Montañismo

Guiando en el Aconcagua, una elección de vida

Pablo nos comparte el camino de aventura, experiencia y aprendizaje hasta convertirse hoy, en un guía experimentado en la cumbre más alta de América

Pablo Goldengruss

Pablo Goldengruss

Edición: CCAM



Aconcagua,  trabajar allí no me alcanzaba, subirlo tampoco, me proponía  guiar ahí.

Me llevó un par de años lograrlo, primero trabajando en el campamento Plaza de Mulas, el base de la ruta normal de Aconcagua a 4.220 mts., luego realizando trabajos de  logística en Penitentes, que es el lugar a donde todas las expediciones llegan y ordenan sus últimos detalles para emprender el Ascenso, ya sea por su ruta normal o por la ruta, en aquel entonces menos concurrida, Plaza Argentina, la que nos lleva al Glaciar de los Polacos. Uno puede también  optar por hacer un 360° o sea, circunvalar el cerro saliendo luego del Ascenso por la ruta normal, hoy una ruta bastante popular ¡Qué lejos quedó aquello de que la Quebrada de Vacas era solo para montañeros experimentados! Lo recuerdo incluso con una sonrisa.

Nota fecha  16/04/2017

Valentín Bueno en la cumbre del Aconcagua

Luego llegó el momento de portear, salí “a patear”, a conocer el cerro, cuatro temporadas y un poquito más porteando, cumbre, rescate, con temporales de por medio y claro muchos, pero muchos, kilos para arriba y para abajo. El estándar de un porteo son 20 kilos por persona y por tramo. Pero “para que rinda” siempre se hace  sobrecargados, y para que los demás nos vean que éramos y somos fuertes, llevamos 30 o 35 kilos, diciendo: “dame que yo voy.”  
 

Pero apurate que el tiempo pasa, y esta profesión no es para siempre, me decía a mí mismo y me decían los viejos…
 

Finalmente  mi ilusión se hizo  realidad, soy guía, “tengo la chapa”. Curiosamente el año  en el  que obtuve el titulo  cumplí mis dos grandes objetivos: me recibí de guía y saque mi título de AADIDES como instructor de esquí, claro también con “chapa”. Tuve entonces que elegir, por primera vez en muchos años, sobre diferentes  ofertas. Me dijeron: “si  queres podes ir a Europa a trabajar de instructor de esquí en contra temporada”,  o, por otro lado, me ofrecían cuatro expediciones en Aconcagua, si!! cuatro  expediciones en Aconcagua, asistiendo, y todo eso ocurría en  mi primer temporada. Impensable,  fue una locura ese año.

Cruzando el Río Vacas

Pablo Goldengruss y Carlos, atrás el Aconcagua y Ameguino

Vista de la pared oeste del Aconcagua

No pude resistir, yo quería guiar en Aconcagua y acepté el trabajo de guía, en realidad de guía asistente, me tenían que probar y a decir verdad yo también debía probarme. ¿Probarme de qué o en qué? “Queremos ver de qué estas hecho, flaco” me decían, querían saber cómo respondía mi cuerpo  a la altura, qué tan bien podía relacionarme  con los clientes y  todo ese tipo de cosas que constituyen el trabajo del guía. Esa temporada fue asombrosa, hice cuatro  expediciones, una más de lo prometido. Expectativas súper cumplidas aunque  ni una cumbre. Pero estaba realizando mi sueño y también era  parte del trabajo de guía, de asistente, en realidad, el irse  para abajo con los que andan mal, con los que no llegan. No me importaba, estaba feliz. Si claro quería ir a la cumbre, pero ya iba a llegar.
 

Hasta que llegó, la temporada siguiente me dieron una expedición como guía líder, y ese momento mágico se hizo realidad, llegué a la cumbre del Aconcagua guiando!!! (Previo a tener una terrible descompostura, por los nervios, en Cólera, el último campamento antes de atacar la cumbre).

Descanso durante el trekking a Plaza Francia

Cruzando el río camino a Plaza de Mulas

Porteadores cargando en Plaza de Mulas

Los años pasaron, el Aconcagua cada día empezó a estar más ligado a mi vida, profesional, económica, ayudó a forjar mi carácter, me marcó. Las vivencias de allá arriba, son muy  intensas, aunque a veces sean fugaces y   el vínculo que allí se  crea con el otro no se puede lograr  en otra actividad, y esto   lo he hablado con gente de diferentes ámbitos y  todos  coinciden en que lo que uno vive allá, en lo alto,  es realmente muy fuerte. Ya sea entre guías o entre guías y  clientes. Salimos a jugárnosla, decía un amigo, y si me la voy a jugar mañana,  quiero que seas vos el que se la juega conmigo…Así de intenso es lo que se siente.
 

Realmente en un día de cumbre, nos podemos encontrar con cualquier sorpresa y entonces queremos que el guía que viene con nosotros esté a la altura de cualquier cosa que pueda pasar. Ese abrazo, ese saludo, antes de ir a la cumbre, el “cuídate”; y  después, al lograrlo, el abrazo emocionado  en la cumbre, esas lágrimas y cómo olvidar esa Navidad en Nido de Cóndores o  el Año Nuevo en Casa de Piedra, uno de los campamentos intermedios para llegar a Plaza Argentina. Esas corridas con camilla y oxígeno, para salvar a alguien que ni siquiera sabemos el nombre, y que  tampoco importa ya que solamente hay que ayudar, son hechos que, sin duda, dejan una huella en cada uno de nosotros. Y al final  todo se resume en “hasta la temporada que viene”. 
 

Compartiendo con la patrulla de rescate en Nido de Condores a 5.500 msnm.

Un descanso en Independencia camino a la cumbre del Aconcagua

Rumbo a la cumbre del Aconcagua

Vista desde la cumbre del Aconcagua

Cosas feas, claro que también las  hay, la pregunta que no falta cuando le contas a alguien de que trabajas  es aquella sobre  qué fue lo peor que te pasó allá arriba,  cuál fue la situación más dramática vivida, o si se te murió alguien de tu grupo. Muchas de esas circunstancias  me han pasado pero, por suerte, nunca se murió nadie que vaya directamente bajo mi responsabilidad. Recuerdo desmayos en el Filo de Guanaco, muy cerca de la cumbre, a 6900 y tantos metros y a gente que ha querido hacer cumbre a toda costa, incluso poniendo en riesgo su vida y la mía, supongo que  afectados por la altura. Es ahí cuando se evidencia  nuestro trabajo que es  guiar, conducir, cuidar de todos aunque, es también cierto, que  allá arriba a veces no tenés mucha lucidez para pensar. No hay montaña que justifique la vida, ni siquiera un dedo. El Aconcagua termina en casa, no en la cumbre.
 

Llevo ya veinte  cumbres y más de treinta  expediciones, con  amigos, conocidos y clientes, y pasé doce o trece  Navidades y otros tantos Años Nuevos en el Parque Provincial Aconcagua.
 

Tengo clientes que me han contratado para subir montañas en Alemania, Suiza y  Austria. Y estoy concretando  mi proyecto más reciente,  escalar  las siete cumbres, que consiste en  subir las cumbres más altas de cada continente, de las cuales, hasta el momento, llevo tres alcanzadas.

Es una dicha tener la posibilidad de viajar, conocer lugares increíbles, y sobre poder hacerlo mientras trabajo de lo que tanto me gusta. Confieso que, mientras voy escribiendo esto, cada vez tengo más ganas de estar nuevamente preparando mis cosas para salir hacia arriba, en una nueva temporada, en una nueva aventura.

Arrieros preparando asado para todo el mundo en Pampa de Leñas, rumbo a Plaza Argentina

En Plaza Argentina con campamenteros y porteadores

Preparando las cargas en Puente del Inca

Calentando agua en el campamento 1, Aconcagua

La carpa de cocina en Plaza de Mulas

Atardecer en Plaza de Mulas

Vista desde la cumbre del Aconcagua







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