Estos dos volcanes de más de 6000 metros de altura que se destacan por su enorme belleza y la de su entorno forman la cadena de los Nevados de Payachata y están ubicados en el Parque Nacional Lauca, en la Región de Arica, en Chile y en Parinacota, en Bolivia, en el limite de ambos países
Integrantes de la expedición: Hernán Núñez Cristi y Eduardo Muñoz Azócar
Nuestro primer acercamiento a estas montañas fue desde las alturas, cuando hace algún tiempo ascendimos al cerro Acotango (6.052 msnm) y al volcán Guallatiri (6.063 msnm), macizos cercanos, pero menos visitados. A la distancia quedamos maravillados con la inmensidad y la silueta de estas montañas, y decidimos ir pronto en busca de sus cumbres.
Concluimos que septiembre sería un buen mes para intentar el ascenso por las condiciones climáticas, mucho más estables que durante los meses de verano, ya que la zona se ve afectada por el invierno altiplánico. Planificamos un itinerario ajustado, pero realista a nuestras capacidades: primero subiríamos el Parinacota y luego el Pomerape. Teníamos 6 días para lograrlo.
Invitamos a algunos amigos, pero por diversos compromisos algunos tuvieron que desistir y el equipo quedó inicialmente compuesto por Nicolás, Eduardo, Jorge (a quien conocimos en una expedición al Ojos del Salado) y yo. Sin embargo, días antes Jorge debió abstenerse del viaje y Nicolás, parte fundamental del equipo, fue notificado de que su lesión en el tendón del pie derecho se había agravado; así que pese a tener los pasajes en mano debió quedarse en Santiago.
El panorama no era el ideal. El equipo quedaba reducido a dos y evaluamos no ir, pero con Eduardo nos sentíamos preparados y se respetó el itinerario planeado, mientras que Nicolás se quedaría a cargo de monitorear la expedición a través de los Inreach.
Llegamos a Arica el sábado 25 de Septiembre para comprar lo necesario, al día siguiente viajamos a Putre, donde nos reunimos con don Aparicio, un conocedor de la zona y ávido contador de historias a quien habíamos conocido en la expedición previa y que ahora sería nuevamente el encargado de acercarnos a los campamentos base en su camioneta.
Con sus 6.342 msnm, el Parinacota es la cumbre más alta de la región. A partir de nuestras experiencias previas y de los últimos relatos con los que contábamos, decidimos ir por la Ruta Oeste. Habitualmente el vehículo puede alcanzar los 4.900 msnm, pero por las malas condiciones del camino, solo pudimos llegar a los 4.600 msnm, desde donde partimos caminando al CA. Desde esta primera aproximación pudimos ya tomar consciencia de las dimensiones de la montaña que teníamos al frente.
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Dado que no teníamos seguridad de encontrar nieve, cada uno debió cargar 7 litros de agua para los dos días que pretendíamos estar en el cerro, lo que aumentó considerablemente la dificultad de la caminata. Luego de 3 horas, llegamos al CA (5.350 msnm) que tiene pequeños y no muchos espacios para montar carpa. Como todavía teníamos luz, preparamos comida y lo necesario para poder partir en la madrugada siguiente a la cumbre.
Despertamos a las 02:15 AM y tomamos desayuno sin salir del saco. En mi caso, a los ya tradicionales panes tostados con queso y mantequilla sumé unas galletas con harta azúcar y chocolate. Siempre he sido el hervidor de agua oficial de la cordada, por lo que llené los termos con té y las nalgene para emprender la marcha casi una hora después. La madrugada estaba quieta, poco viento y menos frío del esperado; el reloj colgado dentro de la carpa marcó -2° en su punto más bajo, bastante agradable en estas circunstancias. El camino era claro hasta el punto de inflexión de la ruta que fueron los penitentes. A partir de allí el caminar se hizo lento, los penitentes eran de gran tamaño y su consistencia impedía que pisáramos sus puntas.
Caminamos un par de horas en esas condiciones, hasta que agobiado por el paso que sentía que llevábamos Eduardo me dijo: “-¿Sabes qué compañero?…estoy chato de los penitentes”. Para aumentar las posibilidades del equipo de llegar a la cumbre, decidió quedarse. Por supuesto no estuve de acuerdo y se lo comuniqué; ambos estábamos igual de preparados y nos quedaba una larga jornada, pero no logré que cambiara de opinión. Somos cordada hace años, nos conocemos y confiamos mutuamente; sé que sus decisiones están basadas en el bien común y que estaba en perfectas condiciones para ayudarme si me pasa algo o para tener autonomía en el descenso, por lo que finalmente acepté. Marcamos el punto en el GPS y acordamos mantener el contacto por Inreach o radio para ir viendo nuestro avance. Finalmente continué solo en la montaña, lo que por cierto, no puedo desconocer que siempre me ha gustado.
Divisé la ruta hacia la cumbre, una vía que no daba tregua en su inclinación. Saliendo de los penitentes apunté hacia la derecha, a una zona con tierra por la que caminos hasta llegar al comienzo de la última parte, donde pronto vería el cráter y la cumbre a lo lejos. El cráter tiene casi 300 metros de diámetro y a solo algunos minutos caminando hacia la derecha, está la anhelada cumbre.
Eran las 10.30 AM y el día estaba soleado, absolutamente despejado. Todo lo que se veía era inmenso y conmovedor. Esta es sin duda, una de las vistas más bellas que me ha tocado apreciar. A lo lejos logré distinguir el Acotango, Guallatiri y Capurata, mirando hacia Bolivia apareció el Sajama, y a los pies del volcán, el lago Chungará, las Lagunas de Cotacotani, bofedales y una flora y fauna diversa. Disfruté un rato la cumbre, envié un mensaje por InReach a Eduardo, a Nicolás, al Team Gasherbrum (sí, estamos planificando una expedición al Gasherbrum II, síguenos en @gasherbrumcl / www.gasherbrum.cl) y a los amigos que quedaron en Santiago… una pulpa de fruta, un chocolate y lo que siguió fue emprender la bajada. Por supuesto no sin antes tomar una selfie en modo influencer a solicitud de los seguidores (#volcanparinacota ja!)
Habitualmente a bajada conlleva menos tiempo, pero esa vez me pareció eterna. Los penitentes que complicaron la subida, dificultaron el regreso. Los zapatos se enganchaban fácilmente, los crampones se atascaban y como ya era cerca del mediodía, el calor hizo lo suyo y en algunas zonas el agua corría. Caminé con cuidado para no caer en los penitentes y tener un accidente. Lo tomé con calma, hay tiempo…tengo comida…hay salud…yo estoy bien…mi familia está bien…no fue mi culpa, ¡bah me cambié de deporte!
El plan original era bajar ese mismo día hasta el punto de encuentro, para que a la mañana siguiente, don Aparicio (sí, el de la camioneta), nos fuese a recoger. Pasaron horas y horas de lento andar y a lo lejos veía la carpa. Paré en el mismo punto donde me había separado de Eduardo para descansar un poco. Tomé algo de té que me quedaba, unos chocolates y galletas, y aproveché además de sacar algunas fotos con la GoPro. Me di cuenta de que tenía señal en el celular, ¿no les parece increíble estar en un punto tan apartado, pero aun así estar conectado? Le mandé una foto a Nicolás para que disfrutara en parte de la maravilla que estaba viendo. Durante el descanso sonó mi teléfono, me animé a contestar con pocas ganas: era para confirmar una hora al dentista que tenía la semana siguiente; me pareció algo fuera del contexto, pero sí, confirmé mi asistencia.
Al calcular el tiempo que me iba a tomar llegar hasta el CA, preparar comida, hervir agua y desarmar el campamento, me abrumó el cansancio mental y pareció una mejor idea pasar una noche extra a esa altura y bajar al día siguiente, luego de un buen descanso. Lo consulté con Eduardo y estuvo de acuerdo. Si bien no comeríamos los manjares que dejamos en los bolsos en el punto donde llegó la camioneta, aclimataríamos mejor para la siguiente cumbre. Siempre pensando positivo. Finalmente, llegué a la carpa a eso de las 18 horas, más tarde de lo acostumbrado, el paso fue lento pero seguro. Contentos por el logro, comimos, nos hidratamos, mandamos fotos, revisamos algunos resultados del fútbol, vimos unos memes (sí, también había señal en el campamento) y a dormir para desarmar temprano al otro día y caminar al punto de encuentro.
Llegamos a las 9 AM al punto de extracción (tal película de Rambo), donde teníamos equipo y comida, así que esperamos tomando el sol y dormitando a ratos. Don Aparicio nos recibió contento, se alegró por nuestra cumbre. Nos comentó que habitualmente tenía que ayudar a quienes iba a buscar a quitarse las mochilas por lo cansados que llegaban y que nos veía muy enteros (era como nos sentíamos también y nos alegraba que se notase). Nos ayudó a subir los bolsos y emprendimos marcha al CB del Pomerape, nuestro siguiente desafío.
El plan era ir por su cara norte, pero las condiciones del camino no eran las óptimas así que en lugar de llegar a la zona habitual de campamento, quedamos en el poblado de Saracota; literalmente en medio de la nada, pero frente al volcán. Armamos nuestra carpa, comimos y descansamos para partir al día siguiente en busca de un campamento de altura. Teníamos diferentes registros de rutas, pero ninguna que marcara el recorrido que pretendíamos iniciar, por lo que corríamos el riesgo de dar con un acantilado o alguna pared de roca que no pudiésemos pasar, pero lo intentaríamos.
Con las mochilas bastante pesadas, ya que debimos portear agua nuevamente, emprendimos el camino. El cerro se veía bastante lejos, me parecía difícil encontrar el camino, pero no lo comenté para no ser el pesimista de la cordada. El solo pensar en tener que volver a esta zona para intentar un cerro inconcluso, me motivaba aún menos que no tener una ruta clara.
El camino era complejo y peligroso para los tobillos, pero logramos avanzar casi 8 km entre arenales para definir qué haríamos un campamento a los 5.200 msnm en una planicie circular que parecía ser el único lugar donde era posible montar un campamento y confiábamos en que al día siguiente podríamos encontrar un empalme con la ruta normal. El lugar era bueno y según el GPS estábamos a 800 metros lineales de la ruta para llegar a la cumbre. Sin embargo, durante la tarde el clima cambió y nos vimos envueltos en una masa negra de nubes y en una tormenta con algo de nieve que afortunadamente no cambió en nada nuestros planes.
Repetimos la rutina del Parinacota y nos despertamos a las 02:15 AM para salir casi una hora después, luego de unos pancitos tostados con queso y salame y un litro de té. Emprendimos la marcha mirando el punto de empalme con la ruta que nos llevaría a la cumbre. Logramos hacer la conexión pasada la zona conocida como “el hombro”, cerca de los 5.450 msnm, lo que nos dio un gran alivio. Seguimos subiendo por pasos de rocas que no mostraban la huella clara por la nieve caída la noche anterior. Los primeros rayos del sol además de calentar nuestros rostros, nos mostraron algunos de los escenarios más lindos que habíamos visto hasta ahora en los seismiles subidos, y quizás de todas las montañas en las que hemos estado. Estoy lejos de ser pachamamico y de darles características sagradas o espirituales a los cerros, pero no puedo desconocer la presencia de paisajes hermosos que aprovecho de fotografiar y grabar.
Salimos de la parte de rocas y nieve para llegar a la zona de los indeseables penitentes (ja!) Estaban en mejores condiciones que en el volcán anterior, pero el abundante hielo nos hizo caminar con extremo cuidado; ante un resbalón alguno de nosotros podría quedar instalado en la carpa y dentro de su saco por la bajada forzada que eso significaría.
El tiempo estaba perfecto, poco viento y una temperatura que hacía agradable caminar, pero al pensar que estábamos cerca de llegar se asomó la siempre indeseable antecumbre, así que con resignación asumimos que nos quedaban algunos considerables metros más.
Cuando el GPS anunció que estábamos a menos de 100 metros de desnivel de la cumbre, las condiciones del camino se complicaron: nos enterrábamos y aparecieron penitentes blandos, húmedos y peligrosos. Todo mal. Con decepción, pensé que llegaríamos hasta ahí. Me detuve un momento y decidí que era necesario buscar la manera más segura posible, pero que valía la pena aventurarse con estos últimos metros. Realizando muchos zigzags y esquivando por todos lados los penitentes blandos, la cumbre surgió frente a nuestros ojos.
La cumbre nos otorgó bellas panorámicas del altiplano, veíamos al lado el volcán Parinacota, recién ascendido, y nos invadió un sentimiento de conformidad por el trabajo realizado en esta expedición. En medio de este escenario, Eduardo, que por lo general prefiere solo observar el paisaje, se animó a sacar su cámara y logró algunas de sus mejores fotografías. Lo vi muy entusiasmado capturando lo que veía desde distintos ángulos e impresionado por los colores que nos rodeaban, así como por las cascadas congeladas que estaban bajo la cumbre. Su trabajo documental logró incluso que yo, siempre reacio a las fotos, posara para su lente. La sorpresa vino horas después cuando vimos las imágenes: estaban todas en blanco y negro. Se sintió defraudado por este inicio accidentado en el mundo de la fotografía, pero sin duda nos dio la posibilidad de apreciar todo desde una nueva perspectiva.
Todo resultó de maravillas. Mandamos un mensaje por InReach a Nicolás y para nuestros fans (el resto de la banda de montaña), fotos de rigor, selfies al estilo influencers y bajamos.
En el camino decidimos que sería mejor pasar la noche en el campamento que habíamos instalado a los 5.200 msnm, ya que de subida nos pareció haber visto pumas en el camino, lo que hacía riesgoso transitar en la oscuridad.
Como optamos por quedarnos una noche más, aprovechamos la bajada para recolectar agua de los deshielos. El regreso fue rápido, incluso nos permitimos una ruta un poco más directa en cuanto divisamos nuestra carpa. Llegamos temprano y descansamos al aire libre. Comimos y disfrutamos de este pequeño logro para el equipo.
Cuando empezó a hacer frío entramos a la carpa y calentamos lo que sería nuestra cena: una entrada de salame al plato con una sopa para uno, de fondo unas ricas lentejas con chorizos y de postre, unas galletas con harto chocolate que dejamos para la ocasión. Para beber, té. De fondo y muy despacio sonaba nuestra playlist de montaña con un tema de Los Jaivas. Nos levantamos a las 04:00 AM para preparar todo y emprender la marcha hacia el mismo punto donde don Aparicio nos dejó, y nos recogería a las 11:00 AM. Llegó a la hora (como siempre), nos ayudó a cargar y nos fuimos hacia Putre. Debo reconocer que más que cualquier otra cosa (incluso más que una ducha), mi deseo era llegar a comer un plato de alpaca con yuca y verduras, sumando por supuesto una bebida gaseosa cuya marca no mencionaré ya que no nos auspicia (guiño, guiño), pero quien me conoce de seguro reconoce mi debilidad por dicho brebaje que seguramente es producido por los dioses. Don Aparicio nos consiguió alojamiento en Putre para aprovechar el tiempo extra para nuestro relajo y confort. Al día siguiente tomamos el bus a Arica, donde llegamos a eso de las seis de la tarde, listos para comer nuevamente. Volvimos a Santiago contentos con las cumbres logradas, felices de hacer lo que nos gusta y de no haber tenido contratamientos. El retorno a la vida normal eso sí, esta vez estuvo matizado por la preparación las siguientes aventuras (o desventuras). La historia continúa.
Para aquel lector que quiera conocer las rutas seguidas, creemos útil la siguiente información.
Si bien existen otras de distinta dificultad técnica y longitud, las seguidas fueron: Parinacota (Ruta Oeste) – Pomerape (Ruta Norte).
Montaña | Altitud (msnm) | Campamento Alto (CA) | Cumbre |
Volcán Pomerape | 6.282 | 18º 08’ 11,8’’ S | 18º 07’ 39,3’’ S |
Volcán Parinacota | 6.342 | 18° 06' 15.13"S | 18º 09’ 42,3’’ S |
• Los campamentos altos pueden variar en función de la ruta escogida y de las condiciones particulares de la montaña y de los montañistas.
• La mejor época para el ascenso de ambas montañas es entre abril y diciembre, en verano la zona se ve afectada por el invierno altiplánico que trae consigo mal clima.
• Es necesario utilizar vehículos 4x4 y seguir las huellas existentes para evitar dañar el ecosistema.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023