El experimentado montañista Leonardo Proverbio, nos comparte de una manera simple y cálida sus experiencias y reflexiones, inspirandonos a practicar esta bella actividad
Por Leonardo Proverbio
Fotos: Leonardo Proverbio
Mi amigo, el legendario y hoy desaparecido Gerardo Watzl, siempre me repetia que para lograr ser un montañista integra,l había que saber dominar tres herramientas indispensables, la escalada en roca, la escalada en hielo y el esquí de montaña.
Guillermo Martin |
En los años cuando siempre nevaba y no había clases en el colegio, vivía en el Barrio el Mallín de Bariloche, con poco dinero y mucha energía todos los niños jugábamos largas horas bajo el alumbrado público, nadie tenía esquíes “eso era para la gente de plata”, nosotros teníamos botas con las puntas despegadas de tanto ser el timón del trineo en la nieve al ir acostados boca abajo, carreras, luchas, choques, rampas pero jamás logramos que un perro tire del trineo para subir las 3 cuadras cuesta arriba tirando del piolín de cable atado al trineo. Ahí aprendí que la nieve no tiene reglas y que la montaña no es más que un juego...
En el país de las sombras largas al salir el sol de medianoche y desaparecer la aurora boreal entre gigantescos bosques de abedules, como un fantasma, apareció sobre esquíes de madera un viejo cazador sami a lo lejos y sin apuro, como todo lo que pasa ahí, caminamos el uno hacia el otro hasta quedar enfrentados me costaba ver su rostro por la media luz y el vaho de nuestra respiración en el aire a -30°C.
Con 19 años me encontraba a cientos de kilómetros hacia el norte del círculo polar ártico en invierno, hace unos días había visto por primera vez la aurora boreal sin saber que era, hacia frio y un poco desorientado empujaba mi trineo, con los esquís seguía la profunda huella abierta por una manada de renos en metros de nieve en polvo, luego de 20 horas de oscuridad salió el sol, rojo, grande, magnifico proyectando nuestras sombras a cientos de metros, largas sombras negras que se movían sobre el blanco de la nieve enrojecido por este sol tan extraño. A mi derecha de entre los arboles aparece un punto lejano que toma nuestro rumbo, era un humano ya a cientos de metros pude ver que tenía ropa de pieles, mas cerca lo pude ver claramente, como de 60 años, un rifle y un cuchillo, tenía un traje de reno con el pelo hacia adentro, el pecho y las patas eran un pantalón jardinero hasta las axilas atado con un piolín de cuero, las patas del reno de cuero grueso eran curtidas en punta y enroscadas como zapato de duende y en esa punta de cuero calzaba la argolla del esquí de madera, tenía un solo bastón y unas grandes manoplas estas si tenían el pelo hacia afuera, la capucha de su traje la apretaba las cejas hacia abajo.
Leonardo con esquíes
Sin entender ninguno absolutamente nada de lo que decíamos el uno al otro charlamos con señas y gestos de sus ropas y equipos. De un bolsillo en el pecho de su jardinero saco una tira de carne seca (por gestos me explico que era reno al igual que su ropa) por cortesía y educación busque de mi trineo y le di un chocolate congelado (por que el chocolate también se congela) Como saludo nos agarramos las manos tapadas de grandes manoplas y seguimos en rumbos opuestos, nosotros hacia el sol, el hacia los bosques.
El representa para mí el origen del esquí el más verdadero esquiador que yo haya visto jamás, sus esquíes le servían para ir de un lugar a otro en busca de algo, un hombre que vivía alejado de los hombres en uno de los lugares más bellos y hostiles de la tierra.
Bajando por la ladera de la montaña
Los esquíes no tienen vida son solo pedazos de madera que evolucionaron por el diseño humano, pasaron de ser herramientas de supervivencia y traslado de cazadores antiguos al entretenimiento de personas abrigadas y sin hambre que nos aburrimos en nuestras casas; Ese instinto de lo que fuimos hace miles de años al igual que el de un perro jugando a cazar una pelotita de goma en el balcón de un departamento.
Salir a la montaña equilibra una energía que esta descompensada por las acciones que los humanos realizamos en pos de nuestras necesidades primarias y otras de sociabilidad, por eso en el transcurso de la vida pasamos gran parte de nuestro tiempo haciendo cosas que no nos gustan como trabajar para tener dinero para comer, dormir, tener cosas y tiempo para ir 15 días de 365 a algún lugar a descansar. El hombre no tiene tiempo de pensar, ni opciones que tomar ya que su instinto social lo ata a la sociedad, al camino que esta dicta con las leyes y la cultura al nacer. No te preocupes tanto por esquiar bonito o veloz el viejo cazador iba tranquilo, sobre tus esquíes podrás aprender a verte a vos mismo fuera de ese contexto social fuera de ese mundo con reglas, tu mente respirara los aires de la libertad, caminaras con la paz, serán los recuerdos que llenen tu vida y los lugares a los que querrás volver el día que ya sea tarde, la solución y las respuestas habitan en cada uno, estar donde puedas escúchalas y tener el valor de seguirlas serán tu destino.
Atardecer en los Hielos
Victor Krajcirik fue en este mundo de las carreras mi mentor, él fue quien me animo a que podía ganar; fue así que con una semanita de preparación, equipo prestado y mucha suerte gane mi primer carrera de ski de travesía Argentina y como arte de magia aparecí en la Copa del Mundo Andorra 2004; asustado y considerándome totalmente fuera de lugar, sentí el disparo de largada y para mi asombro en la primer carrera fui parte del primer cuarto de corredores, resultado que jamás volví a lograr.
De ahí y como una ametralladora de recuerdos tengo flashes en mi mente: respiraciones desde el fondo de mis pulmones, sudor congelado en las pestañas, manadas de humanos desbocados foqueando a toda velocidad, diluvios en carreras por Chile; además de los peores golpes bajando que puedan imaginar, he visto gente dar de lleno contra árboles, contra otros corredores, caer rodando por laderas de 50° y en cambios de pendientes salir volando y darse golpes en los que el ski con la bota se iban por ahí y el corredor quedaba en la nieve con el interior de la bota en el pie.
Muchas horas de entrenamiento en gimnasios, corriendo por escaleras, foquendo en la nieve, realizando transiciones y además perfeccionando la bajada de manera eficiente, muy veloz, pasando palos, comidas apropiadas, buena hidratación y esquiando mucho siempre, además cursos en España, Italia y Suiza. Todo esto se comenzó a volver una rutina deportiva que me alejaba de la aventura y me volví sin querer un deportista de la montaña: una persona que mejora un conjunto de movimientos, gestos técnicos y equipos en pos de ser más veloz o más fuerte, su objetivo son números (tiempos o escalas de dificultad), me esforcé mucho y disfrute de hacerlo no puedo negar que acumule medallas y me sentía feliz por ello hasta que de a poco dejaron de tener valor, había algo que me faltaba; era la hora de cambiar de ser otro, de usar esa habilidad de los aventureros de tirarse por la borda y esperar que algún barco con cualquier dirección los levante del mar. Ese pensamiento rondaba mi mente hacía rato pero me faltaba concretarlo, volverlo realidad.
Larga la carrera, caos, locura, la manda avanza y se lleva todo por delante. Rápidamente los recuerdos generan pensamientos te dan indicaciones “bastones de carbono arriba así no te los parten”, “que no te pisen las tablas así no se salen y pierdes posiciones”, “no te apures esos están cebados en 45 segundos aflojan” como quien sabe hacer su oficio otra vez iba adelante pero ¿para qué? por qué quiero ganar para estar en las revistas, para que me regalen ropa y equipos, por las minitas o por la simple razón de “ESTAR ACA AHORA”, fue así que decidí volver realidad mis pensamientos y perder la carrera. En un segundo surgió otro pensamiento: nunca sabrás si realmente podrías ganar podría caerme o alguien ser más fuerte, el único lugar era delante de la meta “NO CRUZAR LA META”. Vuelvo a mi cuerpo, dolor, agitación, ya no veía al segundo corredor, saco las pieles trabo las botas y me transformo en un halcón volando sobre la nieve de la nada como un flash aparece un niño (calculo brasilero con enterito alquilado) paso por debajo de las cintas de peligro y con su tabla de snowboard cruzaba la pista caminando en diagonal, algo hice para esquivarlo, no sé qué, el niño queda atrás y el único gancho de mi bota se parte perdiendo totalmente el equilibrio y yendo directo a la gente que mira la carrera al mismo tiempo que caía hacia adentro, con un golpe de bastón me incorpore baje un cambio y apunte a chuz a la meta. Frente a todos y frente a Victor frene en seco, los relojes no se frenaron, todos por un par de segundos no entendían, el primero en hablar fue Victor dijo: “Cuny la re mil ##&/## cruza la ##=&& meta” me saque los esquís y pase por un costado.
Fue asi que deje de ser un corredor de esquí y volví a ser lo que fuera que era antes, podía decidir seguir corriendo sabiendo que lo hacía por el presente o ir a las tierras más lejanas en busca de aventuras pero lo que fuese a pasar era mi decisión.
Para mi asombro y el de Victor los reales ganadores me dejaron el primer lugar otra vez y logre que ese trozo de metal, esa medalla, tuviera un gran valor el valor de la LIBERTAD.
En una carrera de esquí en Suiza
En la llegada de la carrera de esquí, Suiza
Eran por así llamarlos “Los años locos” todo el día en Frey (zona del Parque Nacional Nahuel Huapi) apenas direccionado por lo que había aprendido en el Club Andino y los consejos de Pedro Lutthi poco sabia de seguridad y lo poco que sabía no me importaba casi nada. Como no había tablas carbing hacer fuera de pista era complicado los “palices” (esquíes rectos eran muy finitos y requerían de un buen manejo de derrape y acción directriz), vestidos con pantalones de gimnasia, camisas, pullover de lana, algún polar y si había suerte una campera de Ultrex íbamos para abajo a muerte, muchos palos y aliento a ajo, por las costumbres culinarias de la época.
Fue así que en un intento de curva en un peralte de nieve hecho por el arroyo Van Titter enganche una tabla con una pequeña rama de lenga que salía apenas de la nieve y fui rodando hasta caer al agua que justo donde me caí, por el deshielo tenia metros y medio de profundidad, las tablas se atascaron entre ramas bajo el agua por lo que no podía levantar los pies tuve que meter la cabeza bajo el agua y abrir las fijaciones (unas marker de placa roja) cuando encaro a salir perdiendo las tablas me doy cuenta que las correas me atan y tengo que entrar al agua helada, vestido y con mochila otra vez. El rio esta como 3 metros bajo la superficie de la nieve y el metro y medio de agua no me permite pisar en nada a duras penas y casi a punto de caerme al agua otra vez uso los esquíes como estacas clavándolos lo más que puedo, sentándome en uno y luego en el otro, escalando como puedo llego arriba y por ir ultimo, mis compañeros se habían ido lejos, realmente no tenía frio y seguí esquiando hasta el refugio Piedritas. Cada uno me dio algo de ropa seca y me cambie para seguir bajando y ahí me agote por completo a duras penas podía caminar, todo el tiempo me caía y muchas veces caí nuevamente sobre charcos empapándome otra vez, no sentía frio pero era claro que algo no estaba bien, para mis amigos era divertido verme tirado en agua con barro y de a ratos lo era para mí también, entre todos me ayudaron y llegamos al colectivo de ahí directo a la ducha caliente.
Una pequeña ramita de lenga fue suficiente para casi morir, son extrañas las emboscadas que la montaña puede armar con cosas tan simples como nieve, agua y una ramita. Gracias a mi amigo Santiago Marau por ayudarme.
Practicando Snowboard
Leonardo Proverbio en sus esquíes
Leonardo Proverbio al final de la carrera de esquí
Centro cultural Argentino de Montaña 2023