El Yamana Orundellico, bautizado Jemmy Button por el capitán Fitz Roy, fue secuestrado junto con otros tres nativos y llevados a Gran Bretaña con el propósito de civilizarlos y evangelizarlos
La peculiar historia de Button, un Yamana que conoció a los reyes de Inglaterra
Por Cristina Barraza
Restauración Fotográfica: Centro Cultural Argentino de Montaña, Natalia Fernández Juárez
Corría el año 1830 cuando ocurrió un hecho histórico que, por su originalidad y relevancia, ha merecido la atención de historiadores, antropólogos y novelistas. La singular historia fue protagonizada por cuatro nativos originarios de Tierra del Fuego quienes, el 13 de abril de ese año, ignorando su destino, fueron embarcados en la nave inglesa Beagle y llevados a Gran Bretaña como parte de un aventurado intento de colonización.
El comandante del Beagle, Teniente Robert Fitz Roy (1805-1865) decidió trasladarlos a Europa como fruto de su deseo de “civilizarlos y evangelizarlos”. Los nombres con que se los “bautizara “ y sus edades estimadas al ser embarcados eran: James Button, 14 años; York Minster, 26 años; Boat Memory, 20 años y Fuegia Basket, 9 años. De ellos Jemmy Button era el único perteneciente a la etnia Yamama ya que los otros tres pertenecían al grupo de los Alacalufes. De los cuatro nativos sudamericanos fue , Jemmy Buttton quien, por su personalidad y fácil adaptación, tuvo el mayor protagonismo, tanto en los prolongados viajes de ida y vuelta, como durante la estadía en Inglaterra y el posterior retorno a América. Su vida es la que ha llegado hasta nuestros días con mayor abundancia de datos.
Ya en Inglaterra los nativos vivieron durante tres años en las afueras de Londres y fueron educados y escolarizados, a petición de Fitz Roy, por la Sociedad de la Iglesia Misionera (Church Missionary Society ).
El 6 de agosto de 1830 el Beagle con sus cuatro fueguinos arribó a Inglaterra. Ese viaje hacia Gran Bretaña fue un suceso por el que cuatro canoeros de los confines de América, cambiaron sus vidas impensadamente.
Solamente tres de ellos regresaron, tres años después, a sus tierras nativas, en la misma fragata Beagle, nuevamente al mando de Fitz Roy, ya que Boat Memory no sobrevivió a la viruela que al llegar a Inglaterra enfermara a los cuatro.
Los nativos provenían de Tierra del Fuego, territorio formado por un grupo de islas ubicado en el extremo sur de América, y separado de la tierra firme por el Estrecho de Magallanes, nombre puesto por el explorador portugués Fernando (también conocido como Hernando) de Magallanes, quien, en 1520, fue el primer europeo en pasar a través del estrecho desde el Atlántico hasta el Pacífico.
Fue Magallanes también quien denominara a esos territorios como “Tierra del Fuego”, pues mientras navegaban, observaban a lo largo de la costa los fuegos con que los indígenas se avisaban entre ellos del paso de los barcos. El pasaje alrededor del Cabo de Hornos, donde se encuentran el Atlántico y el Pacífico Sur fue la vía más importante de comunicación en América hasta la apertura del canal de Panamá.
Este nuevo paisaje mostro a partir de ese momento, a los ojos de los europeos su imponente magnificencia. Tierra del Fuego ha asombrado e intimidado a sus exploradores algo que se refleja en los nombres con que ellos designaran a los lugares: Isla Furia; Bahía Inútil; Isla Desolación; Puerto del Hambre e Isla del Diablo, para mencionar algunos.
Los pueblos que originariamente habitaban la Tierra del Fuego, se habían adaptado durante miles de años a ese clima que los europeos encontraron tremendamente frío y desagradable. Los hombres y mujeres de las oleadas migratorias que por primera vez empezaron a poblar América alrededor de 30.000 años atrás, llegaron al confín del continente y allí se establecieron, formando, miles de años antes de la llegada de los europeos, los cuatro grupos que habitaron Tierra del Fuego. Los nombres individuales de estos pueblos fueron los yámanas (o yaganes), los alacaluf, los selk’nam (u onas) y los haush. Los yámanas fueron los indígenas que los europeos vieron y contactaron con mayor frecuencia en sus viajes de paso interoceánico. Asimismo, fue el grupo que más prestó constante ayuda a las víctimas de los numerosos naufragios ocurridos a consecuencia de las terribles tempestades fueguinas.
Los yámanas y alacalufes vivieron en la zona de las islas y canales al sur y al oeste, subiendo por Chile; y los selk’nam y haush en el centro, norte y sudeste de la Isla Grande. Las lenguas de los cuatro grupos eran diferentes y, en particular los yámanas poseían una lengua notablemente rica y expresiva. Los yámanas dieron a los selk’nam, por su situación geográfica respecto de ellos, el nombre de onaisin“hombres del norte” o “del país del norte”, del que deriva la denominación de ona. Sus vidas dependían del océano donde transcurría la mitad de su tiempo a bordo de sus canoas, en las que transportaban el fuego que nunca se extinguía. Eran pescadores, recolectores de mariscos, cangrejos y hongos; cazadores de lobos marinos y nutrias y, algunas veces incluso, de ballenas, cuando éstas se acercaban y varaban en alguna playa. Sus armas eran el arco y la flecha y su instrumento de caza el arpón. No tenían asentamientos fijos, sino que navegaba constantemente para evitar el derroche de recursos.
El europeo fue la razón por la cual los fueguinos originarios fueron extinguidos durante el siglo XX. Lamentablemente, el asentamiento de los europeos llevó consigo epidemias entre los fueguinos; en 1832 se calcularon 6000 yámanas en Tierra del Fuego, mientras que en 1945 se hablaba de sólo 39 almas.
Diversos corsarios, marinos e investigadores realizaron viajes por la zona durante los siglos XVI-XX, y se puede considerar que el más “importante”, por la imagen mundial que dio a este lugar, ocurrió en 1826, cuando llegó la fragata Beagle, comandada por Robert Fitz Roy.
El Beagle, la fragata al mando de Fitz Roy cuando llego a los canales de sur de Chile, lo hizo en un viaje de reconocimiento y estudios geográficos encargado por la corona Inglesa, para la circunnavegación por los canales patagónicos. Sin embargo, un episodio fortuito altera parcialmente el plan de viaje: el encuentro con las comunidades indígenas canoeras.
En su navegación los marinos comenzaron a divisar a lo lejos, en las aguas de los canales, unas pequeñas canoas comandadas por indígenas quienes se fueron acercando por curiosidad y, como después se comprobara, para obtener algo de estos hombres blancos que se acercaron al Beagle.
Uno de los tripulantes de estas canoas era Orundellico un niño de 14 años que posteriormente seria rebautizado como Jemmy Button. Su nombre en inglés le fue dado en razón de que su tío, que subiera con él al barco, recibió del capitán un botón (button) de nácar, de su chaquetón, a cambio de que el niño se quedara a bordo.
El uso del trueque por parte de los yámanas les permitía conseguir otros productos, sistema de intercambio que utilizaban también con los cazadores de lobos y los distintos barcos que navegaban por las costas australes. Precisamente fue uno de los tantos acercamientos de las canoas a las bordas de las naves extranjeras lo que determinó el destino de los cuatro indígenas.
Fitz Roy, hombre profundamente religioso, se apropió de los nativos sin darles opción alguna. Su plan consistía en llevar a Jemmy y a los otros tres nativos a Inglaterra y educarlos a la usanza occidental, de acuerdo a los principios de la educación victoriana. Se les adoctrinaría con los principios cristianos, se les vestiría con ropas, enseñaría inglés, modales y buenas costumbres, con el propósito de que fueran un “puente “ entre ambas culturas que permitiera evangelizar a la mayor cantidad de nativos.
Jemmy Button fue, desde el inicio, el elegido para ayudar en la tarea futura de colaborar con la civilización de estos pueblos, ya que ni York Minster ni Boat Memory, se mostraron maleables como Jemmy y Fuegia Basket era solo una niña. Jemmy Button es quien más alentara los propósitos del capitán, debido a su carácter dócil, en comparación con el resto del grupo y a su facilidad de “aprender” lo que lo convirtiera a los ojos de los europeos, en un “buen salvaje “.
Después de un largo viaje llegaron a tierras europeas. Jemmy sobresalió sobre los otros fueguinos mostrando una gran capacidad de adaptación, aprendiendo en poco tiempo a hablar inglés, idioma que llego a dominar muy bien. Jemmy y sus acompañantes fueron inscriptos en una escuela cristiana en las afuera de Londres, siendo Jemmy el alumno más aventajado, lo cual le valió una gran fama e interés antropológico.
Las ideas de Fitz Roy fueron ambiciosas e innovadoras porque intentaban generar una revolución desde el interior de los grupos aborígenes. El plan era instruir en Inglaterra a los aborígenes capturados y después retornarlos a sus respectivas comunidades para que expandan los saberes de la “civilización” europea. Con ese propósito, Fitz Roy se hizo cargo de la manutención de los indígenas alojándolos en una casa de campo en las afueras de Londres, aislados de los círculos públicos, espacio en que el proceso de reeducación fue intensivo. Sin embargo, el prejuicio de Fitz Roy fue creer que su éxito llegaría en el momento en el cual el indígena escogería el conocimiento occidental como marco de desenvolvimiento cultural, apartándose de las costumbres yámanas.
La curiosidad que despertaban hizo que incluso fueran invitados al Palacio de Saint James, a conocer al entonces rey Guillermo IV y a la reina Adelaida, siendo este un encuentro inusual y de relevante importancia sobre todo para Fitz Roy quien los condujo al Palacio Real.
Los progresos de aprendizaje de los fueguinos hicieron posible una audiencia con los monarcas ingleses, algo insólito para la época.
En el verano de 1831, el rey Guillermo IV y la reina Adelaida los recibieron en palacio. Jemmy, Fueguia y York hablaron en un inglés chapurreado que divirtió a los reyes, que tampoco se tomaban en serio a Fitz Roy. Las crónicas del palacio registran que la reina le regaló a Fueguia un bonete, un anillo y un bolso; el rey se lo llenó con monedas para que se comprara ropa antes de partir de Inglaterra, y quedo maravillado por Jemmy, el pequeño hombrecito, por su elocuencia y buen vestir.
El interés antropológico, en realidad, encubría los fines imperialistas que perseguía el Reino Unido, y ese fue el motivo por el que los monarcas los invitaron al palacio, satisfacer su curiosidad y comprobar los dichos de aquellos que ya los habían conocido y reafirmar sus propósitos de dominación.
Luego de un año y medio, Robert Fitz Roy, criticado por la opinión publica inglesa y guiado también por su ambición de ver realizado su plan, decide devolver a los nativos a su estado natural y zarpa nuevamente rumbo a los helados canales de Tierra del Fuego, llevándolos a su lugar de origen con ropas europeas, nociones de inglés y un surtido de artefactos que incluía desde orinales a tazas de porcelana fina, para que ayudasen a “difundir la luz divina entre los salvajes habitantes de Tierra de Fuego”. El Capitán, conociendo las críticas, consideró que ya era momento de devolver a los fueguinos a sus tierras y poner en práctica su experimento.
Con ellos iba Richard Matthews, un misionero novato que nunca había salido de Inglaterra y se había presentado como voluntario para la osada empresa, la cual, como se verá no acabó bien. La misión inglesa abarcó un periodo de 10 años (1826-1836). Fitz Roy planifico la reinstalación de los aborígenes en el territorio patagónico, en la isla de Wulaia, situada al oeste de la Isla Navarino, en el estrecho de Murray, lugar de origen de Jemmy.
El Capitán Fitz Roy tenía un temperamento muy fuerte y una personalidad depresiva. La idea del suicidio era algo que rondaba en su cabeza, ya que era consciente de sus antecedentes familiares y, como si esto fuera poco, su antecesor al mando del Beagle se había quitado la vida.
Por eso necesitaba un compañero de viaje simpático que lo ayudara a ahuyentar esos fantasmas. Es así como un amigo, profesor de botánica en Cambridge, le recomendó a un naturalista de 22 años, que jamás había cruzado el océano, para que lo acompañe. Ese joven resulto ser Charles Darwin, quien no había tenido un desempeño académico muy exitoso, y que, mucho ante de pasar a ser una celebridad científica en Europa, iniciaria, junto al Capitán y los tres aborígenes, lo que en definitiva sería un viaje paradigmático en la historia.
En este viaje de regreso, en 1833 el joven Charles Darwin, tuvo la oportunidad de convivir con los tres nativos. El famoso naturalista fue agudo en sus observaciones sobre los fueguinos, mostrándose a menudo racista y e implacable, al decir, por ejemplo: “No he visto en ninguna parte seres más viles y miserables”.
“Al ver tan repugnantes aspectos, cuesta creer que sean seres humanos y habitantes del mismo mundo”.
Y agrega, “Cuando recuerdo todas sus buenas cualidades (se refiere Jemmy Button), aún hoy experimento, debo confesarlo, el más profundo asombro al pensar que pertenecía a la misma raza que los salvajes innobles, infectos que habíamos visto en Tierra del Fuego”.
Las notas científicas de Charles Darwin, constituyen una importante referencia respecto a las forma en que se encarara el proyecto civilizatorio de Robert Fitz Roy.
Button y sus compañeros permanecieron a bordo del Beagle poco más de un año antes de desembarcar en su tierra natal. La idea inicial de Fitz Roy era dejar primero a York y Fuegia en las cercanías de puerto March con sus familiares Alacalufes y luego a Button en la isla de Wulaia con los Yamanes. Para ello cruzó el cabo de Hornos el 22 de diciembre de 1832 con un fuertísimo temporal que lo obligó a protegerse fondeando en las afueras de caleta Saint Martin, lugar en que York le informó que deseaba quedarse con Jemmy Button. Ante esta petición Fitz Roy se dirigió a Goree Roads entre la isla Navarino e isla Lennox donde fondeó el 18 de enero de 1833.
Al día siguiente Fitz Roy partió en cuatro embarcaciones hacia la isla Wulaia por la ruta del canal Beagle, con los tres fueguinos, acompañados por el reverendo Matthews y Charles Darwin, eran en total treinta hombres. El día 20 de enero, a la altura del paso Mackinley, avistaron varios indígenas que Button reconoció como pertenecientes a yaganes enemigos. El 23 de enero de 1833 arribaron a Wulaia seguidos por muchas embarcaciones, treinta a cuarenta, llenas de nativos momento en que Jemmy se entera de la muerte de su padre. Desembarcaron e inmediatamente iniciaron la construcción de tres cabañas, una para Matthews, otra para Jemmy y la tercera para York y Fuegia, que habían formado pareja. La primera acción de misionero Matthews fue bendecir con una ceremonia matrimonial la unión entre Fuegia Basket y York Minster, y ello fue acompañado por un festejo con entrega de los distintos obsequios traídos desde Europa.
Jemmy se reencontró con su madre, sus dos hermanas y cuatro hermanos; casi había olvidado su lengua materna. Relataba Darwin, que verlo vestido con sus botas y su traje, “resultaba cómico, aunque digno de compasión, oírle hablar en inglés a su hermano salvaje y después preguntarle si le había entendido”.
Luego del desembarco, el Capitán y Darwin continuaron la travesía, recorriendo numerosos lugares de Sudamérica. Fitz Roy se transformó en el primer capitán en internarse por el Canal de Beagle, sus hazañas y su actividad pionera son bien conocidas en la zona patagónica y fueron reconocidas, entre otros, por el Perito Francisco Moreno quien, en 1877, rebautizara el Cerro Chalten con el nombre del capitán Fitz Roy.
El Capitán estaba esperanzado en ver los frutos de su experimento, pero Darwin lo desanimaba y le restaba importancia al tema. Una carta de Darwin a su hermana Susan, revela su creencia en la reversibilidad de los aprendizajes: “Será muy interesante y me temo que también doloroso ver al pobre Jemmy Button y a los demás. Supongo que los encontraremos desnudos y medio muertos de hambre, si es que no los han devorado durante el último invierno”. A él le interesaban más los especímenes de organismos vivos y fósiles que iba encontrando en las expediciones. Esas observaciones serían la base de la célebre Teoría del Origen de las Especies, que marcaría un hito en la historia de la Ciencia Moderna.
Pese al poco entusiasmo de Darwin por el experimento, el Capitán no se daba por vencido y decidió volver por Jemmy. Tras nueve días retornan a la isla Wulaia a observar las condiciones de arraigo de los Yámanas, pero su sorpresa fue enorme porque encuentran al reverendo Mattheus casi desnudo, sin rastros de los indígenas que habían huido del lugar de establecimiento elegido por Fitz Roy. Encontraron al joven misionero maltratado y a varios nativos con sus caras pintadas. A los pocos instantes aparecieron York y Jemmy con su aspecto habitual, y dijeron que Fuegia estaba en la cabaña. Fitz Roy embarcó a Matthews quien manifestó su voluntad de alejarse ya que se sentía inseguro. Sin embargo Fitz Roy, partió del lugar conservando aun la esperanza de que la aventura de Jemmy y sus amigos como nexos en la colonización, pudiera prosperar.
Un año después, el 5 de marzo de 1834 el Beagle fondeó nuevamente en Wulaia. El Capitán Fitz Roy estaba nervioso, caminaba de un lado a otro de la cubierta, al descubrir que la aldea estaba abandonada, las chozas estaban vacías, aunque sin destrozos, sin noticias de Jemmy aun.
Ya de noche un grupo de canoas se aproxima al navio Beagle. La decepción no puede ser mayor. Allí estaba Jemmy, exhibiendo un desnudo total, con solamente un trapo que colgaba de su entrepierna. Tenía el pelo largo y sucio, el cuerpo desnutrido, la piel descuidada, los ojos gastados. Ya nada quedaba del gentleman que supo impresionar a la alta sociedad de Londres.
Media hora después estaba sentado en la mesa del Capitán, sosteniendo los cubiertos para no ofender a su anfitrión, pero sin ocultar el gesto de extrañeza, el mismo que se le aparecía en aquel primer viaje de ultramar. Según Darwin, “se comportó con la misma corrección que en otros tiempos”.
Fitz Roy y Jemmy tuvieron una larga conversación. Le contó que tenía dificultades en comunicarse, pues empleaba el inglés mezclado con su propio idioma, y que York y Fuegia, unos meses antes, se habían ido a su tierra en una gran canoa, habiéndole robado toda su ropa y herramientas. Que en febrero del año anterior, cuando el Beagle partió, los invadieron los onas por lo que su gente tuvo que refugiarse en otras las islas.
Fitz Roy lo invito a embarcarse y partir nuevamente a Inglaterra pero Jemmy se negó; había encontrado esposa y aquella era su tierra y su gente. Había quedado claro que Jemmy no tenía intención alguna de moverse de su lugar, ni de parecerse a un ingles. Esta vez nadie lo obligaba. Le dio la mano al Capitán con suficiente orgullo y aplomo para luego volver a la costa en su canoa. Lo último que vieron de él fue una figura oscura dentro de la canoa iluminada por una antorcha. La embarcación removía las aguas con el resplandor de ese fuego vivo del fin del mundo.
Años después, Allen Francis Gardiner, oficial retirado de la armada británica, que había decidido dedicar el resto de su vida a predicar el Evangelio a los paganos, conociendo la historia de los fueguinos llevados por Fitz Roy a Inglaterra, armó dos expediciones con la idea de establecer una misión en el área de la isla Navarino donde esperaban contar con la ayuda de Jemmy Button, en la segunda expedición muere junto a seis compañeros de inanición y frío en puerto Español en la orilla norte del canal de Beagle.
El capitán Gardiner y su grupo se convirtieron en mártires para Gran Bretaña y las donaciones para la Sociedad Misionera Patagónica que organizaba las expediciones misioneras se incrementaron y permitieron la realización de nuevas expediciones.
En una de esas expediciones George Pakenham Despard quien había sido nombrado misionero llegó el 30 de agosto de 1856, a la misión de Cranmer, ubicada en la Isla Vigia, en las Islas Malvinas. Despard confiaba en encontrar a Jemmy vivo, tras veinte años sin noticia de su paradero. El objetivo era continuar la colonización espiritual de los aborígenes, enseñar el idioma inglés junto con reformar sus costumbres “salvajes” en analogía a la propuesta de Fitz-Roy. George Despard encontró a Jemmy y logró convencerlo para que fuera con una de sus mujeres y tres niños a visitar Cranmer; después de permanecer varios meses allí regresaron a caleta Wulaia en diciembre de 1858.
Al mismo tiempo un grupo de nueve fueguinos fue animado a visitar Cranmer, aunque en este caso, carecían de las experiencias europeas que había tenido Jimmy Button, por lo que pronto se enfermaron. Sumado a esto había serios malentendidos culturales entre ellos y los europeos por lo que los regresaron a sus tierras.
Luego los reverendos ingleses se instalaron en la zona de Keppel e insistieron, a pesar de la negativa de Button, para que su familia viva bajo el amparo de los religiosos; el rechazo de Jemmy los turbo porque al igual que Fitz Roy no comprendían las razones del indígena para volver a un lugar evaluado por ellos como inhóspito o “miserable”. Según Darwin Jemmy les dice que tiene demasiada comida (quería decir suficiente), que el frío no le hace sufrir, que sus parientes son excelentes personas y que no desea volver a Inglaterra.
Despard logró captar por un breve tiempo la atención de Button, pero los intentos por recuperarlo como sujeto instruido por la cultura inglesa, que motorizara la influencia sobre los demás aborígenes fue una tarea imposible, él conoce el camino del europeo: usurpar, despreciar y enseñar; ya no se deja engañar con relatos falsos, acepta sus regalos y cuidados sin hacer nada, y “holgazanea”, en palabra de Despard.
La última jugada que le queda a Despard es trasladar la misión a los terrenos donde vive Jemmy en la caleta Wulaia. Sin embargo, durante la confección de las casas y la iglesia son hostigados constantemente por los indígenas con el robo menor de herramientas y materiales de construcción. En este contexto, una lluvia de acusaciones de los europeos contra la comunidad provocó el enojo de Button, el acontecimiento intento ser superado con el gesto pacífico de inaugurar la iglesia con una misa (sin armas), pero el desastre se hizo parte de la escena.
El 9 de noviembre de 1859 esta misión fue atacada por los nativos, que mataron a ocho europeos. Según el único superviviente, entre los atacantes estaba Jemmy Button (aunque él siempre negó su participación en el sangriento episodio). Jemmy Button fue juzgado por un tribunal inglés y absuelto en las Islas Malvinas, tras haber sido culpado por esta masacre de misioneros en la isla. Nunca se llegó a saber con certeza quién había llevado a cabo la matanza y por qué, y la cuestión de hasta qué punto Jemmy estaba involucrado nunca se resolvió, pero tampoco aparecieron pruebas certeras en su contra.
El 11 de abril de 1860, zarparon los barcos ingleses, y entonces se le permitió a Jemmy, que se encontraba bajo la custodia inglesa, bajar a tierra y reunirse con sus familiares.
Pese a todo, la Sociedad Misionera Patagónica no se dio por vencida. En 1861, el secretario antiguo de la Sociedad, Waite Stirling, quien ahora había tomado el puesto de superintendente, viajó a Tierra del Fuego. Llevaba consigo a Thomas Bridges, el hijo adoptado de Despard, el superintendente antiguo, quien continuaría las tareas iniciadas por su padre.
Al encontrarse estos con Jemmy Button, él les explicó que una enfermedad curiosa había matado a varias personas de su gente. Sin embargo, los misioneros no podían admitir que su proyecto civilizador cada vez más oliera a fracaso, y en el transcurso de los años siguientes, Stirling superviso el transporte de más de 50 fueguinos hacia y desde la isla Vigía, en Islas Malvinas, para su conversión al cristianismo.
Thomas Bridges llegó a conocer a los Yamanas mejor que ningún otro europeo lo hubiera hecho antes; entendió sus rituales y fue capaz de desmentir importantes mitos acerca de ellos que anteriormente habían sido dados por un hecho.
En particular, revocó el cuento antiquísimo de que los Yámanas, y ciertamente todas las tribus fueguinas, eran caníbales. Este mito había persistido desde que Magallanes pasara por esas tierras. Bridges descubrió que se trataba de una historia completamente infundada ya que la gente fueguina nunca devoró a nadie, ni a sus enemigos.
En marzo de 1864, cuando la fragata Allen Gardiner (que ahora había sido restaurada) devolvió la última partida de fueguinos a Tierra de Fuego, llevaba, entre otros, al hermano de Jemmy, Macooallan y al hijo de Jemmy, Wammestriggins. Al llegar a la caleta Wulaia se enteraron de que otra epidemia había reducido aún más a la población, y que, lamentablemente, Jemmy Button estaba entre los fallecidos. Jemmy termino sus días solo, a los 48 años, en un islote de la bahía Wulaia que hoy lleva su nombre: isla Button (botón), el mismo nombre con que lo “bautizara” Fitz-Roy tras pagar por él un botón de nácar.
Dado que la familia había esperado buenas condiciones para su cremación Macooallan y Wammestriggins llegaron justo a tiempo para la ceremonia crematoria, de la cual el capitán del barco misionero no quiso participar.
La muerte de Jemmy Button, cuyo nombre originario era Orundellico generó un cambio en la estrategia de los misioneros anglicanos. Desecharon por ello establecerse en Wulaia, debido a que el yámana era una pieza clave para poder introducirse en la comunidad canoera, y decidieron a partir de entonces establecerse en Ushuaia.
A su vez Fitz Roy, en 1865 debido a una depresión, se suicidó en Londres, sin haberse enterado que un año antes había muerto Jemmy Button.
Jemmy fue víctima del progreso… al punto que hoy, donde vivió hay dos placas recordatorias, una para Fitz Roy y otra para Charles Darwin. Nada para recordar a Jemmy Button (Orundellico) y los suyos.
Fuentes: - www.atravesdeluniberto.blogspot.com
- www.es.wikipedia.org
- www.museomartingusinde.cl
- www.patagonia-argentina.com
- www.elpais.com
Área Restauración Fotográfica del CCAM: Natalia Fernández Juárez
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