Cultura · La Montaña y el Hombre

El ascenso y la montaña tras el mensaje de Silo

En este artículo se presentarán tres pasajes escritos por Silo en donde se hace referencia a la práctica ascensionista, y a la montaña, como imágenes ilustrativas para exponer ideas relativas a la búsqueda de claridad y purificación espiritual

Lucas López

Edición: CCAM Junio 2024



El sintagma ‘montañismo siloista’ puede implicar la experimentación del territorio de montaña bajo una instancia espiritual profunda, interpeladora del sí mismo y del ambiente pétreo que expresa el Ser en su totalidad. Es por ello que, en esta ocasión, haremos referencia a algunos pasajes escritos por Silo en donde se considera al ascenso y a la montaña como símbolos transcendentales de significación. 

Justamente en la montaña, en Punta de Vacas, al pie del macizo de Penitentes, desde donde se ingresa a la Quebrada del Tupungato, y desde donde se ingresa al Valle de Vacas en dirección opuesta, se encuentra el Parque de Estudio y Reflexión Punta de Vacas del movimiento humanista fundado por Silo. 

Casualmente, el verano pasado, durante el corriente año, Punta de Vacas fue objeto de noticias de montaña debido a que se suscitaron acontecimientos de terreno producto de condiciones meteorológicas determinadas –tanto durante los meses propios del verano como durante los meses precedentes a este. El aumento del caudal de los ríos ocasionó lagunas en el Valle de Vacas que obligó al cierre del Parque Provincial Aconcagua, y a la evacuación de personas del mismo. Este aumento de caudal también se confirmó en la Quebrada de Tupungato y en la Quebrada del Río Blanco. En todo este radio de valles y ríos, el deshielo veloz generó obstáculos mayores para todos aquellos montañistas que se internaron en él.  

Por otro lado, antes de adentrarnos en la aparición del ascenso y la montaña en la escritura de siloista, conozcamos un poco quién fue Silo, según los públicos datos con que se cuentan para hacer referencia a esta persona y el movimiento humanista generado, junto a su vínculo con la montaña.

 

Silo y el humanismo

 

Brevemente comentaremos que a Mario Luis Rodríguez Cobos, más conocido como Silo (nacido en Mendoza el 6 de enero de 1938, y quien falleciera en la misma provincia el 16 de septiembre de 2010), se lo considera el fundador del Movimiento Humanista, con una gran labor de escritura sobre diversos aspectos filosóficos, antropológicos, religiosos, espiritistas, políticos, etc. Asimismo, Silo dictó varias conferencias sobre estos asuntos y, aunque muchos de sus seguidores lo consideraban un pensador, él mismo se autodefinía como escritor. 

Un detalle interesante de Silo, y de su vínculo con la montaña a temprana edad, es que a los 8 años se convirtió en el primer niño en escalar el Cerro Plata. Sin embargo, el hecho que también vincula a la montaña con Silo, y que marcó un hito en la historia del movimiento humanista, fue el 4 de mayo de 1969 cuando Silo (de 31 años), luego de haber pasado un tiempo en su ermita de la Quebrada de Tupungato, habló ante unas doscientas personas reunidas en Punta de Vacas (provincia de Mendoza). Este «sermón de la montaña», como lo dieron a conocer varios medios de comunicación de la época, en este paraje de la cordillera de los Andes cercano al cerro Aconcagua, fue la primera exposición pública de las ideas que, con el tiempo, formarían las bases del Movimiento Humanista. En esta arenga, también conocida como «La curación del sufrimiento», expuso temas como la superación del dolor y el sufrimiento, el sentido de la vida, la violencia, el deseo y el placer. En ese lugar, donde se brindó tal discurso, se erige hoy el Parque Histórico o Parque de Estudio y Reflexión Punta de Vacas, uno de los numerosos parques de estudio y reflexión relacionados con su enseñanza. 

Ahora bien, sobre el material que analizaremos en este artículo, diremos que el mismo se encuentra en El mensaje de Silo, una obra publicada en el año 2002, la cual se encuentra dividida en tres partes: el Libro, la Experiencia y un Camino

 

Montañismo siloista en El Mensaje de Silo

 

Como bien comentamos, el Parque de Estudio y Reflexión Punta de Vacas, es uno de los tantos Parques que el Movimiento Humanista tiene desplegados por el mundo. A su vez, Punta de Vacas es un sitio desde donde se parte a distintas rutas de montaña: sea hacia el cerro Aconcagua, el volcán Tupungato, los distintos refugios por la Quebrada del Tupungato, el Macizo de Penitentes, la Quebrada del Río Blanco y la Quebrada de Potrero Escondido, la Quebrada de Agua de Punta de Vacas, etc…

 

En este sentido, se entiende que el eremitismo de Silo, al construir su ermita en la Quebrada de Tupungato, a la altura de Punta de Vacas, desprendió un vínculo espiritual para con este tipo de terreno. Es por ello que la mención a la montaña se referencia, en distintas ocasiones, con aspectos cruciales de la introspección humana y cierta experiencia de descubrimiento del sí mismo, haciendo alusión a regiones -y clarificaciones- perceptivas. 

A continuación, abordaremos algunos pasajes de El mensaje de Silo, en donde el ascenso y la montaña figuran como símbolos del imaginario siloista, en tanto elementos ilustrativos de la espiritualidad a desenvolver según el propósito humanista.

 

El mensaje de Silo

 

Como bien comentamos,  El mensaje de Silo se encuentra dividido en tres partes: el Libro, la Experiencia y un Camino. En la parte referida a El Libro, en su capítulo XIV referido a “La guía del camino interno”, Silo nos comenta:

“Si impulsas a tu ser en dirección luminosa, encontrarás resistencia y fatiga a cada paso. Esta fatiga del ascenso tiene culpables. Tu vida pesa, tus recuerdos pesan, tus acciones anteriores impiden el ascenso. Esta escalada es difícil por acción de tu cuerpo que tiende a dominar. 

En los pasos del ascenso se encuentran regiones extrañas de colores puros y de sonidos no conocidos. 

No huyas de la purificación que actúa como el fuego y que horroriza con sus fantasmas. 

Rechaza el sobresalto y el descorazonamiento.

Rechaza el deseo de huir hacia regiones bajas y oscuras.

Rechaza el apego a los recuerdos.

Queda en libertad interior con indiferencia hacia el ensueño del paisaje, con resolución en el ascenso.

La luz pura clarea en las cumbres de las altas cadenas montañosas y las aguas de los mil-colores bajan entre melodías irreconocibles hacia mesetas y praderas cristalinas. No temas la presión de la luz que te aleja de su centro cada vez más fuertemente.

Absórbela como si fuera un líquido o un viento porque en ella, ciertamente, está la vida.

Cuando en la gran cadena montañosa encuentres la ciudad escondida debes conocer la entrada. Pero esto lo sabrás en el momento en que tu vida sea transformada. Sus enormes murallas están escritas en figuras, están escritas en colores, están ‘sentidas’. En esta ciudad se guarda lo hecho y lo por hacer… Pero a tu ojo interno es opaco lo transparente. Sí, ¡los muros te son impenetrables!

Toma la Fuerza de la ciudad escondida. Vuelve al mundo de la vida densa con tu frente y tus manos luminosas.” 

 

Este pasaje representa una interesante referencia al terreno de montaña –y de las altas cumbres en particular- como espacio de luminosidad, de clarificación espiritual. Un ambiente al cual es difícil acceder en su ascenso o, como comenta Silo, puede generar obstáculos grandes que permanentemente horrorizan y que disuaden a desistir de la ascensión. Es impresionante cómo esta descripción otorgada por Silo se asocia al concepto de “numinosidad” también trabajado por el médico y espiritualista francés Roger Godel en la década del ’50 del siglo XX. De la misma manera, la imagen de las aguas que descienden desde las montañas, y que intervienen en praderas y mesetas, otorgando sonoridad y coloridad irreconocible, invoca cierto grado metafísico y sobrenatural. Todo ello, según Silo, fomenta la vida, como así también la posibilidad de conversión al alcanzar las altas cumbres: transformación de la vida en tal terreno con el privilegio de adquirir un mensaje -un sentido- para luego descender al mundo ordinario con “frente” y “manos” lumínicas, “luminosas”.  La mente, el espíritu, el alma, el cuerpo, los músculos; todo ello se torna modificado al bajar de las altas cumbres. El famoso “ora y labora” de San Benito parece emerger desde estas palabras: la frente y las manos como herramientas indispensables para aportar nuevo sentido a la densa vida del mundo de abajo. La frente como símbolo de la mente, del espíritu, del conocimiento, de la sabiduría, de la meditación, de la contemplación, del orar, etc… Las manos, referenciando al cuerpo, a la musculatura, al obrar, al trabajo, etc… Todo un complejo humano que parece haber sido transformado por un estado de consciencia de otro orden: «divino», podríamos llamarlo. Nuevamente, la montaña aquí nos coloca en un terreno y en un momento donde lo Otro interviene sobre el humano, otorgando claridad y fortaleza. 

 

Asimismo, en el capítulo XIX, cuando hace referencia a “los estados internos”, Silo relata:

“Sube por la escalinata del Intento y llegarás a una cúpula inestable. Desde allí, desplázate por un pasillo estrecho y sinuoso que conocerás como la “volubilidad”, hasta llegar a un espacio amplio y vacío (como una plataforma), que lleva por nombre: “espacio-abierto-de-la-energía”.

En ese espacio puedes espantarte por el paisaje desierto e inmenso y por el aterrador silencio de esa noche transfigurada por enormes estrellas inmóviles.” 

 

“Es difícil que caigas desde allí salvo que voluntariamente quieras descender hacia regiones más oscuras para llevar la luz a las tinieblas”. 

 

En este otro pasaje, donde Silo nuevamente hace referencia a la ascensión, nos encontramos con una imagen similar a la presentada anteriormente. Luego de subir por varios escalones, y al llegar a una plataforma amplia y vacía (que podría referirse a cualquier cumbre amesetada), se nos presenta el terror del paisaje silencioso, desierto e inmenso, frente a la inmensidad del cielo estrellado. De la misma manera, el descenso hacia regiones más oscuras para iluminar estos espacios, desde la claridad obtenida en estas regiones altas, también se vincula con lo expresado en el pasaje anterior en torno al descenso al mundo de la vida densa desde una luminosidad adquirida en las altas cumbres. Y aquí también podemos hacer mención a lo expuesto por Roger Godel en su trabajo de la “numinosidad”, dentro de sus ensayos sobre la experiencia liberadora, debido a que también hacía hincapié en la posibilidad de transportar esa “luz” descubierta (o recordada) en las altas cumbres hacia terrenos más bajos. Al presentar este esquema argumental, no podemos dejar de pensar también en la alegoría de la caverna de Platón, y la experiencia de quien sale de la caverna e iluminado por el descubrimiento del Ser -de lo real- desciende al espacio oscuro cavernoso para dar noticia a los allí alojados. Por otro lado, probablemente el film francés “La Montaña”, del director Thomas Salvador, estrenada el año pasado, también pueda interpretarse como teniendo un mensaje de este tipo. 

Finalmente, en la parte referida a La Experiencia, en la sección sobre “Asistencia”, Silo recomienda nuevamente:

 

“Toma ahora la resolución del ascenso…

La Luz pura clarea en las cumbres de las altas cadenas montañosas y las aguas de los-mil-colores bajan entre melodías irreconocibles hacia mesetas y praderas cristalinas…” 

“No temas la presión de la luz que te aleja de su centro cada vez más fuertemente. Absórbela como si fuera un líquido o un viento porque en ella, ciertamente, está la vida...”

“Cuando en la gran cadena montañosa encuentres la ciudad escondida debes conocer la entrada. Pero esto lo sabrás en el momento en que tu vida sea transformada. Sus enormes murallas están escritas en figuras, están escritas en colores, están ‘sentidas’. En esta ciudad se guarda lo hecho y lo por hacer…” 

 

Hace un breve silencio, retomando luego la palabra con el mismo tono e intensidad

“Estás reconciliado…

Estás purificado…

Prepárate a entrar en la más hermosa Ciudad de la Luz, en esta ciudad jamás percibida por el ojo, nunca escuchada en su canto por el oído humano…

Ven, prepárate a entrar en la más hermosa Luz…” 

 

Aquí, por último, una repetición de los capítulos XIV y XIX de El Libro, donde el propósito de tal itinerario es alcanzar la luminosidad. La reconciliación, el acto autocompasivo y la purificación, parecen confluir en este estado de “luz”, donde no hay temporalidad alguna ni autoridad externa a la cual someterse involuntariamente. Más bien, la bondad amorosa pareciera instruir esta instancia de entrega en el escenario de lo alto y lumínico, de lo claro y fuerte.

 

Palabras finales

 

Puede resultar interesante cómo el carácter del ascenso y la figura de la montaña pueden otorgar simbologías espirituales profundas para todo tipo de pensamiento y práctica espiritual, religiosa, etc. El reflejar aspectos que expresan un ascenso a altas cumbres como vía para adquirir mejores grados de consciencia y, con ello, fortalecer nuestra existencia, es una ilustración que engrandece y privilegia la actividad montañista. 

Si bien las referencias aquí mencionadas establecen paralelismos filosóficos con el platonismo, también cierta interpretación montañista alternativa podría tomar un camino diferente en relación a otros espejos desde la filosofía, por ejemplo: Heráclito el obscuro, huraño, esquivo y desdeñoso, ¿no puede asemejarse al montañista recio que aprende desde la incomodidad y desprecia en su misantropía?... En este caso, el “iluminado” elije no bajar al mundo llano, intenta esquivar el mundo de la densa vida sin comunicar ni mensajear la luminosidad. Y aquí otra cuestión: ¿es importante, necesario, mensajear esta luz de altas cumbres, si es que se vuelve uno más claro en ellas?... La árida roca, la sublime arista/mnemotecnia de atávicos movimientos, de respiraciones suprimidas, de necesidades arrinconadas: ¿no cercena, a veces, al montañista en su capacidad de comunicar y de comunión para con otros? Sin embargo, otras miradas pueden ser opuestas a estas, como la presentada en este artículo desde la postura de Silo –o también como podría ser la propuesta por Roger Godel. 

 

Para culminar, podemos sostener que las posiciones en torno al ascenso y la montaña, que simbolizan tales experiencias de purificación espiritual, también nos colocan en el reflejo de una instancia de acronía donde se abroga toda ley humana: un acto ácrata donde actantes y circunstantes no adquieren delimitación notable entre ellos. En tal luminosidad, en tal purificación, perdemos opacidad: nos despojamos de oscuridad volviéndonos transparentes al ser alimentados de una fortaleza plena. Con ello, se intenta vencer la aciaga domesticación cotidiana bajo un anonadamiento existencial (convertirnos en «nada», frecuentar el «nadadismo», como proponía uno de los padres del desierto: Charles de Foucauld), donde tal disipación ontológica dilate nuestros poros sensitivos para volvernos más permeables a los elementos y componentes del Ser -dentro de nuestra palpitación al interior de él. 

 

Al fin y al cabo, quizá por eso, desde tiempos antiguos, acudimos a las montañas. Ellas actúan como jueces en tanto fundamentos de la tierra, como figura en el capítulo 6 de Miqueas, en los versículos 1 y 2, de las Sagradas Escrituras. Frente a las montañas, nos despegamos de todo mal, nos declaramos ante todo pasado vivido y, mediante la indulgencia cumbrera, comenzamos nuestro descenso purificados en luminosidad: convertidos bajo la serenidad y sabiduría del terreno y el instante. 

 

 


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