En esta nota de la Revista "Geográfica Americana" de Septiembre 1937 el padre Alberto M. de Agostini nos cuenta de la inauguración del Parque Nacional Argentino más Austral, Provincia de Santa Cruz
La zona que se extiende al este de la Cordillera Patagónica tiene por la severa grandiosidad de los montes, por el verde exuberante de la floresta virgen todo el encanto y atractivos que puede ofrecer la naturaleza en sus más soberbias manifestaciones.
Ya publicamos en forma de noticias algunas comunicaciones del ilustre explorador que hoy se incorpora entre los colaboradores efectivos de nuestra publicación.
El M. Rey. P. Alberto M. de Agostini es harto conocido para que intentemos presentarlo a nuestros lectores; su contribución a los conocimientos geográficos del extremo Sud Argentino, formado a costa de arriesgadas exploraciones, en las cuales la sangre fría y la agilidad del alpinista corren parejas con la perspicacia del investigador científico, forma parte integrante de la historia de la geografía argentina y es título más que suficiente para colocar al P. De Agostini entre los más destacados estudiosos de la materia.
Con bien acertada y previsora disposición legislativa, que acaba de ser emanada, la Dirección de Parques Nacionales ha incorporado, al tesoro de bellezas naturales que ya posee en los Parques Nahuel Huapí e Iguazú, cuatro nuevas reservas para parques nacionales, en distintos puntos del Neuquén y de la Patagonia.
El más austral de estos parques, cuya determinación e ilustración fue confiada a mi cargo, es el denominado "Los Glaciares", que abarca los lagos Argentino y Viedma y está situado entre el 49° 10' y el 50° 40' de Lat. S. y el 72° 35' y el 73° 30' de Long. O., y abarca una superficie aproximada de 600.000 hectáreas.
Se trata de conservar belleza y riqueza y de crear cultura. Defender de la codicia apasionada y muchas veces inescrupulosa de una colonización adventicia, regiones y lugares que deben estar destinadas, en principio, al aprovechamiento de la colectividad.
Cuidar la flora y fauna autóctonas amenazadas por el avance desarticulado y arbitrario de la explotación particular.
Destinar lugares privilegiados por factores naturales, al acceso fácil del pobre como
del rico.
Estimular el turismo hacia monumentos o ruinas históricas como fuente de cultura y
de enseñanza.
Penetrar la obra de gobierno en regiones apartadas, e infundirles un soplo de vida civilizada, que asegure las buenas comunicaciones, mejore escuelas, justicia y policía.
Nuevos Parques Nacionales
Los innumerables lagos que se extienden al este de la Cordillera patagónica tienen, por la severa grandiosidad de los montes, por el verde exuberante de la floresta virgen, todo el encanto y atractivos que pueden ofrecer la naturaleza en sus más soberbias manifestaciones.
Entre estos lagos se destacan sin duda, por su grandiosidad y belleza, el Argentino y el Viedma, los más meridionales de la Patagonia, los que difieren notablemente de los demás, situados más al norte, por el extraordinario desarrollo de los glaciares, los cuales, como inmensos ríos de hielo, bajan de la elevada cordillera y quiebran su frente sobre las aguas de los lagos.
Es éste uno de los espectáculos más impresionantes y majestuosos, al que da mayor realce y grandiosidad el verdor del bosque que envuelve, como un soberbio marco, el candor azulado de los hielos, formando uno de los contrastes más sublimes.
Al occidente de estos lagos se yergue una elevada cadena de montañas, todavía en gran parte desconocidas, cubiertas completamente de un extenso manto de hielo, que asciende hasta las cumbres, se dilata en las altiplanicies, llena los valles y se vuelca en centenares de corrientes, que se precipitan hacia occidente, en los senos patagónicos, mientras por el levante, derriten sus frentes en las aguas de los lagos Argentino y Viedma.
El fenómeno glaciario toma allí formas y movimientos diferentes de los que se observa en otros sistemas de montañas del globo, donde existen glaciares, y adquiere en estas regiones un desarrollo de tan extraordinaria grandeza que no encuentra rival sino en las regiones polares.
Los lagos Argentino y Viedma, algo monótonos en su parte oriental por la aridez de las terrazas fluvio-glaciales, que se levantan alrededor de sus costas, adquieren más variedad y grandiosidad, a medida que se procede hacia el interior, por los espléndidos cuadros que presenta la cordillera con sus innumerables picos coronados de nieves eternas, con sus valles surcados de arroyos de aguas cristalinas, con sus bosques tupidos y seculares, que ciñen con sus verdes frondas plateadas cintas de innumerables cascadas.
Desde el lejano horizonte asoman, entre la bruma misteriosa de la alta cordillera, inmensos y majestuosos ríos de hielo, que llenan con su blancura los valles profundos y derriten su frente en las aguas azules del lago. Numerosos témpanos flotan en las aguas de cobalto del lago, como blancos veleros. Entramos en la región del Parque Nacional.
El lago Argentino se extiende al Este de la Cordillera patagónica y está situado a 200 metros sobre el nivel del mar. Su forma es irregular, presentándose dividido en dos zonas de caracteres morfológicos distintos, señalados por la punta oriental de la península Avellaneda.
La zona oriental presenta el aspecto característico de los lagos terminales andinos, en forma de una cubeta extendida en su anchuroso lecho de contornos costeros regulares, circundado de altiplanicies escalonadas a manera de terrazas y debe su formación a la acción de glaciares de menor importancia, avanzados en una última expansión del relleno de hielo de la montaña.
La zona occidental por el contrario se presenta notablemente articulada e irregular y se interna en la elevada cadena andina en forma de dos brazos divergentes, el mayor hacia el Noroeste y el otro hacia el Sur. Cada brazo se subdivide a su vez en canales y profundas ensenadas que, circundadas de imponentes y escarpadas paredes rocosas, tienen todo el aspecto de los jiordr de Noruega, pero más profundos y majestuosos. A su término estos jiords encierran casi siempre majestuosos glaciares, que bajan de la Cordillera y llenan los valles, llegando algunos de ellos a derretir su frente sobre las aguas del lago.
Los relieves montañosos, que se yerguen directamente sobre la cuenca lacustre, ponen en evidencia la extraordinaria potencia erosiva del extenso manto de hielo, que en la era cuaternaria cubría estas montañas.
Los cerros, que encierran como una fortaleza infranqueable el lago por su lado Oeste, alcanzan una altura de 2.000 a 2.500 metros y son cubiertos, en su parte más elevada, por nieves eternas y hasta la altura de mil metros por un tupido manto de bosques, constituidos casi exclusivamente de hayas (Nothofagus antárctica - betuloides y pumilio).
Innumerable cantidad de arroyos van serpenteando entre los peñascos y rompiéndose en ruidosas cascadas.
Los brazos norte y sur del lago Argentino, convertidos a su vez en canales fiordos, bahías, encierran paisajes de incomparable hermosura y de una variedad infinita, proporcionando al turista nuevas y profundas emociones en la contemplación de la naturaleza virgen y salvaje.
El brazo sur es el más largo y tortuoso y también el más pintoresco. Desde Punta Bandera, que marca, en su lado occidental, el comienzo de los fiords, se dirige por un pequeño trecho hacia el oeste y después de una pequeña curva, dobla al sur con el nombre de Canal de los Témpanos. Su nombre explica la gran cantidad de bloques de hielo, que flotan en las aguas y que tienen su origen en el gran ventisquero Moreno, que como un río inmenso de hielo desborda de la Cordillera y penetra en el lago en forma de un gigantesco baluarte, cerrando el paso a las aguas del canal.
El ventisquero Perito Moreno, por su magnitud, imponencia, por la exuberancia y lozanía de los bosques, que todavía lo ciñen a guisa de marco, es el más lindo que baja de la cordillera, en su vertiente oriental.
A diferencia de los demás glaciares, como el Spegazzini, Upsala y Viedma, que revelan claros indicios de un retroceso, el ventisquero Moreno está en pleno avance. Al enfrentar este ventisquero el espectáculo adquiere una grandiosidad que sobrepasa toda imaginación. Sobre nuestra cabeza se yergue amenazadora, una pared vertical de hielo de sesenta metros, coronada de mil cúspides de mármol blanco, que le dan el aspecto de una fantástica catedral de estilo gótico.
En su base se abren profundas grutas de un intenso verde - azul, que penetran en la misteriosa soledad del hielo como en un reino de hadas. A menudo la pared de hielo oscila, cruje y de repente se desploma y cae en el agua con tremendos estampidos, que parecen cañonazos.
Los grandes bloques de hielo, sepultados por breves segundos en las profundidades del agua, emergen después de algunos instantes en el vértice de gigantescas olas, que con prolongados bramidos van a romperse en la costa.
El canal, más allá, recobra su anchura y después de pocas millas se bifurca tomando un brazo la dirección Este y el otro la dirección Sur, con el nombre de Brazo Rico.
Por la vertiente Sur - Este la costa es más llana y conserva todavía con vigor, unos lindos manchones de bosque que rodean el pintoresco lago Roca, donde se han establecido algunas estancias, entre las cuales sobresale "La Gerónima", unida con el camino que desde Gallegos y Santa Cruz llega hasta el lago Argentino. El brazo Sur, termina al pie de la elevada cordillera, toda candida de nieve y de ventisqueros que bajan en las cercanías del lago Frías.
El brazo norte del lago Argentino se interna por espacio de 50 kilómetros en los contrafuertes orientales de la cordillera y llega al pie del gran ventisquero Upsala.
Este brazo limitado al Sur - Oeste por la península Avellaneda, se presenta en su primera parte algo escuálido y triste por el severo aspecto de las montañas desnudas y abruptas, que lo flanquean, donde la floresta ha sido arrasada en gran parte por los incendios; pero, hacia su término, adquiere mucha belleza y grandiosidad especialmente cuando se descubre la inmensa sabana de hielo del ventisquero Upsala y la gran cordillera nevada, con altísimos picos, que se levanta en su lado occidental.
El glaciar Upsala es el mayor que posee la Cordillera patagónica argentina, siendo alimentado por otros numerosos glaciares que bajan de ambos lados de su curso. Este glaciar, que puede clasificarse como tipo de transición entre el "Alpino" y el "Pedemontano", mide casi cincuenta kilómetros de largo, juntándose en su extremo norte con el ventisquero Viedma, que baja en el lago homónimo; su ancho varía entre nueve y diez kilómetros.
En la extremidad noreste del lago y cerca de la desembocadura de un valle de excavación glaciaria, que corre paralelamente al glaciar Upsala y del que está separada por una loma rocosa longitudinal, cubierta, hacia levante de manchones de bosques, está situada la estancia La Cristina de Percival Master.
En este valle debió descender el glaciar, en tiempos no muy remotos, cuando tenía mayores dimensiones, como lo demuestran las rocas aborregadas (roches moutonnes), las laderas redondeadas y pulimentadas, los depósitos fluvio - glaciarios del bajo valle, y las numerosas cuencas lacustres, la mayor de las cuales, denominada Pearson, encuéntrase excavada en la pendiente del monte Norte, hermosísimo pico, que domina imponente el valle, en su extremidad septentrional.
Del lago Pearson sale un gran torrente que, atravesando el valle, va a desembocar en el lago.
Desde la estancia "Cristina" se puede llegar en dos horas a caballo hasta el ventisquero Upsala, que aparece aquí en toda su magnitud, realzando su belleza la Cordillera nevada, que constituye el Divortium aquarum entre Chile y Argentina, con imponentes picos, entre los cuales sobresale en altura el gran macizo del Murallón.
El ventisquero Upsala en Febrero de 1932 fue cruzado varias veces por nuestra expedición, compuesta del Dr. Egidio Feruglio y de los guías alpinos: Croux y Bron. Desde el cerro Cono, en la margen izquierda del Upsala, donde teníamos nuestro campamento, hemos podido efectuar la travesía de la gran cordillera nevada y llegar hasta el fiord Falcan, en los canales del Pacífico, siendo ésta la primera expedición que haya llegado a ver las aguas del Pacífico.
En la extremidad occidental del brazo Sur del lago Argentino se abre, entre la península Avellaneda y el macizo del monte Heim, el pintoresco fiord Spegazzini. Esta profunda ensenada que tiene las bellezas y encantos característicos de los fiords patagónicos, más numerosos en la vertiente occidental la cordillera en comunicación con el Pacífico, representa una de las más profundas y estrechas hendiduras que posee el lago Argentino. Las aguas están casi siempre cubiertas de hielos flotantes, desprendidos de la frente del glaciar Spegazzini, que llena el valle al término de la ensenada.
Este imponente glaciar, de tipo alpino, que nosotros hemos explorado en todo su curso en el verano de 1932, baja del interior de la cordillera surcado por dos morenas medianas. Está formado por otras tres corrientes de hielo, que tienen su centro de alimentación en las proximidades de los montes Peineta, Heim y Mayo.
El 5 de Enero de 1932, saliendo de esta misma ensenada, podía con el Dr. Feruglio y los guías Croux y Bron, alcanzar la cumbre del cerro Mayo, (m. 2.438) que por su altura y posición, domina un gran trecho de la vertiente oriental de la Cordillera, próxima al lago Argentino.
El lago Viedma es más elevado que el lago Argentino en unos 50 metros, y su largo mide unos setenta y cinco kilómetros, con un ancho que oscila entre los quince y veinte kilómetros.
Los bordes costeros son regulares, limitados al oriente por tierras bajas con terrazas de múltiples niveles, los que representan los depósitos de morenas terminales de antiguas glaciaciones y más al occidente por cadenas de montañas, que rematan en mesetas, con una altura media de 1.500 metros.
El lago Viedma, a diferencia de los demás lagos andinos, situados al norte y al sur, no tiene articulaciones de importancia, que penetren en la cordillera; solamente por el lado SO, un brazo pequeño del mismo lago se infiltra entre la elevada cordillera, formando un bellísimo fiord, que hemos denominado (con las cadenas de montañas que limitan el borde occidental del lago, hasta el ventisquero Viedma) Moyano, para honrar la memoria de este ilustre explorador argentino de la Patagonia.
Tanto en las mesetas, como en las laderas de los montes, que se levantan al Sur y al Norte del lago, no se ve rastro de vegetación arbórea. Solamente aquí y allá algún pequeño arbusto de calafate (Berberís buxifolia e íhcifolia) y de incienso (Schinus dependens) rompe la monótona coloración amarillo - pálido de las escasas gramíneas, ávidamente buscadas por los rebaños de ovejas. Los bosques de hayas crecen lozanos en los valles de la alta cordillera, la occidente del lago en la proximidad de los montes cubiertos de nieve eterna, de donde baja el majestuoso glaciar Viedma.
El Fiord Moyano, que se abre al SO del lago y penetra unos veinte kilómetros entre los primeros contrafuertes de la Cordillera, ofrece al turista austeros paisajes, especialmente en su extremo sur, donde los montes altísimos están cubiertos, en su base, de lindas manchas de bosques y en sus cumbres de nieves y de heleros.
El ventisquero Viedma es, después del Upsala, el mayor que posee la Cordillera patagónica argentina, en su vertiente oriental. Su curso, aproximadamente de cuarenta kilómetros, lleva la dirección norte a sur, en la parte superior, paralelamente al cordón central de límites del divorlium aquarum, en cuyo curso recibe caudalosas corrientes de hielo. Casi en la mitad de su extensión, cerca de la confluencia del ventisquero Upsala, y precisamente entre la cabecera septentrional de la cadena Moyano y la vertiente meridional del cerro Huemul, tuerce su curso hacia el Este y baja al lago Viedma horriblemente revuelto por enormes y azulados seracs.
La anchura de su frente, que desciende al lago, como un enorme murallón, de treinta a cien metros de altura, es de cinco kilómetros, pero, otros dos kilómetros de frente son. ocultados por una elevada prominencia rocosa redondeada y pulimentada por el ventisquero, cuando tenía mayor amplitud y elevación.
En las depresiones, al abrigo del viento, crece vigorosa la vegetación forestal de las hayas y también abundan pastos fértiles, cubiertos de flores, donde pastan tranquilamente numerosas manadas de huemules. Este lugar es muy pintoresco y solitario y es de por sí un excelente criadero de huemules, como quiera, que además de su alejamiento, es de difícil acceso.
El ventisquero Viedma es el primer espectáculo que cautiva la admiración del turista cuando llega al lago, excitando en él un vivo deseo de contemplar de cerca aquella grandiosa llanura de hielo, desbordante de la Cordillera que brilla a los rayos del sol como un mar de zafiros.
El trecho de la Cordillera que corre al norte del ventisquero Viedma, es, sin duda, el más pintoresco del lago Viedma, y aun de toda esta zona austral cordillerana, por la belleza e imponencia de algunos picos, entre los cuales sobresale el monte Fitz Roy.
Los bosques que cubren, como un espeso manto, los valles y las laderas de las montañas, distribuidos en manchas artísticamente dispuestas, entre las cuales se abren verdegueantes praderas y solitarias lagunas, realzan la belleza del paisaje, ya imponente de por sí, por sus montes y glaciares.
Un profundo valle atravesado por el río de las Vueltas, da acceso a este encantador rincón cordillerano y conduce hasta la base del mismo Fitz Roy. Ya desde las orillas del lago Viedma el M. Fitz Roy impresiona por su atrevido aspecto, pero, a medida que nos acercamos, las proporciones del monte adquieren más amplitud y elevación y nuevos e impresionantes aspectos y detalles se revelan en sus agujas y neveros, cortados a pique sobre sus abruptas paredes.
Toda su hermosura y majestuosidad no se revelan por completo sino después de haber atravesado el río Fitz Roy su principal afluente, y alcanzado la cumbre de unas rocas aborregadas y alisadas por la antigua erosión glaciaria, donde el Fitz Roy, muy cercano y todo descubierto, desde la base hasta la cumbre, levanta atrevidamente al cielo su empinada torre guarnecida por otras agujas menores.
El valle, que rodea su vertiente oriental, es de lo más pintoresco por la variedad del paisaje, embellecido por muchas y hermosísimas lagunitas de cristalinas aguas verde esmeralda, engarzadas en el verdor de tupidos bosques de hayas. En las riberas de estas encantadoras lagunas, al abrigo del bosque, un buen hotel tendría lugar apropiado, y desde él, los turistas, amantes de la naturaleza, podrían emprender amenas excursiones en los alrededores, y contemplar de cerca cuanto de más majestuoso y terrible pueden ostentar los soberbios picos andinos.
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- Revista "Geográfica Americana", Septiembre 1937
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