Un grupo de socios del CAB realizó una expedición a los Hielos Continentales
Noticia publicada el 18/04/2013 -
En noviembre del año pasado un grupo de socios del CAB realizó una expedición a los Hielos Continentales. Comparten el relato de la experiencia vivida y una selección de la gran cantidad de imágenes tomadas.
Acá estamos. Otra vez en la montaña. El 24 salimos de Bariloche con la ilusión de conocer este lugar maravilloso. Nos plegamos con Norbert Baumann al grupete de dinosaurios compuesto por Juan Pablo Ordóñez (la Parka), Micky Schlamp, amigazo de siempre, el Doc. Guido Iglesias, el negro Carlos Díaz y Claudio Oña, amigo cordobés, ex Balseiro como Micky y la Parka.
Un grupo de diversos orígenes, pero con una pasión comùn por la montaña y la buena onda; cada uno disfruta de los detalles de este mundo natural de belleza indescriptible, con un viento salvaje, las lengas acostumbradas a sus azotes, las paredes gigantescas, los glaciares y arroyos turbulentos… una armonía sublime.
El sábado 24 salimos de Bariloche, ya disfrutando allá de la primavera con los lupinos y las retamas reventando de colores. Tuvimos un buen viaje; el primer dìa paramos en Perito Moreno, pueblo tranquilo en el que se mezclan los jóvenes con algún que otro paisano a caballo.
Al dìa siguiente, domingo 25, cargamos combustible (previa màgica reparación de un par de bidones por parte de Micky), y seguimos rumbo al Sur, por esas pampas interminables, con algunas nubes que siempre te sorprenden con sus luces y colores. Una en especial se desprende hacia abajo como si tuviera una cabellera blanca que llega hasta la tierra.
Los cielos cambiantes de nuestro Sur son siempre impresionantes.
A la tardecita llegamos a Chaltèn. El Fitz nos recibió vestido de gala: totalmente despejado. La vista se perdía en montañas indescriptibles, arrancando desde el glaciar y lago Viedma, pasando por los circos del Torre y del Fitz, hasta el Vespignani al norte.
Paramos, sacamos un montón de fotos y después llegamos al pueblo. Acá pasamos por Gendarmerìa, por lo de Paul Cotescou y lo de Rolo, y nos fuimos cargados de datos a la cabaña de la estancia de los Huemules. Una casa de lujo, con 6 camas armadas, living gigante y vistas para todos lados.
Todo coronado con un terrible asado, como para irnos a dormir con la panza llena y el corazón contento.
Hoy 26, amaneció con nubes y un vendaval que hacìa temblar la casa. Nos levantamos tranquilos, pensando en dar una vuelta por ahì esperando el buen tiempo. A media mañana llegó Paul, y nos dijo que hoy habrìa mucho viento pero que mañana empieza a mejorar. Ahì nomàs decidimos arrancar, asì que armamos las mochilotas y nos organizamos para salir. La casa era un caos de esquíes, sogas, grampones, carpas, comida, etc., etc. Al final todo entrò en 7 rascacielos, a las que agregamos 3 trineos par arrastrar en el hielo.Racionamos la comida con lo mínimo indispensable, y pese a todo los pesos fueron entre 25 y 35 kg.
A las 3 arrancamos y a buen paso llegamos a Piedra del Fraile.
El vendaval sigue, y si nos vamos de acá donde acampemos se va a volar todo. Así que decidimos quedarnos, hicimos un lindo fueguito, comimos una sopa y arroz, y mañana amaneceremos temprano.
El humor del grupo es excelente, y pese al mal tiempo estamos disfrutando del bosque de lengas y de los paisajes que aparecen y desaparecen entre las nubes.
Extraño a Clau y a mis chicos. Tengo la mezcla del placer de estar en lo natural con la incertidumbre del “qué vendrá”. Quiero subir al Hielo, y ojalá podamos ir al Gorra Blanca. No quiero correr riesgos; me gusta ascender pero necesito buscar más en mis adentros, sin riesgos que me estrenes. Mis compañeros son buenos montañistas y, quizás por su experiencia o por la edad (algunos más otros menos pero todos cerca de los 50), creo, todos quieren lo mismo: el sabor de alguna meta sin arriesgar el pellejo. No sé si me estoy poniendo grande, pero cada vez más quiero la paz, el disfrutar el ahora, y compartirlo con los que más quiero: Clau, mis chicos y mis amigos. Acá estoy con amigos, la re disfruto, y además no dejo de pensar en la familia, con ese lindo saborcito del cariño que nos une.
Ahora disfruto del fueguito, de esos que ya escasean porque están prohibidos por todos lados. Disfruto del calorcito, del humo y de la charla con los chicos. Mañana será un nuevo día. Estoy contento, desenchufado.
Martes 27 de noviembre. Nos despertamos tipo 7,30, hicimos otro fueguito, y después de un frugal desayuno salimos de Piedra del fraile hacia arriba.
A los pocos metros desapareció el bosque de lenga y continuamos en la margen derecha del Río Eléctrico por un valle glaciario que año a año va creciendo (porque el glaciar Marconi se va achicando).
Después de unas tres horas llegamos a “la playita”, al fondo del Lago Eléctrico, caminamos algo y continuamos avanzando. Llegamos a otra lagunita sin nombre, que los chicos cuentan que hace 20 años no existía.
La bordeamos por el Sur; la vista es siempre imponente, con el Fitz ahora a nuestro Sur, el Polone y otros paredones impresionantes.
El viento se hace sentir, y a veces no te deja caminar. Después de la lagunita nos subimos a la morena glaciaria, que casi no tiene grietas, y en esa zona es más bien una mezcla de hielo negro con más piedras que hielo. Cuanto más subimos más hielo.
A las 2 más o menos llegamos a ala “Piedra movediza”, una rocota de 4 mts de alto que cada año está más abajo.
Ya ahí había que esquivar algunas grietas angostas, muy francas, siempre hacia arriba. Después subimos por un nevé, y a nuestra izquierda dejamos unos bloques y cascada de hielo del Marconi, que cada tanto tronaban cayendo hacia el valle.
El paisaje, cada vez más sublime, con nubes que ocultaban y mostraban cumbres con distintos colores. Ya a las 4 de la tarde subimos por unos escalones de piedra a las nieves eternas del Glaciar Marconi.
En ese lugar, FIESTA! A ponerse las raquetas, y los esquíes de travesía!
Bajamos un montón de peso de las mochilas, y además un poquito más arriba, llegamos a 1200 mts + o - y la pendiente se hizo suave, así que metimos un montón de carga en los trineos, lo que hizo aún más ligero el peso de las mochilas.
El paisaje es sublime: hacia el Sur las cumbres más lindas desde el Oeste, tanto del macizo del Fitz como del torre.
Hacia el Norte, el Gorra blanca, y hacia el oeste se ve un horizonte alto y plano, donde se intuye el Hielo Continental.
El grupo siempre de buena onda, un poco cansados pero disfrutando de la tarde, cada vez con menos nubes que presagian buen tiempo.
Ya a la tardecita, después de cerca de 12 horas de marcha, llegamos al Refugio Chileno “Gorra Blanca”. El lugares increíble; el paisaje de montaña más lindo que conozco: además de los cerrazos al Sur (desde la Guillaumet hasta el fitz y desde la Standard hasta el Torre), se ve el Marconi, y abajo, hacia el Oeste, el Hielo Continental, gigantesco, comprendiendo el Glaciar Viedma, el Cerro P. Moreno, el Lautaro, el Bea, y cerros que se pierden en la eternidad.
Cientos de kilómetros de largo y ancho de un mar maravilloso de hielo perfecto, plano como si fuera un grandísimo lago, con el sol poniente y las pocas nubes que engalanan la tardecita.
Entramos al refugio cansados, y oh sorpresa! Lleno de barilochenses! El Tano Màsperi con clientes que se van al P.Moreno, Nahuel Campione, Martìn Arabia, Gaspar Lamuniere y otros amigos que van a dar la vuelta a los hielos, y nosotros, somos màs de 10, en un clima excelente de camaradería, compartiendo mates que pasan a sopas, cenas y a dormir!
Nos tocó en el piso por ser los últimos. Los primeros durmieron en cuchetas con colchones tan buenos como lo de casa.
A las 6 todo el mundo arriba, y los turnos se mantuvieron: todos los demás partieron cerca de las 8, y nosotros nos quedamos, algunos durmiendo, otros haciendo fiaca, y arrancamos recién a las 11 para el Circo de los Altares.
El Doc decide quedarse a descansar solo en el refugio, onda “retiro de silencio”, mientras el resto partimos con los 3 trineos, y demás petates para el Circo de los Altares.
El día, soñado: ni una sola nube, cielo celeste perfecto, con las montañas y el hielo resplandecientes con el sol.
Claudio y el Flaco van con las raquetas, y los otros 4 con esquíes de travesía. Les pusimos las pieles por prudencia, aunque también podíamos bajar sin ellas. Ya en el extenso plano, a mediodía (a las 2), hicimos un lindo picnic en el medio de la nada, a sol pleno en la pampa helada: Galletitas, salame y queso, charla y contemplación del paisaje, con la falda Oeste del Cerro Marconi norte cerca nuestro.
Incluso tuvimos el lujo de ver una avalancha que se cortó para nuestro deleite.
Terminamos de comer y seguimos sin prisa ni pausa. Daba para ir sin pieles, asì que patinábamos con trineos y todo, disfrutando de los hermosos cerros que iban cambiando lentamente a nuestro paso.
Nos enganchamos filosofando con Micky, contando nuestras historias de vida después de muchos años sin compartir horas de montaña… de golpe, el Torre a la izquierda aparece como un terrible rascacielos de màs de 1500 metros de desnivel, coronado con un gigantesco hongo de hielo.
Unos metros màs adelante se abre, como una bahía en el frente de las montañas. ¡El circo de los altares!. Se ve las gujas “al alcance de la mano”: el Domo Blanco, el 4 dedos, la Bìfida, la Standard, la Egger, el Torre, el Adela, todo en un par de kilómetros de circo.
Impresionante e indescriptible. Son las 6 de la tarde; ahí está el grupo de Nahuel, que puso sus carpas arriba de las piedras que hay sobre el glaciar.
Nosotros optamos por acampar sobre la nieve, que es más plana. Armamos prolijito las carpas y, como el tiempo es ideal y pinta mantenerse, no les hacemos protección para el viento.
Hicimos una polenta riquísima con queso y pumarola, y a las 10, con el crepúsculo, nos metimos a dormir.
Encima salió una lunota llena que iluminaba cada torre en forma increíble. Incluso detrás de la 4 dedos, con el crepúsculo se distinguía otra cumbre de distinto color: el Fitz que emerge desde atrás de todo el Circo.
A las 3 a m Micky se despertó y vio tres linternas de escaladores que estaban ascendiendo al Torre por el coll de la Esperanza. Me parece increíble que escalen esa mole, con eso hielos colgantes, pegados a la pared, y extraplomos incluso helados, que muestran la ferocidad del viento que les pega la nieve desde el oeste, que queda congelada en la pared, como arañas mágicas, desafiando la gravedad…
Hay que tener una capacidad especial para eso: no sólo experiencia y aptitud física, sino sobre todo cabeza para bancarse una escalada tan extrema. Impresionante e impensable para los comunes como yo. Admiro esa gente… creo que son, en el montañismo, como los mejores en otros deportes… Un Messi en el fútbol en cierto modo tiene la sutileza de un escalador en el Torre o en otras paredotas o cerrazos que uno admira desde abajo…
29 de noviembre:
Nos despertamos tipo 6 a m y tranquis, tomamos te, comimos galles y partimos de regreso al refugio. Siempre el espíritu es excelente, y el grupete se mantiene feliz. Nos despedimos del grupo de Martín y Nahuel que parten pare el Sur, y regresamos rumbo al norte hacia el refugio chileno.
Con Micky arrancamos sin pieles, esquiando la primera bajadita, después meta patinar, con un dìa bien distinto al anterior: el cielo jaspeado con nubes lenticulares y también nubes bajas que avanzan por el glaciar Viedma como si fuera una correntada pegada al hielo soplada por el viento desde el Pacífico.
El paisaje otra vez sublime, con dolores que van desde el gris plomizo hasta el celeste, incidido por los caprichos de cada nube, y con el plateado perfecto de los hielos que va cambiando según como le da el sol.
A mediodía paramos en el mismo lugar que ayer, y, haciendo honor al Circo de los Altares que visitamos ayer, hicimos el “Almuerzo de los Dioses”, con más galletitas, salame, queso y algo de chocolate de postre.
Arrancamos de nuevo y, a las 4 de la tarde, llegamos al refugio.
Acá nos esperaba Guido, con un mágico te, que fue seguido por sopa de cabellos de angel. Un manjar para los cuerpos sedientos y cansados del equipo, al que llamo “CUCA” (Cuesta brava –Centro Andino Atómico o sea CACA): Norbert y yo venimos del Cuesta, y el resto nos permitieron colarnos al CACA; la mezcla salió CUCA del CAB ya que tenemos al Andino en común. Bueno, uno en la montaña se conoce como es, no hay nada que ocultar, y se ha dado un grupo mágico: todos dispuestos, colaboradores, con espontànea predisposición a armar, desarmar, cargar, cocinar, lavar, etc., y compartiendo la admiración por este lugar único. Què mas se puede pedir? No siempre se da, pero hasta ahora hay una armonía excelente.
Vinimos sin mate, pero Micky, que se las arregla para arreglar todo, armò con una bic una bombilla y con eso compartimos unos ricos mates. Ahora Guido està armando un rico arroz, y la idea es dormir temprano y, si el tiempo acompaña, los esquiadores tirar temprano el Gorra Blanca y luego bajar juntos hacia el Eléctrico.
30 de noviembre: Hoy fue un día inolvidable.
Con la ansiedad de la ascensión, anoche casi ni dormí. A las 4 a m sonaron las alarmas y al toque nos levantamos con Norbert, Micky y el negro para salir hacia el Gorra blanca. Guido, ré pata, se levantò con nosotros diciendo aue querìa ver el amanecer. A las 5 y media salimos con los esquíes, dejamos lo que no llevaràmos a la cumbre en un “nunatak” y ahì nomás calzamos las pieles para subir al Gorra Blanca.
El amanecer era indescriptible: la luna redonda poniéndose sobre los cerros nevados, detrás del Refugio al Oeste, Y al Este el sol reflejando con sus primeras luces al Fitz.
Al Norte, todavía en sombras, las pendientes nevadas del Gorra blanca.
Arrancamos hacia arriba, con la premisa de volver a las 14 para juntarnos con Guido, Claudio y Juan Pablo en la bajada. El tiempo era medio justo, pero valìa la pena.
Subimos con pieles hasta un coll a 2400 mts, y ahì cambiamos lo esquíes por grampones.
Las nubes, que temprano se veían lejanas, a las 9 de la mañana se metieron en el Gorra y todo se fue transformando en una espesa niebla que cubría toda la montaña.
Cada tanto se abría, dejando entrar el sol y se veían cada vez con más detalles las cumbres cercanas.
Micky armó cordada conmigo, e iba adelante ya que ya conocía la subida. Norbert se encordó con el Negro, y seguimos subiendo, paso a paso. Había pequeñas grietas, y un par de veces con Micky metimos la pata en alguna, sin consecuencias.
Cerca de las 11 llegamos a la zona de los hongos cumbreros; la nube seguía impidiendo descifrar el camino de subida; en un momento intenté pasar un resalte sin lograrlo;, había una barrera longitudinal de hongos de hielo que se escondía en la niebla, por lo que no encontrábamos la pasada. Hacia el Norte me imaginé un pasito de unos 3 mts. De desnivel y lo intenté subir a piquetazos y gramponazos limpios, pero cada vez que me paraba las alitas de ángel se destruían bajo mis pies.
Después de unos minutos de patalear sin lograr pasar el realce, para tranquilidad `propia y de mis compañeros, decidì volver. Norbert, que estaba detrás, tuvo màs suerte por su lado y encontró una pasadita en forma de tubo que nos permitió pasar el resalte.
El tema no terminaba ahí porque después se hacìa un zigzag para el Norte, y se llegaba a una grietota que había que esquivar por el Sur.
Ya en el filo cumbrero tuvimos que dar una vuelta expuesta por el Este y así llegamos al hongo cumbrero, que se parecía a un helado de dos bochas partido al medio.
Eran las 12 y media, y estábamos felices de llegar ahí, habiendo prometido al resto del grupo que nos encontrábamos a las 2 abajo. Nos quedaron 3 metros de hongo extraplomado en la misma cumbre, que hubieran llevado demasiado tiempo y adrenalina por el orgullo de “pisar el techo”. No valìa la pena, asì que dimos las hurras y sacamos un par de fotos en el medio de la niebla con el GPS (porque mi càmara se congelò) y arrancamos para abajo.
La vuelta tampoco fue simple; no se veìa y navegaba Norbert siguiendo el mágico trak del GPS, que encima se le estaba quedando sin pilas. Bajamos sin sobresaltos hasta los esquìes que habían quedado en el coll de los 2400 mts.
Ahí nos desencordamos, sacamos las pieles de focas y nos preparamos para esquiar. Arrancamos despacio pasando una rimayota y de golpe el sol, que estaba jugando a las escondidas, nos regalò su luz, y disipò las nubes para el deleite. Ahí soltamos las ganas y la alegría y bajamos haciendo un gigantesco slalom en la nieve perfecta, virgen, suave y pareja, que me ponìa la piel de gallina por el deleite de esquiarla.
Bajamos kilómetros y kilómetros jugando de un lado a otro de la pala de nieve, que luego iba disminuyendo su inclinación hacia el Paso Marconi, puerta de entrada al Gigantesco “Hielo Continental. Cómo explicar esa sensación de armonía en un paisaje tan sublime? Era como bailar sobre patines en un lugar mágico, viendo al Fitz, el Torrre y todos los cerrazos que se pierden hacia el oeste, mientras las tablas jugaban con la suave pendiente…. Un cachito de eternidad, un momento único e irrepetible.
Llegamos hasta el trineo que habíamos dejado temprano, y nos lo enganchamos para seguir bajando. Primero lo llevé yo, porque la pendiente era suave. Cuando se puso màs picante se lo pasé a Norbert, que la tiene re clara, y asì bajamos todo el Paso hasta donde se termina la nieve. Era un placer verlo a Norbert manejar el trineo en las pendientes como si fuera un camión con acoplado.
Llegamos a las rocas a las 14,30, sólo media hora después de lo convenido, y ahì estaban Juan Pablo, Guido y Claudio esperándonos. Abrazos, merecido almuerzo, solcito y a rearmar las terribles mochilas con los esquíes, grampones, carpas, raquetas sogas, ferretería, etc, etc. Valiò la pena, màs allà del dolor de espalda que nos quedó después del esfuerzo…
Después del mediodía bajamos en dulce montón hasta la playita del Elèctrico, donde comimos “polenta a la piedra” (salpicada desde la olla) y vivaqueamos a pata suelta en una noche preciosa.
Después siguieron días de pesca, asados y fiaca….
Y como frutilla del postre, más montaña con el 30 Aniversario incluido…
Una cumbre que también tuvo lo suyo, primero pasando a caballito por un árbol caìdo el torrentoso arroyo del Diablo; luego intentando por el Noroeste buscando un coll que nunca encontramos al pie de los paredones… después, ya camino de vuelta, descubrimos con Norbert una pasada entre nevès empinados y rocas que nos fue llevando al platò cumbrero…
Una sorpresa y otra alegría enorme, coronada con una vista preciosa hacia el Fitz, el Torre, los hielos, el Vespignani…
Euforia y retorno prolijo, piqueta al frente, bajando por los escalones que tallamos a la ida hacia los pedreros y el bosque mágico…
Ya a la vuelta, como para aprovechar el largo retorno, nos metimos en el Lago Fontana, explorando con la 4 x 4 sin dejar de sacar alguna otra truchita adicional…
Fue una salida sublime, de la que me llevo en lo profundo la armonía, buena onda y generosidad de todos y cada uno de los amigos con quienes estuve, alguno que conozco hace años, y otros con quienes estos diez días tuve la suerte de compartir tantas vivencias que es como si hubiéramos estado meses juntos… así es la montaña y la Vida bien Vivida… GRACIAS A TODOS!
Andrés
Fuente: www.clubandino.org
Centro cultural Argentino de Montaña 2023