La Expedición del Club Andino Bariloche logró ascenderlo en el verano de 1978. Provincia de Santa Cruz
Esta cumbre patagónica acaparó en el último año el interés de los amantes del andinismo. La epopeya de escalar el Dedo del César ha concluido. Una cordada del Club Andino Bariloche logró este verano la victoria que buscaron durante dos expediciones sucesivas.
FEBRERO de 1977; once hombres se retiran de la montaña sin haber alcanzado la cumbre. Encorvados bajo el peso de sus mochilas, desandan el áspero camino que abrieron al penetrar en la inexplorada región donde se yergue la aguja pétrea del Dedo del César. La tormenta cierra el cataclísmico escenario del hielo continental patagónico. El desafío seguiría en pie un año más. Hasta el 18 de febrero de 1978. Ese día, a las 15 horas exactamente; la cordada de asalto de la expedición del Club Andino Bariloche, concretó la victoria tanto tiempo anhelada.
Abierto recién a la contemplación humana durante la expedición del año anterior el territorio que se extiende al sudoeste del lago Argentino, en la provincia de Santa Cruz, en el linde del hielo continental, presenta una fascinante serie de cumbres y glaciares vírgenes, sobre los cuales estas dos incursiones han empezado a arrojar los primeros datos. Esta verdadera reserva ecológica, que conocimos personalmente y en la que filmamos una película documental en colores que se verá bajo el título de "La Frontera Blanca", tiene sin dudas un futuro promisorio tanto en materia de aventuras deportivas como en un posterior desarrollo turístico. Del cual la empresa que hoy nos ocupa será considerada el punto de partida.
La hazaña de alcanzar la cima del Dedo del César, tiene una cronología que reseñamos a partir del 8 de febrero pasado, cuando arriban a Río Gallegos, procedentes de San Carlos de Bariloche (en cuya región pasaron un mes de entrenamiento previo) los escaladores Mario González, Juan Pablo Nicola, y G. Iglesias. Allí se encuentran con el ingeniero Luciano Pera, jefe de la expedición, que llega procedente de la Capital Federal y juntos inician los contactos con el gobierno santacruceño, que ha dispuesto brindar todo el apoyo necesario a la misión.
Al día siguiente se reunirán con el grupo, el doctor Luis Estévez, médico de la expedición y e ingeniero Pedro Tolón Estarelles, quien tendrá a su cargo las mediciones meteorológicas y relevamientos afines. Completándose en una jornada más el equipo, con el arribo desde Bahía Blanca de los hombres de la Armada Nacional, Iginio Maggio y Raúl Lamelo, quienes junto con el joven Luis Maggio tendrían a su cargo él traslado de víveres y personal por vía lacustre, en las aguas de los lagos Argentino y Frías.
Con ellos se reunió posteriormente el enviado de Aire y Sol, cubriendo las etapas terrestres hasta Calafate y desde allí, pasando por la estancia La Gerónima, hacia la región de los lagos y glaciares de la frontera. Etapa inicial que marchó por vía aérea gracias a una gentileza de Austral y sobre las ruedas de los camiones Unimog facilitados por el Regimiento 24 de Infantería, que colocaron a los hombres y su tonelada de carga en el límite de la estancia.
Nunca se escribirá lo bastante sobre las tormentas que cíclicamente azotan el borde cordillerano en esta latitud patagónica. Viento, lluvia, más viento y ráfagas heladas típicas de un clima invernal, en pleno mes de febrero, recibieron a su paso a los expedicionarios. Pero no los detuvieron. Siguiendo la "huella" abierta el año anterior, montaron sus campamentos a lo largo de la marcha y se colocaron, en apenas una semana, en posición de iniciar el ataque a la cumbre del Dedo del César.
Partiendo desde el Campamento III instalado sobre el filo de la montaña, al pie mismo del monolito rocoso, se inició la escalada a las 7.45 de la mañana del 18 de febrero. González, Iglesias y Nicola, en ese orden, formaron la cordada.
Tras cuatro largos de soga, superando lajas graníticas, llegaron a la "rampa" de nieve dura que surca la pared, a una altura aproximada a los dos tercios. Luego, una travesía hacia la izquierda los llevó a alcanzar, poco después de mediodía, el punto máximo pisado el año anterior, cuando una súbita tormenta obligara a desistir del intento.
Esta vez, la montaña se prestó y una a una, sus defensas verticales fueron superadas por los tres hombres. El último largo de cuerda se completó a las tres de la tarde, cuando emocionados, se reunieron en la cima de reducidas dimensiones, cuya altitud se midió en 1.950 metros sobre el nivel del mar. La escalada del monolito rocoso exigió superar 230 metros de pared, con dificultades de V y V Superior. Para el descenso, necesarios siete “rapells” (bajadas por soga doble) arribándose al Camp. III a las 21 horas.
Hasta aquí, en apretada síntesis, la crónica de la aventura. Que tiene muchos ingredientes, como lo son, más allá de lo deportivo, los logros en materia de apertura de nuevos escenarios para el montañismo. Así lo entendieron las autoridades de la provincia de Santa Cruz, quienes al felicitar a los expedicionarios, expresaron también su intención de analizar las posibilidades turísticas y recreativas que posee la región del lago Frías, fabuloso escenario natural.
Sus bosques, glaciares y cumbres vírgenes, continúan siendo un desafío, no sólo a la aventura del hombre, sino también a su espíritu creador, que allí tiene reservado un terreno de lucha intacto desde el comienzo de los tiempos. Otros volverán a imprimir sus huellas en la nieve, ampliando las fronteras de lo conocido. Los nombres de los pioneros podrán olvidarse. Pero su acto de amor por la naturaleza ya se ha fundido con el paisaje y será parte de él para siempre...
Centro cultural Argentino de Montaña 2023