La victoria italiana de 1958, dirigida por el renombrado alpinista Riccardo Cassin, en la Cordillera del Karakorum en Pakistán
Gasherbrum es en realidad una palabra deformada, transcrita del baltí. Los baltís llaman a la montaña rgasha brum, que significa, literalmente, “montaña hermosa”.
El moderno nombre de Gasherbrum se acuño oficialmente en 1860, cuando el topógrafo británico Montgomerie registró el nombre con la Great Trigonometrical Survey de India.
Cuando sir William Martin Conway exploró el Baltoro en 1892, bautizó la cara oeste de la montaña como The Shining Wall, es decir, “la pared resplandeciente”. Maraini la traduce como “espléndida cima”.
En 1958, había en circulación varias alturas para el Gasherbrum IV. Zurbriggen, durante la expedición de Conway de 1892, había cotado la montaña en 7.930 metros. G. O. Dyhrenfurth, con su tentativa de 1934 al Gasherbrum I, le atribuyó 7.980 metros. Posteriores mediciones la dejaron en 7.925 metros.
La expedición italiana al Gasherbrum IV parte del puerto de Génova el 3 de abril de 1958.
La integran Walter Bonatti, Carlo Mauri, Toni Gobbi, Bepi De Francesch, Giuseppe Oberto y Donato Zeni (médico).
Fosco Maraini partirá ese mismo día en avión para arreglar en Karachi las cuestiones burocráticas.
Recién el 10 de mayo partirá en avión el jefe de la expedición, el renombrado alpinista Riccardo Cassin.
Durante la marcha de aproximación, tendrán varios inconvenientes. Algunos los provocará el oficial de enlace pakistaní, el capitán Dar, que sospecha que los alpinistas vienen como espías del gobierno italiano. Otros serán por parte de los porteadores, que se declaran en huelga.
Durante la marcha de aproximación, Cassin da rienda a su gusto por la caza y persigue cabras salvajes en las estribaciones de la Gran Catedral de Trango. Llega el crepúsculo y debe vivaquear sin equipo ni comida. A la mañana siguiente es encontrado por sus compañeros después de pasar una penosa noche.
Otro incidente se suma a los anteriores: por un descuido, Carlo Mauri sufre graves quemaduras en un brazo manipulando una olla a presión. Estará imposibilitado de ayudar con los porteos por varios días.
En el campamento base, los porteadores de altura se rebelan: reclaman el mismo equipo que los sahibs. También este problema será superado y la expedición sigue adelante.
Se instala un campamento I y un campamento II. Los aludes de las paredes vecinas son frecuentes e infunden temor entre los expedicionarios.
Bonatti, siempre en cabeza de cordada, empuja hacia arriba y se instala el campamento III. Los hombres de punta reclaman más víveres y material para los campamentos superiores, que no llegan en la cantidad y frecuencia necesarias. Se suscitan grandes discusiones por este tema.
Finalmente se instala el campamento IV. Carlo Mauri ya está recuperado y colabora con Bonatti en la vanguardia de la expedición. Instalan el campamento V en un collado, a 7.200 metros. Todos los campamentos están escasos de víveres, ya que han sido continuamente ocupados.
El primer asalto no da ningún resultado. Bonatti y Mauri se limitan a tomar conciencia de la amplitud de la arista nordeste. Sólo han recorrido una cresta de cornisas y se dan cuenta que habrá que equipar hasta la cima.
El 12 de julio, nuestros dos hombres escalan la “torre gris” y ven ante ellos un bosque de agujas, de rocas, de cornisas y cuchillas, dominando los precipicios del norte. Esta serie de dificultades hará decir a Bonatti que nunca se habían afrontado hasta entonces tramos semejantes a esa altitud.
Abajo, Zeni y De Francesch resoplan bajo cargas de 25 kilos, mientras Bonatti y Mauri franquean pasos de grado IV y V. Por fin llegan a la última torre, con una chimenea vertical que permite pasar a un cono de nieve, al que consideran el punto culminante. Cuando llegan a él, la cima está todavía muy lejos. Pero Bonatti y Mauri no son de los que capitulan tan cerca de la meta. Piensan en la instalación de un campamento VI para afrontar los últimos pasos de la cresta dentada. Descienden por lo tanto, al campamento V y encuentran en él a De Francesch y Zeni, que han conseguido por fin subir provisiones.
Del 15 al 17 de julio, la tempestad del Karakorum bloquea a los hombres en los campamentos IV y V. Imposible salir de las tiendas y, sin embargo, hay que bajar cueste lo que cueste. Han caído casi dos metros de nieve.
Apenas salen de la tienda cuando la nieve se desliza, arrastrando a De Francesch y Maraini. Bonatti, encordado, intenta una salida sin visibilidad. Declara que no hay nada que hacer. Habrá que bajar hasta el collado a pesar del huracán. Cassin y Gobbi les reconfortan en el campamento IV, no sin emoción. Pero hay que continuar perdiendo altura. Cassin, que ha pasado el día por encima de los 7.000 metros, vuelve agotado al campamento base. Pequeño y robusto, este infatigable escalador se ha esforzado demasiado esta vez para sus cincuenta años.
El 31 de julio suben de nuevo los ocho al campamento IV. Nieva, pero, a pesar de todo, el 2 de agosto llegan al campamento V.
El 3 de agosto se aseguran los puntos de apoyo: Zeni en el campamento IV, Cassin en el III y Oberto y Maraini en el II. A las cuatro de la mañana, en el campamento V, Bonatti, Mauri, Gobbi y De Francesch se calzan los crampones. Necesitarán dos horas para prepararse, debido a la escasez de oxígeno. Los gestos son lentos. Aquí, con mochilas de quince kilos, el grado IV resulta tan duro como el VI en los Alpes. Cada cinco metros tienen que apoyarse contra la roca, cerrar los ojos y tomar aliento. De Francesch sigue en cabeza, y su gran resistencia le sitúa por encima de sus compañeros. Maraini les observa por un catalejo y les ve depositar la mochila al pie de la última torre. Instalan la tienda del campamento VI. Están más cansados de lo que han estado en su vida. Gobbi y De Francesch descienden al campamento V, adonde ha venido también Cassin.
El 4 de agosto, Bonatti y Mauri toman los 350 metros de cuerda para equipar el tramo final. Bonatti tiene que emplearse a fondo para hacer mella en las cornisas y superar pasos de grado V. Están a 7.850 metros, en la zona donde las blancas rocas de la cima vienen a soldarse con las oscuras. Pero el día está muy avanzado y, prudentemente regresan a la tienda.
El 5 de agosto, en el campamento V, Gobbi, De Francesch y Zeni reharán una vez más el camino entre el campamento V y el campamento VI a fin de aprovisionar a los dos hombres de cabeza. Encuentran a los dos gigantes desfigurados por el cansancio. Bonatti y Mauri trabajan cerca de los 8.000 metros sin oxígeno, y les cuesta trabajo respirar. Están deshidratados, sedientos, y saben que no tendrán fuerzas para repetir el asalto si fracasa el del día siguiente.
El 6 de agosto de 1958, a las dos y media de la mañana, empiezan a prepararse. No han dormido ni un minuto. Observan el cielo. Grandes nubes suben del oeste y se ha levantado viento. Llevan consigo pitones, mosquetones, cuerdas de seguro, algunos víveres y una cámara fotográfica.
La partida ha comenzado. Bonatti coloca la cuerda en lo alto de una chimenea y tira de ella para asegurar a Mauri, que emerge lleno de ímpetu. Amanece. Bonatti tiene que escalar a menudo sin guantes para franquear pasajes muy duros, como la figura blanca que hiende la roca marmórea. Un último y pequeño pico rocoso, y aparece la antecima. La visión tan esperada les hace dirigir sus miradas hacia el gran glaciar del Baltoro. Son las diez y media. La verdadera cima está al final de la arista, a 300 metros.
¿Qué significan 300 metros vistos desde abajo? Pero cerca de los 8.000 metros, es otra cuestión. Los dos piensan en quedarse allí. No, la victoria está muy próxima. Sin más vacilaciones, emprenden el peligroso avance. A su derecha, un couloir luminoso raya la cara oeste; a la izquierda, la pared se hunde hacia los campamentos inferiores, apenas visibles.
A las doce y media del 6 de agosto de 1958, la terrible lucha ha terminado. Walter Bonatti y Carlo Mauri están en la cima del Gasherbrum IV, a 7.925 metros. No les da tiempo a pararse a contemplar el paisaje, pues las nubes se aproximan. Sirviéndose de la cuerda de seguro, colocan los rappels hasta la serie de rocas. Tienen que subir y bajar, y no llegan al campamento VI hasta las seis y media de la tarde. Parece que todo está ganado, pero la tempestad se presenta de repente. Tienen que descender sin demora.
El 7 de agosto se desencadena la tempestad. ¿Dispondrán Bonatti y Mauri de fuerzas suficientes para regresar? En los campamentos inferiores, todos se sienten angustiados, Gobbi y De Francesch en el campamento V, Zeni y Cassin en el campamento IV, Oberto y Maraini en el campamento II, todos tiene que apartar sin descanso la nieve que amenaza con aplastar sus tiendas. Mientras tanto, Bonatti y Mauri saben que, si no descienden, están condenados. Necesitan sobrepasar el último umbral de la fatiga. Experiencia verdaderamente atroz, en medio del viento y la nieve que les devoran.
De repente, en el campamento V, Gobbi y De Francesch oyen gritos muy cercanos. ¡Son ellos!
De Francesch sale para tratar de percibir las siluetas en la tempestad. Y entonces se produce el drama: De Francesch desaparece en el vacío como una marioneta desarticulada. La cornisa ha cedido. Se ve arrastrado hacia una muerte inevitable. Los otros lo creen perdido y se refugian bajo la tienda. Están demasiado agotados para intentar una búsqueda en medio de la tormenta. Preparan las bebidas que le permitirán sobrevivir, lo que les exige dos horas. Y en ese momento ven entreabrirse la tienda y … aparece De Francesch. Se deja caer y les cuenta que quedó bloqueado cien metros más abajo. Se abrazan y reemprenden el camino hacia el campamento IV. Allí se reúnen con Cassin y se apretujan en la tienda para pasar una noche inconfortable.
Al día siguiente, esperan encontrar víveres y combustibles en el campamento II, pero allí no hay nada. Se ven obligados a continuar. A las nueve de la noche llegan al campamento base. Espectros tambaleantes, desfigurados, vencedores aniquilados. Solo Bonatti, campeón de la forma física y moral, parece a gusto. Se siente feliz. Acaba de lograr la escalada más difícil de su carrera.
Bonatti denuncia las graves fallas de organización ocurridas durante la expedición y no es escuchado por el presidente del Club Alpino Italiano (CAI). Decide romper sus lazos con la institución.
En 1985, Robert Schauer y Wojciech Kurtyka realizan la primera ascensión a la cara oeste del Gaherbrum IV, aunque se detienen en la cima norte, sin llegar a la cumbre sur (cima principal).
En 1986, el Gaherbrum IV vuelve a ser escalado. Greg Child, Tim Mc Cartney-Snape y Tom Hargis realizan la segunda ascensión a la cima principal, siguiendo la arista noroeste. Mc Cartney-Snape encuentra el clavo y mosquetón de rappel de Bonatti en la cumbre.
En 1997, un equipo coreano repite la ascensión por la cara oeste.
En 1999 un grupo de Corea del Sur realiza la segunda ascensión a la arista noroeste.
Finalmente, en 2008 un equipo español recorre por entero la arista noroeste, pero se detienen en la cumbre norte, sin llegar hasta la cima principal.
- Enciclopedia de la Montaña, de Juan José Zorrilla.
- Baltoro, montañas de luz, de Louis Audoubert.
- Montañas de una vida, de Walter Bonatti.
- Jefe de cordada, de Riccardo Cassin.
- Sin oxígeno, de Greg Child.
- Desnivel Nº 263. Entrevista a Walter Bonatti, por Sebastián Alvaro, Darío Rodriguez y José Luis Mendieta.
- Wikipedia.
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