Actividades · Viajes y expediciones

Historias en la estancia El Cóndor a orillas del Lago San Martín, Provincia de Santa Cruz

Muchas experiencias e historias en una estancia cercana a El Chaltén

Diego Fernández

Diego Fernández

Edición: CCAM



 

 


- Por Diego Fernández -

 

La Cachaña sale a recorrer la patagonia austral, y en el comienzo de sus travesías, visita una mítica estancia cercana a El Chaltén. A orillas del majestuoso Lago San Martín, se erige orgullosa, Estancia El Cóndor.

Nota de fecha - 21/10/2013 -
 

Estancia El Cóndor, a orillas del majestuoso lago San Martín, provincia de Santa Cruz, Patagonia Argentina.
Foto: Alejandra Berardi

 

Seis treinta, amanece en El Chaltén. Día perfecto para viajar, para recorrer la provincia de Santa Cruz, lo más cerca de la Cordillera de los Andes que se puede. Lago San Martín es nuestro destino este fin de semana, adentrándonos hasta el brazo Maipú de este majestuoso espejo de agua, que corta la frontera entre la Argentina y Chile, llegamos hasta la última estancia en el final del camino.
 

Nuestro periplo se inicia desde El Chaltén por la ruta provincial Nº 23, tomando hacía el norte la legendaria ruta 40, y al llegar a Tres Lagos, bajando por la provincial 31, para desviar finalmente por la provincial 33, hasta el final del camino, donde sobria, cálida y cargada de historias nos espera esta tradicional estancia de la patagonia.
 

Invitados por su administrador, Jaime Smart, este cronista, Alejandra, nuestra fotógrafa y Marcelo, quien oficia de chofer, nos disponemos a conocer este lugar varias veces visto en mapas, y anhelado de conocer por relatos, historias y anécdotas, leídas u oídas. Hoy enviados por La Cachaña, para reflejar y sentir por medio de esta crónica, este rincón mágico de nuestro país.
 

Luego de dos horas de ripio y paisajes que se pierden en el horizonte manchado entre nubes y un suave celeste del cielo, arribamos al casco principal de la estancia, rodeada de álamos, para contrarrestar el viento a orillas del brazo Maipú del Lago San Martín, donde se encuentran enclavados los cinco edificios que componen el área habitada de la estancia.
 

Este fin de semana un heterogéneo grupo de turistas argentinos se dispone a participar del curso de Doma Natural que propone El Cóndor como actividad y que dicta la domadora suiza, Caroline Wolfer.
 

Si bien no escapa a las actividades que suele ofrecer la estancia para sus visitantes, además de sus inimaginables paisajes, las cabalgatas y los extensos senderos para caminar, también se encuentra aquí Alejandro Serret, responsable desde hace más de una década del área de Conservación, recursos, historia y cultura de Cielos Patagónicos S. A. empresa argentina propietaria de El Cóndor y otras estancias y emprendimientos similares en la patagonia.

Casa de huéspedes de la Estancia El Cóndor, Lago San Martín. Fotos: Alejandra Berardi

 

Recibidos por el mismo Serret, quien nos presentó a Jaime, nos disponemos a acomodar nuestras mochilas y elementos de trabajo en la que fuera la casa principal de la estancia hasta hace algunos años, y que fue construida allá por 1909, con la técnica ancestral del adobe, hoy de vuelta en auge con la construcción natural o permacultura.
 

Restaurada a nuevo, siguiendo las mismas formas de trabajo y materiales que el terreno alrededor de la casa ofrece, por otro de nuestros anfitriones este fin de semana cargado de actividades. James D. Lewis, aunque su nombre no lo parezca, es tan argentino como el mate, y tan patagónico como las Islas Malvinas, y es que desde allí arribó a los tres años para no irse más de territorio continental.
 

Haciéndonos sentir como en casa, se dispusieron los tres a ofrecernos dos días que recordaremos para toda la vida.
 

La estancia posee una confortable casa de huéspedes que esta semana alberga a un entusiasta grupo de conocedores de los caballos y que arribaron a este encantador rincón de la argentina, casi montado a la Cordillera de los Andes, para conocer un poco más sobre el arte de la Doma Natural.

La franca sonrisa de Roxana y su cálida atención, acompañada por la experta mano gastronómica de Maxi, en la “Casa de Huéspedes”, aunque con solo cruzar la puerta, es difícil no sentir que uno ingresa en su propio hogar, ofrece seis habitaciones, sencilla y confortablemente amobladas y decoradas, manteniendo en todo la armonía con el entorno, y el estilo de las construcciones y decoraciones originales de gran parte de las estancias patagónicas, establecidas desde principios del siglo pasado.
 

En las dos chimeneas, una en el living principal y la restante en el comedor, siempre hay fuego ardiendo para que la calidez, no solo se sienta en el espíritu, si no que al regresar de alguna de las actividades que pueden realizarse fuera, uno recupere a su lado rápidamente el calor corporal, acompañado por algún te de hierbas y alguna de las especialidades que Maxi prepara en la cocina de la casa, con los productos naturales que allí mismo en la huerta, se consiguen o los que toma de la naturaleza y se pueden encontrar con tan solo salir a recorrer algunos de los parajes cercanos al casco principal.
 

Lago San Martín. Foto: Alejandra Berardi

 

El viento sopla incesante bajando desde los andes y recorriendo la costa del brazo Maipú donde descansa en un recodo el caserío que conforma la estancia, acariciado por el río Cóndor, que baja haciendo tronar sus aguas por un cañadón de hasta cincuenta metros de altura y bautizado por los lugareños como “La Candonga”.
 

Un pequeño corral para caballos con un imponente paredón como telón de fondo en la orilla opuesta del lago, sirve hoy de escenario para las actividades programadas por El Cóndor. El personal del campo, se mezcla entre los visitantes y la cordialidad y camaradería hacen que solo sea posible diferenciarlos por la destreza con la que se mueven entre los animales y con la habilidad que manejan los caballos principalmente.
 

La estancia posee una extensión de casi 40.000 hectáreas. Y además de las actividades especiales programadas, como las que se desarrollan este sábado y domingo, tenemos la posibilidad de realizar una cabalgata y caminar por varios de los senderos que la atraviesan, hasta llegar al puesto “La Nana”, cercano al viejo casco de la estancia, hogar de Jimmy Rabdoone y su compañera Juana, sobrina del cacique tehuelche “Mulato”, habitantes de la zona en el año 1906, a pocos kilómetros del hito 62 en la frontera con la república de Chile y camino a la localidad de Villa O’Higgins, pueblo chileno, a orillas del lago homónimo.
 

Entre las vistas más atractivas y emocionantes se encuentran las del “Cordón pilotos de Malvinas”, bautizado así en honor a un grupo de pilotos que participaron en el conflicto bélico por el archipiélago de las Islas Malvinas, entre Argentina e Inglaterra en el Atlántico sur en 1982 (16 de abril de 2013 - Ascenso y homenaje en el cordón Pilotos de Malvinas en lago San Martín). Los cuatro picos que se visualizan, tanto desde los alrededores de la estancia como desde el camino panorámico que realizamos al atardecer junto con nuestros anfitriones y los demás visitantes, llevan los nombres del “Teniente de Navío Marcelo Márquez” y el “Teniente de Fragata Daniel Miguel” de la Aviación Naval, y del “Capitán Luciano Guadagnini” y el “Capitán Ricardo Lucero”, de la Fuerza Aérea Argentina, todos combatientes durante la guerra de las Islas Malvinas.

Al caer la noche, el impactante color turquesa de las aguas del San Martín, se refleja oblicuo en los manchones de nubes que recorren el cielo mientras el sol se va apagando, y los cóndores juegan a cruzar alas entre las ráfagas de viento que no cesan como en toda la jornada, brindando un espectáculo que a todos deja maravillados y felices por ser testigos de una presentación fuera de programa, aunque nada excepcional en estas latitudes, a decir de nuestros guías.
 

Estancia El Cóndor, Vista del Lago San Martín. Foto: www.vivirlacordillera.blogspot.com.ar

 

Así como al mediodía, James y Alejandro nos brindaron, a modo de bienvenida, un riquísimo puchero al mejor estilo campestre cocinado a leña y servido junto al fuego, en la casita de huéspedes que nos hace de hogar, con la llegada de la noche llega el momento de sentarse a la mesa principal de la casa, donde Jaime nos invita a conocer la excelente cocina de Maxi y a compartir las experiencias del día con los demás visitantes.
Con productos orgánicos, carnes y pescados de la propia estancia, sumados a una bien elegida propuesta de vinos tintos, la cena transcurre en el clásico ambiente familiar de toda mesa de amigos en argentina, lo cual sumado al entorno inconmensurable que la rodea, hace de la noche una experiencia única.
 

Cerrando la jornada, las luces que produce un grupo electrógeno se apagan a las 23:30 hs y así toda la estancia queda a oscuras y en silencio. El paso cansino de los caballos en los corrales, algún ave nocturna que viaja de árbol en árbol agitada por el viento que arrulla el inicio del descanso diario, invitan a detener un rato los pensamientos, contemplar un cielo poblado de estrellas y cometas, y dormirse pensando que se tiene el privilegio de habitar, por un par de días, ese paraíso en el que descansó Dios, el séptimo día.
 

Domingo, el sol sale temprano, el viento nunca se fue a dormir. El agua del mate se mantiene a temperatura sobre la cocina a leña encendida hace rato, unas galletitas caseras de cereales recién orneadas acompañan al grupo rumbo a una nueva jornada de doma y caminatas por los terrenos de la estancia. En la parada del mediodía para almorzar, el trabajo periodístico llama a ser cumplido y una informal charla con la “suiza Caro” ameniza los sencillos y gustosos platos concebidos por Maxi y que Roxana nos ofrece siempre sonriente.
 

Una última recorrida por la laderas de los cerros que rodean la estancia, algunas panorámicas para llevarse impresas en la retina, sentir el viento agitarse entre las alas de las Águilas y los Cóndores, soñar con algún Huemul, y hasta ansiar la adrenalina de cruzarse un puma, dejan la expectativa abierta para poder volver.
 

Nos despedimos de todos nuestros compañeros de esta primera incursión de La Cachaña fuera de casa, retomamos el sendero de vuelta a El Chaltén, dejando esta magnífica estancia detrás, pero siempre teniéndola en el horizonte.
 

Antes de volver al pavimento civilizador, una última postal nos recuerda que la magia de la patagonia austral es impredecible.
 

Un árbol bandera, nos marca el camino al hogar.

Viejo casco de la Estancia El Cóndor de 1909 (izquierda), Caroline Wolfer en el curso de doma natural.
Foto: Alejandra Berardi



Fuente: www.lacachania.com.ar
 

 


 


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