En esta nota te compartimos cómo la Montaña Blanca, (el Nevado de Cachi) fue envolviendo a Pedro González, lo hechizó, lo atrapó… y desde entonces fue tras sus cumbres, sus laderas, aventurándose en busca de sus secretos más guardados
Me llamo Pedro y soy originario de las sierras de Córdoba. Siempre me gustó caminar, trepar piedras, andar en bicicleta y demás. No fue hasta el 2016, cuando conocí Cachi, en la provincia de Salta, que al ver su cordón montañoso todo nevado me empecé a imaginar subiendo un cerro.
Creo que fue un punto de inflexión en mí vida, porque me obsesione con este cordón. Por ese entonces buscaba alguien del lugar que me lleve a conocer. Todos me decían “es peligroso”, “te va agarrar la puna”. Pero mi ánimo y convicción no daban el brazo a torcer.
Así fue que encontré un grupo de personas locales, cacheños (como les gusta ser llamados), que me llevaron a vivir mí primera experiencia en esta hermosa y difícil montaña.
Aquella noche no pude dormir, preparé un equipo muy precario con material de mi viaje como mochilero por el país: frazada, bolsa de dormir para verano, carpa y aislante térmico.
La caminata comenzó temprano desde la escuela de Las Arcas (2.800 msnm) y terminó al atardecer bajo el sitio arqueológico “Uña Tambo” en la quebrada La Hoyada a 4.600 msnm.
Me sentía terrible, dolor de cabeza muy profundo y ganas de volverme a casa. Al día siguiente, me sentía un poco mejor. Decidí no acompañar al grupo que iba rumbo a Laguna Blanca (en los pies de la cima Meléndez o La Hoyada) y caminé más o menos hasta los 4800 de altura. El viento era muy fuerte y al volver al campamento me di con la sorpresa de que, seguramente por eso, se había roto mí carpa.
En este primer acercamiento al nevado me di cuenta y tomé dimensión de que no iba a ser un camino fácil. Pero, no obstante, está idea reforzó mis ánimos y ganas de seguir adelante. Así llegó mí primera inversión en equipo de montaña: la “Etna 2”, una carpa de la que al día de hoy sigo enamorado.
El progreso en la montaña fue lento, en muchas de las ocasiones sufría síntomas de mal de altura o pasaba noches de mucho frío por la falta de equipo adecuado.
En mí afán de acumular experiencias en el nevado de Cachi me encontraba con filosofías y formas diversas de subir a la montaña; también con diferentes ritmos de adaptación al entorno demasiado distantes a los míos.
Por ese entonces, no encontraba la llave que pudiera abrir la puerta de los 5000 de altura. Tropezaba a cada intento y de todas las formas posibles. En un momento comencé a pensar que quizás la montaña no era para mí y no quería ser un peso para los demás integrantes del grupo, los cuales no parecían tener problema alguno en cada una de las salidas que hacíamos a la montaña.
Pero no todo fue para mi pesar, porque silenciosamente, el nevado de Cachi iba esculpiendo el camino que debía recorrer, sembrando las semillas que darían sus frutos con el tiempo.
Por mí parte, iba tomando la dimensión de lo que significaba ascender una montaña tan grande como esta, conociendo un poco más como se comporta. Fui con todo esto explorando diferentes rincones, accesos, sectores y dándome cuenta de cómo es que yo siento y funciono a medida que me adentro en ella.
En esa búsqueda de nuevas salidas a la montaña, se me da la oportunidad de conocer a Ariel, una persona que en reiteradas ocasiones me recomendaron, diciéndome que me iba a enseñar mucho.
En aquellos tiempos Ariel trabajaba en su restaurante y en los tiempos libres realizaba ascensos a diferentes partes del nevado, hasta ese momento había coronado varias cimas del cordón, algunas en modalidad solitario.
Las personas que me hablaron de él me dijeron que mantenía buen ritmo caminando y que tenía muchos conocimientos en la alta montaña.
Así es que, concreto con él la expedición a Laguna Blanca (5300 m), un ojo de agua de un tamaño considerable en la hoyada que se forma entre las cimas Meléndez (6100 m) y Pelicelli (5890 m), hasta el momento un objetivo que no había podido alcanzar, y que soñaba con poder conocer ya que varias personas me habían compartido fotos y relatado acerca de su inmensa hermosura.
Llegó el día y partimos rumbo a Las Pailas (fin del camino para vehículos y comienzo de la aproximación al macizo), siguiendo el plan de Ariel que era montar un campamento a 4.300 metros, al finalizar la jornada, y al día siguiente dormir en la laguna. A mí parecer, una empresa bastante difícil. Pero tenía mucha motivación y algo me decía que tenía que confiar.
El primer día llegamos al campo 1 alrededor de las 17 hs en buen estado y con mucho ánimo de lograr el objetivo el día siguiente. Se encendían las conversaciones y yo escuchaba con atención los pasos a seguir.
Al día siguiente, desarmamos la carpa y tomamos unos mates para comenzar a dar los primeros pasos hacia el gran objetivo.
La mañana parecía estable y se pronosticaban algunas nubes hacia la tarde, ya que estábamos a fines de octubre y esta región comienza su ciclo de humedad desde esta fecha en adelante.
Caminamos todo el día a un ritmo lento pero constante pasando a algunos metros de altura del sitio arqueológico “Uña tambo”, denominada así por la saliente de una falda de la montaña en forma puntiaguda.
Debajo de ella se enmarca un conjunto de pircados antiguos en piedra (los estudios dicen que son más de 30 en todo el espacio en la parte inferior y superior del lugar), este espacio se cree que era utilizado para preparar el ascenso a la cima “ceremonial” Meléndez, que se encuentran en la parte superior de la laguna que deseábamos alcanzar.
Seguimos progresando y la falta de oxígeno se comenzaba a sentir. A eso de las 17 hs estábamos en los pies de la morrena de piedras antes del tramo final. Para mí gran satisfacción a 5.000m de altitud. Al terminar este trazo me empecé a sentir muy cansado, necesitaba ir parando cada cierta cantidad de pasos porque no podía recuperar el aire. Ya casi llegando a lo que había anhelado todo este tiempo, se me hacía difícil concentrarme y el aliento de Ariel que me decía: “vamos pibe que ya estamos”.
Eran las 18:15 hs y una nube trajo algo de agua nieve, todo se preparaba para ser un marco de ensueño, a pesar de mí cansancio, lo estaba disfrutando al máximo. Así llegué a la laguna y se me inundaron los ojos de lágrimas, era como me la habían descrito tantas veces: “¡alucinante!”.
Pasamos la noche en la laguna. Yo sentía que el corazón me latía como si siguiera caminando, pero sin embargo estaba acostado, una sensación muy rara para mí. Con eso y todo no perdía el ánimo y disfrutaba de cada momento que pasaba en ese entorno soñado.
Así se abrió la puerta de los 5.000 m. Tras conseguir llegar a la Laguna Blanca sentía mucha confianza y se me abría el paso a nuevos desafíos.
Al año siguiente volví a este ojo de agua con Ariel y nuestra idea fue llegar a la cima del Pelicelli de 5.890 m de altura sobre el nivel del mar.
En esta ocasión solo llegamos un poco antes del filo, porque en el mes de abril estaba nevado y no teníamos los elementos técnicos para superar ese tramo. Sin embargo, me sentía muy bien en la altura y de a poco aumentaba mí confianza.
Durante este año, realizamos varias salidas a diversas partes del nevado de Cachi, alrededor de los 4.000 y 5.000m de altura. Por entonces yo contaba con un poco más de equipo de montaña, como botas de trekking, bolsa de dormir un poco más confortable, mochila más preparada para las exigencias de esta disciplina.
Dos hitos que marcaron este tiempo fueron una salida con Diego (un profesor de Educación Física y entrenador amigo) hacia la cima de cerro Pirámide de 5.300 metros.
Una cima que parecía fácil pero que "no tiene un pelo de ello”. En aquella ocasión tuvimos que emprender el descenso a más o menos 250 m de desnivel de la cima debido a una tormenta de granizo y truenos en el mes de Enero.
Con todo esto (sin saberlo en ese momento) la cima del Pirámide se me había metido entre ceja y ceja. Aprendí del condimento de lo que está hecho el puntapié inicial para alcanzar un desafío, como lo es una cima en un cordón montañoso. Es esa chispa que enciende el fuego en la mirada cada vez que uno ve esa cumbre y se dice: “que cerca que estuve” y “te me escapaste por poco”.
Por otra parte, el exceso de confianza con mí compañero Ariel nos llevo a pensar en subir la cima principal del cordón montañoso a fines del 2019, el Libertador General San Martín de 6.380 m. Digo “exceso de confianza” hoy que lo relato porque los niveles de experiencia de mí compañero y los míos eran muy distantes. Él entonces ya había llegado en dos ocasiones a la cima Hoygaard q 6.200 m, una cima por la que, para llegar, (se debe pasar por la ruta sureste o Las Pailas antes de la cima principal) deben tenerse buenas capacidades físicas, mentales y psicológicas.
Por mí parte, solo me mantenía en la cota de los 5.000 m. Todo ello terminó en que no pude avanzar más allá de los 5.100 m de altura.
Estos dos hechos me marcaron, por un lado la forma en que debía proponerme los objetivos y por otro, la honestidad con mi trayectoria en la montaña a la hora de buscarlos.
El 2020 estuvo marcado por la pandemia mundial, el recibirme de Profesor de Educación Física y la imposibilidad de subir a la montaña.
La provincia de Salta lanzó en aquel entonces un fondo para proyectos vinculados al fomento del turismo y decidí escribir uno que tenga que ver con lo que a mí me gustaba en ese entonces que era caminar en la montaña y así creo y doy forma a “CACHI ACTIVO” que consistía en guiar dos circuitos a los pies del Nevado de Cachi, uno de ellos a un lugar llamado “Cascada Las Pailas”, una cascada de agua de vertientes ubicada en el campo de ingreso al cordón montañoso y el otro circuito era un treking a “Piedra Grande” el primer campamento de la ruta sureste o Las Pailas a la cima más alta del nevado.
Todo ello con el ánimo de hacer ejercicio de mí título de profesor en el ámbito no formal de educación y realizar actividades en la montaña que era mí ilusión.
Al cabo de un tiempo, para mi sorpresa, el proyecto fue elegido dentro de los ganadores.
Entonces empecé a llevar turistas a los circuitos y el ejercicio de ser guía y de pasar tiempo en la montaña me hizo pensar que eso era lo que quería hacer de aquí en adelante, profesionalizarme en esta actividad.
Ahora tenía que ser yo el que guiaba y tomaba las decisiones, esto me empezó a encantar, esto me llevó a otra forma de pensar, vivir y sentir la montaña.
De esta manera comenzó un nuevo ciclo en mí vida y con ello un abanico de posibilidades. La sumatoria de experiencias me animaba a subir cada vez más alto.
Guiar personas en las partes bajas del nevado de Cachi aumentaba mí autoestima y en lo personal buscaba la posibilidad de explorar mis umbrales de conocimiento, sumando experiencias con gente conocida en diversas ascensiones al cordón.
La primera cima que logré es la del Cerro Negro del Malcante de 5.100m el día de mí cumpleaños con muchísimo viento y frío. Este cerro es particularmente muy punoso y con mucho acarreo pero no presenta grandes complicaciones ya que se accede en vehículo hasta los 4.100m quedando 1000 metros de desnivel a ser recorridos para lograr la cumbre.
Luego de conseguir este primer logro empiezo a soñar con alguna cumbre del nevado.
Así fue que decidí volver a una cima que se me había metido de tal forma en la cabeza que ya era hora de buscarla pero esta vez con la convicción de dejarlo todo.
La expedición fue la primera del año 2022, en el mes de abril, con dos amigos nativos de Cachi, Enrique y Néstor.
Ninguno de los tres había llegado a la cima así que estábamos igualados en posibilidades y nos aventurábamos a lo desconocido.
La idea era montar un campamento a 4.150 m y al próximo día atacar la cumbre del pico a 5.310 m de altura.
Así fue y el día de cumbre empezamos a caminar a las 5:30 de la madrugada. Los tres integrantes estábamos motivados.
La mañana se asomaba y ya alcanzábamos los 4.800 m antes de ingresar a la parte donde cambia el color de las rocas a blancas y la pendiente hacia el filo. Enrique manifiesta que no puede recuperar el aire mientras camina y decidimos hacer una pausa para tomar decisiones.
Tomando algo caliente y comiendo alguna barra de cereal para juntar fuerzas nuestro compañero decide quedase tomando fotos por la zona, mientras que Néstor y yo optamos por seguir en el intento de coronar la cima.
El tramo que seguía era bastante duro, acercarse a los 5.000 m con una pendiente pronunciada trepando rocas y ganando metros para llegar al filo no era tarea fácil. Había que parar a tomar aire luego de cada maniobra. Pero en nuestras miradas, había algo en común: las ganas de alcanzar el objetivo.
Ya en el filo, el terreno se pone un poco más amable y se distingue el primer penacho del grupo que conforma la cima Pirámides. En esta parte de la montaña empecé a sentir que el corazón se me sale de la boca, pero de emoción, al ampliar la visión hacia los cuatro puntos cardinales. También, estaba más cerca que nunca de la primera cima del Nevado de Cachi.
Alrededor de las 11 de la mañana llegamos a un punto donde el filo se convierte en precipicio y mí compañero Néstor decide quedarse en este punto. Veo que faltan por lo menos 100 metros lineales para llegar a lo que se notaba como la parte más alta del filo: la cima principal del Pirámides.
En ese momento dije: “acompañame Pachamama”, y comencé a caminar despacio pero decidido hacia ese penacho tratando de no mirar el precipicio y conservando la calma. Así fue como llegue en solitario (solo estos metros) a la cima. Dejé un testimonio en la pequeña plataforma de piedras que compone la cumbre. Dije “gracias” y volví tras mis pasos para ir a festejar el logro con Néstor en el lugar donde él se había quedado.
Fue una emoción tan grande aquella vez que marcó mi carrera para siempre.
En el mes de junio me contacta un viejo amigo, Facu, de Ushuaia, para ver si podemos hacer alguna caminata por el nevado. Hasta ese momento no había tenido ninguna experiencia en invierno.
Recuerdo que dos lugareñas me habían enseñado fotos de la Laguna Blanca en el mes de julio y estaba totalmente congelada. Así que de esta manera nace la idea y la excursión de entonces.
Los meses de mayo y junio son los más fríos de esta región y es común que ingresen frentes fríos con nevadas en la montañas. Así que estábamos atentos a la meteorología mientras planificamos y preparábamos las cosas para subir.
La idea era montar un campamento a 4.300m el primer día y al siguiente salir temprano para llegar hasta la laguna y volver a este mismo lugar. Algunas cosas a tener en cuenta son: que hasta entonces no había ido solo y guiando hasta la laguna, tampoco tenía experiencia en condiciones invernales y desconocía los tiempos desde el C1 (4.300 m) a la laguna (5.300 m).
Comenzamos a caminar el primer día y la nube blanca estaba montada en la montaña, inamovible. Hacia el mediodía a medida que avanzábamos se fue despejando y para nuestro gran asombro había dejado un hermoso manto blanco en todo el cordón.
Llegamos alrededor de las 16 hs al campo 1 y tras armar la carpa se escondió el sol y comenzó el frío penetrante de estos tiempos. Nos metimos dentro de las bolsas de dormir y guardamos todas las botellas con agua dentro de la tienda. Escuchando música y conversando nos preparamos para la aventura del día siguiente, pensando en pisar nieve en las primeras horas de caminata.
A eso de las 4:30 am nos levantamos con la idea de empezar a calentar agua e hidratar. Para nuestra sorpresa todas las botellas estaban congeladas por completo, incluso la del termo contenía trozos de hielo. Por suerte teníamos botellas dentro de la bolsa de dormir. No tengo idea la temperatura que hacía en ese momento. Pero nos costó alrededor de una hora y cuarto hervir un poco de agua para tomar y a eso de las 6:15 hs estábamos en condiciones de salir a caminar. Con todo esto decidimos llevar el mechero y el gas para ir calentando agua ya que todas las vertientes estaban congeladas.
Los primeros pasos acompañados por la luz de la linterna frontal fueron realmente muy duros y agravados por el frío intenso de entonces.
Alrededor de las 10 am ya nos encontrábamos a 4.800 m pasando el sitio arqueológico Uña Tambo y llegando un lugar conocido como “Campo de Pupusa”; la Pupusa es una hierva andina que crece cerca de los 5000 m de altura y que ayuda a transitar el mal de altura y los fríos extremos ya que al ingerirla en una infusión brinda al cuerpo un calor intenso.
En ese momento este lugar estaba totalmente cubierto de nieve y decidimos hacer una parada para tomar fotos y de paso lograr calentar un poco de agua congelada para las próximas horas de caminata.
Caminar durante el invierno era toda una novedad, había que caminar constante, calentar agua en las paradas y cuidar muy bien la garganta con Buff, lo que dificultaba aún más la respiración. El aire era seco y frío, el suelo completo de nieve lo que nos llevó a tener mucho recaudo en cada paso que dábamos al avanzar.
Llegando al mediodía ya superábamos la cota de los 5.000 metros con las botas cubiertas de nieve y un frío penetrante. Decidimos almorzar un poco antes de llegar a la laguna, acurrucados en una piedra porque suponíamos que arriba el frío sería insoportable.
No se puede describir con palabras lo hermosa que se ve la Laguna Blanca completamente congelada.
El tiempo nos permitió estar unos 15 minutos tomando fotos y grabando videos. Después comenzamos la retirada con una felicidad inmensa.
El año 2023 comenzó a toda marcha con la cima del Pirámides en abril. Me pasé el invierno entrenando los fines de semana en la montaña y en octubre hacemos con mí compañero de montaña Ariel un intento a la cima Pilar de Las Pailas de 5.700m. Llegando hasta los 5.500 metros cansados y castigados por el viento, nunca antes había sentido tanto frío como en esta oportunidad. En esta ocasión el esfuerzo fue tal que nos dejó muy fuertes y motivados. Ya en Cachi decidimos intentar la cima Pelicelli a fines de octubre. Esta cumbre no la habíamos alcanzado ninguno de los dos y era una tarea pendiente ya que años atrás habíamos llegado hasta su filo.
Planificamos el ascenso en cuatro días, el primer campamento sería a 4.300m, el segundo en Laguna Blanca a 5.300m, el tercer día intentaríamos la cima Pelicelli y el cuarto el retorno.
Llegó el día de comenzar la excursión, los ánimos estaban a tope, el clima era bueno y también el equipo.
La montaña en esta ocasión no estaba sola, caminando hacia Huaico Hondo (Las Pailas) nos encontramos con un grupo de por lo menos 12 mujeres que se dirigían hacia la cima Libertador, en este grupo participaban las montañistas Griselda Moreno y Mariela del Valle Flores, que son conocidas por la hazaña de la travesía por las 9 cimas del cordón del Cachi en una expedición femenina.
En Huaico Hondo conversamos e intercambiamos buenos deseos y luego cada equipo siguió su camino, ellas hacia Piedra Grande y nosotros hacia el primer campamento en la quebrada La Hoyada.
A las 17hs montamos el primer campamento entre mates y charla. Pasamos la noche muy bien y al día siguiente salimos tarde. Cómo a las 10.30 de la mañana ya que teníamos como objetivo llegar a la laguna con las mochilas y es un camino largo.
El segundo día transcurrió tranquilo y sin complicaciones, no hacía frío y tampoco corría viento. A eso de las 18hs llegamos a los pies de la morrena de piedras antes del trayecto final. La idea era tomar mates o algo caliente pero solo alcanzó el tiempo para comer algo dulce, abrigarnos y partir. A eso de las 20.15hs llegamos a la laguna con las estrellas que comenzaban a aparecer en el cielo. Armamos las carpas, buscamos agua para hidratar y para el día siguiente.
Alrededor de las 22hs ya estábamos dentro de la carpa tomando unos mates y cenando. Mientras hacíamos esto preparamos la mochila con todo lo necesario para caminar al otro día.
La noche era calma, no hacia nada de frío, una situación rara para la altura y el lugar donde estábamos. Creo que este factor y todas las salidas a la montaña en el año contribuyeron a que hayamos podido llevar a cabo nuestro plan. La realidad es que estábamos muy felices y con muchas ganas de intentar la cima Pelicelli.
Dormimos pocas horas, propio de la altura, de a cuentagotas. A las 5:30am nos levantamos a hidratar y comer algunas galletas antes de partir. Ariel y yo estábamos con fuerzas y listos para afrontar lo que venía.
A las 6:30hs aproximadamente comenzamos a caminar, hacia poco frío, pero decidí caminar con los mitones de pluma y también la campera de este mismo material.
A paso firme y contante avanzábamos dejando atrás la Laguna Blanca. La idea era montarnos al filo y recorrerlo hasta la cima, nos esperaba un trayecto largo.
Cómo a las 8 de la mañana paramos a tomar algo caliente, comer algo y disfrutar de los primeros rayos de sol caliente. Todo venía bien, incluso Ariel ya se apresuraba a comentar: “me parece que vamos a llegar pibe” a lo que le respondo: “hasta que no la vea cerca no voy a decir nada”.
Recalco está conversación por qué a veces en el camino que nos separa de la cumbre, los ánimos, la motivación y los factores de la altura son muy dinámicos y cambiantes. En un momento estás bien, un tiempo después puede ser todo lo contrario.
Desde ese punto de la montaña decidimos trazar una diagonal hacia el filo más cerca del tramo final hacia la cumbre, un grave error que agotó todas nuestras energías ya que nos enfrentamos a un suelo con mucho derrumbe y terreno inestable. En este punto mí amigo me manifiesta que no sabe si seguir o dar la vuelta a lo que le respondo que debemos subir en forma vertical hasta el filo y de ahí lo conversamos.
Montados en el filo más o menos a 5.700m de altura se produjo una de las conversaciones más importante de mí vida. Toda la experiencia que fui acumulando a lo largo de este tiempo, los aciertos y desaciertos me hicieron aconsejarle a Ariel que si no se sentía con ánimo de seguir adelante vaya volviendo despacio que yo veía bien claro al camino y me sentía en total confianza de seguir caminando y alcanzar la cima.
Creo que estás palabras calaron profundo en mí compañero y al cabo de un rato, mientras nos acercábamos a la cima, le cambió la cara. En este momento le grito: “Esa cara me gusta”!. Es ese rostro de motivación, de concentración y perseverancia que es necesario en la alta montaña donde todo el entorno te pone a prueba a cada paso.
Y ahora si, se venía un lomo que probablemente, pasándolo, lograríamos ver la cima principal. El corazón tranquilo pero latiendo fuerte de emoción, en este momento lo sabía, y todo se veía claro. El mojón de piedras a unos cuantos metros, todo el cordón de Cachi al sur: Di Pasquo, Peñón Blanco, Pirámides; al norte: La Hoyada, Pilar de Las Pailas y al oeste El Libertador General San Martín.
Esta imagen era única, agarró el celular y comienzo a filmar a mí compañero caminando con sus zapatillas Topper y el recuerdo momentáneo de la conversación con Griselda y Mariela: “(¿Con esas zapatillas vas a ir al Pelicelli? ¡Estás loco!”) Una risa, y cumbre!. ¡Habíamos llegado!. Abrazo inmenso y cada uno a su manera a disfrutar de lo logrado. Porque, aunque acompañados y dándonos fuerzas, cada uno camina hacia su propia cumbre.
Este año 2024 me quiero enfocar en realizar ascensos y proyectar una serie de objetivos que hayan marcando un recorrido en mí experiencia de montaña. Ahora, ya cuento con equipo acorde para llevar a cabo las locuras que se me ocurran.
En el mes de marzo comencé aclimatando en el nevado con un amigo de Italia, Andrea de 59 años, con la idea de tocar los 6.000m de altura. Encontrando ventanas de buen clima, debido a que se atrasaron las lluvias y este mes fue muy lluvioso, logramos coronar la cima Pirámides (cuarta vez para mí) para luego buscar unas semanas más tarde La Hoyada de 6.050m.
En esta ocasión no logramos llegar a esta cima porque me doblé el tobillo en una morrena de piedras a 5.800m de altura. Lo importante de todo esto es que me sentía sumamente fuerte en la altura, con buena concentración y la mente clara. Algo que empiezo a sentir estos últimos tiempo y que creo es la puerta a plantearme objetivos un poco más difíciles.
Realice un ascenso en solitario al Cerro Negro del Malcante, de forma rápida tomando una vía bien directa.
En Abril fui con dos amigos Francisco y Agustín a buscar un ojo de agua que había visto por Google Earth y que tenía la duda de si existía o no. En teoría, se encontraba bajo la cima Di Pasquo.
Salimos a buscarlo desde el campamento que se utiliza para ir al Pirámides a 4150m, tomando luego, la quebrada que se dirige hacia la base de la cumbre Peñón Blanco y de ahí atravesando por derrumbes. El suelo tiene una pendiente considerable y pese a la nieve, llegamos a la base de la cima Di Pasquo encontrando el ojo de agua.
El GPS del celular no funcionaba. Pero calculo que posee una altura de 5.200 o 5.250m muy parecido a la Laguna Blanca.
Ese día, los vientos y la dificultad del terreno nos pusieron a prueba en todo momento. Pero el grupo estaba fuerte y no bajamos los brazos.
En el recorrido hacia está laguna se encuentran senderos con marcas antiguas, lo que me lleva a pensar que, quizás, tiempo atrás los habitantes de estas tierras le rendían tributo a los ojos de agua de altura.
Todo esto se me mete en la cabeza y caminando empiezo a pensar en un proyecto ambicioso quizás para mí experiencia, pero no para mí fe. La idea consiste en poder unir estos dos ojos de agua, (ascendiendo y descendiendo por los caminos antiguos) en una travesía de altura pasando por las cimas Pelicelli 5890m y Di Pasquo 5550m respectivamente.
Espero que Dios y la Pachamama me den la fuerza para poder realizarlo pronto.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023