Estos dos volcanes, cercanos a la ciudad de Calama, en la República de Chile, fueron santuarios de altura para la cultura andina y hoy se los conoce como los volcanes santos por sus nombres San Pedro con 6.145 metros y San Pablo con 6.092 metros de altura,
Participantes expedición: Hernán Núñez, Eduardo Muñoz, Germán Hitschfeld, Nicolás Núñez.
Edición: Francisca Ramírez Ibarra
Los volcanes San Pedro y San Pablo ubicados al norte de Chile son considerados lugares sagrados por diversas culturas originarias del altiplano. En sus alturas se han encontrado altares de piedra y rastros de ritos ceremoniales que habrian acompañado extensas procesiones desde San Pedro de Atacama hasta la laguna que está en el cráter del volcán. Los autores del relato se aventuraron a escalarlos y nos comparten la experiencia.
Luego de un una aventura fallida hacia el volcán Llullaillaco (6.739 msnm), producto de una falla eléctrica en nuestra camioneta y de un motor quemado en medio del desierto en un segundo vehículo, viajes sobre una grúa y varios días de expedición perdidos, la motivación para subir montañas era escasa, pero aún no se extinguía. Recurrimos a un plan B y preparamos todo rápidamente para intentar algún ascenso en la zona. Los escogidos: el volcán San Pedro (6.145 msnm) y el volcán San Pablo (6.092 msnm), localizados en las cercanías de la ciudad de Calama en el norte de Chile. Si bien ya habíamos tenido un acercamiento a estas montañas unos meses antes, las inclemencias del clima solo nos permitieron ascender el volcán San Pedro, por lo que esta vez íbamos decididos a intentar ambas cumbres.
Ordenamos nuestros equipos y comida por tercera vez en los últimos días, con algo de desgano por los contratiempos vividos y partimos desde San Pedro de Atacama. Nos contactamos con Bryan, un guía local y poseedor de una flamante Toyota Hilux, quien nos acercaría al campamento base de las montañas.
Bryan llegó a la hora pactada. Cargamos el equipo mientras bromeábamos esperando que no fallase nuevamente la camioneta y corriéramos la misma suerte que con los vehículos anteriores. Finalmente partimos Eduardo Muñoz, Germán Hitschfeld, Nicolás Núñez y yo (Hernán Núñez), no sin antes pasar por unas empanadas en el centro del poblado mientras cargábamos combustible.
Si bien nuestro ánimo estaba algo decaído por no poder intentar siquiera nuestro objetivo principal, en el camino quisimos convencernos de que “por algo pasan las cosas” y que nos debíamos enfocar en disfrutar la aventura que estaba por venir. Luego de pasar por Calama, fuimos camino a la base de los volcanes, lugar que ya había visitado unos meses atrás. Aquella vez el camino estaba en mal estado y el pequeño Suzuki Jimny que nos acompañó, batalló duramente para acercarnos hasta el punto sorteando largos arenales y caminos rocosos. Llegamos al atardecer al campamento base, ubicado a los 4.600 msnm en una planicie que cuenta con algunas pircas de piedras que utilizamos para proteger nuestras carpas. Descargamos todo el equipo aquella tarde del día miércoles y pactamos con Brian que viniera por nosotros el día domingo al medio día. Nos despedimos y nos quedamos en la soledad del desierto preparando lo necesario.
Luego de preparar nuestro campamento y de notar que los cerros no tenían la nieve para obtener agua y, ante la incertidumbre si la encontraríamos o no en el campamento alto, decidimos que intentaríamos la cumbre de cada cerro desde el campamento base.Nuestro primer destino sería el volcán San Pablo, ya que nos había quedado pendiente la vez pasada y le daríamos prioridad. Luego de comer todos juntos disfrutando el anochecer en la montaña, acordamos levantarnos a las 03:00 am. Nos fuimos a nuestras carpas a intentar descansar algo luego de días agitados y a preparar el equipo para la madrugada siguiente.
Cumpliendo con lo pactado, desperté con la alarma de Eduardo y de inmediato preparé el desayuno: pan prehorneado especial para la ocasión y tal como en casa, con queso y mantequilla en mi caso y mermelada para Eduardo y un litro de té que había preparado la noche anterior. Herví más agua para los termos mientras preparamos el equipo necesario para el día y algunas raciones de marcha. Al salir de la carpa, las condiciones eran ideales, poco viento y poco frío. Partimos todos juntos a un ritmo marcado por Eduardo y cerrando el grupo iba Germán. Sorteamos rápidamente la primera parte de la ruta que incluye algo de terreno arenoso, algo tedioso en algunos tramos, y continuamos pegados a las faldas del San Pedro por su ladera sureste. La ruta, clara y demarcada, era conocida por nosotros. El sol comenzaba a aparecer y el día auguraba un clima estable. Paramos a tomar algo en el punto donde estaría el campamento de altura, cerca de los 5.200 msnm. Desde ahí hacia la cumbre el camino era desconocido.
El sol apareció con fuerza sobre nuestras cabezas cuando llegamos al portezuelo que une ambos cerros. Las rutas que revisamos indicaban que se debe hacer una diagonal al noreste para tomar una vía entre farellones, la que no logramos ver con claridad, por lo que decidimos cruzar el portezuelo e ir desde el final de la hoya sobre el filo. Sabíamos que sería una ruta más larga, pero nos pareció más segura y confiable.
Este tramo del ascenso fue monótono, largo y agotador por los acarreos, pero continuamos decididos. Mientras caminábamos pensaba en que fue buena decisión no hacer un campamento alto, pues solo había un pequeño manchón de nieve de dudosa calidad para poder obtener agua.
La ruta por el filo no era nada clara y solo seguimos nuestro instinto. El GPS mostraba que avanzamos en distancia pero no en altura, lo que me desanimó un poco; llevábamos muchas horas y la cumbre se veía aún bastante lejos.
Al detenernos a descansar, todos comentamos que la caminata estaba siendo tediosa. Aproveché esta detención para tomar una breve siesta de diez minutos que me vino de maravilla para continuar la travesía. En el afán de seguir siempre el filo, tuvimos que realizar varias subidas y bajadas que poco a poco desgastaron nuestras piernas, pateando piedras y sintiendo el sol miramos con esperanza el horizonte.
Comenzamos a sentir la presión del reloj, ya que no supimos cómo, pero nos acercábamos al medio día, lo que sin duda nos dejaba una escasa ventana horaria para poder cumplir con nuestra norma auto impuesta de no estar más allá de las 14:00 hrs en la cumbre. De todas maneras seguimos avanzando, pero ya con vista a lo que creíamos que podría ser la cumbre, o al menos alguna antecumbre desde donde el cumplir nuestro objetivo sería más sencillo. El camino seguía siendo un acarreo tortuoso que en momentos nos obligaba a constantes subidas y bajadas para evitar pequeños riesgos.
Logramos divisar aquel punto donde la ruta que tenía descargada en el GPS indicaba que era el ascenso, el cual sin duda era posible, pero era un acarreo eterno y que a pesar de poder acortar sin duda el tiempo, podría generar más de algún dolor de cabeza. Me parece increíble la poca información que existe sobre una gran cantidad de montañas, tal como es el caso de estos volcanes. No sé si es por la poca gente que accede a ellos o por el trabajo que implica la documentación. Por mi parte, concibo como un segundo tiempo el compartir la vivencia, ruta y fotografías, que puedan permitir que otros montañistas puedan acceder a ellas sin la necesidad de sortear las problemáticas que habitualmente me encuentro.
Llegamos todos a una planicie con vista completa de la montaña y en todas direcciones, a lo lejos divisamos algunos caminos y grandes salares que desconocemos sus nombres, pero la vista hace que el esfuerzo de llegar hasta aquí, haya valido la pena. En este punto eran cerca de las 13:00 hrs, demasiado tarde, pues sabíamos que nuestra ilusión de llegar antes de las 14:00 hrs a la cumbre ya no era posible. De todos modos, haciendo caso omiso a nuestro propio protocolo, decidimos seguir dado a la buena condición física del grupo y que el clima manifestaba condiciones perfectas. Eduardo, quizás en el acto más sensato de los que componíamos el grupo, decidió no continuar por “temor a retrasarnos” algo que yo claramente sabía no era así, pues es un montañista fuerte y rápido, sin duda lo hacía para demostrar que cumplía con los protocolos. Traté de convencerlo, pero no hubo caso y decidió quedarse en este punto. Su condición era impecable, pero como compañero de tantas montañas, entendí perfecto su decisión y me hizo dudar de si continuar o no, pero me pregunté: ¿estoy dispuesto a venir una tercera vez? La respuesta me hizo seguir caminando.
Dejamos a Eduardo, que contaba con todo lo necesario para una gran siesta, y seguimos nuestro camino. En su poder tenía una radio con la cual estaríamos comunicados. Cada cierto rato debía revisar el GPS y las rutas que tenía descargadas y, ni ellas ni las descripciones calzaban con lo que percibíamos, pero en un momento vimos una leve huella en dirección al oriente que nos haría bordear el cerro. El camino era un eterno acarreo, aunque con paisajes maravillosos. Miré la hora y ya eran las 14:00 hrs, íbamos recién en los 5.700 msnm; sin duda había sido una ruta más larga que compleja. Tomamos un par de descansos que nos renovaron las energías. Aproveché el momento para tomar fotografías a Germán que venía tras de mí, y a Nicolás que le secundaba. Me impresiona la capacidad de mi amigo Germán, quien durante 7 meses no había ido a la montaña, desde la última vez que fuimos juntos al Cerro el Plomo (5.424 msnm), incluso se encontraba trabajando en Mejillones, una zona costera a nivel del mar, por lo que sin duda era una desventaja, pero ahí estaba, a paso firme y en excelentes condiciones. Seguimos avanzando tratando de no separarnos mucho y siempre teniendo a la vista a los demás.
Luego de sortear unos pequeños pasos de gateo, donde la cantidad de piedra suelta nos hizo agradecer portar cascos en caso de una caída, logramos salir a lo que creíamos sería la última parte de la montaña. Me adelanté un poco con el afán de poder guiar a Germán y Nicolás en la ruta sin que se desgastaran buscándola. Constantemente fuimos comunicándonos por la radio, al igual que con Eduardo. Teniendo como punto de referencia la cumbre en el GPS, fui intentando dar con el camino hasta que encontré una leve huella que intenté seguir. En el camino había vestigios de madera quemada, que sin duda son muestra de las presencias ancestrales y me hicieron pensar en la complejidad de realizar estos ascensos un par de siglos atrás. Luego de algunos zig zag para aliviar la pendiente logré llegar a una planicie y ver a lo lejos un pequeño monolito. Caminé en su dirección con la alegría de estar cerca. Llegué a la cumbre cerca de las 15:30 hrs -¡demasiado tarde!-, pero traté de justificarme con la existencia de un buen clima para quitarme la culpa. Les comuniqué a Germán y Nicolás que había llegado y que les faltaba poco, aunque en este punto yo no tenía vista de ellos. Luego de varios intentos, logré contactarme con Eduardo para decirle que ya estaba en la cumbre y que esperaría por los muchachos.
Mientras esperaba a Germán y Nicolás, recorrí los alrededores y tomé algunas fotos para la posterioridad. Comí algunas galletas y me hidraté tomando té, al tiempo que escribía una nota con nuestros nombres para la caja de cumbre. Aproveché para leer las anotaciones de otras expediciones que también realizaron la misma ruta y tenían las mismas apreciaciones que nosotros. Mandé un mensaje a algunos amigos que seguían nuestra aventura en casa con el Inreach y revisé el clima para corroborar la inexistencia de nubes en el entorno y evitar alguna sorpresa indeseada.
A lo lejos veo a Germán quien se acerca a la cumbre, lo que me puso bastante contento. Nos dimos un abrazo satisfactorio, comentamos lo extensa de la ruta y nos relajamos mientras esperábamos a Nicolás. Me alegré de estar con Germán en estas aventuras, sin duda es uno de los montañistas con quien más disfruto salir, siempre certero y con una humildad que incluso malamente minoriza su basta experiencia.
Finalmente llegó Nicolás, y luego de unas rápidas fotos con banderines que cada uno tenía, preparamos la bajada. Ya eran las 16:30 hrs. Le avisé a Eduardo que empezábamos el retorno y comenzamos a caminar. Seguimos la misma ruta y en algunos puntos tomamos algunos acarreos de bajada más directos.
Continuamos por las faldas del cerro y el clima seguía siendo estable, aunque el calor que nos había acompañado casi todo el trayecto comenzaba a decaer a medida que el sol se escondía. En el último tramo me adelanté un poco para llegar pronto donde estaba Eduardo. Lo divisé desde lejos y fui directo hacia él. Estaba tras unas piedras que le habían servido de refugio en una agradable siesta. Comentamos lo tarde que habíamos llegado a la cumbre, pero traté de convencerlo de que había sido un riesgo controlado. Comimos algo cuando todos estuvimos en el mismo punto y comenzamos a bajar.
Con la sombra que ejercía el mismo volcán ya se sentía algo más de frío. Bajamos por una ruta más directa, con bastantes zig zags para ahorrar tiempo. Al llegar a la planicie entre ambos volcanes fue necesario ponernos las linternas frontales. La noche estaba bastante oscura, no había luna. Fui el único que había grabado la ruta en el GPS y nos basamos en eso para encontrar la pasada en el portezuelo. El cansancio ya nos afectaba un poco y le reclamé a Nicolás el no haber grabado la ruta, pues en caso de tener que dividir el equipo por alguna emergencia, estaría a la deriva sin tener la certeza del camino. Tuvimos un descanso cerca de los 5.200 msnm y seguimos bajando juntos. Si bien este ya era un tramo conocido y difícil de perder la huella, en la montaña cualquier cosa puede pasar. Llegué con Eduardo al campamento base más allá de las 21:00 hrs, el día había sido largo y agotador. De inmediato nos sacamos el equipo y nos dispusimos a preparar algo de agua hervida y comida. Un rato después llegaron Nicolás y Germán, quienes, en el último tramo no encontraban el campamento, llegando a creer que se habían pasado de largo. Herví agua para todos y cada uno se fue a su carpa abatido por el cansancio. Con Eduardo comimos y nos hidratamos en la carpa mientras conversábamos animadamente.
El día viernes fue de descanso y relax. Despertamos por el sol que pegaba directo en nuestras carpas y aunque abrimos todas las entradas de aire no fue suficiente y nos vimos obligados a salir. Nos juntamos en el “comedor” para desayunar juntos, aprovechando que contábamos con bastante comida. Mientras la MSR de Germán, que tenía más de 20 años y funcionaba a bencina, sonaba como avión a punto de despegar hirviendo agua, conversamos de viejas aventuras y proyectos futuros de vida y de montañas.
La noche llegó y decidimos repetir el mismo itinerario anterior para intentar el volcán San Pedro. Con Nicolás ya lo habíamos subido en agosto, y teníamos la certeza de que era un cerro más corto que el subido un día antes.
Partimos a la misma hora y por la misma ruta compartida hasta el portezuelo. Hasta aquí sin novedad y quizás a mejor ritmo que la vez anterior.
Luego de subir por una corta canaleta con tramos de hielo duro que invitan a tener precaución, salimos hacia el acarreo ya conocido. El día estaba agradable y decidimos hacer una parada en el primer punto bañado por el sol. Tomamos algo de té y un poco de comida y continuamos nuestro camino, no sin antes mirar hacia el volcán San Pablo y comentar lo larga y agotadora que había sido la ruta.
El avance fue rápido; Eduardo en la delantera, luego yo y como segundo grupo pegado a nosotros, Germán y cerrando Nicolás.
Nos reunimos a descansar cerca de los 6.050 msnm, en lo que recordaba sería la última parte antes de la cumbre, una zona con bastantes piedras sueltas, y algunos tramos arenosos, pero llevaderos. Era el medio día y proyectamos unos 45 minutos más hacia la cumbre. Nos dimos un descanso prolongado para luego salir sin escalas hasta la cima, donde llegamos los cuatro sin novedad, con un clima ideal. Sacamos algunas fotos, grabamos videos para documentar el ascenso y avisamos a nuestros amigos vía Inreach como de costumbre. Increíblemente en esta zona, existe señal telefónica, lo que permitió que todos pudiéramos mandar mensajes a las familias e incluso realizar llamadas telefónicas.
Descansamos un rato considerable mientras comíamos y nos hidratábamos, disfrutando del momento y de las hermosas vistas. El clima era perfecto para estar en la cumbre, un sol agradable y muy poco viento, por lo que incluso nos recostamos para recuperar las fuerzas y tener un momento de comunión con la montaña.
Cuando nos saciamos de los hermosos paisajes desérticos y algo de viento comenzó a azotar la cumbre, decidimos ordenar nuestras cosas y emprender rumbo hacia el campamento.
Bajamos por el acarreo fuerte y directo hasta el portezuelo que une ambos volcanes. Es increíble lo poco que cuesta bajar lo que tanto esfuerzo nos costó subir.
Con Eduardo tomamos la delantera y decidimos seguir caminando sin perder contacto visual con Germán y Nicolás que venían más atrás.
El último tramo era conocido por todos y dado que a diferencia de la jornada previa, ahora bajamos muy temprano y con luz, no hubo mayores contratiempos para llegar al campamento base.
Llegamos con Eduardo al campamento y, luego de sacarnos nuestros calcetines húmedos y las botas dobles, empezamos a calentar agua para nosotros y nuestros amigos que venían en camino. Tostamos pan y calentamos lo que sería nuestro almuerzo. Una vez que estábamos todos en el campamento, Germán sacó entre sus cosas una gaseosa carbonatada cuya marca no diremos hasta que nos auspicie - ¡por favor!- y la compartimos acompañada de pan de pascua. Nos fuimos a las carpas a descansar y sólo salimos a la hora de comer y para ir al baño.
El cansancio nos hizo acostarnos temprano. El último día nos levantamos a las 9:00am, para tomar un contundente desayuno y comenzar a desarmar nuestro campamento. Al medio día ya estuvimos listos esperando. Las 13:00 hrs eran la hora acordada para que Bryan nos recogiera, pero luego de las 13:30 hrs nos comenzamos a preocupar porque nuestro vuelo partía a las 20:00 hrs desde Antofagasta, por lo que le enviamos un par de mensajes vía Inreach, todos sin respuesta.
El nerviosismo nos comenzó a afectar a todos, dado que este viaje había estado plagado de desventuras y no queríamos que perder el vuelo fuese una más de éstas. Vimos polvo a la distancia y luego de un momento logramos ver la camioneta de Bryan, lo que nos calmó algo la ansiedad. Al llegar, vimos que nos había traido de regalo algunos sandwichs, lo que resultó un buen consuelo por habernos hecho sufrir en la espera.
Cargamos todo rápidamente y emprendimos rumbo al aeropuerto. Salvo una parada en Calama por combustible, el viaje fue directo. El tiempo avanzó implacable y en un momento creímos no llegar, pero logramos embarcar nuestros bolsos y abordar el avión tras una rápida despedida con Bryan.
Nos sentimos aliviados una vez en el avión y así comenzamos a dar por finalizada otra aventura. En el aeropuerto de Santiago compartimos una última comida y nos despedimos hasta una próxima montaña, ¿será finalmente el volcán Llullaillaco?.
Para aquel lector que quiera conocer las rutas seguidas, creemos útil la siguiente información.
En la Foto se pueden ver las rutas escogidas. Si bien existen otras de distinta dificultad técnica y longitud, las realizadas fueron: Volcán San Pedro (Ruta Normal por el Portezuelo - Cara Oeste) – Volcán San Pablo (Ruta Variación Normal - Cara Sureste Este).
Montaña | Altitud (msnm) | Campamento Base Común | Cumbre |
Volcán San Pablo |
6.092 |
Lat: 21°54'33.27"S Lon: 68° 21'55.75"O | Lat: -21° 52' 59.5" Lon: -68° 20' 34.1" |
Volcán San Pedro |
6.141 | Lat: -21° 53' 14.2" Lon: -68° 23' 29.1" |
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