Historia · Personajes

El escalador húngaro Jozsef Ambrus, un maestro en el andinismo chileno

En Semana Santa de 2022 el legendario Jozsef Ambrus celebró junto al renombrado escalador chileno Diego Vergara a los pies De la Sierra del Brujo, en la Cordillera chilena de Colchagua, los 60 años de la conquista de la Pared Sur del Cerro Arenas en el Cajón del Maipo

Philippe Boisier Echenique

Philippe Boisier Echenique

Edición: CCAM



La verdad es que ya no hallábamos qué nombre ponerles a los cerros, así que decidí bautizar esa punta con el nombre de mi ciudad natal, Budapest. ¡Armaron tremendo escándalo en Hungría, incluso me vinieron a entrevistar! (Jozsef Ambrus)
 

Estamos en Semana Santa del año 2022. El encuentro entre Jozsef Ambrus (1944) y Diego Vergara (1979), cargada de emotividad, se da en una pirca situada en la morrena del Glaciar Universidad, a los pies de la imponente Sierra del Brujo, en los altos del valle formado por el río Azufre en la Cordillera de Colchagua. Diego es escalador y forjador de renombre, fundador del Portillo Ice Fest, y colaborador de Andeshandbook. Se considera heredero de Ambrus. 

Diego Vergara y Joszef Ambrus mirando la cara sur del Brujo. Foto:Philippe Boisier, 2022

Pocos lugares tienen el privilegio de contener una densidad histórica como este, y si de verdad existen “lugares que hablan”, sin duda este pecaría de verborrea. Los fantasmas aparecen en cada soplido del viento, y giros de la vista. Por esta quebrada a nuestras espaldas, la “San Hilario”, hace justo 50 años bajaban dos raquíticos rugbistas uruguayos en busca de ayuda, luego de sobrevivir al fatídico accidente del Fairchild FH-227D del 13 de octubre de 1972, y haber resistido más de setenta días en un nevero al otro lado de esa cumbre, el nevado fantasma, bautizado posteriormente como Cerro Seler por Fernando Parrado, uno de los sobrevivientes.

Jozsef vuelve al Glaciar Universidad. Aquí en Los Maitenes.Foto: Philippe Boisier.

Hacia el norte, al profesor francés Louis Lliboutry en 1958 progresando con sus crampones sobre el glaciar Resurrección, rebautizado por él mismo como Glaciar Universidad en homenaje a la institución que lo acogió en sus años en Chile. Este le recuerda la “Mer de Glace” en Chamonix, que probablemente lo inspira en este nuevo estudio glaciar chileno para consolidar su obra maestra Nieves y Glaciares de Chile, el primer tratado de glaciología moderna. Ladera arriba, el naturalista polaco avecindado en Chile Ignacio Domeyko visita las azufreras en 1861, siguiendo los pasos y estudios de su colega, el naturalista francés Claudio Gayquien recorría a lomo de mula el complejo volcánico del volcán Tinguiririca en 1830.

Vista del Volcán de San Fernando. Foto colección  Biblioteca Nacional  de Chile

Y si de leyendas hablamos, la del grupo de jóvenes montañistas del Club Mañke es sin duda un capítulo determinante en la historia del andinismo sudamericano. El grupo liderado por Ambrus, junto a Iván Vigouroux, Jaime Sepúlveda, Rómulo Tarsetti, los hermanos Julio y Eduardo Garreaud, más el “español de las siete”, Miguel Gómez, y el adolescente Hermann Neupert, pasan más de 40 días en el verano de 1964 “rastrillando” todos los cerros posibles que contienen al Glaciar Universidad el cual se desprende al sur del volcán Palomo. Como resultado de esta mítica expedición, logran 25 cumbres (20 en primeras ascensiones), entre las cuales se cuentan los pilares Occidental (3.950 m) y Oriental (3.990 m), la Aguja de Roca (3.800 m), el Corona del Diablo (4.580 m), la Gran Torre del Cortadera (4.150 m), los nevados Mañke (4.480 m), Cisne (4.350 m) y el Portillo (4.960 m), y por supuesto, la punta Budapest (4.100 m). 

Rómulo Tarsetti, Jozsef Ambrus, Jaime Sepúlveda y Iván Vigouroux en el "transporte" que los dejaría a la entrada del valle del Azufre. Expedición 

Mirando una sifón del Glaciar Universidad verano 1964. Foto:Jozsef Ambrus

Pero la real excusa de esta reunión de Ambrus y Vergara, registrada en el documental “Cordillera Adentro”, es la conmemoración de los 60 años de la conquista de la Pared Sur del Cerro Arenas (4.366 m) en el Cajón del Maipo, ocurrida justamente en Semana Santa de 1962, meses antes del Mundial de Fútbol celebrado en Chile dos meses después. 

Diego mueve una de las rocas de la pirca y extrae un objeto envuelto en papel de regalo. Jozsef mira perplejo la situación y recibiendo el paquete, extrae de él un viejo clavo de roca, en forma de espátula, herramienta utilizada por esos años para la escalada. La emoción vibra en el aire como las cargas eléctricas de las tormentas de cordillera.

Semanas antes, rehaciendo la ruta de mítica pared de Lo Valdés, Diego encuentra en una grieta el objeto apenas asomado y se toma el tiempo de extraerlo. El círculo se cierra. 

Jozsef celebrando los 60 años de La Pared Sur del Cerro Arenas. Foto: Philippe Boisier. 

Celebrando los 60 años de La Pared Sur del Cerro Arenas. Foto: Philippe Boisier. 2022

Clavo de Pared utilizado por Jozsef Ambrus en la cara sur del Arenas. regalo de Diego Vergara. Foto: Philippe Boisier. 2022

Foto de la Revista Escalando nº37

Ambrus. Foto de  Andes Handbook

Habiéndose iniciado no hacía mucho en la escalada de técnica alpina, Ambrus, junto a los destacados y recordados montañistas César “Chico” Vásquez y el mencionado Gómez, logran en tres días y 2 vivacs de por medio, esta importante ruta, la cual vino a consolidar una nueva era en la historia del andinismo nacional. De acuerdo al sitio Andeshandbook, junto a la pared sur del Morado, realizada un año antes justamente por Vásquez y Juan Tangol, y la pared norte de la Punta Zanzi (también intentada por Ambrus y Oswaldo Latorre), estas paredes de granito conforman la llamada “Trilogía de la Roca”.


Etapas del andinismo chileno moderno

Si pudiésemos resumir la historia del andinismo chileno moderno previo al “himalayismo” inaugurado en la década del ‘70, se podrían determinar tres etapas en su desarrollo. La primera está ligada a las expediciones científicas del siglo XIX. Los ascensos al Monte Tarn (825 m, John Tarn, 1827), a los volcanes Antuco (2.979 m, Edward Poeppig, 1829) y Tinguiririca (4.280 m, Claudio Gay, 1830), o el intento al Aconcagua (6.969 m) por Paul Güssfeldt en 1883, reflejan cómo las cumbres eran funcionales a experimentos y misiones naturalistas. El mismo Darwin habría hecho la cumbre del Tarn y del cerro la Campana, casi en simultáneo con el compañero de aventuras del pintor viajero bávaro Moritz Rugendas, Robert Krausse.

Por la morrena glaciar. enero 1964 : Foto:Jozsef Ambrus

Una segunda etapa concentra el auge del excursionismo de altura en Chile en las primeras décadas del siglo XX. La creación de los clubes y la respectiva construcción de una cierta ‘Cultura del Andinismo’ estuvo asociada a diversas publicaciones, premios y mediatización de los grandes éxitos. Es un montañismo de expedición y de catastro, nunca disociado de intereses arqueológicos o científicos, donde el objetivo es explorar lugares ignotos e intentar un mayor número de cumbres aún desconocidas. Nombres como Fickenscher, Pfenniger, Krückel, Meier, Förster, San Román, Maass, Barrera, Krahl, los hermanos González o Piderit logran vencer varios de nuestros gigantes como El Nevado del Plomo, Sierra Bella, Ojos del Salado o el Marmolejo, por nombrar algunos.

Julio Garreaud e Iván Vigouroux en la cara oriental del cerro Portillo. verano 1964. Foto:Jozsef Ambrus

En los años 40 y 50,  se producen algunos hechos significativos que introducen nuevas perspectivas, no solo en la forma de acceder a las cumbres, sino que en el tipo de objetivos a lograr, abriendo con ello la tercera etapa de nuestro andinismo moderno. En 1938, llega a Chile el matrimonio suizo compuesto por Frédéric y Dorly Marmillod. Un año después, junto a Carlos Pidderit logran una cumbre que hasta entonces se consideraba imposible por su verticalidad: el Alto los Leones (5.380 m). Por su parte, en diciembre de 1945, Eberhard Meier y Ludwig Krahl logran la pared sur del Cerro San Francisco (4.345 m), ciertamente más vertical que su ruta normal desde el Yeso. Luego, en febrero de 1952, la mediática expedición francesa de Lionel Terray y Guido Magnone alcanzan la cumbre del monte Fitz Roy (3.406 m) en Patagonia, para la cual invitaron al citado glaciólogo Louis Lliboutry establecido en Chile el año anterior. Y dos años después, otra expedición francesa logra la primera ascensión de la pared sur del Aconcagua, de más de dos mil metros de pura verticalidad. De esta manera, el concepto del vivac colgante emerge asociado a este tipo de aventura.

Frédéric Marmillod frente a la pared norte del  Alto los Leones. Fotografía gentileza de Familia Marmillot

Varios del club Mañke y Salesianos, cumbre del Volcán Tinguiririca. Febrero 1964. Foto:Jozsef Ambrus

La aparición de “Las Paredes”

Estos antecedentes logran calentar el ambiente, y la ambición de los jóvenes se enfoca en buscar este tipo de metas. Destacan dos promotores de esta nueva era de las misiones extremas: Eduardo García Soto y el “Tártaro” Claudio Lucero. Ambos habían sido invitados en la expedición chileno-japonesa de 1958 al monte Arenales en Campos de Hielo, empezando así a forjar una idea nueva basada en la preparación y en la formación de grupos para lograr objetivos distintos a las cumbres de altura. Comienza la era de las expediciones patagónicas y de las llamadas “paredes”.

Expedición Mañke al Glaciar Univerdisdad. verano 1964. Foto:Jozsef Ambrus

Por esos años, la familia Ambrus, que había llegado desde Hungría en 1949, había establecido su casa de veraneo en Las Sierras de Bellavista, pueblo de montaña creado por empresarios forestales italianos algunos años antes y que por esa época recibía a varias familias de inmigrantes. Prontamente, el interés del joven Jozsef se centra en las montañas de la precordillera de Colchagua, donde ve una vía de escape necesaria y “a la mano” para las complicadas situaciones familiares vividas por esos años, tal como relata en su libro 17 crónicas Sombrías. En un ascenso a la Cordillera de Ramón sobre el oriente de Santiago, conoce a Lucero y luego participa de sus formaciones en el club Mañke. Pero no sería hasta su ingreso a Geología en la Universidad de Chile, cuando los encuentros y circunstancias lo llevan a su corto pero intenso derrotero en la cordillera de los Andes en esos movidos años sesenta. 

Séracs Glaciar Mañke, Aguja de Roca (actualmente Aguja Mañke), detrás Corona del Diablo, derecha abajo Glaciar Universidad, enero 1964. Foto:Jozsef Ambrus

El centro de operaciones se había establecido en la zona de Baños Morales y Lo Valdés en el Cajón del Maipo, y el muro de entrenamiento ya se había establecido en el sector conocido como “las placas”, una de las mezquitas de la escalada en roca que perdura hasta hoy. De manera similar a los pioneros franceses en Fontainebleau cerca de París o en Yosemite en California, estos jóvenes pioneros combinaban nuevas técnicas de escalada en roca con el forjado de sus propias herramientas y fijaciones.

Campamento base avanzado. verano 1964. Foto:Jozsef Ambrus

Un fin de semana cualquiera era usual cruzarse con nombres que quedaron estampados en la roca como el mismo “Chico” Vásquez, Tangol, Gómez, Latorre, Sepúlveda o Vigouroux. Los próceres alemanes del DAV, por su parte, los miraban con algo de distancia desde la terraza del Refugio Alemán, pese a haberse generado con ellos algunas cordadas interesantes donde participarían Wolfgang Förster o Sergio Kunstmann. Una verdadera selección (casi) chilena que, fuera de los focos de la prensa, comenzaba a cosechar logros de talla mundial.

César “Chico” Vásquez. Foto:Jozsef Ambrus

En 1962, Ambrus tenía 18 años al momento de lograr “la sur” del Arenas. Un año después, junto a Sepúlveda, investiga el cordón alto de Colchagua coronando el Alto del Azufre (4.691 m) y varias de sus puntillas. Los ojos ya estaban puestos en el circo de montañas que rodean el Glaciar Universidad, misión que completarían un año después. Los jóvenes se divierten, no asisten mucho a clases y pierden el vértigo, no solo a la altura, sino que a la vida misma. Para las “guerras universitarias”, Ambrus logra instalar la bandera de la Universidad de Chile en plena Casa Central de la Universidad Católica, trepando en modo infiltrado la antena de TV que por ese entonces se erguía  90 metros sobre el patio de la sede. Cuál James Bond, escapa por los tejados y se descuelga con un rapel hacia la calle, donde un auto lo esperaba para salir a celebrar este triunfo con sus compañeros.

Julio Garreaud llegando a la cumbre de la Gran Torre del Cortaderal, verano 1964. Foto:Jozsef Ambrus

Pero es tiempo de estar en las montañas, lejos de casa, de los rigores del estudio y, sobre todo, de responder a las obligaciones familiares. La encrucijada es transversal en ese grupo de amigos: dedicarse o no profesionalmente a la montaña. Gómez incentiva a Ambrus a dar el paso. Vásquez, Vigouroux y Quinteros trabajan a tiempo completo en el Observatorio de Montaña el Infiernillo, a cuatro mil metros de altura en el flanco norte del cerro La Paloma y utilizan su tiempo libre para ascender los cerros de alrededor. Gastón Oyarzún, en ese tiempo aprendiz de Jozsef, no duda mucho en seguir los pasos de sus otros maestros Lucero y García y deja sus estudios de veterinaria para transformarse en guía de montaña, participando a su vez en la fundación de la Escuela Nacional de Alta Montaña (ENAM) un par de años más tarde.

Iván Vigouroux observado la cascada de séracs glaciar Mañke; fondo Sierra del Brujo y a la derecha la Aguja de Roca (actualmente Aguja Mañke) verano 1964.Foto:Jozsef Ambrus

Es justamente en ese periodo cuando vive la experiencia de la ensoñación descrita por Jean Jacques Rousseau un par de siglos atrás. Luego de asistir a una expedición glaciológica dirigida por el profesor Hubert Miller, quien continuaba los estudios de Lliboutry en los glaciares Olivares, Ambrus decide permanecer en la cordillera al retiro del grupo. Su plan es regresar a Santiago por otra ruta más “directa”: remontar los glaciares Juncal Sur, Olivares y Esmeralda, realizar un traverse norte-sur desde el Cerro Fickencher (5.350 m) hasta el cerro el Plomo (5.424 m), y bajar por Farellones, en solitario. Logra la travesía en ocho días, sumando a su paso algunas cumbres a su derrotero y sorteando sendas tormentas de cordillera que lo mantienen encerrado y asilado por interminables horas en su frágil carpa de popelina. Lee, escribe, intenta derretir hielo, no puede dormir. Sueña con alguien imaginario y se cuestiona sus decisiones. Pero logra el objetivo, y esas luces a lo lejos ya no son las estrellas, sino que es Santiago que lo espera. 

Julio Garreaud. verano 1964. Foto:Jozsef Ambrus

Por esos años, Ambrus ya vivía embrujado por los sombríos corredores verticales de las grandes paredes  y debido a sus incontestables y frenéticos logros es llamado a participar como formador de la Rama de Montaña de la Universidad de Chile, dejando de paso el Club Mañke. Es ahí donde justamente conoce a Oyarzún, un par de años menor, a quien invita un par de años después a lo que sería su última gran pared: la “sur” del Mesón Alto (5.257 m). Nuevamente, un nuevo hito que perdura hasta el día de hoy con sus improbables pasadas bautizadas como “el cerrojo”, “la trampa” o “el escorpión”. 

Gastón Oyarzún, foto propia. Castillo 1966

De montañista a geólogo

Ya con ese currículo, Ambrus se transformaba en fichaje indispensable para cualquier campaña de cierta exigencia técnica. Finalmente, logra titularse de geología, carrera que por esa época le permitía pensar en un futuro asociado a la montaña. La variante de glaciología empezaba a tomar relevancia, con el impulso dado por el profesor Lliboutry y continuado por importantes glaciólogos-montañistas como Cedomir Marangunic o Gino Cassasa.  

Jozsef en la pared norte de la Punta Zanzi. Foto :Osvaldo Latorre, sept. 1966

Sin embargo, la decisión por su futuro laboral no estaba aún tomada. En 1966, es considerado para una importante expedición a la Antártica. Diferencias personales con uno de los organizadores, lo dejarían sin opción de participar. En el desconcierto de la decisión, y quedando obligatoriamente libre en su agenda, es que decide aceptar un trabajo en el proyecto La Paloma de la Disputada de Las Condes, trabajo de temporada que lo habilitó a postular algunos años más tarde a un cargo en la principal mina de cobre de ese entonces en Chile, Chuquicamata, operada por la empresa norteamericana Anaconda. Así se transforma en el primer geólogo chileno contratado en ese plantel.

La historia quiso que ese hito marcara el fin de la carrera de montañista de Jozsef Ambrus, si bien seguiría subiendo esporádicamente algunos cerros en el transcurso de los años. Comienza a destacarse en “Chuqui”, justo antes de los grandes cambios que sufriría la gran minería durante el gobierno de la Unidad Popular.

Su derrotero lo lleva a descubrir y desarrollar el potencial de la mina La Coipa, uno de los yacimientos de plata y oro más importantes a nivel mundial de fines del siglo XX para lo cual se asocia con Eike Batista, y se transforma en el vicepresidente de la multinacional TVX Gold. El destino quiso que Jozsef viviera dos vidas, la de montañista y la de geólogo. Pero él quiso ser conocido entre los montañistas como montañista y como geólogo entre los geólogos. 

Miguel Gómez y Jozsef Ambrus, en la cumbre del Gourgs Blancs. Foto:Jozsef Ambrus 1979

La hora mágica

Es una tarde suave en la terraza de su refugio en Sierras de Bellavista miramos el atardecer que tiñe de rojo la cordillera de los Punzones. Previamente, en nuestro paseo por la laguna artificial, Jozsef me cuenta algunos detalles adicionales que no aparecen en sus dos crónicas publicadas hace algunos años. Ciertamente, “lo que pasa en la montaña queda en la montaña”, o al menos, no escrito en un texto. 

A lo lejos, aparece un rebaño de llamas, que pasean libres por lo que alguna vez fue una cancha de golf. Si bien los árboles están amarillos y ocres por el otoño, Jozsef menciona el “Verdor Terrible” de su vecino, el premiado escritor Benjamín LabatutLuego, saluda cariñosamente a los hijos de otro vecino, como si fueran sus nietos. 

Jozsef en Sierras de Bellavista. Foto: Philippe Boisier.

Jozsef en Sierras de Bellavista. Foto:Philippe Boisier.

La "Hora Mágica" en Sierras de Bellavista. Foto: Philippe Boisier.

Hablamos entonces de libros. Aparte de sus crónicas, publicadas en dos volúmenes entre el 2016 y 2018, también es autor de la referencial Guía de los Andes Centrales, que en sus 14 capítulos se presenta como “un intento serio por clasificar, identificar, describir y evaluar todas las rutas de alta montaña desde el río Hidalgo por el Norte (latitud 30°30’), hasta el paso de las Leñas por el Sur (latitud 34°30’)”.  

Jozsef vuelve al Glaciar Universidad. Foto: Philippe Boisier.

Le pregunto sobre sus lecturas de montaña, pero no recuerda bien qué títulos y autores leía por ese entonces. Sugiero que podrían haber sido las revistas de montaña de la época, pero niega aduciendo que “no me interesaban esas revistas. No estaba leyendo historias de otros: Yo estaba haciendo historia”.

 

                                                                                                                                                               


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