Historia

Biografía de José Luis Fonrouge ,un rebelde y un maestro

Fue un adelantado para su época , que poseía condiciones naturales para la escalada, un destacado montañista que dejo un amplio sendero de lo que se puede realizar en la montaña

Por José Herminio Hernández, Coronel (RE)

Edición: CCAM



Nació el 22 de marzo de 1942. Sus padres Margarita Riccart y José Antonio Fonrouge Larroque. Su padre falleció, cuando era muy chico, lo cual lo marcó mucho.

El propio José Luis, solía decir:

“No tuve ningún ejemplo masculino que copiar”.
Mi madre enviudó cuando yo tenía pocos meses de vida. Así fue como en mi casa, ni mi hermana ni yo tuvimos una apreciación cabal de las demandas de una figura paterna. Tal vez él habría incidido en mi educación y quizás otro hubiera sido mi destino. A lo mejor, lejos de las montañas.

José Luis Fonrouge, escalador argentino, Perú 1968.

José Luis Fonrouge, Perú 1968. Foto: Colección del Centro Cultural Argentino de Montaña. Fue un destacado andinista argentino, empresario, casado y con tres hijos

A los ocho años comenzó a asistir al Ateneo de la Juventud, el cual organizaba campamentos educacionales, introduciéndolo en el contacto con la naturaleza y las primeras caminatas, que como manifestara, le sacaron en muchas oportunidades ampollas, pero le permitió fascinarse con las noches de luna llena, como sentir el dolor de las ampollas que ante las largas caminatas, no le aguantaban sus débiles y poco curtidos pies.

 

A los doce años se trasladó a Bariloche en donde conoció la naturaleza con mayúscula, en donde se pudo apreciar la combinación de lagos, vegetación boscosa, toda defendida por montañas graníticas, tipo castillos, ese paisaje y ese espectáculo, fue lo que lo cautivó, pero que mejor dejar un comentario que realizara él personalmente en su momento, sobre como lo flechó la montaña:

En un momento me llegó el toque de gracia. Era una tarde calurosa, estando con el colegio en la Cascada de los Césares, en Bariloche, un grupo de hombres notablemente tostados por el sol se detuvieron a saludarnos a uno de ellos lo conocía, era el profesor de educación física en nuestros grados inferiores, se llamaba Dávila y venían de escalar el Pico Argentino del Tronador. Un corto diálogo escuchado a medias, pues conversaban solo los mayores, me quedó grabado en lo más profundo. Hablaban de grietas que tuvieron que trasponer y de la nieve que los había quemado excesivamente. De todo ese mundo de las alturas que, a juzgar por el entusiasmo de los comentarios, debía ser fascinante. Antes de que se marcharan, observé en sus ojos una expresión rarísima, era como si todo el brillo de los glaciares y la magia de la escalada se reflejara en su cara con matices diferentes. Esto me impresionó y la escena me quedó grabada para siempre. Me pareció indudable que allá arriba sucedían cosas y ese mismo día me propuse averiguar que eran.

A los trece años regresó a Bariloche y realizó todos los cerros de la región, esto le dio una gran experiencia inicial. Durante el invierno de 1956, comenzó a leer libros y manuales de montaña, practicando con una soga en el fondo del departamento; conociendo así las primeras técnicas del descenso en cuerda doble.

                                  José Luis Fonrouge en Huandoy, Perú, 1968. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

En una oportunidad escucho hablar en el CABA, de que en la localidad de Escobar existía una vieja fabrica en cuyas paredes de ladrillo, de una apreciable altura se realizaban practicas de técnica de escalamiento, eso le motivo a trasladarse en tren primero y luego, en micro para arribar a la misma y experimentar en carne propia la practica de este deporte en un medio parecido a las dificultades de la montaña; sus primeras experiencias fueron buenas, aunque por el estado de las paredes y el peligro de un derrumbe, cada tanto eran expulsados los practicantes por la policía del lugar.

Posteriormente, los fines de semana largos, los aprovechaba para ir a la Sierra de la Ventana, cuyas elevaciones si bien eran bajas, le permitía hacer sus primeros pasos en las actividades de montaña.

En el mes de abril de 1956, junto a Marcelo Costa, decidieron viajar a Córdoba, más precisamente al Champaquí, para realizar escaladas en los distintos mogotes que ofrece este lugar y sus cumbres aledañas, objetivo éste que durante ocho días pudieron llevar a concretar. Pero lo más importante debía venir días después, cuando con otro compañero de cordada, dado que Marcelo, tenía que volver a Buenos Aires, Edgardo Grundke, nativo de Córdoba, probaron repetir una vía que había sido abierta el año anterior en el cerro de la Cruz, una escalada de ciento veinte metros con pasajes de hasta VI grado, en una pared lisa y de bastante dificultad, actividad esta que se cumplió con éxito, en pocas horas, para ser más preciso tres, lo que a los abridores les había costado doce, no solo se había probado por primera vez José Luis, en una escalada exigente, sino que con solo quince años comenzaba su gran carrera en la escalada.

A fines de 1957, la Federación Argentina de Ski y Andinismo, organizó un curso de técnica de escalada en roca y hielo, en la localidad de Bariloche, cuyo curso fue dictado por Carlos Sontag, apoyados como ayudantes, Anselmo Weber, Mario Piccoli y Luis Baudaz, participando del mismo, José Luís, como representante del CABA. De allí, se trasladó a Esquel, y junto a Anselmo Weber y Mario Piccoli, conquistaron la cima de la cumbre principal del cordón Pirámides, el 12 de enero de 1958.; y luego de coronar la misma, comentaba, José Luís:

Era mi primera montaña, nuestro primer éxito, y queríamos retener el momento. Nos felicitamos mutuamente, no solamente para dar curso a nuestra alegría, sino para comprobar que esto era cierto y nos estaba sucediendo a nosotros. Se trasladó a Bariloche, y con Jochen Groos, coronó el Campanile Esloveno, José Luís, comentaba: con Jochen, teníamos naturalmente una coordinación de tanta calidad, que me llenaba de alegría por la limpieza de las maniobras; era, indudablemente, un compañero lleno de cualidades; el mutuo entendimiento nos llevó a avanzar tan rápido que en dos horas estuvimos en la cumbre. Pero el ser humano es insaciable y este breve ascenso nos dejo un algo de insatisfacción por no haber encontrado más dificultades. Comprendía que la escalada y el juego de la montaña consistían en descubrir sobre el terreno desconocido, un itinerario en el cual desarrollar toda la inventiva, creatividad e ingenio. Y al comprobar la facilidad con que lo lograba, experimentaba confianza en mis condiciones y me animaba a ensanchar más los horizontes personales.

José Luis Fonrouge en el Chañi, Jujuy. Escalador Argentino

                                                                                       José Luis Fonrouge en el Chañi, Jujuy

 

Escalando el Gran Techo, Sierra de la Ventana, Buenos Aires. José Luis Fonrouge, escalador Argentino.

                                               José Luis Fonrouge escalando el Gran Techo, Sierra de la Ventana, Buenos Aires
 

Luego de unos días de descanso en el refugio Frey, ambos coronaron en muy poco tiempo la Torre Principal del Catedral, siendo su cumbre la número 16; y al regreso, como les quedaba tiempo, ese mismo día, realizaron la aguja Frey.

En el verano de 1958, se trasladó a Jujuy, su idea era intentar la cima del cerro más alto de esta provincia, el Chañi, con poca adaptación a la altura inicia la ascensión, solo con el impulso propio de la joven edad y el impulso que la falta de experiencia hace de la ignorancia un mal amigo, pero a pesar de esa corta edad, primo el buen criterio cuando entrada la tarde, casi la noche y cuando solo le faltaba doscientos metros de desnivel, creyó oportuno pegar la media vuelta con la experiencia que a la montaña se la debe respectar, nos comentaba respecto a esto:

A media tarde, cuando las sombras de los picos circundantes comenzaban a estirarse, prevaleció la razón por sobre mis esperanzas de alcanzar la cumbre. Rendirme ante la fatiga y las evidencias de mi estado, constituyó una lección que recordaré siempre. Me bajó sin dudas los humos de adolescente y puso determinadas cosas en su lugar. La montaña fue, en ese episodio, nuevamente el maestro que tendría como referente en toda mi vida.

En el período invernal, fue a Bariloche para iniciarse en la práctica del esquí, pensando que era un complemento importante para los desplazamientos en la montaña, de todas formas, creyó que iba ser mucho más fácil de lo que imaginaba, realizar los primeros pasos en este deporte y su impaciencia no le permitió disfrutarlo como creía, ni tampoco aprender mucho, por tal motivo lo abandonó, sin lograr aprenderlo bien.

Finalizó el año y también su estudio secundario; pronto se trasladó hacia Bariloche, y junto a Dinko Bertoncelj, y para despuntar el vicio, realizaron una vía nueva en el Campanile Esloveno y luego de unos días, conformando la misma cordada, realizaron una nueva vía, la Sur de la Torre Principal del Catedral; y recordaba, José Luís que:

No solo había experimentado la compañía de Dinko, sino y muy especialmente, las enseñanzas de un maestro.

En el año 1960, junto con Jorge Peterek, Cacho Cardani, Jorge Insúa y Uca Carrera Pereyra, realizaron la cumbre Norte de las torres del Paine; y luego de esto, manifestaba José Luís:

Nacía con la Torre Norte, un estilo y una ética en mi manera de entender la montaña y la escalada. Para que esto se fortaleciera, sentía que debía ir a las fuentes, y éstas eran los Alpes.

                                             Porteando equipo en Patagonia. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

                                  Escalando en Sierra de la Ventana, Buenos Aires. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

                                Escalando en Sierra de la Ventana, Buenos Aires. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

                          Escalando en Sierra de la Ventana, Buenos Aires. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

A través de la embajada de Francia y del Ministerio de Deportes, consiguió una beca en la École Nationale de Sky et Alpinisme (E.N.N.A.), en Chamonix, en donde pudo perfeccionarse; tenía en ese momento diecisiete años, y partió solo, para conocer además, la flor innata del alpinismo europeo, tales como Gastón Rebuffat, Lionel Terray, Mazzeau, Walter Bonatti. De Francia, se trasladó a Austria, para escalar en los Alpes tiroleses y también en las Dolomitas. Esa experiencia le fue decisiva, no solo técnicamente sino que lo ubico mejor, a pesar de su corta edad, en el escenario mundial del montañismo. Pero que más importante, dejar que el propio José Luis nos describa aquellos momentos:

Puse mi campamento base en la casa del italo-argentino, Marcelo Costa, en Torino, pero después viví en los Albergues de la Juventud; andaba con la mochila dando vueltas, y creo que habré tenido un récord de ciento setenta albergues recorridos. Conocí diecisiete países, muchas capitales, aprendí cuatro idiomas y realmente volví a la Argentina con un bagaje cultural importante, no solo sobre el alpinismo sino que conocí lo que es la cuna de la civilización y de la música; aprendí a diferenciar pintores y épocas. Ahora se lo fomento a mis hijos y poco a poco, van pasando por Europa; pienso darle la misma oportunidad que me dio mi madre en ese momento, pues es fundamental en la formación de cualquier individuo.

                José Luis Fonrouge escalando en Sierra de la Ventana, Buenos Aires. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

                        José Luis Fonrouge realizando la aproximación al Fitz Roy. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

Durante los meses que permanecí en Chamonix, pude ascender al Monte Blanco, por la pared normal, y eso más bien fue un paseo turístico. Después, hice la pared Norte de la Tour Ronde, una pared bastante prestigiosa en hielo; me interesaba sobre todo el hielo; con las torres del Paine y las torres del Catedral estaba bastante formado en roca. De todos modos seguía interesándome e hice la Pared Norte del Chardoné, que es una pared muy bien conceptuada. También hicimos la Verte Integrale del Dru, luego, la vía Gastón Rebuffat de L´Aiguille de Midi, después el Mont Blanc de Tacul y a continuación hice una ascensión en solitario en L´Aiguille de L´Emme. Luego fui a ver el Eiger, el Matterhorn y todas las montañas más famosas: son imponentes. En las Dolomitas, en Austria, escalé el Kaiser y a continuación el Paso Sella con Dinko Bertoncelj, con quien coincidí en esos meses. También, estuve en Monserrat, en los Pirineos, cerca de Barcelona y, además, en el Saussoire, que era de donde provenían todos los cráneos franceses en roca. Es un acantilado calcáreo, formado por el río Loire y allí a esas fallaisses iban los parisienses a entrenarse y perfeccionar su técnica. Asimismo, estuve en Fontainebleau, donde hay unos boulders en las afueras de Paris. Allí vivía en la ciudad Universitaria, en el Pabellón Argentino, que está muy bien instalado y tiene muy buena atención. En ese lugar conocí al pianista argentino Bruno Gelber, que estaba haciendo sus estudios de música. Y como último dato de la E.N.S.A., puedo agregar que uno de los instructores era Armand Charlet, un apellido legendario en este tema; de hecho hay una marca Charlet de herramientas de hielo. Vivía en esa época y tuve el gusto de ser su discípulo.

El 12 de enero de 1965, junto a Carlos Comesaña, lograron abrir una vía en el espolón Noroeste, de la Aguja Guillaumet. La misma, tiene un desnivel de 400 metros y cuenta con dificultades de IV y V, hasta VI y A2, conquistando la cima, luego de un intento fallido, el año anterior, efectuado por Carlos Comesaña. Nos comentaba José Luís:

El sol brillaba más que nunca cuando ingresamos en la cumbre. Se respiraba allí una atmósfera muy extraña. Era ese oxígeno que proviene de la victoria, cuando nos enfrentamos a un desafío y finalmente vencemos. Eran esas horas en que se viven momentos intensos y se vibra al influjo de la naturaleza en el marco de la belleza brutal que prodiga la montaña.

Fonrouge escalando en el Cerro Catedral, Bariloche, Río Negro. Jose Luis Fonrouge, escalador Argentino

                                                                  Fonrouge en Huandoy, Perú, 1968. Colección: Eduardo Vivaldi

 

                                                                 Huandoy, Perú, 1968. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

Luego de dos días de descanso y con la idea de seguir cumpliendo los planes se desplazaron hacia las estribaciones del Fitz Roy o Chaltén. La cara Noroeste del cerro Fitz Roy muestra una impresionante canaleta que apunta directo a la cumbre. Los primeros mil metros de ésta son de hielo, y de roca, los setecientos metros restantes hasta el filo cumbrero.
Durante las primeras exploraciones de esta desconocida cara de la montaña, Otto Wieskopf, intentó la posteriormente llamada Supercanaleta, dos veces, en una de ellas, junto a Carlos Botazzi y un grupo de apoyo, en el año 1964.

Solo un mes después, llegó a la zona una expedición compuesta por, Antonio Misson, Martín Donovan, Jorge Luis Luque, Carlos Comesaña y José Luís Fonrouge.
Dos días más tarde se dirigieron a la Supercanaleta. Escalaron en simultáneo las partes fáciles de hielo y llegaron al bloque empotrado, que marca el final de la escalada en hielo, hicieron unos largos más hacia la derecha y vivaquearon.
El día siguiente, escalaron dieciséis largos hasta el filo Oeste, continuaron hacia la izquierda atravesando los gendarmes hasta pasar por el col de la Supercanaleta y prosiguieron por terreno fácil hasta la cumbre. Dejaron una bandera argentina y se llevaron como testimonio un mosquetón marca Cassin, que habían dejado los franceses en la primera ascensión, fue el 16 de enero de 1964.

Pero es importante rememorar su impresión al llegar a coronar la cumbre del Fitz Roy, nos decía José Luís:

Eran las nueve de la noche cuando asomamos nuestras cabezas por encima de la segunda cumbre, el espectáculo era magnífico. La sombra del Fitz Roy, se proyectaba sobre el desierto patagónico, que se extendía hacia el Este por kilómetros y kilómetros. Separados, recorrimos el corto filo que nos distanciaba de la cumbre verdadera. Algo que nunca podré olvidar, una especie de sendero que mostraba hacia un lado la noche apoderándose del desierto y hacia el otro, el ocaso que iluminada toda la cordillera.
Al fondo, el inmenso lago Viedma, dividía con su pálido color una zona de transición entre el Este y el Oeste. La cumbre, nuestra cumbre, estaba suspendida en medio de este paisaje. Parecía ser algo más onírico que verdadero; en realidad, una sinfonía visual marcaba con sus pasajes más poderosos nuestra llegada a la cima. Al pisarla, un explosivo llanto surgió del fondo de mi alma y me asombré con mis lágrimas; por un instante palpé la felicidad, aquella con mayúsculas, que tantos hombres persiguen, a veces sin hallarla jamás. En ese segundo mi existencia se iluminó con una visión desconocida del universo que nos rodeaba. Era la entrada en un mundo largamente soñado, como la búsqueda de una obra maestra inacabada. Pero allí, sobre esas piedras, nosotros la habíamos encontrado. Nos abrazamos llenos de emoción, sin poder articular palabra; solo hacíamos torpes gestos que expresaban nuestra alegría. Transcurrieron varios minutos antes de lograr serenarnos.
 

Fonrouge escalando en el Cerro Catedral, Bariloche, Río Negro. Jose Luis Fonrouge, escalador Argentino

                                                                   Fonrouge escalando en el Cerro Catedral, Bariloche, Río Negro

 

                                                            José Luis Fonrouge en la rimaya del Monte Frances en la Antártida

 

Luego comenzaron los interminables rappeles, hicieron diez y vivaquearon por tercera vez. Por la mañana, una tormenta azotaba la montaña, ellos continúan rapelando hasta que se les acabaron los clavos y empiezan a colocar nudos de cinta, peldaños de estribos, cordines del martillo, etc., hasta que en un rappel se les traba la cuerda y deben destrepar, cada uno por su cuenta mientras eran constantemente abatidos por agua, piedra y hielo que convergían en este gigantesco embudo, además, de soportar las fuertes ráfagas de viento.
Después de interminables horas, llegaron exhaustos al pie del cerro, al glaciar. Acababan de lograr la segunda ascensión absoluta del cerro Fitz Roy, por una ruta nueva y en impecable estilo alpino. Esta fue una impresionante ascensión, realizada por solamente dos personas, sin ningún apoyo y por una ruta totalmente aislada y de difícil acceso, que compromete aún más a quienes la intentan.
Fue loable la visión de José Luís, al intentar una montaña de este tamaño con un equipo mínimo y en estilo alpino, contrario a lo que se estilaba en esa época, que era asediar las montañas con grandes grupos de escaladores y fijar cuerdas en gran parte de la escalada.

Ruta de la Pared Oeste Supercanaleta del Fitz Roy. José Luis Fonrouge, escalador Argentino

                                                                        Ruta de la Pared Oeste Supercanaleta del Fitz Roy

En julio de 1965, junto a Carlos Comesaña, intentaron la pared Sureste del Yerupaja, en la cordillera Huayhuash, pero el mal tiempo les juega una mala pasada y encontrándose a solo pocos metros de la cima deben pegar la vuelta por el mal tiempo. Posteriormente, a este intento ascendió con un grupo alemán, en la cordillera Huayhuash, el Hirishanca Chico, de 5.800 metros, y junto a este grupo, recorrió parte de la selva peruana.

El 2 de febrero de 1966, la cordada integrada por José Luís y el austriaco Hans Schönberge escalan la pared sur del Aconcagua, (tenía 32 años, carpintero de profesión, noble y sano como el elemento que trabajaba, con un vigor y un espíritu de montaña que resaltaba por encima de todo el grupo, así lo definió su propio compañero, José Luís), realizaron una nueva ruta en la Pared Sur del Aconcagua, entre la vía de los franceses y de los argentinos; la ascensión se realizó al estilo alpino, en cuatro días; culminó esta ascensión, luego de una serie de escaladas que se realizaron en el cajón de La Jaula, como parte de una expedición internacional al mando de Fritz Moravec. Utilizaron tres campamentos de altura. Pero que mejor describir los últimos pasos de esta escalada, con las propias palabras de José Luís: …

Extremamos los cuidados dados a la exposición en que estábamos; no sé cuánto tardamos, pero me pareció que alcanzar el filo nos llevó años. Cuando ¡por fin! Llegamos, no lo podíamos creer. Las dificultades habían terminado, sintiéndonos en terreno seguro. Sólo teníamos que sobreponernos a la fatiga y caminar por el inmenso lomo que nos llevaría hasta la cumbre. A cada paso respirábamos dos veces; así conseguimos imponernos un ritmo que mantuvimos por reflejo, hasta llegar a la cima. Todo lo exultante que fue la escalada de la pared, resultó deprimente al llegar a la cumbre. Un montón de hierros oxidados, restos quizás de alguna cruz o mástil, llenos de alambres que, retorcidos, señalaban en todas las direcciones como buscando al culpable de estos estropicios.

Cantidad de papeles y residuos hacían de la cumbre un lugar decepcionante, máxime llegando luego de haber ascendido una pared como la Sur, donde día a día se ha estado luchando duramente contra los elementos. ¡¡¡Y en la cima nos esperaba un baldío!!! Me pareció que habíamos llegado a eso de las tres de la tarde. El espectáculo era bueno pero no cautivador, como correspondería a la cumbre más alta de América.

Una monotonía de montañas se extiende en las cuatro direcciones. Cerros pelados y, excepcionalmente, uno que otro nevado, allá lejos, perdidos en el horizonte de San Juan. Debajo de unas piedras encontramos un libro en el que anotamos nuestra ascensión; las hojas bastante maltratadas por la intemperie traslucían los diferentes estados de ánimo de los variados ascensionistas que llegaron hasta allí. No nos detuvimos a buscar la primera escalada de los maltratados franceses que, en 1952, hicieron la primera escalada por la pared Sur; pero si sabíamos que la nuestra era la primera escalada al Aconcagua por la pared Sur, en estilo alpino, por una ruta nueva. Abandonamos los grampones y piquetas pues queríamos tener el menor peso posible para bajar, y esos pocos gramos nos parecían un montón de carga.

                    Gerardo Waltz y José Luis Fonrouge en Huandoy, Perú, 1968. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

                                                   Huandoy, Perú, 1968. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

A la derecha José Luis Fonrouge y a la izquierda el austríaco Hans Schönberge, luego de escalar la pared Sur del Aconcagua, en el Refugio Plaza de Mulas, 1966

                                                      Huandoy, Perú, 1968. Colección: Centro Cultural Argentino de Montaña

 

Luego de una hora en el lugar, descendimos buscando la senda de mulas que nos llevaría por la ruta normal. Teníamos ansias de oxigeno; como el buceador que sube a la superficie, necesitábamos bajar lo más rápido posible, para respirar el precioso elemento. Estábamos exhaustos, cada cien metros nos derrumbábamos sobre una piedra para descansar; a las 9 de la noche, encontramos el pequeño refugio Plantamura. Tenía una ventana rota, el interior estaba lleno de nieve y hacia más frío adentro que afuera. No obstante, por el viento, nos refugiamos en el interior. El piso de madera era durísimo para dormir. Además, recordando excitados todo lo vivido, nos era imposible concéntranos para descansar. Ambos conservábamos la esperanza de encontrar a alguien en los refugios bajos; de no ser así, la situación seria dura pues en el estado en que nos encontrábamos y sin comida, no podíamos llegar por nuestros medios hasta la Laguna de Horcones.

A la madrugada siguiente, proseguimos por la senda, un interminable caracoleo enhebrando sucesivos refugios que hallamos desocupados. Parecíamos dos momias retornando de su viaje del pasado: la piel seca, los labios partidos eran la huella que había dejado la altura durante esos cinco días de escalada. Al bajar por la ruta normal me sorprendía pensando que todos los accidentes ocurridos en esta ruta eran incompresibles. Este lado de la montaña mira continuamente al Pacifico, que es de donde vienen todas las tormentas. Es difícil creer que un andinista no advierta la llegada del frente y tome las medidas necesarias para bajar o protegerse. También llegue a la conclusión de que la montaña es completamente ajena a los accidentes; somos los hombres mismos los culpables y victimas de nuestros errores.
Caminábamos, por la fatiga, duros como muñecos; ni Hans ni yo pronunciábamos palabra. Al mediodía divisé los refugios de Plaza de Mulas, pero por más que observaba, no notaba movimiento alguno. Me desesperaba pensar que no encontraríamos a nadie. Seguí acercándome, y cuando estaba ya entre las construcciones vi a Uggiere que venía a nuestro encuentro. Recién ahí, en ese instante, la montaña me pareció maravillosa.

Con esta escalada habían inaugurado un nuevo estilo de escalada para nuestro país, el estilo alpino, estilo que ya en otros lugares se estaba desarrollando.

A la derecha José Luis Fonrouge y a la izquierda el austríaco Hans Schönberge, luego de escalar la pared Sur del Aconcagua, en el Refugio Plaza de Mulas, 1966

                                                   A la derecha José Luis Fonrouge y a la izquierda el austríaco Hans Schönberge
                                                 luego de escalar la pared Sur del Aconcagua, en el Refugio Plaza de Mulas, 1966

 

Carlos Comesaña y Jose Luis Fonrouge el 18 de enero de 1965, descansando en el campamento base al día siguiente de regresar de la ascensión a la Supercanaleta del Fitz Roy, Santa Cruz, Colección de Carlos Comesaña

                                      Carlos Comesaña y Jose Luis Fonrouge el 18 de enero de 1965, descansando en el campamento base
                                   al día siguiente de regresar de la ascensión a la Supercanaleta del Fitz Roy, Colección de Carlos Comesaña

 

En el mes de enero de 1967, como jefe de una expedición a la Antártida, junto a un grupo de andinistas integrados por Martín Donovan, Ismael Palma y Jorge Ruiz Luque, intentaron el Monte Olivia, en Ushuaia, que por el mal tiempo no pudieron coronar; posteriormente, y ya en el territorio antártico, y luego de incorporarse al grupo, Alfredo Fragueiro, escalaron el cerro Monja; posteriormente, en los primeros días de febrero y junto a Martín Donovan, realizó la escalada al cerro Francés, también llamado Ibáñez, con esto finalizó su estancia en el continente Blanco.

En el período estival del hemisferio Norte, en el año 1968, se trasladó al Parque Nacional de Yosemite, en los EEUU., allí junto a un guía escaló varias rutas, de este escenario tan particular para los escaladores del mundo, finalizando la tarea el 5 de junio, y de esto expresaba José Luís:
Anhelábamos ese retorno y saboreábamos de antemano los pequeños placares, las flores, el río, la gente, la música.

La segunda ascensión a la aguja Poincenot, en los Andes Patagónicos, fue realizada por José Luís, con Alfredo Rosasco; luego de tres días de escalada en estilo alpino, llegaron a la cima, el 21 de diciembre de 1968. A propósito de esta escalada en los últimos metros, nos refiere José Luís:

Metros antes de arribar, la desilusión invadió por un instante mi ánimo; lamentaba que toda esta lucha que a través de tres días habíamos sobrellevado, terminarse de manera brusca con la llegada a la cumbre. Ya estábamos planamente acostumbrados al esfuerzo y en este momento gozábamos de la escalada. Nuestros sentidos habían sintonizado todos los murmullos, los matices y la temperatura del escenario que nos rodeaba, haciéndonos integrar nuestra psicología con los elementos. Era con este ánimo que tocaba la cumbre. A los pocos minutos llegaba Alfredo, vivamente emocionado; para él, el Poincenot, era su cumbre.
Al bajar, por la condiciones del clima y la llegada de la noche, confundieron el itinerario y debido a las grandes fisuras y la verticalidad de la pared, la colocación de los anclajes para los rápeles se volvió un gran problema, pero a pesar de todo bajaron, luego de hacer noche en la mitad de recorrido, otra dura prueba habían pasado!!

                     José Luis Fonrouge y Horacio Gratton (13 años) en la cumbre Torre Principal del Cerro Catedral, Bariloche.
                                                                                         Colección: Alfredo Rosasco

 

José Luis Fonrouge y José Herminio Hernández, 1994

                                                                        Tapa del Libro "Horizontes Verticales en la Patagonia"

 

En el año 1971, se conformó la Tercera Expedición Argentina al Himalaya, más precisamente al Everest, en época post-monzónica, en la misma se lo seleccionó como integrante, pero dado que su llegada para integrarse al grupo, no fue del todo bien vista por los que conducían la expedición, se le invito a despedirse de la misma, sin darle posibilidades de formar parte de la misma.

Posteriormente, se caso con María Elena Tezanos Pinto, dejando de lado por quince años la actividad de montaña; en ese período nacieron sus hijos, José Antonio, Carola y Agustín, y a ellos después, les hizo gustar del mismo amor por la montaña, del cual él se embebió.

A mediados de la década de los años ochenta, se inició en un nuevo deporte, el Kayak; anduvo por Centroamérica y en nuestro país, recorriendo ríos y disfrutando de esta nueva experiencia. Tiempo después, ya cuando sus hijos comenzaron a compartir sus experiencias y conocimientos que le fue trasmitiendo de la montaña, volvió a sus viejos lugares conocidos, Patagonia, Aconcagua, etc.
En su madurez, José Luís, había logrado unir su familia y amigos, con su ambiente, la montaña.

José Luis Fonrouge, escalador Argentino

                                                                                                     José Luis Fonrouge

José Luis Fonrouge y José Herminio Hernández, 1994

                                                                  José Luis Fonrouge y José Herminio Hernández, 1994

 

Jose Luis Fonrouge y el periodista German Sopeña con la bis nieta de Charles Darwin, Camila Darwin

                               Jose Luis Fonrouge y el periodista German Sopeña con la bis nieta de Charles Darwin, Camila Darwin

 

En el campamento base de Plaza de Mulas, en el Aconcagua, nos decía, en el año 1997:

A mi me gusta pensar de que la vida es un círculo, donde muchas acciones y muchas personas lo van conformando, aquí en este refugio, a treinta años después de haber escalado la pared Sur del Aconcagua, ahí comenzó parte de este círculo, uno muy grande, después del Aconcagua, hubo muchísimas otras ascensiones y numerosas otras montañas, ese circulo, tuvo su parte fundamental que fue la familia, digamos que las montañas contribuyeron a formar una vida y esa vida que yo llamo, un ejemplo, la tengo acá conmigo, junto a mi hijo Agustín, es el menor de todos. siempre digo algunas palabras de agradecimiento a alguien y esas son para Mariele, que dentro de este círculo, lo ha cerrado totalmente y completamente, ha hecho que este círculo tenga un final feliz y el comienzo de otro círculo mayor que es lo que nos queda por vivir.

Durante la presidencia del doctor Fernando de la Rúa fue nombrado Director de Parques Nacionales. En un accidente de avión murió, junto a su esposa María Elena, su adorada Mariele y su hija Carola, el 28 de mayo de 2001, junto además, con algunos amigos, destacadas figuras de la sociedad argentina, con los cuales los unía una misma pasión: la Patagonia, se llamaban a si mismo, Grupo del Sur; ellos eran, Agostino Rocca, presidente de la organización Techint, Germán Sopeña, secretario del diario La Nación y José Luís Fonrouge, Director de Parques Nacionales. Eran tres hombres ligados por la fascinación que despertaba en ellos ese vasto territorio; tres exploradores impenitentes que se unían para recorrer solitarios parajes patagónicos.

El 28 de abril de 2001, emprendieron su último viaje. Luego de su muerte, se realizó una expedición para recordarlos, hubo emotivos testimonios escritos y algunas filmaciones, en donde expresaron entre ellos los siguiente, Jorge Insúa, escalador y amigo personal nos decía:

Es difícil definirlo a José Luís, no tenía humor ni para hacer chistes, no aceptaba la autoridad, no aceptaba el orden constituido, él tenía códigos distintos, había que entenderlo. Arriba de los mil quinientos metros cambiaba, era un tipo que mostraba ser realmente un compañero de cuerda, responsable, preocupado, hipersensible, tenía un espíritu de grupo, que lo tenía solamente cuando las condiciones se ponían difíciles, era un fuera de serie.
 

También su hijo José Antonio, lo recordaba y expresaba:

Mi padre no tenía reglas para nada, él hacia lo que quería, y si al resto no le parecía, mala suerte!!.

Su otro hijo menor, Agustín, comentaba de él:

Cuando estaba enojado con vos te aplicaba frío, por ahí él, lo hacía sin mala intensión, pero te hacía sentir incómodo; nunca le recriminé que vaya tanto a la montaña y que esté tanto allá, porque estaba haciendo lo que a él le gustaba.

       Carlos Comesaña y José Fonrouge (hijo de Jose Luis Fonrouge) con el mosquetón cassin (de Terray  y Magnone) que bajó Jose                                                           Luis Fonrouge en la segunda ascensión al Fitz Roy por la ruta de la Supercanaleta

 

Otro tanto hizo en su oportunidad, el famoso alpinista e himalayista italiano, Walter Bonatti, lo definía:

Fonrouge, me ha gustado mucho como escalador, porque lo consideraba como yo, un alpinista clásico, un alpinista que escalaba como decimos nosotros, con las manos desnudas, una escalada limpia.

Muchos han sido los montañistas del mundo que lo han conocido, respetado y lo han considerado como una figura destacada dentro del ambiente de este deporte.

Serio, de pocas palabras, pero justas, seguro de si mismo, rayando en la soberbia, solitario, observador, elegía sus amistades midiendo sus actitudes y sus virtudes, de gran corazón para el que le entregaba su amistad, práctico, era directo para decir sus ideas, de la misma forma decía sus propios defectos o errores, con tanta seguridad que caían bien. Fue un adelantado para su época y con excelentes condiciones naturales para la escalada, nadie puede dudar que fuera un destacado para su época y que nos dejara, un sendero amplio de lo que se puede realizar en la montaña, fue un Maestro.


Carta de José Luis Fonrouge a Gerardo Watzl

Gerardo Watzl, quien entonces era el presidente del Centro Andino Buenos Aires (CABA) le había conseguido gracias a la FASA, una beca en la escuela francesa de Guías de alta montaña, Jose Luis le escribe desde Chamonix, Francia, contándole de sus aventuras y aprendizajes, en la siguiente carta: 

                                                               Carta de José Luis Fonrouge a Gerardo Watzl desde Chamonix, Francia.
                                                                            Foto: Colección del Centro Cultural Argentino de Montaña

                                                         Carta de José Luis Fonrouge a Gerardo Watzl desde Chamonix, Francia
                                                                    Foto: Colección del Centro Cultural Argentino de Montaña

 

Chamonix Mont Blanc  3 de Agosto de 1961

Meca del Alpinismo Mundial

Aquí estoy cómodamente instalado dispuesto a escribir mucho y chiquito, con pelos y señales de todo lo visto y hecho, al grano.
 

Los tramites anteriores a la beca se resolvieron fácil y rápidamente gracias a Jean Paul Gardemier, me parecería una buena medida si ustedes (comisión directiva) le mandaran una carta de agradecimiento por todas las molestias ocasionadas; Es un ñato que conviene tenerlo entre los amigos, pues, posteriormente nos puede favorecer en muchos sentidos; Fue el quien me llevo a visitar las palestras parisinas: Le montaña, Fontainebleau y Saussuer, visita productiva en todo sentido. Lo primero que resalta es el entrenamiento que alcanzan la gente de Paris, todo es estilo, gracia y fuerza, alcanzada en el cotidiano entrenamiento. Es así como las grandes primeras (en roca) salen de Paris de una palestra, a lo que voy, es esto, es cosa sabida que el CABA necesita un lugar de entrenamiento, una pared donde se pueda hacer ''dedos'' uñas y nariz, mas conviene valorarla como cosa imprescindible, yo mismo estando en Buenos Aires no la valorada en la medida de que Paris me hizo verla, Toda la gente que sale de Buenos Aires llega a la cumbre con el 50%  de lo que realmente vale, entonces porque al oficializar una expedición, se tiene en cuenta como punto determinante la dificultad de las ascensiones hechas por los participantes, no creen que sería más práctico medir el grado de entrenamiento alcanzado tras la utilización de una palestra, resumiendo, hay mucha gente joven que el CABA puede modelar, teniendo como punto de mira el "Entrenamiento".
 

No creo que se pueda exigir pero si inducir al candidato a tener en su entrenamiento una cantidad mínima de jornadas "palestreras". Entonces, que se gana? que al partir una expedición, sale con el 100% de su capacidad y no con la mitad como hasta ahora han partido. No crean que tampoco me olvido de la parte experimental, o sea, experiencia en montaña. Mas veamos, un hombre sin entrenamiento sube a la torre del Catedral ( Bariloche) al bajar se siente recocho (contento), porque hizo una escalada "difícil''. Este hombre se forma un tope en la concepción de las dificultades en la montaña, lo máximo para el es un 4 grado que hizo en la torre. Un hombre entrenado la sube y la ve como un paseo matinal, el tope para el no tiene límite, deambula por la tabla de dificultades como una cosa pasajera, no se estanca en el prejuicio de lo que hizo.
 

Todas las dificultades en las rutas Europeas empiezan más arriba de lo que yo pensaba, los 3° me parecía 4° y los 4° un 5°. Ahora estoy entrenando y los 5° me parecen 5°en Buenos Aires seria 7°, bueno basta de matemática. Lo primero que les quería decir, era agradecerles, por haber hecho posible mi estadía en la Ecole, no imaginan lo mucho que se aprende, no solo en técnica sino también en concepción. ahora estoy, no en un curso, sino en una "reunión internacional" la escuela paga la estadía a extranjeros, estos son libres de hacer lo que quieran, van y vienen, suben y bajan, no es un curso.
 

El pequeño problema es que estoy solo como un hongo, digo pequeño podría ser grande, mi técnica es esta, salgo a la mañana temprano mochila al hombro hacia el objetivo, algunas veces me encontré con otro solitario con el mismo sistema, es así como hice el Mont Blanc (normal), la pared norte de la Tour Ronde.
 

Pues sí, aquí me veo cómodamente transportado por un trencito que trepa como condenado, ya es el segundo medio de transportación que tomamos para hacer nuestra cumbre del Mont Blanc, que fácil es la vida!!  cables y trenes, refugios y hoteles por la ruta que uno desee...  bueno con esto no descubro nada, es cosa sabida.

                                                Carta de José Luis Fonrouge a Gerardo Watzl desde Chamonix, Francia
                                                          Foto: Colección del Centro Cultural Argentino de Montaña

 

Chamonix Mont Blanc  6 de Agosto de 1961
 

Bueno, entre una hoja y otra pasaron 3 días, tres días que estuve trepando en la Moine. Ya se me fueron las ganas de hacer literatura sobre todas las ascensiones.
 

Les escribiré cosas más interesantes, por aquí los muertos están a la orden del día; En un intento que hicieron franceses e italianos (Bonatti) al pilar norte del Mont Blanc se murieron 4. Bien parados un alemán y de aquí, de la EWSA ya son 4 los fracturados y uno con conmoción cerebral, como ven el asunto no camina.
 

Es deprimente la falta de conocimiento sobre las montañas Argentinas. Me preguntan, hay montañas allá? son lindas? Que les puedo contestar a estos energúmenos?!! Para soluciones esto creo que se podría ponerse a trabajar un poco.
 

He leído el libro Hielo Continental (Hielo Continental, Andinismo y Exploración de los Hielos Patagónicos), me pareció muy bueno, muy ameno y comprensible; Bien aquí hay un enorme mercado para libros de montaña, porque no hacer la traducción y editarlo en Francia o en Europa? Eso si la presentación y las fotos me pareció pésima y mas con las encuadernaciones que se ven aquí.
 

En el refugio Torino me encontré Tony Fobbi, me contaba que si no regresa a la Patagonia muy rápidamente muere de pena; Es así como le ha impresionado, dice también que no vio problema alpino de la envergadura de el Paine Central y de la sur, me conto cosas muy interesante para el ataque.
 

Magnone, pregunto si los Argentinos no van al Himalaya!!?!!  Taragot le manda muchos saludos a Guthman y Herzog a Authal, Es enorme las cosas que se aprenden, estoy tan entusiasmado que muy probablemente me quede el mes que viene para hacer el curso completo.
 

Como marcha la construcción de la palestra del Tigre? no saben lo mucho que me alegra saber que se está realizando.
 

Watzl: por jorge me entero que no has recibido ninguna carta mía y he escrito 2 desde Austria contando mis aventuras por tus Alpes, la visitas a tu madre, etc. es que de veras no las has recibido? Bueno, pero ya estarás documentado por la lengua de Dinko.
 

Es notable como me ha prendido el veneno del hielo; ya no puedo estar sin calzar los grampones y sentir día a día como le tengo más confianza, creo que es una sensación muy parecida a la que se experimenta con el ski. Te diré que la pared norte de la tour Ronde es toda una escalada en hielo de 60 grados, una de las más bellas escaladas que recuerdo, son 600 metros todo derecho y con la misma inclinación, no fue difícil pero si memorable y con esto me despido.
 

Grandes saludos a toda la "Troupe" y será hasta muy pronto, Un abrazo de Jose Luis.

                                                    Carta de José Luis Fonrouge a Gerardo Watzl desde Chamonix, Francia
                                                             Foto: Colección del Centro Cultural Argentino de Montaña

 







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