Desde la puna jujeña, Armando nos comparte en este sencillo y hermoso relato, cómo con voluntad, esperanza y fe se encaminó a hacer realidad sus sueños
Soy Armando Chuichuy de la localidad de El Moreno, Provincia de Jujuy, tengo 26 años y quiero contarles cómo se creó el refugio Flor de Pupusa.
En mi niñez y adolescencia fui criado en el campo, con los quehaceres de la vida, vivía muy al norte de Jujuy, en un pueblo rodeado de cerros y montañas, siendo una de ellas el magnífico Nevado del Chañi, una de las montañas más emblemáticas de nuestra puna jujeña, ella es la más alta de la Provincia de Jujuy.
Nací y viví desde niño en un pueblo llamado Canchayoc ( que en voz quechua significa cancha ajo) y también en algunos meses, en otro lugar, 12 km más arriba, en dirección hacia el Chañi, en un paraje llamado Casa Mocha . Este lugar es un sitio de acampe en donde los andinistas que escalan el Nevado pernoctan en busca de aclimatación a la altura. En este paraje es donde actualmente está el refugio Flor de Pupusa, a 4200 metros de altura. Recuerdo que íbamos a la escuela ubicada en un pueblo llamado El Moreno, que quedaba 15 km de nuestra casa, así que caminábamos esa distancia para llegar.
Somos 6 hermanos, yo era el segundo y mi hermana era la mayor y siempre tengo presente esas caminatas que hacíamos para llegar a la escuela, todos los domingos. En la escuela nos internábamos hasta el viernes y cuando llegaba ese día, al finalizar la semana, caminábamos de regreso a Canchayok, a nuestra casa y al llegar mamá, papá y nuestra abuela nos esperaban con mate mote ( maíz cocido), y luego nos mandaban a juntar leña y a ver como estaban los animales, mientras ellos trabajaban en las artesanías y la tierra.
Pero también en algunos meses vivíamos en Casa Mocha, un lugar que quedaba a 15 Km de nuestra casa en Canchayok. En ese lugar, mi abuela y mi madre y su hermana criaban ovejas, llamas y cabras , y con la misma lana de los animales elaboraban artesanías como gorros, medias, buzos y otros tejidos. Recuerdo yo que ellas aprovechaban y los vendían a los andinistas que venían a hacer trekking a las montañas. Mi padre trabajaba en una empresa minera de la zona y en sus tiempo de descanso se dedicaba al cultivo de la tierra, sembrando habas, maíz y papa que era lo que se podía producir ahí, por el frio y yo ayudaba a mi padre con los trabajos de la tierra. En este puesto íbamos con los animales cuando hacía calor, desde octubre hasta mediar febrero. Desde ahí la escuela, en El Moreno, nos quedaba a 30km y era muy dura la caminata.
Tengo el recuerdo que cuando yo tenía 12 años y mi hermana 14 caminábamos esa distancia hasta Casa Mocha para ver a mamá, ya que ella se quedaba sola con los animales porque mi viejo estaba trabajando en la empresa minera, para llevar el pan a casa. Nos quedábamos el sábado ayudando a mamá sabiendo que el domingo teníamos de nuevo que bajar a la escuela y a ver a los otros hermanos más chicos que en el fin de semana se quedaba con una tía en el Moreno. El domingo ya cuando teníamos que salir para la escuela mamá nos preparaba las tortilla para que comiéramos en la semana en la escuela cuando teníamos hambre, mientras ella se quedaba solitaria, con los perros que eran sus mejores compañeros. Los andinistas que llegaban eran pocos ya que esta montaña no era muy comercial por ser poco conocida por el mundo. Escribo esto y me siento emocionado al recordar una vida tan sufrida.
Así pasaba mi vida hasta que llegó el momento más grande, y que hoy es una realidad, la creación del refugio Flor de Pupusa Quiero compartir con Uds. su historia y como llegue a construirlo. Así ocurrió: un día feriado del mes de noviembre llego gente a Casa Mocha traídos por una agencia de viajes de Tierra del Fuego, que vendía expediciones a gente del extranjero ;eran 25 y necesitaban un techo, y nosotros todo lo que teníamos era nuestra humilde casita . Entonces, como ellos querían la comodidad de sus clientes, nosotros nos acobijamos en un costado de la casa y el mayor espacio se los dimos a ellos, que estaban contentos al estar con nosotros, Pasaban el tiempo y ellos venían una vez por año, en el mes de noviembre y siempre hacíamos lo mismo para que durmieran.
Entonces comencé a idear un proyecto y me acerqué a mi madre para decirle o presentarle una propuesta, le dije “mamá por qué no construimos un refugio para la gente, ellos necesitan un espacio “. Pero ella me respondió “estás loco como vas a pensar así, si después no viene la gente el refugio va estar cerrado “.Al escucharla agaché mi cabeza y me dije que quizás tenía razón. Pero igualmente le presenté la propuesta a mi viejo esperando que quizás podría tener su apoyo, pero él tampoco me lo dio. Como nadie escuchaba mi propuesta empecé a trabajar mi mente para pensar como armar el refugio, yo me decía” por ahí si esta gente sigue viniendo me van a dejar dinero que me ayude a armarlo y después, con el refugio andando podría ganar más”.
Recuerdo ya haber salido la escuela primaria y que por causas económicas no pude seguir la secundaria, y, entonces mis tiempos libres los ocupaba en hacer ladrillones para luego ir levantando la pared del refugio que soñaba construir, el plano lo llevaba en la mente y una vez ya hecho los ladrillones empecé la construcción, mientras mis hermanos más chicos estaban en el escuela me tomé el tiempo de buscar a alguien que me ayudara porque ya la pared crecía y era alta para mí solo. Pero una vez construido el refugio esta agencia de montaña dejó de venir y para mí eso fue un fracaso muy grande.
En ese momento yo no conocía lo que era Jujuy capital, o lo que era el urbanismo, no conocía que era Facebook ni WhatsApp a pesar de eso un día decidí tomar otro camino, me acerqué a mi madre y le dije “mamá yo me retiro, no tengo nada que hacer acá”. Sé que mi decisión fue un poco triste para ella porque de nuevo se quedaba sola con mi hermana y ya no habría una persona grande para que hiciera los trabajos pesados.
Si, debe haber sido doloroso ese momento para ellas. Durante los años de construcción del refugio yo había presentado un proyecto a Desarrollo Social de la Nación, solicitando un subsidio para equiparlo por dentro Pero como ese proyecto con el pasar de los años no se aprobaba fue que decidí mudarme a la ciudad y dejar todo para comenzar una vida diferente. Cuando llegue a Jujuy sentí que estaba en otro mundo y sin saber ni conocer nada , lo primero que hice fue, con el periódico, comenzar a buscar trabajo.
Conseguí en un restaurante y trabajé ahí por un año, entonces yo tenía 20 años de edad. Sin embargo un día deje de trabajar porque no me sentía cómodo, porque mi jefe me maltrataba, y además porque, en mi pensar, yo continuaba diciéndome que quería emprender algo por mi cuenta y también que quería volver a ese refugio que un día había hecho con mucho esfuerzo y sacrificio.
Cuando deje de trabajar en el restaurante me llamaron de una agencia de turismo en Salta, que tenía mi contacto. Recuerdo que la persona que me llamo me dijo:” Armando, ¿quieres venir al Llullaillaco a trabajar, y también a conocer?”. Para mí fue buenísimo, fui con ellos y estando allí ocurrió que en un momento de campamento me empecé a alejar porque sentí que quería estar solo con la montaña. Entonces me senté en una piedra cerré mis ojos y dije “’ como me gustaría volver a mi tierra donde nací, donde mis viejos me enseñaron lo que es la vida, y volver a ver ese refugio y verlo lleno de camas, ese refugio que cuando era pendejo tanto imagine para los andinistas”” Sentí que quería volver a esa montaña a la que desde niño dirigí mi mirada soñadora, y volver a su cumbre...
Salieron lágrimas de mis ojos y dije “como me gustaría que ese proyecto que presente en aquel día hacia como cinco años y que no se aprobaba se hiciera verdad”. Y ahí nomás saque una hoja de coca y la enterré, porque era lo único que tenía, para la madre Pachita, y luego de hacerle la ofrenda volví al campamento triste y ya era el final de la excursión.
Y ahí vino la gran sorpresa, ya de regreso en Salta, escucho mi primer mensaje en el teléfono, y decía “Señor Armando Chuichuy, el proyecto que presentó fue aprobado” No lo podía creer, cuando llegue a Jujuy me informé y, realizando los trámites necesarios, esa ayuda para iniciar el emprendimiento me fue entregada.
Compré entonces todas las cosas que necesitaba y las llevé para instalarlas con toda la ilusión pero, cuando llegué al refugio, con gran tristeza, encontré las ventanas destrozadas Luego del primer momento de preocupación, me tranquilice ya que, por suerte, las roturas no eran gran cosa y pude repararlas y hasta les he hecho poner rejas para más seguridad Ubique las camas, con los colchones y el refugio está equipado para que los andinistas se encuentren cómodos. Cuando terminé de ordenar todo di gracias a Dios y a la Pachamama por haberme escuchado.
Esto que les he contado fue es la historia de un sueño que comenzó desde muy pequeño y que hoy por hoy es realidad. Decidí seguir trabajando con el refugio y también guiar personas a la cumbre, hacer trekking y turismo rural. Vivo feliz porque volví a la tierra donde nací y porque me siento orgulloso de tener lo que tengo, por mi esfuerzo, en el Nevado de Chañi, esta montaña hermosa, de 5960 metros de altura sobre el nivel del mar.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023