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La aventura de ascender al Monte Olivia

El autor siempre sintió una fuerte conexión y un deseo inmenso de cumplir su sueño de hacer cumbre en el Olivia, monte icónico de la ciudad de Ushuaia, este es el relato de su primera ascensión

Raúl Torres

Raúl Torres

Edición: CCAM



Una montaña muy especial, deseada, admirada, respetada y súper valorada. No solo por los antiguos pobladores Selknam, quienes creían que de su estructura cónica descendían los dioses de la naturaleza, sino también, por mucha gente que habita este suelo bendito. Entre ellos mi persona.

En la cumbre del monte Olivia, Tierra del Fuego

Ubicación del monte Olivia, Ushuaia, provincia de Tierra del Fuego

Desde que inicie mis ascensos, en forma asidua, hace aproximadamente 15 años, en otras cumbres, miraba siempre hacia el Olivia y me decía a mí mismo, algún día me gustaría estar en su alta cumbre.

Tuve la suerte y el privilegio de poder fotografiar este cerro desde todos los ángulos, con todos los climas, con sus diferentes estaciones y colores, de acuerdo con la luz que  brindaban los rayos del sol y desde hace muchos años, mientras iba creciendo en edad, sabiduría y fortaleza, cada momento que la veía sentía el deseo eterno de poder estar ahí arriba.

Sabía que era algo súper difícil, muy técnico, por sus impresionantes paredes verticales. Las cuales requerían estar en un estado físico a punto y con una mentalidad fría y calculadora y tener  mucha concentración, para poder realizar todas las maniobras necesarias, tanto  para su ascenso como para su descenso. Se requiere  mucha experiencia en cumbres, como así también saber transitar por precipicios afilados.

Vista del monte Olivia camino al Glaciar Martial, Tierra del Fuego

Ruta normal al monte Olivia, Tierra del Fuego

Zona ampliada de la ruta normal al monte Olivia, Tierra del Fuego

Con el tiempo fui conociendo personas especiales, las cuales me ayudaron a su manera, a prepararme para lo que vendría después.

Mi hijo Agustín, con apenas 12 años fue mi inspiración, a quien inicie en este camino de las montañas allá por el 2012. Con el logramos varios ascensos, lo que posibilito que, con el tiempo, fuéramos  adquiriendo muchas motivaciones, perdiendo el miedo a las alturas y  disfrutando de cada paso en vertical.

En el año 2020, en razón de la  pandemia,  nos tuvimos que "guardar", para cuidarnos de este nuevo virus, llamado coronavirus. Pero pese a todos los pronósticos, y aunque parezca paradójico, fue el año  en el que más salidas tuve a las montañas, más de 60, y donde más kilómetros realice, aproximadamente más de 1000.

Esto me ayudo a prepararme física y mentalmente para lo que vendría, sin saber a ciencia cierta que el Olivia estaba a la vuelta de la esquina.

Durante el 2020 fui conociendo nuevas amistades, seres especiales, con los que compartí muchas salidas. Y con cada salida mi mente, mi cuerpo y mis piernas se fueron fortaleciendo.

Cara oeste del monte Olivia, rutas

Raúl Torres y su hijo Agustín en el cerro Portillo, al fondo el monte Olivia

Vista del monte Olivia desde la desembocadura del río Olivia, Tierra del Fuego

El comienzo de la soñada aventura

Si bien, en el 2019, ya acercándome a mis 50, sentí una fuerte conexión y deseo inmenso de cumplir mi sueño de hacer cumbre en el Olivia, no se cumplió hasta el 2020, cuando tuve la suerte, el privilegio y el honor de conocer a Pablo Winnie, quien sería mi guía para llegar a lo más alto de esta montaña. 

Se trata de una persona muy especial, quien ya había realizado la hazaña de haber llegado 7 veces a la cumbre de este icono fueguino.Durante el transcurso del año, nos fuimos conociendo, y compartiendo salidas para practicar escalada en roca.Este hombre, al cual admiro mucho, vio mis aptitudes en la roca y sintió que estaba en camino de lograr lo que tanto anhelaba.

Por otra parte estaba mi fortaleza, valentía y decisión  de  llegar a lo más alto, y todo eso posibilito  el accionar para emprender este gran desafío.

Luego de transcurrido casi todo el año pandémico, llegaron los preparativos para las fiestas de navidad y año nuevo.En mi cabeza, sentía la necesidad de escaparme del trajín, la monotonía y las presiones que conllevan estas festividades. Particularmente cada año que pasa me pone de muy mal humor ver como todos se enloquecen con los regalos, la ropa, la comida, etc. Y yo no quería ser parte de todo eso.

Primeras vistas de la laguna Arco Iris, Tierra del Fuego

Transitando precipicios afilados para llegar a la cumbre del monte Olivia

Fue así, que tome el coraje y la decisión de irme el 24 de diciembre, bien lejos en solitario, hacia el paso Beban, en busca de lo que sería mi regalo de Navidad. Unas piedras de cuarzo transparentes, muy bellas.

Una caminata que me llevo unas 9 horas, transitando por valles, lagunas, montañas, cascadas, ríos, etc. En donde me encontré conmigo mismo, y con Dios, con quien tuvimos una conversación muy sincera, donde me emocione hasta las lágrimas. En esa charla le dije de todo, pedí por la salud de mis hijos, las familias, amistades y por mí. También pedí por el amor, y  también me enoje mucho, por varias cosas que habían sucedido.Pero en definitiva quedamos a mano y satisfecho por todo lo que logre en este periodo.

Sin saber aun que, a pocos días, estaría camino a la conquista de la cumbre del monte Olivia, baje del valle para festejar la Nochebuena y la Navidad con mi madre y mis hermanos.

Pablo me había enviado un mensaje advirtiéndome que me cuide, que después de las fiestas iba a tener mi regalo tan merecido, Cumbre en el Olivia.

Durante el ascenso al monte Olivia

Entre paredes iba asomando el cerro Cortéz y con sus colores nos iba emocionando

El ascenso

Fue así que el 26 emprendimos el ascenso, poniéndonos   en manos de Dios para que todo fuera  perfecto. Para que subamos y bajemos sin novedad de riesgo de ningún tipo.

Arrancamos a las 7 de la mañana, de un día soleado, algo ventoso, pero disfrutando cada pasó. Era algo increíble, parecía un sueño. No podía creer que íbamos camino a su cumbre.

El ascenso fue muy difícil, debido a su alto grado de verticalidad, donde sentíamos que las piernas quemaban por tanto esfuerzo. Hasta casi la mitad de la montaña, la gran cantidad de piedras sueltas hacían más difícil su subida.

El día, pese al viento, acompaño de sobremanera. De lejos se venían, de a ratos, algunas nubes que parecían que traían lluvia. Pero el choque con los rayos del sol, hicieron que se creara un hermoso arcoíris, el cual disfrutamos mucho al mirarlo, en cada paso que dábamos.

Luego de haber sobrepasado la zona de acarreo de piedras sueltas, vino la zona de rocas sólidas, grandes paredes donde había que ver muy bien por donde ascender. A cada trayecto y dificultad íbamos poniendo metas y objetivos a alcanzar, así fue como transitamos la zona del embudo, donde bajaba un rio y una cascada, debido al deshielo de la nieve que se iba descongelando más arriba.

Una vez alcanzado ese embudo, llego la zona de la canaleta con nieve, donde Pablo, que siempre iba adelante, fue haciendo huellas en cada pisada para poder subir con más facilidad. Mientras íbamos subiendo, Él me decía, después de esto vamos a llegar a la zona del Conejito, donde se encuentra la cumbre Norte. Ya para esto habían transcurrido unas 5 horas aproximadamente. Lo increíble y loco de este tramo de subida, fue que el viento transitaba de abajo hacia arriba, como empujándonos de atrás, apurándonos para llegar a lo más alto, dándonos una gran ayuda en este tramo.

Vista del cerro Cortéz

Valle Carabajal con su turbal característico

Una vez alcanzado esa zona, llegamos a un balcón, en donde ya se divisaba el otro lado de la montaña y, desde donde podían verse las otras montañas, entre ellas el cerro 5 Hermanos, también él Le Cloche, etc.

Más o menos desde esta zona ya íbamos divisando los anclajes, algunos con cordines, otros con chapas y allí  Pablo también  fue colocando los empotradores en las grietas.

Desde la zona del Conejito hacia la cumbre es una zona donde, mientras se escala se transita por precipicios, con vistas al glaciar DAgostini.El transito fue ameno, muy seguro, con nuestras mentes listas y concentradas para avanzar los metros finales hacia la cumbre.

En un momento Pablo me dijo, ahí van las chicas, subiendo hacia la laguna del 5 Hermanos. Realmente, no estábamos seguros si eran ellas, porque apenas se veían unos puntos de colores.En ese momento tome la cámara y con su súper zoom, apunte, enfoque y me acerque para ver si eran ellas y efectivamente eran nuestras amigas, Vero, Pauli, Noe y Ninna. Ellas ni cuenta se daban que las estábamos viendo, ni filmando.

Cascada del cerro 5 Hermanos

Cóndor Andino

Cerro Le Cloche a todo color

Cerca de la cumbre del monte Olivia

La cumbre tan ansiada

Transcurriendo un tramo más, en un momento Pablo me dijo: ahí está la cumbre, y yo no lo podía creer. Mi corazón empezó a palpitar más fuerte por la emoción de estar tan cerca de cumplir nuestro objetivo y mi sueño.

Una vez conquistada su cumbre, ya encordados y asegurados al anclaje correspondiente, nos pusimos a sacar fotos para todos lados.

Esa cumbre nos bendijo y nos dio una oportunidad increíble de disfrutar cada bocanada de aire puro que circulaba por allí.

Se escuchaban zumbidos de ráfagas fuertísimas de viento, las cuales nos preocuparon un poco, ya que en la cumbre el viento podía pegar de todos lados. Pero en ningún momento el viento molesto’ de alguna manera. Esas ráfagas, increíblemente, circulaban más abajo,en la cumbre no existió ni una brisa. Lo cual posibilito que pudiéramos fotografiar lo que quisiéramos, filmar varios videos de saludos para mis hijos, amigos, compañeros, etc. Llamar por tel. a mi madre, mis hijos y hasta a mi primo que estaba en Misiones.

Pablo Winnie Ruiz en la cumbre del monte Olivia

Cumbre sur del monte Olivia vista desde la cumbre principal

Raúl Torres y Pablo Winnie Ruiz festejando en la cumbre del monte Olivia

Mientras tanto, un majestuoso cóndor sobrevolaba la cumbre, observándonos, controlándonos para ver qué es lo que hacíamos allá arriba.

Estar ahí arriba fue magnífico, nuestros corazones se llenaron de pura felicidad, por mi parte sentía que no me quería bajar más de ahí. El clima fue muy benévolo, disfrutable al 100 %.

Y de nuevo apareció otro arcoíris. Esta vez entre el cerro 5 Hermanos y el Olivia.

Foto va, foto viene, el tiempo paso volando. Permanecimos casi como una hora arriba.

Luego de haber grabado varios saludos, de haber llamado por teléfono  a los familiares, de tocar la quena y la flauta, de brindar con copas, etc. llego el momento de bajar.

Cerro 5 Hermanos desde la cumbre del monte Olivia

Glaciar D`Agostini visto desde la cumbre del monte Olivia

Con altura y con respeto te saludo sin aprietos. Comenzando el descenso de la cumbre del monte Olivia

Vista de la laguna Esmeralda desde la cumbre del monte Olivia

El descenso 

El descenso fue algo complejo, sabíamos que nos esperaban varias horas para bajar. Todo fue muy técnico, usando los empotradores, los prusik, y medimos  cada paso. El buen manejo de la placa fue fundamental para descender con total seguridad. Tuvimos al principio que rapelear con una cuerda y utilizando otra de backup, la cual, una vez que bajamos ese primer trecho, la cuerda se trabo y mi compañero tuvo que subir hasta la cumbre nuevamente a destrabarla.

Luego los siguientes rapeles los íbamos realizando a dos cuerdas, para ganar tiempo y espacios de descenso. Ya que no es lo mismo rapelear cada 30 metros que cada 60.

Rapelear fue la forma más efectiva, segura y rápida de bajar de esta montaña súper vertical.

Con cuidado, Pablo, maniobrando y abriendo paso en lo alto

Rápel largo hasta el comienzo del conejito

Con sus picos puntiagudos, el frío se hace más agudo

A medida que avanzábamos hacia abajo, las maniobras se hacían más seguras. Los diferentes anclajes posibilitaron que nuestro accionar fuera cada vez más fluido.

Realizamos más de 5 rapeles hasta llegar más abajo de la zona del embudo. Una vez que llegamos a la parte baja del embudo, seguimos rapeleando, hasta que de lo más alto nos llegó una sorpresa, avalancha de piedras lajas. Que por suerte pudimos esquivar.

Sinceramente el trabajo con cuerdas fue impecable, aunque resulto bastante agotador tener que recoger las cuerdas para seguir descendiendo. Nuestros brazos se iban quedando con menos fuerzas cada vez.

Ya de vuelta a la zona del pedreguero, se acabaron los rapeles, fuimos buscando la zona más segura para seguir bajando.

La verticalidad de la montaña no daba respiro. Las rodillas comenzaban a crujir y doler un poco.Los conocimientos de Pablo sobre la zona del descenso hicieron que pudiéramos bajar lento pero seguro.

Desde que iniciamos el descenso, tipo 5 de la tarde hasta que llegamos al auto, transcurrieron 6 horas aproximadamente.

Una vez que llegamos a la zona del pasto, nuestros cuerpos sintieron un poco más de alivio, aunque aún nos faltaba mucho por descender.

El atardecer se iba oscureciendo cada vez más. La noche estaba a minutos de dejarnos a oscuras en la ladera de la montaña. Gracias nuevamente a la ayuda de Dios, pudimos alcanzar la zona de árboles y nos adentramos a ella. Alrededor de las 10 comenzamos a bajar minuciosamente, con paso firme y viendo con mucho cuidado, los arbustos, árboles y troncos caídos, para no caernos.

Debajo el Glaciar D´Agostini y de fondo la laguna Esmeralda

Cumbre norte del monte Olivia

Un manojo de cuerdas para rápelar

El último tramo hasta llegar al auto fue interminable, con el peso de nuestras mochilas, las piernas súper cansadas, nuestras mentes súper satisfechas de haber logrado nuestro cometido, pero a su vez exhaustas de tantas horas descendiendo, logramos llegar a la base sin ningún problema.

Una vez abajo, con la oscuridad presente, nos tiramos al suelo, al costado del auto y descansamos un rato antes de volver a la ciudad.

Agradecidos infinitamente al Olivia con todos sus Dioses por permitirnos disfrutar de su cumbre, con todos sus condimentos. Y por guiarnos y cuidarnos en el descenso.

Gracias también a toda la gente que se preocupó por nuestro bienestar y seguridad.

Gracias infinitas a Pablo Winnie por regalarme esta maravillosa experiencia y hacer realidad mi sueño de tantos años.

Si hay algo que me quedo grabado más profundamente en mi alma y mi corazón, es que a la montaña y a la naturaleza se la debe respetar profundamente.

Nosotros estamos solo de paso, para disfrutarla y amarla. Por eso debemos cuidar de cada lugar por donde transitamos.

Un pasaje algo fácil sin desmerecer a la piedra frágil

Una zona conocida, el glaciar D´Agostini

Atardeciendo. Descenso del monte Olivia

Vista del monte Olivia. Amaneciendo en otoño


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