Durante el caluroso enero de 2002, estando trabajando en la oficina, llegó mi amigo, Pablo Pilotta y me trajo la nueva Desnivel que había llegado a su negocio de venta de indumentaria y equipo de montaña. Casi riéndose, me dice, “mirá hay otro que habla de las montañas que vos solo conocés”. Increíblemente en ese número de diciembre de 2001 venía una nota firmada por el desconocido Darío Bracali que hablaba de sus ascensos al Incahuasi, Ojos del Salado y Pissis y además ensayaba un intento de guía práctica de la zona con varias inexactitudes, que probablemente muy pocos podíamos llegar a descubrir.
El 29 de enero de ese 2002, le escribí un mail a la dirección que aparecía en el pie de la nota. Lo felicité por sus ascensos y le ofrecí información de primera mano de los ascensos que yo ya había realizado en la zona.
La respuesta de él tardó en llegar y fue para fines de marzo, la causa: estaba escalando el Tupungato y el Mercedario. Con su habitual estilo acelerado, pese a que se había tomado dos meses en contestar, como yo no lo hice en 24 horas, mandó un segundo mail, y el que estaba en las montañas en ese momento era yo, así que fue imposible que escribiera mi respuesta, pero ante la insistencia, lo hizo una compañera de trabajo que le explicó lo que sucedía.
Finalmente, el 12 de abril nos contactamos por mail y rápidamente entramos en confianza encontrando muchos puntos en común, entre los que sobresalían los 6500 de la Puna. Darío estaba ultimando detalles para partir al Cho Oyu, que lograría escalar un mes después, y yo me encaminaba a otro difícil año laboral signado por la crisis del 2001 – 2002. A los pocos meses regresó y el intercambio de mails continuó y pronto acordamos un encuentro en Mar del Plata, para el fin de semana largo del 17 de agosto.
Esa tarde llegó en su Renault 12 con Paula y una amiga de ella (para que no colapse el matrimonio por la monotonía del monótono mono tema de la montaña) y nos saludamos como viejos amigos. La revolución del mail provocaba que las distancias se diluyan y facilitaba la interrelación, cosa que hacía menos de 10 años se tornaba improbable a través de la tradicional carta papel.
El saludo con Paula fue algo mas “accidentado” ya que al momento de bajar del auto, se rompió el termo y toda el agua caliente se volcó sobre su pantalón, provocando una salida veloz y si mal no recuerdo algún reproche a Darío también.
Entramos a casa y casi sin pausa estábamos mirando revistas viejas, fotos, libros, apuntes personales, mapas, croquis históricos y un sinfín de elementos que salían de cajas y armarios que los atesoraron por años.
Un rato después también compartíamos nuestros proyectos literarios, él quería escribir la primera guía que incluyera a todos los +6500 y yo un libro histórico que rescatara las vivencias de los ascensos primigenios a las grandes montañas andinas.
De ese primer encuentro surgieron varios mas, tanto en Mar del Plata como en Buenos Aires. También sumamos al equipo en ocasiones a Eduardo Namur que colaboraba con la cartografía.
Muchas veces chocábamos con la falta de información y otras veces ante la desazón cuando nos decían, “si, yo tenía aquella publicación pero vaya a saber donde la he guardado”.
En esa época Darío primero y yo un tiempo después, conocimos a Guillermo Martín que iba dándole forma al Centro Cultural Argentino de Montaña y conocimos su ordenada y organizada base de datos. A los largo de los años, el Centro había ido recopilando relatos históricos y pronto la puso a disposición nuestra, para que continuemos con la investigación. Largas horas pasó Darío entre libros y revistas rescatando datos. Desde la implementación del Portal del CCAM: www.culturademontania.org.ar la búsqueda se simplificó y durante la última parte de la investigación tomó especial relevancia.
Esta historia, de cómo fue surgiendo el principio del libro, Darío la rescató e incluyó en la introducción.
Esas palabras reflejan su sentimiento y es por eso que las incluyo aquí:
“El anuario del Club Andino Bariloche de 1992 presentó un artículo de Marcelo Scanu realmente extraordinario. En él, con el antecedente de una nota de Johan Reinhard y a partir de nuevos datos oficiales aún inéditos del IGN, se generaba una lista de sólo 13 montañas andinas de más de 6.500 metros de altura. Esto no sólo no dejaba de recordar a los famosos 14 ochomiles sino que también daba fin a la antigua indefinición en torno de las máximas alturas de los Andes. Dada la importancia como destino montañístico que por entonces ya tenía esta cordillera, resultaba llamativo que colosos de la talla del Pissis o de la fama del Tupungato no tuvieran presencia sustancial en ninguna guía de ascensos. Pero así era, y obtener información práctica sobre ellas implicaba un trabajo a veces tan arduo como el de ascenderlas.
Durante la década del ‘90 ascendí, siguiendo la tradición de tantos montañeros sudamericanos, el Aconcagua y el Huascarán. En el 2000 me encontré, por motivos ajenos al deporte, en la provincia argentina de Catamarca. Enseguida me sedujo el porte y la virginidad de sus montañas. Y nuestro proceso de acercamiento culminó a principios del 2001, con el ascenso del Incahuasi, el Ojos del Salado y el Pissis. A lo largo del año preparé una nota para la revista Desnivel sobre los +6500 de la Alta Catamarca, la cual finalmente formaría parte del número 180, en diciembre. Pronto, sin embargo, se harían evidentes ciertas inexactitudes, y a partir de ese trabajo algunos expertos en distintas regiones me fueron acercando nueva información. Entre ellos se destacaba Guillermo Almaraz, quien preparaba una obra sobre la historia del montañismo en los Andes. Y un día nos encontramos embarcados en hacer este libro, y sumergidos en el largo y paciente trabajo de recopilación de la información necesaria. Sin embargo su insuficiencia era manifiesta, y resultaba fundamental complementar los fragmentarios datos de terceros con relevamientos de primera mano. Así, entre entonces y febrero de 2003 subí todos los +6500 principales restantes, a excepción del Yerupajá, al cual fuimos en julio de 2002 sólo para descubrir que el proceso de deglaciación que había sufrido lo había dejado en condiciones que, al menos en ese momento, hacían excesivamente riesgoso su ascenso. La premisa era recabar la mayor cantidad de información sobre las Rutas normales con vistas a la publicación, así que por ellas fui, GPS en una mano, libreta en la otra y cámara de fotos colgando del cuello, debiendo muchas veces convencer a mis amigos de la necesidad de resistirnos al atractivo de vías más hermosas o interesantes.
También nos encontramos con vastos vacíos en el conocimiento andino en general, y el objetivo de un trabajo bien hecho nos fue llevando por caminos que nunca supuse que un montañero recorrería. Exploramos alacenas familiares en busca de anuarios de clubes desaparecidos hace medio siglo, tradujimos cartas perdidas de la época heroica, discutimos meses en torno del criterio de individualización de montañas más apropiado para los Andes, hice un curso de geodesia altimétrica, consulté a un grafólogo para intentar descifrar un antiguo manuscrito. Entre otras cosas. Más de mil días de intenso trabajo tomó componer esta obra, concebida como un depurado punto de partida desde el cual escribir el futuro de cada una de estas montañas”.
“No sé si el resultado final tendrá el valor que quisimos darle. Pero lo que es indudable es que a lo largo de su preparación aprendimos mucho, conocimos la esencia de los Andes y labramos amistades tan eternas como las montañas”.
Darío explicaba que mas de 1000 días llevó la recopilación de datos, y de hecho fue más tiempo aún. Un día sumé con el Word cuanto tiempo de edición sumaba en total todos los documentos que fuimos trabajando y en ese momento eran mas de 700.000 minutos, lo que significaba mas de un año con la computadora prendida y trabajando.
Los años pasaron y surgieron dos proyectos paralelos y podría decirse que emparentados, el Manual de Andinismo de Darío, al que le gustaba presentarlo como la introducción de la Guía y el libro Nevado Pissis que publique en 2006. Justamente el CCAM dio marco a la presentación del primer libro de Darío organizando la presentación del mismo.
Lamentablemente llegó mayo de 2008 y Darío desapareció en el Dhaulagiri y pronto me encontré solo terminando el libro. También esta parte está relatada en la introducción de la obra y aquí lo incluyo:
“Darío en el acápite Agradecimientos me presentaba como un verdadero co-autor y en realidad jamás pensé que debería terminar de escribir la guía para que finalmente se edite. La noche del 4 de mayo de 2008 cuando me enteré que estaba desaparecido en el Dhaulagiri, supe que ya no lo vería mas, que no disfrutaríamos más de las montañas y que tampoco tendríamos ya dos puntos de vista distintos sobre ningún tema, pero todo se desdibujaba atrás de una gran tristeza, pero distinta a la que siento ahora al escribir estas líneas.
Con Darío conformábamos un equipo literario de alta exigencia, parecía que cada uno se sentía obligado a tener un dato mas fidedigno que el otro, una novedad o una interpretación nueva a una información vieja y todo ese conjunto de cosas nos daba como resultado trabajos cada vez mas interesantes. Varios de los capítulos del presente libro, al igual que otros trabajos surgían luego de muchas horas de investigación e interpretación. Además necesitábamos ser fieles a los datos que obteníamos y no nos permitíamos sumar subjetividad a la interpretación, aunque en esto él era mucho más exigente que yo. Habíamos humanizado los +6500 y por eso él amaba al Tupungato y Llullaillaco y yo al Pissis y Tres Cruces. Ambos compartíamos el amor por el Incahuasi y creíamos que las más lindas vistas eran el Sajama desde cualquiera de sus flancos y el Aconcagua desde el valle del Relinchos, aunque nos rendíamos ante la enormidad del Ojos del Salado.
Luego de ese mayo de 2008, si bien pensé en ofrecerle a Paula continuar con el trabajo inconcluso, decidí esperar que ella sintiera que era útil hacerlo. Cuando ella volvió de Nepal, donde decidió ir a estar cerca en la búsqueda que se intentó, me llamó y me manifestó su voluntad de terminar el libro, algo por lo que Darío había dado mucho tiempo y energía en los últimos años. En los últimos días de ese mes pasé por el departamento de ellos en Buenos Aires a buscar los archivos y algunas carpetas con información. Esa noche Alexia jugaba entre nosotros mientras mirábamos fotos viejas. Luego de algunos meses el trabajo estaba terminado, pero los escaladores seguían en actividad y tuve que hacer ampliaciones con nuevas rutas en todos los capítulos. La parte general estaba prácticamente terminada y solo la compilé y ordené. Los capítulos de la Puna los habíamos empezado a escribir juntos así que los terminé y amplié con las nuevas rutas e información que consideré oportuna. En los capítulos del Aconcagua, Huascarán, Sajama y Yerupajá me basé en las muy buenas guías, además de la abundante bibliografía y literatura existente. Para el coloso de América seguí principalmente las guías de R. J. Secor y Heber Orona, los cuadernillos del Servei General de Informació de Muntanya, el libro de Mauricio Fernández y para la Pared Sur esencialmente los trabajos de Peter Podgornik. Para el Huascarán seguí primariamente los trabajos de Juanjo Tomé y también la guía de David Sharman, mientras que para el Yerupajá me basé también en lo hecho por Juanjo y en la guía de Jeremy Frimer. En este caso al no coincidir las fuentes principales me vi obligado a rever todos los datos, ir a las fuentes originales e incluso consultar a Jorge Peterek por sus aperturas. El resultado fue en casos sorprendente y es por esto que, como excepción, incluyo el origen de la información en cada ruta. Para el Sajama la principal fuente fue la obra de Alain Mesili, la guía de Yossi Brain y la información recabada en el Parque Nacional Sajama. Para todas estas montañas fue fundamental el American Alpine Journal en línea disponible en la web del American Alpine Club. Para el Mercedario consulté a Gabriel Fava y Juan Pablo Milana y me basé fundamentalmente en la información que Darío había compilado con Mauricio Manzi y las notas incluidas en las revistas La Montaña, CAB, Anuario del CAB y CAT, cartilla CABA y los trabajos de Beorchia Nigris. El capitulo del Tupungato estaba terminado y solo lo amplié con algunos datos. Para las montañas de cuyo consulté a Pablo David González y para el Llullaillaco a Christian Vitry. En todos los capítulos incluí un apartado de historia que creo fundamental al momento de conocer la montaña con que soñamos. Las fotografías fueron aporte de muchas personas entre las que destaco a Griselda Moreno, Gabriel Fava, Fernando Santamaría, Alejandro Giménez, Jaime Suárez, Hans Siebenhaar, John Biggar, Gustavo Lisi, Guillermo Glass y de mis compañeros habituales de expedición: Nicolás Pantaleón, Eduardo Namur, Rolando Linzing y Daniel Pontín.
El portal del Centro Cultural Argentino de Montaña en primer lugar y el Servei General de Informació de Muntanya fueron sin dudas dos protagonistas excluyentes al momento de compilar información. José H. Hernández fue el consultor de los datos biográficos.
El tiempo fue ganando su batalla y los meses pasaban y nunca terminaba el trabajo, pero Alberto, padre de Darío fue el motor que garantizó que el libro tome forma definitiva. Mas allá de agradecerle los momentos que viví con él, disfrutando un buen vino o un asado, las charlas que tenemos siempre me recuerdan a las que teníamos con Darío y las disfruto enormemente. Espero seguir disfrutándolas luego de que esta edición esté en la calle. Fue Alberto quien sugirió publicarlo antes en Argentina que en España (con Desnivel) como estaba previsto, para que llegue primero a las manos de los amigos de Darío y de quienes lo conocieron.
Empezamos a escribir este libro sintiendo que era importante para el andinismo. Personalmente pensé por momentos que los +6500 llegarían a ser un programa con similar prestigio que las Siete Cimas y un escalón menor que los +8000. Hoy creo que es un excelente plan para disfrutar la montaña y para conocer y sentir a nuestra Sudamérica.
Estos años que pasaron fueron colocando las cosas en otro lugar y desdibujando la tristeza de la desaparición de Darío. Publicar la guía es un sueño que compartimos y hoy se cumple.
Otro, que tengo ahora es que mis hijos y la hija de Darío y Paula sigan jugando y hablando libremente de las montañas y la ausencia del papá con tranquilidad y libertad y si ellos lo eligen, que algún día el viento se agite frente a sus caras y el aire les falte en los pulmones cerca de alguna cumbre. Alexia ya escaló el Peñón de Sierra de los Padres atada a la misma cuerda que Pancho, mi hijo, formando una cordada similar a la que formábamos los padres, quienes permanecemos atados a una cuerda imaginaria que nos une a los altos Andes y en especial a los +6500 de la Puna.
Paula, la esposa de Darío, es quien decidió terminar el libro y Alberto, su padre, es quien dio el impulso final.
Termino estas líneas con unas palabras que escribí en ocasión del homenaje que le hizo la revista Al Borde en 2009.
“La Guía la vamos a terminar, lástima que no podamos discutir los últimos detalles. Espero que sirva para difundir el andinismo como era tu sueño y que en parte se cumpla el mío, que es honrar a un amigo y que tu hija pueda encontrar una parte de su padre en un sencillo libro de aventuras en las montañas”.
Mail de Guillermo para Darío Bracali
A fines de 2011, cuando Alberto sugirió, con visión precisa, que publiquemos el libro primero en la Argentina, comenzamos a buscar editorial que nos garantice la calidad que le queríamos dar a la obra. Conversando con Esteban Degregori, editor responsable de la revista Vertical, se interesó en el proyecto y convinimos en que +6500 sería el primer libro de Ediciones Vertical.
Si bien el texto estaba terminado, unas últimas rutas fueron incluidas y nos abocamos al desarrollo de la tapa, que queríamos sea un homenaje a Darío, sin que dejara de reunir los valores que abordábamos en las páginas del libro. Color, arte, Latinoamérica, naturaleza, montañas, todo lo quisimos incluir y lo logramos en la obra del artista marplatense Lautaro Martin, quien retrató a un sonriente Darío Bracali atrás de una multicolor máscara que evocaba todos los valores que queríamos resaltar.
Los detalles finales los definimos luego del verano, cuando el otoño llegaba a la cordillera. Con la publicación del libro, el homenaje al amigo estaba en marcha. Que se convierta en un elemento de ayuda y difusión del andinismo dependerá del tiempo, y de la voluntad de los lectores.
Agradezco al CCAM por la difusión de la obra y por su compromiso con el desarrollo del Andinismo Argentino.
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Centro cultural Argentino de Montaña 2023