Un Libro para los Changuitos y Chinitas de los Valles Calchaquies
Tuvimos la gran oportunidad de conocer un valioso proyecto educativo desarrollado en La Provincia de Salta por ocho maestras rurales cacheñas y una docente rosarina que reside en Cachi, quienes, en un proyecto de autogestión, emprendieron un largo camino de estudio y trabajo para que sus alumnos –que evidenciaban serias dificultades para aprender con libros que llegaban de afuera– pudieran entrar en el mundo de la lectura, a partir de lo que aman y conocen.
El emprendimiento tuvo como resultado la edición de un libro cuyo nombre, Ñañito lo define, el vocablo significa “hermanito” y el libro es justamente eso, un miembro de la familia que acompaña al niño en los senderos del aprendizaje. Hasta el momento de su creación los libros de lectura con los que las docentes de la zona venían trabajando obligaban al niño a “aprender” a partir de una realidad ajena expresada a través de un lenguaje ajeno también. Ñañito invierte esta situación. El niño puede encontrarse con facilidad “dentro” del libro, y junto a él puede descubrir su entorno familiar y natural.Esto le permite aprender desde su propio mundo, a partir de sus saberes. Le permite enriquecer lo que ya tiene. Le permite, y no es poco, recurrir a sus padres, tíos y abuelos para que lo ayuden, le expliquen, le aclaren aspectos de una realidad que bien conocen. Así, creemos -y sólo así- podrá construir aprendizajes significativos. Así, también desarrollará las competencias básicas que le permitan, entre muchas otras cosas, disfrutar de otro tipo de libros escolares y de la literatura en general.
Ñanito es un inspirador logro cultural que merece ser apoyado, y eso es lo que el CENTRO CULTURAL ARGENTINO DE MONTAÑA está haciendo, aunando esfuerzos con la FUNDACION GRUPO El ABRA, gestora de las dos últimas ediciones.
La docente rosarina María Sara Ruiz integrante del grupo de autoras quien, con su experiencia en la docencia y en literatura tomo a su cargo el proyecto y la dirección del emprendimiento describe asi propia experiencia.
“Llegamos a Cachi pensando que la belleza de su paisaje era respirable. Y que al respirarla podríamos ir asimilándola de a poco, convertirla en parte nosotros, transformarnos en ella.
La vida en cambio, nos llenó la mirada de rostros; los oídos de un acento donde las “o” y las “u” se entrelazaban, las “i” y las “e” eran casi una. Pero no estaba sólo el desafío de encontrar las palabras conocidas, estaba el asombro de las palabras nuevas, y el descubrir, mucho después, que en realidad eran palabras viejísimas, acurrucadas en las voces del valle, conservando su precisión y su belleza.
La vida trajo también la exigencia de qué poner sobre la mesa, el oficio de siempre se convirtió en el camino más seguro. Comencé a trabajar con mis talleres de lectura y escritura. Primero, sesenta niños de la escuela del pueblo. Después, los maestros que se fueron acercando de a poco. Casi al mismo tiempo, un grupo de mujeres sencillas, amas de casa, agricultoras, lavanderas que vaya a saber por qué creyeron que escribir era posible… y lo lograron. Después, los cursos para docentes.
La alegría de verlos de llegar de lejos, volverse de noche sabiendo que no se llevaban ni un punto para el legajo.
Por fin, un curso organizado por el Ministerio de Educación de la Nación. Estaba destinado a docentes de “escuelas prioritarias” todas rurales, y tenía un nombre poco académico “Trenzando ilusiones”. Recuerdo que comenzamos trenzando lanas, viendo cómo los colores se prestaban brillos. Celebrando esa unión de ganar sin perder.
Después, el clásico diagnóstico y las respuestas previsibles: los niños no leen, los padres no leen, no les interesa leer, les cuesta escribir, les cuesta expresarse… Un círculo triste, casi sin salida. Entonces el salto de cambiar la mirada, de animarse a buscar otras causas… y al fin algo que parecía una puerta: ¿Y si lo que lo que le estamos ofreciendo para leer no sirve para que empiecen a leer?
Era una hipótesis posible: los libros les hablaban de un mundo extraño para ellos, daban por conocidas cosas ni siquiera imaginadas… subtes, semáforos, cines, supermercados… No había en cambio, nada querido, ni el rebaño, ni el rastrojo, ni el cocinar afuera de la casa. Tampoco había rostros conocidos nadie que se les pareciera… Y las palabras… ni una. Ni una de las palabras queridas, de esas que se aprenden de chiquito y son como una contraseña para la vida entera.
Había una sola forma de probar si el problema era ese. Ofrecerles algo diferente. Algo que tuviera el calor de lo conocido. Había también un inconveniente: ese material sencillamente no existía.
Comencé a escribir unas cartillas para “probar” con los niños que tenían mayores dificultades, en los grados más altos. Los vecinos y los amigos de mi hijo aportaban cosas elementales: nombres de plantas y animales, información sobre comidas, costumbres de antes, tareas cotidianas. Mis alumnos del Bachillerato para Adultos y las mujeres del taller de escritura entregaban textos hermosos y sentidos. Después los maestros hacían lo suyo, resolvían las consignas para ver si eran claras, aportaban palabras, corregían algún error de interpretación de mi parte, las llevaban a las escuelas y se las entregaban a sus alumnos, que las guardaban en sus mochilas para “hacer en casa”.
Los resultados fueron sorprendentes, leían con interés, resolvían las consignas con facilidad, escribir y leer se convertían en actividades agradables. Y algo más: contaban con el apoyo y la ayuda de sus familiares.
Un abuelo se acercó a la escuelita de Escalchi: “De esto sí sé, Señorita, si usted quiere puedo explicarles a los changos”.
Del curso participaba también una profesora de primer año del Colegio Secundario de Cachi. Allí las cartillas produjeron otro efecto inesperado: los alumnos que venían de los parajes y que generalmente eran los que tenían mayores dificultades, se convirtieron en los más sabios del grupo. Y más de un compañero del pueblo caminó bastante para que, cerca de un rastrojo, alguno de ellos lo ayudara a completar la tarea.
Terminaba el curso de dos años y ya no había dudas. Lo dije sin aviso: “Tenemos que escribir un libro”. El espanto fue grande. Pero la necesidad era aún mayor. Y también el amor por los chicos. Un pequeño grupo se sumó al proyecto.
Nos reuníamos en la biblioteca del pueblo, dos veces por semana. El horario de inicio era bastante incierto. Varias maestras llegaban de escuelas en los parajes. Casi siempre a dedo. En cambio, las tortas nunca nos faltaron. Las mejores, sin duda, las hacía Eva de la Escuela de San José y nos las enviaba de regalo.
Ya que había que escribir, comenzamos con un taller de escritura. Después, hubo que investigar y estudiar: Cultura, Globalización, Educación en Valores Humanos. Todo esto nos llevó más de un año.
Vimos las debilidades y fortalezas de los Valores en la comunidad. Estudiamos propuestas del Ministerio de Educación de Salta. Propusimos temas y temas. Al fin, armamos un itinerario provisorio. Un camino para andar de capítulo en capítulo.
A esta altura ya había habido varios abandonos. Quedamos nueve. Todas mujeres. Lo que siguió, fue escribir y reescribir. Mucho y muchas veces. Acudimos a los vecinos, algunos escribieron, otros nos brindaron información valiosa. También escribían los alumnos y los padres. Juntamos mucho material y sólo pudimos incluir un poco. Nuestro trabajo fue redactar textos que unieran las distintas voces, escribir sobre los temas que faltaban. Sumamos algunos poemas de autores conocidos. Tres años más, para llegar a decir: parece que está listo.
Mientras tanto Tina Gonza sacaba fotos para el libro. Casi nadie se dejaba fotografiar, el Ñañito está lleno de sus alumnos y sus sobrinos. Sobre el final hubo que salir a buscar fotos específicas.
Me quedó el trabajo de diagramación. Lo hice todo en Word. Sin internet en casa era difícil conseguir delfines, colibríes, ardillas.
Pero siempre de una u otra forma llegaba lo que necesitábamos. En La Calera, Córdoba, conocí a Noemí Luvini, una pintora excelente, un alma clara. Le pasé las fotos de los paisajes y de las personas. Los chicos debían encontrarse y encontrar a los suyos también en las ilustraciones. Noemí dibujó con amor. Nos regaló su trabajo con la alegría de quedarse adentro del libro y de llegar en él a esos niños que veía tan hermosos.
Todo ya estaba listo. Comenzaron a llegar las declaraciones de interés pero… Las cartas que enviábamos al gobierno de la Provincia se perdían por el camino. También, los originales (carpetas gordas y a color, que nos resultaban tan caras). Las muchas fundaciones que visitamos tenían otras prioridades. El libro se imprimió recién en el 2014.
El itinerario de ediciones es una red de manos que lo ayudaron a llegar a los chicos. Cada edición contó con el aporte de personas solidarias.
La primera impresión llegó desde Tucumán y sumó una cadena de manos que llegó hasta España. Primera impresión: mayo de 2014 - 220 ejemplares Gestión desde Tucumán, del Padre Tommy Dell’Oca, el grupo “Juventud que se Mueve” y Betina Mackcimovich. Contó con el auspicio del Banco Francés, el Proyecto “Más Libros, más Educación”, Fundación Mater Admirablis y Editorial Patris Argentina.”.
Presentamos esos libros en la Iglesia San José de Cachi. Nos acompañó todo el pueblo. El Padre Enrique lo recibió como ofrenda. Lo puso sobre el altar. No era el libro, eran las horas, los años dedicados a ese sueño. El trabajo ofrecido. Después, las autoras pusimos nuestra firma para sacar un crédito para la primera edición. El crédito de la “Fundación Barca de la Esperanza”, vino también de manos hermanas.
Los libros llegaron a diez escuelitas rurales. Probamos que sirve. Los niños leen con placer y alegría. Cuidan sus cartillas. Avanzan en comprensión lectora. Disfrutan las propuestas para expresión oral. Escriben con entusiasmo. Cuentan con el apoyo y ayuda de sus familias. El Ñañito se va con ellos a cuidar los rebaños. A principios de este año, nos encontramos con la Fundación “El Abra”. Mónica Mamaní, una de las autoras, les acercó un libro y sus integrantes vieron en él todo lo que nosotras veíamos.
A partir de entonces caminamos juntos. El Ñañito encontró nuevos caminos. Donde sólo veíamos cerrazón, nos ayudaron a encontrar el abra. Un abra que no une lugares sino personas.
Este es el detalle de las ediciones que fuimos haciendo:
Primera Edición: octubre de 2014 – 100 ejemplares Financiada por las autoras mediante un crédito de Fundación “Barca de la Esperanza” de Salta Capital.
Segunda Edición: noviembre de 2014 – 100 ejemplares. Contó con el auspicio de ADP – Asociación Docente Provincial de Salta.
Tercera Edición: junio de 2015 – 250 ejemplares Pudo editarse gracias a las gestiones y colaboración de Fundación “Grupo El Abra” – Cachi
Cuarta Edición: julio de 2015 -250 ejemplares. Financiada mediante la campaña “Un niño, un libro”, organizada por el Equipo Docente Amancay y Fundación “Grupo El Abra.
Ahora podemos hablar de una “red ñañito”, personas de distintas edades, con distintos talentos, que desde su lugar en el mundo, aportan lo que pueden (conocimientos, tiempo, posibilidades de difusión, ideas o dinero) para que nuestro libro llegue a más niños pastores, a más niños vallistos. Una red abierta, que si querés, te espera.”
Cuando participamos en Julio pasado a la presentación, en la Casa de Salta de la cuarta edición fuimos descubriendo a lo largo de las exposiciones que al abrir “Ñañito”, los niños encuentran su ámbito cotidiano, sus costumbres, su historia, sus palabras y las voces de sus padres, abuelos y vecinos que pueden identificarse con las fotografías y con las ilustraciones que los representan y como el libro, a partir de lo que les es conocido puede invitarlos también a conocer otras realidades. Capítulo a capítulo se los lleva de la mano a conocer nuevos lugares, formas de vida, plantas y animales, explicándoles lo que desconocen.
Ñañito es un libro de creación comunitaria ya que participaron en su elaboración familias y vecinos vallistos que encarna los derechos sin recitarlos y nos inspiran con su ejemplo, el libro está enmarcado en Valores Humanos, no recitados, sino encarnados en las distintas lecturas, donde el respeto a la Vida y la celebración de las diferencias, brinda a los lectores de “Nañito” una experiencia de Educación para la Paz.
El acompañamiento de la Fundación Grupo El Abra fue determinante para llegar a la edición de estos ejemplares presentados en la Casa de Salta. Esta Fundación está conformada por un grupo de personas unidas en la protección, promoción y desarrollo de los valores que constituyen el Patrimonio Natural, Cultural Tangible e intangible de la Argentina y en particular del Alto Valle Calchaquí. En este caso demostraron el compromiso con sus propósitos colaborando con el proyecto editorial de“Nañito”.
La Senadora Norma Morandini, quien concurriera también al acto en la Casa de Salta nos hizo llegar estas reflexiones:
“María Sara Ruiz no invoca los Derechos del Niño. Sin demagogias, los consagra. Sabe que para reconocer al otro como a un igual, lo único que hace falta es la humildad de aprender de ese otro, aunque se trate de un niño y ella sea la maestra a la que se otorga la autoridad del saber y el un niño pastor al que debe enseñar a leer.
Ella es la docente que se formó en el centro del país, Rosario y ahora vive entre “ñañitos” en Cachi, ese pueblo blanco como su gente, suspendido entre las montañas. Aprendió con ellos, sus familias, sus pastoreos y sus carencias. Sara sabe que la educación en Derechos Humanos es la que prepara ciudadanos para vivir en paz, en la igualdad, lo que no significa uniformidad. Por eso respeta esa diversidad de vidas y culturas que viven entre el cielo y la cordillera.
Y porque tiene la generosidad de los que son verdaderamente sabios, utilizó su don de poeta para inspirar a las maestras rurales de Cachi. Un trabajo paciente y solitario que comienza a tener el reconocimiento más allá de los valles norteños. En tiempos de cinismo y desesperanza, el “Ñañito” nos devuelve nuestra mejor identidad, la que hizo de la educación la apuesta más verdadera. Porque por donde el “Ñañito” pasa, va sorteando los obstáculos.
Tal cual sucedió con la Fundación Grupo El Abra, que tomó el nombre del accidente geográfico que dejan las aguas o los terremotos y franquean el paso en la cordillera. Y eso es lo que hicieron con Ñanito abrir nuestros corazones, que es el mejor paso, a los otros, a esos hermanos salteños tan iguales a los de mi norte cordobés, iguales por la cadencia del decir, por las palabras compartidas, como también por decirles “ñanitos” a nuestros hermanos. Resta que los despachos desideologicen la educación, eliminen el adoctrinamiento que es incompatible con una educación en Derechos “
Ñañito está prioritariamente dirigido a alumnos de escuelas rurales del Alto Valle Calchaquí, aunque también podrá apreciarse en zonas urbanas de la misma región ya que están insertas en medios rurales.
Consideramos que también podría resultar de interés para las escuelas ubicadas a lo largo de todo el Valle Calchaquí, desde el Departamento de La Poma (Salta) hasta Santa María (Catamarca) ya que constituye una unidad geográfica, histórica y cultural. Sus autoras recomiendan su uso a partir de cuarto grado de la escuela primaria. Como las escuelas rurales trabajan con pluriaños, los docentes pueden compartirlo con niños de distintos grados. Docentes y familiares son también lectores previstos por Ñañito.
Ñañito multiplicará su alcance a lo largo del tiempo, ya que es material destinado a perdurar y es un libro comunitario ya que Docentes, niños, padres, abuelos, vecinos en general entrelazan sus voces y testimonios en este libro.
Las autoras, en su mayoría cacheñas y todas residentes en el Departamento de Cachi, forman parte de las comunidades escolares en las que se desempeñan como docentes. Conocen esta realidad por ser parte de ella. Todo el libro esta á fundado en los Valores Humanos y bien puede decirse que éstos son la razón primera y última de todo este trabajo. El respeto por la Vida, en todas sus formas; la valorización de la familia (en sus distintas formas de constituirse), la solidaridad y el trabajo son constantes en el texto pero no como declaraciones sino encarnados en situaciones de la vida cotidiana.
Dada la problemática de la región, el libro rescata y desarrolla explícitamente el derecho al estudio y el derecho al juego. Esto no quita que en forma implícita se aluda una y otra vez a los otros derechos trascendentales. Junto con el respeto por todo lo creado, el libro nos muestra a todos como miembros de la familia humana. Invita a pensar y a celebrar las diferencias. A ver lo distinto no como peligro, sino como riqueza común. Y a sentir que la diversidad es uno de los mayores dones que compartimos como Seres Humanos.
Ñañito es un libro pionero porque integra sus contenidos con los Valores Humanos y los Derechos del Niño, dentro del marco de la Educación para Paz.
Son sus Autoras: Dora Betty Laureano, Gregoria Clementina Gonza, Mabel Evangelina Chiliguay, Margarita Viveros, María Sara Ruiz, Mónica Monserrat Mamaní, Nora Liliana Guaimás, Norma del Valle Romero de Rodríguez, Rosa Sofía López Proyecto y Coordinación: María Sara Ruiz.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023