En esta nueva entrega continuamos con la presentación de la Antología “Decir, decirnos…” que reúne textos producidos en los talleres de escritura coordinados por la Prof. María Sara Ruiz, de la Fundación Grupo El Abra de la ciudad de Cachi en la provincia de Salta
En esta publicación de nuevos textos de la Antología “Decir, decirnos…” , obra que fuera el fruto de un Taller de Escritura que se abrió en Cachi, en Salta, en la zona de Los Altos Valles Calchaquíes y cuya coordinadora fuera la Prof. María Sara Ruiz aparece una nueva visión de la sociedad vallista, la que nos habla del fenómeno migratorio.
Desde lejos podemos pensar que los vallistos han llevado siempre rutinas atadas a su terruño y que la vida en las poblaciones del Alto Valle Calchaquí transcurre desde siempre sin grandes cambios.
Los textos de la Antología “Decir, decirnos…” que elegimos para esta nueva y cuarta publicación nos abren a otras perspectivas: nos develan movimientos migratorios que se producían año tras año, y también, transformaciones a través de las décadas.
Por esta razón, hemos pedido a los autores que contextualicen sus textos.
También compartimos fragmentos de algunas de las lecturas del taller, que abrieron senderos para la escritura de los textos publicados.
La modernidad… ve las cosas como cosas, las contempla desde afuera. Si las viese por dentro, percibiría que tienen un resquicio por el que entra una luz superior que las ilumina, las torna transparentes y diáfanas.
Leonardo Boff, Los Sacramentos de la Vida y la Vida de los Sacramentos.
Siempre estás en mis bellos recuerdos de la infancia.
Brillante, perfecta, de tamaño prominente, tu peso desafiaba mis pequeños dedos, y ese óxido delataba que ya habías vivido unos cuántos años… pero en ese fuentón grande de la abuela, rejuvenecías en fiesta de colores, entre tomates, cebollas y unas cuantas hojas verdes.
Con vos, hasta una pobre sopa hacía que mis labios rebosaran de gusto y me transportaba a aquellas historias contadas por el abuelo, tus travesías en el Tabacal y en las Campañas…
¡A cuántas almas habrás saciado el hambre! ¡Cuántas manos te habrán aferrado!
Sé con firmeza, que aunque por mi vida pasaron innumerables cucharas, de formas, tamaños, talladas, lisas, de plata, de madera… siempre te recordaré, “cuchara de mi abuela”, allá en Finca de Dentro de Escalchi, porque para mí, sos y serás símbolo de encuentro, de trabajo, de frutos vivos de la tierra.
Fuentón: fuente muy grande
Tabacal: Ingenio Tabacal
Campañas/ Ir a las campañas: Ir a la cosecha del tabaco, o a cortar cañas de azúcar con machete en El Tabacal.
La autora nos comenta que la vieja cuchara evoca la vida de sus abuelos, que cuando jóvenes, migraban temporalmente, año a año, para trabajar en la cosecha del tabaco y también, en la zafra. Estos viajes los llevaban desde la Finca de Dentro de Escalchi (ubicada a 12 km del pueblo de Cachi) hasta el Ingenio El Tabacal, en el Departamento de Rosario de Lerma.
Allí, mientras Don Asencio López se dedicaba a las duras tareas de las cosechas, Doña María Santos Colque se desempeñaba como cocinera. Así, su cuchara saciaba el hambre de tantos esforzados trabajadores.
Soy cacheña desde mi cuna. Mi vida la comparto con mis dos hijos, Alejandro y Sofía.
Profesora de Nivel Inicial y Coautora de Ñañito. Un libro para changos y chinitas de los Valles Calchaquíes (Cachi, 2014).
Considero que las palabras escritas en Decir, decirnos… son el reflejo del alma de cada autor.
Antes de la lectura del texto, les proponemos adentrarnos en lo que nos cuenta su autor:
Las cañas dulces del abuelo Choque expresa las experiencias, vivencias y recuerdos de alguien cuya infancia transcurrió en Vallecito, un pequeño territorio enclavado entre pequeñas montañas, a siete kilómetros al oeste de la Ruta 40, entre los pueblos de Cachi y Molinos.
En las décadas del ´60 al ´80, muchos habitantes de ese lugar migraban anualmente a los Departamentos de General Güemes y Rosario de Lerma en busca de trabajo, generalmente a los ingenios azucareros y a los cultivos del tabaco. En esos tiempos, esas actividades demandaban mucha mano de obra, pues no existía la tecnología actual.
En ese contexto, el abuelo Choque, padre de doce hijos, se trasladaba a esos lugares con algunos de ellos, los mayores, y con otras familias. Al terminar la zafra, volvían a completar el resto del año con tareas dedicadas a la agricultura familiar y a la cría del ganado caprino, ovino y, en algunos casos, también bobino.
Fueron los tiempos de esplendor de aquel Vallecito muy fértil y generoso, que llegó a cobijar a aproximadamente veinte grupos familiares.
Después, en el inicio de los años ´90, comenzó un período de decadencia a causa de las sequías. Esto produjo el éxodo de los agricultores hasta quedar totalmente deshabitado.
Actualmente, se observa una pequeña y muy lenta reactivación.
El verano para nosotros tenía unas señales inequívocas que no se ajustaban a las que manejaban los mayores.
Mejor dicho, la señal era única y comenzaba con…
Jorge Isaías, Las mejores sandías del verano
Muy cerquita de las fiestas de fin de año, llegaba mi abuelo Choque de la zafra. En un camión imponente, repleto de mercadería, frutas de Salta y entre tantas cosas, atados de largas y verdes cañas dulces. Días después se convertirían en la golosina más preciada para nosotros ¡Era un placer sacarle hasta la última gota de dulzura!
La vuelta de mi abuelo al Vallecito significaba la cercanía de la Navidad y del Año Nuevo. Llegaba el momento de estrenar ropa que orgullosos presumíamos, sintiéndonos los mejores modelos la noche del treinta y uno. Ya se respiraba en el aire el olor a pan dulce recién sacado del horno de barro. Los lechones, cabritos y corderos impregnando el aire con aromas a romero, ajo, orégano. Comer muy de noche, baile en galería nueva con patio de tierra, música de moda en tocadiscos a pilas y una púa que mágicamente le iba sacando sonido a esos discos de vinilo, negros, algunos grandes y otros, más chicos.
Cuando volvía mi abuelo de pelar caña, comenzaba un nuevo tiempo, el tiempo del verano, de las lluvias, de la música de los ríos, de los días en el puesto cuidando cabras y ovejas por el morro, comiendo duraznos con queso y volviendo, a la puesta del sol, a tomar un mate cocido con tortilla a la parrilla en grandes jarros enlozados.
Cuando volvía mi abuelo Choque, volvían las cañas dulces, las fiestas, las vacaciones. Volvía el verano.
Morro: cerro de baja altura y forma redondeada.
Nacido en El Vallecito (Departamento de Cachi). Profesor para la Enseñanza Primaria. Catequista Parroquial y de Escuelas Primarias, con 30 años de servicio en establecimientos de capital e interior de la provincia.
Músico y escritor por vocación. Enamorado de la vida, de nuestra cultura, de la familia. Agradecido de Dios, del amor y la amistad.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023