Continuador de una tradicional estirpe de montañeses patagónicos, dejo su impronta confeccionando innovadores mapas, creando el emprendimiento Aonek’er (Mapas Topográficos), diseñando también un simulador de Incendios forestales, perdió prematuramente su vida a los 36 años
Biografia de Diego Vallmitjana, un innovador de la cartografia patagónica
Por Toncek Arko
Restauración Fotográfica: Centro Cultural Argentino de Montaña
Diego Vallmitjana fue un montañés, esquiador y parapentista apasionado. Aventurero y explorador comenzó a vincularse con la cartografía y confeccionar sus propios mapas topográficos de la Patagonia. Estudio, se capacitó y creo Aonek’er, un grupo de personas que trabajó con alta tecnología para el desarrollo de sistemas de información geográfica (GIS: Geographical Información System). En alguna medida, fue un precursor patagónico de lo que actualmente se conoce como Google Earth.
Alba Crespo y Ricardo “Yipi” Vallmitjana se conocieron en Piedra del Cóndor, Cerro Catedral, durante el verano de 1972. Ella se había radicado en Bariloche y comenzó a trabajar como guía de turismo y Yipi se desempeñaba como fotógrafo en la confitería más emblemática que tuvo el centro invernal, atendida por la familia de Tage Rosenkjaer.
Constataron que tenían muchas cosas en común y acordaron formar una familia. El 24 de marzo de 1974 nació su hijo Diego y en 1976, Martín. Como era de esperar, desde niños, ambos comenzaron a caminar por las montañas junto a sus padres. La familia Vallmitjana, integrante del Club Andino Bariloche (CAB), tiene una rica historia, siendo Ricardo un reconocido montañés y su padre y hermano, grandes exploradores de la Patagonia. Yipi es, además, uno de los historiadores más importantes que tiene San Carlos de Bariloche.
Alba recuerda que durante el verano de 1980, teniendo los chicos 6 y 4 años, se tomaron una semana de vacaciones en familia para estar en la montaña. “El primer día fuimos a Puerto Blest y caminamos hasta la cascada Los Cántaros y luego, bordeamos la bahía hasta la hostería. Al día siguiente, los cuatro subimos al refugio Jakob. Diego caminó todo el sendero y a Martín solo lo tuvimos que cargar en la mochila en el caracol. Al llegar, nos enteramos que había ocurrido un accidente, con dos personas lesionadas, uno de ellos era el cura Raúl Perrupato, muy conocido en el ambiente de montaña. Andi Lamuniere, a cargo del refugio, ya había convocado a la Comisión de Auxilio (CAX). Al anochecer, llegó un grupo de 70 personas desde el valle del Rucaco y también los integrantes de la CAX. Dormimos muy mal, todos amontonados. Por la mañana, descendimos, junto a la CAX y los dos heridos, a Bariloche. Las vacaciones continuaron y por ello resolvimos subir al refugio Frey por dos días. Había buen clima y los chicos estaban felices por las caminatas. “Nunca protestaron por el esfuerzo”, recordó Alba.
Diego fue asociado al CAB a los pocos días de nacer. También fue anotado en sus escuelas de montaña y esquí. Allí, aprendió a esquiar y transitar por los senderos y picadas. Comenzó con los más chicos, el grupo “Picapiedras”, siendo su primera profesora Elvira Enevoldsen y, posteriormente, sus guías fueron Roni Monras y Hugo Jung. Diego y Martín aprendieron a esquiar, pero no les entusiasmó la competición ni las actividades en el centro invernal. Preferían el esquí de travesía, en un marco más natural y alejado de las aglomeraciones. Martín recuerda que una vez que aprendieron a subir con pieles de foca nunca más usaron una aerosilla. También dejaron de esquiar en el Catedral y visitaron otras montañas y pistas.
En los grupos Pumas y Cóndores, de la Escuela de Montaña del CAB, Diego compartió las salidas con los hermanos Köpcke, con Ramiro Calvo, Diego Luro, Lucas Bonangelino e Irene Garibotti entre muchos otros.
“En esos años, la escuela de montaña del Club tenía la impronta de Otto Meiling y en sus salidas primaba la filosofía del esfuerzo, del sacrificio, de ser un rudo montañés. La mayoría de las salidas eran de largas caminatas, con más de 8 horas diarias. Pero a mis hijos eso le gustaba”, explicó Alba.
Hugo Jung, activo colaborador de la escuela de montaña y ex presidente del CAB, guió a Diego en varias excursiones. “Fue un chico diferente, siempre muy interesado por la topografía, muy observador. Miraba las montañas con atención y hacía anotaciones sobre los recorridos. Caminaba muy bien y era muy fuerte”, detalló.
Diego y Martín cursaron el colegio secundario en la Escuela Industrial, con una orientación técnica y práctica, donde se aprendía a reparar todo tipo de equipos, se formaban en mecánica y varios oficios. Después de recibirse, Diego ingresó al CRUB de la Universidad Nacional del Comahue, donde curso los primeros 2 años de Ingeniería, los únicos que se dictaban en la ciudad. Además de estudiar, comenzó a trabajar en cartografía.
Diego compartió la montaña con varios referentes del andinismo argentino, destacados escaladores y esquiadores, muchos de ellos guías profesionales de montaña.
Ramiro Calvo, guía de alta montaña de la AAGM (Asociación Argentina de Guías de Montaña) y UIAGM (Unión Internacional de Asociaciones de Guías de Montaña) fue compañero de Diego en la escuela de montaña del CAB. Compartieron ascensiones y excursiones con esquí de travesía, algunas de ellas con Hugo Jung como guía e instructor. Ramiro lo recuerda como “un autodidacta, muy inteligente, pionero en lo que respecta a la confección de mapas en Patagonia”. Calvo reconoce que Diego no se interesó por la escalada ni por el esquí extremo. “Era muy fuerte y resistente y emprendía largas travesías y ascensiones. Pero sin dificultades técnicas. Hizo los primeros mapas buenos de la cordillera patagónica, perfeccionando los del Instituto Geográfico Militar (IGM), que en general tenían muy pocos datos de las zonas de montaña”.
Ramiro recuerda muy bien los primeros mapas confeccionados por Vallmitjana. “Fueron de gran ayuda para muchos montañeses. En los cursos de la AAGM siempre los usamos. Constituyen un respaldo importante al desarrollo del trekking en Patagonia”, sostuvo.
Diego fue, como ya se dijo, autodidacta pero también se capacitó concurriendo a numerosos cursos. Entre ellos, fue alumno de Sebastián de la Cruz, Gabriel Rapoport y Patricio Graziosi, con quienes aprendió sobre esquí de travesía y tipos de nieve.
María Luisa “Luli” Gaviña es guía de montaña especializada en esquí. Compartió numerosas salidas y esquí de travesía con Diego. “Integramos un grupo de amigos que lideraba Gabriel `El Bicho´ Fiorenza y compartimos muchas excursiones en la cordillera”, explicó. Lo recuerda “con muy buena onda, siempre alegre y dispuesto a disfrutar de la naturaleza. Era un tipo muy fuerte, con una gran mochila llena de cosas, donde nunca faltaba el equipo de fotografía. El Bicho es un gran escalador y esquiador y nos llevaba por todos lados. Lo seguíamos como podíamos, pero nunca arrugamos. Varias veces nos acompañaron Mauricio ‘Moritz´ Cadillo y Martín, el hermano de Diego”, detalló María Luisa.
Gaviña y Cadillo recorrieron numerosos volcanes chilenos con Vallmitjana. “Diego siempre tenía tiempo. Recuerdo que nos subíamos a las camioneta y partíamos hacia la cordillera”, afirmó. Dijo que “Cadillo ya volaba en parapente y a veces lo llevaba para el descenso. Fuimos a los volcanes Osorno, Villarica, Lanín, Lonquimay y otros, en los años 2003 y 2004”.
“Diego heredó de los Vallmitjana la pasión por la fotografía. Sacaba muchas fotos, y muy buenas, y nos pasábamos horas viéndolas, analizando lugares para nuevas travesías”, agregó.
En 2005, María Luisa y su esposo, Fernando “Whimpy” Armani Huerta realizaron junto a Diego una travesía con esquís por el Hielo Patagónico, durante 12 días, uniendo el Paso Marconi con la estancia Cristina. “Fuimos cinco y, previamente, hicimos un porteo de comida hacia el nunatak Viedma. Diego ya era un experto en meteorología y tenía acceso a información satelital. Nos aseguró que habría diez días lindos. Para aprovecharlos, salimos dos días antes, en plena tormenta. Al llegar al Paso Marconi, cansados por el mal tiempo, nuestros compañeros, Cecilia y Diego Oyarzún, se volvieron. Caminamos otro día por el Hielo Patagónico, envueltos en una nube, navegando con la brújula. Pero luego el clima mejoró y efectivamente tuvimos los diez días lindos que anunció Diego”, recordó María Luisa.
Whimpy agregó que “ambos tenían cámaras fotográficas Canon, así que podían compartir los lentes. Diego cargó un potente teleobjetivo, bastante pesado para mi gusto. También llevó un moderno GPS para medir determinadas alturas y compararlas con los datos satelitales que poseía. En ese entonces, las fotografías satelitales disponibles no eran de muy buena calidad. Google Earth recién nacía y Diego quería confirmar que los datos de internet coincidan con la realidad. Sabía bajar fotos satelitales y procesarlas. Esto nos parecía fantástico. Sus conocimientos y su razonamiento estaban a la vanguardia de los sistemas de información geográfica del mundo”.
Compartieron la carpa, las comidas y el equipo. “Diego se la pasaba haciendo cálculos y mediciones. Tenía sólidos conocimientos y muchas veces nos comentaba cosas que nos parecían imposibles, muy futuristas. Así que yo lo bauticé `Einstein´ y Whimpy comenzó a llamarlo `Giro Sintornillos´, como el personaje de Disney, que inventaba de todo. Fue una muy linda travesía, sacamos buenas fotos y Diego pudo obtener mucha información para su cartografía”, dijo María Luisa.
En esos años, Whimpy era el director de los cursos para guías de montaña de la AAGM. “Diego fue contratado para dictar las clases de cartografía, orientación y meteorología. También nos proporcionaba todos los mapas. Excelente profesor. Pero se negaba a usar la brújula. Decía que era un aparato obsoleto y solo enseñaba con el GPS. Así que me tuve que hacer cargo y dar la clase de navegación con brújula yo”, recordó.
En septiembre de 2010, Whimpy concurrió como instructor a un curso para guías de montaña que la AAGM dictó en Mendoza. Al término del mismo, viajaron Luli y Diego con el objetivo de practicar esquí de travesía. Pero había muy poca nieve. Recorrieron el valle de la quebrada del Navarro en inmediaciones de Las Cuevas y subieron un par de cerros. “No daba para esquiar, así que regresamos pronto a Bariloche. Cuando Diego se quería volver, siempre ponía la excusa que tenía que ir a trabajar”, afirmó Whimpy. Fue la última vez que se vieron.
“Nos enteramos de su accidente estando en El Chaltén. Fue una noticia muy amarga, algo que no esperábamos. Fernando es más fuerte, pero a mí me pareció imposible que una persona así se muera”, afirmó Luli.
Diego fue una persona muy curiosa y con múltiples inquietudes, le interesaban muchas cosas. Le gustaba pintar, escribir, estudiar la física, la química, hacer experimentos informáticos con la computadora, etc.
Comenzó a dibujar mapas desde chico, con los recorridos de los lugares que caminaba. Luego, trazó algunos itinerarios sobre cartas del IGM, las únicas existentes en el país. Tenía muy buena orientación y aprendió a navegar en todo tipo de terreno.
Durante el verano de 1996, colaboró en los grupos que combatieron los grandes incendios forestales en cerro Catedral y los alrededores de Bariloche y desarrolló un simulador de incendios, en un programa de internet. Su trabajo y sus conocimientos no pasaron desapercibidos y pronto las autoridades de la provincia de Río Negro se contactaron con Diego, ya que vieron con interés sus investigaciones.
Su hermano recordó que “el simulador de incendios forestales nació a partir de un programa diseñado sobre los mapas, proyectando hacia dónde se propagaría el fuego en base al viento. Las llamas avanzan impulsadas por el aire y el calor del incendio. En base a la velocidad y dirección del viento se calcula el avance del fuego”.
Alba informó que “en 1996, viajamos a Buenos Aires, donde reside mi familia, y Diego concurrió junto a Yipi a la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), donde lo habían invitado a una reunión. La cita resultó muy positiva y a Diego le otorgaron una beca, para concurrir a Italia y capacitarse en fotos satelitales, sistemas tridimensionales de mapeo y otras herramientas de vanguardia para la época. Le dieron la beca pese a no poseer un título universitario, pues evaluaron que tenía muchos conocimientos. Viajó en 2002 y durante 6 meses se capacitó en Matera en cuyas inmediaciones se emplaza el centro espacial italiano. Allí aprendió a usar los aparatos que tienen los satélites para monitorear la tierra”.
“Diego volvió renovado y muy motivado. La CONAE lo invitó a Falda del Carmen, en Córdoba, donde también trabajó varios meses y obtuvo las herramientas para continuar con sus investigaciones. Al año siguiente, creo Aonek’er”, detalló su madre. Los primeros meses trabajó en su casa y, luego. alquiló una oficina en la primera cuadra de la calle Moreno.
“A Diego lo conocí en Bariloche por intermedio de un amigo de mi esposo. Trabajamos juntos varios años y compartimos muchas salidas a las montañas. Fue un visionario, un apasionado por la cartografía y los nuevos formatos de diseño que comenzaron a aparecer en ese tiempo”, explicó Macarena Pérez Correa, socia de Diego en Aonek´er.
Macarena se recibió de ingeniera agrónoma en 1998. Conoció a Diego Alollio, guía de montaña argentino y, en el 2003, se radicó junto él en Bariloche. Trabajó en la producción de sistemas de información geográfica (GIS en inglés) y Ricky Holler le presentó a Diego Vallmitjana. Comenzaron a diagramar algunos trabajos juntos. En el 2004, Macarena viajó a Francia, donde vivió varios meses y completó su maestría en GIS, en SILAT, Montpellier.
Al regresar, en 2005, acordaron impulsar Aonek´er y alquilaron la oficina en Moreno 69, donde atendían a sus clientes y trabajaban en los diseños de mapas. “Comenzamos con los planos más demandados de la zona de Bariloche, el Aconcagua, las Torres del Paine y la zona del Parque Nacional Los Glaciares. Los mapas topográficos se vendían al público, lo que además de diseñarlos, implicaba imprimirlos y distribuirlos”, explicó.
Paralelamente, ambos fueron creando la base de datos para diseñar los mapas. Esta era la tarea que más los apasionaba y requería la asistencia de numerosos colaboradores, exploradores y guías de montaña. Comenzaron a realizar “vuelos imaginarios” sobre determinadas zonas, por intermedio de fotografías satelitales y, en base a ello y las cartas topográficas existentes, diseñar los nuevos mapas. Las imágenes, en escala tridimensional, se visualizaban en las pantallas de las computadoras y permitían mostrar grandes extensiones de terreno. Sus principales clientes fueron los compradores de campos, estancias y grandes parcelas de tierra. Para tener datos más exactos, también realizaron algunos sobrevuelos con el Aeroclub Bariloche, hasta San Martín de los Andes o Cholila. Allí sacaban fotografías que posteriormente unían en forma digital.
Trabajaron a la par más de cuatro años. Diego fue muy emprendedor, priorizaba la investigación, la innovación y los estudios pero desatendía la economía. Al estar solo, no le prestaba demasiada atención a la utilidad que generaban los trabajos. Si a Diego un proyecto le gustaba, lo hacía igual, aunque no generara ningún ingreso. Macarena tenía una familia. Y veía que los recursos, a veces, no estaban en tiempo y forma para cubrir alquileres, gastos y honorarios.
“Diego era un visionario, súper creativo y con muy buenas ideas. Se conformaba con una pava de mate y se quedaba trabajando, diseñando y creando hasta las tres de la mañana. Pero yo tenía que ir a mi casa y ocuparme de la familia y de las tareas de hogar. Nuestros mundos no eran iguales, pese a compartir la pasión por el trabajo, las excursiones en la montaña y la investigación. Por ello, en 2009 comencé a encarar algunas cosas por mi cuenta, y tener mi sello propio, que es Pixmap”, señaló Maca.
Reconoció que en los últimos años los avances de la ciencia y la tecnología fueron fantásticos. En la actualidad, realiza trabajos con la asistencia de Google Earth, donde están plasmadas muchas de las ideas que tenían con Diego en sus inicios. También, cambiaron los requerimientos de la sociedad y los clientes. Los mapas impresos perdieron vigencia, pues la mayoría de las personas utiliza equipos portátiles, con GPS, mapas satelitales y cartas topográficas en internet.
Gabriela “Gaby” D´Enham se recibió de ingeniera forestal en La Plata y junto a su marido, Miguel Martín, se radicaron en Bariloche. Colaboraba en el diseño de un libro sobre flora de alta montaña, ubicando las plantas sobre mapas con GPS. Buscando cartas topográficas conoció a Diego y Macarena.
“Les llamó la atención que yo tenga conocimientos básicos de GIS, que sepa leer una carta y usar el GPS. Me comentaron que necesitaban a una persona que les ayude y acepte la propuesta. Me impactó su oficina, llena de computadoras y monitores y muchísimos mapas pegados sobre las paredes”, afirmó.
Reconoce que al principio tuvo que aprender. “La verdad, los primeros meses los destiné a capacitarme. Ellos sabían muchísimo más que yo y la mayoría de lo que tenía que hacer lo tuve que aprender. Pero tuvieron mucha paciencia y me enseñaron”, agregó.
En esa época, había muy pocas personas interiorizadas en los programas de sistemas de información geográfica (GIS).
“Siempre recuerdo que Diego sacaba sus propias fotografías aéreas, ya que las imágenes satelitales que se conseguían eran de muy baja calidad. Si bien Google Earth comenzó a usarse en los Estados Unidos a mediados del 2005 a la Patagonia llegó más tarde. Hoy todos los usuarios de Google Earth conocen que está compuesto por una superposición de imágenes obtenidas por fotografías satelitales e información geográfica proveniente de modelos de datos SIG de todo el mundo y modelos creados por computadora. Diego aplicaba este sistema sobre fotografías aéreas y lograba mapas muy exactos, con muy buena definición, muy superior a los de internet. Junto con Macarena fueron dos adelantados para la época. Viendo su trabajo en retrospectiva, es admirable lo que hacían”, afirmó Gabriela.
“Procesar las fotos aéreas, ensamblarlas y confeccionar un buen mapa llevaba mucho tiempo. Pero los resultados fueron muy buenos. Hoy su método sigue siendo vigente, con mejores herramientas y nuevas computadoras”, agregó.
Aonek´er, tal como se indicó, confeccionaba mapas a pedido, para empresas, estancias, desarrollos inmobiliarios y agencias de turismo. También confeccionaba cartas topográficas de lugares turísticos para vender al público.
Gabriela recordó que numerosos guías de montaña concurrían a la oficina para relatar sus travesías y aportar información que se volcaban a los mapas. La información era muy precisa, geolocalizada mediante GPS. “Muchos relatos eran fascinantes y aportaban interesantes datos. Era un placer escucharlos”, dijo.
A los clientes de grandes propiedades, se les proporcionaba información sobre causes de agua, zonas de pastaje, veranadas y otros análisis a nivel territorial. Concurrían referentes de empresas inmobiliarias que consultaban sobre loteos. En esa época, no existían los drones y las fotos aéreas eran muy útiles. También los visitó alguna empresa minera y titulares de canteras de áridos.
El cuarto integrantes del equipo, Gabriel Pinto Mazza, trabajó los dos últimos años, haciendo tareas similares a las de Gaby, en otro turno. Tenía muy buena música, ya que también atendía un estudio de grabación.
“Armamos una base de datos muy importante y luego ya no hizo falta tanto trabajo. Cuando nació mi primer hijo, a fines de 2009, les propuse trabajar desde casa. Me compré la mejor computadora y comencé a realizar tareas desde mi vivienda. Esto también fue una innovación, no era habitual trabajar desde el hogar. Diego aceptó y así continué trabajando a la par que atendía a mi hijo”, detalló.
Macarena también se independizó y comenzó a trabajar desde su hogar y, en junio de 2010, Diego mudó la oficina a su casa, una vivienda que alquilaba en el cerro Otto. “Si necesitaba de mis servicios, me llamaba”, relató Gaby.
Con la base de datos armada, Diego podía trabajar en forma privada y no descuidar sus otros objetivos. Podía ser más libre, tener tiempo y no ataduras como son una oficina, un horario y compromisos fijos. Sus clientes sabían cómo encontrarlo y, de esta manera, tenía garantizados los trabajos.
“Yo había entrado a trabajar en el INTA y volví a quedar embarazada. A fin del 2010, ocurrió el accidente. Fue terrible, nunca lo pude entender ni aceptar. Me pareció increíble. Aun hoy no acepto que Diego no esté”, dijo Gaby.
“En abril del 2011, estalló el volcán Puyehue y en septiembre nació su segundo hijo. Su marido, Miguel Martín, había trabajado con Carlos Beros y luego me ofrecieron trabajo también a mí. Cuando mi hijo cumplió seis meses comencé a hacer tareas para la empresa de Beros, en cartografía”.
En abril de 2010, en dialogo con el diario Río Negro, Diego Vallmitjana explicó que "todo empezó como un sueño y, si bien nos dedicamos específicamente al desarrollo y procesamiento de información geográfica como mecanismo de subsistencia económica, Aonek´er está asociada a muchos otros ideales que van más allá de simplemente hacer mapas”.
La filosofía del grupo fue detallada en su sitio web donde también estaba la oferta integral de sus productos. "Nosotros, que vivimos la Patagonia, la queremos mucho. Parte del objetivo de hacer mapas es, en realidad, el de generar y conservar el conocimiento de nuestro país, enseñar y transmitir esos conocimientos. Cuando ponemos el nombre de un cerro en un mapa, estamos conservando ese nombre, pues la gente lo utilizará y perdurará en el tiempo. Y cuando hacemos un mapa de una zona ´donde no hay nada´, en realidad estamos ´poniéndola en el mapa´, le estamos mostrando al resto de los humanos qué es lo que hay ahí, cuáles son los intereses, quienes viven, qué hacen y qué se podría hacer", explicó Vallmitjana.
"Así, muchas veces nuestros mapas generan interés turístico en zonas donde no lo había y también generan identidad de un pueblo que se ve representado. En realidad, cuando miramos un mapa, también vemos a la gente que está ahí", detalló.
Aonek´er funcionó como una biblioteca, una mapoteca o una enciclopedia. Fue un medio para compartir y juntar información. "Muchos guías de montaña y exploradores suelen traernos información, fotos o relatos y también correcciones de mapas. Nuestro trabajo es recopilar esa información para poder volver a utilizarla en nuestros mapas. Así, cuando publicamos un mapa, divulgamos esa información", señaló.
Diego también recorría el terreno para estudiar su topografía. Caminó por el Hielo Patagónico, navegó por fiordos marítimos y ascendió varias montañas en Chile y Argentina. Con la misma pasión con la que analizaba fotos satelitales, corregía los mapas confeccionados hace un siglo por el Padre De Agostini o leía informes sobre los pioneros en la Patagonia. "La información geográfica es también información estratégica. Sirve para hacer planos, trabajar en logística o desarrollar otros proyectos. La información que genera Aonek´er puede ser utilizada con muchos fines. Es nuestro objetivo usarla en desarrollos sustentables que contengan valores como la ecología, el medio ambiente, y la conservación", opinaba Vallmitjana.
Aonek´er es un vocablo en el idioma tehuelche y significa `desde el sur´. “No es casualidad que hayamos elegido este nombre para nuestro emprendimiento. El proyecto nació en Patagonia, quienes lo creamos vivimos y amamos esta inmensa tierra poco conocida, y lo que hacemos es algo que sin duda realizamos ´desde el sur´ y para el resto del mundo", explicó Vallmitjana.
Aonek´er, en su formato comercial, se integró con cuatro personas: dos socios, Diego Vallmitjana y Macarena Pérez Correa y dos colaboradores, Gabriel Pinto Mazza y Gabriela D´Enham. No obstante, había muchos colaboradores más. En particular, decenas de guías de montaña que aportaron informes y datos para mejorar la cartografía.
En el 2010, Aonek´er tenía una extensa lista de mapas, 52 ordenados por regiones y 151 por nombres de montañas. Y se podían pedir mapas de un determinado lugar y en la escala deseada. Los mapas tenían una breve descripción, una lista de descargas, de referencias y la fecha de su última actualización. Sus mapas se vendían en numerosas librerías y comercios de la Patagonia.
En la región, son reconocidos como pioneros en investigaciones satelitales y cartográficas. También efectuaron trabajos sobre estudios de nieve y avalanchas y en el 2009 asesoraron al Ministerio de Turismo de Río Negro y a las cámaras empresariales sobre la evolución del volcán Chaitén, en el sur de Chile.
Carlos Beros dirige la empresa Beha Ambiental SRL que ofrece un amplio espectro de servicios que comprenden tareas de laboratorio, gabinete y campo. Contrató los servicios de Diego durante más de una década y guarda excelente recuerdos de sus trabajos.
“A fines de los años 90, en la Universidad Nacional del Comahue, me comentaron que había una persona que hacía trabajos en GIS y lo fui a ver, pues en mi empresa los mapas topográficos siempre son necesarios. Diego trabajaba en la casa de sus padres. Me impactó muy bien y acordamos el primer trabajo”, indicó.
Beros explicó que “una vez que Diego y Macarena crearon Aonek´er, acordamos una forma más rutinaria de trabajo, pues a nosotros nos servía contar con sus asesoramientos. De esta manera, la mayoría de nuestros servicios los ofrecíamos con los mapas y otros estudios geoambientales. Proyectamos lugares para emplazar un centro de esquí, urbanizaciones, áreas de pastaje para la ganadería, cuencas hídricas y otros emprendimientos”.
Explicó que Diego tenía “una gran plasticidad para entender y amoldarse a diferentes temas. Comprendía rápidamente cuál era la necesidad y orientaba su trabajo y conocimientos a generar la información necesaria. Esto fue muy importante y permitió un trabajo muy coordinado. Siempre logré tener la respuesta justa”.
Ponderó su capacidad para generar herramientas que permitían trabajar con sistemas GIS. y crear bases de datos. “Yo sigo usando la mayoría de estas plataformas. Actualmente, todos usamos Google Earth, un sistema que Diego también veía cuando comenzó con sus trabajos”, afirmó.
También rescató su permanente búsqueda de lo lindo, lo bello y la armonía. “Era amante de la fotografía y sus trabajos siempre fueron muy vistosos, bien presentados. Él buscaba verdad y belleza. Esto es muy importante y fue reconocido por mis clientes. Sabía combinar los aspectos rígidos y matemáticos de los trabajos con la estética y la belleza natural. Supo captar la esencia de los paisajes y reflejarla en sus desarrollos”, manifestó.
Otro de los aspectos que ponderó fue que “Diego supo formar un muy buen equipo y gracias a ello yo pude seguir trabajando con GIS, pues Macarena y Gabriela siguen vinculadas con mi empresa”.
Volar en parapente fue otra de las grandes pasiones de Diego. Se entusiasmó viéndolo volar a Martín durante la filmación de la película Un Vuelo del Cóndor.
Comenzó a practicar y, en el 2003, aprobó el curso de iniciación dictado por su hermano. A partir de ello, voló en su parapente en la zona de El Bolsón.
A diferencia de Martín, quien es instructor de parapente e integrante de la Federación Argentina de Vuelo Libre, Diego solo volaba en forma recreativa. Tampoco usó los parapentes chicos, Speed Riding, que usaba Mauricio Cadillo para bajar desde las montañas.
Sus vuelos fueron más frecuentes durante los últimos años, entre el 2008 y 2010, siempre en la región de Bariloche y El Bolsón.
El jueves 30 de diciembre de 2010, al mediodía, Diego Vallmitjana, sufrió un accidente fatal en el cerro Piltriquitrón, volando en parapente. Una brusca ráfaga de viento, provocada por una repentina tormenta de verano, habría desestabilizado el vuelo, estrellándolo contra las rocas de la montaña.
El primero en arribar al lugar fue su hermano. Diego presentaba golpes múltiples, con fracturas en ambas piernas (una de ellas expuesta) y en una mano, pero no en su cabeza, ya que llevaba el casco reglamentario. El fuerte impacto terminó con su vida, al quedar enganchado el parapente amarillo en una roca del cerro. El cuerpo fue hallado unos 40 metros más abajo y trasladado por bomberos voluntarios de El Bolsón.
La tragedia causó conmoción en su familia y entre sus amigos y también en el CAB. Diego era considerado un buen piloto en vuelos de parapente, por ello la caída fue difícil de asimilar. Su padre nunca pudo superar la desgracia.
En el CAB, recuerdan a Diego como un explorador incansable de cerros y montañas, también como integrante activo de la CAX y voluntario de la Comisión de los Incendios Forestales. Fue una persona que no pasaba desapercibida por su temperamento y su capacidad de trabajo y colaboración desinteresada.
Los que tuvimos oportunidad de abrir un mapa diseñado por Diego, podemos constatar la prolijidad de su confección. Supo convertir su pasión por los sistemas de información geográfica en una actividad económicamente rentable. Creó una Pyme y llegó a tener una socia y dos personas más trabajando. Pero, constató que su principal objetivo no era el económico. Su interés era poder explorar la cordillera, disfrutar de la naturaleza, conocer lugares remotos.
Supo ser dueño de su tiempo y su espacio. Al vivir solo, no tenía las obligaciones habituales que hay en una pareja, familia o comunidad. Tampoco demandaba tantos ingresos económicos.
Sus amigos coinciden en que nada lo hacía más feliz que caminar, esquiar o volar junto a su cámara de fotos, además de descubrir nuevos lugares e identificar nuevas referencias geográficas para sus mapas. A lo largo del 2010, realizó numerosas ascensiones y recorridos por el aire. Tenía 36 años y muchos proyectos por delante. Su recuerdo permanece imborrable.
Área Restauración Fotográfica del
Centro cultural Argentino de Montaña 2023