La búsqueda está encabezada por el Club Andino Mercedario con el acompañamiento de Gendarmería Nacional, Miguel Castro es un ingeniero mendocino de 32 años que el viernes 26 había salido a recorrer la zona de Ansilta, provincia de San Juan
“Nadie es tan experimentado, tan bueno, tan resistente, como para que no pueda pasarle nada”
Reinhold Messner
Como hemos visto a lo largo de las tres partes precedentes de este artículo, la Cultura de la Seguridad supone una manera de afrontar cualquier actividad, en nuestro caso, a la montaña. Bajo su amparo vamos a lograr adquirir un compromiso en aras a tener una mayor seguridad en todas nuestras acciones... y de quienes nos acompañen. También resulta fácil colegir, al hilo de lo dicho en esas tres partes anteriores, que la Cultura de la Seguridad requiere una visión global, pues son muchos los factores que se interrelacionan contra ella. Reflexionando sobre un incidente o accidente pronto descubriremos que nunca hubo una única causa provocadora de tal circunstancia. Por eso es imprescindible tener una visión global.
La Cultura de la Seguridad se apoya en tres pilares: la técnica, la gestión y el factor humano. Aunque hemos hablado de ello, conviene ahora recordar que la técnica sólo de consigue con la formación; que la capacidad de gestionar bien se basa no sólo en la formación sino en la experiencia y, en muchas ocasiones, en el sentido común, sin olvidar la importancia que tiene en este punto la actitud, la manera en cómo se afrontan las circunstancias; y sobre el factor humano, resaltar que tiene que ver con la actitud y la aptitud, con los miedos y otros factores que contribuyen a desestabilizar el equilibrio emocional de la persona. Cualquier circunstancia que te saque de tu nivel de confort puede ser desencadenante de miedos... o de reacciones imprevistas. No dudes que el factor humano puede ser, en ocasiones, no sólo una fuente de peligros sino de conflictos; recuerda lo referido más atrás sobre la actitud y la aptitud. Todo lo que trabajemos para
mejorar estos aspectos incrementará nuestra Cultura de la Seguridad, sin olvidar que debemos impulsar a nuestro entorno que haga lo mismo. El beneficio será común.
Ahora, amigo lector, te ruego que vuelvas a leer la cita que encabeza este apartado.
Sin duda alguna la frase de Messner apunta a un aspecto, otro más quizá poco valorado, que pone el dedo en la llaga: nadie está libre de un accidente... ¡no digamos ya de un incidente! Y precisamente por ello, porque los incidentes son mucho más frecuentes, es por lo que debemos analizarles con el espíritu de sacar conclusiones para mejorar nuestro nivel técnico... y de percepción del riesgo. Ya hablamos sobre esto. Y también hablamos de la importancia de saber detectar peligros y riesgos para poder hacer una evaluación correcta que nos permita sobrevivir a esas circunstancias. ¿He dicho sobrevivir?
¡¡Exacto!! Es muy ilustrativa, a este respecto, una conversación de dos personajes de mi libro “Fascinados por la montaña”, escrito hace muchos años; se trata de dos alpinistas, uno muy joven y otro ya veterano; el primero con ganas de comerse al mundo por los pies... el otro, con la humildad adquirida tras muchos años de práctica. El veterano está explicando al joven que “un alpinista, aún el mejor alpinista, en realidad no domina nada, porque a la Naturaleza no se la puede doblegar, que su único mérito está en sobrevivir... en ser capaz de sobrevivir allí donde otro no osaría ni poner sus ojos”. El joven, lleno de estupor exclama: “¿sobrevivir?... ¡sólo eso!” A lo que el otro le replica: “¿y te parece poco?”.
En efecto, sirva esta anécdota para ilustrar un pensamiento que tiene mucha enjundia... y que forma parte de mi manera de entender y enseñar la montaña y el Alpinismo. Esta también es una cuestión quizá poco reflexionada: toda nuestra técnica, toda nuestra experiencia, todo nuestro conocimiento son armas que nos permiten sobrevivir... “allí donde otro no osaría poner sus ojos”. Y, efectivamente, ¡no es poco!
Este planteamiento, a parte de las necesarias dosis de humildad personal, nos enseñará algo también poco debatido y menos practicado: la necesidad de entrenar nuestra capacidad de supervivencia. Y dentro de esa capacidad de supervivencia está el saber retirarse de una montaña, pero, como señalo a mis alumnos en mis cursos, “¡retirarse a tiempo!”, pues muchas veces hemos apurado más de lo razonable... y quien esté libre de culpa que levante la mano. Nuevamente aquí será mejor pecar por exceso de prudencia...
Puntualizaré que, cuando hago referencia a entrenar nuestra capacidad de supervivencia, no me refiero a eso que se puso de moda hace un puñado de años al socaire de algunos programas de televisión: el ir a un bosque a comer hormigas, beber agua sucia y dormir bajo la hojarasca. Evidentemente no se trata de eso, sino de hacernos más resistentes a las peores condiciones; salir en terreno conocido en medio de una tormenta, siempre bien planificado y perfectamente equipado, puede darnos una información sobre nuestras capacidades y sus límites muy provechosas de cara al futuro. Si hacemos esto con la suficiente prudencia y dosis de sentido común será un excelente ejercicio práctico.
También conviene no dejarnos engañar por falsos profetas: el Alpinismo, el Montañismo, es un deporte de riesgo... en realidad, la propia vida es una actividad de riesgo: como decía Groucho Marx con su ácido humor: “no saldrás vivo de ella”. Sin embargo, tal circunstancia no es óbice para que no pongamos todo lo posible, ¡y más!, de nuestra parte para salir ilesos de nuestras actividades. Las únicas huellas permitidas serían las marcas que dejará en nuestro espíritu, en nuestro ser. La Cultura de la Seguridad debe ser una manera de afrontar nuestras actividades... ¡pero no todo vale! La Seguridad no puede ser una patente de corso para dar coartada a los disparates... porque, en el fondo, prostituimos la esencia misma de nuestra actividad.
Quien quiera escalada con riesgo cero -o casi- que se vaya a los rocódromos in door... y, aún ahí, no tiene garantizado no poder ser víctima de un accidente, incluso un grave accidente. La Cultura de la Seguridad debe ser el faro que guía nuestra conducta; pero ni la soberbia ni la tergiversación de la actividad tienen cabida aquí. Como se ha dicho, humildad y conocimiento es la base para incrementar el nivel de nuestras actividades. Hemos de ser conscientes de que, si no respetamos el entorno, si no respetamos las reglas de la montaña y del alpinismo -por no estar escritas no dejan de ser fundamentales- nada de lo que hagamos tendrá sentido ni valor. Walter Bonatti se preguntaba sobre “¿hasta qué punto están justificadas las medidas extremas para conseguir escaladas extremas?” Mi respuesta es clara: nada las justifica; lo que hoy puede ser imposible, mañana será el reto de una nueva generación.
Así nos lo enseña el conocimiento de la Historia... por eso, respeto y humildad deben darse la mano. La vida de Bonatti y su ética montañera son un magnífico espejo en que mirarse e intentar imitar.
La banalización de los riesgos y peligros es, sin duda, uno de los agentes más dañinos en nuestras actividades; pero en segundo lugar estaría la mala gestión del riesgo.
Ya hablamos sobre el mal equipamiento, la sobrestimación, el desconocimiento...
Nuevamente insistir en que la modestia en nuestras capacidades y el ansia de formación constante -complementada con un entrenamiento sistemático- serán nuestros mejores aliados para una montaña segura. No deberíamos olvidar, volvemos a señalarlo, que los miembros de los equipos de rescate también tienen madre, esposa, hijos, hermanos... y que, en su generosidad, más de uno perdió o puso su vida en riesgo por intentar salvar de alguno... que, por los datos objetivos de la intervención, bien a las claras demostraron tener muy poco aprecio por la suya. Los equipos de rescate hacen una gran labor, impagable labor... pero no están ahí para compensar o corregir nuestros errores o nuestras negligencias. Ya dijimos más atrás que la ignorancia nos hace tomar decisiones ignorantes y que la desesperación nos obliga a tomar decisiones desesperadas. Reflexiona para no caer en ellas... y tu mejor apoyo, también se dijo, son el espíritu crítico y las ganas de formación, formación y formación, Paul Preuss, visionario escalador austriaco (1886-1913), decía que “ningún montañero debiera de afrontar escaladas para las que no estuviera capacitado”.
La frase es aplicable a cualquier ámbito de la montaña, no sólo a la escalada. ¿Y cómo se consigue eso?... ¿Habrá que repetirlo?, pues con formación, formación y formación, único medio de lograr incrementar la dificultad de nuestras actividades... y una larga vida practicándolas. Ya Toni Hiebeler (1930-1984), primero en escalar la norte del Eiger en invierno, afirmaba que “el arte no está en llegar a ser un buen alpinista... sino en llegar a ser un alpinista viejo”. Trabajar por incrementar nuestra Cultura de la Seguridad nos ayudará a conseguirlo. Pero también el que nuestro entorno incremente esa cultura a la par que nosotros mismos. Saber gestionar el riesgo con solvencia es garantía de una larga vida activa. Decía Don Whillans (1933-1985), el excelente e irreverente escalador británico: “sólo existen dos tipos de escaladores: el escalador inteligente... y el escalador muerto”; frase tan brutal como certera, e igualmente aplicable fuera del ámbito de la escalada a todas las actividades montañeras.
La montaña es vida. La Cultura de la Seguridad es su garantía
La montaña es fuente de vida, de amistad, de solidaridad, de todos los más hermosos valores éticos que hacen del hombre una criatura admirable. Pero no olvidemos que los malos momentos, las circunstancias duras, sacan lo mejor y lo peor de cada ser humano; en realidad, sacan lo que este lleva verdaderamente dentro. El generoso y el solidario se ofrecerán a los demás sin importar nada; el soberbio o el egoísta mostrarán su peor cara. Debemos prepararnos para afrontar esta contingencia. En esos duros instantes las discusiones no tienen sentido ni valor, no es su momento.
Solucionado el punto crítico, será el tiempo de la reflexión... y, si se estima oportuno, de tomar la firme decisión de no volver a salir nunca más con aquellas personas que tan mal comportamiento mostraron. Personalmente me resulta indiferente su nivel técnico si su nivel humano no está a la altura de lo exigido. Reinhold Messner decía que “las grandes montañas no son justas o injustas... simplemente son peligrosas”, y ese terreno de juego es un estupendo catalizador para sacar a la luz las miserias humanas... ¡pero también su parte más noble! Es nuestra responsabilidad saber con quién compartimos nuestros, esfuerzos, nuestros miedos, nuestros sueños, nuestra vida. Sería bueno que, como una plegaria, aprendieras una frase de Roger Baxter-Jones decía a sus amigos cuando estos se iban de expedición: “regresad vivos, regresad como amigos, llegad a la cumbre... ¡y por ese orden!”
Resulta muy difícil explicar a ciertas personas los sentimientos que nos producen nuestras actividades montañeras. El hombre lleva más de dos siglos escalando montañas y escribiendo sobre ello. Algunos nos dejaron muy hermosas páginas. Pero nadie fue capaz de contestar a la lo que yo llamo “la última pregunta”: ¿qué te lleva a escalar montañas? Es evidente que cada cual tiene su propia respuesta, pero ninguna parece contestar de forma irrefutable la esencia de la cuestión... al menos, dar una respuesta que satisfaga a todos. A este respecto, el humorista Miguel Gila, en uno de sus geniales monólogos, sí daba una respuesta certera... pero tan surrealista como su humor: “un día le pregunté a un alpinista sobre qué hacía cuando llegaba a la cima de una montaña; me miró, y me dijo: pues nada, meo... y me bajo”. Parece cierto que lo hacemos muchas veces... pero seguro que no está ahí la clave de nuestra pasión por las montañas. Sin
embargo, sean cuales sean las motivaciones individuales que nos lleven a ellas, sí deberíamos trabajar continuamente en incrementar nuestra Cultura de la Seguridad.
Muchos de los momentos más hermosos de mi vida han ocurrido en las montañas.
Muchos de mis mejores amigos son compañeros de aventuras montañeras. Las lecciones de vida que otorga la montaña, a quien quiera aprender, son tan profundas que, seguramente por ese motivo, muchos de los montañeros de distintos países o idiomas tenemos ese sustrato común que tanto nos une. Por eso es fácil empatizar en los refugios y campamentos con personas que no conocemos... y que quizá no volvamos a ver. Sí, amigo lector, la montaña es vida... pero, no parece ni inteligente ni oportuno ocultar que, en ocasiones, el precio puede ser muy alto. Tan alto, que desde hace bastantes años repito en muchas de mis conferencias alpinas y cursos montañeros una idea que debe ser el alma nuclear de la Cultura de la Seguridad: “las montañas son muy bellas... pero no vale la pena morir por ellas”
La Cabrera, Madrid-España, diciembre 2020/enero 2021
Narciso de Dios Melero
Profesor de Esquí, Escalada y Alpinismo
Guía de Alta Montaña
Centro cultural Argentino de Montaña 2023