La autora nos comparte su experiencia ,a lo largo de 30 años, de trabajo con las plantas de alta montaña, invitándonos a ser conscientes de la riqueza biológica que habita en las alturas y de cómo cuidarla
Las montañas, y en especial las que conforman la majestuosa cadena de los Andes, ejercen una poderosa atracción sobre los amantes de la vida en la Naturaleza. Y es así que cada año las altas cumbres se pueblan de miles de personas que irremediablemente acudimos a sus llamados. Cada persona sube con un objetivo diferente, ya sea caminar, escalar, esquiar, entrenar, contemplar, relajarse, trabajar... pero sin duda todos disfrutamos de las increíbles vistas que la altura nos regala. Sin embargo, a lo largo de 30 años de trabajo con las plantas de alta montaña, he notado que no todos los caminantes son conscientes de la riqueza biológica que habita en las cimas. Por un lado se entiende, ya que resulta paradójico pensar que uno de los ambientes terrestres más desfavorables para la vida en el planeta pueda ser escogido como el hogar por especie alguna.
La zona de alta montaña se encuentra por encima de la línea del bosque, también conocida como timberline o treeline. La altitud de esta línea está determinada principalmente por la temperatura. Por esta razón, los ecosistemas de alta montaña están ubicados por encima de los 2600 m s.n.m. en el norte neuquino y a tan sólo 500 m s.n.m en Tierra del Fuego. En los sitios donde no hay bosque, la zona de alta montaña se ubica por encima de la vegetación de estepa.
A modo de repaso, los ambientes de alta montaña se caracterizan por sus laderas escarpadas, sus suelos rocosos o arenosos, generalmente sueltos, inmaduros, superficiales y sujetos a deslizamientos y avalanchas. El clima en las alturas es frío y seco, con heladas y precipitaciones en forma de nieve o granizo en cualquier estación del año, acumulación de mantos de nieve pesados y persistentes, notables variaciones térmicas entre día y noche y entre las estaciones del año, humedad relativa baja, vientos muy fuertes y alta radiación incluida la ultravioleta. Y como si esto fuera poco, el aire ofrece menos oxígeno. Esto es, condiciones que nosotros, simples humanos, no elegiríamos para pasar un año entero a la intemperie.
Retomando el tema de la riqueza de vida la alta montaña, en la Patagonia continental se han registrado 550 especies de plantas nativas, lo que constituye 23% de las 2400 especies estimadas para la Patagonia en total. Una cifra que refuta estrepitosamente la idea de desierto con la que suele asociarse a la alta montaña. Y otro dato importante es que 124 de estas especies presentan distribuciones geográficas restringidas y 69 son exclusivas de alta montaña. Además, estos ambientes son un importante y singular reservorio genético. Y como si esto fuera poco las plantas de altura están entre las más bellas de la Patagonia, cualidad que certifican viajeros de todo el mundo que vienen a fotografiarlas.
En cuanto a las estrategias de las plantas para resolver los problemas que ocasiona un ambiente extremo, son variadas y efectivas. La primera es aprovechar el abrigo que brindan las rocas, por lo que es importante reducir el tamaño. Por esta razón, la mayoría de las plantas son hierbas pequeñas o arbustos que crecen formando cojines o carpetas apretadas al suelo. De este modo minimizan el impacto del viento, soportan el peso de la nieve sin quebrarse, y ponen a resguardo sus yemas de renuevo.
Pero lo que vemos en superficie es sólo una pequeña parte de su cuerpo. Estas plantas desarrollan de manera notable sus estructuras subterráneas, lo que les permite fijarse bien a un sustrato inestable, acceder a las zonas del suelo más húmedas, y en muchos casos almacenar sustancias de reserva que les permiten pasar las temporadas desfavorables y reactivarse rápidamente en cuanto las condiciones climáticas se tornan favorables.
Otras adaptaciones comunes pueden encontrarse en las hojas. En general poseen hojas reducidas y/o enrolladas para evitar el exceso de evapotranspiración, u hojas coriáceas y rígidas para defenderse del daño provocado por el viento, las heladas, el roce de la arena la nieve y las cenizas volcánicas. Cubrirse de pelos es otra adaptación difundida. Las cubiertas pilosas, especialmente en las hojas, les sirven para protegerse del viento, de la nieve, de la acción de los herbívoros, y también para reflejar la radiación si son blancas, grises o plateadas.
La producción de flores es otro aspecto importante en la vida de las plantas de altura, ya que tienen que competir por los polinizadores que transportan los granos de polen desde una planta a la otra con una precisión que no ofrece el viento. Y en esta lucha por atraer no escatiman energía, por lo que las de flores de alta montaña se cuentan entre las más bellas de la Patagonia. Y algo asombroso es que algunas especies preparan los botones florales 1 a 2 años antes, para florecer rápidamente al inicio de la temporada favorable. Con esta previsión logran aprovechan al máximo el tiempo disponible en el corto verano para lograr su objetivo de producir y madurar sus frutos y semillas. En esta carrera contra el tiempo algunas especies comienzan a florecer incluso bajo la nieve o el hielo. De todos modos hay especies que se juegan al todo o nada y abren sus flores bien entrado el verano, cuando la competencia por los polinizadores es menor. Pero la mayoría florece al final de la primavera o principios del verano, y es cuando la alta montaña se transforma en un inmenso paraíso floral que hacen difícil decidir cuál es la especie más bella.
Otra estrategia interesante es la longevidad. Si las semillas logran germinar y las plántulas establecerse con éxito en un ambiente difícil, lo mejor es tratar de perdurar por si los descendientes no tienen tanto éxito. Se sabe que algunos cojines son centenarios y aún milenarios, convirtiéndose en maestros de cómo superar la adversidad.
Pero en la alta montaña las plantas no viven aisladas. Ellas establecen relaciones con el medio y con otras especies vegetales, con animales, hongos, líquenes y bacterias, desempeñando roles fundamentales en un ecosistema en frágil equilibrio. Por ejemplo, las plantas con forma de cojín o carpetas acumulan humedad, materia orgánica y calor generando condiciones ideales para la vida. Estos beneficios son aprovechados por otras especies que germinan y crecen al cobijo de sus ramas. Así estas plantas, conocidas como nodrizas, van reclutando especies y a lo largo de los años conforman verdaderas islas de vida especialmente en los sitios más desfavorables. Estas islas, son, a su vez, muy importantes para la fauna del lugar con la que interaccionan. Cuando estos grupos florecen forman pequeños y atractivos jardines que tienen más posibilidad de ser vistos por los polinizadores, eslabones imprescindibles en la reproducción. Por otro lado, estas agrupaciones sirven de refugio para los pequeños animales que habitan las cimas. Algunas especies se destacan en la fijación de las laderas, aportando estabilidad a todo el sistema. Otras producen frutos apetecidos por la fauna local, que a cambio de ese precioso alimento colaboran dispersando las semillas. La buena convivencia también es una estrategia de supervivencia.
Observadas desde otro punto de vista, en este caso bien antrópico, las montañas ofrecen recursos y servicios ambientales que nos son vitales, como el agua dulce que bebemos, tierras de pastoreo en el verano, paisajes que utilizamos para trabajar, recrearnos, sanarnos e inspirarnos entre otros valores. Aunque esto trae sus consecuencias para los ecosistemas de altura si no se disfrutan o usan de manera respetuosa.
En la actualidad existe una tendencia creciente a utilizar, y sobre-utilizar, turísticamente los sistemas de alta montaña, no sólo en la temporada invernal sino también en la estival cuando la vegetación es más vulnerable. Con relación a esto, vale aclarar que las especies vegetales que pueblan las cumbres, a pesar de sus adaptaciones a las condiciones adversas, no están capacitadas para soportar el pisoteo de los caminantes y del ganado. Existen estudios que demuestran claramente que el tránsito de las personas sobre estas plantas, en especial en la época de pleno crecimiento, provocan daños que tardan años en revertirse o son irreparables. Por ejemplo, para montañas del Parque Nacional Nahuel Huapi se ha evaluado que en determinadas comunidades vegetales las plantas no resisten más allá de 30 pasos. Por esto es de suma importancia mantenerse en los senderos.
Una publicación reciente menciona que en la alta montaña en la Patagonia argentina al menos 14 especies y 9 poblaciones de plantas están en situación de vulnerabilidad por habitar en áreas puntuales que a su vez están afectadas por actividades humanas como el uso deportivo-recreativo y ganadero. Considerando el papel clave que algunas de estas especies juegan, es fácil imaginar que las perturbaciones repercuten sobre el ecosistema como un todo, y que el buen uso y conservación de estos ambientes es vital y nos compete a todos y cada uno de nosotros.
Lamentablemente estos importantes y frágiles ecosistemas de altura se cuentan entre los menos conocidos y comprendidos, lo que juega en contra de su conservación. Siempre se ha dicho que nadie protege lo que no quiere, y no quiere lo que no conoce. En este contexto, las tareas de divulgación sobre la estructura y funcionamiento de estos frágiles ecosistemas resultan vitales y esto es algo que todos podemos hacer. Por esta razón se incentiva y agradece la difusión de los conocimientos aquí vertidos.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023