentamos alrededor. ¡Qué casualidad! ¡Que maldita Casualidad!” En el mejor de los casos, le pisaríamos los talones. Refiriéndose a los italianos. 

Expedición polaca de 1934 a los andes. Foto: Libro, Más alto que los cóndores

 

Sigue Víctor: A fin de ayudar a precisar nuestro desaliento, para no emplear una palabra más trágica, recordaré el lugar que el Aconcagua ocupaba en nuestros proyectos. Una cumbre ya seis veces conquistada, no presentaba para nosotros especial interés. Además de los informes recogidos, sabíamos que sus dificultades técnicas, desde el punto de vista alpinístico, eran mínimas, por no decir inexistentes. La ascensión carecía de interés deportivo.

Pero claro, era el cerro más alto de América y permitiría seguir con los experimentos por parte de Dorawski y para completar investigaciones médicas en una altura mayor que el Mercedario.

Se reunieron todos los integrantes para poner sobre la mesa los pro y los contras, de cómo se iba a encarar esta nueva etapa.

Adam reclamaba su anterior propuesta de haberle dado más tiempo a la zona de los Andes sanjuaninos, mientras que al Vampiro se le iluminaban los ojos porque sus experimentos podrían tener la oportunidad de hacerlos en una mayor altura. El resto con sus murmullos ahogaron las palabras del médico. De todas formas, no tuvo buena acogida la visita al Aconcagua.

Para colmo, los datos que tenían del cerro no eran muy gratos por cuanto no tenía ninguna dificultad. Se podía adelantar hasta casi la parte final del mismo en las propias mulas. El camino de aproximación hasta el campamento base era muy aburrido y largo. Adam señaló que era un magnífico paseo para jinetes pero no, un trabajo para alpinistas.

Otro preguntó por qué debían ir por esa monótona ruta, y esto produjo una chispa que encendió el entusiasmo y despertó el interés de todos.

Koko dijo: Pensad un poco. Imaginad el caso de que consiguiéramos conquistar el Aconcagua por el lado Oriental. Ello sería no sólo un éxito, sino una verdadera página nueva en la historia del alpinismo mundial. El primer pico superior a 7.000 metros conquistado por dos rutas. ¡Pensadlo bien!

Sigue con el relato Víctor: El pequeño Vampiro no cabía en sí de contento y se refregaba las manos. Sabía que la crisis había pasado y que en nuestras inflamadas cabezas había nacido una idea que le proporcionaría posibilidades de seguir explotando a sus pobres conejillos.

Un repentino ataque de energía nos invadió a todos. Sin saber claramente por qué, comenzamos de pronto a movernos apresuradamente. Como si el suelo nos quemase los pies.

Los Stefan asaltaron un auto que pasaba desprevenido para Mendoza y convencieron a sus ocupantes para que los llevaran hasta la ciudad. Allí comprarían los víveres y además reunirían más datos referentes a la zona que nos interesaba.

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

El resto nos dedicamos febrilmente a preparar el equipo eligiendo sólo las cosas más indispensables. El ataque al Aconcagua debía ser, en el verdadero sentido de la palabra, un ataque. Cortó y decisivo. Vencer o perder.

Solicitamos la ayuda del administrador de la estancia, señor Beckmann, a fin de alquilar las necesarias mulas. Le explicamos en la forma más conveniente posible, que dichas mulas nos eran imprescindibles, agregando que él, precisamente, constituía nuestra única tabla de salvación.

Le dijeron que no iban a estar más de dos semanas, que sería un paseo cercano a Punta de Vacas, y que dado que se aproximaba el invierno no podían estar mucho tiempo en el lugar. Querían atacar el Aconcagua, por el lado argentino, como si el mismo estuviera en la frontera. Todos estos argumentos lograron convencer al señor Beckmann, alquilándoles a un precio moderado las quince mulas, acompañadas por dos arrieros de la estancia.

Los Stefan regresaron de Mendoza trayendo los víveres y muchos  datos. Habían visitado al jefe del Regimiento de Montaña 16, Cazadores de los Andes, teniente coronel Edelmiro Julián Farrell, quien les había mostrados algunas fotos y reseñas de un reconocimiento que él había realizado en su entrada en el Valle de Los Relinchos. Él había visto desde abajo las dificultades que tenía el cerro.

Dos días después, estaban ingresando en la quebrada de Punta de Vacas con animales, es decir, con las mulas, que eran totalmente distintas a las usadas en la zona de la cordillera sanjuanina. Este era un ganado muy mañoso y, por momentos, ariscos.

Las hondas grietas en el glaciar a 6.400 metros, Aconcagua

Las hondas grietas en el glaciar a 6.400 metros, Aconcagua

 

Dos días y ya estaban en la entrada de la quebrada que ingresa a lo que actualmente se llama Plaza Argentina. 

Allí, se instalaron a los 3.980 msnm, conformando el Campamento Base. Los baqueanos llevaron de vuelta los animales, hasta la quebrada de los Relinchos, dado que en el lugar donde estaban no había pasto para el ganado.

El plan de ataque fue trazado de la siguiente forma: buscar la ruta entre el Ameghino y el Aconcagua, hasta llegar al pie del glaciar, con tres campamentos y desde allí, hacer el ascenso a la cima. Como había sido en el Mercedario, conformaron tres cordadas: Adam y el Vampiro, la primera; los dos Stefan, la segunda y Víctor y Koko, la tercera. 

El primer campamento se instaló a los 5.500 msnm, el primer campamento de altura y  solo para una noche. Fue el 5 de marzo de 1934. El segundo campamento fue instalado a los 5.900 msnm al pie del glaciar. Ese día se ganó muy poca altura. Claro que las mochilas iban muy pesadas. 

El día 7 de marzo, partieron al alba, Adam y el Vampiro, pensando que desde allí podían tirar hasta la cumbre. Las otras dos cordadas preveían hacer un campamento más de altura, para evitar un gran esfuerzo en el ataque.

En su libro Más alto que los cóndores, nos relataba Víctor Ostrowski: La cordada de Adam y Dorawski, partieron al alba. Cuando nosotros, ya calentados un poco por los rayos del sol naciente, emergímos de la canaleta, vimos a los colegas lejos delante de nosotros. Habían cruzado la parte relativamente plana del glaciar y avanzaban unidos por la cuerda. Eso quería decir que el camino era no solamente difícil, sino también peligroso.

Sentados primero desde la izquierda Wiktor Ostrowski, Adam Karpiński, Konstanty Narkiewicz-Jodko y Stefan Daszyński 

 

El tiempo se mantenía espléndido. Ni una nubecilla en el cielo. La transparencia del aire era realmente extraordinaria, pero, pese a que el sol brillaba con toda la fuerza y no corría ni un soplo de aire, no hacía calor. La temperatura no sobrepasaba los cero grados y la falta de oxígeno hacía sentir más el frío. Desde luego, ello afectaba aún más a quienes no tenían ni la menor grasita en el cuerpo.

Nuestros pies, armados con las púas de acero atornilladas a las botas, pisaban firmemente la capa de nieve dura que cubría el glaciar. Todo hubiera sido perfecto si no fuera por el paso tortuga con que avanzábamos y la falta de aliento que producía un enloquecido latir de los corazones al realizar el movimiento.

Los cortos descansos eran aprovechados para sacar fotografías. El esfuerzo de desabrochar el rompevientos y sacar los aparatos que, por medio del frío llevábamos entre las ropas, se pagaba con creces. Los paisajes eran hermosos. La pendiente de nuestro glaciar, hasta ahora bastante suave, comenzaba a crecer. En algunos lugares la sola adherencia de las púas no bastaba. Era menester cavar algunos escalones con las púas de las botas. Avanzábamos en fila india, aprovechando las pisadas del que nos precedía…

En un momento dado divisamos dos puntitos oscuros. Era la pareja de Adam-Vampiro. Descendían. Descendían despacio, asegurándose mutuamente con la cuerda.

 

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Descendían. Ello significaba claramente que se habían resignado a no alcanzar la cumbre. El intento del ataque relámpago desde el segundo campamento había fracasado. Suponíamos cuánto habría tenido que costarle el renunciar. Sabíamos cuán difícil era aceptar la idea del fracaso estando tan cerca de la meta.

Al cruzarnos conversamos un instante. Un corto descanso y un breve informe de Adam: Tuvieron razón. Es imposible vencer, de un solo golpe mil metros de altura a través de este glaciar. Dudo que encuentren un lugar más arriba para desplegar las carpas. La pendiente es uniforme. El declive aumenta a medida que se asciende. Les aconsejo atravesar el glaciar en diagonal hacia la izquierda, en dirección a la barranca de Los Relinchos. Allí el glaciar se quiebra en ángulo y está agrietado. Quizás encuentren una pequeña plataforma. Los observamos desde la base principal. Rómpanse los pies muchachos y …no vuelvan sin conquistar la cumbre.

Siguieron el consejo de Adam, en dirección de lo que actualmente se conoce con el nombre de Piedra Bandera, luego de pasar algunas grietas pequeñas, lograron llegar al lugar mencionado.

Ese lugar permitía ubicar las dos pequeñas carpas para instalar el campamento de altura, estaban a 6.350 metros sobre el nivel del mar.

El espectáculo por todos lados era impresionante. Alisaron el suelo congelado con sus respectivas piquetas e instalaron las carpas.

Durante la noche, el sueño era esquivo a los andinistas y la sensación de ahogo hacía que solo pudieran dormitar durante la corta y fría noche. Previo a esto, el rugido de los primus les había permitido nutrir su sed y dejar líquido preparado para el siguiente día, al que le habían agregado algunos terrones azúcar y limón, para apagar la sed de la marcha.

Armando la carpa en la expedición polaca de 1934 a los andes. Foto: Libro, Más alto que los cóndores

 

El día 8 de marzo de 1934, muy temprano, empezaron a prepararse para iniciar la marcha. Decía Víctor: El ataque al Aconcagua por la faz Oriental tiene una gran ventaja, se reciben los primeros rayos del sol. Ya antes del amanecer adivinamos su llegada por el resplandor que penetraba poco a poco en las carpasSe tornaban cada vez más claras y, finalmente, se tiñeron de rosa dorado. Amanecía. Era hora de partir. Este cuarto día de nuestra lucha sería decisivo. O podríamos cruzar el laberinto de grietas y laderas heladas o bien… No. Ni siquiera cabía pensar en un eventual fracaso. Ese día había que llegar a la cumbre y volver. Era el momento. Casi todo nuestro equipo quedaba en el campamento. No desarmamos las carpas. No llevamos las bolsas de dormir, ni los primus, todo quedaba como estaba. En las mochilas iban únicamente los aparatos y los víveres. Nos pusimos toda la ropa que teníamos, pero, debo decirlo, los dos Stefan, ofrecieron un sweater de lana cada uno… para envolver el aparato de filmación. Temían que, en el intento, el frío congelase el aceite del mecanismo.

Antes de salir, nos untamos caras y manos con pomada especial anticongelante, cosa que ya habíamos hecho con nuestros pies antes de dejar el campamento base. Nos colocamos los anteojos negros, y nos atamos con las cuerdas. ¡Listos!”

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

 

Cuando ya salían, Koko, empieza ver hacia abajo y observa unos cóndores, que en círculos volaban abajo, en la quebrada y les transmitió a los demás y los ubica donde los estaba observando. 

Ellos estaban más altos que los cóndores. Quizás, de allí, salió el título del libro que posteriormente Víctor editó: Más alto que los cóndores.

Los cuatro iban alternando la cabeza para ir buscando el mejor camino y haciendo escalones donde se ponía más difícil la pendiente. Una vez alcanzado el filo, la subida fue más accesible, aunque por la altura fue agotador. El ritmo era lento, pero cercano a las 18,00 horas estaban saboreando y pisando la cima. ¡Todo alrededor bajo sus pies! Ya no tenían que subir más.

Víctor rememoraba: A la cumbre, llegamos casi sorpresivamente. Más bien adivinamos que era la cumbre porque, destacándose sobre el fondo del cielo, vimos perfilarse una piqueta clavada entre las rocas.

Eran las 18,00 horas. Los cuatro a la vez hollamos la cumbre. Las cuerdas estaban cómicamente embrolladas y se arrastraban detrás de nosotros. Pese a que su uso no fue necesario, nos habíamos olvidado de sacarlas

En la piqueta colgaba un banderín con los colores nacionales italianos. En una cajita de metal escondida entre las piedras, hallamos una nota y una tarjeta. Leímos los apellidos: Renato Chabod, S. Ceresa, P. Ghiglione, Nicolás Plantamura, M. Pastén.

Los tres primeros integrantes eran de la expedición italiana, ¿N. Plantamura? Era el teniente Nicolás Plantamura. El primer argentino que escaló el Aconcagua, el más alto pico de los Andes y la máxima cumbre de su patria. En cuanto a Pastén, ya sabíamos que era el famoso baqueano de Puente del Inca.

¿Cuándo llegaron? El 8 de marzo de 1934, a las 12,00 horas. Pero hombre de Dios. Si es hoy. Justamente hoy.

¡Extraña casualidad! Durante años la cumbre sólo había sido visitada seis veces por el hombre. Ahora se daba el caso de que dos grupos de alpinistas abandonaron Europa, llegaron a la Argentina, hicieron un trayecto de 12 mil kilómetros y escalaron la cumbre el mismo día. Si la expedición italiana se hubiese demorado mayor tiempo o si las dificultades de nuestro camino nos hubieran permitido avanzar más rápidamente, se hubiese producido el extraño encuentro de los dos grupos en la cima de siete mil metros.

Lo extraño era que los italianos, cuando arribaron a la cumbre, no observaron hacia el Este, hacia la bajada del glaciar por donde subían los polacos. Seguro que hubiesen podido visualizar a los cuatro hombres que se desplazaban hacia la cumbre del cerro. 

Grandes grieta en la expedición polaca de 1934 a los andes. Foto: Libro, Más alto que los cóndores


 

De acuerdo a la ley alpina no escrita de aquella época, se dejaba un testimonio de cumbre importante, como era la piqueta. Así lo hizo el jefe de expedición, tomando la piqueta que había dejado Renato Chabod, dejó la suya en su reemplazo en el mismo hito.

Dado que se iban apagando las luces del día, se apresuraron para abandonar la cima, aunque el desgaste hizo que el regreso, especialmente para Koko, fuera bastante lento.

Mientras que, en la cumbre misma, Víctor, cuando arribó a la misma, se había despojado de sus anteojos. Ya iniciada la marcha de regreso y después de realizar varios metros hacia abajo, se dio cuenta de la falta de este medio, tan importante para todo andinista, más para poder cruzar el escenario blanco del glaciar. De todas formas, como buen previsor, sacó de su mochila los anteojos de repuesto. Siguieron la marcha, sus iniciales estaban registradas en los anteojos, esto hizo que años después, cuando coronará la cumbre Juan Jorge Link, los encontrara y fuera quien se los devolviera en un viaje a Varsovia, para sorpresa de Víctor.

Las energías habían sido gastadas en el esfuerzo de la subida y el regreso se hacía muy lento y casi agotador. Los movimientos de Koko se fueron haciendo cada vez más torpe. Los altos de marcha se hacían cada vez más seguidos y más largos. Los tropezones eran peligrosos, no solo para él, sino para el propio Víctor, que le daba seguridad con la cuerda. Llegó un momento que además del cansancio, sintió un dolor fuerte en el pecho. Se sentó y, encogido, manifestó su dolor. Su respiración dificultosa era jadeante y violenta. Se aproximó la cordada de los Stefan que venía detrás de la Víctor y Koko. Transcribimos el diálogo entre Víctor y Koko:

¿Qué tienes? ¿Qué te pasa?

No sé… Estoy terriblemente cansado… Siento un dolor en el corazón. Tengo, a la fuerza, que descansar un buen rato.

¡Descansar un buen rato! Ello parecía muy sencillo, pero no en estas condiciones. La penumbra no me permitía ver la expresión reflejada en los rostros de los otros dos compañeros. 

Nos transcribía Víctor, en su libro: Existen muchas maneras de reanimar a un hombre cuando desfallecen sus fuerzas físicas y morales. En situaciones difíciles, pueden bastar unas palabras persuasivas, un ademán cálido y paternal o también un llamado a su amor propio. Incluso un mal chiste es capaz de producir el milagro, tal como si se inyectasen nuevos bríos. Lo levantan y le obligan a reanudar el esfuerzo. En algunos casos, se necesita provocar la ira, con una “ofensa hiriente”. Rabioso, se pondrá de pie y marchará.
Pero en este caso, no solo era agotamiento sino un ataque cardíaco. Por tal motivo, era necesario el auxilio del médico, quien se encontraba en el campamento base.

 

 

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Entonces dispusieron que los dos Stefan deberían bajar a pedir auxilio, luego de descansar en el campamento de altura de Piedra Bandera. Los Stefan, antes de despedirse, le colocaron una bufanda en la cabeza a Koko y les dejaron algunos otros terrones de azúcar y algunas frutas secas; y marcharon.

En la cumbre del Aconcagua. De izq. a der.: Narkiewicz, Osiecki y Daszynski

Aproximación de los Polacos en la Expedición al Aconcagua, 1934

 

Y esa noche, la pasaron Víctor y Koko en un alto vivac improvisado, sentados en el glaciar, aislados por sus propias mochilas y la cuerda que hacían de aislante, esperando un milagro al pasar la dura noche a 6.800 msnm, junto el uno del otro, para darse calor o protegerse algo del frío. La larga noche se fue consumiendo, recordando anécdotas y cuentos por parte de Víctor para evitar que Koko se durmiera. Algunos terrones de azúcar y alguna barra de chocolate les dieron algo de energía para hacer más pasadera la noche.

Víctor se ató en una de las piquetas que la había enterrado bien profundo Koko, y lo mismo hizo con él. Era una precaución importante por si en algún momento llegaban a dormirse. Luego se apretaron uno con el otro e iniciaron la noche más alta que habían realizado los integrantes de esta expedición.

Expedicion Polaca 1934. En el ventisqueros del Cerro Cortaderas a 4400 msnm.

Expedición Polaca 1934. En el ventisqueros del Cerro Cortaderas a 4400 msnm


Para colmo, Víctor, hacía dos días que venía aguantando un proceso quizás viral en su garganta, por lo que tuvo fiebre durante la noche y casi no podía tragar la saliva. Negligencia de su parte, dado que en ese estado no debía haber salido hacia la cumbre. Fue una larga noche, donde Víctor no solo debía pelear para no dormirse sino que velar para tampoco lo hiciera Koko. Permanentemente, le daba órdenes para despertarlo y para que moviera las extremidades de los pies y manos, y que eso hiciera circular la sangre para evitar un congelamiento. Buscaba temas que sabía que podían gustarle e interesar a Koko, para obligarlo a hablar de algo y mantenerlo activo.

Todo era motivo para hablar de algo: la noche estrellada, la tormenta que se descargaba con espectaculares relámpagos, a lo lejos, hacia el Este. Así fue pasando la larga noche y comenzó a despuntar el nuevo día, trayendo nuevas posibilidades de salvarse y salvar a Koko.

Mientras tanto desde el campamento base, ya entrada la mañana, los habían observado e inteligentemente suponían que algo malo pasaba.

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Se comenzaron a alistar para el descenso. Había sido exitoso el vivac a 6.800 msnm. El propio Víctor señalaría las razones: Primero, la completa ausencia de viento; segundo, el esfuerzo de la voluntad que, ni por un momento, aflojó su tensión concentrada en el deseo de perdurar, de no permitir ni el más débil decaimiento psíquico, cosa que al lector le resulte difícil de entender; y tercero, el equipo personal de que disponíamos, seleccionado con toda atención y minuciosamente preparado antes de iniciar la expedición, resultó excelente. Bajábamos muy despacio, el descanso de la noche no había logrado surtir mayores resultados, mi compañero lo hacía muy lentamente, literalmente con sus últimas fuerzas. Por mi parte sufría cada vez de mi garganta… Desde el campamento base, nos observaban con los poderosos largavista. Adam, nos buscó en la helada ladera y pudo divisar dos puntitos, dos muñequitos vestidos con rompevientos blancos y azules. ¿Por qué bajaban solamente dos? ¿Dónde estaban los otros dos? Una terrible idea cruzó en su mente. Había acaecido una desgracia, una catástrofe. Sin perder un instante, comenzaron, junto con el médico, a preparar las mochilas con equipo y víveres de auxilio.

Con un buen equipo el vivac en la nieve no es peligroso, se duerme comodamente. Foto: V. Ostrowski. Mas Alto que los Condores. Autor: Victor Ostrowski

Los polacos sobre el Glaciar a media pendiente. Con un buen equipo el vivac en la nieve no es peligroso, se duerme comodamente. Expedición Polaca en la Cordillera de los Andes, 1933. Foto: V. Ostrowski

 

Los Stefan habían llegado al campamento de 6.350 msnm, sin inconvenientes. Al otro día, siguieron bajando para pedir el auxilio del médico. En un momento, perdieron la huella y se equivocaron de camino. Se cruzaron sin verse con la cordada de auxilio de Adam y el Vampiro y con un baqueano que subía para auxiliar al grupo. 

El tiempo seguía bueno, pero muy frío. En unos de los altos, Koko intentó arreglarse sus botas, se sacó los guantes diez o quince minutos y eso bastó para que sus manos se congelaran. Días después, tuvieron suerte en eso, dado que, a pesar del congelamiento, el Vampiro debió hacerle una pequeña operación seccionándole solo un dedo de la mano izquierda.

Konstanty Jodko Narkiewicz 
 

Al llegar a la carpa del campamento de Piedra Bandera, se instalaron allí. Víctor le dio de beber abundante líquido, y luego de alimentarse algo,  pasaron la noche. Koko se quejaba de sus manos. Se alimentaron con unas frutas secas, algo de chocolate, terrones de azúcar, más una abundante cantidad de agua que el primus les permitió hacer.

Por su parte, Víctor seguía con el acceso en su garganta. Le ayudó a Koko fregándole los pies para hacerle circular la sangre y evitar que se le congelara.

En la cumbre del Aconcagua. De izq. a der.: Narkiewicz, Osiecki y Daszynski

Un breve descanso en el borde del Glaciar. A nuestros pies, lejos de nosotros, el Valle Relinchos. Foto: V. Ostrowski

 

Al otro día, continuó el buen tiempo y replegaron todo, Víctor, algo más recuperado, llevaba la masa del equipo de los dos. Bajaron encordados el primer tramo hasta casi dejar el glaciar. En una pequeña quebrada o canaleta, se instalaron para beber agua. Koko continuó nuevamente con los dolores en el pecho. No podía seguir bajando, necesitaba la ayuda del médico. Le rogó que le enviase al médico con alguna medicina para el corazón. Era su única posibilidad de salvarse. 

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

 

En la mejor forma posible, lo acomodó en el lugar, le dejó la carpa, dentro la bolsa cama, el calentador y algunos víveres y comenzó a bajar a toda velocidad. Pese a los frecuentes tropezones que iba teniendo, siguió bajando.En una de las caídas, en la que voló sobre un manchón de nieve, se produjo el milagro que no esperaba: el sacudón que tuvo al caer, hizo que el mismo golpe le reventara el acceso y lo expulsó. Le alivió el dolor y a partir de ese momento le volvieron las fuerzas. 

A la hora, luego del tropiezo, vio abajo tres siluetas que iban subiendo y hacía ellos se dirigió. Se encontró con ellos:  eran Adam, el Vampiro y el baqueano Juan.  Les explicó lo que había pasado con Koko y dónde y cómo se encontraba. Les explicó que los Stefan habían bajado para pedir auxilio, aparentemente se habían cruzado, que posiblemente se habían equivocado de sendero y que se encontrarían en el Campamento Base. Les explicó el lugar donde se hallaba Koko. Luego de esto, Víctor siguió bajando junto al baqueano Juan, mientras Adam y el Vampiro, siguieron hacia arriba para atender a Koko.

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Cuando bajaban, Juan les contó que había una recua de mulas más abajo. En ese momento, el baqueano que estaba con el ganado, se empezaba a replegar. Por ello, Juan, con gritos y alaridos, logró frenarlo y pronto estuvieron montados por lo que siguieron bajando. 

Cuando arribaron al campamento base, los recibieron los Stefan con unos jarros de sopa caliente. Ese gesto fue tan importante para Víctor que lo describió en su libro.

Mientras tanto, Adam y el Vampiro llegaban al lugar donde se encontraba Koko. El médico le aplicó una inyección y le prodigó solícitos cuidados. Esa noche se quedaron a dormir Adam y el Vampiro, en el lugar donde se había quedado Koko.

Al día siguiente, lo bajaron hasta la morrena de abajo, donde los esperaba unas mulas; las manos de Koko, se veían en muy mal  estado, sus ampollas llenas de pus, tenían un aspecto muy malo.

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

En el regreso, y ya en el campamento base, Koko expresó que su estado emotivo producto de sus caídas y el temor de seguir hacia abajo quizás habían llevado a sufrir ese dolor en el corazón. En dos días, se llegó a Punta de Vacas, donde los Stefan esperaban con un auto para evacuarlo a Uspallata.

En el hotelito de Uspallata, pudieron recuperarse de las agotadoras jornadas que les había propiciado el ascenso. Además, la gente del lugar, empezando por el dueño de las mulas, los había recibido con un suculento asado. Incluso, al arribo, el portón de la estancia había sido adornado con arcos hechos de ramas verdes, como un verdadero arco triunfal.

Dos días después del arribo, se produjo un hecho curioso: en varios autos, arribó un grupo de personas, cuyos bocinazos no pasaron desapercibidos. Era la expedición de los italianos que regresaba de Puente del Inca e iban con la curiosidad de saber de primera mano, lo que les habían comentado. No podían creer sobre las noticias recibidas dado que en ningún momento se habían cruzado con los polacos en el ascenso.

De entrada, los sorprendió el aspecto de los seis integrantes, con sus barbas aún sin cortar, con sus atuendos de montañeses. Los polacos explicaron que habían estado en la zona del Mercedario y Ramada, lugares en donde habían ascendido varios cerros vírgenes. A continuación, los italianos le dijeron si tenía deseos de escalar el Aconcagua. A lo que respondieron que no tenían deseos porque ya lo habían hecho.

Por un momento, se produjo un silencio sepulcral. Los italianos intercambiaron miradas, mostrando dudas de lo que estaban escuchando, diciendo que hacían dos días que habían vuelto de la cumbre, después de dos intentos fallidos. Dudaban porque no habían dejado ninguna notita, pensando que lo habían realizado antes de su llegada.

A continuación, los polacos dijeron que no sólo habían dejado una nota sino también una piqueta. Respetando la bandera argentina que había ahí, la habían dejado en el lugar.

 

 

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

Los andinistas italianos cada vez entendían menos. Y a continuación le dijeron: Ustedes estuvieron allá, el 8 de marzo a las 12,00 horas, a la cumbre llegó, Ceresa, Chabod, Ghiglione y junto con Uds., el teniente Plantamura y Pastén. A continuación, trajeron la piqueta que había dejado Chabod y una bandera italiana.

Los andinistas italianos no podían creer lo que estaban escuchando y, entre risas y entusiasmo, comenzaron a desfilar las botellas de vino acompañadas de una picada, como se dice en la jerga criolla. Fue una larga tertulia que duró varias horas de festejo y  alegría para ambas expediciones.

En el regreso a Mendoza, visitaron al teniente coronel Farrell, para ponerlo en conocimiento sus actividades. También estuvieron con los integrantes del Club Andinista Mendoza. Luego de estas presentaciones, fueron agasajados por los integrantes del club, donde, además, se les entregó algunos recordatorios.

El propio Víctor recuerda esos momentos. Algo muy importante para recordar como ejemplo para las jóvenes generaciones de andinistas: Nosotros, los polacos, nos sentimos orgullosos de la tradicional hospitalidad de nuestro país, pero la hospitalidad y la cordialidad de los argentinos sobrepasó todo cuanto podía esperarse. Éramos literalmente paseados de mano en mano y las invitaciones se sucedían las unas a las otras. Todas las dificultades del idioma quedaban zanjadas gracias a la amplia cordialidad y la general buena voluntad. No menos importante fueron los agasajos en la ciudad de Buenos Aires. 

Regreso a Polonia 

Koko regresó a su país. Allí pudo seguir con su carrera como físico y su interés por la escalada. Por ejemplo, combinó la expedición de ascensiones en los Andes, en los años 1933 y 1934 con un proyecto para medir los efectos geomagnéticos en los rayos cósmicos.

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

En el año 1936, junto a Stanislaw Siedlecki y Stefan Bernadzikiewicz, participó en una expedición polaca que cruzó West Spitsbergen de Sur a Norte, cubriendo 850 kilómetros. Así, los tres hombres hicieron el primer recorrido completo de Spitsbergen. 

Narkiewicz-Jodko, también tenía el mérito de ser un gran organizador de actividades de montaña. Desde el año 1927, pertenecía a la alpinista Sección Tatra AD de Varsovia. Él era miembro de la Sección de Turismo PTT y Club de Montañismo (poco antes de su muerte fue un miembro honorario). 

Entre los años 1933 y 1939, de los diecisiete artículos sobre física de rayos cósmicos publicados en Polonia, Jodko-Narkiewicz fue el autor y coautor de doce artículos más. 

Fue un alpinista experimentado, Jodko subió montañas en África y Spitsbergen. 

El 14 de octubre de 1938, en las montañas Tatra, Jodko-Narkiewicz y el Capitán Zbigniew Burzyński, intentaron un vuelo estratosférico en el globo de hidrógeno, cuyo nombre era Estrella de Polonia. Su objetivo era alcanzar una altura de 30 kilómetros, batiendo el récord mundial de vuelos a gran altitud. Estaban equipados con un telescopio de tubo Geiger-Mueller, con la intención de medir la variación en la intensidad de los rayos cósmicos a diferentes altitudes. El globo se incendió durante el despegue, a menos de 100 pies sobre el suelo, pero los dos hombres pudieron aterrizar la góndola de manera segura y no resultaron heridos. Después de esto, no hubo más vuelos a gran altitud en la década del año 1930. 

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, vivió en Podhale y anduvo visitando los montes Tatras, pero su estado de salud le impidió obtener buenos logros. 

Jodko-Narkiewicz murió en Psary, una aldea en el distrito administrativo de Gmina Sieroszewice, dentro del condado de Ostrów Wielkopolski, en la región de la Gran Polonia, el 3 de mayo de 1963. 

Entre sus obras publicadas podemos mencionar: W walce o szczyty Andów, en castellano, A la conquista de los picos de los Andes, Varsovia, 1935; Anregung der Strahlung einiger Metalle durch Quecksilberdampf im Zustand des Nachleuchtens, en Physikalische Berichte, vol. 10 (1929), 1650 10 (1929); The Raman-effect in the proximity of the critical point, in Philosophical Magazine (Taylor & Francis, 1930), pp. 299–306; Nachleuchten im elektrisch erregten Hg- Dampf', in Physikalische Berichte, vol. 15, part 1 (1934), 630 15, parte 1 (1934), 630; Variación continua de la intensidad de los rayos cósmicos en las capas superiores de la troposfera, en Acad. Polonaise Sciences et Lettres, bulletin no.Polonaise Sciences et Lettres, boletín no. 7a (July, 1936), pp. 318–326 y Specific Ionization Characteristic of Cosmic Rays, in Bulletin international: Sciences mathématiques, Kraków, 1938.

Konstanty Jodko Narkiewicz 

 

 

José Herninio Hernández, Coronel (RE)


José Herninio Hernández
Coronel (RE)

 


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