Los invitamos a acompañar a los autores, en la aventura de rodear y explorar esta poco conocida laguna fronteriza, ubicada en las inmediaciones de Pampa Linda, en Bariloche, provincia de Rio Negro
“Naturaleza sin freno con energía original”
Walt Whitman, Canto de mí mismo
Luego de casi una década compartiendo trekkings y ascensos en Patagonia, en Enero del 2020 emprendimos una nueva aventura hacia espacios naturales vinculados con aspectos orográficos. Entendemos que existe una propuesta, una deliberación, una decisión y una ejecución que configuran la metodología por la que se llega a dar vida a un itinerario trekkinero.
Circuito Zona Sur del Parque Nacional Nahuel Huapi, Provincia de Neuquén y Río Negro
Cartografía: Nélida Iglesias y María Teresa Cereceda
Parques Nacionales, Aguilar, La Nación
En esta oportunidad, despertó nuestra curiosidad una laguna que habíamos detectado en cierta cartografía, debido a que en algunas cartas figuraba, mientras que en otras no. Quisimos develar esa duda y avistar ese campo de agua que, incluso, jugaba con su nominación en términos negativos “Sin nombre”. En todo caso, la tarea sería descubrir alguna apariencia que nos muestre el porqué de esa denominación. Nuevamente, la incertidumbre de cómo la divina Naturaleza nos recibiría esta vez alimentaba nuestro pensamiento salvaje. Acogerse a lo primitivo, encomendarse a una silvestrización constante y partir al encuentro de la nueva experiencia.
El área de Pampa Linda ya nos encontró en varias oportunidades, durante distintos años, transitándola por diversos itinerarios. Accediendo a ella desde la ruta 82 o desde Colonia Suiza a través de la travesía ‘cinco lagunas’. En fin, otra vez en Pampa Linda: ¿Por qué?... ¿Será que, al tener ascendencia ibérica somos, como honraba Nietzsche, de “cráneos duros”? ¿Será que en tanto residentes del segundo distrito más densamente poblado de la República Argentina nos reconfortemos con lo inmediato conocido que nos quite de los fantasmas de la vida citadina? ¿Será que cierto movimiento filosófico de repetición nos invita a conocer la diferencia? ¿Será que por nuestra condición de cerdos horoscopochinenses somos perseverantes en la búsqueda de nuevos hitos?
Más allá de cualquier análisis referido a cierta obstinación producto de instancias psico-sociológicas, entendemos que aquella pregunta puede ser respondida en términos de que siempre queda algo en lo cual adentrarse por estas regiones. Como en muchas otras áreas de nuestro país, la naturaleza siempre nos invita a seguir experimentándola -con respeto, cuidado y gestión de riesgo- en sus diferentes abanicos presentados cada vez que incursionamos por cada uno de sus pliegues y ribetes. Al fin y al cabo, quizá allí es donde finalmente podemos dar cuenta de nuestra dimensión natura, compartiendo una trama de unión con lo orgánico y lo inorgánico del ambiente.
Partiendo desde Pampa Linda (875m) por la ruta provincial 82, en dirección a Ventisquero Negro, a menos de un kilómetro, se inicia un sendero hacia la cumbre del Cerro Volcánico Este (1930m). Según informes, el Cerro Volcánico se constituye de un cono de ceniza, ubicado al sureste del estrato volcán masivo de Tronador, y el cual produjo un único flujo de lava andesita agrupado entre 70.000 y 14.000 años atrás.
La ascensión, en primer lugar, comienza con un inicio de actividad al internarse en un sendero habilitado por el Parque Nacional Nahuel Huapi. El mismo obliga a vadear en varias ocasiones el Río Cauquenes y alcanzar la Laguna Rosada, ubicada a 1300 metros de altura, desde la cual pueden obtenerse observaciones del Monte Tronador (3491m). Asimismo, tomarse un descanso en las inmediaciones a la Laguna Rosada, en época estival, invita a vincularse a una repetición constante de aparición de orugas por doquier.
Por otro lado, y continuando el ascenso, luego de atravesar pequeñas zonas de mallines (con el Monte Tronador presente a la vista), se comienza a modificar el ambiente de bosque por el de roca y arbustos bajos, permitiendo montarse en el lomo noreste del cerro, ya a unos 1500 metros de altura. Para los que precisen de mayores comodidades (lo cual no fue nuestro caso) la utilización de polainas permite evitar la molestia del ingreso en las botas de las pequeñas piedras volcánicas variopintas, al momento de transitar el cono volcánico. Finalmente, el inicio del último tramo de ascenso, se realiza oscilando el paso de un lado al otro en la imaginaria línea limítrofe entre Argentina y Chile que delinearía el Hito VIII-8 A.
La cumbre del Cerro Volcánico Este permite una visualización hacia el sureste, del Lago Fonck y del cerro homónimo (1650m), hacia el noroeste, de las lagunas Cauquenes, del Monte Tronador y de los volcanes chilenos Osorno (2652m) y Puntiagudo (2498m). Estos dos últimos volcanes, que son de la categoría de los estratovolcanes, están separados por unos 30km entre sí. El avistamiento hacia esta última dirección puede mantenerse incluso en sentido oeste, más allá de la cumbre Oeste del cerro, la cual posee una altura cincuenta metros menor que la ubicada al este. Cabe mencionar que el Volcán Puntiagudo puede ser avistado desde la cumbre del Cerro Granítico (2200m),la séptima cumbre más alta del Parque Nacional Nahuel Huapi, en las inmediaciones del Lago Mascardi: unos 25km, rumbo ESE, separan el macizo del Volcánico del macizo del Granítico.
Asimismo, el Puntiagudo también puede verse desde los 2200m del Cerro Navidad, a unos 25km rumbo ENE desde el Macizo del Volcánico. En Cerro Navidad puede ser ascendido dentro de la etapa que regularmente se hace entre Laguna Jakob y Laguna Negra, siendo catalogada por Parques Nacionales como una senda para hacer obligatoriamente con Guía de Montaña. Por otro lado, el Volcán Puntiagudo supo reportar sus tragedias (ver Mueren 2 andinistas en el Volcán Puntiagudo en Chile, 2016), siendo registradas, hasta 2017, no más de una veintena de ascensiones cumbreras.
Pero volviendo a la zona misma de la cumbre Este del Cerro Volcánico, es importante destacar que en algunas cartas sobre el área del macizo del Volcánico figura una picada que conectaría la cumbre del Cerro Volcánico Este con el Portezuelo de las lagunas Cauquenes (y, ulteriormente, con el Paso Vuriloche), ladeando el hombro norte del cerro. Sin embargo, esta huella no parece ser fácil de detectar, e incluso de saber si se sigue utilizando.
A partir, aproximadamente, de transitar un kilómetro y medio de la cumbre Este, en sentido noroeste, y en el filo por donde empieza a perder altura el cerro, puede avistarse la Laguna Sin Nombre, adornada en sus laterales, como si fueran dos columnas arquitectónicas, por los cerros chilenos Obstáculo (1880 m) y Meseta (1790 m). El recorrido por la ladera norte del cerro Volcánico supone un trekking mixto en roca y nieve. En verano, puede que la capa de nieve suelta sea poco profunda y se encuentre nieve cristalizada a pocos centímetros.
Si bien los neveros pueden sortearse, permitiendo realizar un tránsito en roca, a veces supone efectuar algunas maniobras de boulder en diversos conglomerados, las cuales, sin llegar a ser demasiado técnicas, obligan a mantener la atención en forma constante dado que significan un cierto grado de exposición. Por otro lado, el sector oeste del macizo del Volcánico, a unos tres kilómetros de la Laguna Sin Nombre, en dirección Oeste, ofrece un área de vegas por donde circulan pequeños arroyos de deshielo, en suelo arbustivo y en donde se pueden avistar vuelos de cóndores en un inmaculado cielo. Desde este espacio, a su vez, puede apreciarse el Glaciar Blanco Chico y, con amplia integridad, el Glaciar Blanco, como así también el Ventisquero homónimo, del Monte Tronador.
Para aproximarse a la Laguna Sin Nombre se debe descender de los 1600 metros de la ladera oeste del cerro Volcánico hasta los 1300 metros en donde se ubica la laguna. Inspeccionar la zona, para realizar un descenso con la menor cantidad de dificultades, invita a evaluar las diversas canaletas que permiten descender por la ladera oeste del macizo. Es importante hacer este registro previo y no aventurarse a bajar por cualquiera de ellas, porque la mixtura de roca y arbustos va perdiendo composición mutua a medida que uno desciende y se interna en un espacio plenamente arbustivo, lo cual, en ocasiones, suele producir impedimento de tránsito (sea por lo frondoso del terreno o por los desniveles verticalmente abruptos que pueden sorprendernos). Escogida una aparente accesible canaleta, el trayecto hacia el encuentro de la laguna oscila en su búsqueda entre claros y ocultamientos, como si la naturaleza amase esconderse.
Tal vez el destino del camino sea una búsqueda permanente, incesante; y la meta sólo un fin provisorio, transicional. La referencia del Monte Tronador es un ideal centro de orientación (Norte) a medida que uno sale de los claros y se interna en el bosque. Al sureste puede identificarse el frondoso Paso El Boquete, ubicado a 1100 metros, el cual conduce, durante seis kilómetros, al Lago Fonck. Aun así, se puede dar lugar a un extravío reconfortante en un boscoso espacio rodeado de cumbres interrogantes.
Finalmente, esta hermosa laguna te descubre maravillosamente como si la naturaleza jugara con el humano, encontrándola sorpresiva y asombrosamente. Rodear la Laguna Sin Nombre permite descubrir el hito fronterizo VIII-8 -ubicado a metros de la margen oeste de la laguna y en las cercanías del Río de los Patos.
El carácter de escenario de frontera de la Laguna Sin Nombre adquiere un aspecto similar al del Lago Felipe, ubicado a 16km de la laguna rumbo SSE, en la zona de Los Alerces. En la orilla norte del Lago Felipe es posible desenvolver una mirada a los cerros Largo Nevado (1820m) y Christie (1780m), los cuales obran como elementos divisorios entre los límites de Argentina y Chile. De la misma manera, se premia el trabajoso recorrido hacia estos recónditos sectores limítrofes y aislados a partir del gobierno de una misteriosa ‘extranjería’, una soledad conmovedoramente terrible y extraordinaria.
Es interesante el vínculo logrado con esta laguna, la cual pareciera tener una constante contradicción consigo misma: desde el nombre mismo que se le ha otorgado en distintas cartas (el nombre de ‘Sin Nombre’ es referente a una ausencia de bautismo o incluso, por el contrario, de reforzamiento de autonomía de una impalpable denominación) como así también desde sus diversas apariciones (o no apariciones) en distintos mapas o en diversas cartas. En fin, una laguna que regala, desde su avistamiento en las laderas del macizo del Volcánico hasta desde su fresca acuosidad inmediata, un escenario y temporalidad de frontera; es decir, un acompasado momento de resguardo en donde la lejanía acoge al derivado -a aquél que en su andar por el terreno opta por alcanzar tramas distanciadas y sensorio-alegremente-calmas. Tal vez la verdad se mueva entre el nombre y el “sin nombre”, porque toda vía de aproximación hacia la verdad no es más que el develamiento entre el ser y el no ser que se va haciendo sobre la marcha: el sentido se construye en el caminar, en el trekking, en la exploración, en el mismo traccionar.
Es por ello que nos permitimos reflexionar aquí sobre esta actividad de andar libremente relacionándonos con la naturaleza y su expresión en diferentes instancias. A veces es necesario pensar de que si no se combina lo silvestre, si no se experimenta el deambular en la Naturaleza, la vida termina siendo una comedia sin gusto, de un sólo acto. Por eso nosotros nos proponemos en cada salida dejar de actuar como profesores de filosofía y hacerlo como filósofos. De esta manera, celebramos el vagabundeo y la constante no pertenencia.Desde ese lugar logramos entender que la Naturaleza no pide nada, ni nosotros debemos pedirle nada a ella. Es un vínculo gratuito, desinteresado. Dirigirse a los bosques, valles, montañas no refiere a un traslado para que allí se nos brinden las respuestas que en nuestra domesticidad cotidiana no sabemos brindarnos. La naturaleza no pregunta ni responde sobre lo que los mortales plantean. En la naturaleza gobierna lo eterno, lo gratuito, lo desinteresado.
En todo caso, nuestra visita allí permite emerger cuestionamientos trascendentales dirigidos por el ‘por qué’, consultando si lo que importa es la mecanización de una vida doméstica o el placentero lúdico juego fílmico que circula en la propia mente y al cual únicamente nos rendimos. Por eso, en las distintas actividades practicadas en el ámbito silvestre, en donde podemos certificar nuestros propios límites sobrepasados, la verdad se antepone al amor, a la fama y el dinero. La curiosidad resulta el elemento transportador hacia lo divino,parte del ánimo de búsqueda, de la inquietud irresponsable por una unión permanente con el estado de libertad. Por eso, también, en ese trato dramático bi-dimensional, finalmente uno es un hijo de dioses. No por nada, grandes montañistas describieron al mundo de las montañas como aquel que se encuentra al final del origen de la vida.
Incluso, si nos referimos al amor, observamos que en la naturaleza ese sentimiento se expresa de un modo supremo. Por un lado, porque la Naturaleza no opera en términos particulares, no nos ofrece nada personal. Ella se comporta como debe comportarse al ser lo que ella es. Nuevamente, hay un desinterés y gratuidad en ese acto de entrega, en ese amor que allí desenvolvemos, eterno y universal que lo hace bello y sublime, grandioso y divino. Por otro lado, al convivir en estas actividades en la Naturaleza con el riesgo de la pérdida (de todo tipo: de equipo, de salud e incluso de vida), se acepta la fragilidad y la precariedad dentro de ese lazo para con ella. Es un amor sin garantía, con opacidad, sombras, incertidumbre, lo cual lo vuelve íntimo y sensual. Un amor que muta en la misma mutabilidad del mundo bajo un movimiento libre.
Se aprecia en esa variación intensa la magnificencia de la vida. Amamos sin pedir nada: a ella, la vida, la silvestre naturaleza, la inocente e inacabada existencia. Infinidad de sensaciones y sólo atinamos a regalar nuestro tiempo a ella. Tiempo bendito que nos narcotiza y nos lleva a veces a arriesgar el cuerpo y la vida en la dificultad del ámbito natural, y entonces nos sumergimos en la nutrición de un amor sin nombre, sin ficha técnica, sin tiempo. Un lazo invisible es el que nos une, el cual, sabemos, se puede romper en un instante sin previo aviso. Amor inocente. Amor supremo. La gratuidad del enamorado al dar con alegría en su amor auténtico.
Por eso el encuentro con la Naturaleza es desinteresado. El mezclarse con ella es demostrar confianza, lo cual también es sinónimo de respeto y tolerancia. De allí la mutua aceptación aunque ésta se construya en micro-estadios repetidos e intermitentes. Sentimos al contacto con ella amor inocente, vinculado con el alma de niñez. La niñez como expresión de lo salvaje, lo natural, como regreso a lo poético-mitológico frente a lo actitud “adulta” que poseemos los habitantes de la ciudades. La inocencia de niñez en la montaña aspira al juego lúdico del paseo y a una fraternidad en ese juego para con los otros. Aspira a un mundo distinto, instintivo, con nuevos comportamientos. La travesía se vincula con la travesura infantil.
En este sentido, la experiencia de nuestra travesía en la circunvalación a la Laguna Sin Nombre simboliza una expresión de vivenciar la naturaleza de la manera descripta. La experiencia significo descubrir un espacio lleno de incertidumbre, ya que el atravesar el Macizo del Volcánico, nos permitió combinar nuestro deleite por la orografía con el paseo por recónditos sitios fronterizos. Este espejo de agua con tantas contradicciones, como hemos mencionado, nos invitó a pensar en las propias, desde un ámbito de contemplación y de encuentro con la naturaleza.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023