La aventura de transitar varias cumbres de más de cuatro mil metros en el macizo de Penitentes en la provincia de Mendoza
Cuando íbamos adentrándonos en la Quebrada de Vargas ya comenzamos a agudizar los sentidos. Intentábamos reconocer aspectos que nos pudieran brindar un trato más familiar para cuando nos volviéramos a encontrar nuevamente en ese valle colgado cuatro días después, luego de finalizar una circunvalación al macizo de Penitentes que nos llevaría, justamente desde Penitentes, hasta Punta de Vacas, pasando por la Quebrada del Río Blanco y la Quebrada del Río Tupungato.
Habiendo vivaqueado (junto a un gran contingente de amigos y compañeros del Instituto del Centro Andino de Buenos Aires) una noche en Grajales, otra en la Quebrada del Río Blanco y otra en la Quebrada del Río Tupungato, nos propusimos adentrarnos nuevamente en la Quebrada de Vargas para incursionar en algunos de sus estimulantes cuatromiles en esa semana de la segunda quincena de noviembre del 2019: un área perteneciente a la Cuenca del río de las Cuevas que permite visualizar las magnificencias de la Cordillera Frontal y la Cordillera Principal.
Nuevamente cruzando el mismo río de las Cuevas, junto a un par de compañeros con quienes habíamos compartido la circunvalación al macizo de Penitentes los días previos, nos dirigimos a la Quebrada de Vargas atravesando el denominado Llano Pelado -el cual brinda señales de cierto abanico aluvial (quizá de menor erosión que el que habíamos transitado en la Quebrada del Río Blanco). Este espacio exuda la edad terrestre desde, por ejemplo, sus materiales granitoides pérmicos. Aquí podríamos referenciarnos con piedras de más de 100 mil años, y con formaciones de 23 mil años -si entendemos que el último período de glaciación en Penitentes ocurrió aproximadamente hace esos miles de años atrás.
Transitando la Quebrada de Vargas, nos permitimos divisar nuevamente, hacia su ladera oeste, la formación de la Quebrada de la Ventana. Si se remonta el arroyo homónimo, adentrándose en esta quebrada, se puede llegar a alcanzar los 3600m frente a los cerros Banderita Sur (4184m) y Soldado Soler (4456 m).
Ya en al área del refugio Grajales (3200m), lugar donde estableceríamos nuestra base para las distintas actividades a realizar, decidimos que al día siguiente descansaríamos: acumulábamos cuatro días ininterrumpidos de trekk y, pretendiendo realizar algunas travesías en los próximos tres días, optamos por colocar un ‘giorni di riposo’ para recuperar energía. Al no haber llevado carpa, aunque el pronóstico meteorológico preveía posible mal tiempo para dentro de dos días, los pircados en Grajales, como el mismo refugio, nos fueron de utilidad para los descansos vespertinos y nocturnos.
Luego de la jornada de descanso (a puro mate “uruguayo” -amargo y cuasi hirviendo), comenzamos el día posterior con el inicio de una travesía de ascenso al cerro Penitentes -o Iglesia- (4356m) y a varios picos lindantes (4240m, 4247m, 4287m) en dirección al Este: la cual nos permitió reconocer el área del sitio arqueológico de cultura incaica, tras el descubrimiento de materiales del siglo XV por Arthur E. Lightbody en 1897.
Ahora bien, la travesía a la que aquí pretendemos colocar mayor atención es la realizada al día siguiente del ascenso al Penitentes y alrededores. Esta nueva travesía nos volvería a colocar en el portezuelo Serrata (3.750 mts.) para subir al cerro homónimo pasando por la cumbre La Embarcada y, alcanzando la cumbre del Pirámide Negra, llegar hasta el cerro Guimón. La incertidumbre no dejaba de invadirnos debido a la posibilidad de modificación de las condiciones meteorológicas según el informe recogido días pasados.
Partiendo aproximadamente a las 8 am, comenzamos el periplo dirigiéndonos hacia las Vegas Largas (3.300 mts.), pasando por la zona de Confluencia donde se interceptan distintos arroyos. Para acceder a las Vegas Largas, ingresamos previamente -y precozmente- a la Quebrada de Laguna Seca. Los días anteriores habíamos tomado una ruta -para alcanzar el portezuelo Serrata- adentrándonos mucho más en ese quebrada. Sin embargo, en esta oportunidad, decidimos superar la lomada inmediatamente lindante al oeste del arroyo Vargas para luego descender a las vegas que continúan el Valle de Yeso. Por otro lado, no sé si por el imaginario simbólico del nombre de ese valle, o por efectiva fundamentación científica, el agua de allí nos resultó de mayor salinización que la que circula en Grajales, en los días previos que estuvimos caminando esa zona.
Como el camino hacia el paso Serrata ya lo habíamos transitado, entendíamos qué rumbo seguir, qué huella transitar y qué tiempo aproximado nos podría llevar -todos elementos indispensables para efectuar una buena administración emocional que reduzca los niveles de ansiedad y nos evite un cansancio o desmoralización temprana.
En menos de dos horas ya estábamos en el portezuelo Serrata, sabiendo que debíamos remontar una arista que nos conduciría hacia la zona cimera del cerro Serrata. Teníamos la información que a menos de 300m de ascenso nos encontraríamos con lo que se puede llamar una falsa cumbre, ante cima, o cumbre secundaria: La Embarcada (4012m). La piedra suelta de la ladera sur es una vía de fácil acceso aunque de cierto desgaste físico. Alcanzar el filo lo más rápido posible solucionará cualquier exceso de tracción. Ya desde La Embarcada se vuelve a ver el hermoso paisaje que presenta la Quebrada del Río Blanco, entre otros elementos del mismo: Playa del río Blanco, abanicos aluviales, circo glaciar, Los Gemelos, Cerro Colorado y cordones montañosos (Doris, por ejemplo) que nos permiten ilusionarnos con vistas hacia la Quebrada de Potrero Escondido.
Remontar la arista desde La Embarcada hacia la zona cimera del Serrata lleva aproximadamente un poco más de una hora. En la cumbre del Serrata (4224m), se amplía la vista hacia la Quebrada del Río Blanco. Asimismo, se expande el espectro hacia la cumbre Pirámide Negra (nuestro siguiente objetivo) y hacia la cuenca Serrata-Guimón.
En ese momento decidimos tomarnos un breve descanso para evaluar la situación y decidir cómo continuaría nuestro avance. La actividad que veníamos acumulando de días anteriores comenzaba a repercutir en el cuerpo, independientemente de que nos sentíamos físicamente bien y conformes por el ascenso logrado en el tiempo esperado. Sin embargo, era preciso que nos tomáramos un descanso, de al menos media hora, para disfrutar la cumbre y retomar la actividad.
Asimismo, desde Grajales, un par de amigos nos comunicaban por VHF que se acercaba un frente nuboso desde el noreste. Nosotros ya lo habíamos observado. Si bien no queríamos que ninguna modificación meteorológica nos alcanzara en medio de la travesía, tampoco pretendíamos doblegarnos en forma inmediata ante la primera señal del mal tiempo. Apostábamos a que esas nubes no llegarían a alcanzarnos antes de terminar nuestra actividad, o que, velozmente, transitarían su paso sin efectuar descarga alguna -e incluso virando su rumbo.
Ante esa encrucijada, de conformarse con la cumbre del Serrata y descender hacia Grajales, para evitar cualquier posibilidad de incidentes por influencia de la meteorología, optamos por continuar nuestra travesía bajo un método por etapas: es decir, dirigirnos hacia el Pirámide Negra, evaluar nuevamente las condiciones del tiempo y allí decidir el descenso o la continuidad hacia el cerro Guimón.
Sabiendo que dirigiéndonos hacia el este, hacia la cumbre Pirámide Negra, nos alejaríamos más de nuestra posible ruta de escape, con suma responsabilidad, emprendimos el trayecto también entendiendo que ya no podíamos efectuar prolongaciones temporales de gran cuantía, sea en el trekk como en estancias cumbreras: ahora, si queríamos completar nuestra travesía, deberíamos considerar que la velocidad sería parte de nuestra seguridad.
Podríamos confesar que sentíamos curiosidad de acceder a esa cumbre secundaria y completar la travesía accediendo, finalmente, al cerro Guimón. Nos habíamos informado sobre distintos ascensos que se hicieron cumpliendo diversas travesías como las de unir los cerros: La Embarcada-Serrata-Guimón, La Embarcada-Serrata-Guimón-Penitentes o La Embarcada-Serrata-Pirámide Negra. De esta manera, también nos interesaba cumplir con un recorrido que involucre, en nuestro caso, una sucesión alternativa: La Embarcada-Serrata-Pirámide Negra-Guimón.
La cumbre Pirámide Negra también es considerada una cumbre secundaria/subsidiaria, bautizada con ese nombre por su morfología al ser alcanzada por primera vez por montañistas que la confundieron con la cumbre del Serrata. Es una cumbre que se alcanza a escasa media hora desde la cumbre del Serrata, luego de descender unos veinticinco metros para volver a ascender el mismo desnivel perdido por un pequeño filo. Entendemos que esta gradación alternativa entre ambas cumbres es la que permitiría considerar a la cumbre del Pirámide Negra como una cumbre secundaria y no como una ante cima. Es decir, desde consideraciones que pueden desprenderse por la noción orográfica de prominencia topográfica, es probable que ese desnivel, que hay que descender para acceder de una cumbre a otra, sea la característica relevante para adjudicarle a la cima del Pirámide Negra cierto carácter de “entidad propia”. Esta cumbre sí puede diferenciarse de la cumbre de La Embarcada, la cual puede ser identificada como una ante cima (algo alejada), debido a que no se vincula con la cumbre del Serrata por un descenso de desnivel y, por lo tanto, probablemente no adquiera la cualidad de ser apreciada como una cumbre con cierta identidad particularmente propia.
Más allá de estas interpretaciones sobre la orografía con la que nos relacionamos, al acceder a la cumbre del Pirámide Negra (4155m) evaluamos la situación de las nubes que seguían avanzando hacia nosotros pero a una velocidad que suponíamos propicia para que nos permita finalizar la travesía. Por lo tanto, decidimos culminar nuestra actividad dirigiéndonos inmediatamente hacia el cerro Guimón, al descender del Pirámide Negra rumbo al portezuelo contiguo a la cumbre en dirección noreste. Este paso nos conllevó un paulatino tránsito de descenso de unos casi 200m, para luego remontar una lomada que nos permitiría no perder demasiada altura, evitando adentrarnos en la cuenca, y empalmando con un filo que nos conduciría hacia el área del Guimón. Por otro lado, antes de abandonar el portezuelo, una tolvanera nos atraviesa brindándonos un nuevo elemento paisajístico, pero también hablándonos de las condiciones atmosféricas del terreno.
La llegada al cerro Guimón (4238m), con vistas hacia el cerro Penitentes e inmediaciones, luego de casi hora y media de haber pisado la cumbre del Pirámide Negra, nos permitió culminar nuestra pretensión de recorrido por esas cumbres, ya con una meteorología modificada en relación a la vivenciada en la cumbre anterior: viento para parka y nubes casi encima nuestro. Finalmente, el descenso lo realizamos sin mayores dificultades bajando por el filo, en dirección al noroeste, que divide las cuencas Serrata-Guimón y Guimón-Penitentes, alcanzando Grajales cerca de las 4PM.
Unos buenos mates y una cena propicia nos esperaban, junto a nuestros amigos que en Grajales aguardaban nuestra llegada, para luego, al día siguiente, abandonar Penitentes y Mendoza.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023