Montañismo

El misterio de la presencia de los incas en la cumbre del Aconcagua

Esta es la historia de todos los hallazgos y testimonios históricos que nos invitan a develar si los incas llegaron a la cumbre del cerro más alto de América

Máximo Cavallin

CCAM

Edición: CCAM



Hay cinco testimonios de la presencia de los incas en el cerro Aconcagua. El primero, fehaciente y comprobado, es la momia que depositaron en el cerro Pirámide a 5300 m.s.n.m. El segundo, la pequeña estatuilla hallada en Confluencia, lugar donde se acampa antes de ir a Plaza de mulas. El tercero, el tambo hallado a pocos metros del actual campamento Confluencia. El cuarto, aún no comprobado, el esqueleto del camélido hallado a escasos metros de la cumbre sur, en el sitio actualmente llamado “filo del guanaco”.

El laboratorista Julio Ferrari prepara el fardo funerario para su descenso. Lo acompaña el andinista Juan Carlos Pierobón

 

Estos cuatro testimonios son bien conocidos. El quinto no lo es, y pretendo postularlo y argumentarlo en el siguiente texto. Se trata de un mojón de piedras en la cumbre del cerro, cuya construcción se atribuyó a Mathías Zurbriggen, supuestamente el primero en hacer cumbre, pero que pudo haber sido obra de los incas, cuatrocientos años antes que él.


Evidencia inca en el cerro Aconcagua

Analicemos cada prueba de presencia inca por separado.

Veamos las tres pruebas fehacientes: el “niño de Aconcagua” hallado en el cerro Pirámide, la estatuilla y el tambo de Confluencia.

El niño: En 1985 una expedición de andinistas intenta la vía sudoeste en conmemoración del aniversario del Club Andinista Mendoza. La ruta comienza por el valle Horcones y toma la quebrada del sargento Maass, luego asciende por el cerro Pirámide. En este cerro, a 5300m de altura advierten la presencia de pasto, lo cual es insólito a esa altura. Descubren que se trata del fardo funerario de una momia inca. No lo tocan, sólo se limitan a marcar el lugar, para luego bajar y avisar al arqueólogo Juan Schöbinger, quien días después llega a La momia del Aconcagua (un niño de 7 años de edad), tal como se conserva en la actualidad. (La banda que sostiene el cabello fue colocada después)l lugar y baja la momia con los recaudos científicos necesarios para su preservación. Se trata de un niño de siete años, sacrificado como una ofrenda al dios sol en el ritual llamado Capacocha.

Momia de Aconcagua, Mendoza
La momia del Aconcagua (un niño de 7 años de edad), tal como se conserva en la actualidad. (La banda que sostiene el cabello fue colocada después)

Julio Ferrari y Juan Carlos Pierobon se dispone a preparar la momia para descenderla

La estatuilla: En la zona de Confluencia, lugar donde se unen los ríos Horcones superior e inferior, a 3350m de altura se encontró una pequeña estatuilla de origen incaico. Se trata de una figura femenina tallada en Spondylus, molusco color rosáceo de la costa del pacífico. La pieza fue hallada por Jorge Suárez, de pura casualidad, en el año 1984.

Tambo de Confluencia: También en la zona alta de Confluencia se hallaron unas pircas circulares, las cuales al ser estudiadas revelaron ser incaicas. El hallazgo se dio en 1972 por Norberto López, quien se lo comunicó a Juan Schöbinger, encargado de relevar y estudiar científicamente las ruinas, confirmando su procedencia inca.

Por último, veamos al camélido, prueba aún no declarada fehaciente. Sus restos fueron hallados por Thomas Kopp en el año 1947, cuando conquistó por primera vez la cumbre sur junto a Lhotar Herold. Los dos alemanes, poco antes de la cima, vieron huesos, que al acercarse revelaron ser aparentemente de un guanaco. El animal estaba acurrucado, dobladas sus patas hacia dentro, los huesos en su totalidad de un color muy blanco, salvo el abdomen que aún conservaba algo de cuero. En el libro Jahre Kampf um den Aconcagua (50 años de lucha en el Aconcagua, Thomas Kopp, 1947), Kopp se pregunta textualmente: “¿Un animal a 7000m? ¿Qué hacía esta criatura aquí? ¿Hace cuánto está aquí? ¿Por qué hay sólo huesos cuando los cadáveres de los alpinistas accidentados se conservan por tanto tiempo?”.

Los dos cadáveres que se cruzaron antes, Hans Link y su esposa, Adrianne Bance, fallecidos en 1944, estaban con la carne y la piel en perfecta conservación; llevaban tres años tendidos en la canaleta a 6750 m.s.n.m. El esqueleto del animal fue hallado poco antes de la cumbre sur, cuando el filo cimero se puso muy peligroso y Kopp y su compañero tuvieron que gatear para atravesarlo. La dificultad de conducir el camélido por semejante filo estrecho explicaría por qué los incas lo dejaron allí, antes de la cumbre sur. Puede que lo hayan sacrificado allí mismo como ofrenda, en la pre cumbre (en el volcán Llullaillaco los tres niños están unos metros por debajo de la cumbre, en el cerro Chuscha y en el cerro El toro ocurre igual, sin que ello tuviera demasiada importancia para los incas). Otra hipótesis es que hayan llegado a la cumbre sur con el animal, desde el filo sudoeste, y siguiendo hacia la cumbre norte por el filo, éste haya sucumbido, quedando allí como ofrenda.

Momia de Aconcagua, Mendoza
Juan Schobinger contemplando una de las estatuillas recién excavadas

Una de las estatuillas recién excavadas


Hay quienes sospechan que el supuesto guanaco pueda a ser una llama. Un análisis de ADN y de la medida de sus huesos, despejaría la duda. Sea guanaco, sea llama, la llegada del animal hasta esas alturas por medios propios es casi imposible, ya que escasea el oxígeno y no hay agua ni pasturas. Ni siquiera los cóndores vuelan tan alto. Por lógica, se infiere que ha sido conducido por humanos.

El valle de Uspallata fue la zona más austral que alcanzaron los incas en la actual Argentina (recientemente se hallaron vestigios más al sur, cerca del cerro Sosneado). Se pueden visitar los sitios arqueológicos de Tambillos y Ranchillos, ambas pequeñas ciudadelas que funcionaron como posta de abastecimiento y pernocte para los caminantes del Collaysuyu (región sur del imperio). Las pircas incas en la cumbre del cerro Penitentes y su disposición nos hacen pensar en un posible mirador de la imponente pared sur de Aconcagua. Todo indica que el cerro era adorado y de gran relevancia para los incas. Dada su altura, su llamativo visual y su imponencia, no podía ser de otro modo.

Las evidencias arqueológicas nos sugieren el trazado de la ruta inca: llegaron a Confluencia, luego siguieron por el valle Horcones hasta la quebrada del Sargento Maass, subieron bordeando el cerro Pirámide, donde dejaron el niño ofrendado y un hilo rojo que aparece por tramos, luego se esconde en el piso, y así conduce hasta la cima del Pirámide (evidencia hallada por Gabriel Cabrera en la expedición que halló la momia). Habría que preguntarse si continuaron por el filo sudoeste hasta llegar a la cumbre sur, y una vez allí notaron que la cumbre norte es más alta, continuando hasta ésta, dejando el camélido en el filo que une ambas cimas. O quizá subieron por la ruta noroeste, lo cual es menos probable dada la falta de evidencia arqueológica: no hay pircados ni lugares para pernoctar, tal como se encuentran en otros cerros de similar altura. Como sea, llegaron a la cumbre norte y en ella armaron un montículo de piedras.

El cerro Pirámide (un contrafuerte del Aconcagua), visto desde el campamento base a 4600 metros. (La flecha señala el lugar del hallazgo, sobre el filo de ascenso)

El cerro Pirámide (un contrafuerte del Aconcagua), visto desde el campamento base a 4600 metros.
(La flecha señala el lugar del hallazgo, sobre el filo de ascenso)

Thomas Kopp, Emil Vogel y Lothar Herold, en la cima del Aconcagua, 1946. Se puede ver la apacheta hecha con grandes rocas en la cumbre donde se encuentran reunidos


El improbable mojón de Zurbriggen

Veamos ahora el quinto testimonio, el que más nos interesa: el mojón de la cumbre.

Según el relato oficial, el cerro Aconcagua fue conquistado por primera vez el 14 de enero de 1897 por el guía suizo Mathías Zurbriggen, en la expedición de Edward Fitzgerald. Se sabe que alcanzó la cumbre en solitario, ya que sus compañeros fueron abatidos por la puna y el cansancio. Al llegar a la cima, Zurbriggen dejó su piqueta como prueba del ascenso. Los segundos en hacer cumbre, pocos días después, fueron Vines y Lanti, en la misma expedición. Al bajar, dijeron haber visto la piqueta de Zurbriggen clavada en un montículo de piedras, el cual, deducen, era obra del suizo.

La pregunta es: el mojón hallado en la cumbre, ¿fue hecho por Zurbriggen o ya estaba antes? Cuando Zurbriggen bajó de la cumbre, agotado, se echó en la carpa y brevemente dijo a sus compañeros que había dejado su piqueta allí arriba como prueba de la victoria. No habló de ningún mojón. Recién Vines y Lanti, los segundos en hacer cumbre, describen en su relato esta construcción de piedras.

El libro Historia del Aconcagua (Punzi, Ugarte y Biasey, 1953) dice lo siguiente:

En un alto (13hs), Fitzgerald cae bajo los efectos de las náuseas. Zurbriggen, a su vez, sufre ostensiblemente el recrudecido dolor de su hombro herido”.

El grupo de los recintos pircados sobre una terraza alta. Vista en dirección Suroeste. A la derecha comienza la bajada hacia Confluencia

Foto publicitaria de la cerveza Andes de Mendoza de 1950, donde se puede ver
la apacheta hecha con grandes rocas en la cumbre del Aconcagua


Fitzgerald, jefe de la expedición, llega al límite de sus fuerzas y decide bajar. Zurbriggen sigue a pesar del intenso dolor de hombro, producto de una lesión sufrida al caer de su caballo mientras exploraba el valle de Horcones, vadeando el río. El libro de Fitzgerald The highest Andes (Fitzgerald, London, 1899), nos dice lo mismo:

He had been suffering so much at night from pain in his shoulder, that I felt it would not be right for me to keep him at this high camp much longer

Él (Zurbriggen) había estado sufriendo tanto durante la noche a causa del dolor de su hombro, que yo sentí que no sería correcto dejarlo mucho tiempo más en este campo de altura.”

Finalmente Zurbriggen pelea contra el gran acarreo y llega a la cumbre. Un hombre solo, a siete mil metros de altura, con dolor de hombro, ¿se pondría a armar un mojón de piedras? Además, si dejó su piqueta, ¿para qué armar un mojón? Las piquetas de aquellos tiempos eran más pesadas que las actuales, de manera que no había riesgo de que se volara. En caso de querer asegurarse, le bastaba con dejarla en el piso con una o dos piedras encima.

Sigamos con Historia del Aconcagua y volvamos un poco hacia atrás. Fitzgerald ordena a Zurbriggen seguir en solitario hacia la cumbre, a como dé lugar:

Fitzgerald está derrotado. Yace con los músculos endurecidos. Ha fracasado. Y ordena a Zurbriggen  la prosecución del ascenso, en tanto él regresa con Lanti y Pollinger.”

Aquí se ve la ambición de Fitzgerald, quien en su tercer intento por alcanzar la cumbre, nuevamente tuvo que abandonar a 6700m (probablemente más abajo, ya que en esos tiempos se atribuía esa altura a lo que hoy es Independencia, a 6400m).

Retrato de Matthias Zurbriggen


El libro sigue:

El suizo (Zurbriggen) –pasta de montañés-, quebrado de cansancio y sufrimiento, trepa pesadamente con desesperante lentitud. Va solo. (…). Minutos después, en un mojón de piedras, la piqueta de Zurbriggen atestigua la primera victoria del hombre (…). Es la tarde del 14 de enero de 1897, horas después, con las ultimas luces, el privilegiado vencedor, muerto de debilidad cae al campamento alto, en medio del júbilo de sus compañeros.”
Aquí los escritores de Historia del Aconcagua son discretos y se limitan a reproducir las palabras del libro de Fitzgerald, donde se describe un Zurbriggen agotado que baja de la cumbre y nada dice de un mojón de piedras.

Cito el libro de Fitzgerald:

“Zurbriggen arrived at the tent about an hour and a half later. He had succeded in gaining the summit, and had planted an ice-axe there; but he was so weak and tired that he could scarcely talk, and lay almost stupefied by fatigue. (…) At that moment he did not seem to care what happened to him.”

“Zurbriggen llegó a la carpa alrededor de una hora y media después. Había tenido éxito alcanzando la cumbre, y había plantado su piqueta allí; pero estaba tan débil y cansado que apenas pudo hablar y echarse casi estupefacto de fatiga. En ese momento él parecía no darle importancia a lo que le había sucedido.”

Como podemos leer, Zurbriggen tenía tal cansancio que apenas dijo unas palabras. Sólo mencionó su piqueta. El mojón de piedras recién es citado en este libro por primera vez en el capítulo siguiente, el cual fue escrito íntegramente por Vines. Éste describe al mojón dos veces: cuando atisba la cumbre a punto de alcanzarla, y cuando por fin la alcanzan y se recuestan sobre él:


 De izq. a der.: Matthias Zurbriggen, Fizgerald, Arthur Ollivier, George Edward Mannering and Jack Adamson
Foto: www.wikiwand.com

“I scrambled up the Cliff, and, once level with the edge, beheld Zurbriggen’s Stone man, and the ice-axe planted in its centre (…) On its northern side I found Zurbriggen had built a most substantial pyramid out of the loose stones lying on the summit. Lanti produced the bottle of wine, but it was not to our taste, and we poured its content as a libation over Zurbriggen’s stone man: and then, no longer forced to stand and rest, flung ourselves down at the foot of it. I set about writing a hasty record of the ascent.”

“Batallé con el acantilado, y una vez que alcancé el borde, contemplé el mojón de Zurbriggen, y la piqueta plantada en el centro del mismo. (…) En su lado norte encontré que Zurbriggen había construido una considerable pirámide con las piedras sueltas del piso de la cumbre. Lanti sacó la botella de vino, pero no era de nuestro agrado, y vertimos su contenido como una libación sobre el mojón de Zurbriggen: después, ya no obligados a pararnos y descansar, nos echamos al pie de éste. Empecé a escribir una fugaz crónica del ascenso.”

Según el relato el mojón es de un tamaño considerable, suficiente como para que se atisbe antes de llegar a la cumbre. Otras referencias del tamaño son el hecho de que se hayan echado a descansar contra él, y la descripción de “piramidal”, lo cual hace pensar en una forma cónica, propia de algunas apachetas incas. Un detalle curioso es el hecho de que hayan regado con vino el montículo: sin saberlo, dos europeos realizaban una ofrenda a la Pachamama.

Teniendo en cuenta estos datos, podemos inferir que no se trataba de un simple montículo de piedras, como el que podría haber hecho un hombre solo y apurado, con el fin de fijar su piqueta, sino una construcción que demandaría tiempo y esfuerzo considerables, y la actuación de más de una persona.

Amanece en el Aconcagua, exactamente la misma vista que siglos antes tuvieron quienes construyeron la plataforma ceremonial en la cima del cerro que hoy llamamos Penitentes. Foto: Glauco Muratti

Atiguo rectangulo ceremonial ya advertido por el topógrafo Arthur Lightbody de la expedición de Eduard Fitz Gerald que realizara el primer ascenso moderno del cerro Penitentes, época en la cual todavía la figura conservaba sus cuatro lados. Foto: Glauco Muratti


Christian Vitry dice que las apachetas en cumbres son más chicas y sencillas que las erigidas en portezuelos: “en cumbres escaso volumen, técnica primitiva; (…) en portezuelos o filos, mayor volumen, técnica superior."

Sin duda la apacheta de la cumbre de Aconcagua debe haber sido rudimentaria, sin el volumen de una apacheta de portezuelo, pero con el tamaño suficiente como para que no sea obra de un andinista solitario.

Otro punto importante a atender fue el principio de congelamiento de los pies de Zurbriggen. El 31 de diciembre la expedición hizo un intento de cumbre desde Nido de Cóndores. Mientras iban marchando Zurbriggen empezó a apurar la marcha y Fitzgerald se preguntó qué le ocurría, ya que días atrás el suizo estaba lento. Al preguntarle, Zurbriggen le confesó que aceleraba porque no sentía los pies, para ver si le mejoraba el flujo de sangre. Inmediatamente desistieron del intento de cumbre y empezaron a hacerle masajes con nieve. Pasado un tiempo Zurbriggen empezó a sentir dolor, buen signo. Al rato ya insultaba a sus compañeros para que no siguieran, el dolor era atroz. Esto le causó mucha vergüenza, no podía creer que a él, amo de los alpes, le estuviera afectando el frío. Aquí tomó conciencia de la diferencia entre Europa y los Andes. La recuperación es descripta así:

“We then prepared some very hot soup, and made him drink it, wrapping him up warmly in all the blankets we could find and letting him sleep in the sun. In the afternoon he seemed quite right again, and was able to walk about a little, though he was very much depressed.”

El collar de la momia del cerro Aconcagua. Foto: J. R. Bárcena


“Después preparamos una sopa bien caliente, e hicimos que la beba, envolviéndolo cálidamente en todas las mantas que pudiéramos encontrar y dejándolo dormir al sol. A la tarde parecía estar bien otra vez, y pudo caminar un poco, a pesar de sentirse muy deprimido.”

Dado el congelamiento que había sufrido, el dolor de hombro, la circunstancia de hallarse solo a casi siete mil metros de altura, todo indica que lo adecuado hubiera sido bajar lo más rápido posible de la cumbre. Haber hecho lo contrario no condice con la gran experiencia de Zurbriggen. Su instinto de montañés lo habría llevado a evitar sabiamente la negligencia de perder tiempo en armar una apacheta. Más aún considerando que no era frecuente esta práctica entre los escaladores de los alpes.

En el libro The highest Andes el mojón nunca fue mencionado por Zurbriggen ni por Fitzgerald, sino por Vines, en el capítulo en que narra su llegada a la cumbre. Cuando lo vio, espontáneamente lo atribuyó a Zurbriggen. El editor del libro, Fitzgerald, antes de publicarlo seguramente leyó y revisó el capítulo de Vines. Quizá le llamó la atención el mojón no mencionado por Zurbriggen y optó por hacer la vista gorda, asegurándose el mérito de haber dirigido la expedición que pisó por primera vez la cima del coloso.

Bárcena, Schobinger, De Cicco con la momia de Aconcagua. Juan Schobinger
Las dos bolsas de fibra que estaban adosadas al fardo funerario contenian semillas

Bárcena, Schobinger, De Cicco con la momia de Aconcagua. Juan Schobinger
La estatuilla hecha de spondylus y distintos objetos, extraído del enterratorio

Cerros como Mercedario (6710m), Llullaillaco (6739m), Incahuasi (6638m) fueron ascendidos hasta la cumbre por los Incas. No hay razón para que Aconcagua, con doscientos metros más de desnivel y rutas no técnicas, escapara a sus posibilidades de ascenso.

Respecto a la desaparición del mojón, pudo haberse deteriorado progresivamente con el manoseo de los andinistas, quienes dejaban trofeos allí como prueba de la cumbre, y se llevaban el que había dejado el montañista anterior, práctica muy común en los tiempos románticos del Aconcagua. El golpe de gracia, la eliminación de los últimos restos, pudo haber sido obra de la expedición militar que en la década del cincuenta instaló los bustos de Perón y Evita, y la que dos años después los sacó e instaló la cruz, símbolo definitivo que aún hoy representa la cumbre del cerro.

La misma cruz que tumbó el imperio Inca, hoy se impone en una cumbre que quizá fue de estos primeros andinistas, los Incas, los pioneros en explorar y buscar una vía de ascenso al Centinela de piedra, al Ackon Kawak.

La estatuilla femenina de Spondylus encontrada por Jorge Suárez en la zona de Confluencia


Bibliografía:

- “Historia del Aconcagua”, Punzi, Ugarte y Biasey, Buenos Aires, 1953.
- “The highest Andes”, Fitzgerald, London, 1899.
- “Jahre Kampf um den Aconcagua”, Thomas Kopp, 1947.
- “El santuario incaico del cerro Aconcagua”, Schobinger, Mendoza, 2001.







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