También conocido con los nombres de Nevado Gral. Güemes y Piedra Sonada, por la existencia cerca de la cumbre de lajas que tienen sonoridad al ser golpeadas, con sus 5.565 metros, se encuentra entre las provincias de Salta y Jujuy
Martín Miguel de Güemes es el Héroe de Salta. Y Junio es el mes en en que se lo homenajea, recordando su muerte. Para ello se hace en Cañada de la Horqueta (a 20 km. de la Ciudad de Salta ) un acto denominado "Guardia Bajo las Estrellas", una noche en vela y con fogones donde concurren los salteños.
También Güemes es el nombre que lleva ahora el Nevado de Castillo, esa cumbre nevada que se ve hacia el Noroeste de la Ciudad de Salta (cuenta el montañista salteño José Fadel que este cerro también era denominado Piedra Sonada, por la existencia cerca de la cumbre de lajas que tenían sonoridad al ser golpeadas). Con 5565 metros de altura, el Nevado Gral. Güemes es uno de los símbolos del montañismo salteño.
Por eso se hacen en el mes de Junio ascensiones a esta montaña, en homenaje al Héroe Gaucho de Salta.
El Nevado del Castillo es limítrofe entre las provincias de Salta y Jujuy. Las rutas comunes de acceso a este cerro son por el Sudeste (desde Yacones y pasando por Potrero de Castillo) o bien desde el Oeste (desde la Quebrada del Toro, pasando por San Bernardo de las Zorras y El Rosal). Ambas rutas transitan por territorio salteño. Desconozco si hay quien haya ascen dido al Castillo entrando desde Jujuy (sería por la escuelita de Cerro Negro).
En Junio de 1996 se organizó desde el desaparecido CAS (Club Aventuras Salta) una Expedición al Nevado del Castillo desde Yacones. El grupo estaba integrado por Miguel Saravia, Rafael Monti, Horacio Mazzei, Fernando Saravia, Adrián Tapia, Mario Gutierrez, Simón López y como invitados, Pablo Aira y quien suscribe.
Un vehículo nos deja en Finca Ortiz, junto al Río Yacones y desde allí empieza el acercamiento, remontando el río. Esta ruta tiene la particularidad de ser larga, siguiendo las idas y vueltas del río, al que hay que vadear en numerosas ocasiones (este camino es recomendable en época seca, cuando el río lleva poca agua).
Después de varias horas de caminata, llegamos a Potrero de Castillo, un amplio valle al pie del Cerro Negro (esa cumbre piramidal de 5000 metros ubicada al Sudeste del Castillo).
Hacemos campamento en el patio de la Sra. Daniela Corimayo, a quien Miguel Saravia conoce de otra expediciones. La Sra. Corimayo y sus hijos nos colman de atenciones, principalmente comida para los expedicionarios famélicos.
Al dia siguiente salimos del Valle de Potrero, bordeando el Cerro Negro por una quebrada abrupta, con grandes precipicios. Curvas y contracurvas del río, así vamos subiendo. En una parte, una cascada congelada. Hace frío y sopla viento del Oeste, que baja por la quebrada. Empiezan a aparecer los "reales", corrales de pastoreo usados por los lugareños. Junto a uno de estos realeros hacemos el segundo campamento, calculo a unos 4000 metros de altura.
A la mañana siguiente amanece con frío y viento. Yo desisto de salir, ya venía cansado del dia anterior.
A la tarde empiezan a llegar los que han ido resignando el ascenso: el viento los frenó...
Hacia el atardecer sólo quedan allá arriba Miguel y Horacio. Pasa el tiempo, pasan las horas,se viene la noche y no aparecen.
Con Mario Gutierrez decidimos quedarnos a esperarlos y hacerles señales con las linternas para orientarlos. Recuerdo esa noche, muy fría, en la espera a la intemperie y metidos en las bolsas de dormir, bajo las estrellas: esa fue nuestra "Guardia Bajo las Estrellas"...
Ya entrada la noche, como aquellos dos no aparecen, decidimos remontar la quebrada para ir a buscarlos. Y allá vamos, chapoteando y trastabillando en el arroyito.
Unos cientos de metros aguas arriba encontramos a Miguel y Horacio, que también vienen a los tumbos. Han hecho cumbre con mucho esfuerzo, mucho viento y mucho frío. Y luego en el descenso se han quedado sin luces de sus linternas. Volvemos todos al campamento para el merecido descanso.
Al otro día emprendemos el regreso, con el fuerte viento ahora en nuestra espaldas. Un mar de nubes cubre el Valle de Lerma, presagio de la nevada que llega dos dias después.
Pasó un año desde aquella salida al Castillo por Yacones. Y otra vez hacia el mes de Junio se planifica una salida al cerro. Pero ahora será por la Quebrada del Toro,entrando por San Bernardo de las Zorras.
Esta vez el grupo será más reducido. Nuevamente está Rafael Monti y se agrega Constanza Cerutti, arqueóloga porteña. Yo voy a intentar el Castillo por segunda vez.
La idea es ir en tren por el Ramal C-14 (que va a Socompa) y bajarse en San Bernardo de las Zorras para acercarse desde allí al Castillo. Después de algunas gestiones, logramos abordar un tren carguero que sale por la tarde desde la Estación de Salta. Por aquel entonces todavía había algo de movimiento de trenes, y algunos de los convoyes que iban a Chile llevaban vagones tanque con gas (lo cual nos daba cierta inquietud). Precisamente el tren donde podremos viajar lleva vagones con gas, pero es nuestra alternativa y aprovechamos la oprotunidad.
Pero hay otro detalle adicional. Uno de los maquinistas ya era conocido de mis compañeros, de algunos viajes anteriores. Por cierta afinidad hacia las bebidas etílicas, Constanza lo había apodado "Drink-Man"...
La cuestión es que salimos de Ciudad de Salta y ya en el atardecer llegamos a Campo Quijano, donde hay una espera para hacer maniobras.
Con las primeras sombras de la noche nos metemos en la Quebrada del Toro. Los tres nos habíamos ido hasta la locomotora para hacerle compañia al maquinista de turno, que no es otro que Drink-Man...en estado post-etílico...
La parte de la Quebrada del Toro, entre Campo Quijano y Gobernador Solá es pintoresca, pero también de cuidado para las formaciones ferroviarias: hay muchas curvas cerradas, puentes, viaductos, túneles, zig zag y demás obras de ingeniería, por lo cual los maquinistas deben prestar mucha atención.
El asunto es que a poco de andar por la Quebrada del Toro, tanto Rafael como Constanza se durmieron plácidamente allí mismo en la locomotora. Así que en aquel momento sólo quedábamos despiertos el amigo Drink-Man y yo.
Rato después noté que Drink-Man cabeceaba levemente y empezaba a murmurar algunas palabras, casi como si hablara solo. Yo miraba, y reflexionaba acerca de nuestra situación en este tren cargado con gas y en plena Quebrada del Toro. Rafael y Constanza soñaban con el Nevado del Castillo...
Al rato, vi que los cabeceos de Drink-Man ya eran más pronunciados, y después...nada.
Pegué un alarido que despertó a Rafael y Constanza, y lo más importante, despertó también a Drink-Man...Por unos instantes, yo me había convertido en el único maquinista de aquel tren!!!.
En el túnel que está cerca de San Bernardo de las Zorras bajamos en plena noche y vivaqueamos a un costado de las vias. Drink-Man siguió camino hacia Socompa, supongo que protegido por su angel de la guarda...
A la mañana siguiente caminamos por el sendero que desciende hacia San Bernardo de las Zorras. A lo lejos, el Castillo aparecía bastante nevado, fruto de la última tormenta y el frío posterior que había compactado la nieve.
Desde San Bernardo de las Zorras hay unos 10 km. hasta el poblado de El Rosal, y desde allí empieza la caminata de acercamiento al Nevado. Como venida del cielo se aparece una camioneta que va hacia El Rosal: es la Sra. Teresa de Uriburu, que pertenece a una ONG que ayuda a comunidades del interior de la provincia.
El Rosal es un conjunto de fincas dispersas en una amplia planicie. La escuela, por gentileza del Maestro Aldo Palacios, es nuestro Campamento Base para la ascensión.
A la mañana siguiente salimos en dirección al Nevado del Castillo. Un muchacho de la zona lleva una mula con parte de nuestra carga. Más allá del Valle de El Rosal aparece el Castillo, flanqueado por el Alto del Pozo y el Barro Negro. A nuestra izquierda (o sea hacia el Norte) se alza el Purma (también llamado Paño). Y detrás nuestro, a lo lejos, el San Miguel de la Poma y el Acay.
Remontamos una quebrada y hacemos campamento en una zona con pircados y corrales, quizás a unos 4000 metros de altura.
Temprano en la madrugada, aún de noche, salimos a intentar la cumbre. Ascendemos por las nacientes de la quebrada, entre pedreros. Ya con las luces del amanecer asomando, llegamos a las primeras nieves. Como se trata de nieve compacta, hay que ponerse los grampones. El Nevado se adornó con lo mejor para darnos la bienvenida...
Más arriba, llegamos al filo cumbrero, la divisoria de aguas, y aparece toda la vista del otro lado: el Valle de Lerma, el Cerro Negro, el Valle de Potrero de Castillo. La ruta intentada un año atrás.
La última pendiente, y finalmente la amplia explianada de la cumbre del Nevado del Castillo, a 5565 metros. Y allí, recibiéndonos, Don Martín Miguel: en la cumbre, sobresaliendo de la apacheta, hay una varilla de hierro con un busto de Güemes.
Esta cumbre es también un estratégico mirador de las montañas de Salta Y Jujuy, que aparecen bien nevadas. Aprovechamos para sacarnos fotos de cumbre. En torno nuestro, un maravilloso paisaje de cerros emblemáticos. Siguiendo la misma cadena hacia el Norte, se alzan el Paño y el Chañi. Hacia el Oeste, el Acay, San Miguel de la Poma y el Cachi. Un poco más lejos, el Quewar y el Azufre. Y al fondo, las montañas de la Cordillera. Una visión mágica.
Cuando el viento frío empieza a entumecernos, preparamos nuestras cosas e iniciamos el descenso. Güemes queda en su cumbre, mirando hacia el Valle de Lerma.
Volvemos, rememorando las vivencias de estas nuevas Expediciones. Además de la ascensión y la cumbre, también las otras cosas que encontramos andando por los cerros. Algún lugareño que nos da su hospitalidad, los ferroviarios que nos llevan en su tren, una persona que nos lleva en su vehículo, un maestro que nos cede el espacio de su escuela...
Esas son las pequeñas grandes ascensiones cotidianas, los pequeños grandes gestos que enaltecen la condición humana. Recuerdos de un tiempo pasado, de aquellas veces que hemos ido a las montañas en busca del verdadero sentido de las cosas.
Santiago Rocha
Centro cultural Argentino de Montaña 2023