Guillermo Almaraz luego de recuperar de una húmeda biblioteca, el viejo y olvidado relato del alemán L. Wilhelm quien en la década de 1920, con fines científicos, recorrió la zona de los valles de Fiambalá, Cazadero Grande, Pampa del Matambre y regresando por la Troya a Tinogasta, se propuso seguir el recorrido de este viejo aventurero
Hurgando en la biblioteca del Ingeniero Nobili, en sus oficinas de Barracas, en Buenos Aires, me topé con varios libros de la etapa en que estuvo vinculado al trazado de rutas y caminos mineros en Catamarca. Nobili trabajaba con Mario Folquer y entre sus pertenencias existían infinidad de libros, ahora humedecidos, de geología y mineralogía. Uno en especial me llamó la atención y no era mas que el estudio previo para la traza de las rutas en cuestión.
Leyendo en una de esas páginas descubrí el viaje del alemán L. Wilhelm que en la década de 1920 unió los valles de Fiambalá con el de Chsachuil, llegando a Cazadero Grande y desde allí accedió a la pampa del Matambre por la Lampalla y regresó por la Troya a Tinogasta.
Sus fines científicos no impidieron que disfrutara de la geografía salvaje de la zona y menos aún que posara sus ojos en los magníficos nevados que enmarcaban el sitio de estudios.
Quizás con esa rara idea de que hubiera sido mas interesante haber recorrido estos lugares varias décadas atrás, una vez mas estábamos en el valle de Chaschuil dispuestos a revivir la secuencia de campamentos y recorridos de antaño. No con un orden especial, pero si con un bagaje de información importante, en nuestros mapas señalábamos los sitios nombrados por los exploradores de principios del siglo XX. W. Penk, L. Brackebusch, O. Döring, H. D. Hoskold, L. Wilhelm, todos alemanes, geógrafos, geólogos, paleontólogos, naturalistas, lo que les permitía ver la realidad con otros ojos de los que habitualmente miraban estos lares. Este año, la idea era recorrer, aunque sea en parte, el derrotero de Wilhelm.
Estábamos en la calurosa Fiambalá dispuestos a partir hacia la cordillera. Del morral sacamos el croquis de 1923 para intuir por donde había comenzado su viaje. Desde el pueblo partía al norte y cruzaba las Sierras de las Planchadas, final de la de Famatina, por el Zanjón de Apocango, llegando a Pastos Amarillos y luego a Cazadero Grande.
Nos dirigimos así hacia Saujil por la ruta 34 y antes que hubiéramos recorrido 5 km entramos por una rodera hacia el sitio arqueológico de Mishma (27°35'8"S / 67°41'17"O, 1760 m), uno de los sitios indicados por el alemán. Encontramos las ruinas que corresponden a un asentamiento de reaprovisionamiento o “tambo” que habrían utilizado los pueblos diaguitas dominados por el Inca entre 1480 y 1532. Cerca de aquí pasa el camino inca que atraviesa la sierra de Las Planchadas y que pasando por Apocango, Aguada de Nieto y el Lindero, llega a Pastos Amarillos y Cazadero Grande. Desde aquí continua por el paso de San Francisco o el de Tres Quebradas hacia Capayapú (Copiapó) en Chile. Este recorrido fue el seguido por los exploradores de principios del siglo XX y aún se utiliza para llevar animales a Cazadero Grande.
Recorrimos las ruinas y visualizamos como el plano se inclina hacia las montañas e ingresa por el cause del río, como una hendidura que la atraviesa, adivinando que sale en el poniente. Dimos la vuelta, y nuevamente por la ruta, volvimos a Fiambalá y enfilamos hacia Cazadero Grande, donde dormiríamos y veríamos el fin de la huella que atraviesa el cordón.
El croquis señalaba los sitios Lampaya y Matambre y nuestro propósito era hallarlos. La Lampaya evidentemente estaba cerca de lo que el mapa indicaba como Aguada Lampayo, pero no lo encontramos. Luego, leímos en una publicación de Norma Ratto y Martin Orgaz que la ubican en 27°23'53.40"S / 68° 6'43.20"O, bastante distante de donde la buscamos.
Durante la tarde, y con el permiso del dueño del campo, subimos a la camioneta y partimos en busca del Matambre. Este topónimo, al igual que Cazadero Grande, es la castellanización del nombre original kunza, el primero se refiere al Mata Hambre, o sea, donde encontrar vicuñas para matar el hambre y el segundo se refiere al sitio que los historiadores identificaron como “Cazadero Grande de los indios Abaucán”. Aquí, realizaban la técnica ancestral del Chaku, o sea, del encierro de vicuñas para su carneado y esquila.
Enfilamos por el campo que se abre hacia el oeste y pronto ingresamos por una arenosa quebrada hasta que Juan Carlos indicó: Acá es el Matambre. Bajamos y comenzamos a caminar hacia el sudoeste, hacia la quebrada. El caminar se hacia pausado, algo acalorados. Pronto, vimos la vega y empezamos a descubrir importantes pircados. Estábamos a 4.120 metros (27°27'27.20"S / 68°14'37.00"O) y apreciábamos un importante sitio donde los abaucanes parcialidad independiente del pueblo de Capayangasta, se asentaban buscando “matar el hambre”.
Con los ojos llenos, continuamos por la quebrada hasta que no pudimos avanzar mas y ascendimos a un portezuelo (27°29'24.0"S / 68°16'23.0"O, 4.670 m) desde donde vimos la pampa del Matambre y volvimos hacia la camioneta. Casi de noche, regresamos a Cazadero Grande para volver a interpretar los mapas antiguos.
Por la escala del mapa no identificábamos si el explorador alemán continuó por la quebrada del asentamiento del Matambre, si lo hizo por la que transitábamos en la camioneta o si al contrario, lo hizo por el río del Cazadero y luego torció al sur. En nuestro caso, ya habíamos recorrido hasta el portezuelo que nos dejaba en el próximo destino, así que ese sería el recorrido, aunque lo mas probable, es que en 1923 lo hiciera por el río del Cazadero, y que por la aguada Tambillo (27°21'57.00"S / 68°14'42.00"O, 3.740 m) fuera al sur.
Partimos con la idea de trasponer el portezuelo, pero la “cuesta del cuerno” a la que veíamos posible desde abajo, no nos dejó subir, asi que tranquilos, volvimos sobre nuestros rastros, y decidimos llegar al mismo lugar, pero desde el sur. Salimos a la ruta, entramos por la Coipa y llegamos a la cuenca de la Laguna de los Aparejos. Ingresamos hacia el norte hasta la aguada que queríamos llegar desde el noreste (27°28'45.30"S / 68°20'30.00"O, 4.450 m.) indicada en el mapa de 1894 (Carlos Beyer) como Aguada de Lagunas Frías. Habíamos atravesado la Pampa del Matambre, esa geoforma erosiva por procesos eólicos, tan habitual en esta zona de los Andes. Acampamos para comenzar con los ascensos al otro día.
Frente a nosotros se levantaba el ignoto cerro Morado de 4.958 m (27°25'31.8"S / 68°18'54.4"O), hoy olvidado por la cartografía oficial y solo señalado con un punto acotado del terreno. Esta montaña independiente, con carácter, y que fuera identificada por todos los mapas desde fines del siglo XIX, aparece con este nombre en la cartografía argentina, desde los mapas de Gunardo Lange (1893) y Carlos Beyer (1894) y definitivamente incluido en el Plano Catastral de la Nación Argentina de Carlos de Chaperouge en 1901.
El plan era intentar el ascenso y verificar en la cumbre si había señales de 1923 o quizás un ascenso mas moderno. Avanzamos hasta el pedemonte por la quebrada que se abre en sentido NE – SO y por las suaves lomadas de la cara sur alcanzamos el punto mas alto. En el lugar constatamos la presencia de un poco de leña y lo que quizás era un mojón de los topógrafos militares. Buscamos entre las piedras y no hallamos ningún comprobante. Este pico con seguridad, fue ascendido durante las campañas, que a partir de la sanción de la Ley de la Carta en 1941, emprendió el Instituto Geográfico Militar.
El segundo objetivo era el Cerro de Lagunas Frías. Esta importante montaña, se levanta altiva sobre la pampa del Matambre y al sureste de la Aguada de Lagunas Frías. Integra el vasto complejo volcánico que se eleva al este del campo Negro y al oeste del cordón del Matambre y que la cartografía del IGN denomina en su conjunto como Cerro de Lagunas Frias. En realidad estas cumbres son dos montañas principales, el Cerro de Lagunas Frías (5.349 m) al noreste y el Inca del Mar o Abaucán (5.135 m) al sur.
El topónimo Cerro de Lagunas Frías, ya fue incluido en los mapas de fines del siglo XIX mencionados con anterioridad y en la cartografía actual le brinda identidad a todo el grupo.
Luego del ascenso del Morado, buscaríamos el del Lagunas Frías. Para ello, nos trasladamos hasta la laguna misma, al este de nuestra montaña. Por la mañana, buscamos la base del canal que atraviesa completamente el cerro. Justo en el comienzo del mismo, encontramos una pirca propia de los cazadores (27°31'28.6"S / 68°22'17.8"O, 4.450 m.), señal del paso del hombre en épocas pretéritas.
Comenzamos el ascenso por el canal que gana gradiente a medida que se asciende. Luego de algunas horas de esfuerzo llegamos prácticamente al portezuelo entre los dos picos de la montaña. Torciendo hacia el oeste, buscamos el principal y luego de una travesía lo alcanzamos. La cumbre amplia, no hollada hasta ese momento por nadie, se presentaba plana, sin una piedra apilada sobre otra. En el punto mas alto, erigimos un mojón apilando piedras y Fernando dejó un tótem de madera que había traído desde Mar del Plata. Dejamos nuestros nombres escritos en un papel y apreciamos, en medio del vendaval, el paisaje de la alta cordillera catamarqueña en todo su esplendor.
El Matambre es un enorme macizo de mas de 25 km de largo que se extiende en sentido norte – sur entre Cazadero Grande y La Coipa. Se eleva al este de la pampa del mismo nombre, y desde ella, se observa como una gran masa informe de gran altitud. Lo subimos con Eduardo Namur en octubre de 2014. Nos aproximamos desde el oeste, por una ruta evidentemente mas económica que si lo hiciéramos desde el valle de Chaschuil por la quebrada Honda. Pronto comenzamos el ascenso por lomadas de poca inclinación y luego por un amplio filo. Por el mismo continuamos ascendiendo en busca de la meseta de la cumbre. Una vez en ella, mediante una larga travesía continuamos hacia el punto que teníamos cargado en el GPS. Cuando todavía faltaba quizás un centenar de metros, vimos el inequívoco mojón que erigían las comisiones topográficas del IGM. Al llegar a él (27°33'35.80"S / 68°17'20.10"O), no encontramos testimonio, por lo que concluimos en que éramos los segundos, luego de los topógrafos.
La visión desde la cumbre era límpida y magnífica, podíamos ver desde el Pissis al sur, hasta el Ojos del Salado, Nacimiento, Walter Penck e Incahuasi al norte.
Luego de los ascensos en la pampa del Matambre, nos dirigimos a las ruinas de la Mina de los Aparejos, al sur de la Laguna. Acampamos allí con intención de buscar la cumbre del Cerro Negro (5.005 m) de acuerdo a los mapas antiguos. Este pico subsidiario del Pabellón de la Laguna Negra, es verdaderamente un amplio lomo que supera apenas los 5000 metros. Actualmente en la hoja Cazadero Grande del IGN argentino es denominado Filo Negro y acotado con 4.910, aunque verificando con datos SRTM el punto mas alto, se encuentra al sur del señalado y supera la cota de 5000.
Por la mañana partimos hacia la quebrada que baja prácticamente hacia el este de la cumbre. Al entrar en ella, nos montamos a un gran nevero que partiendo desde la base llegaba hasta el filo cumbrero. Rápidamente ganamos altura hasta el filo y luego, con viento en contra lo recorrimos hasta la cumbre (27°40'20.4"S / 68°29'39.8"O). El GPS indicó 5.008 m, 3 mas que la altitud brindada por SRTM.
Nuevamente construimos nuestra señal, escribimos nuestros nombres y descendimos a la Laguna de los Aparejos.
Esa misma tarde, desandamos el camino minero y llegamos a la hostería de Cordaderas. Cómodamente nos instalamos y bajamos a cenar. En la mesa de al lado, para sorpresa de fin de viaje, se sentó Alex Txicon. Unas palabras, algunas copas de vino y un final de viaje de leyenda.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023