Este imponente y bello volcán, con sus 6.440 metros de altura es la segunda montaña más alta de la Puna argentina, localizado en Antofagasta de la Sierra, en la provincia de Catamarca, fue elegido por los Incas para sus rituales sagrados dejando sus hueĺlas en la cima
El volcán Antofalla, con sus 6.440 metros de altura, es la segunda montaña más alta de la Puna argentina, luego del Llullaillaco (6.739 m) y seguido por el Cóndor de 6.414 m. Se localiza en el Departamento de Antofagasta de la Sierra, en la provincia de Catamarca.
Tan grande, imponente y bello, como esquivo. Muchas expediciones se vieron frustradas, ya sea por las condiciones climáticas, las dificultades del acercamiento a la base o el cansancio de un ascenso que exige un gran esfuerzo.
Como muchas montañas de nuestra cordillera, el volcán Antofalla, también está ligado a esa apasionante historia de montañistas místicos que, hace medio milenio, veían en ellas a sus deidades. Los incas, ascendieron a este volcán y, en la cima, dejaron sus huellas en una conspicua construcción, que no deja de llamar la atención por sus particularidades distintivas respecto a los demás “altares” construidos en las altas cumbres.
De acuerdo con el vocabulario de Rodolfo Schuller (1908), el topónimo Antofalla proviene de la lengua diaguita atacameña o Kunza y significa “donde muere el sol” o “sepultura del sol”.
En tiempos modernos, el Antofalla fue visto como un objetivo deportivo por el gran pionero Federico Reichert, quien relata “…tras haber efectuado mis investigaciones en las salinas de Antofalla no podía resistir a las ansias de escalar el volcán de 6.300 metros de altura que lleva el mismo nombre, que se alza aparentemente aislado y domina la totalidad de la región central de la altiplanicie” (…) “Es una gigantesca montaña volcánica, apagada, pero poderosa y prominente, la principal de la Puna oriental. La línea de las nieves está a 5.000 metros. Tiene doble cumbre, siendo la occidental algo más alta que la oriental. Yo solo alcancé la depresión a 6.000 metros pues una terrible tormenta y un violento dolor de cabeza me obligaron a regresar”. Federico Reichert, 1904.
Luego de este temprano intento, la cima se logra recién medio siglo después, el 26 de agosto de 1955 por Jorge Cvitanic y Tito Rubio de Club Andino del Norte (Salta) y Augusto Vallmitjana del Club Andino Bariloche.
Al respecto los primeros montañistas en ascender comentan: “La cumbre nos reveló que no fuimos los primeros en llegar a ella. Una bóveda circular de 6 metros de diámetro, en cuyo centro tres enormes piedras estaban unidas verticalmente, rodeándola, una pirca de medio metro de altura y sobre el lado oeste, al reparo de los vientos, una gran cantidad de leña de tola, arbusto de la zona” Vallmitjana, Anuario 23 del CABA, 1955.
En el año 1958 se realiza la segunda ascensión y podríamos decir la primera con fines arqueológicos, se trata de la expedición liderada por el profesor Mathias Rebitsch acompañado por Emmo Heinrich, Guzzi Lantschner (Austria) y Yosko Cvitanic (Salta). En su informe Rebitsch escribe: “…Luego conquistaron contra el viento tormentoso el apagado volcán Antofalla (6.100m). También aquí encontraron señales de un extraño culto de tiempos legendarios: un recinto en forma de óvalo, demarcado por piedras erectas, y en su centro un cono en forma de monumento, construido de bloques. Encima había una piedra alargada, colocada verticalmente”.
En la década de 1980, el antropólogo norteamericano Johan Reinhard inició un sistemático estudio de las montañas sagradas de los Andes.
En relación a esta montaña cuya cumbre alcanzó el 9 de febrero de 1983 comenta: “Al día siguiente Glauser y yo escalamos un paso a 20.000 pies (6.096m) y bajamos a la base del Antofalla. Alcanzamos la cima después de una fuerte nevada. Las ruinas de la cumbre constan de un gran círculo de piedras (9 x 9,50 m.) con una pirca baja a modo de “altar” en su interior. En las inmediaciones encontramos también trozos de madera. Intentamos excavar y el mal tiempo reinante no ayudaron en este trabajo”. Johan Reinhard, 1983.
Desde hace muchos años quería ir al volcán Antofalla, su imponencia y gran visibilidad desde gran parte de la Puna, sumado a mi amistad con Yosko Cvitanic, quien lo ascendió por segunda vez en 1958, hicieron que siempre estuviera presente y pendiente.
En enero de 2013 recibo una llamada de mi amigo Sebastián Cura, con quien habíamos compartido una expedición al Himalaya unos años atrás. Me pregunta si tenía algún plan para compartir, ya que tenía muchas ganas de hacer algo en el norte del país. Mientras hablábamos, pensaba que debía hacer un trabajo cerca del Salar de Antofalla y me cerró la idea de sumar actividades y concretar un sueño largamente esperado, su respuesta fue inmediata y ya estábamos con un plan.
El equipo quedó formado por mi compañero de trabajo y amigo Diego Sberna, Sebastián Cura y quien escribe. Partimos de Salta por la ruta nacional 51 y luego fuimos al Salar del Hombre Muerto para llegar a la localidad de Antofagasta de la Sierra. Las fuertes lluvias estivales habían destruido el camino y nos costó bastante localizar una alternativa para llegar a destino. Un viaje de 8 horas se duplicó en tiempo y distancia.
Durante tres días estuvimos recorriendo la hermosa puna catamarqueña realizando un trabajo arqueológico, lo cual sirvió de aclimatamiento. Finalmente, salimos de Antofagasta de la Sierra con destino al pueblo de Antofalla, donde nos pusimos en contacto con el cacique de la comunidad para presentarnos, ponerlo en conocimiento de nuestros objetivos y solicitar su aprobación como líder de la comunidad indígena de Antofalla. Tras un diálogo breve y ameno, partimos de Antofalla hacia el norte, por la ruta que conduce a la Puna salteña, hasta un desvío que nos conduciría a la laguna Archibarca ( 25°18’19.93″S - 67°43’10.82″O), este recorrido hasta el desvío fue de aproximadamente 35 km.
Desde este desvío recorrimos una distancia similar en dirección oeste y luego sur hasta llegar a un lugar donde decidimos montar nuestro primer campamento a 4.400 metros ( 25°24’34.80″S - 67°54’13.40″O).
A la mañana siguiente proseguimos nuestro acercamiento y plan de aclimatación en dirección sur hasta llegar a la base del Antofalla, a una altura de 5.100 metros ( 25°31’12.50″S - 67°53’17.49″O), habiendo recorrido una distancia de escasos 15 kilómetros.
Armamos el campamento y como todavía era temprano decidimos subir una cumbre inferior del Antofalla, la cual habíamos observado desde el campamento anterior y que Diego sugiriera ascenderla si llegábamos a tiempo. Cargamos un poco de agua, algo para comer y empezamos a ascender.
Pasado el medio día del 20 de febrero de 2013, llegamos a la cumbre del cerro que, tras haber comprobado que no registraba ascensiones, denominamos “Colorado de Antofalla”, de 5.787 metros de altura (25°31’57.98″S – 67°53’56.48″O) ubicado inmediatamente al Norte del volcán Antofalla.
A la mañana siguiente desmontamos el campamento y partimos hacia arriba para armar un campamento intermedio. El recorrido en distancia apenas superó los 3 km y salvamos un desnivel de 600 metros. En horas de la tarde teníamos nuestro último campamento a 5.750 m ( 25°32’52.33″S - 67°52’46.99″O). Nos dedicamos a derretir nieve para hidratar y descansar para salir temprano.
A las 4 de la madrugada empezamos a subir rumbo a la cumbre. La noche estaba cerrada, la luna ya se había ocultado. Con nuestras linternas frontales avanzábamos lentamente por la ladera helada del Antofalla.
El amanecer nos deleitó con un hermoso paisaje de volcanes y salares. Hacía frío, pero no corría viento y estaba completamente despejado, lo cual fue un regalo de la naturaleza, ya que nos permitió ver todas las montañas de los alrededores y de la lejanía, el Llullaillaco, el nevado de Cachi, el Ojos del Salado, el Incahuasi y todos lo que la vista nos permitía observar.
Finalmente el cielo se fue agrandando hasta generar un horizonte de 360º, estábamos en la cima del Antofalla, un sueño cumplido, un paisaje inigualable y una fuerte emoción nos invadió a los tres. El clásico y fraternal abrazo de cumbre, fotos, descanso, disfrute. Permanecimos poco más de una hora en la cumbre y luego empezamos a bajar, el altímetro del GPS nos indicó 6.460 metros.
Concluimos así una nueva aventura en una montaña hermosa y exigente, disfrutando del paisaje y la amistad de varios años.
Antofalla, lugar donde el sol muere y se oculta como tantos misterios del pasado.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023