Los invitamos a disfrutar de las ricas reflexiones que la escaladora y escritora chilena Cristina Correa Siade nos comparte en su libro "Diccionario del miedo", en el que cuenta sus experiencias en la escalada tomadas como un "camino de crecimiento y superación tanto en la montaña como en la vida".
Cuando planifiqué mi viaje a Chile ya había leído el libro de Cristina que me atrapó sin filtros, inmediatamente.
Me conmovió su modo de contar tan diferente con estas metáforas que trae desde el lenguaje crudo de los escaladores y montañistas, me conmovieron su profundidad y su sinceridad.
Cuando por fin pude mirarle a los ojos me encontré con un ser muy sensible y especial, preocupada por las cuestiones sociales y por las cosas más humanas, interesada en transmitir desde su propia experiencia lo que a muchos nos pasa para colaborar de esta manera a que algunas cosas se nos “aclaren” o suavicen.
En esta nota he tratado de mostrar todo lo que ella trae en su nuevo libro “ Diccionario del miedo”.
Un honor presentarla y que la lean y la escuchen.
Aquí algunos de sus pensamientos…
“Miro hacia el suelo. Un vahído me roba el aliento. Estoy en puntillas sobre una pequeña saliente de roca, a quince metros del suelo. Entre ese abajo y mi arriba se abre un precipicio eterno. Aprieto con mi mano derecha un recodo en la pared, lo exprimo como si quisiera quitarle la vida que no tiene. Voy a caer. Mis células gritan: “¡Vamos a morir!”. Sin pestañear, ausculto el muro, buscando una mejor posición. Intento llenar los pulmones de aire; miro la cuerda que me une a la roca y a mi cordada. Ese cordón umbilical impide mi muerte porque está amarrado al arnés, pasado por chapas y cintas. No puedo moverme, ni sé qué hacer. Mi pierna izquierda tiembla con espasmos regulares e incontrolables. Con los brazos recogidos a la altura del hombro, todo mi cuerpo es una cuerda de guitarra en tensión.
Parece ridículo que me someta voluntariamente a este suplicio. ¿Cuántas veces tengo que forzar mi límite para saber que no soy buena en esto? Escalar es un deporte ingrato, requiere enormes cuotas de compromiso que no soy capaz de tener conmigo misma, pero aquí estoy, reviviendo el horror. Se ha vuelto una obsesión intentar sobrellevar ese sentimiento que me desborda, olvidarlo, cambiarlo, resignificarlo, suprimirlo.”
Así abre Cristina Correa Siade el "Diccionario del Miedo: definiciones de una escaladora", una novela única por su temática y formato, presenta una situación común en la escalada, pero que pocos quieren admitir que sienten. Los miedos son más comunes de lo que se piensa, el problema es que se han vuelto un tabú.
La autora se anima no solo a ponerlos en primera plana, sino también cuenta cómo los enfrentó y el aprendizaje que cada uno de ellos le dejó y utiliza experiencias personales en las cuales se presenta esta emoción universal como hilo conductor en su libro.
Lo innovador de este libro es que para presentar cada una de esas situaciones de temor se apoya en términos de la escalada; los define y utiliza como metáfora para consolidar la anécdota. Sin llegar a ser un libro de autoayuda, en un punto son lecciones sobre el desarrollo personal, la resiliencia, el autoconocimiento, el respeto y la valentía.
Esta es la primera obra en Chile dedicada a la escalada deportiva escrita desde una perspectiva íntima y femenina.
Su autora, la periodista y escritora Cristina Correa Siade, combina su pasión por la literatura y la naturaleza para entregar una narrativa innovadora que desafía los estereotipos del deporte extremo. "La idea partió hace años, cuando aprendí a escalar. Me fascinaba el lenguaje único de este mundo y comencé a anotar términos en un archivo”, comenta la autora, quien debutó como escritora con la novela "Inadecuada", publicada por la Calabaza del Diablo, a fines de 2020.
Cristina empieza el libro compartiendo una intimidad. Explica que siempre sintió fascinación por coleccionar cosas: monedas, papel carta, figuritas, y cuando empezó a dedicarse con seriedad a la escalada, sumó otro elemento a su colección: términos técnicos de la escalada deportiva, como "puntear", "chapa" o "top rope". Estos términos estructuran la obra como capítulos, mezclando las definiciones con anécdotas y reflexiones que superan los límites de la mera actividad deportiva.
Cada salida a la roca o visita a los muros urbanos fueron una oportunidad para que esta periodista/escaladora sumara términos y aprendizajes que no dudó en compartir con la comunidad a través de esta publicación. Sin miedo a quedar expuesta o a ser juzgada, explica con total sinceridad la sensación del vértigo y la decepción que sintió al querer que la bajen (pero cómo su compañero de cordada la animó a seguir intentándolo).
Hace una pequeña, pero interesante, crítica a cómo el sistema (las marcas de equipos, los muros, etc.) están sostenidos por los escaladores “mediocres” o aquellos que lo hacen muy esporádicamente, más que los profesionales. Porque, como explica Cristina, son más los escaladores que intentan este deporte por primera vez (y se compran todo el equipo, invierten muchas horas en gimnasios, viajes y productos) que los que finalmente lo sostienen y se vuelven profesionales.
Dedica también un espacio a exponer situaciones de machismo que se dan en el deporte y cómo esto, si bien está cambiando lentamente, afecta notablemente la percepción que las mujeres tienen del deporte. La idea de que los hombres son más fuertes o valientes que las mujeres sigue instalada en la cabeza de muchas personas, “lo peor es cuando nosotras compramos ese discurso” comenta y alienta a la búsqueda de referentes femeninos para poder sostener la idea de que “si ella puede yo también puedo”.
"Las historias de deportistas suelen ser sobre ‘superhumanos’. Yo quería contar la de una mujer común que enfrenta sus miedos, sin héroes ni medallas", agrega.
Cristina empieza su relato explicando que una de sus preocupaciones era el hecho de empezar esta actividad a los 40 años. Se comparaba con escaladores más jóvenes y la destreza que ellos tenían, como avanzaban mucho más rápido y parecían no tener conciencia del peligro que implicaba el deporte.
Pero a medida que se fue metiendo en este mundo fue conociendo mujeres escaladoras mucho más grandes que ella y que encontraron su propio ritmo y la cordada perfecta para poder seguir disfrutando de este deporte. Entendió que la edad no es un factor determinante, pero uno tiene que tener la conciencia suficiente como para poder escuchar al propio cuerpo y saber distinguir cuándo empujar el límite y cuando respetarlo.
Y, además, uno de los aprendizajes más resonantes fue la importancia de encontrar la cordada perfecta, esa persona con la que asegurarte y asegurar, aquella persona con la que vas a compartir los momentos de desafío y respetando el tiempo de cada uno, confiándose mutuamente la vida. Encontrar esa pareja perfecta es más difícil de lo que parece porque tienen que estar en la misma sintonía, en un montón de aspectos.
Un aspecto muy interesante del libro es que Cristina va contando como empezó a escalar, motivada por un novio, luego este hobby quedó en nada y finalmente lo retomó para nunca más dejarlo. Nos describe todo el recorrido que fue haciendo, las amistades que forjó, cómo se preparó tanto física como mentalmente y las tutorías que tomó.
En ese cambio de vida, nos cuenta que renunció a su trabajo y abandonó el ciclismo (que era hasta ese momento su deporte preferido) para dedicarse a viajar y conocer distintas rutas de escalada, todas ellas son rutas escuela (o sea, que están equipadas y son de grado bajo). Fue una decisión muy drástica pero al día de hoy no se arrepiente de haberla tomado porque siente que encontró su lugar en el mundo.
A lo largo de los distintos capítulos, la autora va describiendo cómo hizo para conocer las rutas: algunas las leyó en libros y otras fueron recomendaciones de otros escaladores. En este acto se nota su raíz de periodista porque fue “ indagando”, cual periodista que investiga para una nota. Menciona una larga lista de personas con las que habló, los gimnasios que visitó y lugares alrededor del mundo a los que llegó con el único fin de escalar.
Sin temor a la vulnerabilidad, nos cuenta con total honestidad todo lo que la fue nutriendo para poder desempeñarse en este deporte con seriedad. Son muchas las guías que se mencionan en el libro, esto resulta muy útil para el lector que quiera realizar travesías similares, porque su experiencia puede servir de ejemplo para otras personas.
Cristina describe cómo es la situación de vivir acampando, enfrentar inclemencias climáticas y problemas de salud (como un esguince o fracturas) en espacios agrestes. Describe accidentes, no con una intención morbosa o para asustar al lector, sino para que se pueda sacar un aprendizaje de dicha situación y revisar qué salió mal y como podría haberse evitado lo que no fue bueno.
Para los “escaladores habitué” esto puede resultar ser una realidad conocida, pero para aquellos que nunca participaron de un “rock trip” esto puede ser una novedad. Por este motivo, el libro resulta muy atractivo porque, por un lado, puede traer a la memoria recuerdos de experiencias vividas, pero también es una oportunidad de espiar un mundo al cual no se pertenece (y quizás despierta curiosidad).
En ese afán de viajar se enfrentó a la abrumadora realidad de la pandemia del 2020. Este freno obligado le afectó, como a muchas otras personas, en el sentido que tuvo que poner en pausa ese entusiasmo con el que venía entrenando y tuvo que replantearse qué hacer durante ese tiempo de espera. Fue así que leyó mucho y vio muchos videos y documentales (aparecen mencionados en el libro para quien quiera leerlo).
Este relato es sumamente empatizable porque es una realidad que atravesó a todo los que disfrutan de los deportes al aire libre, y fue muy difícil manejar esa frustración.
Una conclusión muy interesante a la que llega, después de tanto leer y tratar de poner en práctica lo que leía, es que por más que la vía esté marcada, o que las guías las describan de determinada manera, es importante que cada uno pueda hacer su propia experiencia y elegir como quiere (o puede) hacer determinada vía.
Uno de los miedos al cual le dedicó muchas páginas y crudas reflexiones fue “el miedo a ir de primero” y tener que equipar una vía. Demuestra mucha humildad y sinceridad presentarle al lector esta inquietud porque sentía que la hacía “menos escaladora”. Es hermoso leer todo lo que hizo para tratar de superar este miedo, todas las personas con las que habló y las consultas con psicólogos.
Con respecto a lo psicológico, plantea el debate con distintos escaladores que dudan sobre la eficacia de estas prácticas. Aun así, ella decide hacer distintas consultas (y recomienda profesionales que dan charlas dirigidas especialmente a escaladores). Una de las incógnitas que se plantea a través de una de las terapeutas es : “sobre si el miedo, es realmente a la altura, a caerse o al fracaso”. Cristina reflexiona sobre la presión que siente (autoimpuesta) para tratar de mejorar o alcanzar un nivel determinado en cierto tiempo.
El recorrido espiritual que hace y la manera tan reflexiva con la que aborda la actividad le da un matiz más profundo a un deporte que parece depender únicamente de la fuerza y destreza física. Cristina pone el foco en los aspectos mentales de la escalada y la relevancia que tienen.
Más que un libro sobre escalada, "Diccionario del Miedo" es una invitación a conocer los límites que tenemos, tanto a nivel físico como mental o espiritual. Cristina Correa Siade, que además es una apasionada por el trekking y la naturaleza y una guía de turismo sin igual, demuestra que el deporte también puede ser un camino de crecimiento personal.
Ella hace hincapié en que las mujeres, que muchas veces dudan en adentrarse en espacios percibidos como masculinos, deben pensar que siempre hay lugar para todos los niveles, gustos y destrezas. Cristina cierra su libro con la siguiente reflexión:
“Regreso a casa agotada y contenta, pensando en esta felicidad, tan simple y efímera al mismo tiempo. Con los ojos cerrados, en la penumbra abochornada del Cajón del Maipo, el miedo todavía brama agazapado en mis pensamientos. ¿Seré capaz de escalar de primera nuevamente o fue solo una chispa momentánea? Solo sé que valió la pena. Es probable que mi pavor irracional no termine hoy, ni mañana. Lo increíble es que la parálisis y el estrés en la roca me enseñaron algo. Aprendí a tomarme el tiempo necesario, aunque fueran cinco años. Logré respirar ese temblor interno, acallar la duda y seguir. El miedo me obligó a estar segura de mis pasos. También, veo la escalada como una lección de humildad. Hay que tragarse el ego. No siempre se puede, aunque se quiera, pero hay que seguir dándole. Esta vez la porfía jugó a mi favor. Por eso, voy a escalar hasta que el cuerpo no aguante. Ahora mi peor miedo es no volver a escalar.
Entro en el trance del sueño, me hundo en esta noche de calor y paz donde las palabras sobran. No dejaré que el miedo me defina, ni dejaré de escalar. Eso me basta para poner punto final a este diccionario.”
Nacida en Santiago de Chile (1979) es también periodista, magíster en escritura narrativa, consultora en comunicaciones, docente y relatora. Sus artículos de cultura, viajes y gastronomía se han publicado en medios como El Mostrador, Las Últimas Noticias, Revista Outdoor, Patagon Journal, Varietal, Ladera Sur, revista Anfibia, Al Damir y Extravaganza! También fue colaboradora de la mítica revista literaria La Calabaza del Diablo. Su interés por la literatura se presentó desde muy temprana edad, participando en distintos talleres literarios y obteniendo, a los 13 años, el Premio Nacional de Ensayos Vicente Huidobro (1993).
Centro cultural Argentino de Montaña 2023