Historia · Personajes

Biografía del famoso geólogo y explorador Walter Schiller

Este alemán que supo conjugar su curiosidad científica con su pasión por la montaña llegó a la Argentina en 1905, llamado por el perito Francisco Moreno, para que se dedicara a la investigación en el Museo de la Plata y en la Comisión de límites con Chile, perdió su vida en 1944, congelado en el Aconcagua

Por José Herminio Hernández. Montañista, Coronel (RE)

Edición: CCAM



Nació en la pequeña localidad de Dahme, en la provincia de Brandemburgo, cerca de Berlín, más precisamente a setenta kilómetros al Sur, en Alemania, el 26 de mayo de 1879. Hijo de Rudolf, doctor en química, ejercía su profesión en el lugar. Realizó sus estudios primarios en Klein Wanzleben, pueblito en la provincia prusiana de Sajonia, luego realizó sus estudios secundarios clásicos, en Brunswick.

 

De izq. a der.: Schiller, Link, Adriana Bance, Kneidl y la Sra. Grimm


Los estudios superiores de geología los realizó en Jena, Berlín y Freiburg in Breisgau y de esta última finalizó egresado en mayo de 1903, con el título de doctor en Filosofía, obteniendo la más alta calificación, o sea, magna cum laude.

Realizó en los años 1901, 1902 y 1903, algunos viajes de estudio y de exploraciones geológicas, en varias regiones de Alemania, Suiza, Austria y España, lo cual le sirvió para desarrollar sus aptitudes de poligloto. 

Prestó el servicio militar durante parte de los años 1903, 1904 1905, en los batallones de cazadores alpinos, en Alsacia; y en 1904, publicó una parte de un trabajo importantísimo, que comprendió el levantamiento geológico detallado de una áspera región de los Alpes, perturbada por dislocaciones tectónicas de un tipo hasta entonces desconocido, que el joven investigador descubrió.

Seguramente, en el año 1905, ya eran muchos los que daban cuenta de que en el jóven Schiller, había una precocidad fuera de lo común, asociaba a un espíritu de observación muy agudo, a una preparación sólida y una resistencia física excepcional.

La primera noticia acerca de la actividad de Walter Schiller, como geólogo se halla en su breve artículo de Gustav Steinmann, entonces profesor de Geología en la afanada Universidad Ludovica Albertina de Freiburg in Breisgau, sobre la tectónica de cierto sector de las montañas del Jura, en el Norte de Suiza, artículo que apareció en el año 1902, en el Centralblall für Mineralogie. Una noticia algo vaga, fue la que Steinmann, dio sobre Schiller, siendo uno de sus discípulos que, en la primavera de 1902, lo ayudaron en el levantamiento geológico de las quebradas del Münlizwil y de Oensingen, en el cantón de Soleure; de todas formas, es importante, porque nos relata las actividades del joven Schiller, efectuando trabajos geológicos en una región sumamente instructiva y bajo la dirección inmediata de un excelente maestro.

También se sabe por otra fuente los trabajos realizados por Schiller, en otro sector de los Alpes.

 

Walter Schiller en el año 1943


Su llegada a América

 

Fue el último de los hombres de ciencia que el perito Francisco Pascacio Moreno, llamó de Europa para que se dedicara a la investigación en el Museo fundado por él.

Pero el perito Francisco Pascacio Moreno, no tuvo la satisfacción de seguir de cerca la actuación de este estudioso que había con tanto acierto elegido, pues poco después, al resolver la nacionalización del Museo de La Plata, renunció a su cargo de director.

Cuando llegó a la Argentina, el doctor Walter Schiller, apenas tenía veintiséis años; sin embargo, su reputación ya estaba sólidamente establecida, así que su designación para ocupar el cargo de jefe de la sección de Mineralogía y Geología en el Museo de La Plata, contó con la aprobación de los entendidos.

Con mucha razón el perito Francisco Pascacio Moreno, podría alegrarse de haber conseguido la colaboración de un hombre dotado de tan valiosas cualidades. Pero Francisco Moreno no tuvo la satisfacción de seguir de cerca la actuación del estudioso que había con tanto acierto elegido, pues lamentablemente ya no se encontraba.

Nos decía el doctor Enrique Fossa Mancini: En su publicación de 1904, sobre el grupo montuoso del Piz Lischanna, en la Baja Engadina, el propio Schiller nos decía que inició el levantamiento geológico de aquella dificilísima zona en el verano de 1901 y que lo finalizó en el año 1902. 

Este levantamiento, que constituyó la parte más esencial de su trabajo de tesis, abarcó una aérea de más de 150 kilómetros cuadrados, que era una zona sumamente accidentada: a la derecha el río Inn, que en este trecho corría a poco más de 1.000 metros SNM., donde el terreno se levanta rápidamente hasta más de 3.000 metros y hay varias cimas que pasan de esta altura y están separadas por glaciares que ocupan las partes superiores de valles angostos y profundos. 

Basta mirar el mapa geológico que trazó Schiller en esos sectores para darse cuenta de  quién lo trazó, era un investigador sagaz y meticuloso y, a la vez, un excelente alpinista. 

El conjunto de muchísimas observaciones minuciosas permitió a Schiller, entre otras cosas, señalar, en las inmediaciones del Piz Lischanna, la existencia de varias superficies de corrimiento en una serie de formaciones sedimentarias que se siguen en un orden aparentemente normal, pues las del Titoniano descansan sobre las del Liásico, que a su vez se asientan sobre las del Triásico superior. 

Fue así que un principiante descubrió un tipo de dislocaciones que nadie anteriormente había visto en los Alpes, donde todos buscaban las cobijaduras típicas, que ponen rocas más antiguas encima de rocas más recientes. 

Schiller, elaboró los resultados de sus trabajos de campo en el Instituto de Geología y en el de Mineralogía de la Universidad de Freiburg, bajo la guía de G. Steimann y de A. Osann, respectivamente. Seguramente, la excelente preparación de Schiller, en el campo de la mineralogía y de la petrografía era debido en gran parte a la enseñanza que le había impartido Osann, como también a la gran variedad de rocas y minerales que halló en la Engadina.

Después de haber terminado su carrera universitaria, Schiller volvió, en el verano de 1903, a la baja Engadina y extendió hacia el Nordeste el levantamiento geológico por otros 60 kilómetros cuadrados, abarcando también el faldeo septentrional del Piz Lad. En el invierno siguiente, con oportunas investigaciones de gabinete, completó su estudio, cuyos resultados fueron publicados dos años después, cuando él ya prestaba valiosos servicios en la Argentina. 

Llegado a la Plata en julio de 1905, Schiller, seguramente quedó conforme con el nuevo ambiente que se le presentaba, pues pocos meses después llegó de Alemania, la señorita Julie Thieme, su novia; que luego se convirtió en su esposa, cuando el 4 de noviembre de 1905, contrajo matrimonio, de cuya unión nacieron dos hijas, Hilde e Ilse, y su hijo, Werner, los cuales, heredaron la inteligencia y espíritu altruista de su ilustre padre. La esposa de Walter, falleció en el año 1933, después de una muy larga y dolorosa enfermedad, soportada con una admirable serenidad. La desaparición de esta excelente dama, fue un golpe muy grande para Walter, fue un golpe terrible para él, el cual, se pudo notar con el paso del tiempo, las señas evidentes del intenso sufrimiento interior y del amor hacia su cónyugue.

Walter Schiller había sido llamado por el perito Pascacio Moreno, para que reemplaza al doctor Rodolfo Hauthal, en el cargo de jefe de la sección Mineralogía y Geología, haciéndose cargo de la misma el 1 de agosto de 1905, dispuesto a consagrarle toda su actividad y deseoso de continuar dignamente la obra iniciada por su antecesor, cuyos escritos bien conocía.

 

Walter Schiller en Sierra de la Ventana

 


Su pasión por la montaña

 

Hauthal, era además un gran escalador, que el tiempo que trabajó tanto en el Museo de la Plata y en la Comisión de límites con Chile, había logrado realizar varias ascensiones, entre ellas, el Nevado de Famatina, el Aconquija, el cerro Rincón de la Puna de Atacama y otras montañas más.

Es de imaginar que desde el momento que decidió venir a la Argentina, Walter Schiller, deseaba examinar de cerca el coloso de los Andes y llegar hasta la tan ansiada y espectacular cumbre, donde otros decían que era un volcán y él, quería descubrir ese cráter que seguro desde la cumbre podría ver.

El doctor Federico Reichert, nos describía en su momento cómo fue su amigo y compañero de aventuras: Schiller fue, ya como estudiante, un ferviente amante del alpinismo y fue con el que suscribe, uno de los pocos que han practicado el deporte del esquí, en la época de la infancia del esquismo en Alemania y en los Alpes. 

Ha acompañado al infrascripto en varias atrevidas ascensiones alpinas, por ejemplo: la primera ascensión del Blindenhorn, de 3.200 metros, con esquíes, junto con su colega de estudios, el muy conocido esquiador y escritor Henry Hoek, en el año 1902.

Llegando a la Argentina, en el año 1904, por intermedio de los geólogos Hauthal y Roth, se incorporó al Museo de la Plata, el que en ese momento estaba bajo la dirección del doctor Francisco Pascasio Moreno. 

Schiller, como geólogo prominente y de gran afán, fue uno de los primeros que intentaron trepar la cima del Aconcagua, en el año 1905, empresa que casi le costó sus pies, los que sufrieron un principio de congelamiento en el transcurso de la travesía que hizo desde el Valle del Río de los Patos, en dirección al Valle de Horcones Superior. 

Si no llegó hasta la cúspide, el mérito indiscutible de Schiller es de haber sido el primero que supo descifrar la complicada geología del macizo del Aconcagua. Su obra fundamental sobre la constitución geológica titulada “La Alta Cordillera de San Juan y Mendoza”, apareció en 1912, en el quinto del tomo VII de los “Anales del Ministerio de Agricultura de la Nación”, Sección Geología, Mineralogía y Minas. 

Contiene éste una importante información geológica y sus argumentos intachables comprobaron que el Aconcagua, no es un volcán. 

Schiller, fue también, uno de los primeros geólogos que han contribuido en la exploración de los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia, acompañado al que suscribe en el año 1910, a esa región Patagónica.

Con el doctor Walter Schiller, se cerró el ciclo de los hombres de ciencia extranjero que fueron llamados por Francisco Pascacio Moreno para ocuparse del museo de La Plata y desarrollar los planes previstos de investigación geológica en su momento. 

Su actividad en el museo se prolongó durante más de 30 años, si bien con una breve interrupción que coincide con la conflagración europea y continuó hasta su trágica muerte en el año 1944, cuando intentaba nuevamente ascender el Aconcagua como miembro de la infortunada expedición dirigida por Juan Jorge Link.

 

Campamento de Plaza de Mulas. Walter Schiller (a la derecha) y Jorge Link comienzan a armar la casilla que luego quedo en el refugio Link. Al fondo, el Glaciar de los Horcones. 9 de febrero de 1944. Foto: Mario Bertone

 

Una vista del glaciar Horcones Superior. Foto: Libro Historia del Aconcagua, Autores: Mayor Mario Punzi, Mayor Valentín Ugarte y Mario de Biasey. Biblioteca del CCAM

 

 


La tarea científica

 

Sus investigaciones en el país las realizó en la alta montaña. En el año 1906, llevó a cabo con Lehaman Nitsche, los estudios de la Cordillera de los Andes en los alrededores de Puente del Inca, actividad esta que le dedicaron una semana y que llegaron a los 6.000 metros, aproximadamente, cuando empezó una tormenta que los obligó a descender. 

Enrique Fossa Mancini, nos decía: Estudioso del Aconcagua, demostró que el mencionado cerro no era un volcán, aunque en la parte superior estaba constituido por rocas volcánicas y piroclásticas, no era de ninguna manera un volcán. 

Vio, además, que las rocas rojizas que formaban, esencialmente, la parte superior o más alta del Aconcagua, eran tobas andesitas; debajo de estas tobas y separadas de ellas, según Schiller, por una superficie de corrimiento, había una serie de mantos de andesitas de diversos colores, espesa varios cientos de metros; más abajo había una sucesión de bancos de areniscas rojas, asociadas con conglomerado y brechas, y finalmente, estratos de calizas con intercalaciones de yeso.

Schiller, descubrió que todo el conjunto había sido plegado con cierta regularidad por un enérgico movimiento orogénico que razonadamente atribuyó al Terciario superior; y habiendo comprobado que las calizas eran, por lo menos una parte del Jurásico superior, llegó a la conclusión de que las tobas andesitas de la parte superior del Aconcagua eran del Terciario inferior o del Cretácico.

En el breve espacio de una semana, Schiller, se había formado una idea clara de las condiciones geológicas de toda la región comprendida entre Puente del Inca y la cumbre del Aconcagua.

Schiller, dio cuenta de sus descubrimientos en una nota preliminar que apareció en el año 1907, en el tomo XXIV del Neues Jahrbuch für Mineralogie. 

El compendioso texto está convenientemente aclarado por un bosquejo topográfico y por buenas ilustraciones; entre ellas se destaca una serie, particularmente expresiva, de cortes geológicos dibujados y dispuestos con tanta habilidad, que al mirar la lámina se tiene la sensación del relieve. 

 

Campamento bajo nieve, al borde del ventisquero Horcones superior.

Foto: Libro La Exploracion de la Alta Cordillera de Mendoza por Federico Reichert. Biblioteca del CCAM


El mismo trabajo debió ser publicado en español en el tomo XIII de la Revista del Museo de la Plata, según anunció el propio Walter Schiller; pero no apareció ni en el tomo XIII, publicado en el año 1906, ni en el siguiente.

Inmediatamente, después de haber regresado de su primer viaje de estudio en la Argentina, Schiller, debió dedicar parte de su actividad a la enseñanza, pues en fecha del 1 de febrero de 1906, había sido nombrado profesor titular de Mineralogía en la Universidad Nacional de la Plata. Sin embargo, durante el año académico 1906, pudo realizar algunas excursiones en la provincia de Buenos Aires. 

Hauthal, se había ocupado también de la geología de las sierras de la parte austral de esta provincia y había expuesto sus ideas al respecto en varias publicaciones aparecidas entre los años 1892 y 1904. 

Schiller, visitó algunas de estas sierras en septiembre de 1906, observando particularidades notables que Hauthal, no había visto, y pensó en una nueva interpretación de la estratigrafía y de la tectónica de las sierras de la Ventana, de Pillahuincó, Bravard y Cura-Malal.

Conocemos aquellas primeras impresiones de Schiller, por cuanto están resumidas, en forma sucinta pero muy claras, en una carta que el doctor Juan Keidel dirigió al profesor Eduardo Suess, el 25 de diciembre de 1906, y que, por su extraordinaria importancia fue comunicada por el destinatario a la imperial academia de ciencias de Viena y publicada en el año 1907, en la primera parte del tomo CXVI de sus actas.

En los primeros tres meses de 1907, Schiller, se dedicó a las exploraciones geológicas en la Precordillera y en la Alta Cordillera, en las provincias de San Juan y Mendoza.

En febrero, después de haber estudiado los alrededores del Paso del Espinacito, remontó por el valle del río de los Patos hasta las nacientes del río Volcán. “A este punto decía Schiller, despedí a dos peones con los animales, dejando casi todo el equipaje y las colecciones, y continué solo mi viaje por el lado Noroeste del Aconcagua y la línea divisoria, llegando al cabo de ocho días en dirección al Sudeste, hasta Puente del Inca, bajando por el valle de Horcones. A causa del mal tiempo, tuve que suspender, a una altura de 5.300 metros, mi ascensión al cerro más elevado de ambas Américas.

Habiéndoseme helado los pies me hallé en la imposibilidad de continuar mis estudios y después de una permanencia de doce días en Puente del Inca, regresé en ferrocarril a La Plata”. 

 

Perfil geológico transversal a través del Valle Horcones, Aconcagua. Estudio realizado por Walter Schiller.

 

 

Es admirable la serena indiferencia con que Schiller relata lo que le pasó en su segunda tentativa de escalar el Aconcagua y que en realidad fue algo terrible.

No llevaba carpa, ni bolsa de dormir y para alimentarse sólo le quedaban algunos terrones de azúcar y un frasquito de alcohol. Tuvo que refugiarse en una anfractuosidad de la roca durante dos días y las dos noches que duró la tormenta. Al tercer día, aunque con un principio de congelamiento, logró salir de allí y se dirigió penosamente hacia el Valle de Horcones. Después de días de marcha llegó al glaciar de Horcones, en cuyo borde cayó entre dos grandes piedras, quedando encajado entre ellas en una posición sumamente penosa. 

Al día siguiente, por una de aquellas casualidades que tiene aspecto de milagros, pasaban justamente por ahí, cerca de él unos arrieros de una expedición holandesa; lo escucharon y lo vieron y lo sacaron. 

Este relato se encuentra en el libro que publicó Tibor Sekelj, llamado Tempestad en el Aconcagua, donde relató lo sucedido y que fuera contado por el propio Walter Schiller, una semana antes de perecer en el año 1944. 

Estudió también la precordillera, la cordillera patagónica, las sierras de la provincia de Buenos Aires, la región petrolífera de Neuquén y del Chubut, los yacimientos metalíferos de La Rioja, y otras, en Brasil, en Bolivia y en Uruguay. 

Se dedicó a la paleontología en la región de Río Negro y descubrió los esfenodontes. El jefe del Departamento Científico de Geología del Museo de La Plata y profesor Emérito de la Universidad Nacional de La Plata, Alfredo J. Cuerda, nos decía: El doctor Walter Schiller, fue un hombre de una infinita bondad y dulzura, que irradiaba a través de sus profundos ojos azules. 

Era su costumbre llevar fragmentos de azúcar en sus bolsillos, los que ponía en boca de los caballos que tiraban de los Mateos, que para esos años se alineaban en las proximidades de nuestro Museo. Gran amigo de perros y gatos, aquellos perdidos encontraban seguro refugio en su casa. 

En la docencia se entregaba por entero a sus alumnos ya en el aula o en su pequeño despacho del Museo. Un pequeño recuadro con letrero aclaratorio fijado en la puerta de su acceso, advertía si se encontraba o no en el mismo y donde se lo podía ubicar en esos momentos. 

Y este escritor agregaba de este científico y montañés, al servicio de Argentina: Muchas veces pensé que su interés inicial por la Geología hubiera sido inducido por la brillante escuela de geólogos alemanes, que con su Geologie der Erde, cubrían una buena parte del planeta, pero no fue así. Según me manifestara en su oportunidad, el propio Schiller. 

Pedro N. Stipanicic y Alfredo J. Cuerda, nos relataban en su escrito, Pioneros de las ciencias geológicas y afines de la argentina y algunas de sus anécdotas: Era un hombre modesto, sencillo y de gran saber. 

Lo más notable del caso era que no siguió geología según una tradición germánica en la materia, su vocación geológica lo hizo por sugerencia y fue despertada por el compositor musical alemán, Paul Lincke, gran compositor de operetas, cuyas melodías son bien conocidas, en especial porqué actualmente y como es de tradición, todos los conciertos de música clásica al aire libre de la Filarmónica de Berlín (Berliner Philharmoniker), deben terminar, a pedido del público, con su conocida melodía Atmósfera Berlinesa (Berliner Luft), que todos los grandes directores de orquesta de tal agrupación la aceptan complacidos (como von Karajian, Zubin Mehta y Claudio Abbado, entre otros). 

No debemos olvidar que uno de los primeros perfiles que señalaron la intrincada estructura tectónica al Sur del Aconcagua, sobre el río Mendoza, con sus grandes corrimientos, se debió a Schiller. 

Cuando llegó a la República Argentina, en los albores del siglo XX, con el aquel movimiento renovador que trajo a la Argentina, tantas mentalidades claras y fuertes para el impulso de nuestras artes y de nuestra ciencia a la categoría de esos momentos. 

Walter Schiller, fue llamado por el perito Francisco Pascasio Moreno, el héroe civil de la Patagonia Argentina, para ocuparse de la organización del Museo de La Plata y desarrollar los planes de investigación geológica previstos en su momento

A pesar de su corta edad, tenía gran experiencia en el campo de la geología, especialmente en relevamientos geológicos de alta montaña, en sucesivas campañas efectuadas. Su experiencia en este tipo de relevamientos, sumado a sus excepcionales aptitudes físicas, le permitió años más tarde abordar sin dificultades el estudio geológico de la alta cordillera Central de los Andes. 

 

Jorge Link preparando sus botines para la ascensión al Aconcagua de 1944.

Foto: Libro Tempestad sobre el Aconcagua por Tibor Sekelj. Biblioteca del CCAM
 


La docencia 

 

Con un título de doctor en Geología y un enorme caudal de conocimientos, el profesor Schiller, comenzó a dictar su cátedra, en el Museo de la Plata. Pero su vida en la Argentina estaría señalada con el noble destino de los grandes maestros. 

Amplia y generosa fue desde entonces su actividad. Poco a poco se identificó con la vida y la tierra argentina. 

Aprendió a querer al país y consagró a él, sus mejores afanes, pero no olvidó nunca su patria lejana. Su espíritu abierto a todas las corrientes científicas, volcó en la cátedra, sin egoísmos sus más puros conocimientos. 

Bondad y generosidad, fueron en él virtudes innatas. El respeto y el cariño a los alumnos y colegas, fueron justo premios a su ejemplar dedicación a la enseñanza. Recorrió el país, investigó y estudió las capas geológicas; la estructura del suelo argentino, no tuvieron secretos para el doctor Schiller. 

El propio Schiller, escribió en su momento: Yo conocí por primera vez esta región en el año 1905. Apenas hube llegado al país, me encaminé hacia la cordillera, que me atraía poderosamente, en parte por sus panoramas casi inexplorados, y en parte por mis curiosidades de geólogo. Pasé en los Andes de Mendoza y San Juan, los tres veranos subsiguientes y cada vez me sentía más perteneciente a estas montañas. Crucé valles, subí cerros, escalé cumbres; sólo el Aconcagua se me resistió. 

Desde sus inicios en la repartición a partir de 1905, Schiller, se dedicó a estudiar la parte más elevada de los Andes: la región del Aconcagua. 

Allí descubrió la ausencia de Lías y parte del Dogger, con la superposición del Calloviano sobre estratos paleozoicos atravesados por pórfidos cuarcíferos e identificó al Yeso Principal. 

También reconoció el carácter dominantemente clástico del Cretácico temprano y la importancia de los depósitos molásicos terciarios, destacando la existencia de un intenso tectonismo Cenozoico expresado en sobrecorrimientos e intensos plegamientos. 

En el Museo de la Plata, donde siempre dictó sus cátedras de Geografía Física, Geología y Mineralogía, llegó a ser el Vicerrector y Consejero Académico. 

 

Retrato de Walter Schiller


El desafío del Aconcagua

 

Acaso desde su primera juventud supiese Schiller de la invencible sugestión de los Andes, de labios de su profesor de Freiburg, Gustav Steinmann, conocedor a fondo de la compleja orografía boliviana. Lo cierto fue que, a su arribo a Buenos Aires, Federico Reichert, su amigo, lo interesó en la empresa de intentar la ascensión del Aconcagua, y desde ese momento, el magnético al monte americano se le clavó en la mente y en el corazón y ya no lo dejó dormir. 

El primer contacto del alemán y su cerro se verificó en marzo de 1906, por la clásica ruta de la quebrada de Horcones, sobre la ilustre huella de Habel, FitzGerald, Conway y Reichert. 

Pero un mal comienzo, por el mal tiempo, solamente le permitió llegar hasta los 6.000 metros, lugar desde el cual debió regresar por el violento temporal que le atacó y le hizo retroceder. 

Su primera experiencia en el Coloso, no fue del todo buena y es muy bueno leer parte de lo que describe el mismo, Walter Schiller, cuando venía bajando, corrido por el temporal, Arrastre mi cuerpo, que sólo era un esqueleto, penosamente, en la esperanza de llegar a algún lugar habitado, pero aún faltaba mucho. Repentinamente resbalé y caí entre dos rocas, con la cabeza hacia abajo y los pies aprisionados. Hice esfuerzos sobrehumanos para salir de esa trampa, que me había tendido la naturaleza. Todo esfuerzo fue inútil; sólo podía mover la cabeza. Pasé en esa posición la noche y parte del día siguiente. No tenía esperanzas. Mis miembros que comenzaban a congelarse, no me dolían ya. Hubiera muerto de una muerte hermosa, pues al perder por la congelación los sentidos, no se sufre; se muere sin sentirlo, como un sueño. De pronto escuche voces que se acercaban. ¿Era verdad o engaño? Mi espíritu que se hundía en el mar del olvido, despertó nuevamente; con la última fuerza que me quedaba levanté una pierna para que sobresaliera de la roca y la moví para llamar la atención. Sólo la providencia pudo ayudarme. Las personas vieron la pierna y extrañados se acercaron sacándome de esa terrible trampa, me dieron de comer y beber, y luego, me atendieron en toda forma. Me llevaron rápidamente a Puente del Inca, donde quedé 12 días. Los hombres que me salvaron, eran baqueanos de la expedición del holandés Sillen. 

Cuando el científico alemán parte de regreso a Buenos Aires, ya el Aconcagua, sólido y desafiante, lo había prendado en su alma de aventurero y montañés, y había iniciado una firme vocación de andinista. 

En el año 1907, realizó solo y caminando desde el paso del Espinacito en la provincia de San Juan hasta Puente de Inca, en la provincia de Mendoza, entrando por el valle de los Patos Sur y siguiendo el río Volcán hasta sus nacientes, atravesó hacia el Aconcagua, saliendo por la laguna de Horcones. Schiller, fue uno de los que contribuyó, con sus estudios y exploraciones, al descubrimiento de los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia. 

 

Vista norte del Aconcagua


La búsqueda de yacimientos metaliferos 

 

En septiembre de 1908, Schiller, visitó en compañía del doctor Keidel, los cerros de Mazán, en la provincia de La Rioja, donde la presencia de filones de casiterita y wolframita había hecho concebir la esperanza de que hubiese ricos yacimientos metalíferos. Los dos eminentes geólogos efectuaron un estudio tan detallado y completo, que parece poco probable que quien vuelva a examinar aquella zona halle algo importante y nuevo para agregar a lo que escribieron. Este trabajo fue publicado en el tomo XX de la Revista del Museo de La Plata, en el año 1913.

En los meses de enero y febrero de 1909, Schiller, realizó una nueva serie de estudios en la alta cordillera de Mendoza, completando sus estudios anteriores en el Valle de Horcones. Estos estudios que realizó entre los años 1906 y 1909, fueron publicados en una importante edición que apareció en el año 1912.

No bien regresó de estas exploraciones, emprendió en los meses de abril y mayo de 1909, un viaje al Uruguay para realizar estudios del Departamento de Minas de la República del Uruguay.

El descubrimiento accidental de un importante yacimiento de petróleo en las inmediaciones de Comodoro Rivadavia, justificó la esperanza de encontrar en otras partes de la Argentina y también en regiones limítrofes, otras grandes acumulaciones del valioso líquido. Era natural, que se abrieran un nuevo campo de actividad para los geólogos que residían en la Argentina y que las empresas petroleras y los especuladores en concesiones mineras solicitaran la ayuda de aquellos que habían adquirido fama. Así Schiller, por las fuerzas de las circunstancias, se vio obligado a ocuparse también de geología del petróleo.

El primer trabajo como geólogo del petróleo consistió en un rápido viaje a Bolivia, que efectuó en febrero y marzo de 1910, para examinar ciertas concesiones que pertenecían a un conocido suyo, quien quería que el geólogo le indicara el grado de probabilidad que había para hallar petróleo explotable en cierto trecho de la Sierra de Aguaragüe y, además, le aconsejara los limites más convenientes para los permisos de cateo. 

En febrero y marzo de 1911, dedicó algunas semanas para nuevas exploraciones en la alta Cordillera de Mendoza, pero inmediatamente después, llamado por la Dirección General de la Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia, volvió a estudiar rápidamente las condiciones de aquel yacimiento petrolífero, regresando a La Plata en abril del mismo año.

En febrero y marzo de 1912, hizo un viaje al Brasil para estudiar los yacimientos auríferos de los alrededores de Cuiabá, en el Matto Grosso. Aprovecho la ocasión para recorrer la cercana Sierra da Chapada, donde notó interesantes particularidades en estratos del Devónico que afloran cerca de santa Ana da Chapada.

 

Flanco noroeste del Aconcagua a 6.200 mts. El lugar donde falleció Walter Schiller se encuentra entre las peñas que aparecen en segundo plano. 5 de marzo de 1944. Foto: Mario Bertone


En la primera guerra mundial

 

El estallido de la Primera Guerra Mundial, podría creerse que duraría unas semanas o pocos meses, pero después de la batalla de Ypres, en noviembre de 1914, todos aquellos que conocían algo de historia, podían suponer que esto llevaría sangre y muchos años de conflicto.

Walter Schiller, era un hombre valiente y generoso y no podía resignarse a quedar como espectador de este evento desde la pacifica y opulenta Argentina, mientras sus compatriotas sufrían y daban su vida por defender su patria. 

Al volver de una campaña en Comodoro Rivadavia, en el año 1915, se ausentó del país viajando de incognito a su tierra natal, aquí dejó todo lo que tenía, inclusive a su esposa, para enrolarse e incorporarse como voluntario en el Cuerpo de Cazadores Alpinos, pues Alemania, había entrado en la Primera Guerra Mundial; fue enviado no bien arribó al frente de batalla. 

Tomó parte en varias acciones de guerra en el Trentino, en Serbia, en Macedonia y en Francia (posiblemente en este frente contrajo malaria, lo cual lo afecto en años posteriores y que nunca le desapareció por completo), en Serbia y Francia, a la vez que junto con otros oficiales fue nombrado Kriegsgeologe, en el Estado Mayor alemán (RG, en NG n° 4). 

Cuando viajó en el año 1915 a su patria, lo hizo con pasaporte peruano para llegar a su tierra natal y combatir por Alemania. Fue detenido, interrogado y demorado por los británicos, pero pese a todo, logró llegar a Alemania. En Serbia y Macedonia combatió hasta 1916, cuando por adquirir la enfermedad de la malaria fue remitido al servicio topográfico de Berlín. 

Terminada la guerra volvió a la Argentina pobre, triste y melancólico según lo recordaba su amigo Federico Reichert, en el año 1945, luego de su muerte. 

Exsargento de los cazadores de Schlettstadt, demostró siempre su maestría en el manejo del máuser, al finalizar la guerra y cuando regresó a La Plata, al mismo tiempo que, mientras se entrenaba remando para sus desafíos en la montaña, soñaba siempre con el ascenso al Aconcagua. 

Su reincorporación al museo como profesor de Geografía Física y jefe de la Sección, tuvo lugar en el año 1921, y en la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, en el año 1922, lo honraron designándolo como miembro activo, en mérito a sus trabajos geológicos desarrollados en el país. 

 

El cerro Cuerno que recuerda al famoso Matterhorn, y que consiguió derrotar a los expedicionarios en el ascenso al Aconcagua en 1944. Foto: Libro Tempestad sobre el Aconcagua porTibor Sekelj. Biblioteca del CCAM


Alfredo Cuerda, seguía con su relato: Hasta el año 1926, fueron años de intensa actividad en la vida del doctor Walter Schiller, dedicándose por completo a la organización de los departamentos de Geología y Geografía Física y Mineralogía y Petrografía del Museo, y para cuyas jefaturas fue designado, en el año 1923. 

Sus amplios conocimientos de los minerales y rocas, lo llevaron a la organización de la vieja Sala de Mineralogía y Petrografía y es de destacar que con el simple auxilio de una modesta lupa de mano clasificó y ordenó unas 24.000 muestras de minerales y rocas que se encontraban depositado en el Museo. Por ese año sus actividades geológicas quedaron limitadas al ámbito de la provincia de Buenos Aires, y a requerimiento del gobierno provincial; se abocó entre los años 1926 y 1928, conjuntamente con el doctor Juan Keidel, al examen geológico de las sierras meridionales, aportando un diseño estructural que tiene una gran validez. 

Los resultados los dio a conocer en el año 1930, en una clara monografía editada por el Museo. Las tierras septentrionales fueron objeto de algunas observaciones vinculadas con ciertos aspectos estructurales, ideas vertidas primero en idioma alemán, en la revista Geologische Rundschau, y más tarde, en las notas del Museo de La Plata. 

Entre los años 1930 y 1933, realizó esporádicos viajes geológicos a las provincias de Córdoba, La Rioja y al entonces territorio del Neuquén, a fin de resolver problemas de geología regional o vinculada con la geología del petróleo y geología económica de yacimientos minerales metalíferos en aquellas provincias. 

Descifró sobre el terreno la complicada y desconocida contextura del Aconcagua, compilando sus observaciones en el fundamental trabajo y obra de La alta cordillera de San Juan y Mendoza; otra obra fue, Pigmentos Minerales, estudios geológicos de diversas regiones, todos llenos de erudición. 

Sus trabajos científicos, sobre temas de sus investigaciones geológicas dieron prestigio a su nombre en América y Europa. Otros campos de investigación fueron las Sierras Australes Bonaerenses, Martín García y las regiones petrolíferas de Comodoro Rivadavia, del Neuquén, Tierra del Fuego y Sur de Bolivia. 

Tuvo también una brillante labor docente en la Universidad de La Plata, ejerciendo la enseñanza hasta su solitaria muerte, cerca de la cumbre de su tan querido Aconcagua. Alfredo J. Cuerda, sigue con sus relatos: En una práctica de campaña a la sierra de Bravard, en la provincia de Buenos Aires, junto con varios alumnos, entre los que me encontraba, nos sorprendió una fuerte tormenta, con gran descenso de la temperatura, por lo que debimos buscar refugio entre las rocas. Allí, Schiller, me miró fijamente y me dijo, amigo Cuerda, es necesario ser epicúreo cuando se puede y estoico cuando no se puede. En esa misma oportunidad, llegamos tarde por tren a Olavarría y Schiller, nos hizo esperar en la estación del ferrocarril, pues él, con un alumno, fue a la administración de la empresa Loma Negra, que nos había ofrecido alojamiento. El resto de la comitiva se alojó en un modesto hotel cercano, pero entre las 2 y las 3 de la mañana, nos despertaron fuertes golpes en la puerta de la habitación dados por la policía del lugar, la que ante nuestra sorpresa nos dijo: Ustedes son nazis y tenemos orden de llevarlos a la comisaría. 

Allí nos encontramos con Schiller, quien mostraba una cara feliz, como si nada hubiese pasado y dijo: “Aquí estamos al reparo y calentitos. En el ínterin, el comisario se contactó con la policía de La Plata y con el doctor Frenguelli, en ese momento, director del Museo de esa ciudad, de manera que en las horas siguientes nos llegó la ansiada libertad”.

 

Cordillera de los Andes. Foto: Walter Schiller, geólogo


Sus actividades en las montañas

 

Alternó sus estudios científicos con su pasión mayor: escalar montañas. Subió con entusiasmo inigualado, en todas las montañas que pudo en el país. Su actividad deportiva fue pareja con su actividad científica, sus ascensiones abrieron nuevos derroteros en los solitarios caminos hacia las cumbres. 

La cordillera con sus altos picos nevados, ejercían sobre él, una atracción inusitada. Uno de sus picos fue bautizado con su nombre. Pero su afán fue vencer el mayor de todos, al gigante de los Andes: el Aconcagua. 

Siendo a él, al que intentó en los años 1907, 1908, 1909, 1940, 1943 y 1944, que marcaron las tantas tentativas para alcanzar la esquiva cumbre. 

Su físico extraordinario, dotado especialmente para el peligroso deporte, le permitió frecuentar sin riesgos las mayores alturas. 

Sobre su personalidad andinística en consenso unánime lo señalaban como dotado de elevadas virtudes morales. Hombre de pocas exigencias, se alimentaba con carne deshidratada asada, pan seco y mate, costumbre que había adquirido poco tiempo después de haber llegado al país. 

Despreciaba las conservas, por considerarlas inútiles. Jamás usaba sombrero bajo el sol, ni gorra en el frío, aunque hay una foto con pasamontañas. Parecía no tener deseos personales. 

No solía quejarse por el hambre, ni la sed. Ni le molestaban las incomodidades propias de los campamentos. 

En el año 1943, el Gran Señor del Aconcagua, como se lo conocía a Link, comenzó los preparativos para organizar otra expedición al Aconcagua, pero no tan numerosa como la última del año 1940, donde fue un caos por la gran cantidad de personal que la integró muchos sin conocimientos de montaña y que fueron quedando en el camino, a lo largo del recorrido de la misma; Juan Jorge Link, había aprendido esta triste experiencia anterior, por ese motivo para ésta, seleccionó el personal integrante.

La misma estuvo integrada por: como jefe y guía de la expedición Juan Jorge Link, encargado del traslado de los equipos y material, el infaltable para esa época, baqueano del Hotel de Puente del Inca, el arriero Mariano Pastén Castro, y los demás integrantes, Adriana Bance (compañera de Link y primera mujer en ascender el coloso), el doctor Walter Schiller, el ingeniero Alberto Kneidl, Mario Bertone (delegado del ministerio de Agricultura), el escritor y periodista Tibor Sekelj, Eric Grimm y su esposa Lita Tiraboschi de Grimm (una gran deportista) y Juan Zechner. 

El 18 de diciembre de 1943, partió el grupo más numeroso de sus integrantes en tren desde Buenos Aires, indudablemente era un grupo heterogéneo, algunos con pocos conocimientos de montaña, aunque con grandes ilusiones y entusiasmo; la institución que los respaldaba era el Club Andino “Cóndores de los Andes”, cuya sede estaba en Buenos Aires y era presidido por el señor Fernando Varela.

Una vez llegados al Hotel de Puente del Inca, tras el largo viaje en tren, se inició con el período de adaptación que lo realizaron algunos de sus integrantes dado que no todos estaban cuando comenzaron las actividades; fueron ascendiendo cerros menores como el Banderita Sur, el Santa Elena, próximo al Cristo Redentor y también, el Banderita Norte, siendo varios de días los que se utilizaron para los ascensos y la propia recuperación después de cada actividad. 

En este lugar, Hotel de Puente del Inca, se realizaron todos los preparativos para la gran hazaña, desplegándose previo al inició del ascenso todo el material y equipos para el gran desafío y para controlar los mismos.

El 24 de enero de 1944, en los palenques del hotel se distribuyeron las silleras y el ganado carguero, para el traslado del material que acompañaban a los expedicionarios; el entusiasmo desbordaba, los arrieros luego de la orden del jefe de la expedición iniciaron la marcha; mientras que los siete integrantes que se encontraban partieron hacia la montaña, solo faltaban Kneidl y Bertone, que se integraron después, en Plaza de Mulas.

La primera jornada finalizó en Confluencia, donde se armaron las carpas, se bajaron las cargas y se instaló el campamento. 

La segunda jornada se realizó, hasta finalizar Playa Ancha, lugar elegido al amparo de una enorme piedra, que al menos de un costado de la gran roca, protegía a los caminantes del viento que bajaba por la quebrada del Horcones, dando paso al majestuoso cerro Cuerno, que se destacaba por su imponente figura, dejando desapercibido al resto del entorno que conforman y cierran la quebrada.

 

Campamento en Plaza de Mulas a 4230 mts. Expedicion al Aconcagua de 1946
Campamento en Plaza de Mulas a 4230 mts. Expedición al Aconcagua de 1946 que rescató los cadáveres de la expedición de 1944 en la que fallecieron todos los integrantes, entre ellos Walter Schiller

 

Mesa Glacial parecida a un hongo llamativa curiosidad formada por la caida de una roca en invierno. Expedicion al Aconcagua de 1946

Mesa Glacial parecida a un hongo llamativa curiosidad, formada por la caída de una roca en invierno. Expedición al Aconcagua de 1946


A lo largo del recorrido Juan Zechner y Tibor Sekelj, fueron los encargados de ir pintando en los lugares característicos, las señales con pinturas blancas y rojas, para indicar el sendero del camino hacia adelante. 

Todas estas ideas de marcar la senda a lo largo del recorrido como la idea de edificar en algún momento un hotel, fueron las que pregonaba Link, con vistas al desarrollo del turismo de montaña y del deporte en el coloso.

También, Link, llevó una Cruz de madera y un mástil para izar la bandera argentina en el mismo campamento base, Plaza de Mulas; debemos aclarar que Link, se caracterizó por realizar obras útiles  dotando al Aconcagua, de las necesidades mínimas; siendo además su deseo, de poder en un futuro no muy lejano, oficiar de guía en el cerro.

Al finalizar el tercer día de marcha y ya instalados en Plaza de Mulas Superior, se instalaron las carpas que conformaron el Campamento Base de la expedición. 

Link, sabía que, desde este paraje, lugar ideal para la preparación espiritual y física era desde donde se largaba la gran aventura. 

Todas las comodidades posibles se instalaron en el lugar, una carpa grande que hacía de despensa y cocina, las carpas menores fueron aseguradas con piedras en los laterales, se realizó el cauce del agua vertiente, para la comida e higiene, todo el confort que permitiera el lugar para un adecuado descanso y próximo a la laguna natural que se había formado en la morena del glaciar de Horcones superior.

Los días siguientes, se utilizaron para seguir con la adaptación, con algunas caminatas y el ascenso al cerro Catedral e intento al Cuerno; arribaron además los dos últimos integrantes Kneidl y Bertone.

El 6 de febrero de 1944, se ultimaron los preparativos y se inició la marcha para los campamentos de altura, especialmente el de Nido de Cóndores, primer campamento de altura; a la cabeza iba el fiel arriero Mariano Pastén Castro, con sus mulas llevando la carga más pesadas de carpas, comida, etc., para disminuir el desgaste de los andinistas en su marcha.

Algo más tarde, iniciaron la marcha, parte del grupo hacia Nido de Cóndores, eran las 14,00 horas, como dijimos lo encabezaba Mariano Pasten y su ganado, lo seguían, Link, Grimm, Lita Tiraboschi de Grimm (ambos recién casados y su luna de miel, la estaban haciendo en parte en este evento), Sekelj y Zechner; el resto quedó en Plaza de Mulas. 

La marcha se hizo lenta y fue castigada por un viento arremolinado que levantaba la nieve que empezaba a caer y a espolvorear la senda y las siluetas de las rocas prominentes que dan certeza del camino a seguir y la dirección correcta.

Arribaron con las últimas luces del día, con lo justo al lugar, Nido de Cóndores, armando las carpas y prontamente, se introdujeron en sus bolsas de dormir; mientras que Pastén, regresaba hacia Plaza de Mulas.

El día siguiente, amaneció con la continuidad de la tormenta que ya había acumulado bastante nieve encima de las carpas y sus entornos, la nevada parecía no amainar… ese día se utilizó para preparar agua; las horas pasaron muy lentamente.

El 8 de febrero, despuntó el sol brillante y con la esperanza de tener un día agradable, mientras que el viento que los había azotado todo el día anterior, había amainado, todo movimiento se realizaba con lentitud y era muy fatigoso, mientras que los expedicionarios se les notaba la apatía propia de la altura. 

No obstante, Link, propuso una marcha hacia el cerro Manso, desde Nido de Cóndores hacia el objetivo; en una marcha con un suave desnivel hasta llegar a la cima del mismo; el regreso se realizó cuando la luz comenzaba a agotarse. 

Dos días más y se completó el grupo de todos sus integrantes; el sol era intenso y la temperatura durante el día fue agradable, la nieve caída, por el viento y los rayos solares se fue yendo solo quedaron algunos girones de ella, en los lugares reparados por el viento.

 

Mesa Glacial parecida a un hongo llamativa curiosidad formada por la caida de una roca en invierno. Expedicion al Aconcagua de 1946
El cadáver de Link en la Canaleta con su mochila puesta. Expedición al Aconcagua de 1946


Se dispuso la salida, cargados iban principalmente, Zechner y Sekelj, con unas pesadas mochilas que llevaron hacia donde sería instalado el ultimo campamento de altura, previo al asalto de la cima, posiblemente, por las descripciones vertidas por sus integrantes, era en proximidades de lo que es actualmente o se encuentra actualmente, el refugio Plantamura.

Allí fueron alcanzados ese día 13 de febrero, por un tercer integrante que montado los alcanzó y les dio el mensaje del jefe de la expedición, cuando arribaban al lugar de destino, el cual, traía el mensaje del jefe de la expedición que los incitaban a probar lanzarse si se encontraban bien, en un intento a la cumbre. 

Y por supuesto aceptaron tal desafío, dándose cuenta que, a esa altura, solo produce un debilitamiento de las fuerzas y si el organismo no se ha adaptado es difícil que pueda hacerlo permaneciendo en el lugar, lo cual, esa invitación lo motivó para lanzarse al día siguiente.

A las 03,00 horas, del 13 de febrero, hicieron diana y se aprontaron para iniciar la marcha; previo a dejar una nota escrita en la cual decían de excluir de toda responsabilidad de esta actividad al jefe de expedición, siendo ellos mismos responsables de lo que le sucediera en adelante y firmaban los tres.

Encabezaba la columna de marcha Juan Zechner, atrás le seguían los otros dos, la claridad lunar los acompañaba y paulatinamente fueron ganando altura; la marcha se hizo pesada y lenta; el frío a pesar de que no había viento, se hizo de todas formas sentir en cada cuerpo que trataba de estar en movimiento permanente para evitar el enfriamiento y/o congelamiento de los miembros; los altos de la marcha se iban sucediendo cada vez más seguidos, la recuperación de la respiración se hacía cada vez más lenta…no llevaban ningún medio para vivaquear en caso de mal tiempo y se habían comprometido que en caso de que uno se sintiera mal, debía permanecer en el lugar hasta el regreso de los otros dos, luego de intentar la cumbre.

En caso de que se produjera una tormenta habían quedado comprometidos que los tres volverían al campamento de altura, al igual que si no llegaban a la cima antes de las 17,00 horas, se habían también comprometido de regresar juntos al campamento.

 

A pesar de la derrota en el cerro Cuerno, en el campamento con un buen caldo. Foto: Libro Tempestad sobre el Aconcagua por Tibor Sekelj. Biblioteca del CCAM


La mañana era muy fría, a las 07,00 horas, la temperatura era de 22° bajo cero; pasaron por el Peñón Martínez, cuando el reloj marcaba las 09,00 horas, ahí se tomaron un descanso algo más prolongado en proximidades del reparo de unas rocas, pero tratando de moverse para evitar enfriarse.

Previo a entrar a la etapa final, debieron cruzar una plancha extensa de nieve blanda que les dificultó aún más el desplazamiento, pero la superaron y siguieron con su afán de coronar la cumbre; la columna seguía con el mismo ordenamiento de la salida Zechner, Sekelj y Bertone, así siguieron paso a paso ganado lentamente altura, los últimos metros.

La silueta del cerro comenzó a disminuir y se aplano ante la sonrisa de Zechner, que le grita su llegada a la cumbre, eran las 14,00 horas, revisaron el cofre de trofeos, donde quitaron los banderines americanos depositados y dejados por Link, en su última expedición del año 1942.

A las 15,00 horas, iniciaron el descenso, luego de llenarse la vista de ese panorama infinito que le dio la más alta cima de América.

Saliendo por la Canaleta hicieron un alto para alimentarse, en el reparo de unas rocas grandes, Zechner se adelantó y se les extravía a los otros dos que bajaban detrás; por un momento los tres sufrieron el efecto de la altura y según datos manifestados por los tres, tenían alucinaciones, propio del desgaste y de la falta de oxígeno.

A pesar de todo volvieron a reunirse y llegaron al campamento de altura; Link, Grimm y Kneidl, los observaban a los tres andinistas que regresaban y que habían logrado coronar la cima, para alegría y motivación del resto de los integrantes.

El 14 de febrero, amaneció con la novedad que Zechner tiene los pies con principio de congelamiento, mientras que Kneidl, ardiendo de nerviosidad parte solo hacia la cumbre, regresando a las 5 horas, agotado y con las manos vacías.

 

Almuerzo en Plaza de Mulas. De izq. a der.: Zechner, Kneidl, Grimm, señora de Grimm, señora de Link, profesor Schiller y Link.

Foto: Libro Tempestad sobre el Aconcagua por Tibor Sekelj. Biblioteca del CCAM

 

El ingeniero Kneildl y el profesor Schiller aparecen frente a su carpa instalada en Nido de Cóndores. Foto: Libro Tempestad sobre el Aconcagua por Tibor Sekelj. Biblioteca del CCAM


A las 14,00 horas arribó al lugar, Pastén, con sus mulas cargadas, trayendo además una casilla de material liviano, plastiversal, donada por el señor Eugenio Caviglia, para ser instalada en las estribaciones del Aconcagua, en el lugar que dispusiera Link, para facilitar el ascenso de aquellos que desearan utilizarla durante el ascenso. El tipo el material y las formas, no permitieron que durara mucho tiempo, y con los primeros vientos fuertes de la zona, la misma quedó totalmente inutilizada, lamentablemente. Una vez instalada fue bautizada por los integrantes de la expedición como refugio Link.

Cuando se apagaba la luz del día arribaron al lugar, el resto de los integrantes, entre ellos, los Grimm y el profesor Walter Schiller, quedando en el lugar, desde donde se iba intentar el ascenso a la cima.

La propuesta de Link, era salir a media mañana, dado que, por la sensibilidad de sus pies, al perder ocho dedos de sus pies por congelamiento en uno de sus ascensos anteriores, debía tener cuidado para evitar otro congelamiento.

La salida se realizó el 16 de febrero al mediodía, Grimm, pese a no encontrarse muy se hizo de la partida, su esposa quería regresar a los campamentos de abajo, mientras que Kneidl, muy nervioso por iniciar la marcha, los apuraba a los demás cuando estos estaban aún en los preparativos para la salida.

A las 15,00 horas se inició la marcha, se supone que por la ansiedad el que abre la columna era el ingeniero Kneidl, mientras que el que cierra la marcha en el profesor Walter Schiller; mientras que Link, se apresuraba equipándose y completando los últimos equipos en su mochila, y luego, partiendo con una hora de retraso, según datos dados después por los propios Grimm.

La noche los sorprenden a los 6.200 metros aproximadamente, no habían avanzado mucho, y el que va sufriendo el frio de la noche que pasaron a la intemperie, fue el propio Link, los dolores fueron intensos y eso provocó que no pasara bien la noche en el vivac improvisado.

Al día siguiente, día 17 de febrero, el doctor Schiller, se negó a continuar la marcha, y regresó al campamento de altura donde estaba su carpa.

El temporal sigue y los comenzó a azotar, los Grimm, se volvieron a los campamentos más bajos, mientras que Kneidl, Adriana Bance y Link, a pesar del mal tiempo, sigueron insistiendo con la marcha hacia la cúspide del cerro.

Qué locura los movía para seguir en esa batalla desigual que soportaban, solo ellos lo supieron; quizás el mal de montaña, hizo presa a los tres de esta actitud suicida que siguen adelante…

El temporal siguió por tres días y tres noches con su alocado torbellino, sus huracanadas ráfagas que seguro les hizo estragos en los cuerpos ateridos de los andinistas.

Finalmente, y tras tres días de temporal, el 20 de febrero, los arrieros Lallana y Pasten, y Sekelj, intentaron subir en busca de los ausentes andinistas extraviados; las bestias fueron frenadas por la profundidad de la nieve que se había acumulado y esto, no les permitió seguir hacia arriba.

En el camino, dos espectrales figuras van bajando tambaleándose, eran los Grimm, que después de tres días y de tres noches en el campamento de altura de Nido de Cóndores, van intentando ponerse a salvo del maltrecho embate del mal tiempo.

Cuando se produjo el encuentro con los tres que subían, éstos los pusieron al tanto de que había sucedido, manifestando  no comprender la actitud de Link, para atacar la cima, en estas condiciones de mal tiempo.

Los Grimm, siguieron bajando, mientras que los tres integrantes rescatistas siguieron el ascenso llegando al refugio Link, encontrándolo vacío; ahí dejaron alimentos y llenos de desconsuelo, y del temor propio de lo peor para el resto de los infortunados andinistas que no aparecen, vuelven al campamento base y comunican lo visto y se preparan para hacer otro intento al día siguiente.

 

Expedición del Teniente Primero Ugarte, para recuperación de la expedición de Link en Aconcagua, 1946

 

Expedición de Ugarte, Plaza de Mulas, Aconcagua, 1946


El día 21 de febrero, otra vez Sekelj, Bertone y el arriero Pastén, se encolumna con el ganado para realizar un segundo intento de auxilio, pero el mal tiempo no les permitió salir hasta pasado el mediodía; tras cuatro horas de marcha con el ganado que los traslada, lograron llegar nuevamente el campamento de altura, el cual, encontraron nuevamente vacío, llegando a subir algunos cientos de metros más, rastreando y tratando de buscar huellas y/o alguna señal de los andinistas, pero nada! regresan nuevamente a Plaza de Mulas, con las manos vacías…

Al día siguiente, por la mañana, del 22 de febrero, se ponen en marcha y regresaron todos los integrantes de la infortunada expedición a Puente del Inca.

El 25 de febrero, Grimm, Juan Carmody y el fiel arriero Mariano Pastén Castro junto a tres arrieros más vuelven en  búsqueda de los andinistas perdidos, llegaron a Plaza de Mulas, donde hicieron noche y se prepararon para el día siguiente, para volver intentar una subida con ganado hasta los campamentos de altura, donde se volvió a repetir la misma escena, con otra novedad, el refugio Link, no pudo soportar el nuevo temporal y yacía aplastada contra las rocas próximas a donde se había armado, y las carpas de más abajo en Nido de Cóndores, estaban vacías, sin rastros de los andinistas, mientras que las cuatro lentas siluetas de la expedición partieron rumbo a la eternidad, duermen el bello sueño de la inmolación y sacrificio junto a las murallas y estribaciones del Aconcagua.

Los Grimm, nos relataban su experiencia del ascenso, hasta su regreso: Salimos del refugio Link, a las tres de la tarde del 16 de febrero, con intensiones de alcanzar ese día los 6.500 metros. Sin embargo, Link, que nos había alcanzado rápidamente, tuvo que detenerse a frotarse los pies, pues sentía principios de congelamiento.

Estábamos a 6.200 metros, y entonces decidimos acampar. El 17 de febrero, reiniciamos la ascensión. Schiller, manifestó que necesitaba aclimatarse antes de proseguir. Quedó solo. Continuamos con paso lento, pero seguro, ganado altura, hasta que, a eso de las 17,00 horas, se desencadenó una tormenta de gran violencia. Estábamos a 6.600 metros. Los Link y Kneidl, decidieron no suspender la ascensión; nosotros, en cambio resolvimos regresar.

Íbamos descendiendo con el máximo apuro deseosos de alcanzar el refugio Link, antes que el temporal nos cortara el paso. Encontramos a Schiller aún en su carpa, acostado, con los pies a la intemperie cubiertos de nieve; pese a tener a su lado dos bolsas de dormir, estaba al descubierto.

 

Rumbo al Aconcagua el 16 de febrero. Adelante Grimm y atras la señora de Link. Foto: Libro Tempestad sobre el Aconcagua por Tibor Sekelj. Biblioteca del CCAM


En vista del peligro que corría lo invitamos a bajar, lo cual rechazó rotundamente. Seguimos la marcha, y la tormenta nos alcanzó cuando llegábamos a la casilla.

Toda la noche bramó el viento blanco. El 18 de febrero, pese a que el huracán barría las laderas del Aconcagua en toda su extensión, emprendimos el descenso. 

En Nido de Cóndores, pudimos refugiarnos en la carpa de Link, donde por dos noches y un día, nos encerró la tormenta, con su nieve y su ruido fantasmal entre las rocas. Apenas pudimos comer algo durante nuestra odisea.

Finalmente, el tercer día, salimos a abrirnos paso a través de la tempestad, dispuestos a llegar a Plaza de Mulas, donde terminarían nuestros sufrimientos, si teníamos la suerte de llegar…

A todo esto, la noticia vuela hacia todos los horizontes dando la triste noticia. Mientras tanto se agregaron otros rescatistas a la búsqueda, ellos son: el sargento Miguel Caffaro, los andinistas Manuel Pacheco y Pablo Giannaccari, llegaron también con mulas a Plaza de Mulas, con el propósito de seguir con la búsqueda; luego de pernotar en Plaza de Mulas, al día siguiente llegaron a Nido de Cóndores, donde pernotaron dos mientras que el tercero, Pacheco bajó con el ganado al campamento base.

El 29 de febrero, llegaron a los 6.400 metros donde instalaron una carpa y pasaron la noche para continuar al otro día.

Finalmente, el 2 de marzo, Caffaro y Giannaccari, llegando casi hasta los 6.800 metros, no encontrando nada, regresaron y dan con el campamento de 6.200 metros, encontrando confundido con los paños de la carpa, el cuerpo inanimado del doctor Walter Schiller. 

Estaba casi a la intemperie, con la cabeza descubierta, fuera del saco de dormir, sin guantes… la agonía lo halló inclinado sobre su costado izquierdo, se encontraba con una expresión serena, con un semblante de paz. 

Ven la dificultad de bajarlo entre los dos a Schiller, por la gran cantidad de nieve acumulada, ochenta centímetros, aproximadamente. 

El 3 de marzo llegaron a Plaza de Mulas, los subtenientes Jorge R. Orfila e Ignacio Nazar y el hijo del doctor Schiller, Werner Schiller.

Luego de otro intento, por descubrir que había pasado con los Link, y el resto de la expedición se pone en marcha la recuperación del cuerpo de Walter Schiller y la búsqueda de los demás cuerpos que no fueron encontrados por el manto níveo que cubría las laderas del cerro. 

Solo fue bajado el profesor Schiller y la búsqueda del resto de la expedición quedó dado lo avanzado del tiempo, para el año siguiente.

Así llegaba el primer geólogo del Aconcagua, a Plaza de Mulas, después de su sexto viaje al cerro que lo magnetizó durante 40 años, ahí fue recibido y reconocido por su hijo que estaba esperándolo.  Durante 20 días yació entre el frío, la nieve y el viento, el cuerpo de nuestro biografiado.

 

Expedición de Ugarte, Plaza de Mulas, Aconcagua, 1946


Su legado

 

Walter Schiller, fue un hombre que a todo le hallaba su aspecto amable. Amaba entrañablemente las montañas. Una vez en Plaza de Mulas, expresó: Somos seres privilegiados entre millones, ya que podemos contemplar estas maravillas. Su voluntad firme le dio ánimos para emprender la marcha en cada ocasión. 

Sin embargo, en ninguna de ellas alcanzó su ardiente deseo y en la última, el querido profesor de geología, el viejo fuerte, ágil y animoso, el andinista intrépido, cayó para siempre en las alturas hostiles, estampando su nombre en letras de gloria, en esas puntas blancas que tocan el cielo.  

En la expedición comandada por Juan Jorge Link, perdió la vida, el 18 de febrero de 1944, en las heladas laderas del Coloso de América. En esta última aventura, Schiller, se quedó dormido para siempre. 

Nos decía Enrique Fossa-Mancini: El 18 de febrero de 1944, en un pequeño campamento instalado a los aproximadamente, 6.000 metros SNM., a corta distancia de la cumbre del Aconcagua, en la soledad más absoluta y durante una tempestad espantosa, se extinguía serenamente la generosa existencia del doctor Walter Schiller. Los que semanas después vieron su cuerpo congelado, estaban seguro de que el deceso se produjo sin sufrimientos, durante el sueño. 

Notables cualidades poseían este científico andinista, algunas de ellas contribuyeron a acortarle la vida. Inflexibles en sus designios, no se dejaba detener por obstáculos, que habrían hecho a desistir a muchos otros; conscientes de los peligros, ignoraba el miedo. Respetuoso de las opiniones ajenas, se abstenía de hacer valer su autoridad aun cuando debía estar íntimamente convencido de la superioridad de sus conocimientos. 

Su noble obstinación, su sereno coraje y, especialmente, su modestia y su espíritu de disciplina, lo llevaron a exponerse al mayor de los riesgos, permaneciendo varios días en alturas donde la resistencia física de todo hombre declina rápidamente. Sorprendido por furiosa tormenta, no le pudo sobrevivir. 

En el año 1944, sigue Alfredo J. Cuerda, los diarios dieron cuenta del fallecimiento del doctor Schiller, en uno de sus intentos de alcanzar la cima del Aconcagua al formar, parte de la expedición que dirigía el andinista Juan Jorge Link. Los pormenores de este triste fin los describió el periodista húngaro Tibor Sekelj, en su libro Tempestad sobre el Aconcagua. 

Personalmente conocí a este último en Buenos Aires, quien me fuera presentado por el conocido andinista y explorador de la Cordillera de la Ansilta, Ricardo A. Faltis. Solíamos reunirnos en un viejo bar alemán de la calle 25 de mayo y la conversación giró en torno de la expedición de Link y su dramático final.

 

Búsqueda luego del accidente en Aconcagua. Foto: Libro Tempestad sobre el Aconcagua por Tibor Sekelj. Biblioteca del CCAM


En un instante Sekelj, dejó caer una frase lapidaria emitida por un gran explorador del Asia central (posiblemente Sveden Hedin), que fue la siguiente: Aventuras son errores del jefe de la expedición. 

Su nombre evocará por siempre la más completa consagración de una vida a los ideales más generosos. La vida recia y fuerte del viejo profesor, sólo pudo batirse allá, entre los picos inaccesibles, en las alturas inhóspitas; vencida en la lucha titánica y solitaria, frente a las fuerzas concentradas de la naturaleza que defiende sus últimos secretos. 

Pasión deportiva y al mismo tiempo pasión de sabio, fue la suya. Al ansia científica de arrancar al gigante los más íntimos secretos de su estructura, se aleaba en Walter Schiller, la inefable sensación que produce el dominio de las altas cumbres. 

Sus más caros anhelos reunidos en uno: el amor a las montañas. Su vida toda, fue guiada también, en idénticos principios de pureza espiritual. La inquietud científica, la enseñanza, el hogar. Generosidad y amor. 

En el escrito que realizara el doctor Federico Reichert, continuaba diciendo: El suscripto, quien visitó hace pocos meses en La Plata a su malogrado compañero y amigo, del cual recibiera sus últimas noticias fechadas desde la famosa “Plaza de Mulas”, lamenta como nadie la fatal desaparición del viejo y buen amigo que junto con sus bravos compañeros han encontrado la muerte en la cima del cerro más alto de las Américas, del cerro que, Schiller, el primero, exploró geológicamente.

Una frase que fue muy conocida en el ambiente andinista repetida del viejo geólogo y escrita por el poeta Pedro Godoy, dedicada a él, decía: 

Morir en la paz de las montañas, 
es un hermoso tránsito al más allá, 
bajo la anestesia del frío, 
que hace de la agonía un tranquilo sueño; 

Así fue, como murió en las estribaciones de su amado cerro, el Aconcagua. Muchos se preguntaron si fue un suicidio, es decir, se dejó morir en las estribaciones de la montaña, por esa misma frase que fue expresada por él y rescatada por Godoy; pero hay muchos otros que se sintieron decir otras tantas veces que: Voy a las montañas a rejuvenecerme; un mes en el Aconcagua, me hace veinte años más joven.

En propio Herzog, compañero de exploraciones al Juncal, expresaba: Jamás habría atentado contra su vida sabiendo que dejaba alguna tarea a medio hacer; y en la época de su fallecimiento Schiller, estaba escribiendo un texto acerca del Colorido de las piedras. 

Del discurso del señor Humberto Re, presidente del Club Andinista Mendoza, al despedir los restos decía: El Doctor Schiller era un enamorado de la montaña, sus cumbres ejercían en él, un misterioso fenómeno de atracción y así los oímos un día: “Morir entre esas laderas, luchando por dominarlas, no es para mí una amenaza, sino un ensueño”. Otras expresiones para recordar del doctor Walter Schiller, son: “Es mejor morir en la paz de las montañas, en vez de morir en la cama; es un tránsito al más allá, como un sueño agradable en que no se sufre y el frío es como un anestésico”. “Somos unos pocos los privilegiados entre millones de seres que jamás verán las maravillas de las montañas”. “He oído decir que una montaña, por más alta que sea, sin una persona que desde su cumbre admire el espectáculo, no es más que una piedra muda incrustada en la gran cuenca vacía del espacio”. 

 

A 6.200 mts., donde encontraron los restos del profesor Schiller.

Foto: Mario Bertone. Libro Tempestad sobre el Aconcagua por Tibor Sekelj. Biblioteca del CCAM


Como justo y sincero reconocimiento a tan brillante trayectoria, las autoridades del Museo y de la Universidad Nacional de La Plata, dejaron habilitada, el 22 de diciembre de 1979, la Sala de Mineralogía, Petrografía y Yacimientos Minerales e imponiéndole para su identificación el nombre de Walter Schiller, en recuerdo del ilustre maestro.

Entre sus obras publicadas podemos mencionar: Geologische Untersuchungen im östlichen Unterengadin – I. Lischannagruppe. B. N. G. F. XIV, Freiburg i, Br. 1904; Geologische Untersuchungen im östlichen Unterengadin – II. Piz Lad-Gruppe. B. N. G. F. XVI, Freiburg i, Br. 1906; Meteoritenfund in der argentinischen Provinz Buenos Aires, C. M. G. P. 1906, Stuttgart, 1906; Geologische Untersuchungen bei Puente del Inca (Aconcagua), N. J. M. G. P., B. B. XXIV, Stuttgart, 1907; La Alta Cordillera de San Juan y Mendoza y parte de la Provincia de San Juan. – Informe Preliminar, A. M. A. S. G. VII, Buenos Aires, 1912; Los Yacimientos de casiterita y de wolframita de Mazán en la Provincia de La Rioja, R. M. L. P., XX, Buenos Aires, 1913; Contribución al conocimiento de la Formación Petrolífera (Cretáceo) de Bolivia del Sud, R. M. L. P., XX, Buenos Aires, 1913; Geologie und Erdölvorkommen von Comodoro Rivadavia (Patagonische Küsle), Z. D. W. V., I Nro 4, Buenos Aires, 1915; Geologie und Erdöl von Comodoro Rivadavia (Patagonien), G. R. X, Nro 1, Leipzig, 1919; Tierra del Fuego y sus turberas, (reseña) Guido Bonarelli, B. B. I., XIII, Nro 17, Halle a. S. 1920; Extraños fenómenos de tensión y erosión fluvial en pizarra devónica de la Chapada cerca de Cuyabá en Matto Grosso (Brasil), R. M. L. P., XXV, Buenos Aires, 1921;

Geología de los Yacimientos de carbón en la República Argentina. (reseña), Juan Rassmuss; Combustibles solidos de la República Argentina, (reseña), Héctor H. Álvarez; B. B. I. 1921, Nro 49, 1921; La Geología en la guerra mundial, en Phoenix, I, Buenos Aires, 1921; Der Ausbruch eines neuen Feuerspeisenden Berges in Südchile in Dezember 1921, en Deutsche La Plata Zeitung, LIV, Nro 117, Buenos Aires, 18 de mayo de 1922; Der Ausbruch eines neuen Feuerspeisenden Berges in Südchile im Dezember 1921, en Deutsche La Plata Zeitung, LIV, Nro 117, Buenos Aires, 18 de mayo de 1922; Investigaciones geológicas en la llanura pampeana. (reseña), Santiago Roth,G. R., XII, Leipzig, 1922; Die Braunkohlengrube “General José de San Martín” bei Epuyén in der patagonischen septentrional, B. B. I., 1922, Nro 32, Halle a. S., 1922; Los sedimentos marinos del límite entre el Cretáceo y Terciario de Roca en la Patagonia Septentrional,

R. M. L. P., XXVI, Buenos Aires, 1922; Die meerischen  Grenzschichten der Kreide und des Tertiär bei Roca in Nordpatagonien, G. R., XIII, Nro 3, Berlin, 1922; Ein nener Vulkanausbruch in der chilenischen Kordillere, G. R., XIII, Berlin, 1922; Extracto de un informe preliminar sobre la región probablemente petrolífera al sur de Challacó, F. C. S. (Neuquén, República Argentina), publicado por la “Compañía Petrolífera Cerros Bayos del Neuquén S. A., Santiago de Chile, 1922; Der wiedergefundene Meteorit von Olumpa in Nord-Argentinien, G. R. Nro 2, Berlín, 1923; Dinosauriersandsteine Patagoniens, G. R. XIV, Nro 2, Berlín, 1923; Monte Hermoso en relación con el origen del limo y loess pampeano, (reseña) Moisés Kantor,  G. R., XIV, Nro 2, Berlín, 1923;

Die Geologie im Wellkriege, en Heerestechnik, I, Nro 8, Charlottenburg, 1923; Sobre el derrumbamiento de capas en la Patagonia causado por sublavado. Contribución al estudio de las cuencas sin desagüe, R. M. L. P., XXVII, Buenos Aires, 1923; Sobre las perspectivas de encontrar petróleo al Norte de Challacó, Gobernación del Neuquén (República Argentina), informe publicado por la Compañía Petrolera Challacó y Plaza Huicul Lda., S. A., Santiago de Chile, 1923; Informe geológico respecto a petróleo sobre cateos de los “Andes Petroleum Corporation”, Distrito Covunco, Gobernación de Neuquén (Republica Argentina), en Boletín de los Andes Petroleum Corporation”, I, Nro 3, Santiago de Chile, 1924; Saltsame Spannungserscheinungen und Bacherosion in devonischen Schiefer der Chapada bei Cuyabá (Mittel-Brasilien), G. R., XIV, Nro 3, Berlín, 1924; Ueber Schichtenzusammensinken in folger der Unterwaschung in Patagonien. Ein Betrag zur Frage der abflusslosen Becken, G. R., XV, Nro 3, Berlín, 1924; Fundamentos de Fisiografía Argentina, en Fenix, X, Nro 1, (reseña), Franz Kühn, Buenos Aires, 1924; Wie La Plata entstand. Ein Denk-und Dankblatt zur 40 Jahr-Feier der Stadtgraünd-ung, en Reclams Universum, XL, Nro 24, Leipzig, 1924; Erdölfieber in Argentinien, B. B. I. 1924, Nro 28, Halle a.S., 1924; Neue Oelfunde in Argentinien, B. B. I., 1924, Nro 28, Halle a. S. 1924; Die sogenannten Mineralschütze der Magalhães-Lãnder. Eine strenge Musterung, en Fenix, X, Nro 6, Buenos Aires, 1925; Strandbildungen in Südpatagonien bei San Julián, J. N. G. V., XVII, Hannover, 1925; Estratigrafia, tectónica y petróleo de Comodoro Rivadavia, A. M. L. P., II, entrega 1, Buenos Aires, 1926; Informe del jefe de los Departamentos de Mineralogía y Geología, correspondiente al año 1924, B. U. L. P., D. O., IX, Nro 2, La Plata, 1925, R. M. L. P., Buenos Aires, 1926; Neue Gas-und Oelfunde in Argentinien, B. B. I., 1925, Halle a. S., 1925;

 

Cementerio de Los Andinistas, Parque Provincial Aconcagua, Mendoza. Foto: Natalia Fernández


Ueber fast und ganz unbekannten ülteres Tertiür usw. In den südargentinischen Cordillera, N. J. M. G. P., B. B., LIII, Stuttgart, 1926; Schichtenfolge, Gebirgsbau, Wasser und Erdöl im Norden vom Bahnhof Challacó, Neuquén-Gebiet (Argentinien), G. R., XVIII A, Berlín, 1926; Formaciones de playa cerca de San Julián, Patagonia Austral, R. M. L. P., Buenos Aires, 1926; Departamento de Mineralogía y Petrografía, Geología y Geografía Física, en la “guía para visitar el Museo de La Plata”, La Plata, 1927; Informe geológico preliminar sobre las sierras del Sudoeste de la provincia de Buenos Aires, Memoria del Museo La Plata correspondiente al año 1926, L. M. Torres, R. M. L. P., XXX, Buenos Aires, 1927; El cerro “Ottoshöhe” de Bariloche, B. A. N. C. C., XXX., Córdoba (R. A.), 1927; A lonely grave in Patagonia, en The Geographical Journal, LXXI, Nro 1, London, 1928; Una tumba solitaria en la Patagonia, en Physis, IX, Nro 32, Buenos Aires, 1928; Datos geológicos, en Utilización de las marcas de la Costa Patagónica, Estudio realizado por la Comisión Nacional Honoraria designada por el decreto del Superior  Gobierno del 7 de diciembre de 1923. Posible aplicación de las Fuerzas hidráulicas a la elaboración de materias primas y a la implantación de industrias electroquímicas. Berlín, 1928; Ueberschiebungen in der Tandil-Gebirgsgruppe der argentinischen Provinz Buenos Aires, G. R., XIX, Nro 4. Berlín, 1928; Complicaciones tectónicas (cobijaduras) en las sierras de Tandil (Provincia de Buenos Aires, R. M. L. P., XXXII, Buenos Aires 1930; Die tektonische Natur von Arthrophycus- und Spirophyton-ãhnlichen Gebilden im Altpalãozoikum der Provinz Buenos Aires (Argentinien), G. R., XXI, Berlín, 1930; Notas adicionales sobre los minerales y las rocas de Colombia, (reseña), Ricardo Lleras Codazzi, N. J. M. G. P., Stuttgart, 1930; Investigaciones geológicas en las montañas del Sudoeste de la provincia de Buenos Aires, A. M.L. P., IV, Buenos Aires, 1930; Notas adicionales sobre los minerales y las rocas de Colombia, (reseña), Ricardo Lleras Codazzi, N. J. M. G. P., Stuttgart, 1931; La existencia de la bixbyita en la Patagonia, (reseña), Sarah C. de Mouzo, N. J. M. G. P., Stuttgart, 1931; Estudio sobre la resina fósil de la República Argentina, (reseña), Juana Cortelezzi, N. J. M. G. P., Stuttgart, 1931;

El ámbar de Magallanes, (reseña), Juana Cortelezzi, N. J. M. G. P., Stuttgart, 1931; Si yo fuera Ministro de Instrucción Pública…., en El libro de la Cruz Roja Argentina, Buenos Aires, 1932; Primer centenario de la salida de Charles Darwin en el bergantín “Beagle” para el viaje alrededor del mundo. Con bibliografía geográfico-geológica. R. M. L. P.,, XXXIII, Buenos Aires, 1932; Vulkanische Aschenregen im La Plata-Gebiete am 11-12 April 1932, G. R., XXIII, Berlín, 1932; Die alten Gebirge der Provinz Buenos Aires. Was beweisen sie für oder wider die Wegenersche Hypothese?, G. R., XXIV, Nro 3-4, Stuttgart, 1933; Lluvia de ceniza volcánica en el litoral del Río de la Plata el 11-12 abril de 1932, N. M. L. P., III, Nro 1, Buenos Aires, 1934; La mina de bismuto y wólfram “La Victoria” (“La Bismutina”, “La Brillante”), cerca de Soto (F. C. C. N. A.), Sierras de Córdoba, N. M. L. P., III, Nro 1, Buenos Aires, 1934; Die ausgestorbenen Rientiere Patagoniens und der Pampas im La Plata-Museum, en Lasso, II, Nro 1, Buenos Aires, 1934; Breve reseña geológico-geográfica de las Sierras de la Ventana, en Octavio F. Ducos, 1884-1934, Cincuentenario de la Colonia Francesa de Pigüé, 2da parte, 1936; Cobijaduras tectónicas en el Paleozoico de las Sierras de la Tinta (Provincia de Buenos Aires), N. M. L. P., III, Geología, Nro 5, Buenos Aires, 1938; Hallazgo de Caolín en una falla de la Sierra del Vulcán cerca de Balcarce (Provincia de Buenos Aires), N. M. L. P., Bunos Aires, 1938; Guillermo Bodenbender, R. M. L. P., Sección Oficial, 1941, La Plata, 1942; Las antiguas montañas de la Provincia de Buenos Aires. ¿Qué comprueban en favor o en contra de la hipótesis de Wegener? N. M. L. P., VII, Geología, Nro 22, La Plata, 1942.  

El doctor Walter Schiller, fue un idealista, ejemplar en el cumplimiento del deber, tenaz y de resistencia estoica para soportar circunstancias difíciles y sufrimientos corporales. Pero también tenía un humor indestructible, era entusiasta, optimista, generoso con terceros no pudientes y con un patriotismo ardiente, un ejemplo a seguir, sea este el recuerdo de un gran hombre y científico alemán, al servicio de nuestra Patria.

 

Placas en memoria del Profesor Dr.Walter Schiller (1879-1944). Cementerio de Los Andinistas. Foto: Alex Guillermo Martín

 

Hans George Link (1900-1944). Cementerio de Los Andinistas. Foto: Alex Guillermo Martín

 


 


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