Les compartimos las vivencias de seis amigos argentinos que, en junio de 2007, realizaron un trekking de alto nivel en la Cordillera Blanca en Perú, ascendiendo al Urus, Ishinca, y el Nevado de Pisco
Integrantes: Noemí, Guille, Lorenzo, Fernando, Pablo y yo, Hernán
La intención de esta nota es simple: transmitir muy sencillamente la experiencia de un grupo de amigos en un tipo de montañismo no transitado aún. Por lo tanto, no pretende ser una nota técnica con una descripción precisa de las rutas seguidas o las características geológicas de la zona.
Todo empezó hace tiempo. Esta experiencia tan esperada se ponía en marcha un viernes al recibir un correo electrónico: "Gente, les reenvío un archivo para que miren y mediten, lo pensaba poner como alternativa para alguna de las próximas movidas. PD: yo siempre las busco difíciles." Eso decía el gallego en un mail, allá por el 21 de noviembre de 2006, en tono de chiste y enviaba adjunta una presentación de diapositivas (powerpoint) donde había fotos y alguna data del Parque Nacional Huascarán y el callejón de Huaylas en Perú. Hablaba de las lagunas, del parque, los glaciares, los seismiles y se centraba en la cordillera blanca y la cordillera negra peruanas que corren paralelas y forman entre ellas el callejón de Huaylas, con Huaraz como ciudad más importante y epicentro del montañismo en Perú y con otras tantas poblaciones más pequeñas pero quizá más hermosas que la primera.
De rebote vio el mail Noemí y le comenta a Guille: "estaría bueno ir ahí. No?". Sin ánimo de ponerme reiterativo, me veo obligado a decir nuevamente que con algunas cosas no se jode. A la próxima salida a correr, Guille ya nos comentó que sería un buen plan a mediano plazo y que como era algo para organizar con las mujeres que se quisieran prender, podíamos llegar a armar un grupo lindo. Todo se fue sucediendo de forma tal que el proyecto empezó a tomar forma, algunas semanas. Todo se hacía lerdo y otras, avanzábamos a pie firme de cara a la movida peruana. Era la primera experiencia internacional del grupo (excluyendo algún cruce a Chile, claro). Primero definimos la fecha, luego compramos los pasajes, buscamos y comenzamos las comunicaciones (vía MSN con Guille a cargo del asunto) con nuestro contacto peruano, y a partir de ahí, decidimos qué y cómo hacerlo.
Con las primeras ofertas en mano, Toni Rodríguez era el paso que seguía. Estuvo muchas veces allá y siempre acude gustoso a charlar del tema, lo cual lo convierte en alguien muy valioso como para desaprovecharlo. Nos juntamos y como nuestra idea fue siempre el trekking porque las montañas se presentaban ante nosotros como "demasiado peludas", arrancamos por ahí. En décimas de segundo, ya nos había armado el itinerario para recorrer durante varios días las quebradas de Ishinca y Cojup. Pero "Con lo que a Uds. les gusta la montaña, tienen que aprovechar y hacer algún ascenso" dijo, y el plan ya no volvería a ser el mismo. De ahí en más, las modificaciones iban a ser muchas. Pero uno o dos cerros teníamos que intentar. "No saben lo que son esas montañas" dijo Toni. Y no! No sabíamos pero ahora queríamos verlas. El Urus y el Ishinca se presentaron como las dos opciones para agregar al trekking, porque se adecuaban a nuestras condiciones físicas y técnicas y porque nos quedaban perfectas para la zona por donde pensábamos caminar.
Estábamos más flojitos de lo debido en algunas cuestiones como, por ejemplo, seguridad y progresión en hielo. Ahí volvimos a Toni para que nos capacite un poquito en el tema. Si bien aprendimos mucho (siempre pensando en los Glaciares de Perú), quedó mucho por aprender, seguro íbamos menos "crudos" que antes a la Cordillera Blanca.
Y llegó el día. El 22 de junio, "zarpamos" de la terminal de Neuquén con destino a Capital Federal.
DIA 1 (23 de junio de 2007)
Llegada en Cole desde Neuquén a Retiro, de ahí a Ezeiza y vuelo a Lima
El grupo estaba conformado por 7 personas: Noemí, Guille, Lorenzo, Fernando, Pablo y yo, Hernán.
DIA 2 (24 de junio de 2007)
Llegada al Aeropuerto de Lima y de ahí, a Huaraz en colectivo
Los primeros 200 km. transcurren por la ruta que va hacia el norte siguiendo la costa del Pacífico. Aproximadamente a mitad de camino, en Barrancas, el colectivo para 1/2 hora para que comamos en un parador. Los 6 consumimos arroz con pollo. Pagamos y al micro de nuevo (Pablo decidió seguir el consejo de la guía Lonely Planet de tomar una bebida típica y tempranito nomás confirmamos que no nos gusta la Inka Cola). En los últimos 200 km. se parte del nivel del mar y se llega a los 3090 a los que se encuentra Huaraz (aunque entiendo que antes de Huaraz en alguna parte del trayecto se anda por sobre los 4000 msnm).
Tanto la primera parte en la que se avanza viendo el mar y laderas gigantes de arena al otro lado de la ruta como la segunda parte en que el paisaje de montaña aparece (los primero picos son de la cordillera de Huayhuash para luego dar lugar a las cordilleras blancas y negras) valen la pena ser recorridas y apreciadas de día. La Cordillera Blanca es la más alta y mayor cadena montañosa comprendida entre los trópicos. Es “el lugar más alpino” de toda América latina, en donde se combinan grandes paredes, altas montañas y hermosos paisajes. Quien quiera ilustrarlo con imágenes ya puede googlearlo y tendrá un panorama.
Al final del trayecto del día dos, se ven los primeros nevados que nos empiezan a poner en tema de la imponente parte del mundo. A las 16 hs., llegamos a Huaraz. Es la capital del departamento de Ancash, está a 3.090 msnm y es la principal ciudad en el Callejón de Huaylas. Ciudad pujante, reconstruida en partes, tiene múltiples servicios de alojamiento y de gastronomía. Es a su vez la base para múltiples actividades de montaña, debido a su ubicación geográfica y a sus múltiples recursos logísticos, esto es: asociaciones de guías, agencias para diversas actividades de montaña, alquiler de equipos etc.
Al llegar, lo llamamos por teléfono a Vladimiro y en minutos nos vino a buscar. Nos llevó a la casa de sus padres, que funciona como hostal (5 dólares por día con desayuno incluido). Después de acomodarnos, bajamos a charlar un rato sobre nuestros planes, su oferta y entre esas dos cosas, pasamos “en limpio” nuestro itinerario de los próximos días. En nuestra cabeza estaba ingresar por la quebrada de Cojup, hacer la travesía para pasar a la quebrada de Ishinca y establecernos en el Campo base para intentar el Urus y el Ishinca y bajar por la Quebrada de Ishinca a Huaraz y aprovechar los días restantes en Lima. Por su parte, Vladimiro nos sumó algo similar ingresando por la quebrada de Santa Cruz, avistando el Alpamayo y, a la vuelta, intentar el Nevado de Pisco (más lindo y con mejor vista desde la cumbre según nos contó). Otra opción era hacer un trekking alrededor de la cordillera de Huayhuash con ascenso al Diablo Mudo. Este último trekk es considerado el segundo del mundo luego del conocido como "trekking del Himalaya".
Luego de mucha charla, optamos por ir a la quebrada de Ishinca, establecer campamento base ahí e intentar Urus, descansar un día, intentar el Ishinca y volver al base. Al día siguiente, haceríamos la travesía y el paso a la Quebrada de Cojup para dormir una noche ahí y luego descender hasta un portal donde nos buscaría la combi. Luego de un día de descanso en Huaraz, intentar el Pisco usando 3 días y sin trekking por la zona.
Después de acordar los precios, días y el resto de las condiciones, salimos a conocer Huaraz y volvimos para la cena a comer una pasta que nos ofrecieron Vladimiro y su familia como bienvenida. Así finalizaba un día larguísimo.
DIA 3 (25 de junio de 2007)
Trekking corto a Ruinas de Wilkahuain y termas de Monterrey
Para movernos un poco y ayudarnos a aclimatar en los 3100 metros de Huaraz, decidimos visitar las ruinas de Wilcahuain a unos 8 km del centro. La carretera nos fue llevando a través de diferentes caseríos que por sobre cualquier otra cosa, nos mostraba una realidad diferente a la nuestra y el solo hecho de poder presenciarla, daba sentido a un viaje como este. Los pobladores compartieron con nosotros su rutina y nos permitieron alguna que otra foto con ellos a cambio de algunas monedas que uno a uno se fue encargando de pedirnos. Al llegar a las ruinas y después de charlar un rato con el empleado de INC (Instituto Nacional de Cultura), recorrimos el complejo arqueológico, un mausoleo de tres pisos que data del 60 al 900 d.C. Luego, seguimos nuestro camino que en cuanto a vistas y escenas resultó más hermoso aún que toda la primera parte.
Todo transcurrió en subidas y bajadas entre casitas hechas de adobe ya sea en forma de ladrillos o armando una especie de encofrado con tablas, tirando el adobe dentro de esa especie de cajón de madera que forman y apisonando con un mortero o algo parecido. Buena parte del trayecto, pasaba por callecitas o pasillos mínimos entre viviendas donde vimos mujeres hilando, lavando ropa, llevando animales de un lado al otro hasta una pareja de gringos en sus bicicletas de montaña con el padre llevando un trailer en su bici y dentro, sentado muy cómodo, un bebé.
Ya, en la última parte, donde se agrandaban las ganas de un baño en las termas de Monterrey, la vista de Huaraz es casi total y los senderos se hacen cada vez más lindos al extremo de sacarle gritos a Guille a quien la idea de poder recorrerlos en nuestras bicis le pasa por la cabeza. Finalmente, llegamos a las termas y nos bañamos en diferentes lugares, según lo que cada uno/una quería hacer. La vuelta la hicimos en combi a Huaraz. Una vez que llegamos al hospedaje y nos bañamos, Lorenzo y Guillermo salieron a buscar por Huaraz al "Pirata" y al "Cuzco" para entregarles sendos regalos que les enviaran conocidos desde Neuquén.
El "Cuzco" tras recibir la remera de regalo, les obsequió la piedrita que suele entregar a los montañeros antes de salir para algún ascenso. Los dos presentes recibieron el colgante con la frase de siempre "que las montañas se abran a tí y que los Apus te protejan hermano de la montaña!". Más adelante se las daría al resto del grupo.
Día 4 (26 de junio de 200/)
Visita a las ruinas Chavin de Huantar en Callejón de los Conchucos
No fue este amanecer ninguna excepción, así que Pablo hizo ruido con sus preparativos, bolsitas de nylon y demás movimientos para aprovechar al máximo el día, mientras nosotros alternábamos entre hacer fiaca e intentar los últimos minutos de sueño.
Desayunamos y subimos al centro desde donde partía el micro para la excursión que contratamos a Vladimiro (nuestro contacto/intermediario) para visitar las Ruinas de Chavin de Huantar, al otro lado de la Cordillera Blanca. Para llegar, recorrimos hacia el SE de Huaraz, 109 km de carretera donde paramos en algunos miradores para observar la imponente Cordillera Blanca. También paramos en la laguna de Queracocha a más de 4000 metros de altura y terminamos saliendo a la zona de "los conchucos" del otro lado de "la blanca" luego de atravesar un túnel a unos 4500 msnm. Los kilómetros próximos a Chavin presentaban unos paisajes increíbles con laderas de cerros cultivados en lotes componiendo imágenes únicas. Según Jack, el guía de ese día, el cultivo era cebada que la comunidad (muy bien organizada) lo vendía a una cervecería. Las Ruinas de Chavin son el legado de una civilización que habitó la zona desde unos 1200 años a.C. y que a juicio del guía, si no hubieran sido tapadas por un aluvión en 1940, su importancia arqueológica sería mayor a la de Machu Picchu, no solo por su antigüedad, sino también por sus dimensiones. Las ruinas fueron tapadas cuando una laguna se vino encima producto de la ruptura de un dique natural. Las mismas consisten en construcciones y templos que recibían peregrinaciones de los alrededores. En el lugar, se pueden ver las edificaciones de una gran complejidad, considerando la época: plazas, canales subterráneos de agua y diversos tallados y esculturas donde prevalece la "trilogía andina". Entre ellos, "El lanzón de Chavin" que aún permanece en el sitio; el obelisco y la estela han sido retirados a museos. Otro de los elementos característicos en el lugar son las "cabezas clavas" en cuyo templo principal solo queda en sitio una y el resto sigue en una sala construida en la actualidad donde además se encuentran otras artesanías.
Las cerca de 3 horas del regreso, las hicimos en su mayoría de noche. Llegamos alrededor de las 20 hs, justo a tiempo para retirar la ropa del lavadero y conocernos con el guía a cargo de llevarnos por las quebradas que queríamos caminar y a cargo también de guiarnos en los primeros dos ascensos. Luego de algún cambio de palabras y comentario sobre elementos y técnicas de seguridad, quedamos en encontrarnos al día siguiente en el mismo hospedaje. Después, nos fuimos por nuestra cena de pizza y cerveza.
DIA 5 (27 de junio de 2007)
Desde Huaraz al Campo Base en la Quebrada de Ishinca
Partimos en la combi hacia Pashpa. Un poco más arriba de esta población, empezaba nuestro itinerario montañero.
Luego de entregar la carga para los burros a Fidel, quien llevaría todo con sus animales hasta el campamento base, comenzamos a caminar y al rato entramos en un bosque de Quenuales según nos dijo Wilder, para nosotros eran lo que conocemos por Tabaquillos. En el control de acceso al parque Huascarán, tuvimos algunos inconvenientes que no llegamos a entender muy bien. Aparentemente, el problema tenía que ver con que la empresa no estaba inscripta y porque Wilder no pertenecía a la Asociación de Guías habilitada en ese parque sino a otra.
Después de un rato de discusiones con la autoridad y de que Noemí se arrimara a dejar sentado que "Yo no pienso volverme, he hecho mucho sacrificio para llegar hasta aquí", nos dejaron seguir adelante luego de dejar constancia en el acta de las irregularidades respecto de la empresa de turismo y guía.
Cabe aquí un paréntesis explicativo. Existe una Asociación de Guías de Montaña del Perú. Tiene su sede en Casa de Guías, cerca de la Plaza de Armas. Desde hace muchos años, centralizan la admisión y capacitación en la carrera de “Guía Oficial de Montaña”. Intentan, con buen criterio, centralizar las habilitaciones. En su página web puede verse el listado. Pero en la realidad hay guías formados en otros centros que también ofrecen sus servicios en varias agencias o empresas de turismo, a precios más accesibles. La opinión común es que, tratándose de ascender a cerros de poca o mediana complejidad, se puede recurrir a ellos sin dudar.
Continuamos el acercamiento. La senda seguía subiendo entre paredes inmensas que formaban la quebrada de Ishinca hasta arribar a los 4350 metros al campamento base. Un lugar que no pudo ser más hermoso con varios hilos de agua que bajaban de glaciares que teníamos a la vista y atravesaban una laguna que sólo puede verse cuando se sube a algunos cerros de alrededor. A la derecha el Ishinca que no se llegaca a ver desde el CB y a la izquierda el Urus, estaba nuestro próximo objetivo. Al fondo del pequeño Valle, la vista impacta con una inmensa y blanca pared de nieve compuesta por el Palkaraju y el Chinchey. Pegado, hacia la izquierda más imponente aún, el Toclaraju, uno de los tantos seismiles de la Cordillera Blanca. Algo más cerca, dos morritos más pequeños con una especie de morrena que se descolgaba entre ellos para ir ensanchándose poco a poco. Por ella brotaban hilos de agua alimentados desde más arriba por los glaciares.
Armar la carpa en un lugar como este, con tiempo de sobra y buen clima, lograba aclararme de la mejor forma el porqué de esta forma de descansar y de disfrutar de mis vacaciones. A veces (o muchas veces) ante el frío, el madrugar sin ganas, el esfuerzo, suelo preguntarme ¿por qué? ¿Con qué necesidad? Este atardecer fue lo que se puede llamar un momento de certeza, un momento de respuestas inapelables ¿por qué? por este instante ¿con qué necesidad? ¡¡Para esto Hernán!!
Una vez acomodados, Wilder nos preparó crema de habas (sopa) y arroz con pollo (el mismo que subió vivo en una caja y unos instantes antes habían limpiado, en todo el sentido de la palabra) y verduras.
Después de la cena, me hubiera gustado irme a la bolsa, pero no me quedó otra que ponerme a fabricar los antiboots de mis grampones con un bidón comprado en Huaraz Un rato más tarde y con los grampones listos para intentar el Urus, acomodé lo mejor que pude mi mochila y a dormir.
DIA 6 (28 de junio de 2007)
Intento al Urus Este. Se pone linda la movida montañera
A las 3 am nuestro habitual y querido verdugo del sueño, "El Guille", encontró un aliado local en Wilder, los dos se fueron encargando de levantarnos para desayunar, preparar lo que faltara y empezar a subir.
Siempre me ayuda ascender de noche porque las referencias son cortas y la ansiedad de llegar a tal o cual lugar más arriba no juega en contra. Así fue como subimos lentamente y el guía fue "haciéndose" a nuestro ritmo. El amanecer nos encontró terminando una senda bien marcada y empezando a atravesar una parte de roca bastante trabada que nos obligaba a pasos poco ortodoxos y a avanzar bastante lentos. Aproximadamente una hora más tarde llegó la nieve y con eso se fueron algunos fantasmas. El zigzag ya estaba algo marcado por quienes habían pasado antes y la dureza de la nieve estaba justa para ir subiendo seguros por lo que se acabó la discusión sobre "cuerda si o cuerda no, estaca si o estaca no". Una vez superada la pala de nieve, llegamos a una especie de plateau donde descansamos, sacamos unas fotos y disfrutamos de un paisaje increíble. La cumbre estaba a la vista pero aún faltaba. Una pala más de nieve y con menos pendiente que la anterior para llegar a una última parte de roca que obligó a Wilder a asegurarnos con su cuerda en más de una oportunidad. El grupo seguía avanzando bien y ya estábamos hacía mucho sobre los 5000 metros de altitud, solamente a Noemí le dolía un poco la cabeza, pero la meta estaba muy cerca. Un último aliento de Wilder, nos bastó para seguir subiendo hasta que ya no se pudo ir más alto. Los siete nos abrazamos envueltos en esa sensación increíble que solo las cumbres provocan, el poco espacio nos obligó a sentarnos asegurados cada uno con su piqueta para las fotos, algunos gritos, muchísima emoción hasta que llegó la hora de bajar con mucho cuidado por la pequeña plataforma cumbrera donde estábamos, la que se cortaba con un filo brusco hacia el lado opuesto al que arribáramos.
Los tres cincomiles que se mencionan en esta nota tienen varios picos y varias rutas posibles. Quienes deseen más precisión sobre ellas pueden recurrir a otras fuentes de información. Nosotros, con posterioridad a los ascensos, conseguimos algo al respecto que nos pareció muy bueno. Un libro de Juanjo Tomé. Escaladas en los Andes. Guía de la Cordillera Blanca de Ediciones Desnivel. Incluye información sobre las rutas de escalada o ascensiones a todas las montañas, así como a los accesos y aproximaciones. Las fotos de las rutas seguidas en los ascensos de esta nota dan solo una vaga idea de las rutas seguidas.
La bajada demandó más aseguramientos con cuerda que la subida. Los que fueron armados por Wilder con total paciencia y profesionalismo. Cuando llegamos al final de la nieve, paramos en el lugar donde antes nos habíamos colocado los grampones y dejado buena parte de la carga. Mientras tanto, ordenamos las mochilas y aprovechamos para comer algo y seguir a través de la zona de roca que no iba a resultar mucho más tortuosa que a la subida. El estar viendo el campamento y sentir que nunca se llega fue cambiando mi estado de ánimo. El descenso me pareció durar dos días. Seguimos por una parte algo desviados del camino que nos llevó, primero, a un pequeño puente y, luego, a nuestras carpas. Quiso el desvío y el azar que pasáramos justo frente a un precario kiosco que funcionaba cerca del refugio de los italianos. Al llegar, tomamos las cervezas compradas y un mate de coca y poco a poco se fue haciendo la hora de la cena (caldo con presas de pollo) y unos fideos con salsa como plato principal.
Un rato antes, empezó a surgir en el grupo la necesidad de cambiar los próximos pasos a seguir. De las charlas salió el plan de volver por la misma quebrada que subimos una vez intentado el Ishinca, bajando toda la carga en burro. Ello implicaba descartar el descenso por la Quebrada Cojup, por ser más complicado. Todo esto suponía alguna forma de comunicarnos con Vladimiro en Huaraz, lo cual deberíamos resolver al día siguiente.
DIA 7 (29 de junio de 2007)
Ocio todo el día en el Campo Base, creo que por esto amo la montaña
El día anterior, le pedimos al Guía el desayuno para las 9 am lo cual nos dejó mucho tiempo para hacer fiaca en este día que iba a estar destinado completo para descansar. Tras algunas deliberaciones y charlas con Wilder, optamos por bajar a Pashpa para llamar por teléfono a Vladimiro. Al ofrecimiento de Fer de bajar caminando, se sumó Lorenzo para hacerlo a caballo. Finalmente y por 20 dólares de alquiler, optamos por la del jinete Lorenzo que implicaba menos esfuerzo físico. Aprovechamos el lindo día para ventilar bolsa y ropa. Justo cuando nos disponíamos a almorzar, llegó Lorenzo con la tarea cumplida. Almorzamos pochoclo, ensalada de palta, cebolla y tomate, pan, queso y alguna fruta de postre. Para la digestión, seguir reposando y disfrutando del paisaje fue inigualable. Más tarde, hicimos las poquitas tareas del día. Algunos se lavaron un poco, Fer fue a buscar agua a la morrena, preparamos las mochilas para el día siguiente, acomodamos las cintas de nuestras piquetas y así llegó la hora de la cena: caldo con unos fideos guiseros y mucha verdura y arroz con pollo y unas buenas papas hervidas (buenísimo!!!). Después de la cena, nos despedimos de Noemí que se fue a pasar la noche al refugio, de esa forma no la íbamos a molestar el día siguiente cuando a la 1 am comenzamos los preparativos para salir a las 2 am a intentar el Ishinca.
DIA 8 (30 de junio de 2007)
Intento a una nueva cumbre, el Ishinca
Comenzaron los llamados para salir de la carpa a la 1 am, extrañamente tenía todo listo desde antes de acostarme y la ropa que iba a usar hacía las veces de almohada, lo cual me daba una grata tranquilidad, por lo que, intentaría incorporarlo como hábito. Me cambié y fui hasta la carpa comedor para mi desayuno. Siendo las 2 am comenzó la marcha por un zigzag donde se ganaba altura en pocos minutos para ver el CB desde lo alto. La pendiente suave, la marcha lenta y la luna llena me envolvían proporcionándome un ánimo inmejorable. Quizá suene exagerado, pero mi sensación en esos momentos era de que alguien me estaba tirando o salpicando con magia.
En esas andaba yo encontrándome con magia cuando el Ishinca comenzó a verse lejos, allá al fondo y bien blanco. Al rato de ganar altura a la izquierda de la laguna (4.900 msnm), nos topamos con la primera parte de nieve. Nos colocamos los grampones que ya no nos quitaríamos hasta la tarde y comenzamos a trepar una pendiente bastante importante. Wilder nos recomendó una técnica con la piqueta, que yo nunca había utilizado y realmente me dio mucha confianza y tranquilidad además de permitirme avanzar rápido. La progresión era casi "gateando" sobre el hielo clavando las puntas de los grampones y el pico de la piqueta tomándola por la pala o de la parte superior del mando.
Seguimos subiendo hasta que el sol comenzó a iluminarnos de lleno. En uno de los descansos, se nos reunió una francesa que esperaba a un compañero. Seguimos subiendo hasta toparnos con un escalón de hielo muy pronunciado donde Wilder nos debió asegurar de arriba con una cuerda mientras nosotros traccionábamos ayudados por los grampones y la piqueta. Una vez arriba, seguimos avanzando con la cumbre a la vista y mucho más cerca, pero viendo paredes y rimayas formadas por el quiebre de los glaciares. La progresión fue lenta hasta detenernos a unos 60 ó 70 metros del final. La pendiente más pronunciada a la que me había enfrentado hasta el momento se interponía entre la cumbre y nosotros. El guía sacó su cuerda, la preparó con 5 nudos "ocho" y subió hasta que no hubo más cuerda para clavar una estaca en el lugar, Desde ahí, nos fue dando seguridad mientras los cinco, al mismo tiempo, subíamos como si fuera una escalera con la ayuda de la piqueta tal como lo habíamos hecho unas horas antes cuando recién entrábamos en la nieve. Esto requirió que el grupo avanzara como una sola persona y que si uno se detenía, todos lo hiciéramos asegurándonos al suelo con el piolet. Al llegar al guía, nos aseguramos con grampones, piqueta y con alma y vida, a la pendiente para permitir que él retirara la estaca y subiera nuevamente tanto como la cuerda lo permitiera. Clavó la estaca, avanzamos unos metros y volvió a subir la estaca para colocarla en el último y definitivo lugar que nos ayudara ir asegurados hasta lo más alto. El hecho de que la nieve no estuviera muy dura, nos facilitaba las cosas tanto a nosotros como a la pareja de franceses que nos pasaba por la izquierda a más velocidad producto de no ir asegurados.
La forma de trepar cansaba bastante y debimos parar varias veces a pesar de ver el final muy cerca. De pronto, todo se acabó. De a uno, según como veníamos en la cuerda, Pablo, Guille, Yo, Lorenzo y Fer, fuimos tomando posición en el lugar mínimo que tenía por estos días la cumbre del Ishinca. Para un lado, el vacío, para el otro, la pendiente abrupta que acabábamos de superar, así que asegurados cada uno a su asiento con la piqueta, nos limitamos a festejos contenidos para no movernos demasiado y, a lo sumo dimos algún grito de alegría mientras observamos todo lo hermoso que nos rodeaba en ésta, nuestra nueva cumbre. Wilder hizo los desplazamientos más abruptos para buscar el mejor ángulo a fin de retratarnos con nuestras cámaras.
En pocos minutos, empezamos a bajar uno a uno, rapeleando hacia la cara opuesta de la montaña a la de nuestra llegada. Primero Fer, luego Lorenzo, yo, Guille y Pablo para esperar al guía y verlo bajar al trote la pendiente que nosotros hicimos asegurados con un rapel. Ahora sí. En un lugar seguro es donde damos rienda suelta a saltos, abrazos, besos y felicitaciones por lo que acabábamos de lograr. En unos 40 minutos, salimos de lo blanco, atravesando glaciares que se descolgaban desde la cumbre hacia esta ladera de la montaña. No eran pocas las grietas que se veían y no era poco nuestro asombro al girar y mirar atrás para disfrutar de toda la hermosura de la cumbre donde habíamos estado. Al final del hielo que fuimos dejando atrás con el Ranrrapalca como imponente testigo a nuestra izquierda, aprovechamos para sacarnos los grampones, comer y librarnos del exceso de ropa.
El resto del camino, ya por senda de roca, fue bastante cansador pero no tanto como el regreso desde la cumbre del Urus. Nos debe haber tomado unas 2 ó 3 horas llegar al CB donde esperaba ansiosa Noemí con una botella de Coca Cola. Al llegar Wilder, sin detenerse un instante, nos preparó todo para una merienda caliente y luego comimos la cena bien temprano y, una vez terminada, no quedó un alma en la carpa comedor. Todos huimos a descansar a nuestras carpas.
DIA 9 (1 de julio de 2007)
Descenso desde el CB al final de Quebrada Ishinca hasta Huaraz
Intentaré no extenderme mucho dado que, este día, no se trató de ningún ascenso ni nada en "el campo de batalla", aunque en esta jornada empezaron a definirse varias cuestiones respecto del resto de la movida peruana por parte de los integrantes del grupo.
Luego del desayuno, desarmamos todo. Armamos las bolsas para ser transportadas en los burros y empezamos a desandar la Quebrada de Ishinca con destino a Pashpa, el poblado más cercano, donde nos esperaba la combi. Un rato antes de llegar y unos minutos después de haber pasado el control de acceso al Parque Nacional Huascarán sin que hubiera un alma en el puesto, nos detuvimos a almorzar en el manantial a la sombra de los hermosos Quenuales. Una vez que estuvimos con la panza llena, seguimos adelante hasta el lugar pactado donde los burros ya nos habían dejado la carga. Al ratito de esperar (14:07 exactamente), llegó la camioneta que nos llevó a Huaraz, pasando antes por un paisaje hermoso que ya habíamos conocido subiendo.
DIA 10 (2 de julio de 2007)
Incertidumbre en Huaraz para el tercer Pico Peruano
Esa mañana, Noemi, Guille y Pablo partieron para Pastoruri. Un centro de ski al que se llega en colectivo y luego se pasea por encima de un glaciar arriba de los 5000 metros.
Con Lorenzo y Fer ya habíamos decidido encarar la tercera montaña. Nos dispusimos a preparar todo en el día libre en Huaraz. Salimos a comprar algunas cosas, a llevar ropa al lavadero y a escuchar los bocinazos de los taxis que jamás se detienen en Huaraz para avisar que vienen, para ofrecer el servicio, para pedir al de adelante que se apure, para pedir al de atrás que no se apure, para lo que sea el idioma es ese endemoniado "pip pip" de los Toyotas blanco. Uno se vuelve sin comprender cómo es que no inventan un método más "limpio" para comunicarse en una ciudad en la que uno tiene el placer de ver la Cordillera Blanca y la Negra Parado en la misma vereda de su avenida. O Girando 45° uno ve el imponente y blanco Huascarán al fondo. Pero ¿quién es uno para venir a criticar lo ajeno? Tómalo o déjalo (aunque suscribo las calcos de algunos coches que rezaban "Huaraz, te quiero sin ruidos")
Mientras preguntábamos por unos mapas y por unas remeras, apareció Wilder saludando quien aún seguía de corrido desde que nos había dejado en el hotel. No se lo veía muy bien. "Vamos al Pisco, no?", preguntamos. Nos respondió que nos iba a guiar pero no con Vladimiro como intermediario. Resulta que se habían peleado vaya a saber por qué. Seguimos haciendo tiempo, trámites y tratando de ubicar al de la dinastía Yanac, pero su celular nos daba apagado. Guille, Noemí y Pablo ya estaban de vuelta en Huaraz y nos disponíamos a cenar con el Cuzco a modo de agradecimiento por su buena energía y sus piedritas. Resumiendo, pasamos nuevamente a las 21 hs. por la agencia y sobre el escritorio de César y Silvia estaban las bolsas con todo lo necesario para comer los próximos días. Nos contaron que a Wilder les fue imposible encontrarlo y que en su lugar iría el Guía Daniel Cito y que todo estaba en orden. "Mañana 7:30 am los paso a buscar por el hotel", dijo Cesar. Iríamos en transporte público hasta Jungay. Más tarde, de acuerdo a lo ya arreglado, nos juntamos con Dionisio (el Cuzco). Después, fuimos a comer pollo a un local sobre la avenida. Con la panza llena, Fernando puso un punto y aparte al menos para los 3 que mañana arrancábamos temprano con el Pisco en mente. Nos despedimos y dejamos a Dionisio en compañía de Noemí, Pablo y Guille que, al día siguiente, harían una excursión a Pachacamac, aunque más tarde.
DIA 11 (3 de julio de 2007)
Arrancamos desde Huaraz hacia el CB del Nevado de Pisco
A las 7.30 am llegó César en su Toyota para que cargáramos todo y saliéramos para la terminal de "combis” para tomar una que nos condujera a Jungay.
Luego de recorrer una buena parte de Callejón de Huaylas (de Sur a Norte) y de pasar por el pintoresco Caruaz, la camioneta arribaba a Yungay y con la ayuda del cobrador bajamos del techo (la parrilla) nuestras mochilas envueltas en las bolsas que las protegían y el bolso marinero del Guía donde estaba la comida para los días siguientes. Como verdaderos porteadores, hicimos una cuadra y media hasta el lugar donde estaba el taxi con el que seguiríamos nuestro camino. Una vez arriba, con nuestros petates, nos dirigimos con dirección a la quebrada de Llanganuco, formada por el Huascarán y el Huandoy y embellecida por las lagunas de Chinancocha y Orconcocha, como si fueran poco esas paredes interminables. Antes del ingreso a la quebrada, se avanzamos por el camino desde donde uno podía ver el Huascarán Norte y esa pared de piedra que no volvió a tener nieve desde el ´70, fecha en que luego del terremoto un pedazo del cerro más alto del Perú se desplomara bajando hacia el poblado más cercano y destruyendo Yungay donde pocas personas sobrevivieron.
Algo más tarde, llegamos a la barrera de acceso al parque. Luego, paramos a sacarnos unas fotos en la primera laguna, Chinancocha y seguimos hasta Cebolla Pampa, lugar donde se acababa eso de andar en auto.
Luego de cargar todo en los burros, que serían conducidos al Campo Base por Nicolás, comenzó la marcha solo con el agua para esa caminata y la bolsita con un almuerzo liviano. El destino, no muy lejos de nuestra posición, era el Campo Base del nevado de Pisco a 4600 msnm. Este día era sencillo, de no mucho más que una hora de caminata por lo que aprovechamos a disfrutar y conocer a nuestro nuevo guía que después de unos momentos de caminar con nosotros se adelantó para llegar temprano al campamento y poder ubicarse en una cueva que nos haría nuestra estancia ahí bastante más cómoda.
Durante el día, sería cocina y comedor y, a la noche, el guía se acomodaba en un rincón donde dormía plácidamente. Apenas pasadas las 17 hs., ya habíamos cenado y teníamos listas nuestras mochilas para probar suerte al día siguiente. Aunque quedaban unas 2 horas de sol, nos fuimos a intentar dormir y yo avancé unos tres días en las anotaciones de mi libreta.
DIA 12 (4 de julio de 2007)
Intento a la tercera cumbre peruana, el Pisco
A las 00:00 hs., cuando sentí a Daniel que nos invitaba a levantarnos, Fernando ya estaba despierto y aprovechando lo ordenadito que me había puesto por estos días, salí pronto de mi carpa, gracias a tener la mochila lista desde el día anterior como dije y toda la ropa necesaria para la jornada bajo mi cabeza como almohada. Desayunamos tranquilos con un café con leche que preparábamos con el agua caliente que ya tenía lista Daniel y con unos panes con manteca y mermelada que Fernando se adelantó a preparar para todos.
Nos colocamos los arneses, calzamos las mochilas y,. a eso de 1:25 am, arrancamos por la subida de piedra que yo me había quedado con idea de que era la morrena, pero nada más lejos de eso. Era solo una cuesta que se remontaba durante unos 20 minutos para llegar a un filo y ahí sí, descender varios metros para meternos de lleno en esa morrena que nos llevaría unas dos horas superar sin problemas a muy buen ritmo. La morrena parecía ser un terreno donde habían demolido un rascacielos, con piedras muy grandes y en donde el tránsito se realizaba pisando piedra por piedra, tratando de no meter el pie en los espacios que quedaban entre estas, y tratando de pisar solo en las piedras pesadas dejando a un costado las que podían moverse al apoyarse.
Allá por las 4 am, llegamos al hielo y paramos unos momentos para colocarnos los grampones mientras Daniel alistaba la cuerda para "atarnos". A nuestro lado, había unos europeos que habían partido esa mañana desde un campamento más alto que el nuestro, Campo Morrena y, en esos momentos, se encontraban con los mismos trámites que nosotros.
Nuestro plan original era también acampar en Campo Morrena y de esa forma acortar el día de intento a cumbre, pero Daniel nos sugirió hacerlo en el campo base. De esa forma, evitábamos transitar la morrena de día y con carga como contrapartida de una jornada más larga hacia la cumbre. Los hechos mostraron más tarde que de noche, descansados y livianos, la morrena se hace más sencilla.
Al llegar al hielo una vieja discusión volvió a plantearse. Parecía algo rutinario en los guías peruanos, al menos con los que tuvimos contacto. El hecho de que el grupo avanzar encordado o no, cada vez que se pisa hielo o nieve, con estacas o tornillos como fijaciones o no, se constituyó en tema de debate. Finalmente, terminamos viendo que la única pendiente "discutible" era la pala de nieve del principio y luego todo el trayecto tenía una inclinación que no revestía peligro.
Ya transitando por el piso blanco, el ritmo bajó mucho respecto de la morrena y faltando bastante para que salga y caliente el sol, las paradas reiteradas me complicaban bastante. Mis botas Bulnes Boreal empezaron a mostrar que por arriba de los 4000 no son las adecuadas en cuanto al abrigo.
En una parte del trayecto, Daniel nos señaló una pared que había que superar algunas temporadas atrás para poder seguir camino a la cumbre, lo cual hacía a esta ruta algo más técnica. Hoy, este cerro como el resto en la zona por los cambios que sufren de una temporada a otra, el trazado había cambiado y se esquivaba la pared por la izquierda.
Poco a poco, empezamos a ver grietas, apenas abiertas que no por eso meten menos miedo al ver la cantidad de metros de profundidad al pasarlas por arriba (bien rapidito por las dudas, vio?). Cuando el sol empezaba a insinuarse por detrás de la cumbre del Pisco, yo intentaba apurar el paso para ver si la cordada completa lo hacía en busca de los primeros rayos para que el cuerpo empezara a templarse, algo que ocurre sin problemas yendo a buen ritmo pero hoy no era el caso. De todas maneras, todos estábamos tranquilos porque teníamos mucho tiempo y, en mi caso, la única preocupación era que la ruta no nos saliera con un Martes 13, aunque Wilder, nuestro guía en las dos cumbres anteriores, nos había hablado de una grieta importante cerca de la cumbre.
Y no nos había mentido, después de algunas subidas que pondrían a prueba algunas veces más nuestra preparación física, nos enfrentamos a una arista de unos 4 ó 5 metros donde podía apreciarse una pendiente muy pronunciada a la izquierda y a la derecha una grieta que imponía respeto. Eran apenas cinco metros por ese caminito de unos cincuenta centímetros de ancho para luego doblar a la derecha, superar un puente de nieve para subir 3 ó 4 metros de una parecita, ayudados por la piqueta y los grampones y con la seguridad de Daniel desde arriba. Obstáculos que una vez superados dieron paso a un pequeño plateau que me invitó a tirarme al suelo, respirar hondo y pegar unos gritos tratando de espantar los fantasmas.
Una vez superada la conmoción y disipada la adrenalina, me puse de pie juntándome con mis compañeros para transitar los últimos metros y cargar una cumbre más en mi mochila, posiblemente la que mejor vista de todas me regaló con un parque de seismiles hermosos alrededor para llenarme los ojos. Esta vez sí pudimos festejar con el guía y mis dos compañeros, donde llegábamos sin necesidad de estar quietitos y asegurados. Teníamos un poco más de lugar para el festejo y festejé una cumbre más que como si fuera poco, era una cumbre más con mi amigo Fernando y la conseguimos faltando quince minutos para las 10 de la mañana!
Nos sacamos las fotos e hicimos las payasadas de siempre pero, por sobre todas las cosas, disfrutamos desde los 5760 msnm del Pisco, montaña inigualables, viendo el Chacraraju, el Arteson y el mismísimo Alpamayo. Hacia el otro lado, el Huascarán, el Chopicalqui y tres de las cuatro cumbres del Huandoy. Panorama como este hacía y hace única a la Cordillera Blanca Peruana.
Mientras llegábamos a la cumbre, comenzaban a bajar unos rusos y, estando nosotros ahí, arribaron unos cuatro o cinco de República Checa, uno de los cuales nos hizo dar cuenta que el Arteson es la montaña que aparece cuando comienzan las películas de Paramount Pictures y que después Daniel nos contó que salió de un concurso fotográfico hace años. Como contaba, en esta cumbre, sí pudimos festejar a nuestras anchas sin la tensión de estar sentados en una cornisa o una pequeña porción de nieve sin poder movernos demasiado. Una vez que aprovechamos que teníamos "terreno" y que el día estaba inmejorable, comenzamos a bajar hasta pasar el lugar "comprometido" que describía más arriba. Una vez que estuvimos en tierra firme, nos dispusimos a almorzar con lo que nos había entregado Daniel antes de salir del campo base: sandwiches, galletitas y una naranja.
Más tarde, seguimos bajando sobre los glaciares del Pisco, en un tránsito que se nos hizo muy largo a los tres como si al avanzar de noche no hubiéramos tenido la posibilidad de percibir con exactitud todo lo que subimos. Todo transcurrió de esa forma hasta llegar nuevamente a la piedra, donde nos detuvimos para quitarnos los grampones, quitarnos algo de ropa para descansar un rato. Daniel nos mencionó que nos había visto bajar demasiado relajados y nos instó a que en el futuro intentemos bajar siempre con pies firmes y más concentrados incluso que en la subida.
Ahora venía, suponíamos, la parte más tediosa de lo que le quedaba a la jornada, desandar la morrena pero contrariamente a nuestras suposiciones, todo ocurrió muy relajado y con unos tiempos bárbaros. Parecía como si la morrena fuera terreno familiar, sea de día o de noche, subiendo o bajando. Avanzamos otra vez a cara de perro y cuando faltaban unos veinte minutos para dejarla atrás, paramos a descansar y a saborear lo conseguido.
Durante nuestro resuello, surgió la idea de estar esa misma noche en Huaraz. Eso requería que saliéramos a buen ritmo hasta los 4600 msnm del Campo Base y tuviéramos que hacer una serie larga de más cambios. Lo charlamos un rato y nos pareció mejor quedarnos en el CB. Cerramos el trato. Una noche más a 4600 msnm que para nuestra aclimatación actual era nada.
Así que seguimos y la caminata, subidas, piedras y bajadas incluidas, me pareció terminar en un suspiro. Ya estábamos llegamos al CB y arrancó uno de esos momentos que parecen explicar mi pasión por esto: sensación de plan que se cumple al pie de la letra, orgullo propio y orgullo de equipo y la certeza de que no hay ninguno de esos grandes esfuerzos en el horizonte, solo respirar los suburbios de una hermosa cumbre. Un sentimiento de plenitud inexplicable. Después elongar, ordenar el equipo, cenar, dormir, charlar, tratar de aprender lo más posible del guía y la gente que sabe y a dormir.
DIA 13 (5 de julio de 2007)
Vuelta a Huaraz con la misión cumplida
Con el pecho inflado porque la de ayer había sido otra gran cumbre y porque no nos había sido nada fácil pero la habíamos conseguido con mucho empeño, desarmamos todo y salimos rumbo a Cebolla Pampa para tratar de conseguir un taxi que nos arrimara de regreso a Yungay. A paso tranquilo, desandamos el camino que nos había llevado al Campo Base y siempre con el Pisco que no guiñaba un ojo a nuestras espaldas. Por su parte, el arriero con sus burros bajaba lo más pesado del equipo.
Una vez en Cebolla Pampa, al fondo de la quebrada de Llanganuco, subimos hasta el camino todo el equipaje. En minutos, conseguimos el taxi que nos sacaría del Parque Nacional Huascarán y nos dejaría en Jungay. Mientras desandábamos el camino por el centro de la quebrada que se forma entre las elevaciones de los imponentes al Huascarán y Huandoy, aprovechamos para ver en detalle la cara del cerro más alto de Perú (el primero de los dos) que se desplomara en el año ´70 e imaginamos lo que debió haber sido ese momento en que el alúd que se generó bajaba sin que nada lo detuviera hasta el pueblo.
Una vez en Yungay y a las apuradas para tratar de evitar un corte de ruta que estaba por producirse por parte del gremio docente, paramos a una de las "combis” y tiramos todo el equipaje sobre la parrilla para recorrer el callejón de Huaylas de Norte a Sur. En esos vehículos y con los voceadores con 3/4 de sus cuerpos afuera veíamos las escenas más increíbles para nosotros. La combinación de gente, costumbres, paisajes hacían del regreso un rato entretenido, que se interrumpía, sólo a veces, entre parada y parada cuando nos contorsionábamos para permitir que subieran más y más pasajeros en asientos que ya no existían. Todo con la música de fondo del voceador indicando los destinos del servicio "Caruaz, Caraz, Huaraz.....Caruaz, Caraz, Huaraz", atípico para nosotros y quizá por eso, tan pintoresco. Luego de que la combi nos tiró sobre la avenida a cuadra y media del hotel y de arrimar nuestros petates, almorzamos en un Resto muy coqueto.
Después de pasear por enésima vez por esa avenida que ya sentíamos que íbamos a extrañar muy pronto, fuimos finalizando con las últimas compras y trámites, entre ellos pasar por la agencia de César, que resultó nuestro "benefactor pro Pisco”. Por la noche, en el taxi que nos pidió el padre de Vladimiro, fuimos hasta la flamante nueva terminal. Huaraz nos recibió en una terminal y nos despidió en una nueva. En un colectivo, fuimos hasta Lima. Morfeo hizo su trabajo como el mejor.
DIAS 14, 15, 16 y 17.
Después de dos días enteros haciendo turismo en Lima, regresamos a Buenos Aires, Argentina y de allí a Neuquén.
Día 9 de julio de 2007. De nuevo en casa.
Centro cultural Argentino de Montaña 2023