El escalador estadounidense, murió en una de sus caídas libres controladas en Yosemite en 1998
Noticia publicada el 29/11/2013 -
El pasado sábado 23 de noviembre se cumplieron 15 años del salto que terminó con la vida de Dan Osman. Fue un consumado especialista del solo integral e inventó lo que llamaba ‘caída libre controlada’, un salto al vacío con cuerda que provocó su fallecimiento en Yosemite en 1998.
La influencia inspiradora de Dan Osman (11 de febrero de 1963 - 23 de noviembre de 1998) está profundamente arraigada en algunas de las modalidades deportivas más extremas y arriesgadas. Nacido en la región californiana del lago Tahoe, comenzó a escalar a los 12 años y su rostro asiático y su larga y lisa cabellera negra saltaron a la fama como autor de algunas de las ascensiones en solo integral más impresionantes de los años ochenta.
A los 18 años había escalado Space walk 7a de Tahoe sin cuerda, y más tarde llegó a hacerse de esta forma con Gun club 7b+ en New River Gorge. Rizó el rizo con las realizaciones a vista en solo integral de vías como Atlantis 6c+ en Needles o Insomnia crack 6c+ en Suicide Rock.
Sin embargo, dicen quienes lo conocían bien que su pasión por la escalada se fue enfriando a medida que crecía en él otra obsesión, la de las caídas. En su carrera como escalador –como tantos otros-, había sufrido algunas grandes caídas que le habían hecho darse cuenta de que las sensaciones que más le gustaban eran precisamente las de adentrarse en el vacío, confiando su vida a su cuerda de escalada y al material de aseguramiento.
De ese modo, comenzó a desarrollar un ingenioso sistema para poder ‘disfrutar’ de caídas más y más largas sin superar los límites del material o de las propias cuerdas. Incluso le puso nombre a su modalidad: controlled free-fall, algo así como “caída libre controlada”. Utilizando complejas combinaciones de poleas, anclajes y disipadores de fuerza, conectados a una tirolina que amortiguaba el impacto de la caída en la cuerda y en el saltador, fue ampliando gradualmente la altura de sus caídas, que llegaron a superar los 300 metros.
La leyenda de Dan Osman se cimenta en una personalidad extraordinaria. No parecía que las normas que rigen a los hombres tuvieran nada que ver con él. Se arriesgó lo indecible hasta que en 1998, con 35 años, muy pocos días antes de su fatal accidente, ante la insistencia de su familia y amigos, decidió que ya había sido suficiente: “quiero dar vacaciones a mis ángeles de la guarda, que ya han trabajado demasiado”, dijo poco antes de partir al que sería su último salto. Era su propósito: detener el ritmo de saltos cada vez más extremos ante la petición preocupada de su hija Emma de 12 años.
Por aquellas fechas, había realizado su instalación más ambiciosa, con la idea de batir el récord de la mayor caída jamás llevada a cabo, que superaría los 1.000 pies (más de 300 metros), en la Leaning Tower del Parque Nacional de Yosemite. Comenzó saltando con una cuerda de 180 metros y, a lo largo de una semana, fue alargando el recorrido a 230 m, 245 m, 260 m, 275 m… Hasta que recibió la llamada de su hija y se marchó a verla y prometerle que lo iba a dejar.
De hecho, se cuenta que su intención era regresar a Yosemite para desmontar la instalación. Sin embargo, al llegar al parque es arrestado y encarcelado durante dos semanas, por conducir con la licencia suspendido y por una pequeña cantidad de cocaína que encontraron al registrar su coche (siempre aseguró no era suya). Al salir de prisión, después de que sus familiares y amigos reunieran la fianza de casi 25.000 dólares de la época, pasa dos semanas en la casa de su hermana en Reno con su familia, amigos y con su hija. Todos intentan persuadirle para que deje de afrontar riesgos tan altos, acepte la sanción que le impongan, y pase más tiempo con su hija. En su última entrevista parece totalmente decidido hacerlo así: "Mi hija es lo más importante que tengo en la vida".
Habla por teléfono con el servicio del Parque y les convence para que le dejen desmontar las cuerdas y recuperar el material que tiene en Leaning Tower. Regresa a Yosemite junto a su amigo, el escalador y paracaidista, Miles Daisher. Comienzan a recuperar el material pero, al contemplar la instalación, Dan no puede evitar la tentación de volver a saltar. Al atardecer del 22 de noviembre Dan y luego su amigo Miles Daisher, realizan un salto de 280 metros sobre unas cuerdas que llevaban semanas instaladas, a merced de las inclemencias meteorológicas. Aquel salto fue perfectamente bien.
Al día siguiente sigue recogiendo el campamento pero decide intentar un salto aún mas grande al atardecer. Su amigo Daisher es el primero en saltar. Cuando regresa arriba encuentra a Dan alargando la longitud de las cuerdas para batir su récord. Daisher relatará luego que sus sensaciones no son buenas a la vista de lo que está haciendo Dan: "Había cambiado el ángulo de salto con respecto al que habíamos estado utilizando hasta el momento e iba a pasar muy cerca de una de las cuerdas auxiliares que teníamos, la cual iba a ser incapaz de ver pues se estaba haciendo de noche. Además, había añadido 23 metros de cuerda que era aproximadamente tres veces la longitud de cuerda que solía añadir de un salto al siguiente. Iba a saltar con una longitud de cuerda de casi 305 metros y quedar a poco más de 30 metros del suelo... aquello no me gustaba y no dejé de decírselo".
Antes de saltar Dan llama a dos amigos para contárselo y deja el teléfono abierto, para que puedan oír el salto. Comienza la cuenta atrás. La detiene una vez para preguntar a su compañero si estaba preparado para soltar la cuerda. Daisher le responde que sí. La vuelve a iniciar pero vuelve a detenerla para preguntar a sus amigos que le escuchaban al teléfono si habían dicho algo... le dicen que no. Vuelve a iniciar la cuenta atrás y esta vez salta.
Su compañero le pierde de vista en la oscuridad, al desaparecer de vista el frontal, no siente el ruido habitual que hacen las cuerdas al tensarse pero si oye un grito y un ruido parecido al de un árbol partiéndose por la mitad. Corre abajo para encontrar el cuerpo sin vida de Dan.
Ante la lentitud de la investigación de las autoridades del Parque Nacional (un mes después las cuerdas de Dan seguían en el lugar del accidente), un escalador recuperó la cuerda y se la envió a Chris Harmston, ingeniero que trabajaba en Black Dimond, para que la estudiara. Su conclusión es que la cuerda estaba en perfecto estado de uso, que la instalación también era correcta, y que la cuerda se cortó al golpear con la cuerda auxiliar. Es la gran lección que este ingeniero concluye de este accidente: “Nunca dejar que el nailon deslice sobre nailon”
Por su parte la hija de Dan, Emma Osman, mantiene viva la inspiración, el legado y recuerdo de su padre a través de la web danosman.co y también de una página en facebook.
Fuente: www.desnivel.com
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