Precursor de la escalada en roca allá por el 1880, su efímera carrera lo convirtió en leyenda en el firmamento alpino
En Munich, en 1869, casi cien años después del nacimiento del alpinismo en el Mont Blanc, vino al mundo un muchacho que fue bautizado con el nombre de su padre: Georg Winkler. El bachiller Georg Winkler surgió como un cometa rutilante en el cielo de los alpinistas, inundándolo todo, repentinamente, con su resplandor. El motor que impelía a Georg Winkler era la ambición, una ambición irrefrenable.
Existe una fotografía de Georg Winkler cuando tenía 19 años. Esta fotografía había sido tomada en un estudio fotográfico, con un decorado alpino como telón de fondo. La pierna derecha, apoyada sobre una roca auténtica; un sombrero un tanto estrafalario, encasquetado hasta las cejas; una mochila a la espalda, y ambos brazos apoyados sobre un piolet, aunque el pico le llegaba hasta la nariz, pues George Winkler tenía una estatura más bien baja: 1.58 metros. Si se presta atención a la mochila, se descubre inmediatamente algo que ha dejado de existir en el equipo de un alpinista: un áncora con tres garfios, sujeta a una cuerda. ¡Un ancla de lanzar! Antes de Georg Winkler los alpinistas no utilizaban ese tipo de anclas. Sólo el muniqués utilizaba aparato tan peligroso. El ancla para lanzar era empleada por él de la siguiente manera: Georg Winkler escalaba, por ejemplo, por un couloir de roca.
(En tiempos de Winkler se utilizaban, preferentemente, para la esclada, las canales, gargantas y chimeneas) En las gargantas se tropieza, constantemente, con estrangulamientos, con rocas empotradas que deben tratarse muchas veces como extraplomos. Tales estrechamientos eran frecuentemente, en tiempos de Winkler, obstáculos infranqueables, pues aún no se conocían las clavijas, ni la técnica de la cuerda, además de que entonces no existían las suelas de goma con el perfil adecuado. Pero para Georg Winkler todo eso no significaba ningún obstáculo. Sujeta a una cuerda, lanzaba el áncora por encima del estrechamiento, una y otra vez, hasta que quedaba sujeta. Así de sencillo. Winkler tiraba entonces de la cuerda, cada vez con más fuerza. El ancla debía quedar fija allí arriba, en algún lugar del estrechamiento. Lo más simple del mundo para el estudiante Georg Winkler. Empleando esta técnica del lanzamiento del ancla, el muchacho conquistó en 1886, a sus 17 años, la canal que ahora lleva su nombre, en el Totenkirchl del Wilder Kaiser.
En la actual guía para el escalador del Wilder Kaiser, la canal Winkler ostenta la clasificación III (bastante difícil). Pero dicha dificultad era sencillamente abrumadora en tiempos de Winkler.
El montañero-cometa escaló aquel mismo año la Cima Della Madonna, en los Dolomitas. La Cima Della Madonna se alza, como si se tratase de un gigantesco dedo pulgar. Desde San Martino de Castrozza llama poderosamente la atención. Los mejores entre los mejores habían probado su suerte en la Cima Della Madonna, pero todos habían fracasado; entre ellos, algunos de los más célebres guías de los Dolomitas. Llegó entonces el bachiller de Munich, se unió al conocido guía Alois Zott, y, al primer intento, alcanzaron la Cima Della Madonna. La chimenea Winkler en esta cima ofrece aún hoy el grado de dificultad IV (difícil), según la guía de los Dolomitas.
Por aquella época vivía en Viena un hombre que glorificaba, como ninguna otra persona, la ascensión en solitario de la montaña: Eugen Guido Lammer, profesor de enseñanza media. Lammer enaltecía el riesgo. Su mentalidad ejerció una influencia poderosa sobre el mundo del alpinismo, el mundo en el que Georg Winkler vivía. Es más, este último mantenía una asidua y apasionada correspondencia con el profesor vienés. No debía extrañar, por consiguiente, que Winkler sintiese constantemente el aguijón que le incitaba a realizar empresas cada vez más arriesgadas.
Georg Winkler volvió a ver los Dolomitas al cumplir 18 años, y en esta ocasión las montañas del grupo Rosengarten, no muy lejos de Bolzano. Todo excursionista ve, desde Bolzano, las esbeltas Torres del Vajolet, con sus paredes rojoamarillentas que parecen teñirse de rojo con la luz crepuscular. Parece el jardín de rosas del Rey Laurín, el que, al parecer, tuvo su reino en aquellas alturas. La primera escalada de la pared Laurino significó para Georg Winkler una especie de preludio en los Dolomitas, al que siguió la obra maestra: la conquista de la cima más elevada, el pico más arriesgado de las tres torres meridionales del Vajolet, la actual Torre Winkler. ¡Y en solitario! Grado de dificultad de III a IV. Con esta hazaña, Georg Winkler había demostrado, hasta mucho más allá de los límites de su patria bávara, que él era uno de los mejores alpinistas en roca.
Georg Winkler también había trazado ya sus planes hacía mucho tiempo, apuntando hacia las grandes montañas de los Alpes Occidentales.
Alpinista en la montaña Totenkirchl en la cordillera de Wilder Kaiser cerca de Kufstein
- alrededor de 1923 - Publicado por: Hausfrau 16/1923, Fridolin Kalender 1925.
Cuando en 1888 emprendió viaje hacia el Valais, acababa de cumplir los 19 años.
El primer objetivo de Georg Winkler era la cumbre del Zinal-Rothorn, almenado pico gigantesco, de aspecto temible y de roca pura, con mucho hielo y nieve. Lammer lo había escalado en solitario. Georg Winkler también lo hizo.
Lammer había llevado a cabo la primera ascensión en solitario del Weisshorn (4.506m). Como era natural, Georg Winkler tenía que escalar el Weisshorn y completamente en solitario.
En el libro de huéspedes del hotel Durrand, en el pueblecito de Zinal, situado en la falda occidental de la montaña, Georg Winkler escribió: “12 de agosto de 1888, Georg Winkler, estudiante de medicina, Munich”, añadiendo “Mountet”. Este refugio era el punto de partida para las ascensiones al Weisshorn desde el oeste.
Georg Winkler no regresó nunca más al valle. Desapareció. Sólo pudieron encontrarse algunas e insignificantes cosas al pie de la cara Oeste del Weisshorn: el sombrero y la cámara fotográfica.
Tuvieron que transcurrir 68 años hasta que el glaciar liberase los restos mortales de su víctima.
Cuando el guía German Melly, del Valais, encontró en 1956, por pura casualidad, una calavera en la parte inferior de la lengua del glaciar, nadie pensó en Georg Winkler. Aquel enigma sólo pudo resolverse después de haberse encontrado detrás de la calavera, a unos 20 metros de distancia, el resto del esqueleto, unas prendas de vestir, un monedero con 20 francos de oro e incluso una factura de hotel extendida a nombre de Georg Winkler.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Había sido un alud, o quizás solo un deslizamiento de la nieve? ¿Fue un desprendimiento de piedras o un resbalón? Para un alpinista solitario, una simple piedrecita desprendida es suficiente para que pierda el equilibrio.
Georg Winkler, joven alpinista estrella, pasó a ser leyenda.
- Aventuras en Montaña, de Toni Hiebeler. En Paredes Extremas, de Walter Pause y Jürgen Winkler. Los Dolomitas, de Hermann Frass. Enciclopedia de la Montaña, de Juan José Zorrilla. Diccionario Incompleto de Montaña, de José Hernández
Centro cultural Argentino de Montaña 2023