Los invitamos a disfrutar de este artículo del desaparecido, físico, historiador y andinista Orlando Bravo el que nos fue cedido generosamente por su hijo Claudio Bravo
Además de ser Tucumán el “Jardín de la República” como la calificara en su presidencia Domingo Faustino Sarmiento en 1870, es la más pequeña de las 23 provincias de Argentina y la más densamente poblada del país. Pero lo más llamativo de su reducido territorio son los 8.400 km2 de áreas montañosas, sobre un total de 22.500 km2 que abarca su área jurisdiccional. Esto significa que un 30% de su territorio está ocupado por montañas, entre las cuales sobresalen los “Nevados del Aconquija”, cuyas cumbres se alzan hasta los 5.500 metros dejando a la llanura tucumana 5.000 metros por debajo.
El panorama que se despliega ante la vista de propios y extraños desde ciudades y pueblos del sur provinciano, distantes de las cumbres no más de 50 km., es impactante. Las montañas nevadas, en el marco de un cielo infinito y la lujuria verde de Las Yungas, conforman un escenario magnificente difícil de olvidar, que produce en los espíritus, ansiedad por las alturas.
LA MONTAÑA MADRE DE LAS AGUAS
Las montañas constituyen los grandes reservorios del agua de lluvia y de la fusión de la nieve y el garrotillo que, con espaciada frecuencia, coronan las altas cimas montañosas. El líquido fluye hacia las turberas y lagunas de altura, que dan lugar a más de un centenar y medio de arroyos, los que se engrosan en el descenso, con el aporte de los “pukios” y “nacimientos” de las laderas, particularmente entre los 2600 a 1600 m.s.n.m.
En el pie de monte, estas aguas se transforman en los potentes ríos -19 en total-, que cortan la llanura tucumana terminando en el curso del Río Salí. Éste baja de norte a sur constituyéndose en el principal tributario del lago del Embalse Frontal de Río Hondo que comparten tucumanos y santiagueños.
Normalmente las aguas que descienden por las frescas quebradas rocosas que forman los contrafuertes cumbreros son limpias y tranquilas. Pero despu és de las fuertes tormentas estivales, con gran milimetraje en corto tiempo, los caudales se vuelven tumultuosos y túrbidos. Por suerte en un lapso breve se aproximan nuevamente a la normalidad. Las truchas tienen en ellas el hábitat predilecto.
También el hombre las descubre como meta deportiva para los descensos riesgosos con variados artefactos, que se popularizan día a día. Los tranquilos prefieren la pesca y tienen localizados los lugares de buen pique.
No son pocas las familias que encuentran en las orillas de las mesadas aledañas, un atrapante resguardo en las bochornosas siestas tucumanas.
Para los contemplativos nada mejor que un trekking por las Yungas de los cerros tucumanos accesibles desde las mesadas, donde instalan su campamento. La senda lo sumerge en la magia de la Selva, solo perturbado por los cantos de los pájaros que forman incansables coros.
En las regiones bajas, las infiltraciones de los r íos Cochuna y del Rodeo, forman lagunas: la del Tesoro en el sur de la provincia, y La Escondida o Brava, casi en el límite con Salta. Ambas tienen sus leyendas. Forman parte de bellos micro-paisajes que alimentan en el alma, los misterios de la soledad. Llegar a ellas es una breve jornada de turismo aventura.
LOS ASPECTOS OROGRÁFICO-HIDROLÓGICOS SEÑALADOS Y LAS LLUVIAS, HACEN QUE TUCUMÁN SE CONSTITUYA EN UN RESUMEN DE TODOS LOS CLIMAS DEL MUNDO.
Volviendo atrás en el tiempo y al transitar por las sendas de las montañas, reverenciando a la Pachamama en sus apachetas de las abras, se llega a la convicción que no es el azar el que condujo y orientó a los indígenas a asentarse en los valles y mesadas de los cerros tucumanos, donde la conjunción agua y vida es perfecta. Sin embargo hay que incluir al sol, aunque las comunidades locales del presente no lo reverencian. El hombre, la fauna silvestre y la vegetación, responden en el andino a la voluntad trinitaria de: La Pachamama, que aporta la tierra, Tata Inti (el calor) para formar las nubes y el crecimiento vegetal, y a Yacomama que administra las aguas de las lluvias. La residencia natural de esta última deidad está en las cumbres de las montañas y su intervención en las sequías es fundamental. La participación justa y equilibrada de las tres voluntades hizo venturoso el asentamiento del hombre, posiblemente aymara, desde lejanos tiempos en los valles y mesadas del Tucumán. El sedentarismo agrícola permitió un gran desarrollo cultural que en el presente se explicita a través de los testimonios pétreos que se encuentran en el Valle de Tafí, en particular en el sector del Mollar. Ya mencionamos las apachetas, montículos cónicos de piedra donde la gente depositaba - y lo hace hoy en día-, sus ofrendas a la Pachamama, las peckanas, molinos de piedra, todavía en uso para moler granos (maíz) con el movimiento oscilatorio de una bola de piedra sobre la concavidad de la base; y parideras de piedra vigentes hasta hace 70-80 años atrás.
Testimonios muy antiguos de la fase primera de la cultura Tafí son los Menhires, megalitos, algunos de casi 2 toneladas, muchos claramente fálicos, lisos o con grabados, probablemente para celebraciones de la fertilidad, además de estelas de piedra con figuras barbadas.
Diseminadas por todo el valle y la Quebrada del Portugués, se ven círculos habitacionales y corrales, tal vez pertenecientes a asentamientos posteriores al de la cultura Tafí.
Saliendo del Valle de Tafí hacia el norte, se desarrolla la ciudad de Amaicha. Antes de llegar a ella, a la altura de los Cardones, sobre la margen izquierda del río de Amaicha, se observan (con binoculares) las pircas de un pucara. Se ubica en las estribaciones norte, terminales del Cerro Muñoz, una formidable atalaya hacia el valle Calchaquí. El acceso no es fácil y el pircado forma el remate de los planos rocosos verticales que se alzan sobre las aguas del río. Las sendas de acceso por el sur y el norte, en especial la última, quenquea entre bastiones de pircas lábiles levantadas sobre las ríspidas puntillas norte. Se infiere la táctica guerrera.
El pucara, no era ocupado permanente, la población tenía sus viviendas próximas a sus sembradíos en las mesadas del río. En los casos de invasiones que no podían rechazar, los amaicheños ganaban las alturas del pucara donde aún se ven algunos círculos habitacionales y morteros en las grandes piedras. También se observan recintos mayores para reuniones y celebraciones.
Frente a los troncos y ramas petrificados de Tiu Punco la imaginación nos retrotrae a épocas tan lejanas como la del “diluvio universal”, probablemente 12 a 15.000 años A.C. Lo cierto es que en esos tiempos, por lo menos el sector Tucumano del valle Calchaquí, donde se ubica Tiu Punco, estaba cubierto por árboles. Seguramente parientes de los algarrobos, que hasta la colonización española integraban los bosques del Valle.
Las furias de los elementos naturales los tiraron abajo, donde quedaron inermes a la “mazamorra” de las laderas occidentales de los Calchaquíes y a las tumultuosas aguas del Yocavil que terminaron por sepultarlas bajo una capa de barro limoso. Se conjugaron hechos y circunstancias para crear las condiciones del Laboratorio para la gran alquimia de la Pachamama y transformar el vegetal en piedra. Molécula por molécula, de la celulosa fueron sustituidos por las de sílice, mientras que en las hoquedades intercelulares se fijaron los minerales de las soluciones del medio de las sepulturas de los árboles.
El viento Norte con implacable frecuencia hizo el resto, tapándolos con la arena del desierto. En cierta manera fue una buena acción, así pudo llegar este yacimiento hasta nuestros días, antes que la ignorancia y la necesidad, transforme a los caídos en ceniceros, pisapapeles, candeleros etc. Se llevaría usted estas modestas joyas de La Pachamama? Si es así, cuando pase cerca de una Apacheta, deje unas hojas de coca, derrame un poco de vino o un licor y no olvide el tributo de una piedra, residencia preferida de las almas, y por supuesto la suya.
Los Quilmes constituyen el poblado indígena más grande organizado y vital que encontraron los españoles en la “Entrada de 1543”. Se ubica en el sector tucumano del Valle Calchaquí enmarcado al Este por las cumbres homónimas y al oeste por las Sierra del Cajón. El territorio es recorrido de Sur a Norte por el Río Santa María, un gran río histórico dador de vida.
El gran alzamiento Calchaquí urdido y alentado por el falso Inca del Tucumán a mediados del siglo XVII, no termina con la muerte en el Cosco de este notable fabulador. Prosiguió en el Valle Calchaquí con la obstinada resistencia de los Quilmes y Tolombones, que infligían pérdidas sensibles de tropas y dineros al Gobernador del Tucumán: Mercado y Villa Corta. Al fin pudo éste alistar un ejército de 1500 hombres bien comidos y pertrechados. Hizo el negocio con el Encomendero de Buenos Aires que necesitaba mano de obra para sus campos y el trato fue armas y dineros en trueque por esclavos. El sitio español fue largo y doloroso. Familias enteras de Quilmes prefirieron despeñarse desde lo alto de las rocas de su pucara antes de caer prisioneros, pero no obstante la población capturada fue llevada a los fundos del encomendero en Buenos Aires en 1670. De allí deriva el nombre de la actual ciudad de Quilmes.
Las construcciones Quilmes fueron parcialmente reconstruidas. Por lo ya conocido y lo que se muestra, se infiere que los Quilmes poseían una cultura hidráulica muy avanzada.
Una adecuada combinación de la Ruta Nac. 40 y la provincial 357 llevan al viajero a destino.
A unos 7 km al suroeste de la plaza de armas de San Pedro de Colalao, y siguiendo el curso del río Tipas (Tipa – Mayo), cuando el mismo hace un codo para dirigirse al NO, se ubica la mal llamada Piedra Pintada de San Pedro de Colalao, villa veraniega a la cual se accede combinando las rutas 9 y 311, ambas pavimentadas. Se trata de una gran roca con forma de carpa, cuya cumbrera apunta hacia el levante. En los dos costados de la roca hay dibujos, pero los de la cara sur son grabados de mejor factura, más profundos y anchos. Las figuras más importantes tienen 65 cm de largo y las hay antropomorfas y zoomorfas; no pocas son abstracciones simbólicas, como las que representan el agua. Lo notable es que el observador que sigue expectante la incidencia de la luz solar, puede cambiar su juicio sobre la figuración del grabado. Indudablemente se trata de una Huaca (lugar sagrado de la cultura que le dio origen). Con seguridad, los momentos óptimos para las celebraciones estaban determinados según los tiempos sagrados sancionados por la misma cultura. No pocos creen y perciben, un campo energético. Hay coincidencia en la opinión de que el conjunto de dibujos constituyen una obra de arte de primera categoría.
En los faldeos orientales de los Nevados del Aconquija, a los 4300 m.s.n.m., se encuentran dos grandes grupos de construcciones de piedras, sobre cuyo uso y destino no hay suficientes estudios ni información. Con trabajos de arqueo-astronomía, se determinó que el grupo de los corrales está vinculado a observaciones de los equinoccios de otoño y primavera. En efecto, una gran piedra que se yergue sobre una plataforma circular, de unos 6 mts de diámetro, obra como un gran gnomon cuya sombra se proyectaba en dirección a una ventanita practicada en el muro oste de los corrales. En múltiples ocasiones hemos verificado este señalamiento.
A un kilómetro al sur, se levantan las pircas de otro importante grupo de viviendas de grandes dimensiones. Entre estas construcciones, se destaca un recinto de gruesas paredes (1.25 m), cuyo perímetro afecta la forma de un hexágono irregular. Esta geometría curiosa y única, determina 2 puntos estacionales de la astronomía solar: son los solsticios de invierno y de verano. Tomando la dirección del meridiano como base para mediciones angulares, resulta que el muro oeste, donde se ha practicado una estrecha puerta, que con 3 escalones lleva al piso del recinto que ha sido horizontalizado en casi un cuarto de ha. : Una labor ímproba en plena montaña. Este muro está fuera del meridiano, y la desviación de 22º se aproxima a la inclinación del eje del planeta. El lado base del uhsno en el vértice SO tiene un azimut de 27º, igual a la altura del Polo Sur en nuestra latitud. La clave del mensaje de esta importante calasasaya, todavía no ha sido resuelta. Se han verificado las orientaciones de los solsticios, astronómicamente correctas.
La construcción de la Ciudacita, se atribuye al Incanato, y la mano de obra, a los pueblos vecinos del Arenal y Valle del Yocavil, al oeste de los Nevados del Aconquija.
Es casi seguro que el emplazamiento de la Ciudacita ha sido buscado obstinadamente. Desde la misma se disfruta un horizonte libre, en un ángulo de 140º que por la depresión del horizonte sobrepasa los 200 km, trascendiendo los límites provinciales.
También pudo ser usada como Atalaya para observar el movimiento de las tribus de los llanos de Tucumán y Santiago del Estero.
Por lo elevado de su ubicación - 4300 m.s.n.m. -, una visita debe ser prolongada 2 días extras, en procura de una mejor adaptación del organismo a la altura.
CIUDACITA: LA CONSTRUCCIÓN PRECOLOMBINA MÁS IMPORTANTE DESDE EL COSCO HACIA EL SUR
Centro cultural Argentino de Montaña 2023