Los invitamos a leer el tercero de los cinco artículos que el Centro Cultural Argentino de Montaña publicará sobre sobre la antología de los talleres de escritura “Decir, decirnos …” realizados con vecinos de la ciudad de Cachi, en la provincia de Salta, con la coordinación y guía de María Sara Ruiz
En números anteriores de nuestra Revista, les compartimos textos de la antología Decir, Decirnos… y también la noticia de que el 6 de octubre de 2022 se había presentado exitosamente en la Feria del Libro de Salta. En estas publicaciones les contábamos que esa obra fue el fruto de un Taller de Escritura que se abrió en Cachi, en Salta, en la zona de Los Altos Valles Calchaquíes, con el apoyo de la Fundación El Abra y cuya coordinadora fuera María Sara Ruiz. El propósito de los talleres fue que cada participante pudiera detenerse, observar, entrar en contacto profundo con lo observado y entonces, desde ese lugar, pudiera expresarlo con palabras. El resultado de esta experiencia fue un éxito a nivel humano y social que trajo como fruto un conjunto de textos que integran la Antología Decir, decirnos…
La Profesora María Sara Ruiz describe el trabajo de los Talleres con estas palabras:” En este marco, fuimos repensando juntos la autoestima personal y comunitaria; además de la cultura vallista, el patrimonio cultural, el valor de la lengua regional además de los valores humanos presentes en el legado de los abuelos.
En esta tercera parte continuamos difundiendo algunos de los textos compilados en esa antología y los invitamos a disfrutarlos en las líneas que siguen.
Como siempre, diciembre llega colmado de recuerdos. En especial aquellos de la infancia que el cariño y el asombro han grabado en cada uno de nosotros.
Entre las personas que habitaron el mundo de nuestra niñez, en muchos casos se recortan con fuerza, nuestras abuelas.
Hoy compartiremos dos obras que giran en torno a la admiración y la magia que esas mujeres despertaron y aún despiertan en las autoras. Los textos literarios que se incluyen en esta tercera entrega son “ La Hilandera ”de la payogasteña Norma Beatriz Arapa y “Un tecito” de Pamela Reyes, joven cacheña que, con sus recuerdos, nos lleva al paraje de Palermo.
A mi abuela Isidora
Qué simple el trabajo de la hilandera
arreando cabras y ovejas
por los senderos que ella misma marcó.
Pastora de nubes,
de sombrero y trenzas largas.
Piel curtida color arcilla
de tierra, sol y viento.
Usa delantal con bolsillos, en uno guarda
la coca y la yista.
En otro, su rosario
que en algún momento desgrana.
Camina hilando nubes
enredando lanas en las ramas.
Alza su puscana al aire
gira con aleteos de quente
estira los brazos como danzando
canta coplas y ovilla sueños.
Madejas dormidas quedarán en alguna urdimbre.
El sol se posa en la montaña.
Con las adoradas espinas de cardón,
la pastora teje.
Ya se acerca la oración,
el cielo como paleta de algún pintor,
el oscurecer de la noche...
La lumbre del fuego se refleja en sus ojos.
y los dientes como perlas de nácar.
Da por finalizado su día.
Al cansancio lo lleva por dentro.
Su catre espera, para viajar quién sabe dónde.
El silencio danza al ritmo de su puscana
entrelazando hilos con los colores del cielo.
Norma Beatriz Arapa
Yista: masa blanda hecha de papas y cenizas de yuyos, que
acompaña la práctica ancestral del coqueo.
Puscana: varita de madera con un pequeño tortero de madera
o de piedra que actúa de contrapeso, para hilar la lana.
Quente: colibrí
Norma Beatriz Arapa se nos presenta con pocas y precisas palabras: Nací y vivo en Payogasta.
Alfarera. Luchadora por el Medio Ambiente.
Me apasiona la literatura.
Mi deseo es preservar el patrimonio cultural.
Un tecito de magia, por favor.
Eran días fríos de invierno, realmente no recuerdo la edad que en ese entonces tenía, pero si recuento los años hacia atrás, y de acuerdo con aquellos detalles de los que sí tengo noción de mi edad, habré tenido alrededor de unos cuatro años, unos pequeños cuatro años de vida.
Está comprobado que es muy poco probable que recordemos demasiado de lo que hemos vivido por aquellos años. Sin embargo, yo recuerdo…
Recuerdo una enorme casa de barro con habitaciones que giraban alrededor de un siempre bien barrido patio de tierra.
Una hermosa cocina comedor con un mueble altísimo que guardaba en su interior brillantes tacitas enlozadas.
Si bien en el comedor había una lujosa cocina de lata, mi abuelita siempre optaba por ir a su pequeña habitación bañada en cenizas para preparar sus deliciosos manjares.
Y claro, ¿cómo un simple té quedaría fuera de sus exquisiteces?
No recuerdo haber visto nunca, ni un solo saquito de té en aquella mesa del viejo comedor.
Era ella, mi abuelita, quien traía su pava tiznada y caliente en cuyo interior hervía algún tipo de poción mágica, con un aroma tan delicioso que nos daba calor en esos días de frío.
Nunca voy a saber qué tipo de hechicería realizaba en aquella oscura habitación en la que ardían las leñas. Ella y sus hierbas cortadas del campo me han brindado uno de los más gratos recuerdos de mi infancia.
Pamela Reyes
Pamela Reyes nos permite asomarnos a la riqueza de sus búsquedas y logros:
Nací en Cachi en 1999. Estudió Ciencias de la Educación en la UNSa y Francés, en el Instituto Miguel de Güemes. Soy oficialmente Masajista. Pero más me gusta identificarme como aprendiz.
Aprendo constantemente de mi entorno y de quienes me rodean. Fue este afán por aprender lo desconocido lo que me condujo a escuchar y a escribir en este taller.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023