Este artículo fue publicado en la histórica Revista Geográfica Americana, hecha en nuestro país, con el título, Sobre la Cumbre más alta de América, donde describen hechos históricos de la época romántica del andinismo
El día 8 de enero del año en curso logró vencer la cumbre máxima del Aconcagua (7.035 mts. de altura), cuyo escalamiento es una de las aspiraciones máximas de todo andinista, una expedición compuesta por los andinistas L. Herold, T. Kopp y E. Vogel. En el relato de esta ascensión hay abundancia de menciones sobre los raros fenómenos de índole geográfica y climática, que dan a este paisaje inhospitalario de alta montaña el carácter de una extraordinaria originalidad.
Después de varios meses de sólida preparación el grupo de andinistas salió de la localidad de Puente del Inca en la mañana del día 22 de diciembre de 1945 a fin de gozar - durante más de tres semanas entre rocas, hielo y sol - de las bellezas de la alta montaña, lejos de las comodidades de la civilización. Otro propósito era el de estudiar los fenómenos naturales que se relacionan con la falta de presión atmosférica y la baja temperatura, y el último el de intentar la ascensión de la cumbre máxima de las Américas, el Aconcagua.
El derrotero para llegar al pie del macizo del Aconcagua sigue en casi toda su extensión las suaves curvas del valle Horcones, que en las cercanías de Puente del Inca desemboca en el valle de las Cuevas. Estos 35 Km. recorridos a pie, sirvieron como un apropiado entrenamiento; entretanto, cinco mulas de carga guiadas por dos baqueanos, llevaban todos el equipo de alta montaña al campamento Plaza de Mulas. Como la diferencia de altura de los dos puntos es de 1.500 metros (Puente del Inca, 2.720 mts: Plaza de Mulas, 4.230 mts.), no se esperaba vencer la distancia entera en un solo día. Después de haber pernoctado bajo las sobresalientes paredes de la 'Piedra Grande' el grupo llegó al mediodía del día siguiente, es decir, del 23 de diciembre, a Plaza de Mulas, donde encontró el equipo completo dejado el día anterior por las mulas.
Plaza de Mulas es, en todo sentido, el lugar ideal para un campamento base, que ha de servir para la aclimatación y para la observación de la Naturaleza. Hallándose el lugar de campamento sobre una morena lateral del ventisquero Horcones Superior, se abre frente al espectador un vasto semicírculo de inmensas cumbres, inmaculados campos de nieve y fantásticas paredes que en conjunto forman la terminación superior del valle Horcones. El "Cerro de los Dedos" de formas características, el ancho macizo del Catedral y la aguda cima del Cuerno, este último flanqueado por inmensos campos de nieve purísima, constituyen otros tantos objetos de observación, mientras que las fantásticas paredes del Aconcagua, levantándose hasta alturas increíbles directamente detrás de Plaza de Mulas, se iluminan especialmente al atardecer con colores casi sobrenaturales.
Pero, ante todo, preocupaba a los miembros de la expedición el campamento mismo, que fue asegurado contra cualquier eventualidad durante todo el día siguiente. Muy pronto se vio lo acertado de estas preocupaciones. Hasta entonces el cielo había mostrado un azul intenso, mas el día de navidad, el 25 de diciembre, nubes oscuras, del oeste, tapaban el cielo, y comenzaban una nevada de varios días. El júbilo de los integrantes de la expedición ante el maravilloso paisaje blanco se mezclaba con la preocupación por la humedad que había que esperar de la licuación de tanta nieve; por eso se abrieron senderos y se limpió el suelo alrededor de las carpas. Pero la preocupación había sido innecesaria. Sin sol, la temperatura siempre queda baja; pero los rayos solares tienen tanto poder, por la poca humedad del aire tan rarificado, que la nieve derretida se evapora de inmediato sin dejar ni rastros de humedad en el suelo. Por eso más allá de los 5.000 mts. no se encuentra ni una gota de agua.
Por lo demás el tiempo presentaba con cierta regularidad las mismas alternativas: después de una mañana brillante, con un cielo de un inimaginable azul oscuro, se levantaban nubes del lado del Pacífico, y a menudo caían leves nevadas.
La vegetación normal en el valle Horcones Superior termina a una altura de unos 3.800 metros. Por eso constituyó un interesante hallazgo encontrar, al lado de un sendero de mulas, todavía más arriba de Plaza de Mulas, a unos 4.300 mts., varias matas, bajas acolchonadas de hojas carnosas. Probablemente, las mulas han traído las semillas hasta allí y habrá que ver si las plantas sobrevivirán los próximos inviernos.
En lo que respecta al reino animal, fue una sorpresa grande encontrar, en Plaza de Mulas mismo, algunas docenas de pajaritos de color amarillo de los llamados "mixtos" (las hembras, de plumaje gris), que se alimentan de los granos de maíz que hallan en abundancia como restos de la alimentación de las mulas. Por lo demás, no se ha podido descubrir otras aves ni siquiera cóndores. La falta absoluta de vida orgánica les priva de toda posibilidad de mantenimiento.
El 1 de enero el grupo salía del campamento base, cargado con el equipo para el primer campamento de altura. Llevaban consigo, entre otras cosas, botellas "termos", un calentador y bolsas de dormir, como también víveres adecuados: nueces, azúcar de uva, fruta seca y chocolate. En una subida de exploración anterior ya se había dejado en esta plazoleta a 5.300 mts. de altura, que había de servir para el nuevo campamento, diversos implementos, tales como velas, víveres y algunas lonas.
Como en esta plazoleta se había encontrado restos de una bolsa de dormir, un trípode roto y otras cosas, se dio a este lugar el nombre: Campamento del Andinista Desconocido. La ascensión hasta allí (1.100 mts.) se hizo en menos de cuatro horas y media, de 12.40 a 17 horas, y en ese tiempo se pudo confirmar la regla de alternativas meteorológicas. Del Pacífico subieron las nubes, y a la llegada a la plazoleta empezó a nevar.
Sin embargo no se perdió el buen humor y se continuó con el trabajo. Como el suelo - roca firme o pedregullo - no da firmeza a los ganchos de la carpa, hay que usar cualquier maña para afirmarlos. En último término se cubrió todo el borde de la carpa con piedras grandes, y se erigió alrededor un muro de piedras tan alto como fue posible. Se cerró definitivamente la carpa a las 21 horas: el termómetro marcaba 12 grados bajo cero. Durante toda la noche la carpa castañeteaba, sacudida fuertemente por la tempestad, impidiendo el sueño de sus ocupantes.
Al día siguiente nadie se asomó de la carpa antes de las 10 horas: el termómetro marcaba 7 grados bajo cero. Este día fue utilizado para la aclimatación y exploración del inmenso acarreo de piedras que conduce hasta las inmediaciones de la cumbre. Por la noche se "fabricó" agua por primera vez fundiendo la nieve, y muy pronto fueron apagadas las velas que habían servido tanto de alumbrado como de calefacción.
El 3 de enero los expedicionarios se levantaron de madrugada a las 5 y media. Después de frugal desayuno en la carpa salieron del campamento a las 6.13 horas. Como el termómetro marcaba todavía 12 grados bajo cero, las manos y los pies se habían insensibilizado con el frío, situación que no mejoró en las próximas horas de ascensión; pues había que detenerse muy a menudo, para que se tranquilizaran los pulmones y el corazón. Recién con la ansiada aparición del sol - aproximadamente a las 9 horas - por sobre el macizo, se calentaron los miembros helados.
Desde entonces, y en el curso de ese día, se pudo apreciar las inimaginables dimensiones de este gigante, que se llama Aconcagua. Durante toda la mañana se ascendió siempre por el mismo acarreo que parecía infinito. Según el carácter de la superficie, se buscaba el camino en los extensos campos de nieve o con los acarreos de piedra suelta; a veces se subía en serpentina, y a veces en línea recta. Pero todos los esfuerzos parecían inútiles frente a estas extensiones, en las cuales no se notaba progreso alguno. Por otro lado, más arriba, el acarreo se ponía cada vez más empinado, y la nieve se desmoronaba debajo de los pies, mientras que las piedras apenas tocadas causaban el deslizamiento simultáneo de grandes superficies. Debido a ello la ascensión progresaba tan lentamente que no había esperanza de llegar a la cumbre antes de las 17 horas, último término convenido para comenzar el descenso.
Por eso, algo antes de las 14 horas fue resuelto desistir del intento por ese día, a pesar del buen estado físico y del buen tiempo, que parecían invitar a proseguir. Era más prudente trasladar el campamento a un lugar más alto. Evidentemente era imposible hacer en un día más de 1.700 m. con la poca presión atmosférica de 300 a 400 mm., en lugar de la normal de 760 mm.
La altura alcanzada fué estimada en 6.300 m., viéndose desde allí toda la cordillera sanjuanina, dominada por el poderoso macizo del Mercedario, que, con sus 6.778 mts., se aproxima a la altura del Aconcagua.
Los cerros Cuerno (5.550 mts.) y Catedral (5.500 mts.), los cuales, vistos desde Plaza de Mulas, parecen picos altísimos, ahora se habían reducido a simples colinas que era necesario buscar en el laberinto de valles, cumbres y campos de hielo. Entre los campos de nieve virgen que en su pureza daban al paisaje algo irreal, que levantaba el espíritu a lo eterno e infinito, se alzaban cerros de paredes abruptas y de formas magníficas.
Después de este contemplativo descanso, se inició el descenso, usando los bastones de bambú (tacuara) de Misiones que fueron de gran utilidad, permitiendo una gran velocidad en los acarreos. Se descansó un rato en el campamento del "Desconocido", que se dejó en pie, continuando luego el descenso a fin de renovar las provisiones de combustible y víveres a Plaza de Mulas, adonde se llegó a las 18 horas.
Dos días más tarde, el 5 de enero, nuevamente el grupo se encaminaba en busca de las alturas. Llevando víveres y combustible hasta para ocho días, se arribó al campamento del "Desconocido", continuando el día siguiente con el equipo completo hasta "Nido de Cóndores", campamento tradicional de las expediciones de Link. Se levantó la carpa en un nicho de la pared inferior de este curioso grupo de rocas que le amparaba contra el viento. La gran cantidad de chocolate y de leche condensada, abandonada por expediciones anteriores, encontrada aquí, enriqueció las provisiones. En seguida se exploró la ruta para la ascensión del día siguiente; pues desde allí se intentaría llegar a la cumbre sin más "días de aclimatación".
Por eso el 7 de enero la expedición partió de Nido de Cóndores, esta vez en dirección al Sudeste, atravesando una planicie casi horizontal, que da origen en tres diferentes direcciones a los valles Vacas, Penitentes (o Volcán) y Horcones, mientras que en dirección sur se levantaba el Aconcagua.
Muy pronto se encontraron los restos de un sendero y una que otra estaca, puesta por expediciones anteriores. Entonces se ascendió, en dirección sur, en muchas serpentinas, sobre un acarreo separado del acarreo grande, anteriormente mencionado, por una cresta compuesta de varios grupos de rocas.
Entretanto, la temperatura había bajado de 16 grados bajo cero. El viento muy fuerte, que sopló durante toda la noche, dificultaba bastante el uso del calentador, tan necesario en estas circunstancias dentro de la carpa; pero, por fortuna, la tempestad no causó daños de importancia a la carpa misma.
El 8 de enero se partió del campamento a las 7.20 horas para el ataque final. Había que vencer los últimos 1.200 mts. (Refugio Link, 5.850 mts.; la cumbre, 7.035 mts.). La temprana aparición del sol, en ese lugar ya a las ocho (en Plaza de Mulas el Aconcagua oculta el sol hasta las 9 y media), abreviaba muy agradablemente las horas de cruel frío, suprimiendo la grave preocupación del congelamiento. Sin embargo bien pronto aparecieron nuevos peligros, cuando sobre un campo de nieve, todavía liso y duro como hielo, uno de los expedicionarios caía, deslizándose a una velocidad increíble. Aproximadamente a las 10 apareció la anhelada pirámide final, aparentemente inaccesible por sus paredes casi perpendiculares. Era la última incógnita de la ascensión.
A las 11 horas se pasó en dirección oeste por sobre una cresta de roca suelta, llegando así a la parte superior del gran acarreo donde tuvo lugar la primera tentativa de ascensión. Se cruzó este acarreo, pero, hacia arriba, siempre se tropezaba con altos paredones, obligando a mantener la dirección oeste.
Hasta entonces se había arqueado sobre la montaña un cielo azul completamente limpio, que acortaba las distancias y llenaba de confianza los corazones; mas ahora comenzaron a subir las primeras nubes, tapando todo con un opresor manto gris de neblina, como si quisieran preparar a los tres hombres para el cuadro de la muerte que los esperaba.
Habían subido solamente algunos centenares de metros más, cuando se detuvieron: Allí yacía el que había vencido cuatro veces a la cumbre, que había conducido a muchos para que pudieran participar de las maravillas de la Alta Cordillera, y que, por un destino adverso, había encontrado allí su fin: Juan Jorge Link!
Hubo largos minutos de silenciosa emoción ante los restos de este hombre, que escribió una de las páginas más brillantes en la historia de este cerro, para continuar luego la ascensión.
Apenas 100 metros más arriba, todos se sentían igualmente conmovidos ante los restos de la señora Adrienne Link, cuya grave lesión probablemente había sido la causa de la tragedia. Silenciosamente se siguió el penoso camino, alcanzándose a las 16 horas la cresta que une las dos cumbres, y cuyo lado este está formado por un enorme precipicio de casi 3.000 metros de profundidad, y a las 16.20 hs. se ponía pie en la misma cumbre. Es imposible describir fielmente la profunda emoción que se siente en tales circunstancias.
Con un fuerte apretón de manos quedó expresada la íntima satisfacción ante el éxito que coronaba las penurias y los trabajos de largos meses.
La cúspide propiamente dicha, se halla formada por una planicie ligeramente inclinada, de veinte por treinta metros de extensión. En el punto más alto, situado hacia el borde norte, se encontraban unas cajas metálicas con banderines, libros, etc., cuidadosamente resguardados bajo unas piedras. Se hicieron las anotaciones de rigor en el libro de cumbre, en el cual se pueden leer los nombres de todos los vencedores de la cima desde el año 1940. Link mismo lo depositó allí en ese año, en nombre del Club Andinista Mendoza. En cambio en los banderines que cada uno eligió para sí, quedaron, como pruebas de constancia, tres valiosas tablillas pulidas de maderas misioneras.
Luego se copiaron las páginas más importantes del libro de cumbre, sobre todo la página 12, en la cual se hallan las anotaciones de la última expedición Link de 1944, que dicen:
18-11-44
“Gracias a Hans Link estoy hoy en la cumbre”
(firmado) Kneidl
Juan Jorge Link
Adrienne B. Link
La página 13 corresponde a la expedición militar de 1945,y en la página 14 quedó registrada esta ascensión en los siguientes términos :
8 de enero de 1946.
Llegamos a la cumbre a las 16.20 horas. Salimos del Refugio Link a las 7.20. Encontramos en el camino los cadáveres de los esposos Link. Tuvimos buen tiempo a la mañana, a la tarde estará nevando levemente.
L. Herold,
Monte Cario, Pcia. Misiones
T. Kopp,
Eldorado, Pcia. Misiones
E. Vogel,
Charata, Pcia. Chaco
Después de este trabajo manuscrito tan poco agradable, a una temperatura de 7 grados bajo cero, se gozaba de un panorama único, como sólo puede brindarle el atalaya más alto de las Américas. Con una mezcla de espanto y admiración la mirada baja casi verticalmente 3.000 metros hacia el valle Relinches. Frente a estos abruptos precipicios, que también flanquean a la segunda cumbre sureña de 6.960 m., invicta hasta ahora, se comprueba cuan audaz ha sido la idea de atreverse hasta este sitio. Es fácil constatar, que los extremos aluviones del flanco norte han eliminado las dificultades técnicas de la subida.
Las nubes se desgarraban parcialmente, permitiendo ver hacia el sur la mole trapezoidal del Tupungato; hacia el norte, el Mercedario, y al oeste, la franja clara del océano Pacífico. Después de sacar algunas fotos fue necesario regresar, pues ya eran las 18 horas. El descenso se cumplió rápidamente, llegando al campamento a las 21.30 horas. Con una subida de 9 y una bajada de 3 horas y media, se había cumplido una jornada bastante buena que había resultado grata y provechosa.
Al día siguiente comenzó a nevar desde temprano, continuando casi todo el día, por lo cual se continuó de prisa el descenso. Cargado con todo el equipo, se bajó hasta Nido de Cóndores en el asombroso lapso de una hora y media. Después de un descanso de media hora, se puso hasta Plaza de Mulas otras dos horas y media, llegando a las 18.30 horas.
El día 14 de enero se inició la expedición desde el campamento base, para escalar el cerro Catedral (5.500 mts.). La elección de este cerro quedó decidida en el deseo de poder observar el valle de las Cuevas, cuna de la cuenca superior del río Mendoza, y, sobre todo, de admirar distanciados, en toda su magnificencia, el macizo del Aconcagua.
El ventisquero Horcones quedó cruzado con una hora de marcha, habiendo pasado al norte de las inmensas torres de hielo. La subida continuó en el segundo de los tres arroyos que bajan de este lado del cerro. Como esta caída de agua estaba helada, se pudo subir cómodamente por la escalera natural que forman las rocas limpiadas por el agua. Más tarde, pasando por una cresta al próximo arroyo, se llegó al borde inferior de un típico campo de penitentes, que se extiende hasta la cumbre misma. Pasando más al norte, se eludieron estas formaciones tan poco agradables para el andinista, y subiendo en línea directa se alcanzó la cumbre, una ancha planicie cubierta de nieve, a cuyo margen oeste se halla el punto más elevado, conquistado a las 13 horas.
Un sol resplandeciente permitió contemplar el vasto panorama en todas direcciones, compensando ampliamente los esfuerzos realizados. Los primeros que escalaron esta cima fueron Stuart Vines y Pollinger en 1897; más tarde los doctores Reichert y Badén efectuaron una ascensión en 1907, siguiendo en 1944 Zechner y Sekelj, quienes depositaron allí un libro de cumbre donado por Link al CAM. Con la novel cuarta expedición, son 9 las personas que llegaron a esta cima.
Entre la infinidad de cerros y abismos se destaca claramente el valle de las Cuevas y algo más bajo que el punto de observación el cordón fronterizo, en cuya parte austral se halla el túnel trasandino y la carretera al Cristo Redentor. Asimismo, se contemplaron detalladamente las paredes y acarreos que forman la mole del Aconcagua, iniciando luego el regreso hasta Plaza de Mulas, cumplido en tres horas.
Llegó el 16 de enero, en que se realizó el descenso final. Toda la mañana se pasó en desmontar las carpas y embolsar el equipo completo; a las 13.40 horas se inició el regreso.
También a estas latitudes el Aconcagua ejerce su poder e influencia en algunos hechos que causaron sorpresa. Así, el río Horcones Superior, que, en su nacimiento, es de intenso color chocolate, desaparece por completo, subiendo a la superficie muchos kilómetros más abajo con una espléndida agua cristalina, dando la certeza de haber pasado por un gigantesco filtro!
La segunda sorpresa fue bastante menos agradable, pues, a consecuencia del fuerte calor de mediodía, el río Horcones Inferior conducía tan enorme cantidad de agua, que la travesía exigió muchos esfuerzos, y hasta fue muy peligrosa.
A las 21.30 horas se concluyó de cruzar el río. En la oscuridad continuó la marcha por la última parte del valle Horcones, en dirección al camino internacional. Sobraba el tiempo para reflexionar sobre las aventuras de las semanas transcurridas, mientras que la luna ofrecía un último espectáculo inolvidable. El altivo Aconcagua vestido con capa metálica y resplandeciente de guerrero! Allí se erguía el cíclope, consciente de toda su grandeza, capaz de dar el todo o el nada al hombre que a él se acerca.
Fundada por José Anesi en 1933 en Argentina
El geógrafo y editor cartográfico José Anesi Nació en Turín, Italia, en 1881. Cursó estudios clásicos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Turín (1899-1903).
Estuvo en Buenos Aires en 1906, en misión comercial y regresó definitivamente a esta ciudad en 1910, como representante de la empresa italiana Berardi y Cía de Milán.
En 1912 fue nombrado apoderado del Instituto Geográfico De Agostini de Novare.
En 1918, comenzó a trabajar por cuenta propia, dando origen a su editorial cartográfica dedicada especialmente a la publicación de atlas y mapas geográficos escolares, que figuraron entre los más acreditados y difundidos en toda América.
En 1945 transfirió estas ediciones a la Casa Peuser, quedando su nombre como autor de los mapas y atlas.
Desde 1930, era apoderado de las antiguas fábricas de papel P. Miliani de Fabriano.
En 1933 fundó la "Revista Geográfica Americana", que dio origen en 1939 a la Sociedad Geográfica Americana, institución de la que fue presidente.
Escribió sobre la historia del papel y de la imprenta, de la cartografía y otros temas similares en "La Prensa" y "La Razón" de Buenos Aires, en "La Capital" de Rosario de Santa Fe, en otros periódicos de la Argentina y demás países de América, como así también en diversas revistas.
Ha publicado el Atlas Geográfico Metódico, con 268 mapas; el Atlas de las Américas y el Atlas de la Argentina.
Fue representante del Centro de Estudios Americanos de Roma (1934-1940); secretario de la Asociación Dante Alighieri (1933-1938); miembro del Patronato Italiano (1935-1954); consejero de la Cámara Italiana de Comercio (1934-1941). Fue distinguido con la insignia de Comendador de la Orden al Mérito de la República Italiana.
Falleció en Buenos Aires, en el año 1963.
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