El Cerro Áspero y el Pueblo Escondido. Provincia de Córdoba
Noticia de fecha - 10/07/2014 -
En lo alto de las sierras de Córdoba, a un puñado de kilómetros de San Luis, Cerro Áspero es un emblema para los amantes del montañismo de todo el país. En los últimos años se transformó en una meca para quienes ascienden a pie, en moto o camionetas doble tracción hasta esas alturas.
El sitio ofrece una referencia única e ineludible: el pueblo minero que se desarrolló en sus entrañas, que albergó a unos 400 obreros desde principios del siglo pasado hasta 1969. De allí extraían tungsteno (o wolframio). Cuando hace 45 años su extracción dejó de ser rentable, la gran mina y el pueblo montado a su alrededor quedaron abandonados. Pero su mito, y su espíritu, están ahí.
Cuando la apertura de la economía terminó de sepultar el mineral, reemplazado por el importado de China a menor precio, el pueblo quedó vacío de mineros. Pero décadas después se toma venganza y se llena cada fin de semana de turistas.
Los pabellones donde descansaban los obreros y las otras dependencias fueron adaptadas para los visitantes, respetando sus líneas para conservar su valor histórico.
El espíritu del lugar cautiva a cada visitante, que no deja de imaginarse a las mulas cargadas de tungsteno saliendo por los senderos.
Carlos Serra fue quien transformó el pueblo minero abandonado en un refugio de montaña. Serra es el “inventor” de Pueblo Escondido. Además del tungsteno bajo tierra, cerro Áspero posee un entorno natural de gran belleza, rodeado de cerros, a orillas del río Paso del Tigre.
Desde los años ’90, Serra recuperó parte de aquel pueblo minero, apuntalando el lugar con fines turísticos y manteniendo sus líneas históricas. Debió reconstruir mucho de lo que la gente ya había destruido. Del pueblo dejado por los mineros se habían llevado mucho.
A casi 25 años de esa idea de “refundarlo”, el sitio está vivo, abierto todo el año.
El secreto, asume Serra, fue permanecer, pese a las complejidades y adversidades de sostener ese espacio en medio de la montaña, en un punto de no tan sencillo acceso.
Hasta 1935, cuando se inauguró el camino de 60 kilómetros entre el Áspero y La Cruz, en Calamuchita, el material salía a lomo de mula hacia San Luis, para que luego vía tren llegara a Buenos Aires. El pueblo tenía hasta usina eléctrica propia.
Cristian Polo Friz es un personal trainer y guardavidas cordobés, que visitó el Áspero al menos 15 veces. Reconoce que esta aventura genera un plus respecto de otras.
“El lugar tiene una energía especial y uno logra transportarse medio siglo atrás, cuando en lo que hoy es una mina abandonado, había un pueblo en medio de la alta montaña, con cientos de trabajadores”, señala.
En cada viaje, que por lo general organizan en caravanas de dos o más vehículos, se despliega una especie de cofradía donde se debate de prestaciones de las camionetas “cuatro por cuatro” y de la naturaleza.
Para los que llegan en vehículo, el tramo final requiere de una destreza especial del conductor. Hasta unos kilómetros antes, llega casi cualquiera. Luego, la senda sube y baja en duros escalones de piedra pelada, que es sólo para peatones, motos, cabalgatas, bicicletas todoterreno o camionetas de doble tracción.
“Nos gusta la montaña, pero lo mejor es esto de conocer gente y compartir estos momentos”, dispara Gabriel Taritolay, mientras tomaba un mate en una ronda que se armó en un campamento en los “pinares”, un espacio ubicado tres kilómetros antes de Pueblo Escondido. Sobre el fogón, se recalentaba un pollo al disco que había quedado del día anterior.
Otros grupos llegan en caminata, dejando el auto sobre el camino de alta montaña que une La Cruz (Córdoba) con Merlo (San Luis).
Los que llegan en motos enduro son también muchos en cada “finde”.
“Soy un adicto al cerro Áspero, fui un millón de veces en 20 años, en moto, en camioneta y caminando. Te atrae la aventura y la belleza de las sierras, pero la historia del lugar tiene una energía especial”, apunta Taritolay. “Conozco las sierras de punta a punta, pero este es un punto especial, quizás por lo difícil que es llegar”, apunta.
Sergio Cavigliasso es uno de los creadores de Club Terapia 4x4, un espacio de travesías para aventureros. “El atractivo del Áspero es el recorrido duro y con mucha piedra, y ya en Pueblo Escondido, imaginarse todo lo que a uno le cuentan que fue ese lugar donde vivió tanta gente, hace tanto tiempo, ahí tan arriba”, plantea.
Mario Arias, de Río Cuarto, tiene decenas de viajes al cerro en los últimos 30 años. Además, es un estudioso de su historia, y derriba varios mitos arraigados en torno a la mina de tungsteno: cuenta que no se usaba ácido para separar el mineral y que este no se utilizaba para blindaje de armamento, sino para el núcleo de las balas y el corazón de los cañones. El tungsteno, como metal especialmente duro, fue durante décadas muy requerido para uso militar.
En Pueblo Escondido están preparando ahora una galería de arte en el espacio que en tiempos mineros albergaba a la antigua herrería, con espacio para charlas y exposiciones. En diciembre, inaugurarán una capilla: la fecha coincidirá con Santa Bárbara, patrona de los mineros.
La mina del cerro Áspero fue la mayor de varias de extracción de tungsteno (o wolframio) en las Sierras hasta que llegó de China.
Su existencia fue uno de los motivos centrales del desembarco en Santa Rosa de Calamuchita de la empresa Tantal Argentina SRL, principal fabricante de metal duro del país.
Hasta la década de 1970, Tantal funcionaba en Castelar, provincia de Buenos Aires. En 1978 llegó al valle de Calamuchita. “Había una ley que brindaba beneficios impositivos si nos radicábamos a 300 kilómetros de un yacimiento de tungsteno, por ese motivo los socios decidieron el cambio y acercarse a cerro Áspero”, cuenta ahora José Taglioretti, dueño y gerente de la empresa que en la actualidad exporta desde Santa Rosa gran parte de su producción. La ley promovía el acercamiento de las plantas a los yacimientos, para incentivar el trabajo ya muy alicaído en las minas. En 1969 la mina del Áspero quedó inactiva y años después se intentó reactivarla, pero precariamente.
Taglioretti recuerda que por años, luego de cerrarse la mina del Aspero, Tantal consumía aún algo de material del cercano yacimiento de La Toma, en San Luis.
La crisis llegó cuando ese mineral empezó a llegar desde China, donde descubrieron enormes yacimientos. Importarlo costaba menos que extraerlo acá.
Con el tiempo, la metalúrgica de Santa Rosa comenzó además a reciclar el metal duro usado, para reutilizar y así fue reemplazando el material importado, hasta llegar en la actualidad a usar el 90 por ciento de metal duro reciclado.
Fuente: www.lavoz.com.ar
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