Pablo nos comparte el camino de aventura, experiencia y aprendizaje hasta convertirse hoy, en un guía experimentado en la cumbre más alta de América
Aconcagua, trabajar allí no me alcanzaba, subirlo tampoco, me proponía guiar ahí.
Me llevó un par de años lograrlo, primero trabajando en el campamento Plaza de Mulas, el base de la ruta normal de Aconcagua a 4.220 mts., luego realizando trabajos de logística en Penitentes, que es el lugar a donde todas las expediciones llegan y ordenan sus últimos detalles para emprender el Ascenso, ya sea por su ruta normal o por la ruta, en aquel entonces menos concurrida, Plaza Argentina, la que nos lleva al Glaciar de los Polacos. Uno puede también optar por hacer un 360° o sea, circunvalar el cerro saliendo luego del Ascenso por la ruta normal, hoy una ruta bastante popular ¡Qué lejos quedó aquello de que la Quebrada de Vacas era solo para montañeros experimentados! Lo recuerdo incluso con una sonrisa.
Nota fecha 16/04/2017
Luego llegó el momento de portear, salí “a patear”, a conocer el cerro, cuatro temporadas y un poquito más porteando, cumbre, rescate, con temporales de por medio y claro muchos, pero muchos, kilos para arriba y para abajo. El estándar de un porteo son 20 kilos por persona y por tramo. Pero “para que rinda” siempre se hace sobrecargados, y para que los demás nos vean que éramos y somos fuertes, llevamos 30 o 35 kilos, diciendo: “dame que yo voy.”
Pero apurate que el tiempo pasa, y esta profesión no es para siempre, me decía a mí mismo y me decían los viejos…
Finalmente mi ilusión se hizo realidad, soy guía, “tengo la chapa”. Curiosamente el año en el que obtuve el titulo cumplí mis dos grandes objetivos: me recibí de guía y saque mi título de AADIDES como instructor de esquí, claro también con “chapa”. Tuve entonces que elegir, por primera vez en muchos años, sobre diferentes ofertas. Me dijeron: “si queres podes ir a Europa a trabajar de instructor de esquí en contra temporada”, o, por otro lado, me ofrecían cuatro expediciones en Aconcagua, si!! cuatro expediciones en Aconcagua, asistiendo, y todo eso ocurría en mi primer temporada. Impensable, fue una locura ese año.
No pude resistir, yo quería guiar en Aconcagua y acepté el trabajo de guía, en realidad de guía asistente, me tenían que probar y a decir verdad yo también debía probarme. ¿Probarme de qué o en qué? “Queremos ver de qué estas hecho, flaco” me decían, querían saber cómo respondía mi cuerpo a la altura, qué tan bien podía relacionarme con los clientes y todo ese tipo de cosas que constituyen el trabajo del guía. Esa temporada fue asombrosa, hice cuatro expediciones, una más de lo prometido. Expectativas súper cumplidas aunque ni una cumbre. Pero estaba realizando mi sueño y también era parte del trabajo de guía, de asistente, en realidad, el irse para abajo con los que andan mal, con los que no llegan. No me importaba, estaba feliz. Si claro quería ir a la cumbre, pero ya iba a llegar.
Hasta que llegó, la temporada siguiente me dieron una expedición como guía líder, y ese momento mágico se hizo realidad, llegué a la cumbre del Aconcagua guiando!!! (Previo a tener una terrible descompostura, por los nervios, en Cólera, el último campamento antes de atacar la cumbre).
Los años pasaron, el Aconcagua cada día empezó a estar más ligado a mi vida, profesional, económica, ayudó a forjar mi carácter, me marcó. Las vivencias de allá arriba, son muy intensas, aunque a veces sean fugaces y el vínculo que allí se crea con el otro no se puede lograr en otra actividad, y esto lo he hablado con gente de diferentes ámbitos y todos coinciden en que lo que uno vive allá, en lo alto, es realmente muy fuerte. Ya sea entre guías o entre guías y clientes. Salimos a jugárnosla, decía un amigo, y si me la voy a jugar mañana, quiero que seas vos el que se la juega conmigo…Así de intenso es lo que se siente.
Realmente en un día de cumbre, nos podemos encontrar con cualquier sorpresa y entonces queremos que el guía que viene con nosotros esté a la altura de cualquier cosa que pueda pasar. Ese abrazo, ese saludo, antes de ir a la cumbre, el “cuídate”; y después, al lograrlo, el abrazo emocionado en la cumbre, esas lágrimas y cómo olvidar esa Navidad en Nido de Cóndores o el Año Nuevo en Casa de Piedra, uno de los campamentos intermedios para llegar a Plaza Argentina. Esas corridas con camilla y oxígeno, para salvar a alguien que ni siquiera sabemos el nombre, y que tampoco importa ya que solamente hay que ayudar, son hechos que, sin duda, dejan una huella en cada uno de nosotros. Y al final todo se resume en “hasta la temporada que viene”.
Cosas feas, claro que también las hay, la pregunta que no falta cuando le contas a alguien de que trabajas es aquella sobre qué fue lo peor que te pasó allá arriba, cuál fue la situación más dramática vivida, o si se te murió alguien de tu grupo. Muchas de esas circunstancias me han pasado pero, por suerte, nunca se murió nadie que vaya directamente bajo mi responsabilidad. Recuerdo desmayos en el Filo de Guanaco, muy cerca de la cumbre, a 6900 y tantos metros y a gente que ha querido hacer cumbre a toda costa, incluso poniendo en riesgo su vida y la mía, supongo que afectados por la altura. Es ahí cuando se evidencia nuestro trabajo que es guiar, conducir, cuidar de todos aunque, es también cierto, que allá arriba a veces no tenés mucha lucidez para pensar. No hay montaña que justifique la vida, ni siquiera un dedo. El Aconcagua termina en casa, no en la cumbre.
Llevo ya veinte cumbres y más de treinta expediciones, con amigos, conocidos y clientes, y pasé doce o trece Navidades y otros tantos Años Nuevos en el Parque Provincial Aconcagua.
Tengo clientes que me han contratado para subir montañas en Alemania, Suiza y Austria. Y estoy concretando mi proyecto más reciente, escalar las siete cumbres, que consiste en subir las cumbres más altas de cada continente, de las cuales, hasta el momento, llevo tres alcanzadas.
Es una dicha tener la posibilidad de viajar, conocer lugares increíbles, y sobre poder hacerlo mientras trabajo de lo que tanto me gusta. Confieso que, mientras voy escribiendo esto, cada vez tengo más ganas de estar nuevamente preparando mis cosas para salir hacia arriba, en una nueva temporada, en una nueva aventura.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023