Aunque es conocido por su proximidad a las pistas de esquí de Las Leñas, es poco ascendido. En este valioso artículo, el autor nos invita a descubrir su magia, su historia y su naturaleza
Queríamos subir una montaña donde pudiéramos ejercitar no solo las piernas sino todos los sentidos, con Pedro Szigueti habíamos divisado una montaña que nos miraba desde la villa de Malargüe siempre que transitabamos por la zona y que habíamos pasado a sus pies cuando recorrimos el camino Querqueque para llegar al paso fronterizo del planchón y desde allí ascender el volcán Peteroa ( Revista CCAM N° 149 abril 2023).Fue de esa manera cómo descubrimos y ascendimos al cerro Torrecillas.
A 420 kilómetros de la Ciudad de Mendoza, se encuentra el departamento de Malargüe.
La Villa de Malargüe se fundó el 16 de enero de 1886. Luego se cambió el nombre del departamento a Tiburcio Benegas, y más tarde, a Coronel Beltrán. Posteriormente se lo fusionó con San Rafael y no fue hasta el 16 de noviembre de 1950 que se creó el departamento de General Perón que luego de la revolución libertadora del 55 vuelve a tomar un nombre que lo identificaba mucho más con sus orígenes.
Antigua huella que nos lleva a las ruinas del campamento minero que nos haría de campo base.
Descripción de la vista hacia el este.
Descripción desde la cumbre.
Arreo volviendo de la veranada ( trashumancia ganadera).
El nombre Malargüe combina las voces mapuches "malal" que significa "corral", y "hue", que es "lugar", es decir "lugar de corrales", deformado y castellanizado como Malargüe.
Malargüe es conocido por sus muchas bellezas naturales como la Caverna de las Brujas, la Laguna de la Niña Encantada, el Pozo de las Ánimas, el humedal de la Laguna de Llancanelo, el Valle Hermoso, el valle de Las Leñas, la Payunia (segundo parque volcánico más grande del mundo) y por las riquezas arqueológicas que tienen sus piedras ya que se encuentran gran cantidad de fósiles de todo tipo.
Antes de la llegada al Departamento de Malargüe se distingue un cartel que reza “Referencia Histórica Tragedia del Chacay” haciendo de reseña a los hechos acontecidos el 11 de Junio de 1830, donde la montonera Mapuche/realista de los hermanos Pincheira.
En complicidad con el cacique Pehuenche Coleto traicionaron y ejecutaron a una comitiva del Gobierno de Mendoza en una masacre que se llevó las vidas del gobernador Juan Corvalán, el coronel José Aldao y del recordado congresal en Tucumán por Mendoza el doctor Juan Agustín Maza.
La montaña que “nos miraba” figura en las cartas topográficas del IGM (instituto Geográfico Militar) actualmente IGN (Instituto Geográfico Nacional) como cerro “Torrecillas” aunque sabemos que también es conocido como cerro “Colorado de Malargüe” por los lugareños, no obstante, investigando un poco tuvimos acceso al “plan cordillerano” de minería de 1968 donde el geólogo Josep A. LaRocque lo describe con el nombre de Cerro Puchén situando al mismo dentro del Distrito Minero Cuhinchenque.
Esta montaña emerge solitaria y se vislumbra desde la villa de Malargüe guardando nieve hasta haber pasado inclusive la primavera, por lo que siempre llama la atención de quienes transitando la ruta 40 miran hacia el Oeste.
Para acceder hasta la base de esta montaña nos desviamos desde Malargüe hacia el Oeste pasando por los Castillos de Pincheira (llamado así por ser una estructura de roca tipo gótica donde se guarecían la banda de los hermanos Pincheira) para luego tomar el Camino Querqueque, un camino de trashumancia.
La trashumancia es una práctica habitual entre los crianceros del sur mendocino y norte neuquino que llevan a sus majadas caprinas a alimentarse en los valles cordilleranos en verano y así aprovechan las pasturas que se nutrieron de las nevadas de invierno. Aquí los puesteros llevan todos los días a pastar a diferentes lugares a sus grandes rebaños de animales, logrando así generar una buena reserva de grasa para pasar el invierno, una excelente lactancia para las cabras que están en parición y la concentración de las pariciones en una sola época del año (cercana a las fiestas de fin de año) coincidente con la mayor demanda de cabritos.
Transitando este camino rumbo al Oeste se llega a un cruce que lleva directo a la mina de yeso “La Valenciana” o bien a la derecha, el camino Querqueque asciende hasta llegar al desvío a unos 10 Km. que no es más que una antigua huella donde la vegetación ya está ganando la batalla y poco a poco se fagocita lo que alguna vez fue un camino minero.
Este esbozo de huella nos deposita en la base de la montaña, sobre su ladera Este, aquí hay unas ruinas de lo que deducimos, fue un antiguo campamento minero sobre la convergencia de dos arroyos.
Como veníamos desde la ciudad de Mendoza recorriendo cerca de 400 Km decidimos hacer noche en estas viejas ruinas contemplando las estrellas y acompañados por un fuego que invitaba a Pedro contar historias de su ascendencia húngara y sus primeros pasos como montañista en la Patagonia en los años sesenta.
Leña no nos faltaba dado que en la zona había muchísima leña amarilla (Adesmia pinifolia).
Molles (Schinus odonellii), Yaretas secas (Azorella compacta)
Y Jarillas ( Larrea Nitida y divaricata) que si se usan responsablemente pueden proporcionar materia prima para cocinar, alumbrar y disfrutar.
Al día siguiente amanece con un Sol en el Este que nos llena de vida.
Luego de un buen desayuno encaramos la ladera que nos deparaba más de 1300 metros de desnivel positivo hasta la cumbre, esta ladera presenta un terreno muy suelto de piedras de coloración rojiza.
Nos llamaba muchísimo la atención, comenzamos a levantar rocas para observarlas y empezamos a encontrar muchísimos fósiles incrustados en ellas.
Aquí debo explayarme ya que una gran parte de nuestro amor por la montaña (tanto mío como de mis compañeros montañistas) se basa, o al menos lo intenta, no solo en ascender deportivamente sus cumbres sino en conocer, entender, vivir y estudiar nuestra cordillera.
La Cordillera de los Andes se formó al final de la era Mesozoica, a finales del Cretácico, por el movimiento de la convergencia de la placa oceánica de Nazca, debajo de la porción continental de la placa sudamericana.
Este proceso de tectónicas de placas generó movimientos orogénicos (horizontales) y epirogénicos (verticales) que elevaron y plegaron las rocas sedimentarias, las cuales en los periodos anteriores al cretácico estuvieron por debajo del nivel del mar.
Hoy, estas rocas y bloques sedimentarios que contienen fósiles marinos componen lo que es la Cordillera de los Andes.
Los fósiles representan testimonios magníficos e irreproducibles que revelan el pasado de nuestro planeta y estudiándolos se puede reconstruir la biodiversidad del pasado por ello la importancia de los hallazgos y su conservación.
Los fósiles que encontramos con mayor frecuencia son los ammonoideos, o más conocidos comúnmente como amonites, son una subclase de moluscos cefalópodos hoy extintos (están relacionados con otros cefalópodos modernos como calamares, pulpos y sepias) y que existieron en los mares desde el Devónico Medio hasta finales del Cretácico.
Amonite.
Durante su larguísima historia, se puede destacar que sobrevivieron a tres extinciones masivas, en particular a la extinción del Pérmico, provocada por un calentamiento global originada por la actividad volcánica hace unos 252 millones de años, y que mató al 96% de las especies marinas del planeta. Si bien muchas clases de amonites se extinguieron en ese evento, los estudios científicos revelan que los sobrevivientes se diversificaron explosivamente en el millón de años que siguieron. Se estima que estuvieron presentes en los mares hasta que fueron aniquilados por completo por el mismo cataclismo que acabó con los dinosaurios no aviares hace unos 66 millones de años ya que no pudieron sobrevivir a las secuelas debido a la repentina disminución de su principal fuente de alimento: el plancton marino.
Sus conchas se usan en la actualidad como fósiles indicadores, lo que significa que pueden ayudar a encontrar otros fósiles que se encuentran en la misma capa de roca marina. Asimismo, revelan información sobre climas antiguos, ya que los sitios donde se desentierran deben haber estado alguna vez cubiertos por mares arcaicos.
Otras piedras que se suelen encontrar en la cordillera y que también encontramos en este ascenso es una muy característica que contiene forma de ramificaciones, llamada “Pirolusita Dendrítica” que, si bien nos recuerda a un fósil de origen vegetal o helecho, en realidad se trata de un mineral formado por cristalizaciones de óxidos de manganeso sobre una roca metamórfica.
Aquí encontramos muchas y diferentes plantas suculentas.
Suculentas.
Escarapelas (Chaetanthera spathulifolia).
Escarapelas (Chaetanthera spathulifolia).
Y algunas más que fotografiamos para ver si luego podríamos clasificarlas o al menos identificar su familia.
Luego que nos cansamos de levantar y analizar cada una de las piedras que contenían fósiles y de fotografiar cada planta que asomaba entre las piedras nos dimos cuenta que necesitábamos volver a ponernos en modo ascenso ya que el tiempo pasa y las horas luz en el otoño comienzan a ser escasas. En el Este comienzan a aparecer los llanos con algunas montañas blancas que acusan la presencia de yeso y cal y poco a poco comienza a asomar la Laguna de Llancanelo.
La Luna nos acompañaba en lo alto y se ponía sobre nuestro objetivo lo que nos daba una vista que deleitaba los sentidos y nos hacía más amigable tan abrupta pendiente.
El terreno suelto nos lleva indefectiblemente a realizar muchas paradas y en cada una de ellas vamos tratando de dilucidar cada uno de los accidentes geográficos que van apareciendo hacia el llano donde empiezan a verse el Cerro Diamante en el Noreste, el Embalse El Nihuil y la Laguna de Llancanelo al Este y el complejo volcánico de la Payunia con el Payun Matru, Santa María y Payun Liso al Sureste.
Aquí sí nos detenemos un poco porque la Laguna de Llancanelo nos da una idea, viéndola desde arriba, de lo que fue en su momento de esplendor y también nos muestra su preocupante estado actual.
Llancanelo es un humedal (el más importante de la provincia de Mendoza), declarado sitio Ramsar desde 1995. Su espejo de agua es uno de los sitios de nidificación y migración de aves más destacados de Sudamérica ya que aloja una excepcional biodiversidad, con más de 150 especies, 74 de ellas aves acuáticas.
La provincia de Mendoza creó esta área natural protegida en 1980 para salvaguardar el complejo sistema de humedales formado por bañados, vertientes y pastizales inundados, con su muy extenso espejo de agua, pero de poca profundidad que conforma una cuenca cerrada, alimentada por aguas de deshielo cordilleranas. Este sistema está conformado por el río Malargüe, arroyos permanentes, semipermanentes cuenta con aportes subterráneos.
Llancanelo tiene aproximadamente 50 km de longitud (N-S), un ancho variable de hasta 13 km en su parte central y una profundidad promedio menor a 1 m. Tiene la particularidad que la zona de protección no solo abarca el paisaje que se forma a la altura de la laguna, sino también los espacios aéreos y subterráneos. verla desde la ladera del cerro Torrecillas es verdaderamente impactante.
Lucas Sbriglio, Pedro Sziguetti y Agustín Zarco “peleándole” a las piedras del Cerro Torrecillas.
Seguimos ascendiendo lentamente y tras haber cumplido 5 horas llegamos al que creíamos sería el filo cumbrero que se dirigía hacia el Sur pasando por un nevero que había resistido toda la temporada de verano al sol, como suele pasar en estas latitudes.
Encaramos nuestro ascenso hacia el nevero y Agustín con el ojo que caracteriza a los biólogos nos indica que sobre nosotros teníamos un Halcón Peregrino (Falco Peregrinus) que es el ave más rápida del mundo pudiendo alcanzar hasta 380 kilómetros por hora cuando se lanza en picada para atrapar a sus presas en el aire.
Además, como en casi todas nuestras expediciones pudimos observar cóndores, yales y otras aves que nos acompañan siempre en nuestros ascensos y donde Agustín aprovecha para instruirnos en el bello arte de la observación de aves.
Traspasamos el nevero por la margen sur y llegamos a una falsa cumbre, bajamos a una planicie que nos recuerda a un gran cráter tapado desde donde tenemos una vista increíble hacia el sur apareciendo las siluetas del volcán Tromen, Domuyo, Campanario, Descabezado Grande (chile) y al Oeste asoma el complejo volcánico Azufre, Peteroa y Planchón que hacen que la visual no pudiera ser mejor y donde un año atrás habíamos ido con Pedro Sziguetti por lo que nos traía gratos recuerdos.
Para más información, de esta expedición se puede acceder a :
https://revistadigital.culturademontania.org.ar/articulo/646cc94cfc0d3efac6f6e774.
Ahora sí, solo nos quedaba la cumbre. Para nuestra sorpresa no había torreta cumbrera, aunque sí algunas rocas que parecían haber sido apiladas por alguien. La cumbre no podía tener una vista más bella y si bien esta montaña no es un gran objetivo en cuanto al desafío deportivo si lo es, sin ninguna duda, para los sentidos.
Sacamos hermosas fotos ya que los cuatro puntos cardinales nos brindaban alguna que otra sorpresa, vislumbramos futuros objetivos que tenemos pensados ascender y nos dispusimos a bajar antes de que las horas luz nos empezarán a presionar.
Bajar con la luz del sol fue una decisión muy atinada de nuestra parte ya que en la bajada sería fundamental tener luz natural para discernir un paso (el único complicado) que nos depositaba en la ladera Norte y nos facilitaba el descenso a nuestro campamento.
Al llegar prendimos un fuego y nos dispusimos a asar unos ricos choripanes con un buen vino mendocino que nos agudizaba la conversación ya que las charlas de fogón degustando un buen vino suelen ser el inicio de algún plan de aventura futura, al menos así siempre ha funcionado para nosotros.
Si bien esta montaña no presentaba grandes dificultades técnicas ni logísticas tenía la mística de esos lugares a los que no suele ir mucha gente y desde hace un tiempo decidí recorrer las montañas con gente que atesore vivencias y no cumbres.
Citando al mismo Kurtyca quien dijo: “Coleccionar montañas es una forma de consumo emocional y es signo del montañero aplastado por su deseo de acumular” y escribió: “ si hay algo a lo que pueda llamarse materialismo espiritual, se plasmaría en esa necesidad de poseer las montañas, en lugar de desentrañar y aceptar sus misterios”.
Al día siguiente desandamos la huella hasta el camino Querqueque y de allí hasta la villa cabecera de Malargüe y aquí, después de un desayuno, regresamos a la ciudad de Mendoza en donde nos esperaban nuestras familias y amigos y donde el tiempo había parecido detenerse, porque los montañistas cuando salimos de nuestras rutinas parecemos tener el poder de detener el tiempo, nos vamos a vivir una aventura dejando de lado nuestras rutinas que parecen esperarnos, es decir con el tiempo detenido en el precioso instante que nos fuimos, por eso no solo somos dueños de nuestro destino cada vez que nos adentramos en los Andes sino también dueños de nuestro tiempo en la ciudad en la que vivimos.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023