Una cruzada personal realizada por doce mujeres expedicionarias
Las mujeres en la Novena Edición del cruce de Los Andes, Provincia de San Juan
- 16/02/2013 -
Algunas lo hicieron como desafío personal, otras desde lo profesional, estuvieron las que se embarcaron en una epopeya de la que ignoraban el sacrificio, pero todas las mujeres que recrearon la IX edición del cruce sanmartiniano levantaron el guante de San Martín para enfrentarse a la inmensidad de la montaña y también a sus miedos.
Las damas expedicionarias, que este año hicieron el cruce organizado por el gobierno de San Juan, fueron doce, algunas más tímidas, otras más temerarias, aquellas que lagrimeaban en cada precipicio y las que lo hacían en la soledad de los valles. Aún así todas apostaron a la naturaleza y a ellas mismas.
Es que esta travesía de seis días por los Andes, que el general hizo con 5.000 hombres y ninguna mujer, no es fácil. Desde lo físico, se enfrenta el rigor del frío y el apunamiento de la altura y desde lo emocional, el paisaje imponente y la soledad de la marcha a lomo de mula o caballo hace que cada uno se encuentre con lo peor y lo mejor de uno mismo.
Cuando el cruce se realizó por primera vez, allá en 1817, las mujeres ocupaban otro rol. Ninguna atravesó a mula los Andes, pero fueron la red de contención y de espionaje en la gesta libertadora; casi 200 años más tarde, los pedidos femeninos para cruzar son mayoría e incluso están las que lo repiten. Sin embargo, son sólo el 10 por ciento del total de expedicionarios.
“Las mujeres año a año han crecido en cantidad dentro del cruce y estoy convencido de que son sumamente necesarias, porque generan un equilibrio y contienen la histeria masculina”, dijo Luis Márquez, uno de los organizadores.
En tanto que la periodista sanjuanina Viviana Pastor fue contundente: “Sin mujeres no lo podrían hacer”.
La porteña Liliana Podestá valoró su hazaña, al sostener: “Para mí fue poder más de lo que creía. Me decían que tenía que estar orgullosa de San Martín, pero no sabía que podía estar orgullosa de mí y ese es un hallazgo: darme cuenta de que soy más valiente y superar mis propios límites. Es un desafío casi único”.
“Nadie logra entender lo que sucede y cómo te cambian estas horas arriba de una mula. Es un encuentro personal y te replanteas mucho tu vida. Los sentimientos llegan a los extremos”, agregó Márquez.
Adriana Morán, venezolana que reside en Argentina hace cinco años, dijo que no sabía cuál iba a ser su búsqueda en los Andes, pero afirmó que encontró “muchas emociones juntas”.
“La parte histórica me interesó, amo la montaña y mi conexión con los animales fue especial, hay una energía que te atrapa”, agregó.
Desde lo personal, valoró: “El país me acepta, pensaba volver a Venezuela, pero ahora no lo sé, conocí a la gente desde otro lugar, allá arriba somos todos iguales, todos tenemos las uñas sucias”.
La montaña te modifica, ahora estoy decidida a cambiar cosas de mi vida”, afirmó desafiante.
Lejos de cualquier atisbo de coquetería, hubo sesiones de yoga, consejos para higienizarse, chocolates nocturnos y préstamos de cremas y de pañuelitos multiusos que se convirtieron en los códigos femeninos cotidianos de esta cruzada, porque la solidaridad entre mujeres fue clave para atravesar la montaña.
Los hombres estaban atentos, expedicionarios, baqueanos y gendarmes miraban a cada rato, preguntaban por el estado en que estaban las mujeres, incluso remolcaban a alguna, pero estuvieron los que se destacaron en esta labor.
El mismo gobernador de San Juan, José Luis Gioja, que encabezó la marcha, fue una gran arengador: “Vamos flaca, yo tengo 63 años e hice nueve veces el cruce, vos sos una piba, vos podés” se lo escuchaba cuando la columna llegó al Espinacito a 4.700 metros de altura.
Abel Fleming, un juez de Salta, fue otro de los caballeros montados que contuvo con sus coplas, con sus consejos y su paciencia. Ante el miedo, él tranquilizaba: “Para las mulas este sendero angosto es como para una persona la avenida 9 de Julio vacía a las cinco de la mañana”.
El punto clave del cruce fue la llegada al hito fronterizo, donde chilenos y argentinos se encontraron luego de cuatro días en las montañas. Del lado chileno, la que comandó la organización fue una mujer: Gloria Mundaca, de 62 años, directora de Turismo de los Andes y miembro del Consejo Nacional de Cultura y Artes.
“Hace dos años que tomé la cabalgata a mi mando. Voy como los demás. Somos pocas las mujeres, pero deberíamos ser cincuenta y cincuenta”, afirmó.
“Luchamos mucho por nuestros derechos y cuando se nos da la oportunidad tenemos que ejercerlos” sostuvo Gloria luego del encuentro bilateral.
“Nos bañamos en el río, hay gente que quiere comodidades, pero estamos en la cordillera e intentamos recrear el cruce que hicieron los padres de la patria. En ese momento, las mujeres eran grandes planificadoras del cruce, estuvieron detrás de los hombres, ahora estamos al lado”, consideró la funcionaria chilena.
La gesta recrea anualmente el primer paso para liberar el cono sur y, casi 200 años después, las mujeres del siglo XXI le pusieron el pecho a sus miedos, extremaron sus límites, ayudaron a sus compañeros de ruta y estuvieron a la par de casi un centenar de hombres y eso también es parte de la verdadera libertad.
Fuente: www.telam.com.ar
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