Mario, este montañés perteneció a la generación de los 60 del CABA, organizador, explorador, definidor de montañas, rutas y grupos de escaladores, era además un gran comunicador del deporte y la filosofía de la montaña, pese a intentar con varios grupos y rutas la ascensión del Aconcagua, no llegó a la cumbre por causas que los invitamos a conocer en este hermoso relato
Este es un relato que había estado esperando hacerse conocer y estaba en los “baúles del recuerdo”.
Después del tiempo transcurrido se disuelve la adrenalina o entibia el drama vivido. Más allá de las dificultades técnicas a gran altura de escalada en roca y hielo, la ascensión por la Pared Sur -sin duda- tiene como principales defensas las avalanchas de hielo y las rocas que atraviesan las paredes como puñales.
La Expedición Francesa que fue la primera en subirla llega a Buenos Aires en diciembre de 1953 y el Presidente Juan Domingo Perón los recibió en audiencia el 13 de enero de 1954 en la Casa Rosada. Dice Rene Ferlet en su libro Ascensión al Aconcagua” El gobernante esquiador y alpinista, antiguo coronel de las tropas de montaña, no oculta cuánto le interesa todo lo que se refiere al andinismo...Al cabo de pocos minutos el Presidente se ha apasionado tanto, que- por poco-se viene con nosotros.”
“Ante todo pone a disposición de la expedición un Avión de la Fuerza Aérea Argentina, que lleva a Mendoza todos nuestros materiales. Después, sabiendo el interés que presenta para nosotros un vuelo de reconocimiento nos ofrece conservar el aparato el tiempo que sea necesario para sobrevolar la muralla.
Desde Mendoza hasta el campamento base tendremos todas las facilidades para utilizar instalaciones, camiones y mulas del ejército…”
En el vuelo de reconocimiento sobre el Aconcagua continua Ferlet :”Para fotografiar y filmar a nuestro gusto desmontamos la puerta del avión. ... Al llegar a 6000 metros de altura enfilamos por un primer paso a 2 o 3 Km de la ladera sur.. En el mismo momento en que yo reparo en el espolón central un enorme alud rebota, velando de inmediato toda la ladera inferior de la pared...El comportamiento de esa montaña que de entrada revela sus aterradores defensas se parece bastante a un desafío “
Mario Quesada pertenecía al CLUB ANDINO BUENOS AIRES y desarrollaba su entrenamiento tanto en Sierra de la Ventana como en Los Gigantes en Córdoba. Toda esta preparación estaba signada por el objetivo de montaña del verano, que en los años que escalamos juntos se dirigía a Mendoza, donde se encontraba el Aconcagua.
Fueron cuatro los intentos que realizó Mario en la Pared Sur, a veces juntos y otras con amigos conocidos y también con japoneses, que relato en este artículo junto a mi Hermano de Montaña a través de su Libro aún no publicado. (Ver: Bibliografía Recomendada al final)
Mario era un montañés organizador y explorador, definidor de montañas, rutas y grupos de escaladores. Perteneció a la generación de los 60 del CABA y su intención era ir buscando siempre una mayor dificultad, aunque sabía sus limitaciones pero tenía una gran frialdad ante situaciones de peligro extremo. No daba seguro a su compañero de cordada en paredes de hielo con posibilidades de caer, como me lo demostró en la pared Sur del Lamín (la colada Mazzoldi al descenso) o en la Pared Sur en el descenso después de avalancha. El relato nos va indicando la historia de la personalidad de Mario.
Trabajaba en la empresa Siam donde tomaba el tiempo en los procesos del armado de artefactos de la fábrica.
Tan bueno era en esto que planteaba el método del” camino crítico” antes de intentar una montaña y no fallaba en la planificación de la expedición.
En Siam conoció a Willy Nolls y formó el equipo que iría al Glaciar Polaco del Aconcagua; junto a Omar Pellegrini, Rudy Ludwick (compañero de campamento), Jorge Brenneke y nosotros dos.
Fue importante esa empresa SIAM para Mario, allí conoció a Ana con la que tuvo tres hijos, Hernán, Lorena y Fernando.
De la misma forma que escribimos anteriormente una nota en la Revista de Cultura de Montaña, la ascensión del Aconcagua por el Glaciar Polaco, ahora vamos a presentar un relato alternativo de Mario y Carlos, con la seguridad de estar encordados como “Hermanos de Montaña''.
Es un relato que por la jerarquía de esta publicación del CCAM merece que se hable de la historia de las escaladas del Aconcagua y en especial de la Pared Sur y de sus diferentes rutas, algunas de las cuales realizamos con Mario y otros amigos. Todas las rutas están en Anexos y también la Bibliografía gracias a la recopilación y síntesis de Marcelo Lisnovsky, integrante del equipo de Redacción del CCMA.
Corría el año 1966 y Mario realizaba el segundo intento de subir la pared sur por el centro de la pared, pero una avalancha nos dispersó las cargas que habíamos subido a los 5000 mts.
El grupo lo integraban Mario Oscar Quesada,Carlos Manteca Acosta, Gines Casabella, Adrian Cervetti, Nito Silvestroni y en la Base Carlos Nifuri.
Perdimos buena parte de los víveres y las sogas lo que fue un golpe fuerte y abandonamos el intento recién comenzado.
Esto nos permitió compartir la montaña con una expedición japonesa de la Universidad de Nogoya, en la zona del campo base. Ellos intentaban subir por la ruta francesa. La expedición japonesa recibía carne que le traían los gendarmes desde Punta de Vacas.
Tenían una carpa comedor donde entraba toda la expedición con 15 miembros japoneses. Sin embargo era una división aristocrática y el jefe dormía solo y todos las noches se tomaba una botella de Whisky, que aparecía vacía a la mañana siguiente junto a la carpa.
Las labores de menor jerarquía -dentro de su visión- como la limpieza y la cocina las hacían jóvenes japoneses que aceptaban esta situación.
Estábamos una mañana con el grupo argentino en el campamento Base, tomando unos mates y en círculo. Era una mañana calurosa y se acercaron el cocinero y el ayudante de cocina y se colocaron en la rueda y pidieron que les cebemos unos mates. Ellos creían que era una ceremonia (y sin duda lo es como forma cultural) por eso pedían ser incluidos que querían compartir la ceremonia y trajeron galletitas que pusieron en el centro. Luego nos invitaron a su ceremonia de la carpa comedor donde compartimos una cena previo al discurso del jefe.
Al regresar a Buenos Aires los invitamos a mi casa a otra ceremonia cultural -esta vez un asado con achuras- donde vinieron el cocinero y su ayudante.
Mario fue invitado a la Expedición japonesa y llegó al filo cumbrero. Era serio el desacato al jefe y le impidieron difundir el éxito y las fotos de la escalada. Es más, al arribar al Base, desde el filo cumbrero, que Mario lo consiguió encordado con Yairi ( el japonés más joven que hablaba inglés) le sacaron la máquina fotográfica con fotos recientes.
Nunca hablé en profundidad con Mario de porque no difundió su ascenso. A veces el respetar la palabra empeñada-en este caso Mario- puede ser una virtud pero si esta palabra se funda en razones de imposición de fuerza, yo creo que estoy haciendo justicia al difundirla en este artículo.
Con estas acciones el jefe de la expedición japonesa defendía su privilegio en la sociedad y hasta en la montaña.
FONROUGE Y SCHONBERGUER
Volviendo al relato, mientras estábamos en la Base llegó Fonrouge, destacado andinista argentino. En esos momentos la pared era barrida por avalanchas que caían del “culo de la vieja”(denominación casera que le pusimos a las avalanchas del glaciar superior) a 6000 metros. Fonrouge -acompañado de Schonberguer -pasó de forma lateral y oblicua toda la pared de norte a sur y llegó al filo casi en la salida de la ruta francesa. Esto lo hizo después de las avalanchas en el “culo de la vieja''.Este cruce era muy riesgoso ya que nada aseguraba que no hubiera otra avalancha. El hielo se quebraba al cambiar la temperatura y todo dependía de la fortuna. Luego de pasar Fonrouge cayó una avalancha y muy fuerte, pero él llegó a la cumbre.
RESCATE DE LOS MATERIALES Y SOGAS
Ese mismo año ( fin de semana largo en marzo) -para recuperar algo de lo perdido- fuimos con Mario a retirar las sogas de los japoneses. Ahora mientras desarrollo el relato me doy cuenta que Mario ya había subido hasta el filo con el japonés Yauri, pero mantuvo su palabra y no me dijo nada.
Hoy en día se recomienda que no se dejen sogas fijas en las paredes por razones éticas, pero nuestra decisión fue económica. El esfuerzo fue de titanes, pero estábamos bien entrenados y aclimatados y había que recuperar la inversión realizada después de la avalancha que nos había tirado todos nuestros materiales en la ahora llamada” Pala Messner”
Esta vez nos acompañaban Juan Carlos Toscano y Ricardo Gabriellli en una cordada y Mario y yo en la otra. La marcha fue con pocas mulas y cargas hasta Plaza Francia, ya que la escalada era rápida. Llegamos al campamento I con las avalanchas que pasaban a metros de nuestra carpa y provocaban un fuerte viento.
Nos pusimos en marcha temprano y al querer superar un paso difícil en una canaleta -que denominamos” torres grises”- mi mochila me tiraba para atrás y no podía subir. Parecía que alguien se colgaba sobre ella, no podía subir y solo tenía mi bolsa de dormir y cosas menores de víveres y herramientas de montaña...
Releyendo el libro de la Expedición Francesa que escribiera en este tramo Guy Poulet dice:”Mis manos se crispan, se niegan a apretar la cuerda...Por debajo de mis pies el glaciar huye en forma de pendiente empinada, si me suelto será el fin “...Algo parecido me paso..
Continuando con nuestro relato -en el mismo lugar que describe Poulet-, Juan Carlos me dio una mano, tomó mi mochila y pude subir la canaleta.
Ya en plena ascensión llegamos a la carpa de los japoneses que había antes del escalón de hielo de la pared. Todavía estaba en pie después de 2 años. Creo que era el famoso campo II de 5700 m.
La noche nos encontró sin haber superado el glaciar a 6000 metros y forzados a hacer escalones largos y tirarnos para pasar la noche dentro de la bolsa.
Estábamos extenuados y no nos veíamos en la noche.
En la madrugada se escuchó un estampido y Mario que estaba a mi lado me dijo “da la espalda hacia fuera que viene una avalancha” Y pasó -como una lechada de cemento- la clave fue no oponer resistencia a los bloques de hielo que nos golpearon la espalda como si fueran puños. Al salir de la bolsa de dormir lo único que buscamos fueron los crampones ya que sin ellos estábamos perdidos.
Llamamos a los compañeros y Juan Carlos no contestaba. ¿Se lo había llevado la avalancha? Encordado con la seguridad que me daba Mario comencé a bajar hacia el abismo golpeando con la piqueta el hielo removido por la avalancha. Nada¡¡. El horizonte comenzaba a enrojecer por la madrugada...
Volvimos hacia la mochila y comenzamos a bajar...
Apenas baje se me aflojaron las piernas y comencé a deslizarme... Les grité que me pararan pero no di ni un piquetazo. Mario me saltó al pecho con una zambullida de rugby que me paro, mientras sus crampones rechinaron sobre el hielo deteniéndome en la caída hacia el abismo.
El relato continúa con el regreso a Puente del Inca y el retorno con apoyo de los Militares y Gendarmes.
Con un gendarme - llamado Rafael Juárez- hicimos el intento de recuperar algunos indicios de Juan Carlos, en especial su bolsa de dormir.
La subida por la pared hasta la caída de la avalancha fue penosa y arriesgada. Desde el borde de la pared visualizamos la bolsa de dormir en plena pendiente junto a un promontorio por donde caían las grandes avalanchas desde 6000 metros.
Estábamos en pleno trabajo de recuperar la bolsa con Mario cuando el gendarme desde la pared nos grita “Piedra” ¡¡¡ Una piedra como una sombra en silencio pasó junto a nosotros. Era una roca de gran tamaño que dejó un zumbido y solo atinamos a hacer cuerpo a tierra en la pendiente junto al promontorio mientras la roca pasaba entre nosotros y la pared.
En plena pared recuperamos la bolsa de dormir de Juan Carlos que estaba agujereada por los pies y nos dejó en claro lo sucedido...
Esa bolsa de dormir que hallamos en la pared, fue entregada en Buenos Aires a sus padres como un recuerdo de su único hijo.
Como un rescate de último momento con un recorte de diario quiero concluir mi relato de esta forma:
El periódico La Razón del 13 de febrero de 1969 publica el accidente y señala que “sus padres Hugo Toscano y María Inés Fernández Duque se encontraban en Mendoza, impresionados por la tragedia que los agobia…”
El artículo del periódico en otro apartado relata “ Juan Carlos Toscano tenía 23 años, vivía en Villa del Parque y estudiaba Filosofía en el Instituto Agustiniano, donde este año se iba a recibir de profesor…”
Finalmente, rescatando del recorte de “La Razón” -ya nombrado- un amigo del barrio de Villa del Parque le dijo al diario ” Juan Carlos era un tipo macanudo, que sabía dar una mano a quien lo necesitaba. Le gustaba el peligro y el contacto con la naturaleza, de ahí su pasión por el escalamiento de montañas.”
“Corría el año 1966 y en este intento por el centro de la pared una avalancha tiró todas nuestras provisiones y materiales por lo que abandonamos esta alternativa y nos dirigimos a la ruta Francesa donde una expedición japonesa intentaba el gran espolón.
Al poco tiempo el jefe de la expedición japonesa de la Universidad de Nogoyá me invita a participar de la ascensión con ellos.
MARIO ES INVITADO POR EL DOCTOR KENTARO TAKAGI A PARTICIPAR EN LA EXPEDICIÓN JAPONESA DE LA UNIVERSIDAD DE NOGOYA -CORRÍA EL AÑO 1966
Posteriormente a la partida del grupo argentino, Nao (el traductor japonés que vivía en Argentina) me llevó a la carpa de equipo y procedió a entregar un conjunto completo de abrigo, consistente en saco y pantalón con duvet, pantalón y anorak impermeable, ropa de abrigo, camisa de lana con el escudo de la Universidad, gorros de lana, guantes y mitones de abrigo, casco, antiparras, mochila, piqueta y crampones.-
A la mañana siguiente, integrada a la expedición, subimos al campo I, a 5.100 mts, a pernoctar y al día siguiente subimos al campo II a 5.700 mts. Escalando con una pequeña carga de veinte kilogramos, superamos con Nao, la cascada de hielo en el interior de las torres grises, accediendo al glaciar intermedio. Tras varios ascensos similares, me quedé a dormir en el campo II en compañía de Yairi, quien hablaba inglés y podíamos comunicarnos, dos días después remontamos fácilmente el glaciar intermedio, por la aclimatación lograda en los diversos ascensos y descensos, subiendo con carga por la pared rocosa que separa el intermedio del glaciar superior, con una dificultad media en roca sedimentaria de buena calidad.-
Llegando al fin de la roca entramos al hielo sin grandes dificultades más que las inherentes a la altura y a la carga, arribando al emplazamiento del campo III, aproximadamente a 6.300 mts. de altura, ubicando el deposito, dejamos la carga e iniciamos el regreso al campo II, arribando a las 17 horas, pernoctamos y dormimos temprano cansados por el transporte de carga en altura.-
El día siguiente amaneció nublado, con caída de nieve. El mal clima persistió por cuatro días, nosotros encerrados en la carpa solo podíamos jugar al ajedrez y pensar en la excelente oportunidad que podíamos perder, cuando nos enteramos por radio, que el jefe estaba enfermo con bronquitis por lo que se demoraba el ascenso a la cumbre por siete a diez días con la amenaza del parte meteorológico chileno de que estábamos en un período corto de buen clima, algo inestable con la probabilidad de tormentas fuertes a partir de los dos días próximos, por lo que deberíamos bajar, con incierto panorama hacia el futuro. Indecisos sobre qué actitud tomar discutimos sobre ir para abajo o para arriba, planteándose el cruce de las dos culturas, finalmente prevaleció la tesis de que era fundamental asegurar el éxito. Comunicamos nuestra decisión de llegar lo más alto que se pudiera y tras un largo silencio que suponíamos de consulta nos contestaron que estaba bien, pero que no llegáramos a la cumbre.-
A la mañana muy temprano 5.30 horas comenzamos a subir por el glaciar que conocíamos muy bien, el frío de la mañana posterior a la tormenta era intenso, paso tras paso nos acercamos a las rocas intermedias, al llegar ante la necesidad de usar las manos para trepar debimos quitarnos los mitones agradeciendo la idea de traer los guantes de esquí con abrigo, mi compañero contaba solo con los mitones, guantes de sintético imitación lana y mitones impermeables, por lo que, numerosas veces debió detenerse para calentar sus manos semi congeladas, tras superar las ya muy conocidas rocas, llegamos al glaciar superior cerca de las ocho de la mañana, donde nos detuvimos por más de media hora para ¿calentarnos? reponernos del intenso frío que quemaba la garganta ya que no podíamos mantener la boca cerrada aunque lo intentáramos por la insuficiencia de contenido de oxígeno en la altura.-
Después de beber unos tragos de té caliente y azucarado que llevábamos en un termo, reiniciamos la marcha, hasta llegar al depósito era terreno conocido pero luego encontramos algunas grietas abiertas, no muy anchas afortunadamente, pero que alertaban sobre otras cubiertas por puentes de dudosa consistencia, por suerte endurecidos por el frío, aun así tardamos cerca de dos horas en subir en diagonal hundiéndonos un poco por la reducida nieve en polvo, posiblemente volada por el fuerte viento. Llegamos por fin a la rimaya entre el espolón francés y el glaciar, encarándolo por nuestra izquierda, cruzamos la grieta por un puente en diagonal que parecía sólido, ascendiendo por la blanda e inconsistente nieve alcancé las rocas cubiertas con una fina capa de hielo y ascendí unos metros comprobando que no era tan difícil como esperaba encontrarla, según el relato francés, pero considerando que las condiciones en montaña cambian de un día para otro agradecí para adentro, estas condiciones que no eran tan difíciles y riesgosas como previamente suponíamos.-
Las rocas en las que terminaba el puente de hielo, eran las más cortas de la pared que formaba parte del labio superior de la rimaya, por lo que llegue a pensar, que con poca nieve el puente ascendente debe haber terminado en el interior de la grieta, por lo que la pequeña pared cubierta de hielo transparente, debe haber sido el obstáculo que provocó los congelamientos sufrido por los franceses.
Continuando el ascenso, que se volvió lento y extenuador, pensaba y mientras lo hacía me preguntaba ¿Por dónde habrán subido Aikes y Pellegrini?, mi mente embotada e imbuida de la rutina de mantener el paso sin perder la respiración lo pensaba una y otra vez, habiendo recibido por radio la noticia de que lo habían logrado por la ruta del verano anterior en 1965, en una larga y lenta escalada, que les llevó varios días.
Seguí ascendiendo lentamente por la empinada ladera nevada, buscando rocas con fisuras aptas para colocar un clavo que permitiera dar seguro a mi compañero, una vez logrado, volví a subir, bordeando unas altas rocas negras, seguí ascendiendo sin encontrar una fisura confiable, en un descanso buscando el oxígeno que me faltaba alentándonos mutuamente.-
Mario Quesada y el joven japonés Yairi llegan al filo cumbrero del Aconcagua
Miré hacia arriba viendo una corta pendiente de nieve muy empinada con una pared a nuestra izquierda, con otro tramo de nieve y el cielo celeste al fondo, tomé un largo descanso recorrí los largos metros que parecían no tener fin e hice venir a mi compañero, avanzando ambos sin seguro hasta el visible filo y cosa extraña en un japonés, ya que son poco expresivos, me dio un abrazo mientras reía y hablaba en japonés, hasta que reaccionó y volvió a hablarme en inglés. Mientras él miraba extasiado el paisaje de montañas nevadas, entre las que se destacaba al norte el grupo de montañas de la Cordillera de los Penitentes, en un circo que había sido escalado por primera vez unos años atrás por una expedición C.A.B.A, y más lejos en San Juan el conjunto que forman las altas montañas de hielo de la Ramada, comencé a sentir el frío al cesar el esfuerzo, pensando que algún día iría a subirlas.--
La sensación de alegría de Yairi, no era compartida ya que yo sentía el mismo profundo dolor y vacío que deja el fin de un sueño, la desazón sumada a la perdida de estímulo, debe haber afectado la producción de adrenalina ya que de golpe me sentí casi sin fuerzas para encarar el descenso.
Eran las tres de la tarde y con una mirada, a la cercana cumbre, al cielo y al brillante del polaco que se abría a nuestros pies recordé, la llegada dos años antes hasta las rocas que emergen unos metros más abajo y mi ceguera originada en las ineficientes antiparras que en esta oportunidad habían sido reemplazadas por excelentes, compradas en Alemania.
Como dijo Peter Habeler y escribió en su libro: Victoria en el Everest, “una sensación de vacío me embargo”.-
Echando una última mirada nostálgica y dolorosa por estar tan cerca y tan lejos de la cumbre, por el compromiso asumido, mire el principio de las lomas nevadas que se suceden hasta lo más alto,a unos 120/ 100 mts de distancia y 60 mts. de desnivel, dando inicio al descenso con movimientos torpes, por un corto trecho de ladera nevada mirando el profundo pozo en sombras con un estremecimiento de inseguridad que me llevó a buscar en las próximas rocas una grieta donde poner un clavo para iniciar un rappel, observando un brillo metálico en el interior de un carámbano de hielo, por curiosidad lo golpee con el martillo de hielo, quebrándose apareció un antiguo mosquetón de aluminio, pasando por la oreja de un clavo en la roca. Saque ambos y los guarde en un bolsillo del anorak, siguiendo con el armado del rappel pasando un cordín por la oreja del clavo en doble vuelta colgué la soga de 80 mts. Iniciando el descenso, mucho más confiado ante la sensación de inseguridad que generaba temor al vacío.-
Un par de maniobras más, para evitar un sector vertical, que nos obligaría dar un rodeo como en el ascenso, con un planchón intermedio de nieve, donde volvimos a encontrar nuestras huellas y otro corto descenso otra vez por nieve, nos llevaron al puente de hielo, rápidamente lo pasamos con la seguridad que nos brindaba haber realizado poco antes el primer cruce y volvimos sobre nuestras huellas, barranca abajo atravesamos el glaciar en diagonal; ante la falta de dificultades y estímulo, noté que se agravó el embotamiento haciendo casi imposible el proceso mental de analizar los recientes sucesos; tratando de entender los elementos psicológicos que intuía, nos llevaban a la pérdida de estímulo y la producción de adrenalina.-
Sin consecuencias, descendimos por el glaciar, tardando poco más de una hora, bajar lo que a la ida nos había costado algo más de dos, hasta llegar a la depresión en el mismo; punto de su encuentro con las rocas que forman algo así como un lomo rocoso que por diferencia de absorción del calor diurno interfieren con el glaciar generando un circo descendente, luego el descenso del sector de rocas nos exigió tres rappels más, en una pendiente equipada con sogas fijas que no necesitado de los descensos a soga doble de n estar tan inseguros, torpes y extenuados.-
Llegan a la carpa japonesa del campo II a 5.700 mts.
Llegamos a la carpa del campo II y nos dejamos caer en el interior con los pies en el exterior de la misma, para no romperla con los grampones que casi sin fuerzas por el esfuerzo realizado, no podíamos quitarnos.-
Eran las 20 horas, catorce horas después de la partida; antes de poder quitarnos: los crampones, polainas, zapatos, medias mojadas y pantalones impermeables, estuvimos casi una hora quietos hasta que sentimos frío y sed; mientras bebíamos un té, nos comunicamos con el campo base mencionando el éxito obtenido, un silencio profundo del otro lado nos hizo presumir que la noticia no había sido bien recibida por el jefe de la expedición. Entre malos presagios a pesar de la noticia que aseguraba el éxito de la expedición; verificando la accesibilidad y equipamiento de la ruta sin haber tocado la cumbre tal cual había sido previamente acordado, tal vez en la confianza de que no lograríamos llegar desde un campo tan bajo ya que el intento estaba previsto realizarlo desde el campo IV (en el glaciar superior).-
Tratando de olvidarme de las actitudes que habíamos interpretado; me concentré en observar las características del mosquetón y el clavo rescatados de las rocas, observando que eran muy viejos y que no podían haber sido olvidados por la cordada argentina que anteriormente había alcanzado la cumbre, por la gran cantidad de hielo acumulada sobre él y que las huellas que habíamos buscado al entrar al espolón llegaban al filo desde el otro lado de la media pirámide que lo forma, empalmando con el último tercio de nuestra ruta de ascenso, sin poder observar huellas de regreso, en consecuencia sólo podía corresponder a una anterior ascensión a la pareja formada por Aikes y Pellegrini o por Fonrouge y su compañero Alemán.-
Las características técnicas del mosquetón, sin muesca de traba nos hicieron presumir que correspondía a los primeros construidos con aleaciones poco resistentes a la tracción, para su uso en la expedición al Annapurna en Nepal. Una P grabada sobre el mosquetón permite suponer que perteneció a Louis Paragot integrante de las cordadas, ya que en esa época existían pocos mosquetones tan livianos y los grupos solían formar una bolsa de equipo aportado por los integrantes.-
La noche estuvo entrecortada por la caída de una avalancha y por los nervios que la reacción sobre nuestra ascensión había producido en el campo base ya que yo no quería realizar nada que enturbiara la gentil oportunidad que me habían dado.
Comprensión de la filosofía japonesa y el conflicto con la acción de grupos en la montaña
Me desperté temprano y mientras preparaba el desayuno, comencé a tratar de entender, con la ayuda de Yairi, los conceptos que fundamentan el razonamiento oriental, en particular el japonés, respecto a lo sucedido, analizando los factores decisivos en el comportamiento, comprendí entonces la raíz cultural basada en antecedentes feudales dominantes por siglos, de un emperador enraizado con principios reales religiosos, evidentemente fuertes e imbuidos como verdades educacionales por la gran mayoría de la población.
Basados en este principio dominante hasta el fin de las segunda guerra mundial, se generó una cultura indiscutida que respetaba al superior o jefe en forma absoluta y que en el caso particular del montañismo indicaba que este, debía ser el más fuerte y el primero que debía llegar al lugar o situación que el grupo perseguía.-
Este razonamiento básico muy diluido con el ascenso de una clase media inexistente para los hombres nacidos y educados con anterioridad al año 1945, se hacía evidente en los miembros de la expedición ya que todos menos Yairi, habían nacido antes del conflicto y habían recibido educación paterna cultural consecuente, muy diferente a nuestra formación cultural que promueve y respeta a los mejores y en el caso del andinismo atentos a la gran inversión que implica un esfuerzo económico como el patrocinio de una expedición sin fines de lucro en una sociedad capitalista, que exige asegurar la cumbre sea como sea y por quien sea, por un razonamiento que conformó nuestra decisión ya que Yairi era el más joven y educado en la Universidad, en un periodo cultural mixto que cuestionaba las “verdades” del antiguo dogma por los resultados catastróficos de la guerra iniciada bajo esa confianza y la acción cultural diferente producto de la ocupación de los Estados Unidos, en la posGuerra posibilitaron su apertura intelectual.-
Habiendo comprendiendo la situación y ante el empeoramiento palpable del clima, Yairi entendió mis argumentos y que era posible que la expedición fracasara por falta de acción en el momento oportuno ya que la larga duración de las condiciones climáticas adversas pronosticada por el servicio meteorológico Chileno, nos había hecho dudar del éxito deseado para el resto de los miembros, justificando ampliamente nuestro accionar.-
Después de desayunar con predominio de líquidos, iniciamos el descenso por el glaciar intermedio, hasta las torres grises, bajando por la cascada de hielo en un corto rappel y seguimos rápidamente hasta llegar al pie de la pared y después al campo base luchando con las cansadoras morrenas, en unas tres horas y media, que acentuaron nuestra fatiga.-
Al llegar a las carpas una extraña sensación se percibía, mezcla de celos y de reproches basados en la diferencia cultural, siendo recibidos por Nao, el traductor que por vivir en la Argentina los últimos diez años, nos interpretaba, tratando de justificar la conducta del resto, quienes se comportaban como que habíamos hecho algo malo al ascender para asegurar la pared sin la presencia del jefe.
Por la noche en la cena con la ausencia del jefe, Nao me pidió los rollos de película expuesta durante la escalada y me sugirió que no mencionara lo sucedido, si era posible por largo tiempo, aunque reconoció que habíamos cumplido con lo lógico, acordado y pactado, pero dudando que el jefe que sufría una fuerte neumonía que con suerte le permitiría ascender en diez días, sobre todo con los efectos de la tormenta que se había desatado simultáneamente con nuestro descenso, pensara lo mismo.-
Al día siguiente, a los efectos de destensionar la situación informé que por motivos laborales, ya que me había excedido en mis vacaciones debía volver despidiéndome de los miembros presentes regresé caminando a Puente del Inca. Había observado que no estaban presentes para despedirme Yairi, por lo que supuse que debió haber sido de alguna forma sometido a alguna forma de castigo y el jefe, con ausencias muy sugestivas.-
Mi apreciación sobre el impacto que nuestra ascensión había producido en el jefe de la expedición fue desmentido en la reunión final de la expedición realizada en la Asociación Japonesa en Buenos Aires por la alocución del jefe, quién agradeció mi participación y el aporte que había realizado al estudiar la ruta a la cumbre, respetando el compromiso asumido de no alcanzar la cumbre adelantándome a su participación.-”
“En 1969 volvimos sobre la ruta francesa, buscando repetir lo que los japoneses habían logrado.
Intentamos esta ruta, aprovechando que la nieve consolidada nos permitía subir fácilmente, hasta que, cuando estábamos próximos a 5.800 metros comenzó a nevar con pérdida de visibilidad y el riesgo de intentar subir con la roca mojada y lo avanzado de la hora que no nos permitiría llegar al glaciar superior, nos obligó a hacer unos escalones en la nieve para poder vivaquear en medio de las nubes que dificultaban la visibilidad provocando una rara sensación de vacío.
Cavamos cuatro nichos en la nieve dura, con forma de escalones con un borde sobresaliente para evitar problemas cuando dormidos quisiéramos movernos, con un clavo hueco a rosca como seguro complementario, ocupando con Carlos el escalón inferior y Juan Carlos y Ricardo el superior para pasar la noche en las bolsas de dormir. Al día siguiente nos proponíamos superar la pared de roca que yo conocía muy bien por haberla subido y bajado tres veces con la expedición japonesa.-
En la mitad de la noche del 4 de febrero, a las tres AM, mientras dormíamos escuchamos un estruendo seguido por un alud de hielo y nieve, que nos cubrió. Mientras luchábamos, primero por no ser arrastrados y cuando pasó para sacarnos la capa de encima antes que coagulara, agradecimos al clavo a rosca que nos ayudó a resistir la succión de la avalancha y escuchamos la voz de Ricardo que salió primero llamando a viva voz a cada uno de nosotros. Cuando logramos salir, escuchamos la voz de Ricardo, “falta Juan Carlos”, que se repetía con desesperada consciencia de lo que significaba ser arrastrado al abismo.-
Rápidamente recogimos el equipo que pudimos rescatar bajo la nieve que cubría todo y comenzamos a buscarlo gritando por si estaba herido, bajamos en la oscuridad sin encordarse por el apuro y con desesperación para encontrarlo, con la torpeza de movimientos que el impacto de lo sucedido, la oscuridad y el temor de que una segunda avalancha nos producían, hasta que sentí un grito y dándome vuelta vi que Carlos que venía en retaguardia con cierto letargo producto del impacto emocional, había caído y se desplazaba resbalando de espaldas por el hielo en pendiente hacia el próximo corte del glaciar con una caída vertical al abismo.-
Sin pensarlo mucho me deshice de mi mochila y salté interponiéndome en la caída de mi amigo con el riesgo de que con su mayor peso -al que se agregaba el de su voluminosa mochila- nos arrastrara a los dos, clavé los crampones en el hielo y frené su vertiginosa caída de la que él no atinaba a recomponerse, colocando ambas manos en sus crampones con la fortuna de que mis dedos se ubicaron entre las púas de los mismos sin un rasguño. Unos minutos después, sin darles tiempo a pensar lo sucedido, quitándole importancia para evitar una posible crisis nerviosa, que aumentara el riesgo que estos dos sucesos estaban por producir, sobre todo que nos esperaba el descenso nocturno de la cascada de hielo en el interior de las “torres grises” muy delicado pero no muy peligroso si se hacía con prudencia y atención a las maniobras del rapel.-
Salvado este problema comenzamos a buscar, no al Amigo, sino a su cuerpo con la terrible certeza de su muerte, poco después con las primeras luces del triste amanecer empezamos a encontrar su ropa que la avalancha suele quitar al revolear el cuerpo en la ola delantera. Ya con la certeza de los rastros con las evidencias de lo sucedido y la confirmación de que no estaba sobre el glaciar inferior llegamos a la gigantesca Rimaya y mirando su oscura boca de unos cinco metros de ancho y lo insondable de su profundidad en la que quedaban rastros de la reciente avalancha, decidimos regresar a Puente del Inca a comunicar a las autoridades sobre el accidente.-
La larga caminata fue una triste, desolada y angustiada despedida con la sensación de ser un grupo con un lugar vacío, como si estuviéramos esperando la llegada del ausente, no resignados a la idea de que de aquí en adelante estaríamos siempre incompletos.-
Mientras caminaba intentaba distraer mi mente del accidente, pensando en los posibles motivos que habían generado la caída de la avalancha sobre un emplazamiento considerado seguro y sobre el cuál no había visto caer ninguna de las muchas avalanchas que pasaban por los cercanos cauces habituales de caída.-
Posiblemente, el cambio de temperatura de los dos últimos días, había licuado la nieve caída entre las grietas y actuado como lubricante para que una gran placa se desprendiera desde el glaciar superior., y debió haber pegado en la ladera y desde allí rebotado habiéndose esparcido hacia los costados en forma de fuertes proyectiles. Uno de ellos debió haber impactado en Juan Carlos. Tal vez él intentó incorporarse cuando escuchó el estruendo y eso lo puso al alcance del alud que sobrevoló sobre nosotros cuatro.-
Una vez conocida la tragedia, se dio aviso a las autoridades judiciales que nos tomaron declaración testimonial. Luego, se organizó una patrulla de la Compañía de Esquiadores de Alta Montaña, “Teniente Primero Ibañez” y el 14 de febrero regresamos a Plaza Francia, pudiendo comprobar que nuevas avalanchas habían cubierto la zona y el rescate del cuerpo se hacía imposible. Juan Carlos debía yacer en alguna de las grietas que conforman el río de hielo del valle que tienen más de 100 metros de profundidad y en ese momento estaba cubierto de nieve. La misión se tornaba imposible. Tras recorrer la zona durante siete penosos días, el intento de rescate fue abandonado.-
Dos años antes, simultáneamente a la expedición japonesa de la cual había participado, estando en el campo II a 5.700 mts, José Luis Fonrrouge y Schomberguer, que lo acompañaba pasaron a pocos metros intercambiando algunos saludos y deseos de suerte de José Luis, vivaqueando sobre el filo del accidente en la misma zona. Este reconocido escalador, escaló la Pared Sur en 1966-67 inaugurando una nueva ruta, poco antes de mi ascenso y el conflicto cultural con el jefe de la misma.-
La comunidad andinista estaba conmocionada. La pared sur se había cobrado una víctima. Juan Carlos era hijo único, tenía 23 años y estaba a punto de recibirse de Profesor en Ciencias de la Educación, era callado pero afable, gentil, amante del deporte y de la naturaleza.-
Al conocer la tragedia, José Luís, solidarizándose con el grupo me llamó por teléfono, para interiorizarse de los detalles de la avalancha que había barrido el mismo lugar donde él había vivaqueando en la oportunidad de su ascensión, expresándome su pésame.-
Buscando un período o espacio de tiempo para analizar lo sucedido, que no había logrado en el lapso de tiempo transcurrido desde la avalancha mortal, busque lograrlo en la tranquilidad y el silencio que brinda la alta montaña.-
Debo confesar que durante largo tiempo me acosó como un fantasma la pregunta de qué ¿¡sería yo el responsable de lo sucedido!?,teniendo en cuenta que era por mi experiencia, el que más conocía la pared, o podrían existir algunos factores que no alcanzaba a discernir que influyeran. Entre los integrantes de las dos cordadas existía una sólida formación práctica y técnica que en la montaña, sobre todo en el intento de las grandes paredes, las alternativas y los peligros, son muchos y muy variados los riesgos.- Después de este accidente el grupo quedó muy impactado, Carlos a pesar de su experiencia con el ascenso y cumbre del Aconcagua en el glaciar Polaco, se vio muy afectado, suspendiendo la actividad por varios años.
Existen historias de montaña que deben ser contadas, más allá del fracaso o triunfo del objetivo de llegar a la cumbre.
En nuestro relato alternativo sobre la Pared Sur del Aconcagua se observa el rol de Mario Quesada como gestor de grupos y definidor de rutas y montañas.
El Grupo del CABA de la tercera ascensión al Polaco repetía sus integrantes con Mario por el espolón francés y con Wily Nolls por la Pala Messner.
Mario Quesada ascendió por la ruta de Los Argentinos, junto a Omar Pellegrini y Jorge Aikes, pero por “incompatibilidad de caracteres”(como dice Wily) se dividieron y Mario en el descenso en solitario cayó y sobrevivió con problemas de columna para toda su vida...
Al año siguiente Wily comandó una expedición con Jorge Aikes y Omar Pellegrini quienes subieron esta vez y denominaron la ruta con el nombre de Pasic muerto en Sierra de la Ventana al subir en libre, en solitario y sin seguro, por la Pared Rosa, la más riesgosa del cerro la Carpa.
El Aconcagua y más esa pared sur, cobraba entrada para quienes intentaban superar su desafío.
Fue por la ruta Normal -en los primeros tiempos-, cuando sólo enfrentaban al coloso con fortaleza física y resistencia al “soroche”, muchas veces sin aclimatación.
Más recientemente es la “Programación de la temporada Aconcagua”- con lista de espera como en el Everest-, donde se combinan los guías y los seguros de vida o la demostración de tu historia de andinista para ascender bajo su propio riesgo según la pared que enfrenten.
En el siglo XXI la montaña se puede vivir como deporte o como filosofía, como observador de una película o guía de turismo.
Lo que es indudable que el ser humano puede vivir - según su temperamento, experiencia y cultura de origen - el riesgo que produce la montaña como un permanente desafío para superar la vida contemporánea en donde al desafío original, se suma la necesidad del aire libre.
El cambio climático hace que año a año, en un periodo relativamente largo de tiempo las montañas no sean las mismas que vimos y subimos, los glaciares van cayendo, bloque a bloque, traen ríos con más agua e inundaciones.
Es cierto que sigue nevando en invierno, pero no compensa lo que se pierde porque la temperatura de la tierra aumentó más de un grado a su temperatura original. Esto es por causa del “efecto invernadero” fruto de los gases que emiten en especial los países más desarrollados.
La otra visión es que para eludir el encierro y la contaminación del ambiente necesariamente se empujará a la raza humana a dirigir no solo su mirada-sino también su futuro- hacia las estrellas.
Sun Line: Slavko Sveticic y Milan Romih. 1988
Vía de Johan: Tomaz Humar y Ales Kozels. 22/12/2003.
Ruta Eslovena 1982: Pavel Podgornik, Peter Podgornik, Vlado Gantar y Johan Rejc. 28/1/1982. Cumbre Sur.
Variante Polaca de la ruta Eslovena 1982: Leszek Cichy y Ryszard Kotakowski. 31/1/1987. Cumbre Sur.
Ruta Couloir Central (Japonesa 1981): Tsuneo Hasegawa. Agosto 1981.
Variante ruta Japonesa 1981 [La Medicina de Buda]: Chad Kellog. Diciembre 2009.
Francesa: Lucien Berardini, Adrien Dagory, Edmond Denis, Pierre Lesueur, Robert Paragot y Guy Poulet. 25/2/1954.
Variante Inferior Eslovena de 1982 de la ruta Francesa 1954: Slavko Sveticic, Milan Crnilogar, Igor Scamperle y Bogdan Biscak. 22/1/1982.
Variante Messner (inferior): Reinhold Messner. Enero 1974.
Variante de Salida Messner (Pala Messner) [superior]: Reinhold Messner. 23/1/1974.
Variante Inferior Argentina: Daniel y Gustavo Pizarro. Febrero de 1992.
Variante Superior Argentina: Daniel y Gustavo Pizarro. Febrero de 1992.
Variante Superior Japonesa 1981: H. Kamuro y M. Yamamoto. 29/1/1981.
Ruleta Rusa: Slavko Sveticic y Milan Romih. Febrero 1988. Continúa en la Francesa 1954.
Ruta Central Fonrouge – Schönberger: Jose Luis Fonrouge y Hans Schönberger. 9/2/1966.
Ruta Directa Francesa. Pilar Sudeste 1985: J. Chassagne, J. Dufour, P. Raveneau y B. Vallet. 22/1/1985. Se une con la ruta de los Argentinos 1966.
Variante Eslovena de 1986 de la Directa Francesa 1985: M. Romih. Febrero de 1986. Se une con la ruta Argentina 1966.
Variante 2011: A. Di Donato y A Zegers. Diciembre 2011. Se une con la Directa Francesa.
Ruta de los Argentinos 1966 [Ruta Pasic]: Jorge Aikes y Omar Pellegrini. 2/2/1966.
Variante Messner (inferior): Reinhold Messner. Enero 1974.
Descripción: paralelamente a la entrada de la Ruta Francesa se inicia la escalada directamente por la franja rocosa en una perpendicular al pilar central, alcanzándolo por una serie de paredes de IVº y sectores de empinados acarreos, para alcanzar finalmente el pilar con una pared de Vº en cercanía de las grandes torres.
Variante de Salida Messner (Pala Messner) [superior]: Reinhold Messner. 23/1/1974. También llamada Sudtirolesa, salida Messner o Direttíssima. Hace más corta y algo más simple la salida de la pared, si bien también es más expuesta y puede resultar más peligrosa con mucha o muy poca nieve, por peligro de avalanchas y caídas de rocas, respectivamente. En la jornada 4 se asciende hacia la izquierda (NO) el Glaciar Superior (entre 45º y 55º), cortado por una rimaya de paso a veces complicado. Sigue el famoso mixto Messner, una expuesta franja de roca cubierta de hielo (IVº con algún paso de Vº) que culmina con un canal de 65º, el cual lleva hasta una nueva rampa, usualmente cargada de nieve blanda y propensa a las avalanchas. Más arriba, un ancho corredor de 50º pasa entre un filito rocoso y un campo de séracs, para dar acceso a una rampa de nieve un poco menos inclinada, por la cual se sube directo hasta el Filo del Guanaco. Allí se tuerce a la derecha (NE) para seguir sin dificultades hasta la cumbre.
Ruta Central Fonrouge – Schönberger: Jose Luis Fonrouge y Hans Schönberger. 9/2/1966.
Descripción: alcanzando la pared Sur, se ascienden los 45º de la parte derecha del Glaciar Inferior, y en su parte superior una travesía a la izquierda (O) lleva hasta un corredor en zigzag que permite superar por su derecha al gran escalón rocoso al pie del Glaciar Medio. Este canal que transita largo rato bajo una notable barrera de séracs, era de nieve durante su primer ascenso, pero actualmente parece presentar algo de roca descompuesta. Un corto resalte en hielo lleva a ganar el glaciar, y se atraviesa por completo su superficie cubierta de penitentes hacia la izquierda para empalmar con la ruta Francesa a unos 5.500 metros, donde se acampa.
Esta ruta es técnicamente la más simple de la pared Sur, pero resulta muy peligrosa por quedar expuesta a la caída de hielo y avalanchas de los Glaciares Medio y Superior.
Ruta Francesa con salida Japonesa
Mario Oscar Quesada y Yairi
Universidad de NOGOYA
A esta lista agrego tres intentos fallidos de Mario Quesada y una victoria llegando al filo cumbrero renunciando a la cumbre según relato adjunto.
1) Por la Pala Messner en 1965 Ruta elegida por Mario Quesada con Omar Pellegrini, Jorge Aikes, Sheriff Pasic, Nicolas Plantamura (h) y Alfredo Glücklich. Este último recibió una piedra que destruyó su casco desmayándose y quedando en el Base.
Mario bajó solo y recibió heridas al caer 200m desgarrándose las manos al aferrarse a la soga fija.
2) Intento por Pala Messner en 1966 con Manteca Acosta, Gines Casabella, Adrian Cervetti,Nito Silvestroni y Carlos Nifuri en el Base
Una avalancha cayó sobre una cornisa horizontal de nieve que llamaban “banana” y dispersó víveres, sogas y clavos, abandonando el intento.
3) Ruta Francesa que empalma con la Japonesa en 1966 con Expedición de la Universidad de Nagoya.
Llegan al filo cumbrero Mario Quesada el 15 de febrero a las 15 horas junto al joven japonés Yairi.(ver relato).
4) Ruta Francesa. Mario Quesada, Carlos Manteca Acosta,Ricardo Gabrielli y Juan Carlos Toscano. La avalancha en la noche arrastra a Juan Carlos Toscano. (ver relato)
+6500. Darío Bracali y Guillermo Almaraz.
Aconcagua. Mauricio Fernández.
Las Grandes Paredes. Reinhold Messner.
Horizontes Verticales en la Patagonia. José Luis Fonrouge.
Anuario CAB 1982. Toncek Arko.
Guerreros Alpinos. Bernardette McDonald.
Escaladores de la Libertad. Bernardette McDonald.
- Wily Nolls ruta de los argentinos 1966. Publicado en la Revista de Cultura de Montaña
- Relato de Mario Quesada (no publicado) “Mi vida en el Aconcagua” 1964 a 1969
- Artículo de diario La Razón del 13 de febrero de 1969 “La tragedia del Aconcagua”
- Ascensión del Aconcagua en el verano de 1964 por el Glaciar de los Polacos. Publicado en el CCAM
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