Ubicado en la cara Oeste del cordón que une el Ojos del Salado y el Walther Penco, se encuentra en uno de los sitios menos transitados de la zona, y lograron ascenderlo en el cuarto intento
Integrantes : Martín Suso, Lisandro Arelovich, Gervasio Fierro, Federico Barberis, Ana Leticia Muratti y Glauco Muratti.
¿Cómo elegimos una montaña? ¿Cómo evaluamos la dificultad o la importancia de una montaña? ¿Qué cambia cuando se trata de una montaña que no fue alcanzada?
¿Cómo se establece la relación entre el andinista y la geografía?
Muchas veces el destino de nuestras excursiones parte de una confusión. En los Alpes todas las montañas están subidas. Pero estamos en los Andes. Hay alternativas a repetir. Por eso amable lector, no busque en internet información sobre esta montaña, tampoco en mapas o archivos. kmz. No va a encontrar nada… por eso justamente fuimos ahí.
El confín Norte del largo valle tectónico que se extiende entre los volcanes Pissis y Tres Cruces sigue siendo uno de los sitios menos recorridos por el andinismo argentino. A ese sector nos dirigimos en el otoño de 2024 junto con Martín Suso, Lisandro Arelovich, Gervasio Fierro, Federico Barberis y Ana Leticia Muratti.
Hace ya 25 años que recorremos el lugar, en ese verdadero paraíso del escalador de altura habíamos hecho la mayor parte de los primeros ascensos y curiosamente a esta altura pocos habían sido repelidos.
Esta vez insistimos en encontrar un volcán sin nombre de casi 6.400 m en la cara Oeste del cordón que une el Ojos del Salado y el Walther Penck.
Este es el cuarto intento, las cosas nunca habían sido fáciles.
La explotación de litio hace algunos años se ha establecido en el valle; solicitamos y sin objeciones obtenemos permiso de paso a la empresa Liex-Zijing que ha establecido un moderno pueblo a orillas del salar.
Nos instalamos en Tres Quebradas, sitio ancestral elegido por siglos y milenios por su leña, reparo y agua…
A la noche cada uno encuentra su rincón entre las piedras, Lisandrito en la planta alta, Federico, Leti y yo en el medio, Gervasio con Martín en la planta baja, junto al cantarín arroyo.
Días después escribe Letizia ” (…) uno arma su nuevo mundo, lo acomoda a ese inédito entorno. Nos podemos acostumbrar tánto a estos espacios, apropiarnos de los mismos a tal punto, que nos sentimos ajenos a la realidad de nuestros “hogares”, o mejor dicho, a cualquier otra que no sea la que nos atraviesa en ese instante. Y sí, en ese momento son lo único que tenemos, ¿cómo no vamos a añorarlos? (...)"
Con Gervasio habíamos compartido algunos ascensos del gusto de mi compañero, el couloir Este del cerro Rincón, la cara Este del Pico Bonito, la cara Suroeste del Artesonraju en Perú. Conozco bien su preferencia por los tradicionales paisajes glaciares. Antes de salir lo prevengo.
-Gervasio, piensa bien si quieres venir. La Puna es lo menos técnico que existe.
-Tranquilo Glauquito. Es como dice Martin, lo único que quiero es irme unos días a la montaña.
Dejamos los vehículos a 4.600 m en la que llamamos ”Cañada Cazadero Oeste”. El grupo es animoso, en pocas horas estamos acampados en el inédito vallecito a 5.300 m, líquido no falta, todo lo hemos cargado. La meteorología sigue siendo favorable, hay poco viento. Para Leti todo es ”récord de altura”, para Gervasio y Martín alturas donde no estaban hace décadas. De tarde la temperatura es amable pero a la noche la carpa que comparto con mi hija se convierte en una fábrica de hielo.
La jornada siguiente trae sorpresas, se despegan las suelas de mis botas y en adelante debo marchar con los crampones puestos. No me preocupo, no es la primera vez que nos pasa. Además insospechadamente puedo mantener el ritmo de mis compañeros y llegar rápido sobre el segundo escalón del trayecto.
El segundo campamento está casi a la orilla de una laguna de aguas esmeralda. Por alguna razón no se ha congelado. A Federico el amplio espejo de agua no solo le interesa para hidratarse. Se acerca a la orilla y lo perdemos de vista. Al rato regresa con el pelo congelado.
-Es mi récord de baño en altura, 5.600 m.
Por la tarde, como de costumbre, se charla en la carpa grande. Entro tratando de hacerme lugar sin volcar la pava y digo:
-Asómense y miren el Tres Quebradas… al Norte de la cumbre tiene una altura menor.
-¿Qué pasa con eso?
-¿Dirían que esa altura es una montaña independiente?
-No.
- ¿Y el Tres Cruces Sur y el Central?.
-Es distinto, son dos montañas diferentes…
-¿Y eso a qué viene?
-Todos los que hacen listados de montañas topan con esta cuestión. Los tresmiles de España, los cuatromiles de los Alpes, los seismiles de América. De alguna manera tienen que hacer dos columnas. ”Esta altura entra en la lista y esta otra no”. Entonces tratan de tamizar según ”la importancia”.
-Pienso que en general se deben basar en la importancia de los collados que delimitan alturas…
-Puede ser, pero me parece demasiado complicado. Porque a veces esos collados ni se ven, están a decenas o cientos de kilómetros de distancia.
-Hay que reconocer que muchas veces eso coincide con lo que sentimos, tenemos por más importantes las cumbres y collados más bajos.
-Le dicen prominencia. El problema no es ese…
-¿Y cuál vendría a ser el problema?
-Ser demasiado ambicioso y abarcar demasiada superficie. Porque ahi aparecen geografías muy distintas y te encontrás aplicando las mismas reglas en Alaska que en la Cordillera de Huayhuash o en la Sierra de Famatina.
-Como sea hay que tener en cuenta qué es lo que para los hombres significa escalar. Muchas veces se sube el paisaje que se ve desde el valle. Se le da nombre, hasta tiene una tradición y capaz es un lugar que cuando llegas arriba, todo lo que se ve detrás es más alto. Pasa mucho en la Sierra Grande de Cordoba.
-Esos criterios de ”demarcación” que dividen lo que es y lo que no es no se pueden reducir a variables numéricas- dice Lisandrito bajo su punto de vista de antropólogo- En sectores inexplorados como este, donde escasean registros arqueológicos, hay que mirar lo hecho por un puñado de andinistas, los que bautizaron, marcharon, penaron y subieron
-Más o menos lo que dice la UIAA. Que no solo hay que atender a las ciencias duras, hay que mirar con pragmatismo y visión espiritual, hay que evaluar qué consideración tiene una altura para los humanos.
-Además esa ”demarcación” como dice Lisandro, indirectamente desvaloriza todo lo que no entra en la columna principal.
-Fíjense en esta multitud de domos volcánicos, altura enorme, erupciones diferentes y a una distancia que hace que aquello del ”reascenso” se vuelva impracticable.
-¡Tal cual! Como si nosotros tuviéramos que subir el Penck para bajar y volver a remontar altura hasta el cerro que buscamos.
-La verdad que ni siquiera nos importa el Penck.
Promediando la tercera jornada, casi a seis mil metros nos detenemos al costado de un glaciar vidrioso.
-¿Y el cerro?
-Ya les dije. Recién el último día lo vamos a ver, eso si tenemos suerte y no se levanta viento.
-¿Cuántas veces intentaron subir?
-Es la cuarta vez… ¿Pensaron en algún nombre?
-A los animales ariscos se les dice chúcaros -dice Leti tímidamente.
-¡Pero es una palabra quechua!
-¿Y que tiene que ver?
-Leí que en la Puna de Catamarca están prohibidos los bautizos en idioma quechua.
-¿Prohibido bautizar en quechua y permitido bautizar en el idioma del reino europeo de Castilla?
-Raro. Porque encima Catamarca y Puna son también palabras quechuas…
El último campamento, casi a 6.000 m, está sobre una larga ensenada donde cargamos agua. Sigue sin soplar viento. Las nuestras son jornadas breves y ya se sabe, a caminata corta y aburrimiento largo. En la tienda de al lado se escuchan risas, para ellos la montaña ha quedado afuera. Con Leti montamos rápidamente nuestra carpita y nos vamos a los vecinos. Una especie de club social. ¡La charla es inagotable! Pasan de tratar el tema del ”macho petrolero” a la cría de ovejas, de los desarrollos inmobiliarios en Santa Fe a relevamientos sobre los pescadores de río. Y siempre, cuando la cuestión tiene uno de sus giros, Lisandrito asegura:
-¡Este es mi tema!
Y nos sumerge en una serie de datos prácticos e insólitos que tienden a demostrar las cosas desde el ejemplo y la paradoja
Cuarto día, buen clima pero con nubes demasiado presurosas.
Camino a la cumbre dejamos a la izquierda el glaciar Oeste del Volcán Huayco.
-Ahí arriba pediría dos piquetas…- comenta Gervasio asombrado por la inclinación.
Llegando al portezuelo a 6.200 m, adelantamos por un pasillo estrecho entre un glaciar y rocas empinadas. Adelante se intuye un abismo. Parece que la excursión va a terminar, para colmo la nevada es densa. Nos asomamos, desescalamos y derrapamos cien metros de desnivel y el asunto está resuelto. Alguien se burla:
-¡Nos perdimos una buena excusa para dar la vuelta!
Por fin, después de varios años e intentos, entramos al extraordinario Valle Encerrado entre gigantes: a la espalda el Río Salado, a la izquierda y derecha el Huayco y el volcán que vamos a subir, en la cabecera el Walther Penck. En el cielo la nevada va tomando fuerza en el suelo una pequeña ave en su sarcófago de hielo es como nosotros lo único ajeno a este mundo mineral.
Tal vez marchemos sobre esa frontera invisible de lo incómodo y lo peligroso. Quien sabe. Sólo Federico y yo seguimos tomando fotos. Usamos los celulares a mano desnuda. Semanas después andarán las yemas de los dedos descascarándose de a poco. Dejamos a la izquierda un gran resalte de hielo vertical y nos montamos en un hombro del volcán. Cuesta abrir la huella, tarea que lleva Lisandrito, sin quejarse. Una hora después por fin giramos a la derecha para subir un hombro de la montaña y después directo arriba por la línea de mayor pendiente.
El altímetro nos dice que estamos sobre los 6.400, habrá que ver… En muchas montañas no es fácil dar con la cumbre. A veces hay que caminar bastante para poder decidir. Es peor porque el horizonte está borrado. Finalmente entre los tres puntos prominentes encontramos que este es sin dudas el más alto. Apenas tomamos unos minutos para hacer algunas fotos, dejar el escudo del GRAM (Grupo Rosarino de Actividades de Montaña) y levantar una humilde pirca.
Es difícil hacer algo mejor, todo el material está helado y se está cementando a la montaña. Una construcción endeble pero que cumple su función, decir en su lenguaje de piedra que alguna vez en este lugar hubo humanos.
El descenso es delicado, la nevada ha nivelado el piso de grandes rocas sueltas. Lisandro carga con la apertura de esa compleja huella. Cuando tenemos que volver a subir al abra se desata viento blanco, es un momento algo difícil pero por suerte el cielo se abre y por unos minutos vuelve a salir el sol.
-A la ida toda esta nieve no estaba.
-Espero no vuelva a cerrarse.
-Allá atrás, en el glaciar, no estuvo bien.
-Esto no vale nada. No se usan las manos.
-¿Y eso quién lo dice?
-Los que creen que la montaña es lo que ven por la ventana de la casa.
-Otra vez se cubre. Apuremos.
Después de renegar un poco con la orientación en la niebla y la nevada conseguimos dar con las carpas. Al día siguiente descendimos hasta los vehículos y sin solución de continuidad pasamos por Tres Quebradas donde nos sacó corriendo una violenta tormenta de granizo y rayos.
A medianoche desembarcamos en Fiambalá.
Es evidente que ya no es aquel pueblo rural de otros tiempos.
Terminamos vivaqueando otra vez, la jornada que empezó a casi 6.000 m termina al pie de la ciudadela de Batungasta.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023