Después de la declaración del Volcán Llullaillaco como sitio sagrado, por parte del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI),se renueva la controversia sobre el destino de las momias Incas, tanto las llamadas Niños del Llullaillaco como la del Niño del Aconcagua
Desde el Centro Cultural Argentino de Montaña hemos realizado esta nota porque consideramos positivo esclarecer algunos puntos referidos al destino de los cuerpos momificados en ceremonias religiosas Incas, hallados dentro de nuestro territorio y cuyo destino futuro es motivo de conflicto entre distintos actores de la sociedad.
Nos encontramos en estos momentos en un resurgimiento del debate sobre cuál es el mejor lugar en donde merecen estar los tres cuerpos hallados en marzo de 1999 en Salta, en el Volcán Llullaillaco, conocidos como Los Niños del Llullaillaco, que son conservados y exhibidos en la actualidad en el Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM) situado en Salta capital.
Ello ocurre en razón de una disposición del INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) que ha declarado como sitio sagrado al Volcán Llullaillaco y cuyos alcances han servido de argumento para gestar nuevos reclamos por parte de comunidades originarias asentadas en el lugar, que consideran como propios los restos de estos tres niños.
Simultáneamente en otra provincia argentina, en Mendoza, se ha decidido la restitución de una momia de un niño Inca encontrada en el año 1985 en el Aconcagua, y que fuera otro importante hallazgo de la arqueología, respondiendo a reclamos de comunidades originarias de ese lugar.
Las autoridades de Mendoza han resuelto que el cuerpo de la Momia del Aconcagua, ese niño que fue ofrecido en sacrificio por los incas en una ceremonia religiosa vuelva al lugar en donde fue hallado.
La ceremonia de ofrenda de este niño, conocida como Capacocha, es similar a la que se realizara en el Llullaillaco, con la ofrenda de los tres Niños. "Los Niños del Llullaillaco", fueron hallados en el marco de una expedición de la National Geographic Society comandada por el explorador Johan Reinhard. Los cuerpos permanecieron en el lugar por más de 500 años, y fueron ofrendados en uno de los rituales más importantes del imperio, en gratitud al sol, la Capacocha.
La controversia se reabre, como se dijera, en razón del dictado de la resolución Nro. 96/ 2022, firmada por su Presidente María Magdalena Odarada, que declaró, el 10 de junio de 2020, como Sitio Sagrado de los Pueblo Originarios al Volcán Llullaillaco.
En sus considerandos, la resolución de INAI recuerda que "numerosas comunidades y organizaciones indígenas a lo largo de dos décadas han solicitado la declaración de sitio sagrado a los enterratorios ubicados en el Volcán Llullaillaco y la restitución de 'La niña del Rayo', 'La doncella' y 'El niño', exhumados del centro ceremonial con restos humanos más alto del mundo, a 6.730 metros de altura, en la cumbre del volcán".
El INAI señala que el centro ceremonial Llullaillaco es "uno de los más importantes del continente, cuenta con un cementerio comunitario a 4.900 metros de altura, con un camino que incluye edificios que van desde la base hasta la cima, constituyéndose así en un centro de ofrendas único en el país".
Tanto la Momia del Aconcagua como los Niños del Llullaillaco se han conservado cuidadosamente, luego de sus hallazgos y han sido motivo de importantes investigaciones científicas a nivel nacional e internacional.
En Mendoza, mientras tanto a pocos meses de cumplirse 38 años de su hallazgo, la llamada Momia del Aconcagua regresará al lugar donde fue encontrada, ubicado a unos 5.300 metros de altura del cerro Aconcagua, Mendoza, según informó la Dirección de Patrimonio Cultural y Museos, dependiente del Ministerio de Cultura y Turismo de esa provincia cuyana.
Según informaron desde la mencionada cartera provincial, si bien la momia regresará a su lugar de origen allí se construirá un centro de reflexión para los turistas, será depositada en una cripta, por lo cual seguirá sin ser exhibida al público, tal como sucede desde que fuera trasladada al Centro Científico Tecnológico (CCT) de Mendoza, donde se encuentra conservada en perfecto estado.
Por su parte Los Niños del Llullaillaco se encuentran en un excelente estado de conservación gracias a la tecnología que el Museo de Arqueología de Alta Montaña ha creado al efecto.
Las momias se presentan en el Sector 4 del museo, dentro de unas cápsulas especialmente diseñadas para su correcta preservación a -20°C. De las tres cápsulas, sólo se presenta una por vez y van rotando por temporadas según lo crea conveniente el museo.
Se aplica un método de criopreservación, que logra replicar las condiciones de la montaña, con un continuo registro. Las temperaturas en el Volcán Llullaillaco se mantienen a -13°C en invierno y verano, mostrando mucha inercia térmica. Esa cifra constante significa que los cuerpos no tienen ni crecimiento ni decrecimiento de los cristales de hielo. La iluminación es filtrada en UV e IR, son luces de bajo nivel energético que se activan solo si uno se acerca a la cápsula.
Cabe destacar que si uno no quiere ver a los niños por cualquier motivo, hay un vidrio velado que protege la sensibilidad del visitante. Por esta misma razón, el museo no tiene redes sociales
Mario Bernaski, actual Director del Museo de Arqueología de Alta Montaña, manifestó su opinión acerca del tema a diferentes medios periodísticos aclarando que dentro de la Ley de Patrimonio se ha otorgado la custodia de todo Llullaillaco y de los niños en particular”.
Asimismo, Mario Bernaski explicó en una entrevista que el sistema por el cual funcionan las cápsulas: “Las cápsulas tienen un sistema muy particular y complejo, fueron diseñadas por mi padre y construidas por IMBAP con tecnología de punta y que nos permite asesorar a nivel internacional respecto a la conservación patrimonial en temperaturas bajo cero de forma estable. Así que para nosotros, como equipo MAAM es un orgullo trabajar en preservar el pasado en pos de la sociedad y su historia.
De hecho, nosotros hace poco tuvimos una Ceremonia de Armonización que la pidió la Comunidad Coyas Unidos y se hizo toda una armonización chamánica dentro del Museo que es la primera vez que se hace, ellos estaban muy contentos de que estén conservados en forma estable porque ese lugar ha sido considerado como un espacio espiritual para ellos”.
Y Mario Bernaski añadió: “Sabemos que el MAAM es un espacio dinámico, de debate, amplio y que la sociedad irá planteando todo tipo de debates que son bienvenidos para favorecer a la pluralidad y las distintas ópticas. Muy pocos lugares en el mundo tienen esta tecnología, no tengo dudas que éste es un espacio de estabilidad y conservación que necesitan, en sus antípodas tenemos el Santuario Andino dinamitado, donde tenemos ese cuerpo destrozado para robarle las pertenencias”
Para el director del MAAM, el tema de la restitución de los cuerpos se debe abordar "desde la cosmovisión andina" porque, "más que una cuestión territorial, es una cuestión abarcativa de todo lo que tiene que ver con la cuestión del incanato". "Él Llullaillaco es un sector ceremonial muy importante, quizás el más importante del incanato, tanto que es el punto más alto donde se halla una plataforma ceremonial", explicó Bernaski, quien destacó "el tránsito que tuvieron los niños desde el Cusco hasta acá, de aproximadamente seis meses, realmente una odisea". Cusco es ciudad ubicada en los actuales Andes peruanos, que supo ser la capital del Imperio Inca.
En este sentido, Bernaski agregó que "entender la ceremonia de la Capacocha es abordarla sin los límites geográficos de Argentina, Chile, Bolivia y Perú. Es un abordaje mucho más amplio y complejo, sin desconocer a la gente de Tolar Grande, porque es abarcativa".
"Si me permite la analogía, el Llullaillaco es la catedral de Collasuyo. Es imponente por la estructura, por la manifestación en sí de la ceremonia", sostuvo el director del MAAM, quien precisó que "en Salta tenemos alrededor de 30 sectores ceremoniales preincaicos e incaicos, todos ellos prehispánicos". Luego, consideró que la discusión acerca de la restitución de los niños debe darse: "Creo que hay que sentarse con todas y todos a charlar el tema", y añadió que "somos un espacio realmente de debate, pero nuestro rol primario es conservar, mantener, indagar y transmitir esta cultura".
Además, contó que, en 2007, antes de hacer la apertura de la exhibición de los niños, las autoridades del museo se reunieron con 15 caciques de comunidades originarias, y uno de ellos dijo "déjalos que cuenten en su silencio".
"Esa es la idea, dejarlos que cuenten en su silencio, en un marco de respeto. Por supuesto que es debatible, genera sensaciones, a unos les gusta, a otros no, pero nos da la posibilidad de verlos, indagar y nos transmiten una cultura que sigue estando viva en nuestra forma de pensar y hacer las cosas. Es una cuestión de aprendizaje e identidad que nos van ayudando a recuperar", concluyó.
Tras los renovados reclamos de los pueblos originarios asentados en la zona del Llullaillaco, se alzan voces que dicen que devolver o “restituir” los niños del Llullaillaco a la aridez y el frío de la montaña será exponerlos al abandono y al posible vandalismo, como ya ha sucedido en otros casos.
Estos restos momificados de tres niños del Llullaillaco, con sus respectivos ajuares mortuorios sacrificado en ritos religiosos vigentes en la época han sido, a partir de su descubrimiento, motivo de múltiples investigaciones y análisis realizados por científicos argentinos y extranjeros y los cuales permitieron ampliar notablemente los conocimientos sobre los antiguos habitantes de nuestro territorio y continúan siendo una valiosa fuente de información.
En junio de 2001, por ley del Congreso, los cadáveres de los tres niños fueron declarados “bienes históricos nacionales” y la cima del volcán, “lugar histórico”. Tal declaración avalaría, para aquellos que se manifiestan contrarios a su traslado, que ellos representan patrimonio propio de y para todos los argentinos y no solo de un sector o grupo determinado. Las momias de los tres niños, tal como ha ocurrido en el resto del mundo en situaciones similares, suscitaron encendidas polémicas acerca del destino y el respeto que merecen en su carácter de restos humanos.
Existe al respecto un antecedente ya que en 2012, en un caso similar, los restos de más de cincuenta indígenas tehuelches que se encontraban en el Museo Gobernador Tello, en Viedma, fueron trasladados e inhumados en un sitio en las afueras de esa ciudad, declarado luego “sitio sagrado” por el INAI. Sin embargo ese hecho no sería comparable ya que Los Niños del Llullaillaco tienen ya para toda la humanidad y en especial para todos los países americanos herederos de la Cultura Incaica un valor de tal relevancia científica que arriesgarse a su emplazamiento fuera de las condiciones actuales de conservación sería una aventura más que riesgosa.
Esta postura de oposición al traslado pone de relieve la gravedad de la cuestión que se plantea ya que con el argumento de que ha habido una profanación se produciría la finalización de numerosas e importantes investigaciones antropológicas y arqueológicas que se llevan a cabo acerca del pasado común de todos los argentinos. El patrimonio cultural y espiritual de la humanidad se nos revela a través de muchos elementos, tangibles e intangibles; entre ellos, los restos de ancestros comunes. El interés científico y cultural que despiertan debe compatibilizarse con el respeto que merecen.
El asunto se torna más complejo cuando se esgrime una posible pertenencia exclusiva –y hasta excluyente– de esos restos a grupos o sectores sociales o étnicos determinado cuando, se argumenta, estas momias deben ser observadas con una mirada antropológica más amplia, abarcativa de todo lo relativo al incanato.
La Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas, aprobada en septiembre de 2007, y la Declaración de la Unesco sobre diversidad cultural de noviembre de 2001 se refiere a los derechos de los pueblos autóctonos o minoritarios, muchos víctimas de discriminación, objeto de procesos colonizadores y traslados forzosos que atentaron contra la protección, el respeto y la preservación de sus respectivas tradiciones y costumbres como parte del patrimonio común de la humanidad.
Esas declaraciones, cuyo propósito e intención explícita son la preservación de aquellos valores culturales y no su desaparición por abandono como consecuencia de su comercio ilegal, son precisamente las que esgrimen en la Argentina quienes dicen asumir la defensa de esos grupos para exigir innecesarias “repatriaciones” o “devoluciones a sitios sagrados”. Sin embargo estos argumentos parecen desconocer que ello llevará indefectiblemente a la desaparición de restos humanos de sus antecesores y, con ello, la memoria de su existencia.
A nadie escapa que, a partir del hallazgo de los niños del Llullaillaco se conoce mucho más acerca de quienes vivieron y murieron en el noroeste argentino en tiempos inmemoriales de lo que se había podido investigar durante generaciones enteras. Perder nuevamente esos conocimientos y aniquilar ese interés solo por devolver los restos de los niños a los lugares donde fueron sacrificados, lugares que ni ellos ni seguramente tampoco sus familias eligieron para su muerte pareciera innecesario.
Hay maneras cuidadosas, respetuosas en que la ciencia permite acceder a la investigación, preservación y conservación de restos humanos. Los más importantes museos del mundo se rigen por protocolos minuciosos que exigen e imponen el respeto más estricto a los restos o cadáveres de integrantes de nuestra raza humana. Hay protocolos que podrían aplicarse sin necesidad de recurrir a la repatriación que puede llevar al abandono, a la vandalización y a la profanación. Existe el riesgo de perder para siempre el rastro de su memoria y una fuente inagotable de información sobre el pasado común de todos los argentinos.
El Arqueólogo y Montañista Christian Vitry ha opinado sobre este tema :”Las momias del Llullaillaco forman parte del patrimonio cultural local. Me refiero a ese patrimonio que fue consensuado por un cuerpo social, es decir, toda la comunidad, incluyendo los grupos indígenas. Unos se identifican por territorialidad, otros por afinidad cultural y muchos por una gran cantidad de cuestiones personales que los vinculan a esos niños o ese momento de la historia” Agrega que “Si repasamos el derrotero seguido por esos niños desde el Cusco hasta el Llullaillaco, veremos que pasaron por muchas localidades, provincias, regiones y cuatro países. Y si revemos la ceremonia de la Capacocha, notaremos que los niños podrían provenir de cualquier parte de los Andes y no justamente de nuestro país o el vecino Chile”
Concluye así sobre el reclamo de devolución de las momias “¿Por lo antedicho, a veces resulta difícil comprender algunos reclamos de devolución. La primera pregunta que debemos hacernos es: ¿Devolver a quién?. Y la segunda: ¿A dónde.? Respecto a la primera cuestión, ya hicimos un breve repaso de las diferentes configuraciones geopolíticas a través del tiempo, las que nos llevan a concluir que no se puede devolver nada a algo que ya no existe tal como era, es decir, el Tawantinsuyu. Tampoco existen los incas como organización social y política. Investigaciones futuras podrán informar que estos niños provenían de cualquiera de los seis países andinos (Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia Chile y Argentina) ¿Habrá que devolverlos, entonces, al lugar donde indiquen las investigaciones?
En relación a algunas sugerencias de devolución a su lugar de origen, se entiende que éste corresponde al último lugar donde permanecieron por cinco siglos, o sea, la cima del volcán Llullaillaco, aunque los niños hayan sido de otros lugares. Pues bien: tal devolución significaría la pérdida total y absoluta del patrimonio. ¿Por qué? Sencillamente porque nada perduraría allá arriba, ya que se robarían hasta las piedras, pues no existe manera de controlar un lugar tan inhóspito como ése. La intención de devolver los cuerpos a la montaña es simplemente una locura, es rifar el patrimonio, dejarlo en manos de nadie, quitando a nuestra sociedad la posibilidad de aprender y seguir generando vínculos de identidad y afectivos con las futuras generaciones. Es menester puntualizar, sólo para poner al lector en contexto, que cuando se realizan restituciones de cuerpos, se debe hacer con todo lo que formaba parte del mismo, tal sería lo correcto.” https://www.culturademontania.org.ar/ccam/upload/ARQ_ninos_llullaillaco_salta_072011.htm
Tras la publicación de esta resolución del INAI, el Equipo Pueblos Originarios del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) recordó, a través de la red social Facebook, que "hace 12 años la Comunidad Aborigen Kolla de Tolar Grande hizo una presentación donde pide la restitución de los restos de estos niños", solicitud reiterada en 2020, que "hasta ahora no tuvo respuesta".
"Por este reconocimiento creemos que es importante destacar que, desde hace aproximadamente 10 años, a través de la política que en este sentido ha tenido el INAI, y haciendo caso al pedido de numerosas comunidades, se han producido varias e importantes restituciones", expresó el Serpaj en su publicación.
Asimismo, puso a disposición un audio con declaraciones del encargado del área de Identificación y Restitución de Restos Humanos de los Derechos Indígenas del INAI, Fernando Pepe Tessaro, quien comentó que desde el organismo nacional se viene "acompañando a las comunidades originarias de Tolar Grande, Salta, y de todo el país, que han reclamado en sucesivos momentos la restitución y el retiro de la exhibición de los llamados Niños del Llullaillaco".
"Son las comunidades las que deciden sobre sus ancestros", dijo el funcionario, y agregó: "si consideran que se pueden trasladar, con las condiciones de criopreservación, hacia la comunidad, los vamos a acompañar, y si deciden que deben volver a la cima de ese altar sagrado tan importante, que es el Llullaillaco, donde se preservaron durante 500 años en óptimas condiciones, también acompañaremos el proceso".
El Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, respaldó el reclamo de restitución a las comunidades originarias de las momias de un niño, una niña y una adolescente de más de 500 años, hallados en el Volcán de Llullaillaco, provincia de Salta, recientemente declarado “sitio sagrado” por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).
“Apoyo para que sean restituidos los antepasados (de esas comunidades), que los antepasados puedan volver a sus comunidades y lugares de origen.
Entiendo que deben tomarse cuidados con la conservación de esos restos, pero apoyo que se pueda llegar a una solución conveniente para todos”, expresó Pérez Esquivel en un video difundido por Marco Bufano, fotógrafo del colectivo Guías (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social), quien registra apoyos para las comunidades en lucha.
Estos reclamos consideran que el hallazgo no resultaría ser sino una profanación, por cuanto el "Yuyai Yaku" (nombre del volcán en quechua) representa para los pueblos originarios andinos una montaña sagrada o "apu", la cual mantiene y protege en su seno los cuerpos de sus hermanos y hermanas ancestrales (pallku).
Antepasados que yacen en sus "chullpa" o enterratorios sagrados manteniendo un equilibrio energético vital en el espacio tiempo o "pacha", tal como lo determina la cosmovisión y la cosmovivencia espiritual de los pueblos originarios andinos. Por ello inmediatamente después de haberse producido el hallazgo de las momias en la cima del volcán, las voces en contrario al traslado de los cuerpos de los niños muertos se fueron multiplicando de modo incesante.
En esta corriente de pensamiento se entiende que los cuerpos han sido transformados en mercancías de atractiva exhibición y todo bajo el pretexto de un supuesto interés científico desde su traslado en 2004 al Museo de Alta Montaña (MAAM) de la ciudad de Salta.
Existen otros hitos en la lucha que vienen librando las comunidades en relación a esta cuestión de los restos mortuorios.
Sin lugar a dudas, uno de los mencionados hitos lo constituyó el XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina de 2004, celebrado en Río Cuarto, Córdoba. Evento en el cual confluyeron tanto miembros de pueblos originarios como prestigiosos arqueólogos, y en el cual se concluyó a favor de "la no-exhibición de los cuerpos de Llullaillaco y todos los restos humanos que se encuentren en colecciones de museos del país para respetar la sacralidad ancestral de los restos humanos y sitios indígenas".
Posicionamiento que se vería reforzado un año después, en el marco del 1° Foro Internacional de Educación Intercultural Bilingüe de Enseñanza Indígena, donde los representantes de las diferentes etnias indígenas emitirán el denominado "Pronunciamiento de Llullaillaco". Presentado por las comunidades originarias de nuestro país y de otros países latinoamericanos como Chile, Bolivia y Ecuador en términos de: " Pronunciamiento indígena en contra de la profanación y saqueo de la montaña sagrada Llullaillaco (YUYAY YAKU) en Salta, y en repudio contra la exhibición de los cuerpos de los tres niños en el MAAM (Museo de Alta Montaña)".
En uno de los pasajes del mencionado pronunciamiento, los miembros de los pueblos originarios expresan:
"1) Denunciamos la profanación del Lugar Sagrado y del enterratorio (figura jurídica "Profanación de Tumbas") exigiendo la acción penal que corresponda, contra los responsables de dicho saqueo y profanación. Así mismo, repudiamos todo saqueo, profanación, usurpación y usufructo de la Herencia Cultural Ancestral (Patrimonio tangible e intangible) de los Pueblos Originarios a lo largo del territorio Continental en particular, y del resto del mundo en general. 2) Condenamos y denunciamos ante la opinión pública mundial, la pretendida exhibición de estos Niños, seres humanos con el Derecho al descanso en paz y al respeto de su intimidad.
También condenamos y denunciamos la exhibición de otros cuerpos y restos humanos en otros lugares, acción que viola todo derecho Humano y que demuestra la ideología morbosa que quieren ejercer e imponer algunos museos, producto de un poder violento que atenta contra la ética y la moral de todos los pueblos del mundo".
Resulta importante destacar que la legislación argentina, al igual que su par estadounidense, tampoco es ajena a la problemática de restitución de restos humanos. Basta recordar que, a fines de 2001, se sancionó la Ley 25517, la cual establece en su artículo 1º que:
"Los restos mortales de aborígenes, cualquiera fuera su característica étnica, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas, deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen".
Por otra parte, la propia Constitución Nacional, en su artículo 75 inciso 17, por medio del cual se reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos, pone especial énfasis en el respeto a la identidad de los pueblos indígenas; así como, en la necesidad de asegurar su participación en la gestión de todos aquellos intereses que los afecten.
En esta misma dirección se inscribe la ratificación que Argentina hiciera en 1992 del Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales, mediante la ley 24.071. Dicho Convenio establece que los Estados Miembros deben garantizar una amplia participación de las comunidades indígenas en todas aquellas cuestiones que les atañen, incluyendo los aspectos culturales, del respeto a sus tradiciones, costumbres y creencias.
El tema es delicado y posee numerosas aristas. Aun confiando en que ambas posiciones actúan con buenas intenciones en la defensa de su postura consideramos que sería de gran valor que se pudieran acercar las visiones en un diálogo constructivo con el propósito mayor de defender a la cultura, respetando los avances científicos y las conclusiones a las que se ha llegado a partir del estudio de estos cuerpos. Sin duda estos valiosos tesoros arqueológicos requieren de su preservación para las generaciones futuras ya que son un patrimonio común, como lo es todo aquello que pueda iluminar la historia de nuestra civilización.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023