Un fascinante itinerario de varios días transitando variedad de ambientes, reconociendo su flora, su fauna, la belleza del lugar y la inmensidad de la naturaleza que posee esa peculiar zona de la montaña.
Integrantes: Pedro Luis Sziguetti, Carlos Bello, Daniel Von Matuchka, Fernando Pierobon y J. Lucas Sbriglio
En Mendoza, tenemos la particularidad de poseer una gran cantidad de ambientes y, por lo tanto, una gran diversidad de ecosistemas que nos proporcionan una fabulosa pluralidad de vistas, paisajes, suelos, formaciones geológicas, vegetación, fauna y culturas. En el Departamento de Malargüe podemos distinguir específicamente un ecotono muy particular entre la región Alto Andina y la Patagónica, conformado por hermosos valles y quebradas cargadas de biodiversidad que dejan a las personas atónitas ante tanta majestuosidad natural.
Para ser más específicos, encontramos, principalmente, en la zona recorrida por nosotros, dos ecosistemas como lo son la Cordillera Principal y los valles intermontanos, pero podemos destacar en esta zona un Orobioma altoandino con intrusión patagónica que nos hace deleitar la vista con cada paso que damos.
Mendoza es una provincia de clima semiárido y que sufre de una escasez estructural de agua. Desde hace más de una década, ese difícil escenario se ha agravado por los impactos del Cambio Climático, que llegaron para quedarse y que constituyen un nuevo paradigma a resolver por quienes vivimos aquí.
En este contexto, nos queríamos adentrar en la zona de la provincia que más agua todavía tiene y donde están algunas de las nacientes más importante del río con más caudal de la provincia como lo es el río Grande en el sur mendocino.
Salimos desde Mendoza capital, cargando combustible en Tunuyán, pero sin suerte para nuestro último reabastecimiento que teníamos programado en la localidad de El Sosneado donde no había gasoil. Paramos en el centro de sky Las Leñas donde nos reabastecieron amablemente de su combustible propio, a un precio más que razonable ya que la estación de servicio en el valle solo abre en temporada y estábamos a comienzos de Diciembre del 2020.
Desde allí, seguimos por la Ruta 222 haciza el desvío del Paso Fronterizo de Las Damas que transita hacia el Norte y Noroeste del centro de sky de Las Leñas donde Carlos Bello se encontraba trabajando en el control de calidad de los materiales de los medios de elevación.
En esta ocasión, dividiríamos nuestra experiencia en la zona en dos etapas. En una primera etapa, se nos sumarían dos compañeros más a la expedición, el filósofo y andinista Daniel Von Matuchka y Fernando Pierobon (uno de los andinistas que encontró la “momia del Aconcagua” en la expedición de 1985). En esta primera etapa, visitaríamos el Paso internacional de las Damas e intentaríamos ascender el cerro Choicas.
El paso “Las Damas” se encuentra a 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar, sobre los 34° 50’ de latitud sur, a la misma altura que las ciudades de San Rafael (Argentina) y San Fernando (Chile).
Este camino en el lado de Chile solo llegaba hasta las termas de “El Flaco” y la central hidroeléctrica cercana. En Argentina, por su parte, una huella muy tenue y discontinua hacía lo mismo hasta la entrada de la mina las Choicas, siendo este último concesionario quien realizó una inversión para abrir este camino en 1995. Recién en el 2015 se concluyó en el lado chileno con la inversión privada de una central hidroeléctrica.
El lugar fue recorrido, explorado y estudiado por Manuel José Olascoaga (1835 – 1911), mendocino, ingeniero, héroe tras el terremoto de 1861, primer gobernador de Neuquén, historiador, empírico sociólogo y primer andinista deportivo argentino, considerado así tras ascender el volcán Domuyo en febrero de 1882, la máxima altura patagónica (4.660 m.). Fue Presidente de la Comisión de Límites en tiempos de conflictos con los países vecinos, fundador de la capital neuquina y de Chos Malal tras una fuerte disputa con los mapuches.
En esta zona del Sur mendocino que estábamos recorriendo fue donde el propio Olascoaga denunció un saqueo de minerales por parte de mineros chilenos (recordemos que todavía no estaban claros los límites internacionales como ahora) lo que derivó en un conflicto cuando se envió una partida de policía a desalojar el predio a mediados del 1800.
Retomando el camino que nos llevaba al paso internacional de Las Damas, debíamos cruzar los arroyos “el Flojo”, “la Matancilla” para cruzar luego el Tordillo y seguir por la margen Este del arroyo “Escondido” (donde se juntan dos ríos de diferentes colores) hasta subir al portezuelo final que nos depositaría en el ya mencionado paso.
Cada vadeo de estos arroyos requería que uno de nosotros se bajara y lo cruzara caminando para asegurarnos poder cruzarlos con cierta tranquilidad. Está situación provocó que el paso por cada uno de estos cursos de agua nos demorara en forma considerable.
El video contiene : Vadeos del río, el cruce del río Tordillo por carro tirolesa, la Laguna de las Cargas,el ascenso a la montaña desconocida de 3000 metros que creíamos virgen y el Portezuelo del Cerro Mesas uniendo los valles recorridos.
Finalmente, y ya sin vadeo de ríos ni arroyos, subíamos hacia el Oeste cordillerano por una serie de ciénagas, o vegas de alturas con múltiples lagunas que hacían de este paisaje algo maravilloso.
Llegando al paso fronterizo, nos encontramos la escultura del artista chileno Américo Becerra, que representa a un huaso y un gaucho, con las banderas de Argentina y Chile. Se trata de una obra de grandes dimensiones y de casi 300 kg de peso, en hierro reciclado. El autor es un reconocido artista colchagüino, especializado en obras dedicadas a poner en valor la identidad regional.
Al poco tiempo de estar disfrutando de las vistas, apareció un arriero chileno con un muy mal semblante y con la excusa de buscar animales que se le habían “escapado” hacia las pasturas argentinas. Cordialmente le informamos que no nos habíamos cruzado con sus animales y se fue. Sospechábamos que venía en tren de cometer abigeato y nuestra presencia se lo impidió, motivo por el cual poniendo cara de malos amigos tomó rumbo Oeste nuevamente y se fue sin ni siquiera saludar.
En esta primera etapa, estábamos entusiasmados en llegar al antiguo, abandonado y desguazado campamento minero de “Las Choicas”, llamado así porque en esos parajes se creía en una antigua leyenda cordillerana de unos indígenas con algún ritual de mutilación de dedos que emulaban el pie de un Ñandú o “Choique”, según cuenta la quimera cuyana.
Las Choicas fue descubierta en 1874-1875 y concedida a Amador Durán en 1876. Está ubicada 108 km. al Noroeste de El Sosneado, a 5 km. de la frontera con Chile, donde tenía destino su producción de cobre y plata. Luego de pasar por varios concesionarios, fue explotada por la Mining Exploration Company Ltd. entre 1906 y 1909, su período de mayor actividad, luego estuvo inactiva hasta que la Compañía Minera de Valle Hermoso realizó algunos trabajos en la década del ‘40 y produjo algunas toneladas en 1941. (foto gentileza de Mendoza Antigua)
Aquí acampamos, comiendo un rico asado y esperando que el camino nos permitiera aproximarnos en la camioneta unos cuantos kilómetros hasta la base del cerro.
Al día siguiente, primero emprendimos viaje en camioneta y luego a pie, siguiendo la traza de un camino de caracoles que nos depositaría en un portezuelo donde se quedarían Fernando y Daniel.
Nosotros seguíamos hacia la cumbre del cerro Choicas
La pendiente era suave pero larga y la subida se hizo muy amena al estar rodeados de tanta belleza en el paisaje
A medida que avanzamos, comenzamos a divisar múltiples lagunas glaciarias a nuestros pies.
Esta cumbre nos deleitaba con unas vistas espectaculares de los cerros Risco Plateado y Paraguay al Este, El cerro Alto del Azufre (donde cayó el famoso avión de los uruguayos de la tragedia de “Viven” en octubre de 1972) y el Palomo con sus majestuosos glaciares como el glaciar de Los Cipreses y Universidad sobre la Sierra de los Brujos al Norte y Noroeste y finalmente, las nacientes de los efluentes del río Cobre (el otro tributario importante del río Grande junto con el Tordillo) al Sur.
La cumbre del cerro Choicas nos dejaba ver un poco más al Sur y nos costaba interpretar algunas cumbres que aparecían, pero podíamos ver la silueta del cerro Campanario y al Noreste podíamos divisar el cerro “el Sosneado” y el volcán “Overo”.
Luego de bajar y de reencontrarnos con nuestros compañeros, descendimos nuevamente al abandonado campamento minero y disfrutamos de un baño en las lagunas glaciarias que lo circundaban.
Ahora tocaba desandar el camino hasta el campamento donde pasaríamos otra noche con el fin de recuperar fuerzas y seguir con el recorrido. Luego de alcanzar una meta, estos campamentos tienen un plus en la profundidad de las conversaciones dado que los grupos suelen estar relajados y las charlas suelen caer a profundidades impensadas y elevarse a temas que siempre iluminan, sobre todo si se comparten con personas de profesiones tan diversas y con tanta diferencia generacional como nos sucedía en este caso.
Seguidamente, en una segunda etapa, ya sin Von Matuchka y Pierobon que regresaban a Mendoza. Seguimos Pedro Sziguetti, Carlos Bello y Lucas Sbriglio hacia el Valle Hermoso donde nos esperaba la segunda etapa de esta aventura en la que caminaríamos cuatro días más “perdidos” entre valles y quebradas.
Luego de llegar al balcón del Valle Hermoso, bajamos y recorrimos todo el largo del valle en vehículo hasta llegar casi al tapón final donde armamos campamento junto a un carro tirolesa utilizado para cruzar el caudaloso río.
Posteriormente, al cruzar el río en el simpático y práctico carromato aéreo, cumplimos con el pertinente saludo a la familia Márquez, quienes hacen la veranada de sus animales en ese lugar y que nos permitieron cruzar muy amablemente.
Así, nos adentramos a caminar por el valle de Las Cargas que no es más que un ecosistema de vegas cordilleranas, Las vegas son comunidades de vida que se caracterizan por vivir en sectores de gran humedad edáfica alrededor de una surgente de agua, en las montañas y que proporcionan pasturas frescas y nutritivas a los animales de los puesteros que practican la ganadería transhumante.
La transhumancia es una práctica habitual de los crianceros del Sur mendocino y Norte neuquino. Llevan a sus majadas caprinas a pastar en los valles cordilleranos en verano y así aprovechan las pasturas que se nutrieron de las nevadas de invierno. Los puesteros llevan todos los días a pastar a diferentes lugares sus grandes rebaños de animales, logrando así generar una buena reserva de grasa para pasar el invierno, una excelente lactancia para las cabras que están en parición y la concentración de las pariciones en una sola época del año (cercana a las fiestas de fin de año) coincidente con la mayor demanda de cabritos.
Avanzamos, pasando por un emprendimiento turístico que ha quedado sin concluir hasta finalmente llegar a la laguna de Las Cargas después de cinco horas. Armamos nuestro campamento luego de un reparador baño en la no tan cálida laguna.
Comenzamos este segundo día con un café y salimos a remontar el arroyo que alimentaba la laguna hasta sus nacientes. Observamos paisajes paradisíacos en el amanecer, con montañas de yeso (carbonato de calcio) y con bandadas multitudinarias de cauquenes (Chloephaga picta)
Así avanzamos hasta el final del valle de Las Cargas, girando levemente al Sur y ascendiendo poco a poco las montañas perpendiculares al Cordón del Límite que se encontraba frente a nosotros. Nos dirigimos a una montaña que habíamos elegido y que creíamos virgen, con nombre desconocido. Subimos su cumbre de 3000 msnm, donde solo había una base de un hito trigonométrico, posiblemente utilizado por el IGM (Instituto Geográfico Militar) o por alguna comisión de límites anterior. Sus coordenadas eran 35° 09´ 24” S y 70° 21´ 18” O. (foto39). Esta montaña se encuentra al final del valle de Las Cargas y, a su vez, es la cabecera del valle del Tiburcio que recorreríamos al día siguiente.
Después de las respectivas fotos, nos dispusimos bajar hasta encontrar el portezuelo más propicio para pasar al día siguiente al valle contiguo llamado valle del Tiburcio.
Despertamos y la avifauna nos apabullaba con sus cantos. Vimos dormilona cenicienta (Muscisaxicola cinerea) que frecuenta la cercanía de los ríos y arroyos de montaña, el come-sebo andino (Phrygillus gayi), el yal plomizo (Phrygilus unicolor), la agachona de collar (Thinocorus orbignyianus), la monterita pecho gris (Poospiza hypochondria); también encontramos varias especies de camineras (Geositta isabellina), bandurrita común (Upucerthia dumetaria) y remolinera castaña (Cinclodes atacamensis).
Desayunamos y nos pusimos en marcha para pasar al valle del Tiburcio, un ecosistema también de vegas altoandinas, pero mucho más vegetada que la quebrada que veníamos transitando. Tenía adesmias, leña amarilla, acerillo, molles y otras especies arbustivas. Pudimos divisar anfibios como el sapo andino (Bufo spinolosus); reptiles como el lagarto cola espinuda (Phymaturus flagellifer) y el matuasto (Pristidactylus scapulatus).
Bajamos caminando unas cuatro o cinco horas por este valle del Tiburcio que nos regalaba muchísimo verde y, junto con su vegetación paisajes imponentes, gran cantidad de avifauna.
Nuestra jornada llegaría hasta encontrarnos cerca de la unión del valle del Tiburcio con el valle del Cura y frente a un portezuelo bajo el cerro Mesa que, de traspasarlo, nos podría depositar en las inmediaciones del tapón del Valle Hermoso y cerca de donde habíamos dejado nuestro vehículo.
Nos encontramos nuevamente con un ser humano después de tres días. Resultó ser un arriero que buscaba unos animales que se le habían cruzado desde el valle del Tiburcio al del Cura y era una situación que lo preocupaba mucho dado que no tenía permiso de pastoreo en esas tierras. Había dado “la palabra” de que eso no sucedería. Así, dándonos una lección de ética se alejó a buscar sus vaquitas junto con sus penas.
Luego de armar campamento y de relajarnos mirando innumerables especies de aves como la agachona grande (Attagis gayi), decidimos adentrarnos un poco en el valle del Cura para explorar y planificar una próxima travesía. Al caer la noche, cenamos y Carlos Bello nos deleitó con una maravillosa Clase de Astronomía, indicándonos las constelaciones con su fabuloso láser de altísima potencia, con el que nos dibujaba las figuras en el oscuro cielo.
Al día siguiente, mil metros de desnivel, nos separaban del portezuelo que nos conduciría al final del valle hermoso que recorrimos con pasividad y disfrute mientras Carlitos (distintivo Mike Eco Uniform), nos explicaba las bondades de la radioafición y sus aspectos técnicos.
Llegando al portezuelo del cerro Mesa, las vistas eran hermosas, al Oeste aparecía el complejo volcánico Planchón-Peteroa-Azufre que nos regalaba hermosas fumarolas, indicando que todavía está activo y expectante.
Luego de bajar llegamos nuevamente al puesto de la familia Márquez, quien nos encargó avisar a su hija que les enviara algunos adminículos agropecuarios en su próximo viaje. Luego de matear un rato, volvimos a cruzar el río por el simpático carro tirolesa que nos depositó frente a nuestro vehículo donde nos esperaban unas cervezas para festejar nuestra llegada.
De esta expedición me voy a quedar con un aspecto del montañismo que es fundamental y que diferencia a un montañista de un deportista de montaña, y que es la conversación. Las interminables charlas donde uno intenta con sus compañeros de aventuras interpretar el clima, identificar especies, entender el funcionamiento de una radio VHF, dilucidar constelaciones, desentrañar mapas, reconstruir historias, fotografiar paisajes, plantas y animales o bien filosofar de la vida. Si un andinista es aquella persona que lleva su cuerpo donde sus ojos alguna vez lo soñaron (en palabras de Paul Preuss), un montañista es aquel que cuando ingresa a la montaña no intenta dominarla ni someterla bajo sus pies, sino consustanciarse con ella para entenderse mutuamente.
Luego de esta expedición, Carlitos Bello, ingeniero, radioaficionado, astrónomo, montañista, docente, investigador y, por sobre todo, amigo, de esos que te da la montaña, nos dejaba para ascender a las cumbres eternas.. Cuando lo despedimos sobre su pecho deposité un trozo de cuerda con un “As de Guía”, un nudo cuyo uso él supo defender y una de las tantas cosas que me enseñó, como símbolo de que quedamos en diferentes planos, pero encordados para siempre.
Autor: Mgtr. Vet. Juan Lucas Sbriglio
Montañista, Consultor ambiental
Logística de expediciones cordilleranas
Centro cultural Argentino de Montaña 2023