Fue un intrépido andinista, rescatista de montaña y un arqueólogo aficionado, conocido por sus predicciones del tiempo mediante el uso de sus propios instrumentos y la observación de la naturaleza, se convirtió en una autoridad a la hora de pronosticar el clima en la provincia de Mendoza
No es fácil decir cosas de un hombre bueno y sencillo, siempre se peca por la omisión de algunas de sus virtudes.
Mendoza perdió, el 16 de marzo de 1988, un pedazo de sus afectos, al alejarse de este mundo terrenal, lleno de problemas y en plena crisis moral y ética, aquel simpático viejito de cabello totalmente blanco, mediana estatura, de particular verborragia y, por sobre todo, un amor muy pero muy grande por la vida y sus expresiones cotidianas.
Se nos fue a los mendocinos Bernardo Rázquin, Don Bernardo, como todos le decíamos afectuosamente y recuerdo que allí en la paz sepulcral del Cementerio de la Capital de Mendoza una legión de montañeros, militares, autoridades gubernamentales, familiares, amigos y un pueblo sentido lo despedía con lágrimas sinceras.
No era para menos, se terminaba de apagar, en ese entonces, a los 82 años un ser que transmitía amor y paz. Era un amante sincero de la montaña y de ese mundo de pelo, pluma y hojas que nos rodea. Era agradable verlo diariamente con su “chupalla” (amplio sombrero de paja) y su azadón, regando, plantando y cuidando los jardines de la actual Estación Terminal de Ómnibus de Mendoza (que hoy lleva su nombre). En ese lugar estaba su casa paterna y fue donde vivió con su esposa y descendientes, hasta la expropiación que efectuó el Gobierno para construir esa obra.
El mejor homenaje que siempre dedicaba a sus amigos y en especial en el día del cumpleaños de su padre, era plantar un ejemplar de araucaria, jacarandá, palo borracho o simplemente un álamo. Un verdadero ejemplo para nuestra juventud. Yo tuve la suerte de poder ayudarlo, siendo adolescente, en muchas oportunidades en esta sencilla pero meritoria tarea.
En su haber tenía varias ascensiones al Cerro Aconcagua – a cuya cima llegó por primera vez en 1951 en compañía de mi padre Guillermo Parra (ex presidente del Club Andinista Mendoza y Jefe de una expedición internacional formada por argentinos, chilenos y bolivianos). También pisó, las cumbres del Tupungato, Mercedario, Plata y Vallecitos, para citar solamente las más importantes, integrando muchas expediciones militares, varias deportivas y también científicas (entre ellas, Momia inca del Cerro Toro en San Juan).
Fue meteorólogo autodidacta, arqueólogo por afición, observador profundo y metódico de las cosas sencillas y naturales, Cóndor de Oro de la hoy desaparecida Asociación Mendocina de Andinismo y Esquí (AMAE). Estuvo también en los inicios del Club Andinista Mendoza y fue socio de honor de varias entidades científicas y deportivas, además de incansable colaborador de museos, radios, diarios, instituciones oficiales (especialmente el Ejército Argentino) y por supuesto los clubes de montaña.
Tres cosas nunca faltaron en su raída mochila: sus elementos de observación meteorológica, un puñado de semillas para desparramar vida y una Bandera Argentina que siempre desplegaba para que orgullosa flameara en las alturas.
Diariamente muy de madrugada, transitaba por nuestra calle San Martín a dar el pronóstico meteorológico de las 06:30 horas por LV10 Radio de Cuyo tocado con su vasca boina negra y cansino andar, todos quienes lo cruzaban le brindaban un cordial saludo y le pedían un “anticipo” de cómo andaría el tiempo en los próximos días. Era todo un personaje simpático y muy querido.
Gracias Bernardo....! por todo lo que nos enseñaste a los que hace años comenzamos a transitar por nuestra hermosa cordillera. Gracias por habernos ayudado más que con un pronóstico radial, con esa sencilla palabra de aliento y cuidado y por sobre todo, gracias por habernos enseñado a ver la vida de un modo simple, respetando la que vibra en plantas y animales y haciendo de la amistad un culto.
Su amor por su Mendoza natal fue tan intenso que otro grande de esta tierra, el folklorista Hilario Cuadros con sus “Trovadores de Cuyo”, le dedicó en 1944, la conocida tonada “Canto al Andinista Nuestro”, también y a pedido mío, el poeta y guitarrista Jorge Viñas (en 1991) de su inspiración creó y grabó la canción cuyana “Líneas para Bernardo”.
Con este sencillo recuerdo, vaya una oración para el amigo, consejero y camarada de montaña que partió hacia la más azul de las cumbres. Quienes fuimos sus silenciosos y respetuosos admiradores, siempre lo recordaremos, aunque íntimamente sé que a los montañeros nos queda todavía un homenaje pendiente y ese es el traslado de sus restos a Puente del Inca donde deberían descansar en el Cementerio de los Andinistas, cerca del Aconcagua y en el corazón de esa montaña que tanto amó.
Posteriormente a este artículo, en marzo de 2003, y merced a una gestión mía y apoyada por su esposa e hijos, sus restos descansan finalmente, en el Cementerio de los Andinistas en la zona de LOS PUQUIOS (Puente del Inca), junto a otros célebres montañeros.
Nació el 9 de febrero de 1906, en San José, Guaymallén, Mendoza.
Meteorólogo autodidacta, arqueólogo por afición, andinista, observador y metódico de las cosas sencillas y naturales.
El 18 de diciembre de 1951 hizo cumbre en el Aconcagua por primera vez. En 1955 repite la hazaña, en ambas oportunidades fue como meteorólogo.
Supo pronosticar, el 30 de mayo de 1929, el terremoto de Villa Atuel con sólo observar la luna nueva. De nacionalidad argentino, hijo de Bernardo Rázquin Aguinaga y de Josefa Navarro Ruiz.
Falleció el 16 de marzo de 1988.
Inspirado por San Francisco de Asís amó y observó en cada momento a la naturaleza; al principio se lo consideró un loco, cuando por ejemplo observaba la conducta de las hormigas y de los gallos y la asociaba a los cambios climáticos. Mucha gente descreyó de sus afirmaciones y pasado el tiempo en la actualidad, en Japón se analiza el actuar de las cucarachas para predecir los movimientos sísmicos. La crítica es natural e inevitable, en todo verdadero creador y pionero, con el tiempo llegó su reconocimiento no solo en la provincia de Mendoza, sino a nivel nacional e internacional.
Fue también maestro mimbrero en Polvaredas, donde llegó a enseñar el oficio a niños y a grandes, intentando que la artesanía floreciera en esa zona.
Plantó, regó y cuidó con sus manos cada árbol que hoy circundan la estación terminal y fue confidente del cielo y de los astros, que le contaron secretos desde chico. Así sabía que no llovería para que su madre preparara el amasijo y hasta cuando había algún remezón. Se dice que el tiempo escuchaba a don Bernardo y después decidía cómo se iba a comportar.
De su vida de montañés tuvo hechos de verdadera significación científica. En 1951 en la ruta a Laguna del Diamante, descubrió junto a Manuel Tellechea y Pedro Rusconi, tres araucarias fosilizadas.
En 1960 en el portezuelo del Azufre a 4 mil metros de altura sobre el cerro Tupungato, halló una olla, antiguamente usada por las tribus de indios araucanos, que de regreso de la expedición donó al Museo Juan Cornelio Moyano.
También en el Tupungato, encontró un cráneo humano que se presume pudo pertenecer a Pablo Franke, que ascendió ese cerro completamente solo, entre los años 1940 a 1945 sin haber regresado jamás.
A este hombre autodidacta lo consultaban diariamente sobre el estado del tiempo, desde Ushuaia a Buenos Aires. Fue famoso hasta en Estados Unidos desde donde recibió el reconocimiento del Jet Propulsión Institue de Pasadena.
El 25 de mayo de 1988, en el barrio La Alameda de Guaymallén, la Dirección de Asistencia a la Ancianidad e Invalidez inauguró el primer mini hogar destinado a beneficiarios de la institución y al que se dio el nombre de “Bernardo Rázquin”, en homenaje a quien fuera un activo colaborador del sector pasivo y de ese distrito.
El 7 de junio del mismo año en un acto realizado en coincidencia con la celebración del Medio Ambiente, se impuso el nombre de “Bernardo Rázquin” a los jardines de la Terminal de Omnibus de Mendoza. Con el fin de recordar quien fuera en vida un constante defensor del medio ambiente y de la flora.
NOTA: El descubrimiento de la momia del cerro del Toro, en San Juan, fue el 24 de enero de 1964. Fue realizado por Erico Groch y Antonio Beorcchia Nigris, cuando ascendían por primera vez el cerro.
Era el 12 de octubre de 1988 cuando por una ordenanza municipal el Concejo Deliberante de Guaymallén denomina “Bernardo Rázquin” a la plazoleta del distrito de Dorrego ubicada en calle Bailén, dentro del barrio Banco de Previsión Social. Se rindió homenaje a quien fuera en vida destacado andinista y vecino del nombrado departamento.
Dos años después de su desaparición física se inaugura e impone el nombre de “Bernardo Rázquin” a la escuela n° 1-694 del barrio Higuerita de Guaymallén. A partir del 29 de noviembre del citado año, los alumnos del establecimiento recuerdan a don Bernardo con una canción realizada por ellos mismos.
En 1996 en una velada artística de alto nivel se homenajeó a quienes hicieron historia de la radio Elevediez, lugar donde Rázquin todas las mañanas aportaba sus conocimientos y valores culturales, científicos y deportivos. “Post-Mortem recibió el Premio Raíces” una estatuilla donde se representó una mujer huarpe desde la madre tierra.
Así también una calle del distrito de Dorrego en Guaymallén lleva su nombre y un barrio en la localidad Jesús Nazareno del mencionado departamento.
Bernardo Razquin, el meteorólogo que inspiro a la pelicula "Granizo". Más allá de la "caricatura" de la película, en Mendoza hubo un hombre que pronosticaba el tiempo usando la naturaleza como herramienta.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023