Este montañista y baqueano, de rostro fuerte, flaco y quemado, de hablar nervioso y lleno de vitalidad en sus movimientos, vivió en Junín de los Andes y fue parte de la historia del legendario volcán y su gente.
Son muchas cosas, recuerdos antes que nada del tiempo, llegar a Junín de los Andes con las impaciencias juntadas en la mochila y el tren, a ese viento que corre helado y que hace que la gente camine “encorvada” y rápido.
Pero aquellos chiquilines reunidos para cantar una canción alpina a los recién llegados, a nosotros, del C.A.B.A., hablan de un espíritu que quizá se haya perdido y que convocaba la emoción que anidaba en el pecho de Vidal Pérez. Orgulloso de la palabra montañés y nosotros en silencio oyendo allí parados a las vocecitas diciendo al aire “eran tres alpinos que venían de la guerra….”
Y entonces ahí encontré el sentido de este repaso, porque más allá de otras ideas y costumbres la “moneda” de Vidal representa un valor que ya no es de uso común. Esos papeles han cambiado de cotización…Vidal Pérez…del que todos saben un poco y parece que al final nadie sabe tanto. ¿Qué cosas serán ciertas y cuáles no? Y en todo caso ¿Eso importa?
Ese hablar preciso y el “tic” de su “chistido” al tragar aire o sorbos de saliva con los dientes apretados….Yo reconstruiré lo que fueron nuestras charlas…y antes de eso, sumare las impresiones de amigos que lo trataron y lo recuerdan de algún modo. Juan Carlos Jacky me comentaba esto: “Yo lo conocí a Don Vidal en 1974 si mal no recuerdo me lo presentó Carlos Abel Balda. Sé que tenía una canchita de futbol donde juntaba a todos los pibes “para alejarlos de la droga y el delito”, vivía en una casa muy modesta (te mandé una foto) y supe que rechazó una casa que le adjudicó el estado porque el “no quería nada regalado”.
Cuando fuimos a hacer la invernal al Lanín, lo invitamos a participar, cuando llegamos a Junín todo el pueblo estaba a nuestra disposición, hasta habían desalojado una casa de una tía de Vidal para que nos hospedáramos (piso de tierra, catres de cuero de vaca y cocina económica, un lujo). Te adjunto el relato de la invernal, mas no te puedo contar.” De ese relato de aquella ascensión invernal al Lanín en julio de 1976 transcribo: “Fueron sus integrantes: Julián Atilio Ramírez, Roberto Tebaldi, Pablo Cavagnero, Oscar “Colores” De Pietro, Marcelo García, Juan Carlos Jacky, y un invitado muy especial Don Vidal Pérez, poblador de la zona y guía de montaña”.
Todos alcanzaron la cumbre y en el cierre de ese informe dice Jacky: “Para terminar, quiero destacar la personalidad de Don Vidal Pérez, un gran montañés, al que Josefa Casas de Trobiano lo inmortalizó en su libro “El Cóndor del Lanín”, en esos dos días que estuvimos encerrados en el refugio me contó que había intentado subir varias veces en invierno, se iba desde Junín a Tromen en esquíes y “hasta me tenía que poner tres pares de alpargatas por el frio” y nunca lo había logrado. A su regreso lo esperaba todo el pueblo de Junín en la calle y él parado arriba del unimog con la bandera argentina en su piqueta.”
Voy a mis apuntes, las notas de las charlas que tuvimos. La primera vez fue en diciembre de 1976, en oportunidad del intento a la pared Sur del Lanín con Pablo Cavagnero, Oscar de Pietro y Fermin Olaechea. Su “ruca” entre álamos deshojados por el invierno tiende la mano caliente al que llega y la voz recibe con el nombre honroso de “montañés” acompañando un mate, tirando más tablas de pino al fuego, al andinista que se acerca a Junín de los Andes buscando un baqueano en la zona del volcán. Tiene el pelo negro y bien cortado, con algunas manchas grises y el rostro fuerte, flaco y quemado. Un hablar nervioso y lleno de vitalidad en sus movimientos, deseoso de mostrar sus pertenencias: los chiquilines que lo rodean y que entonan una canción de montaña.
“Mi padre falleció a los 82 años, era pariente de Benito Pérez Galdóz, nació en el golfo de Vizcaya y apenas pudo escribir algo sobre los 84 peldaños de la escalera de piedra que tenía la escuela de Bilbao. Mi madre descendía de los viejos incas y me contaba leyendas que aún no he encontrado en los libros. Murió a los 96 años, a las tres de la tarde del mes de setiembre, mientras nevaba. Después de 16 días de estar aletargada, sin hablar ni abrir los ojos tuvo un momento de lucidez para despedirme. A veces pienso que existen fuerzas superiores para que existan estas cosas.”“La primera vez que subí al Lanín fue el 24 de febrero de 1950 (1), en 8 horas y con dos pares de alpargatas. Había que hacer algo por el año Sanmartiniano y decidimos hacer esa ascensión quijotesca. Nunca he subido por el lado del Paimún, no tengo escuela para subir la pared Sur. He subido varias veces otra ruta por la satisfacción de poder ver. Si aceptamos de buenas maneras las razones de cada uno, trabajando juntos, en núcleo, podemos darle a la zona la fisonomía que necesita, Yo llevo chicos a caminar, cruzar ríos, subir montes para fortalecerles los tobillos y templarlos: después viene la etapa del campamento y así el hombre se prepara para la montaña y la vida. De los chicos disciplinados aprendemos los grandes. Hay un hombre entusiasta y joven. El Tte. Parra que tiene vitalidad como para concretar la idea de tener un buen refugio y preparar la muchachada joven. El mayor Balda quiere construir un refugio para albergar a todos los montañeses. Tenemos el orgullo de que sea de la zona.”
“Quisiera evitar la papelería y los trámites. Todo hombre de bien debería entrar a la montaña sin más. Los montañeses me merecen la suficiente confianza como para poder ir a la montaña sin tanto protocolo. Lo malo del hombre es que se mercantiliza. La montaña ubica al hombre frente a la naturaleza y en ella se comienza a creer. O se cree en Dios o en la naturaleza pero se comienza a creer en algo. Nosotros por lo menos tenemos una ruta, otros no la ven o pasan por al lado.”
“Me interesa conseguir una fisonomía propia de la zona y orientar la fantasía de los chicos porque en ellos surgen ideas e iniciativas que forman al hombre de la nueva etapa que necesita Argentina.”
“Las grietas del Lanín son de varias características, yo las conozco entonces se las puede “cuerpear” sin problemas. Es difícil pensar en bajar con esquíes si no se conocen las grietas o las corridas de lava que cortan los campos nevados. Sólo tengo esto (me muestra un mosquetón) que me dejaron los de Córdoba y me regalaron también una soga. No tengo mochila, la que usé del ejército era prestada y la devolví. No me gusta la telesilla. Mecaniza el cuerpo. Hay que tener cuidado porque se baja de Chapelco a mucha velocidad con los esquíes y el cuerpo tiene una temperatura, cuando se sube en la telesilla el cuerpo se enfría y eso es malo. Hay que hacerlo paulatinamente y no como un hierro que esta al rojo vivo y para templarlo se lo pone en agua fría, eso no lo aguanta el cuerpo humano. Prefiero la gente que sube el Lanín y hace un ejercicio gradual consiguiendo buenas piernas y resistencia. Los rayos del sol actúan de una manera especial sobre el cuerpo cuando se está en altura y por eso he visto mucha gente que estuvo muy mal por bañarse apenas bajó de la montaña.”
“Las cosas tienen que ser genuinas. No se puede hacer de todo una feria y profanar las cosas. Antes cantaba una yuca todas las mañanas y se turnaba con la del frente. Al clarear ya trinaban y cuando el sol aparecía era el apogeo. Se han perdido esas aves y aquél canto que aliviaba pesares. Por eso es importante que los chicos canten y aprendan a tocar un instrumento, conservando la característica del lugar. Nos perjudica la mentalidad de “estadios”. Salvan al país los casos individuales, como ustedes, que no llevan séquito detrás ni coro de aplausos. No entran en la “frecuencia” de los demás. Los intrusos solo buscan aventura pero los verdaderos montañeses saben rescatar la enseñanza. El montañés está aquilatado con una moneda moral. Lo que charlé con Don Lucas Echegaray fue satisfactorio. Es un hombre que ha hecho mucho por Junín y ha subido el Aconcagua. Se enteró de la ascensión invernal al Lanín y, se lo confieso como amigo, la provincia le tiene las puertas abiertas al C.A.B.A. (Centro Andino Buenos Aires) y están muy contentos con lo que se hizo.”
La segunda oportunidad se dio en octubre de 1989 ocasión en la que volvimos a intentar la pared Sur del volcán y las tormentas se empecinaron en que desistiéramos. Aquella vez con Daniel Villarruel, Félix Memelsdorff, Pablo Bello y Cristina Seballos. Ya la amistad se insinuaba y entonces uno podía explayarse sobre asuntos personales y cosas de la vida…
Nací en 1916 (3). Mi padre era de Bilbao, se separó de mi madre cuando nació mi último hermano. Fue un hombre materialista que cuando hizo un repaso de su vida se encontró solo. Nosotros somos 6 hermanos. Mi abuelo era de origen peruano, se llamaba Manuel de la Cruz Astete y estaba casado con una inglesa. Era proveedor del ejército de Río Negro y vivía en Hachicó (?). Lo asesinaron cerca de Sañicó un lugar muy agreste. La inglesa se llamaba Elena Greenhill (4). Se habían casado en Chile y ella llegó a ser la mejor tiradora de la Patagonia. Editorial Siringa publicó un libro sobre ella que se llama “La bandolera patagónica”. A ella también la mataron. Mi abuelo fue el primer abogado que pisó Neuquén, él no cobraba, defendía casos difíciles. A la inglesa la mataron entre la policía de Neuquén, La Pampa y Río Negro; en Jacobacci, cuando estaban poniendo las vías del tren a Bariloche. El lugar exacto donde mataron a mi abuela fue Punta Rieles, en Bariloche. Mi abuelo está enterrado en Sañicó. Tuvieron 2 hijos.
Una fue mi madre que se crió en un colegio de Chile. Fue mi abuelo el que la trajo a la Patagonia cuando se recibió. En ese colegio había chicas italianas, francesas y alemanas. No sé mucho porque mi madre tenía un gran hermetismo. Cuando era chica mamá encontró unos frascos enterrados en el totoral de Hachicó, donde vivían. Ella vio unos papeles pero volvió a guardar todo y se lo contó a su madre, la inglesa. El abuelo jamás le había pegado. Pero ese día se enfureció al enterarse y con la culata del 44 que siempre llevaba en la cintura, le pegó en la cabeza. Mi madre tenía el pelo hasta la cintura y se le mojó en sangre. Nadie la curó.
¿Qué habrán tenido esos papeles? En el año 1900 hubo un cataclismo en la montaña que arrastró agua y apareció el cadáver de mi abuelo en cuclillas. Lo habían enterrado vivo y encima tenía el caballo. Diez años después, el autor físico del crimen habló. Había sido un hombre picado de viruela que se había llevado ganado a Chile. Un día apareció con botas, bombacha, facón y revólver. Estaba clareando y entró a un almacén de campaña a pedir una ginebra. Un comisario de nombre Carlos Álvarez de Junín de los Andes reconoció al extranjero y un segundo hombre lo reconoció. Aunque le pusieron las esposas a los 10 años se conmuta la pena. La leyenda dice que a los 10 años el criminal siempre vuelve al lugar del hecho. Sobre mi abuela hay algo curioso. En 1950 vino un tal Burdeu (?) (No me acuerdo exactamente el apellido) que trabajaba para radio “Carve” de Uruguay. Él contó que a Montevideo había llegado un barco inglés que vino a buscar los restos de una pirata inglesa que se perdió en la Patagonia. Yo pensé en mi abuela “Greeni”…
Sobre mi madre, que se llamaba Benedicta Zapata de Pérez Astete, no se sabe donde nació. Su documento decía que era hija de padre desconocido. Ella lo que siempre corregía especialmente era el tema de no tener ambición. Decía siempre que sabían que los Incas tenían la certeza de que iban a llegar hombres de otras razas a conquistar y venían con ambiciones. Mamá conoció Junín de los Andes cuando estaba lleno de toldos de cuero de potro de todos colores. Pasó con el abuelo sentada en el caballo, era una nenita y los indios lo respetaban. Ella se había criado en Los Ángeles, en Chile. Yo tengo una hermana que se llama Cecilia Pérez. En el casette de Argentino Luna “Canto fogonero”, “Negrín” Andrade le escribió una canción a Cecilia. (6). Mi padre se llamaba Francisco Pérez fue músico y el mejor nadador del golfo de Vizcaya. Tocaba el clarín en la municipalidad de Madrid. Tocó cuando se casó Alfonso XIII el día que un anarquista lo asesinó con una bomba. (5) Después vino aquí y demoró un mes en llegar a Bahía Blanca y se quedó. Aprovechando los bienes de mi madre se hizo dos viajes a España. Yo nací en Chichahuay. Estudié hasta cuarto grado y dejé porque quería ser militar. Lo sentía como un dictado histórico. Habrá sido de mi abuelo que en las fotos estaba sentado a la diestra del General Roca. Aprendí electricidad porque quería tener una profesión. La Siemmens me quiso llevar a Alemania pero yo no quise irme a otro continente y dejar a mi madre. Papá decía que era pariente de Benito Pérez Galdóz.”
La última visita que le hice a Vidal fue con Daniel Villarruel y en esa oportunidad me obsequió “su” libro “El Cóndor del Lanín” con la dedicatoria: “Daniel Villarruel y al amigo Jorge González con gran aprecio de montañeses que tengo el honor de compartir la historia que nos da el vivir días venturosos donde los años no existen. Muchas felicidades. Junín de los Andes, febrero19 de 1999”
Yo tenía 3 años y defendía a los zorrinos, los agarraba de la cola y me los montaba al hombro. La peonada hablaba mal del zorrino. Yo no sé porqué. Con las víboras también, pero de grande le agarré rechazo. De chico las buscaba, no les tenía miedo.
Somos de otra materia. La civilización nos ha quitado sensibilidad. Esperar revitaliza la vida. El ejercicio de vida. Es increíble que en donde nació la religión ahora está todo convulsionado. No se sabe -en Asia- quienes son víctimas y quienes son culpables. Espero. Sigo esperando. Preparo mi jardín para eso. Se está produciendo un cambio del que quizá seamos protagonistas.
Mazzoldi era un investigador, fue a Chile a averiguar que el Lanín no se había escalado en invierno. Fuimos a Tromen y teníamos 1.50 m de nieve. En agosto.
Solo prendo la chimenea cuando viene una visita. El fuego es una tradición. Es lo más antiguo. A veces tenemos que retroceder. Esta casa durante 40 años vivió prestada a uno y otro. Yo andaba por ahí como un paria. Ahora recién la ocupo.
Un día el diario de Río Negro dio la inexorable noticia: La ciudad de Junín de los Andes perdió a uno de sus ciudadanos ilustres y, la Patagonia, a uno de sus montañistas pioneros. El "Cóndor del Lanín", Don Vidal Pérez, falleció el pasado domingo 19 de julio 2009 a los 93 años de edad.
Tuve la suerte de que prendiera para mí el fuego de su chimenea, de que me mostrara orgulloso su jardín, de que nos abriera su casa, compartiera su modo de pensar y de que dejara en nosotros el sentimiento y la emoción que produce elevar la mirada a las montañas…
El estimado Alberto González, de Junín de los Andes, me envió algunas frases sacadas de sus recuerdos, ante mí pedido por este intento de reconstruir la vida de Vidal Pérez, se las dejo acá, como homenaje:
“Siempre dijo que no le gustaban los clubes andinos, pero aceptó que lo invitáramos a la Asamblea Ordinaria del Club Andino Junín de los Andes, de la cual yo era Presidente, porque los íbamos a nombrar socio Honorario, en 1993. Vino a la reunión y se lo vio contento por la designación. En ese momento tenía 77 años. Te mando con este mensaje algunas fotos. Lo fotografié en su casa, se puede ver que tenía una vivienda muy humilde. Se nota el frente de su casa. Tenía encima del marco de la puerta, su piqueta-mango de madera-donde acostumbraba a colocar la bandera argentina. También en otra toma se ve el interior de la misma, donde tiene algunas fotos de montaña, medallas y otras distinciones que lo tenían muy orgulloso. En dos fotos se ve solamente a Vidal, en otra está conmigo y en la restante aparece con la bandera en la cumbre de un cerrito que está en Tromen y constituye un excelente mirador del Lanín. Todas estas fotos son de 1994 y, como antes decía, tenía 78 años. También te mando, fotografiado, un texto que escribí en un anuario del C.A.J.A., que se publicó en 1986.
El 5 de Agosto de 1993, la Asociación Argentina de Guías de montaña lo designó Socio Honorario. Lo llevé a Bariloche, junto con Conrado Verberck a quién también habían designado Socio Honorario, junto conmigo, así que los tres íbamos a recibir nuestro diploma. Le pregunté cuanto tiempo hacía que no iba a Bariloche y nos asombró que nos dijera que hacía más de cuarenta años desde la última vez. El trabajaba de electricista, además de guiar al Lanín. Siempre vivió en forma muy humilde. No tenía vehículo y me parece que ni teléfono. Pero tuvo, por ejemplo la voluntad de tomar, en 1990, el "Curso Básico de Guías de Turismo no convencional", llevado a cabo en Junín de los Andes, durante dos meses, que dictó la Dirección Provincial de Turismo en colaboración con la Municipalidad de Junín de los Andes y la Intendencia del Parque Nacional Lanín. Creo que además del Lanín, no hizo prácticamente nada más, pero habría que certificarlo, no estoy seguro.”
(1) El 24 de febrero de 1950 acompañado por el padre Atilio Pompelmayer, el teniente Benavídez, el gendarme Ávalos, su hermano Benedicto Pérez y Rodolfo Guillaumet, comerciante y fotógrafo de la ciudad.
(2) Exactamente el 16 de enero de 1916, en Chichaguay (niebla fría), departamento de Collón Curá, Neuquén.
(3) Elena Grinhill Blaker había nacido en Yorkshire, Inglaterra, en 1875. Llegó a Chile con 15 años de edad junto a sus padres y cuatro hermanos (una hermana y tres varones). Cinco años después se casó con Manuel de la Cruz Astete. Comerciante chileno que le doblaba en edad, muy apuesto y habituado a moverse a ambos lados de la cordillera haciendo negocios poco claros. Elena tuvo dos hijos antes que su esposo fuera detenido mientras llevaba un arreo a Chile, del que no pudo comprobar ser su propietario legal. La mataron en Gan Gan (Chubut) el 31 de marzo de 1915 a la edad de 40 años. La historia está contada en “La bandolera inglesa en la Patagonia” de Francisco N. Juárez, en “Mujeres en tierra de hombres. Las primeras colonizadoras de la Patagonia” de Virginia Haurie, en “La bandolera inglesa” de Elías Chucair y en “La construcción de un mito: Elena Greenhill, la inglesa bandolera de la Patagonia” de María Argeri.
(4) En 1906 cuando Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia regresaban al Palacio Real, después de la boda, sufrieron un atentado mediante una bomba escondida en un ramo de flores, lanzada por el anarquista Mateo Morral a su carroza, del que lograron salir ilesos milagrosamente. Como consecuencia de la explosión murieron tres oficiales y cinco soldados del séquito real, tres personas más en los balcones y resultaron con heridas más de catorce personas que contemplaban el paso del cortejo.
(5) Eduardo “Negrín” Andrade.
(6) Benito Pérez Galdóz, novelista español, (1843-1920)
Centro cultural Argentino de Montaña 2023