Es cierto que el GPS y los Tracks son instrumentos de importancia para tener en nuestro equipo pero debemos saber emplearlos eficientemente y con responsabilidad a la hora de preparar la logística de una expedición o viaje, teniendo en cuenta varios factores al momento de utilizarlos.
Comúnmente, se recalca que recorrer la montaña utilizando un dispositivo satelital mejora la seguridad pero ¿Es siempre así o se deben tomar precauciones? ¿Qué ocurre con los tracks? ¿Es plenamente seguro seguirlos?
Hoy están disponibles aplicaciones de orientación que ya no requieren un dispositivo específico: cualquier móvil tiene incorporado un GPS y es posible seguir el propio trayecto sobre una imagen que simula (incluso tridimensionalmente) el terreno, como observarse uno mismo en el entorno desde el cielo, aquel ideal con que los antiguos construyeron los primeros mapas.
Uniendo la serie de puntos que un dispositivo obtiene durante una marcha, resulta una línea que se puede compartir en un archivo.
Así nace la posibilidad de seguir trayectos ajenos.
Estos tres mapas corresponden exactamente al mismo sector, los tracks son idénticos, lo que ha cambiado es la cantidad de información que se ha expresado acerca del entorno sobre el que se desarrollan.
Si cualquiera de estos mapas es georreferenciado (se le dan coordenadas geográficas a los cuatro vértices del rectángulo) en el celular va a ser posible saber exactamente dónde nos encontramos. Con variantes y algo más o menos de detalle, es lo que hacen todas las aplicaciones de orientación, las gratuitas y las pagas.
Parece perfecto, sin embargo…
El track es una simplificación extrema y muy atractiva: una línea sobre una imagen que simula más o menos esquemáticamente, el entorno que, en términos de este tipo de orientación, no reviste demasiada importancia: lo fundamental es la línea, de lo que se trata es de no apartarse de ella.
No siempre se marcha de día, a veces hay niebla, un sitio nevado y con niebla es de cuidado. Pero… allí está el trazo salvador que suponemos nos dice casi todo lo que necesitamos saber.
Es una línea democrática, le habla no solo al experto, también al que por primera vez camina por la montaña.
Muchas dudas desaparecen: solo una rápida mirada y en un instante sabremos si estamos en el trayecto o no. En todo caso, habrá que corregir para situarnos otra vez en el tranquilizador vector, dando por hecho que es lo correcto, que al final nos llevará a puerto.
Sin embargo, de esa línea ignoramos mucho. ¿Está trazada sobre un camino ideal o el que recogió los tracks se había extraviado? ¿En qué condición geográfica se recogieron los datos satelitales? ¿Qué capacidad y experiencia tenía el autor? ¿Se supone que el trayecto correcto para un experto lo es también para un novato? ¿Cree que lo que para alguien estuvo expedito lo estará también para otros?
Nada de eso aparece en esa línea, atractiva, tentadora y salvadora.
Tiempo atrás un guía de montaña observó que, en el ascenso de la vía normal al Volcán Lanín, una pareja se exponía insensatamente a un sector donde era visible la caída de piedras.
¿Qué ocurrió? Sencillamente que en vez de mirar la montaña seguían un track que había sido levantado cuando la montaña estaba cubierta de nieve y no caían rocas.
Sin hablar de lo habitualmente contrario: un track que se levantó en verano tardío u otoño sobre terreno despejado se vuelve peligroso cuando a fines de primavera hay tramos de nieve dura en pendiente, condición que suele encabezar las estadísticas de causas de accidentes.
La montaña y la meteorología cambian, no solo de año en año y de estación en estación, a veces de hora en hora. Lo que de tarde es una sencilla vega puede a la mañana ser una trampa sobre hielo cristal. El cómodo traspaso matinal de un arroyo puede transformarse en un vadeo casi imposible al que habrá que buscar alternativas.
Los glaciares se mueven, la superficie cambia según el estado atmosférico: ¿Es seguro confiar en un track antiguo? ¿Cuánta precisión podemos reclamar a un GPS siendo que la diferencia entre pisar firme y caer dentro de una grieta, es a veces de centímetros?
El track no es infalible, está bien dudar, jamás renunciar a analizar el paisaje.
Recíprocamente, cae de maduro: hacer público un recorrido es una responsabilidad. Debería pensarse un poco antes de subir un track, porque quien use esa información no va a cuestionar, tenderá a seguirla confiado. Al final del recorrido, antes de subirlo, habría que preguntarse, por ejemplo, si había sectores expuestos que pudieron haberse evitado, si el trayecto era el ideal o fue erróneo.
Un aspecto a tener en cuenta es que el uso del GPS incrementa el gasto de batería, la cantidad de horas remanente desciende y si el dispositivo se apaga, quedaremos -de golpe- como Hansel y Gretel, sin miguitas de pan.
Como la situación suele darse en los descensos, después de haber pasado el día mirando un display en vez del entorno, no podemos pedir demasiado, las posibilidades de perdernos aumentan: el paisaje salvador y fiel estará disponible (si no hay niebla o noche), pero solo para quien sepa descifrarlo.
VIDEO: En sitios así, por más advertencias que se hagan, el track va a transmitir muy poco de la realidad.
¿Es lo mismo comprender la montaña, analizar el paisaje, tomar decisiones en el terreno que seguir un track ajeno?
La respuesta cae de madura.
Está claro que -mientras no se dañe el entorno- cada uno tiene derecho a moverse por la montaña como le plazca, si se elige orientarse exclusivamente con un display digital, nada que objetar.
Hay que ser realistas: una vez que se dispone de una facilidad es casi heroico renunciar a ella. Cuando hay un puente o una tirolesa, hasta dónde somos capaces de no usarlo, entrar al agua y vadear?. Cuando vamos de regreso, tarde y cansados en un sector complejo: ¿Renunciamos a sacarnos las dudas mirando la línea que trazamos camino de ida?
Por eso, no se trata de méritos, hay que verlo de otra manera.
Es más bien que no todo es lo mismo. O dicho de otro modo, que todo tiene su precio.
Y ya estamos cerca de ese asunto no resuelto.
Aquella razón última por la que el hombre sube a las montañas ”porque están ahí”.
Si es que hay una o varias, si cambian de persona en persona, con los años, con las culturas.
Decía Gastón Rebuffat "pronto el auténtico lujo será poder perderse".
Muchos creen que, en una especie que -como toda la vida- se desarrolló en la incertidumbre, existe una necesidad atávica de sentir la inferioridad de condiciones que imponen montañas inmensamente más poderosas, antiguas y grandes.
Es intraducible, pero a la primer pregunta ronda otra:
¿Con tanta tecnología nos hacemos trampa a nosotros mismos?
Por último, recordamos que nuestra actividad, a diferencia de los deportes convencionales, no tiene reglas, tiene ética, la que el andinista imagina para sí mismo, a la que se atiene.
Una ética que, como decía Lito Tejada Flores, es frecuentemente una serie de autorestricciones, no usar esto, subir sin lo otro, alejarse de las certezas.
Y, aunque muchos no lo crean, de esa ética deriva una estética poderosa: a veces hay implicada una belleza casi artística.
En una línea de ascenso, un trayecto audaz y veloz, una travesía. En el minimalismo, en una temporada desfavorable, el acceso más prolongado o en el apego casi insensato a nuestras propias reglas, suele haber un logro de imaginación.
Subir el mismo cerro, en la misma época y por la misma vía puede ser una gris repetición o un bello diseño.
Porque está claro: no se trata de lo que se hace sino de cómo se hace.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023