Mariano Galván nos cuenta como se busco y encontró junto a un grupo de rescate al montañista desaparecido en el tres Cruces, Provincia de Catamarca
- 22/04/2015 -
En el Aconcagua es casi moneda corriente que, en todas las temporadas, tenga que armar la mochila y salir al rescate de algún andinista en problemas. Mariano Galván, de 35 años, vive en Mendoza, pero más allá de la cercanía con esa montaña, siempre lo llaman por su experiencia para los senderos riesgosos.
A los 25 años empezó a hacer alpinismo. Además del Aconcagua, también estuvo en Nepal y en el Tíbet. Asegura que su trabajo y su pasión están en la montaña. Nació en Trelew (Chubut), a nivel del mar, pero dice que su cuerpo se adapta muy bien a la altura. En 2013 había viajado a Pakistán con la idea de escalar las montañas de Gasherbrum. De pronto, surgió la noticia sobre cuatro alpinistas españoles que estaban desaparecidos en medio de la nieve, a más de 7.000 metros sobre el nivel del mar. No había comunicación, ni señales de ellos. El mendocino estaba cerca de ese lugar y cuando los paquistaníes le dieron la noticia no dudó en intentar socorrerlos. Subió a la montaña y el resultado fue agridulce. Encontró a tres españoles que habían muerto congelados, pero logró auxiliar al cuarto con vida. Lo asistió con oxígeno y le ayudó a bajar con cuerdas.
De aquella experiencia estaba al tanto el tucumano Hernán Parajón, presidente de la Fundación Cumbres Andinas. Cuando surgió el caso de Malli Mastan Babu, perdido en el volcán Tres Cruces (en la frontera norte de Argentina y Chile, a la altura de Catamarca), Parajón llamó al mendocino Galván.
A sabiendas de que la búsqueda era la etapa más difícil, Parajón estableció que las montañistasLis Sable y Griselda Moreno serían llevadas en helicóptero hasta un punto medio de 5.100 metros de altura para hacer un rastrillaje hacia abajo. También se acordó que Galván escalaría por otro trayecto en soledad, por su mejor capacidad atlética.
El primer día caminó más de 10 horas hasta que se terminó la luz natural. Al caer el sol armó el campamento para pasar la noche en la montaña. El segundo día emprendió el ascenso con la esperanza de hallar a Malli, pero tampoco tuvo suerte. Al caer la noche repitió la rutina de armar el campamento. No tenía la misma energía del primer día y ya había superado los 5.000 metros de altura. Bajo la planta de los pies llevaba las raquetas para evitar hundirse en la nieve.
El tercer día caminó más de nueve horas y, al atardecer, se detuvo. Con lo poco que quedaba de luz natural debía armar el campamento. Despejó la nieve con la mano y se sentó sobre una piedra helada. Había elegido el sitio para pasar la noche. Giró la cabeza y, a unos cinco metros de distancia hacia un costado, pudo ver un trozo de tela de color naranja flúo, que sobresalía en la blancura del paisaje.
Por seguridad, Galván armó su refugio antes de la caída del sol. Después salió a ver de qué se trataba esa tela naranja. Comenzó a raspar en la nieve y descubrió que era una bolsa de dormir. Siguió removiendo la capa blanca hasta que, ante sus ojos, se abrió el rostro de Malli Mastan Babu congelado, a 5.950 metros.
El rescatista aprovechó los últimos hilos de luz natural para tomar fotografías (por razones legales) y marcar el terreno con GPS. “Soy guía de montaña, y me ha tocado ver cuerpos, pero nadie termina de estar preparado para la muerte. Fue muy duro estar ahí, porque generalmente uno va con un grupo de rescate y, por lo menos, tiene la contención de los demás, pero aquí estaba solo y el sol caía a las seis y media de la tarde -recordó Galván-. Pasé una noche bastante mala, porque obviamente cuando descubrí el rostro de Malli fue muy chocante. Esa imagen se estuvo mezclando en mi memoria y la sensación amarga de que yo también hago lo mismo que él. Fue una noche larga, parecía que el amanecer no llegaba nunca hasta que, por fin, a la mañana pude armar mis cosas y empecé a bajar para reunirme con los otros socorristas y mandar un mensaje de que había encontrado a Malli. Además tenía que bajar, porque se venía el mal tiempo”, rememoró.
El 2 de de abril, Galván bajó en soledad por el mismo sendero. Después, el grupo tendría 11 días más para diseñar el plan de rescate del cuerpo. No contaban con el helicóptero. El rescatista volvió a subir al mismo sitio y logró bajar el cuerpo de Malli el martes al mediodía hasta la ruta, donde esperaba un vehículo. Recuperó todas sus pertenencias (GPS, reloj, cámara de fotos, una bandera). Fue trasladado a Tucumán, donde llegó el martes pasado (después de 22 días de haber hecho cumbre en Tres Cruces).
A la sala velatoria llegó Malli Dorasanamma, una de sus hermanas, que viajó desde India. El jueves, a las 14, ella acompañó el traslado por vía terrestre a Buenos Aires. El cuerpo de Malli permanece en Buenos Aires. Ayer, la mujer esperaba completar los trámites legales para tomar un vuelo de Ezeiza a Nueva Delhi, la capital India, donde el gobierno de ese país, le rendirá homenajes a su héroe de la montaña. Después será llevado a Gandhi Jana Sangam, el pequeño pueblo del sur de la India, donde Malli había nacido hace 40 años. Mientras tanto, Galván volvió a Mendoza a la espera de su próxima montaña, porque así se siente vivo.
Fuente: www.lagaceta.com.ar
- 07/04/2015 -
Cada vez que empezaba una expedición, en cualquier lugar del mundo, además de abrigo, herramientas y alimentos Malli Mastan Babu llevaba caramelos y chocolates. Al hacer cumbre, en medio de la soledad más absoluta, abría la mochila, sacaba los dulces y comenzaba un culto a Shiva, el dios hindú al que solía venerar. Así como en los Valles suelen pedirle permiso a la Pachamama para moverse en la montaña, Malli le pedía permiso a Shiva. Dejaba algunos chocolates enterrados en la montaña y comía otros para recuperar fuerzas antes de comenzar el descenso. El ritual se completaba con varias posturas de yoga; en especial con la llamada paro de cabeza (como hacer la vertical, pero apoyando la cabeza) y sumergido en una meditación profunda.
Malli había nacido en un pequeño pueblo del suroeste de la India, llamado Gandhi Jana Sangam, en el distrito de Nellore de Andhra Pradesh. Es una aldea de gente humilde, ubicada a 25 minutos del mar. Cuando tenía 11 años, ingresó a la escuela secundaria superior (de estilo militar), donde conoció al teniente M. Udaya Bhaskar Rao, que ejercía el rol de senior (una suerte de tutor de los estudiantes). En aquel tiempo, Malli era un preadolescente que se entusiasmaba con los relatos del senior sobre las expediciones a la montaña. Un día estaba en clase cuando llegó la peor noticia: el senior, al que tanto admiraba, había muerto a los 22 años al intentar hacer cumbre en el Everest. Fue un golpe muy fuerte.
Las autoridades de la escuela resolvieron hacer un monumento para recordar al teniente fallecido, que se convirtió en una figura de inspiración para muchos de los estudiantes. Su ejemplo quedó grabado para siempre en la memoria de Malli. Tanto que comenzó a hacerse a la idea de completar algún día la expedición al Everest, en homenaje a su ídolo.
PASARON 20 AÑOS
Después de dos décadas de la muerte del senior, en 2005, llegó el turno de Malli, que tenía 30 años recién cumplidos. Diagramó la expedición, planificó el trayecto, calculó el tiempo necesario. Estaba todo listo, pero a última hora le puso un freno: a modo de entrenamiento antes del Everest subió al Kilimanjaro y a otras montañas de menor altura para aclimatarse. Finalmente, ese mismo 2005 cumplió el sueño de homenajear a su maestro en la cumbre del Everest.
CAMINO AL RÉCORD
Malli, el menor de cinco hermanos, se recibió de ingeniero en una universidad estadounidense. Sin embargo, optó por ser un experto en la montaña y sus colegas admiraban su capacidad y, especialmente, su velocidad para llegar a la cumbre. Adquirió fama mundial tras convertirse en el hombre récord de Guinness por haber coronado las siete cumbres más altas del mundo en apenas 172 días: insumían más tiempo los vuelos de un país a otro que subir a la montaña.
POR ESTAS TIERRAS
Malli había visitado Argentina varias veces. En Tucumán tenía amigos montañistas, como Hernán Parajón, presidente de la Fundación Cumbres Andinas. Cada vez que venía a sus expediciones al Aconcagua (Mendoza), al Llullaillaco (Salta) o el cerro Tres Cruces (frontera norte argentino chilena) solía contactarse con ellos. “Al volcán Llullaillaco (6.739 metros sobre el nivel del mar) lo subía en dos días”, recordó Parajón.
El 20 de marzo, el montañista tucumano lo invitó a la redacción de LA GACETA, y ese día Malli mostró su humildad de cuerpo entero. En la India era considerado un ícono, pero aquí se movía sin actos grandilocuentes; como un vecino más de la vuelta de la esquina. Vestía un jean azul, camisa blanca y zapatillas. Hablaba en un tono sereno, casi en voz baja, y llegó cargando su mochila en la espalda. Tenía todo listo para su expedición al cerro Tres Cruces (frontera entre el norte de Chile y Argentina). La entrevista se extendió por más de una hora. “Para mí es una pasión hacer cumbre”, dijo.
Explicó que su mayor anhelo era dedicarles unos 15 años más a las montañas y luego retirarse para escribir libros sobre esas experiencias. En la India lo apoyaban con donaciones para sus viajes y él devolvía con logros que ubicaban su pueblo y su país con la mejor reputación.
Durante la charla admitió que muchas veces en la soledad de la montaña lloraba de emoción, al alcanzar la cumbre. Dijo también que a veces, en el trayecto, percibía espíritus de montañistas que habían perdido la vida en el intento. “Los siento a mis espaldas, pero no quiero girar la cabeza para ver de qué se trata; prefiero seguir adelante”, afirmó.
En ese encuentro (que quedó grabado en video), ni Malli ni Parajón ni ninguno de nosotros podía imaginar que esa sería la última entrevista de su vida. Vaya paradoja: una de las preguntas a Malli fue: ¿elegirías morir en la montaña? Respondió que no. Y agregó que su lema era “vivir sin miedo, con pasión y con un propósito”.
Su último desafío fue enfrentarse con un volcán de 6.300 metros
Malli Mastan Babu desapareció durante una expedición al Nevado de Tres Cruces. Se le perdió el rastro el 23 de marzo. Desde entonces, equipos de rescate de Argentina y de Chile lo buscaban con intensidad. Finalmente, su cuerpo fue encontrado cerca del paso de San Francisco, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. Había comenzado el ascenso día anterior a su desaparición y tenía planeado alcanzar la cumbre pocas horas después. Pero durante la expedición se desató una intensa nevada. El Nevado de Tres Cruces es un macizo de origen volcánico que se encuentra en la cordillera de los Andes, en la frontera entre Catamarca y la Región de Atacama, en Chile. Su cumbre está a 6.300 metros.
Fuente: www.lagaceta.com.ar
Centro cultural Argentino de Montaña 2023